jueves, 29 de diciembre de 2022

Persépolis, de Marjane Satrapi

Persépolis es una maravillosa novela gráfica para adultos, en la que Marjane Satrapi cuenta su vida desde los 10 años hasta los 24. Marjane es una niña iraní, que vive en Teherán en un hogar culto y de pensamiento liberal. Estudia en un colegio francés y tiene una vida que podría definirse como de "privilegio". Su mundo cambia cuando en 1979 ocurre la Revolución Islámica, que obliga a las mujeres a usar velo, prohibe el alcohol y genera lo que su mamá califica como un retroceso de 50 años. Esa Revolución, la guerra de Irán contra Irak, la invasión a Kuwait y todos los sucesos políticos que convulsionaron a oriente medio entre los 80 y los 90 aparecen contados en este libro a partir de una voz femenina, en un país en el que las mujeres están obligadas a ocultar su voz. El tono íntimo, sarcástico, con mucho humor, y con aspectos cotidianos comunes a adolescentes de otras partes del planeta hacen de esta obra una lectura entrañable.

El libro está dividido en cuatro partes y narra la infancia de Marjane en Teherán, su viaje a los 14 años a Austria, su regreso a Teherán, en donde adelanta estudios universitarios, y su divorcio y salida definitiva del país con rumbo a Francia.

Si bien existe el imaginario de creer que las historias ilustradas son para niños, esta novela gráfica es claramente una obra dirigida al público adulto, por la cantidad de referentes históricos y políticos que contiene. La calidad de las viñetas, en fuerte contraste entre blanco y negro, enfatizan la sensibilidad de la autora y permiten al lector acercarse a ver el mundo islámico como ella lo ve. 

Este libro es una joya exquisita. La película posterior también lo es, pero el libro vale la pena.

Persépolis
Marjane Satrapi
Penguin Random House
Bogotá, 2020 (primera edición, enero de 2000)
352 páginas

Los convidados de agosto, de Rosario Castellanos

Rosario Castellanos es una de las narradoras más importantes del siglo XX en México. El cuento Los convidados de agosto, reeditado en la colección Vientos del pueblo, del Fondo de Cultura Económica, permite acercarse al tono de su obra y a sus preocupaciones literarias. 

Emelina es una mujer soltera, con una hermana mayor, Ester que le recuerda su estado civil de manera constante, y con un hermano, Mateo, que se comporta como "el hombre de la casa".

Emelina siente verguenza de ser soltera. La soltería es una especie de carencia, de defecto social en su pueblo, Comitán de las Flores. Por eso, las fiestas anuales, con corrida de toros y tablado improvisado, son la oportunidad que identifica Emelina para conseguir, por fin, un hombre a quien querer. Y lo logra, aunque con un desenlace que ella no hubiese deseado.


Algunas frases

¿Cómo va a dejar huellas el tiempo si no nos ha tocado? Porque esperar (y ella no había hecho en su vida más que esperar) es permanecer al margen (p. 17).

Ella también llegaría a la vejez, pero sin haber estrechado entre sus brazoz más que fantasmas, sin haber llevado en sus entrañas más que deseos y sobre su pecho la pesadumbre, no de un cuerpo amado, sino de un ansia insatisfecha (p. 25).

Una mujer sola no es capaz de nada. Como yo, antes de que vinieras (p. 40). 

Los convidados de agosto
Rosario Castellanos (ilustraciones de Ricardo Peláez)
Fondo de Cultura Económica (colección Vientos del pueblo).
México, 2019
44 páginas

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Gaitán vive bajo los puentes, de Cristian Valencia

Dentro de la serie "Vientos del pueblo" (libros cortos en ediciones económicas e ilustradas, editados por el Fondo de Cultura Económica) fue publicada la crónica de Cristian Valencia "Gaitán vive bajo los puentes", un texto que viaja entre el presente y el pasado: el pasado del 9 de abril de 1948 cuando fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, y el presente de Colombia, en donde la figura de Gaitán sigue vigente porque las exclusiones que denunciaba todavía persisten.

El autor describe el barrio Las Cruces, de Bogotá, en donde nació Gaitán; el Museo de Gaitán, en donde a juicio del autor no solo está muerto el caudillo sino todo lo que allí se exhibe, los barrios que se llaman "Gaitán" en distintas zonas del país, e intercala esto con fragmentos de discursos de Gaitán, que gracias a una cuidada selección se leen hoy con absoluta actualidad.


Gaitán vive bajo los puentes
Cristian Valencia (ilustraciones de Daniel Silva Páramo)
Fondo de Cultura Económica, colección Vientos del pueblo
México, 2021
32 páginas
 

Estampas de Manizales, de Juan Bautista Jaramillo Meza

Juan Bautista Jaramillo Meza fue un poeta, periodista y gestor cultural nacido en Jericó (Antioquia) en 1892, que se radicó en Manizales desde 1916, año en el que se casó con la escritora Blanca Isaza de Jaramillo Meza. 

Estampas de Manizales es un libro publicado en 1951 en el que el autor presenta en 25 capítulos algunos de los personajes claves en Manizales en los años 20 y 30 (Aquilino Villegas, Mario Arana, Justiniano Macía, Alfonso Villegas, Jesús María Guingue), así como su memoria sobre los incendios de 1925 y 1926, el origen del periodismo en Manizales, las tertulias literarias y algunas pugnas políticas.

El estilo de Jaramillo es elogioso y se centra en resaltar y magnificar las virtudes de los protagonistas de las crónicas. En medio de esa ampulosidad, resultan muy interesantes los datos y detalles sobre esos primeros años de la vida en Manizales, luego de que se erigiera el departamento de Caldas, en 1905: años de conservatismo ideológico y de prosperidad económica, gracias a la bonanza del café. 


Algunas frases

la literatura caldense empezó en forma con los escritores de "Revista Nueva". Hacia atrás sólo hay nombres de un valor relativo que se conservan únicamente por haber sido los iniciadores (p. 30). 

No había vehículos en la ciudad. Apenas sí un solo automóvil de alquiler, un poco desvencijado (p. 66).

Los dos últimos incendios han dejado en cenizas treinta y cuatro manzanas y la Catedral, en el centro de la ciudad generosa, en nueve meses nada más, y no obstante estas catástrofes sin precedentes en la historia de las ciudades colombianas, Manizales está en pie, más firme que antes, con una riqueza mayor (p. 84).

(Sobre Aquilino Villegas) que no le faltara durante el viaje, en barcos del Magdalena y por caminos de herradura, la leche caliente que rigurosamente necesitaba su organismo. Y no le faltó, porque el Capitán dio el permiso correspondiente para transportar una vaca en el mismo barco (p. 96). 

(Sobre Mario Arana) fue revolucionario en la tribuna, en la prensa y en el parlamento. Al lado de Fidel Cano libró más de una batalla y recibió impasible censuras eclesiásticas (p. 120).

solía meditar en el absurdo de que todas las cosas pudieran convertirse en polvo, en nada, sin que una huella, siquiera leve, dijera al mundo, al declinar de la vida, del paso del hombre sobre la tierra (p. 124). 

los hombres son, no como afirmen unos cuantos, sino como nacieron y vivieron, y obraron y padecieron (p. 176). 

Ciudad sin periódico es ciudad muerta, al margen de la civilización (p. 201). 

(escrito por JB Jaramillo en un editorial de Renacimiento en 1932) entendemos el deber del periodista como un apostolado, ya que su labor es el termómetro que marca el grado de culptura de los pueblos. El concepo del periodista, en estas latitudes, pesa de un modo sorprendente en la opinión pública, siempre inquieta y ansiosa. Por eso se le exige independencia, honradez y carácter (p. 210). 

en esta ciudad y en este departamento, por muchísimos años fue inmensa la mayor+ia conservadora. Era lo natural en tierras nuevas que colonizaron viejos patriarcas antioqueños, y que poblaron luego gentes de fuerte raigambre religiosa (p. 221). 

