viernes, 4 de agosto de 2023

Gente como nosotros, de Martín Franco Vélez

En 2020 Martín Franco presentó La sombra de mi padre, un libro de no ficción en el que narra los problemas que el alcoholismo trajo a su familia. En este segundo libro, "Gente como nosotros", Martín construye un relato que, a diferencia del primero, es ficción, aunque parece tener más de un pie en la realidad.

Gente como nosotros es una novela realista ambientada en Manizales de los años 90 y comienzos de los 2000. El protagonista es un periodista radicado en Bogotá (como Martín), que desde la adultez rememora la adolescencia, la época del colegio en Manizales, los amigos, el licor, la torpeza del despertar sexual y el cambio de vida que significa irse a vivir a Bogotá.

El conflicto que plantea la novela es una pregunta generacional: ¿qué pasaría si hoy, tantos años después, me doy cuenta de que el papá de uno de mis amigos del colegio apoyó a los paramilitares? Esa pregunta es perfectamente factible entre "Gente como nosotros": personas que nacieron en Manizales entre los 70 y los 90, que asistieron a colegios privados de la ciudad, que se movían en barrios de estrato 5 y 6, que asistían a discotecas en El Cable y paseaban en carros entre Chipre y Coca Cola mientras en muchas zonas del país, e incluso del departamento, avanzaba sin tregua la matazón.

Gente como nosotros es una novela dividida en dos partes, con capítulos cortos que abordan distintas épocas y que se presentan como un rompecabezas que va del presente al pasado y se devuelve, hasta que el lector arma el entramado completo de una historia de ficción, aunque parece tan cercana que se lee como si fuera real con nombres cambiados. Ese es quizás su principal mérito.




Algunos subrayados

Ya no recordaba a cuántos habían echado, pero sí la zozobra que precedía a las noticias: días antes, el rumor de un nuevo recorte empezaba a expandirse por la redacción y todos lo deformábamos, agrandando el pánico (p. 13). 

Las mujeres eran un mundo inconcebible, algo que estaba más allá de mi alcance. Me parecía inverosímil que alguna se fijara en mí (p. 49).

Salimos a la Avenida Paralela, subimos por la falda de Carpán a buscar el sector de El Cable y luego de pasar la Zona Rosa bajamos otra vez hacia el barrio La Estrella (p. 55).

Héctor explicó que, en su reciente visita al batallón, el comandante se había comprometido a ayudarlos. Ese día le dijo que debían ser muy discretos y evitar las reuniones cara a cara, explicándole que su gran problema era -recalcó con desdén- "el hijueputa temita ese de los derechos humanos" (p. 60).

pasaría mucho tiempo -décadas, quizás- antes de que algún poderoso ganadero respondiera ante la justicia, cualquiera que esta fuera, como uno de los tantos reponsables de hechos atroces como el que allí se narraba (p. 66).

escoger la violencia es un acto deliberado (p. 67).

es tan asesino el que aprieta el gatillo como el que da la orden y voltea la mirada (p. 85).

el pasado es un puente que no conduce a ningún lado (p. 102)

el pánico de los que se creen buenos es muy fácil de detectar (p. 103).

Terminamos igualándonos a esos hijueputas y en algún momento se borraron los límites: fuimos ellos y ellos fueron nosotros: los mismos matones (p. 104). 

Terminé instalándome en esa plácida comodidad de la academia, desde donde sentía a veces culpa por enseñarle a unos jóvenes esa cantidad de teorías anacrónicas sobre el periodismo que quizás jamás iban a ajustarse a la realidad que pronto les tocaría vivir (p. 133).

Habíamos logrado establecer una rutina que nos anclaba (p. 137). 

no dejábamos de ser unos privilegiados para quienes la sangre y el dolor y el sonido de las armas estaban lejos, en otro lugar distinto a ese en el que vivíamos. Un lugar que veíamos en la noche en los noticieros, y que nos horrorizaba tanto que preferíamos cambiar el canal (p. 150). 

Con el tiempo dejé de aprovechar cada minuto libre para viajar a Manizales, la ciudad que hasta ese día creía la única posible (p. 159). 

La universidad era una prolongación de la vida del colegio, pero con mayores libertades, lo que la hacía mucho más interesante (p. 160).

Toda la seguridad que había sentido hasta ese día se esfumó cuando empecé de nuevo en aquella ciudad, donde me sorprendió comprobar que mis costumbres provincianas me hacían sentir verguenza (p. 161). 

la discusión se zanjó cuando entendí que la vida en pareja implica, sobre todo, dejar de pensar en uno mismo (p. 179).

Porque a la larga éramos como cualquier otra pareja y nada nos hacía especiales ni distintos: los miedos, los celos y el deseo por otros cuerpos iban a estar siempre ahí y eso era algo a lo que tendríamos que acostumbrarons. Nos gustara o no. (p. 183).

Cada día me convencía más de que este país no quería saber la verdad. Resultaba evidente que jamás iba a revelarse lo que había sucedido durante tantos años de odios, muertes y venganzas, por la sencilla razón de que a mucha gente con poder no le convenía (p. 185).

el tiempo no cura las heridas, como suele creerse, pero al menos logra calmar las aguas tempestuosas (p. 185). 

con los años fuimos aprendiendo algunas cosas: que cada uno hace lo mejor que puede, que hay que luchar a diario contra los propios fantasmas, y que siempre estamos al borde dle abismo (p. 186). 

Gente como nosotros
Martín Franco Vélez
Editorial Seix Barral
Bogotá, 2023
203 páginas