domingo, 13 de abril de 2025

Cartografía verbal del odio en Colombia, de Beatriz Arana, Belén del Rocío Moreno, Julio Roberto Arenas, Marta Renza y otros

"Cartografía verbal del odio en Colombia" es un libro colaborativo en el que Beatriz Arana, Belén del Rocío Moreno, Julio Roberto Arenas y Marta Renza, adscritos a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, ofician como curadores y compiladores de distintos textos escritos por 36 autores.
El subtítulo del libro es "Un manual para desarmar las palabras" y esa es la propuesta central de la obra: desbaratar el sentido o los sentidos de términos que en Colombia han mutado desde su significado original para designar algún aspecto de la conflictividad nacional: sapo, perra, falso positivo, bandolero, polarizar, intolerancia, facha, cerdo, pirobo, gonorrea... términos que permean el habla cotidiana con cargas de violencia que se perciben normales, aunque no lo sean.

Los textos varían en extensión, profundidad y género. Hay poemas, microensayos de un párrafo y artículos de tres o cuatro páginas. Esa diversidad, en algunas páginas, puede leerse como irregularidad en tono y calidad, aunque en general hay uniformidad en el enfoque: la mayoría de los microcapítulos se asemejan a columnas de opinión que se detienen a reflexionar sobre algún aspecto del lenguaje y sobre lo que las palabras dicen de quién las pronuncia. 
En la lista de autores hay nombres desconocidos y hay escritores de prestigio, como los poetas Juan Manuel Roca y Horacio Benavides, los narradores Julio César Londoño, Ricardo Silva Romero y el ensayista Gonzalo Sánchez. Yo participo con dos textos que fueron solicitados por los curadores: "No es broma, es violencia" y "Susceptibilidades lingüísticas", ambos previamente publicados en La Patria como columnas de opinión.

La decisión editorial de borrar el nombre de los autores de cada texto, para registrarlos únicamente en la solapa del libro, impide que el lector pueda identificar quién escribió qué capítulo. Ese gesto puede entenderse como el deseo de hacer una obra coral y colectiva, pero se corre el riesgo de borrar el disenso y presumir que todos los autores están dispuestos a suscribir todos los textos. En una obra colectiva es posible que en caso de solicitarse la firma en una página, alguien desee responder como Bartleby, el escibiente: preferiría no hacerlo.

Más allá de esa sutileza editorial, el libro permite una lectura ágil, e incluso con humor, lejana de la rigidez de los textos académicos. Ese tono se complementa además con una invitación valiosa y profunda: hacer una pausa para pensar qué se dice cuando se habla; cuál es el sentido de cada palabra y darle valor a aquello que decimos y escuchamos. 

Algunos subrayados:
La gran apuesta de toda formación cultural es domesticar los desafueros del odio —que siempre lo habrá—, para que este no se desborde contra la vida. Tal domesticación implica la simbolización del odio (p. 37).

meretriz era el término delicado y loba el rústico. La historia es bonita: el pastor le pagaba a la prostituta bucólica con una oveja, y luego le decía al patrón: un lobo (lupus)  se comió una oveja. Por esto los burdeles romanos se llamaban lupanares (p. 51).

hubo un señor que fungió de presidente que dice haber acabado de raíz con el paramilitarismo en Colombia. Lo demás sólo es Bacrim (p. 101).

La historia la escriben los vencedores, dicen, y sus letras capitales son los monumentos, pero también es cierto que los revolucionarios reescriben la historia (p. 165). 

vándalos han sido, con contadas y brevísimas interrupciones, los que desde la Colonia han manejado este país como si se tratara de su inodoro personal (p. 167).

(según Umberto Eco) el fascismo rinde culto a la tradición, repudia la razón, enaltece las virtudes de la acción, sospecha de las actitudes críticas, considera el desacuerdo como traición, exacerva el natural miedo a la diferencia (de donde es racista por definición), está obsesionado por el complot (internacional o interno), se alimenta con la frustración individual o colectiva, considera a los enemigos demasiado fuertes o demasiado débiles, no lucha por la vida sino que vive para la lucha (de donde la paz es considerada connivencia con el enemigo), es de entraña elitista (los miembros del partido son los mejores ciudadanos, lo que no obsta para que empleen la fueza bruta en el ejercicio de la política y expurguen con violencia una sociedad que califican de decadente), hace de la mitología del héroe su norma (por lo tanto encomia la muerte de los enemigos o de quienes no pertenecen a su facción), transfiere su voluntad de poder al ámbito sexual (es machista e intolerante con las manifestaciones de la vida erótica que no sean heterosexuales), habla en una "neolengua" de léxico y sintaxis elementales (p. 218).


Cartografía verbal del odio en Colombia. Un manual para desarmar las palabras
Curadores: Beatriz Arana, Belén del Rocío Moreno, Julio Roberto Arenas, Marta Renza
Fondo de Cultura Económica y Universidad Nacional
Bogotá
Noviembre de 2024
304 páginas.