lunes, 27 de junio de 2011

La Inmortalidad, de Milan Kundera

Bogotá, junio 27 de 2011
Este es mi primer aporte a este club y precisamente debo hacerlo con un libro que, por lo menos para Juan David y para mí, es un viejo conocido: La Inmortalidad de Milan Kundera. En 1999, cuando éramos apenas unos primíparos en la facultad, Juan Guillermo nos dictó el taller de literatura y nos enfrentó a un libro que en aquel entonces disfruté sin entender del todo. Llegué apenas hasta la mitad de la novela porque no tenía con qué comprarla y Camilo Molina me la prestó una semana antes del examen final. El libro llegó de nuevo a mis manos 12 años después por la misma vía (esta vez leí una copia de Misael Peralta) y fue como leer dos novelas distintas: Una cosa es uno y sus sentimentalismos a los 17 años y otra muy distinta a los 29.
En La Inmortalidad, Kundera reflexiona acerca del papel del arte y del amor en varios escenarios históricos y artísticos, valiéndose de personajes que se entrelazan por distintas vías. A través de Agnes y su familia uno descubre el modo de vida de los franceses en la segunda mitad del siglo XX, donde la imagen es mucho más importante que la palabra, y todo ello se ve conectado con personajes históricos como Napoleón Bonaparte, Johan Wolfgang von Goethe y Ernest Hemingway, así como con estrafalarios personajes de ficción como el profesor Avenarius que se juntan con el mismo Kundera, quien es a su vez narrador y espectador.

Aquí algunos de los fragmentos que más me impactaron:

"Se dice que no le gustaba la música. Es un error. Lo que no le gustaba eran las orquestas. Le gustaba Bach, porque aún entendía la música como una combinación transparente de voces independientes, cada una de las cuales puede ser reconocida. Pero en las sinfonías de Beethoven las distintas voces de los instrumentos se diluían en una amalgama sonora de gritos y quejidos. Goethe no soportaba la orquesta, del mismo modo en que no soportaba el llanto ruidoso del alma".

"Por eso estaba segura de que lo conocía de memoria, de que nadie lo había conocido nunca como ella. El sentimiento amoroso nos da a todos una falsa ilusión de conocimiento".

"Europa tiene fama de ser una civilización basada en la razón. Pero igualmente podría decirse que es la civilización del sentimiento; creó un tipo de hombre al que denominó hombre sentimental: homo sentimentalis".

-"Olvide por un momento que es norteamericano y haga trabajar el cerebro".

"¿Cómo vivir en un mundo con el que uno no está de acuerdo? ¿Cómo vivir con la gente si uno no considera suyas ni sus penas ni sus alegrías? Si sabe que no es parte de ellos".

"A mi juicio, la astrología (me refiero a la astrología como metáfora de la vida) nos dice algo mucho más sutil: ¡No te librarás de tu tema vital! De ello se desprende, por ejemplo, que es una pura ilusión pretender empezar en medio de la vida una nueva vida que no se parezca a la anterior, empezar, como suele decirse, desde cero. Su vida estará siempre construida del mismo material, de los mismos ladrillos, de los mismos problemas, y lo que en un primer momento les parece una nueva vida resultará muy pronto ser una simple variación de la anterior".

Milan Kundera
La Inmortalidad
Tusquets Editores
1990

lunes, 13 de junio de 2011

Historia de Simona, de Darío Jaramillo Agudelo

Historia de Simona es una novela corta de Darío Jaramillo Agudelo, uno de los poetas más leídos de Colombia.

En el tono y la atmósfera este libro tiene un antecedente: Cartas Cruzadas, una novela recomendadísima de este autor, por si no la han leído todavía. Al igual que ese libro, Historia de Simona es una historia de amor y despecho narrada en un lenguaje actual, cotidiano, coloquial y con humor. Pero este libro es más corto, más simple, sin historias paralelas ni muchos personajes secundarios. Todo gira en torno al innombrado amor entre Simona y Jotahache, 21 años menor que ella. Se ubica en Bogotá, en una época indefinida que bien puede ser la actual, pero podría situarse en otra ciudad... Bogotá no es protagonista de la trama. La historia gira únicamente en torno a Simona y Jotahache, y se intercalan algunas reflexiones del autor sobre el oficio de la escritura o el lenguaje.

Leyéndolo pensé en mucha gente: En las amigas a las que les gustan los jovencitos, en los que tienen relaciones "abiertas", en los que echan cuentos para justificar la "naturaleza infiel del hombre", en los celosos, los despechados, los solitarios, los que se enamoran a primera vista. En fin, otro libro recomendado.