Esto, mil veces repetido, constituye la tragedia moral de un director de periódico. No hay tiempo para leer, no hay tiempo para pensar, no hay, casi, tiempo para escribir. El editorial, el artículo de fondo, los comentarios imprescindibles, todo, tiene que ser a la ligera porque los operarios impacientes piden originales y las máquinas esperan para poder cumplir su cometido (p. 239). 

Estampas de Manizales
Juan Bautista Jaramillo Meza
Imprenta Departamental de Caldas
Manizales, 1951
246 páginas

viernes, 23 de diciembre de 2022

Blanca Isaza: escritora y editora (1898-1967), de Jorge Mario Ochoa Marín

Blanca Isaza de Jaramillo Meza fue una escritora nacida en Abejorral en 1898, y radicada en Manizales desde muy joven. Aunque siempre se dedicó a la actividad literaria, como autora de poemas, cuentos y como fundadora, directora y editora de la Revista Manizales, en donde publicó numerosos editoriales, crónicas y textos de diverso tipo, durante varias décadas fue conocida como la esposa de Juan Bautista Jaramillo Meza, como si el mérito mayor fuera ser la "esposa de".

Este libro del profesor Jorge Mario Ochoa es una versión de su tesis doctoral, accesible para el público no iniciado. En esta obra el profesor presenta el contexto de las mujeres escritoras en Colombia a comienzos del siglo XX, el papel de la prensa como espacio para las mujeres autoras, y luego se ocupa de la obra de Blanca Isaza, con particular énfasis en su narrativa: los cuentos y lo que publicó en "Itinerario Breve" la sección fija que tuvo en la revista Manizales. 


Como lo señala Ochoa, Blanca Isaza fue una escritora de prensa y eso moldeó su lenguaje, la extensión de sus textos y su tono. Así mismo fue una escritora conservadora, cercana a los parnasianos y el estilo de Guillermo Valencia, y renuente a nuevas formas literarias como las que surgieron con Piedra y Cielo. Su conservadurismo se amoldó bien al espíritu de la ciudad y también a los intereses de los comerciantes que con sus anuncios sostenían la revista. En ese sentido Blanca Isaza encarna un tipo de escritora que se presenta como "el angel del hogar": una autora que se amolda a lo esperado en su tiempo para las mujeres, como hijas, madres y esposas. 

Se trata de un libro valioso para el estudio de las escritoras colombianas y en particular de las escritoras del Gran Caldas, que hasta ahora han sido muy poco abordadas desde el ensayo académico. Contrasta el profundo trabajo investigativo y analítico que presenta el autor con el descuido en una edición universitaria que trae numerosas erratas, que delatan la falta de un buen proceso de edición y corrección de artes finales. 

Algunas citas

Su escritura se desenvuelve en medio de la actividad cotidiana (p. 12).

Jana Marie Dejong sitúa a Blanca Isaza, junto a Laura Victoria, Juanita Sánchez Lafaurie y Paz Flórez, entre otras, en la generación que marcó el tránsito entre las escritoras románticas del siglo XIX -Josefa Acevedo de Gómez, Soledad Acosta y Agripina Montes- y una nueva generación que empezó a publicar durante la década del 40, ya aclimatada a las nuevas corrientes estéticas del siglo XX (p. 15).

la generación de escritoras colombianas nacidas en el umbral de los siglos XIX y XX, que empezó a publicar en periódicos y revistas entre las décadas de 1910 y 1930. Su iniciación en la literatura representó -para las mujeres en general- el salto de la lectura a la escritura (p. 22).

El ritmo de la escritura se adapta al ritmo de la vida doméstica, los temas relacionados con las labores se incorporan a los poemas, moldean su voz, su vocabulario y las representaciones de su yo (p. 23). 

Los textos de Blanca Isaza fluyen entre la revista y el libro: en la mayoría de los casos, su fuente es la producción del poema, la crónica o el cuento para la revista y el final del ciclo es la recopilación del texto en un libro, unos años después (p. 24). 

Al finalizar el siglo, en medio de un índice de analfabetismo que alcanzaba el 80%, el 34% de la población alfabetizada era femenina. La educación fue su primera oportunidad de profesionalización: un 37% de los institutores eran mujeres (p. 31).

Las mujeres latinoamericanas debían compaginar el modelo cristian de la madre abnegada y devota, con el modelo de la madre educadora que requería la nación y de cuya instrucción dependía la virtud moral de la sociedad (p. 33).

la poesía fue un importante vehículo para la transmisión de los valores patrióticos, el culto de los héroes y la preservación de los monumentos (...) El prestigio del poeta en el siglo XIX tiene mucho que ver con una educación que tenía como tarea la preservación de la memoria histórica. La formación moral de las futuras madres debía pasar necesariamente por la literatura; la base de su formación ciudadana era la lectura de los poetas más respetados (p. 33). 

Para mantener su nombre a salvo de la publicidad, la mayoría prefería firmar sus escritos con seudónimo. Fueron autodidactas, al igual que muchos escritores de la época, pero todavía estaban marginadas de los cafés y espacios públicos donde los hombres discutían o se enteraban sobre autores y publicaciones recientes, donde podían tratar con los escritores y conocer nuevas propuestas estéticas. Existía también el viejo tempor de las mujeres de letras a ser tildadas de "bachilleras" (p. 37).

asumían una actitud dubitativa frente a la propia obra que podía pasar por falsa modestia, pero no era así. Reconocían que hacían versos, pero como si estuvieran pidiendo disculpas por ello (p. 38).

La producción literaria de las autoras de esta época estuvo limitada a publicaciones breves en la prensa (poemas y cuentos, principalmente) y concursos literarios para mujeres; muy pocas tuvieron la oportunidad de publicar libros (de escasa circulación, además).(p. 39). 

la mujer altiva, combativa y a veces jactanciosa que hablaba en su primer libro, se transformó luego en la sumisa, sencilla, casi infantil y dada a pasar por desapercibida, con la cual terminó por identificarse en la mayor parte de su obra (p. 71).

(Escribe el padre Fabo): se editaban cada vez más novelas "y lo que es peor, escritas por mujeres. ¡La novelista hembra! He aquí el mayor contrasentido del arte inmoral cultivado por quienes, debiendo ser ángeles de luz, se truecan en arpías coronadas de serpientes (p. 77).

en sus escritos aparecían con frecuencia palabras como castidad, pulcritud, recato, decoro, virtud, ternura y devoción. Los lectores, en su mayoría varones, veían en ella el reflejo de las mujeres de sus propios hogares (p. 87). 

Blanca resaltaba el hecho de que fue escritora de cuentos desde el primer momento; la razón era que con ellos podía explorar su "sentido trágico de la vida" y el de sus personajes. Esta explicación revela, en primer lugar, una tensión que la autora advirtió desde temprano y la llevó a alternar entre los dos géneros como formas de expresión del estado del ensueño y de la mirada cruda de la vigilia (p. 92). 

al no encontrar más opciones, como el ensayo o el artículo de opinión, las escritoras colombianas de esta época debieron recurrir a la poesía y el cuento para poder publicar en las revistas culturales. La poesía fue el género más popular entre ellas porque era el que daba prestigio, pero el cuento resultó ser el camino idóneo para hablar de una realidad inmediata no idealizada (p. 93). 

Las revistas literarias de la época debían servir de bisagra entre un público letrado que consideraba la literatura un signo de prestigio social y otro sector que había llegado a la cultura por otras vías alternas a los libros: el cine, la radio, los espectáculos teatrales, los periódicos y las revistas" (p. 95). 

tanto la estructura misma del cuento como su propia condición femenina forzaban a la autora a abordar los hechos desde el conflicto trágico de las mujeres, atrapadas en los valores de una sociedad dominada por los hombres (p. 103). 

