viernes, 9 de diciembre de 2022

Perros de paja, de Rigoberto Gil Montoya

Dice Wikipedia que Perros de paja es una película de 1971, dirigida Sam Pickinpah. En ella Dustin Hoffman intepreta el papel de David Sumner (no confundircon David Summers), un profesor estadounidense que se traslada con su esposa a una villa rural en Inglaterra, buscando huir de la violencia. No obstante, los vecinos en apariencia pacíficos comienzan a tener "comportamientos extremadamente violentos hacia ellos, desatando una impresionante venganza por parte de Sumner". Agrega Wikipedia que Perros de paja es una de las películas más representativas de esta época del cine en la que se empieza a hablar de la violencia gratuita en pantalla.

En Perros de paja, la novela corta de Rigoberto Gil Montoya, hay una voz que está contando esa película y por eso en distintas partes del texto aparecen menciones a David Sumner y Sam Pickinpah. Esa violencia de la película y ese relato cinematográfico se intercalan con otro plano narrativo, también violento y visual, que se ubica en el bario San Judas de Pereira, en donde un grupo de sicarios-traquetos-ladrones-malevos-compinches conversan, juegan billar, toman cerveza, roban y ven películas y cómics antes de caer muertos a tiros.

La novela reivindica la cultura popular y ofrece una cartografía precisa de una zona excluida de Pereira: aparecen el Río Otún, las calles y carreras que conectan al Otún con el centro de la ciudad, el barrio San Judas y algunos cines que existieron antes del auge de las salas de centro comercial. 

Ese mapa es el escenario en el que se mueven unos cuerpos también excluídos: jóvenes que sólo aparecen en las páginas rojas de los periódicos (nunca vimos por nuestras calles reporteros o periodistas, escribe el autor) y que viven con un vértigo de No futuro, que recuerda a "No nacimos pa semilla" de Alonso Salazar, o "El pelaíto que no duró nada", de Víctor Gaviria. El elemento diferencial que le imprime Rigoberto Gil es su mirada desde el humor, en tono de novela negra, en la que se construyen imágenes cinematográficas con un lenguaje muy cercano a la oralidad, que contrasta con los textos falsamente estilizados que aparecen firmados por el "Corresponsal" o en las cartas a "El diario". Esos diferentes registros le permiten a Rigoberto Gil construir en pocas páginas una aguda crítica al periodismo local y también a la sociedad que se niega a ver a los habitantes de estos barrios marginales. En ese sentido resulta revelador que sea precisamente Amelia, una mujer de clase alta que decide ir a fotografiar (a registrar, a documentar) lo que allí pasa, quien termine siendo la primera asesinada.


Algunas frases


La luna pareciera motivar la angustia de quien aún no junta las palabras para echar todos sus diez años de matrimonio a la mierda (p. 34).

A mí me late que Kalimán y Solín son cacorritos, se penetran el uno al otro, decía Coringa y no podíamos sostenernos de la risa (p.52).

De acuerdo con estadísticas oficiales, San Judas era el sitio del país donde más mulas se cargaban (p. 58).

Nunca vimos por nuestras calles a reporteros o periodistas que quisieran hablar con las familias afectadas. En las crónicas de las páginas judiciales se dejaba claro que a estos sectores era imposible entrar sin arriesgar la integridad física, pues si las autoridades no podían hacerlo, ¿cómo diablos lo iban a hacer ellos, cazadores de verdad, meros aficionados a los Superamigos del Salón de la Justicia? (p. 59).

Se trata de responder a una carta que la benemérita Madre Dorotea de todos los Santos, superiora de la Congregación Siervas del Santísimo, hiciera llegar al director de este medio informativo, preocupada como está, y, desde luego como lo estamos todos, de la grave ola de inmoralidad que ha estado atosigándonos, luego de que el anterior alcalde, señor Vergara, expidiera las respectivas licencias para que circulara sin ton ni son toda clase de literatura que, bajo el ropaje de los cómics o las aventuras, trae incitaciones a la violencia y, en particular, a las prácticas sexuales sin medida (p. 65).

Allí permiten que los chicos, aún sin cumplir la mayoría de edad, observen cintas tan censurables como Hazme rico; Encerrados en la habitación; El lechero amoroso; Revelaciones de un maniático sexual a la policía; Las aventuras eróticas del Zorro, y una serie de títulos bastante dicientes como para prohibir su exhibición en esta ciudad.

Perros de paja
Rigoberto Gil Montoya
Hoyos Editores
Manizales, 2007 (primera edición: Cine Club Borges, 2000).
78 páginas

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