A veces el Premio Nobel de literatura se lo gana un autor conocido como Vargas Llosa y entonces uno siente que quedó entre la familia. Otras veces, en cambio, la tómbola cae en un autor de nombre impronunciable, de un país que no se ubica automáticamente en el mapa. Es entonces la oportunidad de conocer y ampliar el espectro.
Svetlana Alexievich es una periodista bielorrusa que estudió en Minsk y trabajó como reportera en distintos medios de comunicación, hasta que se dedicó a escribir reportajes de largo aliento.
El anuncio de su nombre como ganadora del Premio Nobel de Literatura en octubre 2015, una reivindicación a las posibilidades literarias del periodismo escrito, cogió desprevenidos a los editores y libreros hispanoamericanos, ya que aunque entre 1985 y 2015 Alexievich publicó al menos seis libros de ensayo y reportaje, en ese momento sólo 2 habían sido traducidos al español y sólo Voces de Chernóbil estaba disponible en Colombia. El otro, La guerra no tiene rostro de mujer, fue importado en pequeñas cantidades después del anuncio del premio y aún no se consigue por fuera de las grandes ciudades.
Voces de Chernóbil parece un coro griego. Así como en las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides hay unos protagonistas acompañados de un coro polifónico que interviene para encadenar hechos, anunciar desgracias o lamentar desastres, así en Voces de Chernóbil aparecen múltiples voces individuales que narran su desgracia y que en conjunto construyen un coro que da voz y forma a un desastre que no fue un accidente sino un crimen de Estado en tiempos de Gorbachov.
La historia que nos ha llegado a quienes vivimos al otro lado del planeta dice que el 26 de abril de 1986 explotó un reactor atómico en Chernóbil, Ucrania, en la frontera con Bielorrusia. Producto de ese accidente y la nube radioactiva que generó, y que sólo fue alertada días después por Suecia, en los meses y años siguientes la población de la zona nació con malformaciones y fue más propensa al cáncer. Leer a Alexievich es conocer el drama por dentro: Las mentiras de la prensa soviética, la falta de protección de bomberos, soldados, campesinos; la desinformación a las personas afectadas; la corrupción con las donaciones, el duelo de las viudas, la tristeza eterna de los padres que entierran hijos y nietos por leucemia y cáncer de tiroides.
Acertadamente el libro tiene como subtítulo "Crónica del futuro". Se trata de una crónica sobre una amenaza nueva para la humanidad. No es una guerra pero la guerra es lo más parecido que hay para describir los estragos causados. Es una crónica del futuro por la incertidumbre que genera la tragedia, por las preguntas que provoca: niños que saben que morirán pronto, niñas que temen engendrar monstruos, el miedo de esperar la muerte. Pero también porque en medio de la rabia contra el poder hay nuevas formas para la alegría, el amor y la familia.
Más allá del contenido de la historia, para los periodistas es particularmente interesante la forma del relato. La autora hace numerosas entrevistas y decide escribir monólogos. No son diálogos ni perfiles. No sabemos casi nada de la apariencia física de los entrevistados, ni muchos detalles sobre sus viviendas u oficinas o su atuendo. Tampoco sabemos qué preguntas les hace. Sólo conocemos sus voces, algunas ilustradas, ordinarias, algunas rabiosas, muchas resignadas. En un pueblo soviético, acostumbrado al ateísmo estatal, llama la atención la necesidad de tantos por aferrarse a la religión como única explicación o consuelo para tanta desgracia.
Su estilo es efectivo, atrapa desde las primeras páginas. Tiene la fuerza que los lectores colombianos ya conocemos en la obra de Alfredo Molano Bravo. Los testimonios de Molano tienen más de una similitud con los de esta nueva Premio Nobel.
Algunas frases:
Él la lanza por el aire hacia el techo y los dos ríen. Y yo los miro y pienso: qué sencillo es ser feliz. Tan sencillo...
Quería ser como todos los demás. No hay que tenerme lástima. Hubo un tiempo en que fui feliz.
Yo, en cambio, me dedico a lo que he denominado la historia omitida, las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y por el tiempo. Escribo y recojo la cotidianidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras. Intento captar la vida cotidiana del alma. La vida de lo ordinario en unas gentes corrientes.
Ha quedado claro que además de los desafíos comunista y nacionalista y de los nuevos retos religiosos entre los que vivimos y sobrevivimos, en adelante nos esperan otros, más salvajes y totales, pero que aún siguen ocultos a nuestros ojos.
Todo lo que conocemos de los horrores y temores tiene más que ver con la guerra. El gulag estalinista y Auschwitz son recientes adquisiciones del mal.
Hubo un tiempo en que los indios de México e incluso los hombres de la Rusia precristiana pedían perdón a los animales y a as aves que debían sacrificar para alimentarse.
Los hijos te aguantan, te aguantan y, al final, acaban por herirte. Los hijos te dan alegrías mientras son chicos.
Durante el día vivíamos en el lugar nuevo, pero por la noche en casa. En sueños.
Recé para reunirme con ellos. De algunos, Dios se apiada, pero a mí aún no me ha dado muerte. Sigo viva.