Es también explícita la simpatía de la autora por el personaje masculino (...) el excesivo celo por enfocar los hechos desde una mirada masculina le impide a la autora ver el conflicto desde la perspectiva de la muer (p. 107). 

la literatura aún no tenía ojos ni voz para ella. La autora no aborda la perspectiva de la mujer; el lector ignora la dimensión de su soledad: solo puede imaginarla debajo de sus palabras (p. 108).

Las revistas literarias, sobre todo en la provincia, cumplieron la doble función de popularizar la cultura letrada y de impedir la entrada de nuevas corrientes estéticas y literarias (p. 115). 

Como es usual en los cuentos de Blanca, a pesar de que los personajes femeninos ocupan el centro de las historias, los hombres son quienes juzgan, aceptan o reprueban el comportamiento de las mujeres (p. 118). 

Blanca se constituyó en una de las primeras autoras colombianas de esta generación en abordar delante de los lectores su propia condición de escritora, a pesar y en medio de las relaciones de sometimiento en que se encontraba la mujer. no es contestataria ni marginal; en lugar de ello prefiere adaptarse e integrarse a esa situación (p. 119). 

Gabriela Mistral llamaba "oficio lateral" a aquellas labores manuales sobre el tejido, la madera o la tierra que muchos escritores habían convertido en afición permanente para distraerse de la actividad intelectual y mantener el ánimo jovial (p. 145). 

(Angela) Robledo llama "retórica del autodesprecio", caracterizada por el uso de expresiones como "modestia", "humildad", "ingenuidad", que disminuyen el yo de la mujer dentro del discurso (p. 155).

El caso de la revista Manizales es especial en el país, en cuanto se trata de una publicación dirigida por una mujer, pero orientada hacia un público letrado, en su mayoría masculino (p. 160). 

Manizales se presentaba, así, como un eslabón en la historia de la prensa y de la cultura letrada que había empezado en el XIX con El Ruíz. Periódico científico, literario e industrial, publicación semanal fundada en 1874 por Alejandro Restrepo, primer telegrafista e impresor de la ciudad. Después de l Ruiz hubo alrededor de veinte publicaciones periódicas bastante fugaces en el XIX que desaparecieron, ya por fracasos económicos o por estar supeditadas a temporales intereses partidistas. no obstante, entre 1877 y 1880 se editaron sucesivamente cuatro periódicos. El padre Fabo en su Historia de Manizales (1926) afirma que, en 1880, cuando la ciudad contaba con 14.000 habitantes, había 283 suscriptores de periódicos que sumaban en total 925 pesos por pago de suscripciones (p. 164). 

Ya en 1916 la ciudad contaba con las tipografías Manizales, Renacimiento, Rivas, Comercial, La Idea, así como las imprentas Departamental de Caldas, de San Agustín y de la Diócesis (p. 166).

Entre 1914 y 1924, Justiniano Macía fundó y dirigió Renacimiento, el primer diario departamental de información alejada de la política bipartidista (p. 168). 

esa intensa relación epistolar en la cual Jaramillo Meza era experto, era la dinámica propia de un mercado de papeles impresos que comenzaba con la publicación de textos cortos para periódicos y revistas, seguía con el cultivo de contactos a través de esos medios y concluía con la recopilación en libro de estas producciones luego de los años. El canje de revistas literarias sirvió de vitrina para muchos escritores de todo el continente; por medio de este intercambio se tejió una red de escritores, lectores, editores y vendedores que funcionaba como vehículo de propaganda para la circulación de libros (p. 171). 

La preocupación de fondo en el editorial de Aquilino Villegas fue también la de la pareja Jaramillo Isaza, tanto en Azul como en Manizales: alcanzar una relación recíproca y armoniosa entre los poetas y los dueños de la riqueza y la mercancía (p. 176). 

el canon de la revista fue fundamentalmente nacionalista, masculino y centenarista en su concepción de la poesía; aparte de Blanca Isaza, quien figuró casi siempre como autora de los cuentos que recogería más tarde en Los cuentos de la montaña y La antigua canción, solo hubo cabida para los hombres (p. 178). 

Manizales se financiaba con los anuncios de comerciantes de Caldas o empresas nacionales con intereses en la región; para ello era importante la amistad con escritores y con personas cercanas al mundo de los negocios: bibliotecarios, diplomáticos, empresarios, académicos, ministros, editores, libreros, etc., de esas relaciones dependían los anuncios publicitarios que permitían sostener la Revista (p. 192). 

Para estos autores la prensa fue su entrada a las letras y en algunos casos su forma de ganarse la vida. La prensa del país y, especialmente, la regional, sujeta a las luchas continuas por el poder entre los dos partidos hegemónicos, era también la escuela de los jóvenes políticos para el dominio de la oratoria y el contacto con el público, antes de lanzarse a la plaza pública y a las tribunas del parlamento (p. 197). 

El placer arqueológico de desenterrar lo no publicado, era una de las caras de esa sensibilidad conservadora que desconfiaba de las manifestaciones estéticas modernas y se aferraba al pasado mediante el rescate de la joya rara y oculta (p. 199). 

Las dos Manizales -revista y ciudad- rendían culto a España mas que como un lugar de la geografía, como patria espiritual, ya que era la cuna de la lengua y de don Quijote, caballero del ideal. El epíteto "cervantino", frecuente en el vocabulario de la directora, remitía también a ese doble origen de la lengua y de la hidalguía hispana. (p. 218). 

Blanca Isaza fue, esencialmente, escritora de prensa; sus libros hacían parte del engranaje de Manizales, no solo porque derivaban de lo que publicaba allí, sino, además, porque la revista en general funcionaba como plataforma de publicación, promoción y distribución de los libros (p. 233). 

fatalmente, la obra de Blanca Isaza hizo parte de esa literatura impermeable o adversa a la crítica de verdad y se resignó al elogio efímero de los lectores de prensa (p. 235). 

Esa relación recíproca y de afecto que se renovaba en cada número de Manizales creó entre su público la imagen de Blanca Isaza como madre y abuela en las letras de la región; pero la magia que producía el artículo en el marco de la prensa perduró hasta la muerte de la autora; hoy, al sustraer la obra del diálogo con su tiempo, esa magia pareciera haberse extinguido (p. 236). 

(Luis) Tejada le imprimió a la crónica lo que García Usta ha llamado "autonomía imaginaria", es decir, trabajó un género de prensa con los mismos recursos creativos "y la misma aspiración de intemporalidad de los escritores de ensayo y de ficción (p. 242) 

hay dos categorías irrenunciables que subyacen a todos los "itinerarios": su condición de mujer y su personalidad de poetisa (p. 247). 

El "Itinerario breve" trasladaba al papel una concepción tradicional de lo femenino que compaginaba palabra y hogar (p. 252). 

Blanca fue poetisa en sus crónicas, no sólo por ese trato ornamental con la palabra que acostumbraban los modernistas, sino principalmente porque usó la prosa con imaginación poética (p. 254). 

La iniciación de Blanca como escritora ocurre entre el proceso de formación de élites letradas durante la colonización antioqueña, y la experiencia incidiosa de la modernidad que puso en crisis las tradiciones (p. 282).

La continuidad entre un discurso fundacional y otro apocalíptico es un rasgo común de las escritoras colombianas que nacieron y se formaron entre la guerra de los Mil días y las celebraciones del primer centenario de la Independencia, entre el ocaso del romanticismo y el auge del modernismo; y aunque coinciden en muchos aspectos con los escritores de la Generación del Centenario, sus nombres aparecen muy poco en los libros de historia. La literatura fue para ellas un camino hacia la emancipación de las labores domésticas (p. 282). 

el trabajo periodístico, a la vez que le sirvió de profesión, moldeó por completo la obra en cuanto a extensión, tiempo de elaboración, temas, técnicas, lenguaje y comunicación con los lectores (p. 284).