Las frases:
Es sabido que nadie verdaderamente poseído por una obsesión se aburre. El hastío es para los indiferentes.

Ambos vivían esa armonía perfecta del amor correspondido.

Tenían mucho que decirse pero respiraban un aire tan desapresurado, tan librado a la espontánea lentitud de amarse largamente, que aplazaban los comentarios, las preguntas y los recuerdos que se les venían.

Siempre he sabido que soy una perra. Pero ahora tengo que comportarme como una zorra.

Si los oyera cualquier otra persona, cualquiera, diría que habían llegado a esa cómica tontería de las conversaciones de los enamorados. La tontería insuperable y perfecta que puede, además, prolongarse según dure ese estado beatífico del enamoramiento.

Quien -por táctica o por agüero- ha decidido no llamar amor al sentimiento que lo domina, por fuerza también está renunciando a hablar de futuro.

Una infancia olvidada es una infancia feliz.

¿Tú crees que una inteligencia que no alcanza para entender a Dios alcanza para entender a las mujeres?

-¿Eres feliz en tu matrimonio?
-Creo que sí. Creo que cuando uno es feliz no se da cuenta.

El equilibrio en las relaciones entre hombres y mujeres depende del adulterio.

Tener amante permanente era inmoral. El adulterio es ocasional y puramente físico. Enamorarse de la pareja de ocasión no era adulterio sino un error táctico.

Qué tristeza: crecí en un lugar sin memoria. El espacio de Bogotá es amnésico. El cambio era para peor.

No hablábamos de amor. Yo, porque ella no lo mencionaba, ella porque se negaba a creer que aquello era amor.

-Todos los profesores de tu universidad se sienten buenos profesores. ¿Cómo es posible que exista una universidad decididamente mala en la que todos sus profesores son buenos?

Una misma vida se puede contar de maneras distintas, sin que coincida ninguno de los hechos de una con otra. Y es la misma persona. Y todos los hechos son ciertos.

La verdadera tontería consistía en referirse a un futuro sombrío mientras el presente era grato.

Me refiero a una sensación física, a una descomposición del cuerpo que se siente exactamente detrás del plexo solar, y que se irradia como una punzada que acelera las pulsaciones y el sistema respiratorio, y que se expande a la cabeza en forma de ansias y vacío. Los celos. La necesidad orgánica, fisiológica del otro. del cuerpo del otro, del amor del otro. Necesidad orgánica quiere decir que la ausencia produce síndrome de abstinencia, vómitos y pesadillas, imposibilidad de pensar en nadie distinto, odio y más odio, odio rodeado de amor por todos los lados, amor enfermo de agotamiento pero que no se agota.

La detestaba sin interrupción, la sentía como un vacío, como una herida, como la que ya no sería nunca.


Darío Jaramillo Agudelo
Historia de Simona
Editorial Pre-Textos
España, 2011
190 páginas

domingo, 12 de junio de 2011

Hotel en Shangri-Lá, de Octavio Escobar Giraldo

Leí Hotel en Shangri-Lá, de Octavio Escobar Giraldo, un libro de 6 cuentos que en tono y atmósfera puede relacionarse un poco con De Música Ligera, el libro con el que ganó el Premio Nacional de Literatura en 1998.

Los 6 cuentos ocurren en el Megacentro Babilonia, un hipercentro comercial que podría ubicarse en Bogotá aunque el autor no lo señala así. Los protagonistas de un cuento son figurantes en el siguiente... todos se entrecruzan de manera tangencial.

Y acá Octavio Escobar vuelve a sus temas más constantes: la ciudad, lo urbano, lo cotidiano, la soledad, la música popular y el cine.

Es muy difícil sacar frases. Los diálogos son tan cotidianos, tan comunes y corrientes que no es un libro que uno esté subrayando permanentemente. Acá van unas:

No hay nada más triste que la decadencia de un centro comercial.

Hace muchos años, cuando mi vida era otra, quise creer que la canción con la que despertaba la radiograbadora determinaba que mi día fuera bueno o malo.

Cuando estábamos solos o prácticamente solos, que es lo que suele ocurrir, jugábamos a imaginar el bar ideal. Es uno de los entretenimientos más inocentes que existe, es un juego en el que no se pierde nada.

Cree que cuando su talento sea finalmente reconocido García Márquez desaparecerá de la historia de la literatura. Por lo pronto hace lo que aprendió en la universidad: es profesor de sociales en un colegio.