—Pues a mí no me da miedo morirme. Nadie vive dos veces. ¿No caen las hojas? ¿O los árboles?
Y nosotros que nos creíamos que todo aquello era indestructible, que sería así para siempre. Que lo que hierve en la olla es eterno. Nunca me hubiera creído que todo cambiaría.
¿Hay algo más pavoroso que el hombre?
La vida del hombre es como la hierba, que crece, se seca y se arroja al fuego.
No sé por qué nadie se mete con los pescadores y en cambio todos echan pestes de los cazadores.
Somos fatalistas. No tomamos ninguna iniciativa porque estamos convencidos de que las cosas irán como han de ir. Creemos en el destino. Y esta es nuestra historia. A cada generación le tocó su guerra. Cuánta sangre.
Una mezcla de prisión y jardín de infancia: esto es el socialismo. El hombre entregaba al Estado el alma, la conciencia, el corazón, y a cambio recibía una ración.
El progreso exige víctimas y cuando más lejos vayamos, más serán las victimas.
Si la fe en la razón abandona al hombre, en su alma se instala el miedo, como ocurre con los salvajes.
Una persona que sacrifica su vida, me venía a decir, no se percibe a sí misma como una personalidad única, irrepetible, como un ser que ya no volverá a existir nunca más.
He comprendido que solo tiene sentido el tiempo vivido. Nuestro tiempo vivido.
Somos metafísicos. No vivimos en la tierra sino en nuestras quimeras, en las conversaciones. En las palabras. Debemos añadirle algo más a la vida cotidiana para comprenderla. Incluso cuando nos encontramos junto a la muerte.
Pero lo que les preocupaba no era la gente, sino su poder. En un país donde lo importante no son los hombres sino el poder, la prioridad del Estado está fuera de toda duda. Y el valor de la vida humana se reduce a cero.
Soy una buena bibliotecaria, pero no entiendo cómo alguien puede querer apasionadamente un trabajo. Yo solo lo quería a él. A él solo. Y no puedo vivir sin él.
Voces de Chernóbil, crónica del futuro
Svetlana Alexievich
Traducción de Ricardo San Vicente
Editorial DeBolsillo
Edición original 2005
406 páginas
Diario de lectura. Leemos libros, subrayamos libros, comentamos libros.
domingo, 10 de enero de 2016
Voces de Chernóbil, crónica del futuro, de Svetlana Alexievich
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Escritora, columnista, periodista, abogada. Docente en la Universidad de Manizales. Doctora en literatura de la UTP y magister en estudios políticos de la Javeriana. Autora de la novela "El oído miope", el libro de cuentos "El lugar de todos los muertos" y el libro infantil "Sakas".
En Twitter: @adrivillegas.
/ Mail: adrivillegasb@gmail.com
/ En Facebook:
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Las vueltas del baile, de Jaime Echeverri
Las vueltas del baile es un cuento publicado originalmente en 1992, que fue reeditado en 2014 por la Universidad de Caldas dentro de la colección Estados de la Lujuria.
El cuento narra una anécdota simple: Isadora y María se conocen a orillas del mar, se aman, su amor prohibido se difunde y María sufre una violación múltiple. Para que aprenda. Fin.
La riqueza está en un lenguaje cercano a la poesía, en el que lo que se sugiere es mucho más de lo que se dice. Frases eróticas construyen un relato que no se aferra a una geografía ni una época específica y le permite permanecer vigente en el tiempo.
El libro, de apenas 32 páginas, trae unas bellas ilustraciones de Edward Muñoz y Camilo Marín López, que le agregan al volumen un valor superior al propio texto. La impresión en papel satinado, con letra grande e imágenes a doble página y full color contribuyen al deleite estético de la lectura, incluso por encima de la calidad original que pueda tener el texto del caldense Jaime Echeverri.
Las vueltas del baile
Jaime Echeverri
Editorial Universidad de Caldas
Manizales
2014
32 páginas
El cuento narra una anécdota simple: Isadora y María se conocen a orillas del mar, se aman, su amor prohibido se difunde y María sufre una violación múltiple. Para que aprenda. Fin.
La riqueza está en un lenguaje cercano a la poesía, en el que lo que se sugiere es mucho más de lo que se dice. Frases eróticas construyen un relato que no se aferra a una geografía ni una época específica y le permite permanecer vigente en el tiempo.
El libro, de apenas 32 páginas, trae unas bellas ilustraciones de Edward Muñoz y Camilo Marín López, que le agregan al volumen un valor superior al propio texto. La impresión en papel satinado, con letra grande e imágenes a doble página y full color contribuyen al deleite estético de la lectura, incluso por encima de la calidad original que pueda tener el texto del caldense Jaime Echeverri.
Las vueltas del baile
Jaime Echeverri
Editorial Universidad de Caldas
Manizales
2014
32 páginas
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Lesbianismo,
Literatura erótica
Escritora, columnista, periodista, abogada. Docente en la Universidad de Manizales. Doctora en literatura de la UTP y magister en estudios políticos de la Javeriana. Autora de la novela "El oído miope", el libro de cuentos "El lugar de todos los muertos" y el libro infantil "Sakas".
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