El periódico fue también, de manera general, el espacio de formación del escritor colombiano durante el siglo XX. La colaboración permanente para estas publicaciones le dio disciplina y regularidad a su quehacer; pero, al mismo tiempo, condicionó su obra al inmediatismo y a las circunstancias de la comunicación que regían a la prensa escrita. En muy pocos casos el texto hecho para los lectores de prensa sobrevivió al tiempo para el cual se escribió (p. 285). 

Blanca vio en la literatura una oportunidad de ascenso social de la mujer sin quebrantar de golpe el viejo orden dominado por los hombres, con la idea de que su influyente posición de escritora, periodista y editora, le permitiría minar esa vieja estructura desde el interior de la ciudad letrada. Asímismo, desde la reveista defendió el derecho de las mujeres al trabajo remunerado, festejó la llegada de las primeras mujeres a la universidad, tomó partido por el sufragio femenino y combatió a quienes se oponían a sus derechos. En un tiempo de tránsito a la modenridad, la sociedad tradicional no impidió de manera explícita que las mujeres se dedicaran a la literatura, siempre y cuando pudieran hacerlo sin dejar de cumplir su misión fundamental como madres y esposas; no lo porhibía, pero la carga hacía casi imposible que pudieran pensar en ser escritoras; efectivamente, pocas mujeres de su generación pudieron lograrlo (p. 286). 

Blanca Isaza: escritora y editora (1898-1967)
Jorge Mario Ochoa Marín
Editorial Universidad de Caldas
Manizales, 2022
325 páginas

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Galápagos, de Fátima Vélez

Fátima Vélez es una poeta que nació en Manizales, estudió literatura en Nueva York, es mamá y ha tenido relaciones poliamorosas por fuera del relato tradicional de familia. Ninguno de estos datos biográficos sería relevante si no atravesaran de una manera tan notoria la escritura de "Galápagos", su primera novela.

Galápagos está dividida en dos partes. La primera se llama "De cómo un terrícola obtiene la piel" y allí aparecen personajes como Luis, que es pintor, Donatien, Juan B., que vive en Bogotá, Lorenzo, quien no tiene uñas y tiene las manos vendadas, Emma Reina, que es asexual y Paz María, madre de mellizos, que sufre de dermatitis y se lanza a un río. ¿Qué relación hay entre estos personajes? algunos son pareja de otros, algunos son amigos de otros. Viajan juntos, conversan en párrafos sin guiones que permitan identificar los saltos de narrador. Desde el comienzo el lenguaje se ofrece experimental, con consciencia de cada una de las palabras elegidas. Muchas de las frases son frases de poeta, cuidadas y precisas aunque no por eso bonitas en el sentido tradicional: al contrario, hay un interés explícito por reflexionar sobre lo que parece feo o abominable, como la pus, las manos sin uñas, las secreciones y en general todo lo que hace y produce el cuerpo no normado.

La segunda parte se titula Galápagos y en ella aparecen algunos de los personajes de la primera parte. Al comienzo de esta sección la autora escribe: "
Hay que hacer como hacían los aztecas cuando ganaban una batalla, que le arrancaban la piel al enemigo y la llevaban puesta durante cuarenta días como si fuera un traje (p. 118)" y por ello los personajes que van en un barco hacia las Islas Galápagos se cuelgan como abrigos sobre sus hombros las pieles de algunos de los que fueron mencionados en la primera parte de la novela.

Esta segunda parte recuerda el Decamerón: los personajes están reunidos en un barco que se hace cada vez más pequeño, hasta que se reduce tanto el espacio que "ya no hablamos más porque es demasiado difícil". Pero mientras pueden conversan, se cuentan historias y así se alimentan los unos a los otros.

Galápagos no es un libro de lectura fácil. En la primera parte no hay puntos, solo comas. En la segunda aparecen los puntos, pero el caos sigue: no es una historia sencilla con introducción, nudo y descenlace, que se cuente de manera lineal. Hay muchas posibilidades de descolocarse, de perderse, y el libro es una invitación a hundirse sin miedo. Los personajes son híbridos, ambiguos, amorfos, que dialogan sobre temas que van desde la pintura y el arte, el feminismo, la maternidad y el orgasmo hasta Luz Marina Zuluaga y las diferencias entre Pereira y Manizales. Todo cabe en esta novela experimental sobre la descomposición, en la que el cuerpo es el principal protagonista.


Algunas frases
La partera estaba desesperada porque yo andaba más ocupada en masticar la placenta que en amamantar, pero me tomé la labor como me tomo todo, ya sabes, lento, y estuve así, hasta que al final, no sé cómo, abrí toda mi boca cual pelvis pariendo mellizos, y glug que entró toda la placenta y ni agua me hizo falta al final, y bueno, acá me ves, como si nada, (p. 20).

Un tarrito de vaselina que a mí me llena de malos pensamientos (p. 22).

Juan B se orina en su apellido, no como yo, a pesar de haber sido criado con tantos idiomas y tantos viajes y tantos museos, nunca quise que nadie supiera con quién y por dónde (p. 24).

La excusa de ser millonario lo salva, los herederos parecen tener derecho a no hacer nada, pero si uno escoge ser algo, hacer algo, está condenado a trabajar; no soy muy trabajador, nunca lo he sido, pero al menos puedo fingir que trabajo (p. 26).

Y que después de muerto me tiren por el excusado (p. 27)

no hay mejor tiempo para uno mismo que esperar, el consultorio de los médicos, las ventanas de los aviones, un amigo impuntual (p. 27).

qué estrés las personas puntuales, que caminan rápido, comen rápido, hacen el amor rápido, nada de paciencia, nada de compasión (p. 28).

y no entiendo cómo hay gente que se atreve a decir Lo importante es ser fieles a nuestros cuerpos, conoce tu carne, qué ansiedad estar siempre en la misma materia, tan desapercibidas las transformaciones a menos que haya un síntoma, uñas cayéndose, por ejemplo, toxicidad la de andar siempre en la misma costra (p. 30)

y como todo es acerca de uno, todo es acerca del miedo de ser otra cosa (p. 30).

la felicidad de las parejas se mide por cuánto se demoran en tener sexo después de no verse por un buen tiempo (p. 32).

que hay que ponernos límites, y que lo único que pone límites son los hijos, es el límite natural (p. 36).

un cuerpo es un cuerpo, no importa su tamaño, siempre tiene la capacidad de estorbar, de atravesarse, de no dejar pasar (p. 39).

un hijo es el mejor antídoto contra las bobadas (p. 43).

un hombre cuyo cuerpo recientemente se dejó llevar por los años, después de una larga resistencia (p. 60).

Allá la gente es muy pobre porque nadie aprecia el campo (p. 61).

un postre con crema que no puedo explicar la suavidad, digamos que quisiera nacer de nuevo en esa crema (p. 61).

pero que no hay que olvidar, No deben olvidar, especialmente ustedes, jóvenes, que fuimos las mujeres quienes mantuvimos la nación durante la guerra, cuidamos de los niños, de los viejos, de los enfermos, alimentamos a los batallones asegurándonos de que las granjas produjeran lo necesario y mantuvimos las fábricas en producción; las mujeres, hasta ese momento relegadas al albedrío masculino, no teníamos derecho al voto y no podíamos tomar ninguna decisión sin la autorización de un marido o un padre, tristemente fue gracias a la guerra que pasamos a ser reconocidas (p. 69).

ay, la pobre historia en sus manos, qué tristeza tanto esfuerzo para dar con la indiferencia de unos jóvenes que no piensan más que en pasarla bien (p. 70).