Quedé en una de mis situaciones favoritas: desventaja numérica o posicional pero una amenaza aparente en un rincón crítico del tablero. Esa es mi definición de esperanza.

Tenía unas tetas redondas, estrábicas, que exigían atención por separado.

Estaba enamorada de mí pero yo le parecía objetivamente feo e intelectualmente pobre.

Un periódico le publicó un artículo en el que proponía que a los tarjetones electorales se les agregara una posibilidad de protesta más efectiva que el voto en blanco, una casilla que dijera "Ninguno de los anteriores", como en los exámenes escolares.

Le gusta el olor a dinero que se respira en este centro comercial, la forma en que se han ocultado el caos, la suciedad y el fracaso.


Hotel en Shangri-Lá
Octavio Escobar Giraldo
Editorial Universidad de Antioquia
Medellín, 2004
115 páginas

El Enfermo de Abisinia, de Orlando Mejía Rivera

El enfermo de Abisina es una novela muy corta del médico Orlando Mejía Rivera (el mismo de La Casa Rosada y Recordando a Bosé), escrita básicamente para proponer una nueva hipótesis con relación a la muerte del poeta francés Arthur Rimbaud, quien según la historia oficial murió de sífilis.

El libro está compuesto por 4 monólogos, a manera de cartas o textos: Los artículos del crítico Edmond Lepelletier, transcritos casi tal cual como se publicaron en París, en los que destroza la obra de Rimbaud; una carta (inventada) de Rimbaud, otra (inventada) de su amigo Paul Verlaine y otra de un médico que no existió, Nikos Sotiro, quien supuestamente atendió a Rimbaud cuando abandonó Francia, y la poesía, y se radicó en Abisinia durante más de una década, dedicado al comercio de armas y café. Esto significa que Mejía Rivera escribe en esta novela "a la manera de" Rimbaud y de Verlaine, lo cual no es cualquier cosa...

El libro me gustó, como casi todo lo de Orlando Mejía Rivera.

Acá van las frases:

La obra de un autor no basta para el análisis literario. Es necesario que el crítico penetre, al igual que un investigador policial, en las minucias y en lo oculto de la vida del autor, sin dejar nada afuera, divulgándolo todo, porque un escritor, o alguien que crea serlo, ha perdido su derecho a la vida privada.

Los adictos a la abscenta tienen alteraciones en la percepción de los sentidos. Por ejemplo, saborean formas, huelen colores, palpan notas musicales, ven colores en las palabras.

Si esta es la poesía del futuro entonces el futuro será una sociedad que mató la auténtica poesía.

Te dije que toda destrucción era necesaria, que vivir era renunciar a todo lo que amábamos o necesitábamos. Te lo dice alguien que lo único que ha sabido hacer en su vida es destruirlo todo.

Soy un selenita que despioja la abundante cabellera de Dios.

Entre el desierto y los negros de África descubrí lo que soy: una sombra errabunda que busca la nada.

Lacerar la carne, vaciar el corazón, envenenar el espíritu. Habitar la soledad, el hastío, el asco, el aburrimiento. Exprimirme como un absceso.

Los dormidos necesitan pensar que los despiertos somos sus pesadillas.

Es cierto que siempre me he quejado, pero para mí quejarse es otra manera de cantar.

Soy sólo un viajero, un peatón, un vagabundo que ha caminado por el mundo como un extranjero proveniente de otros universos.

Comprar la tinta con la que escribiré hasta mi muerte los poemas de un artista que tuvo la mala fortuna de nacer en un siglo de banqueros sin alma y de generales enfermos de poder.

Aquí en estos desiertos africanos estamos todos acostumbrados a la dureza de la vida y no tenemos tiempo para lloriquear como ustedes los poetas de ciudad, tan delicados como señoritas o cachorros de gatas de Angora.

Cuando un ser humano va a morir su alma de niño vuelve a imponerse en los últimos meses de vida del adulto y de ahí el deseo de caminar por los parajes de la infancia, de recuperar los sabores de las primeras comidas, los olores que arrullaron al bebé que fuimos y olvidamos, las caras de los seres amados en una edad en que no se conocían las palabras pero sí el sentimiento del amor.

No dejes de leer el Corán, pero recuerda que el infierno, el verdadero infierno, está construido con palabras.


El Enfermo de Abisinia
Orlando Mejía Rivera
Editorial Bruguera, 2007
Barcelona
120 páginas