Después del sexo no hay nada que nos haga sentir más poderosos que darle la espalda al otro, ¿no? (p. 80).

el amor que sentimos cuando estamos al borde del orgasmo es tan real y tan ilusión como una casa, si lo digo es porque en ese momento lo siento, pero ¿por qué la exigencia de responsabilidad, de seguir la vida como si siempre se estuviera en el orgasmo? No se puede vivir así, yo siento el amor en ese momento como una presencia física, como un objeto, como un lugar; después, en su boca, o adentro, o donde sea, las sensaciones bajan, nada qué hacer, se precipitan y caigo en un mutismo y siento que ninguna parte de mí puede hacerme sentir dentro, que ningún borde puede hacer que no me salga, (p. 81).

y le digo que tranquila y ella me dice que tranquila la concha de tu madre, que cuál es ese vicio de los hombres de tranquilizar, ese vicio de los hobres maricas de hacer a las mujeres sentirse tan pequeñas y menstruantes en su histeria, por qué, ¿ah? si ella tranquila está tranquila, (p. 92). 

estaba lloviendo, como todos los lunes, como casi todos los días en Bogotá, en que siempre es un mal momento para llegar (p. 103). 

tenías que probar lo que era tener un cuerpo dentro del cuerpo, cómo podías perderte eso, dijiste y dijiste, a todas las mujeres, a las que habían renunciado radicalmente a la maternidad, porque eso de que liberarse sexual, económica, políticamente significara dejar de parir nunca te convenció del todo (p. 105).

nunca me pude aferrar a un cuerpo del todo porque siempre busco en el cuerpo presente el calor del cuerpo ausente (p. 107).

Orson Welles dice que nunca se mete a las piscinas porque hasta los ricos se pipisean dentro de las piscinas (p. 127).

Lo único cierto, amigos míos, es que la pintura está desapareciendo, ahora a cualquier cosa le dicen arte (p. 127).

Uno tiene que querer mucho a la gente que quiere, y abrazarla, porque la gente se pudre, amigos, en este mundo tan cruel, todo se pudre (p. 133).

por ejemplo, los pelos que crecen, esos pelos que uno se empeña en que no crezcan y con más y más fuerza se hacen ásperos, se caen las uñas, las pestañas, se cae todo, pero eso sí, no es sino que uno no quiera que un pelo crezca y entonces ahí sí no para de crecer (p. 136). 

Me gustaría que pudiéramos ser críticos de verdad, y con de verdad me refiero a que o la historia es buena o. Apostar la vida es la única manera de hacer buenas historias ¿no? O más bien, las buenas historias solo se logran cuando de eso depende la vida. Así deberíamos hacer todo, (p. 150).

No entiendo muy bien para qué es que los terrícolas se casan, si los maridos lo único que saben hacer es acabar con una, (p. 165).

y ella gritaba, ¿Y yo?, ¿y yo? Y ellos le respondía, ¿y tú? Tú solo eres una mujer, (p. 176).

ese cráter que nos recuerda que somos las ganas de ser huecos y que lo más rico de los huecos es poderles meter lo que se nos dé la gana (p. 181).

y qué pasará entonces con nosotros, que ya no fuimos nada de lo que se esperó que fuéramos, según esa naturaleza salvaje que es la familia y sus creencias y sus tradiciones y su preocupación por el qué dirán. Volvernos lombrices de tierra, será (p. 183).

Para mí la risa es muy importante, es lo que diferencia a los vivos de los muertos (p. 186).

porque el silencio, ¿Sí lo oyes? Es como algo anterior a lo que va a estallar (p. 195).

La tía le dijo que las niñas no opinan (p. 208).

¿O no que los artistas se hacen artistas porque alguien les dice que tienen talento? Pronuncia la palabra talento machacada, y luego dice, Y esto, en principio parece bueno, pero la verdad es que he visto cómo grandes talentos se pierden en la adulación. Y sigue, ¿Ustedes creen que existen artistas a los que nadie les haya dicho nada? Yo no, ser artista tiene que salir de la impresión de alguien de que el otro es bueno (p. 249).


Galápagos
Fátima Vélez
Laguna libros
Bogotá, septiembre de 2021
280 páginas


sábado, 17 de diciembre de 2022

Pistas para investigar las rutas de la corrupción, de Juan David Laverde, Ignacio Gómez, Dora Montero y Tatiana Velásquez Archibold

Desde hace varios años la organización Consejo de Redacción viene publicando una serie de libros escritos por reporteros, en los que bajo el título de "pistas para..." enseñan a cubrir periodísticamente las elecciones, la formulación del plan de ordenamiento territorial, la migración, el conflicto armado y las historias sobre medio ambiente, entre otros temas. Ahora el turno fue para la corrupción, uno de los temas omnipresentes en las agendas mediáticas de Colombia.

El libro trae un prólogo del editor, Yamit Palacio Villa, y luego desarrolla cuatro capítulos: en el primero, Juan David Laverde construye una breve historia de los escándalos de corrupción en Colombia, desde el Guavio, en los años 80, hasta los más recientes del siglo XXI. En la deshonrosa lista aparece el despartamento de Caldas con la red de corrupción del senador liberal Mario Castaño, capturado en 2022.

En el segundo capítulo Ignacio Gómez ofrece algunos tips para optimizar las búsquedas de información a través de Google y otros motores de búsqueda. El tercero es una detallada guía de Dora Montero, que enseña a detectar alertas rojas en cada una de las etapas de los procesos de contratación estatal, y el cuarto es un inventario completo, construido por Tatiana Velásquez Archibold, de bases de datos abiertas, que se pueden consultar en línea, y que permiten encontrar datos oficiales y actualizados para investigar.

Este libro resulta útil para periodistas pero no solo para este gremio. Como lo señala Ignacio Gómez, las nuevas ciudadanías digitales pueden ejercer control ciudadano desde la veeduría y ese rol se ejerce principalmente en línea.Conocer todos los recursos al alcance de un clic resulta útil para fortalecer los mecanismos de control

Pistas para investigar las rutas de la corrupción
Juan David Laverde, Ignacio Gómez, Dora Montero y Tatiana Velásquez Archibold
Consejo de Redacción
Bogotá, diciembre de 2022
216 páginas

jueves, 15 de diciembre de 2022

Iberoamérica lee - microficciones, de Andrea Talamoni, Virginia Desmourés y María José Ferreira (compiladoras)


Iberoamérica lee - microficciones es una antología editada por la Organización de Estados Iberoamericanos, que reune microrelatos de 55 autores de 23 países de América Latina y la península Ibérica. El libro se encuentra disponible para descarga gratuita en https://homerocarvalho.com/wp-content/uploads/2022/12/Iberoamerica-Lee-Microficciones-OEI-2022.pdf

En el prólogo, la argentina Sandra Bianchi se refiere a la microficción como un género mutante que se resiste a la definición teórica, con bordes difusos con la poesía. "se trata de un género escurridizo, inclasificable y que ofrece la incertidumbre como uno de sus encantos más provocadores".

Más allá de la brevedad, es difícil encontrar líneas o tópicos comunes entre las microficciones que componen esta selección: hay situaciones imposibles que obligan a la relectura, guiños autorreferenciales al propio género, juegos con la fantasía, la muerte o lo desconocido, alusiones a animales, textos de reivindicación política y de género y una diversidad tan amplia que sirve para constatar la enorme versatilidad enunciativa que ofrecen las microficciones. Hay, eso sí, poco humor dentro de los textos elegidos para esta muestra.

En la antología participan Manel Gibert y Alex Puig, de Andorra; Raúl Brasca, María Cristina Ramos y Sandra Bianchi, de Argentina; Christina Ramalho y Wilson Gorj, de Brasil; Sisinia Anze, Jorge Barriga y Homero Carvalho, de Bolivia; Óscar Barrientos, Pía Barros y Roxana Miranda, de Chile; Aníbal Niño, Nana Rodríguez y Adriana Villegas Botero, de Colombia; Ángel Herra y Rodrigo Soto, de Costa Rica; Lester Ballester, Amalia Cordero y Dazra Novak, de Cuba; Leonor Bravo y Edgar Allan García, de Ecuador; Ligias Orellana y Gabriela Velis, de El Salvador; Beatriz Alonso Aranzábal, Ginés S. Cutillas y Santiago Eximeno, de España; Javier Payeras y Vania Vargas, de Guatemala; Juan Tomás Ávila Laurel y Justo Bolekia Boleká; de Guinea Ecuatorial; Kalton Bruhl y José Zelaya, de Honduras; Cecilia Eudave, Dina Grijalva, de México, Martha Cecilia Ruiz y Alberto Sánchez Arguello, de Nicaragua; José Luis Rodríguez Pittí y Melanie Taylor Herrera, de Panamá; Marcelo Gill y María Gloria Pereira (Mburukuja), de Paraguay; Lidia Jorge y Afonso Reis Cabral, de Portugal; Alberto Benza, Maritza Iriarte y Rony Vásquez, de Perú, Ibeth Guzmán, Sussy Santana y Pedro Antonio Valdez, de República Dominicana, Rafael Courtoisie y Léonie Sofía Garicoïts, de Uruguay y Violeta Rojo y Eloi Yagüe Jarque de Venezuela.


Algunas microficciones incluidas en el libro:


Felinos, de Raúl Brasca

Algo sucede entre el gato y yo. Estaba mirándolo desde mi sillón cuando se puso tenso, irguió las orejas y clavó la vista en un punto muy preciso del ligustro. Yo me concentré en él tanto como él en lo que miraba. De pronto sentí su instinto, un torbellino que me arrasó. Saltamos los dos a la vez. Ahora ha vuelto al mismo lugar de antes, se ha relajado y me echa una mirada lenta como para controlar que todo está bien. Ovillado en mi sillón, aguardo expectante su veredicto. Tengo la boca llena de plumas.


Presentes amatorios, de Pía Barros

Me regaló una flor violeta y derramó su sonrisa de dientes perfectos sobre mi soledad. Pero vino la ráfaga del invierno y la ternura quedó sepultada cara abajo tras la almohada. Ahora vago con el rostro oculto hacia las veredas. Nadie cree que es una flor aquello tatuado a golpes sobre mi rostro.


Cuento de arena, de Jairo Anibal Niño

Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.


Notas Falsas, de Ginés S. Cutillas

Eligió la melodía con cuidado. Debía ser lo suficientemente pegadiza e inusual. Al día siguiente, en la oficina, se pasó toda la mañana silbándola al oído de su compañero. Cuando por la noche llegó su mujer a casa tarareándola, se confirmaron sus sospechas.




Iberoamérica lee - microficciones

Andrea Talamoni, Virginia Desmourés y María José Ferreira (compiladoras)

Organización de Estados Iberoamericanos, OEI

Noviembre de 2022

Buenos Aires, Argentina

122 páginas

miércoles, 14 de diciembre de 2022

La suma de todos los ruidos (The Hum), de Sebastián Krieger


El 2% de la población mundial padece de "The Hum", un zumbido que suena como a un avión muy alto que no termina de irse y que puede afectar a las personas de formas que van desde el insomnio hasta el suicidio.

Ese trastorno es el que padecen las mujeres de "La suma de todos los ruidos", la novela en la que Sebastián Krieger presenta un rompecabezas de tres vidas femeninas en tres momentos distintos, aunque pueden ser leídas también como la vida de una misma mujer en tres etapas diferentes. 

El primer relato, que ocupa dos tercios del libro, es la historia de Ale, una motociclista que deja Rosario (Argentina) para emprender un viaje por Suramérica. En capítulos cortos y organizados de una forma que no es cronológica, se presenta una especie de "road movie", muy visual, con descripciones muy bien logradas de parajes desérticos, de ciudades como Guayaquil, Salta o Chimbote, del Chimborazo y Atacama, en las que Ale acelera su motocicleta como huyendo de sí misma, para regresar al final al mismo apartamento de sus padres y ver su imagen reflejada en la ventana.

La segunda historia es la de Rebeca, una mujer que envejece mal en un ancianato de Montreal, y la tercera es una especie de "precuela", un diario de una chica de 15 años, que se presenta con un tipo de letra juvenil, a la que sus padres le notifican que deberán mudarse a Rosario (Argentina).

Al zumbido que escuchan las tres se suma otro elemento conector: el pensamiento más o menos permanente en la posibilidad del suicidio, como válvula de escape. Pensar en el suicidio, en que es posible cometerlo, se presenta como un seguro que permite atravesar momentos difíciles. "Si todo empeora, siempre será posible suicidarse", parece pensar la protagonista.

La soledad del viaje en motocicleta por parajes desérticos y solitarios del pacífico chileno o peruano son una imagen que sintetiza esta novela: un viaje que es una introspección por la soledad del alma de mujeres que se sienten incomprendidas o que no encajan en las instituciones que, más que paredes protectoras, sienten como cárceles: la familia, el anciano, el colegio. De ahí la necesidad de huir para buscar libertad.

Con muy pocos diálogos y un narrador omnisciente que muestra a Rebeca y Ale con distancia fría, el autor construye escenografías por las que transitan mujeres que se muestran desde un observador externo. Es llamativo que salvo en la última parte, en la que aparece el diario, durante mas de 100 páginas el lector vea todo el tiempo a mujeres a las que en muy pocas ocasiones se les escucha su voz. En esa decisión estética hay también un zumbido, un enrarecimiento, una constatación. 

Algunas frases

Más que el miedo a la muerte, a lo desconocido o el terror a la nada, lo que le había impedido lanzarse desde una ventana era la culpa. La vergüenza. Aunque en el fondo sabía que con eso podría vivir (p. 14).

El ronroneo, la oscilación inconfundible. Como la estela que deja un trueno pero que nunca termina de desaparecer, como la máquina lavadora detrás del muro aunque al lado no exista otro apartamento, como un tren infinito a la madrugada, un rumor lejano debajo de la almohada (p. 21).

El tiempo lo decoloraba todo, hasta el sabor de la nicotina, lástima (p. 25).

si querías ofender de verdad a alguien, el gentilicio debía acompañar el insulto. No importa si el fulano compartía tus genes y había nacido y crecido junto a ti. Por ejemplo: boliguayo huevón, colombiano malparido, brasuca hijodeputa, rata veneca, etcétera. Seguro los políticos y el fútbol eran los responsables de tanto odio, porque los individuos compartían más o menos la misma historia, la misma religión, el mismo idioma y hasta la misma pobreza. Ah, y todos coincidían en culpar siempre al otro de sus propias carencias (p. 37).

¿Cobardía o valentía? Un debate entre suicidas resultaría empatado siempre: todos igual de triunfadores e igual de vencidos (p. 42).

El peor día en moto es mejor que el mejor día en la oficina (p. 42).

Entendía a la perfección que era una carencia absoluta de sentido molerse los huesos y el cerebro para luego quedar sin tiempo para el deleite; o peor, para morir y dejar una fortuna que otros se peleen, roben o malgasten (p. 46). 

Terminar el viaje era dejar de existir. Y no sabía cómo más prolongar su agonía (p. 50).

Se preguntaría qué era lo más raro que le había ocurrido en la vida. Que de todas las mamás del mundo me hubiera tocado preciso la mía (p. 53).

Y fue justo cuando reconoció que se había apartado de la ansiedad, de la sensación de habitar el ojo de una tormenta que no llegaba, pero estaba cerca. Quiso prolongar el momento, respirar más hondo, relajar los hombros de nuevo, mirar al sol. Pero la culpa la había encontrado. Otra vez. La culpa de ser feliz; así fuera solo por un minuto de paz interior y un horizonte como fondo de pantalla. La felicidad era un pecado por el que tocaba sentirse culpable, así le habían enseñado a ella, a su madre, a sus abuelas y a todos sus antepasados (p. 60).

Una cosa era ser negativo, otra era ver solo el lado malo de todo, incluso de lo que era imposible que empeorara (p. 73).

¿Por qué, si se detestan, mamá y papá siguen juntos, se preguntó. ¿Por costumbre? ¿Por pereza a un largo pleito de divorcio o por miedo a quedar arruinados y encima íngrimos? ¿Por los comentarios ponsoñozos de su reducido grupo de conocidos o porque no concebían una existencia distinta? ¿Porque habían jurado en una iglesia mantenerse unidos hasta que la muerte los separe? ¿Todas o ninguna las anteriores? Sí y no. Más por cansancio que por haber encontrado una explicación satisfactoria a ese raudal de inquietudes, concluyó que era por simple adicción. Eran su droga mutua, la heroína que los consumía lento y sin la cual no tenía sentido sobrevivir. (p. 82). 

Reflexiona: el asunto, además de que today nadie lee ni revistas, es que no tiene sentido el esfuerzo de escribir. Ni un solo libro, ni siquiera el propio, ni como el aporte mínimo al cementerio universal de textos que nadie leerá (p. 97).

Pero en el corazón sabe que es lo correcto, que la que se extingue es ella y no su hija, que su mayor gesto de amor es excluirla de la impotencia frente a la espiral de decadencia de la que no escapará (p. 98). 

El maldito amor, la fascinante trampa de la naturaleza humana para continuarse, la paradisiaca sensación que venda el drama de existir, ese era el verdadero y maléfico verdugo. Sí, el amor es el malechor cobarde. (P. 105).

Nacer me jodió la vida (p. 107)

Este es el instante en el que lo más inteligente es resignarse, dejar de luchar, y reconocer que al final lo único seguro es que moriremos todos. Y que no quedará nada. Ni la memoria. Porque por más que nos esforcemos y queramos negarlo, el tiempo es inflexible. Como las olas indiferentes a los dibujos y castillos en la playa. No dejaremos huella (p. 109). 

A él le enseñaron que los hombres no lloran, solo cuando les entra un mugre en el ojo, qué estupidez (p. 119).

Me dio un abrazo y me dijo que siempre recordara que yo misma era mi propio castigo, pero también mi propio alivio (p. 149).


La suma de todos los ruidos (The Hum)
Sebastián Krieger
Calixta Editores
Bogotá, septiembre de 2022
156 páginas

martes, 13 de diciembre de 2022

Soñar lo imposible: desafiando las miradas desiguales, de Paula Moreno

Este libro tiene cinco capítulos claramente definidos, el primero es un breve texto, a manera de introducción, en el que la autora, la exministra Paula Moreno, escribe desde Brasil. Narra un encuentro casual con una persona que, en medio de un diálogo cálido e inesperado, le da el impulso para sentarse a escribir este libro. Los tres capítulos siguientes son la esencia del libro: tres perfiles de líderes sociales que desde su quehacer engrandecen su entorno y transforman su comunidad.

El primer perfil es el de María Roa, oriunda de Apartadó y primera presidente del sindicato de empleadas domésticas afrocolombianas. Ese origen al lado del mar hace que la autora presente a María como un personaje de agua, que fluye y deja correr lo que le llega. María llegó a Medellín siendo aún muy joven, vivió la tragedia de Villatina y luego tuvo que devolverse para Apartadó, de donde había salido huyendo de la violencia que asesinó a su hermana mayor. Luego regresa a Medellín y allí, como empleada del servicio, empieza a indignarse por la inequidad y el maltrato, hasta formar el sindicato de empleadas domésticas, que hoy tiene más de 770 afiliadas.

El segundo perfil es la inspiradora historia de Rafael Palacios, quien creció en Copacabana, aunque siempre tuvo que oír la pregunta "¿de dónde vienes?" porque un niño negro no se presume oriundo de Antioquia. Rafael empezó a interesarse por la danza en las clases que su papá les daba en el colegio, pero antes de terminar el bachillerato decidió asumir la danza como profesión, cuando se ganó un cupo en el Ballet de Sonia Osorio. Allí se sintió incómodo con la folclorización del maltrato a indígenas y negros y decidió seguir explorando. Logró llegar a París, en donde se formó al lado de grandes maestras, y después de mucho recorrer decidió regresar a su raíz, a su tierra, y desde hace 25 años dirigie Sankofa, y grupo de danza afro en Medellin. 

El mar de María y la Tierra de Rafael se complementan con el fuego del padre Jhon Reina Ramírez, un hombre mestizo, con rasgos indígenas, que desde Buenaventura ha resistido todos los fuegos cruzados. Lideró el paro de 2017 y ha sido un bastión de resistencia y dignidad para su comunidad. 


El último capítulo es un texto breve, sobre el aire que representa el lector, en el que la autora invita a cuestionar qué es imposible y desde dónde cada cuál puede sumarse a la inclusión transformadora.

Algunas frases
una sociedad “paisa” con múltiples vestigios de épocas coloniales que hacía que, a sus hijos, a pesar de haber nacido allí, se les considerara —aún hoy— eternos migrantes y con ciudadanía parcial o relativa, que solo cuentan en época de elecciones. Después vuelven a ser extranjeros en su ciudad, aquella en la que nacieron y crecieron. Ese imaginario de una ciudad blanca-mestiza los pone afuera casi siempre, en la tercera ciudad afro del país. Los censos, bastante cuestionados, hablan de que uno de cada diez habitantes en esta ciudad es negro, y la mitad son mujeres (p. 54).

¿por qué sus jefes o “patrones” merecían criar a sus hijos y ella no? ¿Por qué, si sus jefes eran personas que habían ido a la universidad, no le pagaban lo justo? ¿Por qué, si eran tan inteligentes, la desigualdad no les incomodaba? Si yo cocino tus alimentos, ¿por qué no puedo comer de lo que cocino para ti, sino otra cosa? ¿Por qué debo usar otros platos y cubiertos, si yo misma los lavo y los mantengo limpios para ti? ¿Por qué me asignan el rincón más oscuro de la casa, y muchas veces ni siquiera una cama, sino el piso, o me obligan a compartir el espacio con las mascotas? ¿Por qué marcar estas diferencias si soy yo quien cuido de tus hijos y de ti? Cuando los empleadores presentaban a María, decían: “Le presento a María, trabaja para mí”. Ella se cuestionaba en su interior: ¿trabaja para mí o conmigo? ¿Era ella una posesión? (p. 56).

Hablamos de inclusión, como un parapeto para mantener los círculos bien cerrados e intacto el statu quo, sin querer asumir ningún riesgo y con muy poca voluntad para mejorar el punto de partida (p. 62).

Cuando me avisaron miré las noticias en redes sociales y me puse a llorar, con esa impotencia que se siente al saber que un solo disparo puede silenciar todas las palabras, borrar el registro de las miradas, suspender de forma definitiva los pasos y marcar un “hasta aquí” fulminante. (p. 129).

Buenaventura se convierte en ese espacio del que no puede escapar, porque sin él no existe para el mundo, pero su gente le estorba. Por esto, se quieren resolver los problemas creando consejerías en Bogotá, en almuerzos de empresarios de Cali o lanzando alianzas para el Pacífico en el Caribe (Cartagena), porque no se quiere —o les da pena— mostrar la capital natural de ese Pacífico que es Buenaventura. Nunca se le ha mirado a los ojos para ver su belleza, que no está en edificios lujosos ni pretenciosos, sino en un encanto más humilde, genuino y distinto (p. 150).

Como diría Sueli Carneiro, esa gran líder afrobrasileña, cuando le preguntaron sobre política: “Entre izquierda y derecha, yo sigo siendo negra (p. 151).

A quien mucho exige, mucho se le exige (p. 172)

A veces, cuando asisto a eventos de nuestras élites tradicionales, solo pienso: ¡qué falta de sofisticación y de sintonía con los tiempos actuales! Resuena en mi cabeza la palabra vanguardia: necesitamos liderazgos de vanguardia, que enciendan la imaginación, que actualicen los lentes, que usen otras lupas para ver mejor y anticiparse (p. 184).



Soñar lo imposible
Paula Marcela Moreno Zapata
Penguin Random House
Septiembre de 2022
200 páginas

sábado, 10 de diciembre de 2022

Develaciones, un canto a los cuatro vientos, de Sara Malagón Llano y otros

Develaciones, un canto a los cuatro vientos, fue una obra de teatro (un poema cantado) dirigida por Iván Benavides, Bernardo Rey y Nube Sandoval, y presentada en el Teatro Julio Mario Santodomingo de Bogotá el 5 de diciembre de 2021. La obra surgió por solicitud, promoción y estímulo de la Comisión de la Verdad, y particularmente de la comisionada Lucía González, una convencida de que el arte es un buen mecanismo para llevar el mensaje a públicos más reticentes y que además el arte colombiano viene enunciando desde hace rato las verdades dolorosas que encontró la Comisión de la Verdad.
El libro "Develaciones, un canto a los cuatro vientos", recoge la memoria del proceso de esta obra escénica: las fotografías que permiten a quienes no la vimos, hacernos una idea del montaje en escena, pero además, lo más importante, los testimonios de quienes participaron en el proceso y explican por qué fue transformador para ellos: los tres directores, el escritor Ricardo Silva Romero, el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, la comisionada Lucía González y varios de los bailarines, músicos, actores y colombianos relacionados con el conflicto y la resistencia,que fueron convocados para participar en este montaje, que trasciende lo escénico para convertirse en un ritual de duelo y sanación: el actor Andrés Parra, las madres de Soacha, víctimas de los falsos positivos, la guardia indígena (emberas de Riosucio, Caldas, y Nasa del Cauca), los jóvenes chocanos que bailan el ritmo "exótico", la Fundación Sauyee´pia Wayuu de Uribia, Kump Colombia, de Bogotá, Sakofa Danzafro, de Medellín; Semblanzas del Río Guapi, Tambores de Cabildo, de Cartagena, Tonada, de Barranquilla, y las tejedoras de Mampuján.


Este libro es un esfuerzo de la Comisión de la Verdad y la Corporación La Paz Querida, coherente con el propósito de construcción de memoria: así como se documentaron hechos victimizantes, dentro de la vigencia de la Comisión, este libro documenta una experiencia artística, creativa y sanadora, que dignifica a sus participantes y ofrece imágenes potentes y reflexiones para quienes no tuvimos oportunidad de ver un montaje quizás irrepetible, por llevar a más de 100 personas en escena, de distintas zonas del país, pero que gracias a este registro puede pervivir. 

Develaciones, un canto a los cuatro vientos
Sara Malagón Llano y otros
Editorial Penguin Random House
Bogotá, 2022
140 páginas


viernes, 9 de diciembre de 2022

Perros de paja, de Rigoberto Gil Montoya

Dice Wikipedia que Perros de paja es una película de 1971, dirigida Sam Pickinpah. En ella Dustin Hoffman intepreta el papel de David Sumner (no confundircon David Summers), un profesor estadounidense que se traslada con su esposa a una villa rural en Inglaterra, buscando huir de la violencia. No obstante, los vecinos en apariencia pacíficos comienzan a tener "comportamientos extremadamente violentos hacia ellos, desatando una impresionante venganza por parte de Sumner". Agrega Wikipedia que Perros de paja es una de las películas más representativas de esta época del cine en la que se empieza a hablar de la violencia gratuita en pantalla.

En Perros de paja, la novela corta de Rigoberto Gil Montoya, hay una voz que está contando esa película y por eso en distintas partes del texto aparecen menciones a David Sumner y Sam Pickinpah. Esa violencia de la película y ese relato cinematográfico se intercalan con otro plano narrativo, también violento y visual, que se ubica en el bario San Judas de Pereira, en donde un grupo de sicarios-traquetos-ladrones-malevos-compinches conversan, juegan billar, toman cerveza, roban y ven películas y cómics antes de caer muertos a tiros.

La novela reivindica la cultura popular y ofrece una cartografía precisa de una zona excluida de Pereira: aparecen el Río Otún, las calles y carreras que conectan al Otún con el centro de la ciudad, el barrio San Judas y algunos cines que existieron antes del auge de las salas de centro comercial. 

Ese mapa es el escenario en el que se mueven unos cuerpos también excluídos: jóvenes que sólo aparecen en las páginas rojas de los periódicos (nunca vimos por nuestras calles reporteros o periodistas, escribe el autor) y que viven con un vértigo de No futuro, que recuerda a "No nacimos pa semilla" de Alonso Salazar, o "El pelaíto que no duró nada", de Víctor Gaviria. El elemento diferencial que le imprime Rigoberto Gil es su mirada desde el humor, en tono de novela negra, en la que se construyen imágenes cinematográficas con un lenguaje muy cercano a la oralidad, que contrasta con los textos falsamente estilizados que aparecen firmados por el "Corresponsal" o en las cartas a "El diario". Esos diferentes registros le permiten a Rigoberto Gil construir en pocas páginas una aguda crítica al periodismo local y también a la sociedad que se niega a ver a los habitantes de estos barrios marginales. En ese sentido resulta revelador que sea precisamente Amelia, una mujer de clase alta que decide ir a fotografiar (a registrar, a documentar) lo que allí pasa, quien termine siendo la primera asesinada.


Algunas frases


La luna pareciera motivar la angustia de quien aún no junta las palabras para echar todos sus diez años de matrimonio a la mierda (p. 34).

A mí me late que Kalimán y Solín son cacorritos, se penetran el uno al otro, decía Coringa y no podíamos sostenernos de la risa (p.52).

De acuerdo con estadísticas oficiales, San Judas era el sitio del país donde más mulas se cargaban (p. 58).

Nunca vimos por nuestras calles a reporteros o periodistas que quisieran hablar con las familias afectadas. En las crónicas de las páginas judiciales se dejaba claro que a estos sectores era imposible entrar sin arriesgar la integridad física, pues si las autoridades no podían hacerlo, ¿cómo diablos lo iban a hacer ellos, cazadores de verdad, meros aficionados a los Superamigos del Salón de la Justicia? (p. 59).

Se trata de responder a una carta que la benemérita Madre Dorotea de todos los Santos, superiora de la Congregación Siervas del Santísimo, hiciera llegar al director de este medio informativo, preocupada como está, y, desde luego como lo estamos todos, de la grave ola de inmoralidad que ha estado atosigándonos, luego de que el anterior alcalde, señor Vergara, expidiera las respectivas licencias para que circulara sin ton ni son toda clase de literatura que, bajo el ropaje de los cómics o las aventuras, trae incitaciones a la violencia y, en particular, a las prácticas sexuales sin medida (p. 65).

Allí permiten que los chicos, aún sin cumplir la mayoría de edad, observen cintas tan censurables como Hazme rico; Encerrados en la habitación; El lechero amoroso; Revelaciones de un maniático sexual a la policía; Las aventuras eróticas del Zorro, y una serie de títulos bastante dicientes como para prohibir su exhibición en esta ciudad.

Perros de paja
Rigoberto Gil Montoya
Hoyos Editores
Manizales, 2007 (primera edición: Cine Club Borges, 2000).
78 páginas