Mostrando entradas con la etiqueta Crónica colombiana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Crónica colombiana. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de julio de 2023

Magdalena, Historias de Colombia, de Wade Davis

"Magdalena" es un libro de 480 páginas, tan caudaloso y denso como el río que le da origen. Wade Davis, un antropólogo, etnobotánico, fotógrafo y escritor enamorado de Colombia, emprende el ejercicio de recorrer toda la cuenca del Río Magdalena, desde el Páramo de las Papas hasta Bocas de Ceniza y sus alrededores. 

Los alrededores son importantes. El libro no se limita a las orillas del río, sino que se adentra en sus cuencas para contar "Historias de Colombia", que a veces suenan más vinculadas al río y a veces se alejan de su cauce. Así, aparecen la historia de la coca, la Conquista Española, los conflictos entre Bolívar y Santander, la época dura de Pablo Escobar en Medellín, la tragedia de Armero, el paramilitarismo que convirtió al Magdalena en un cementerio de desaparecidos, la cumbia y las músicas que se escuchan en el Bajo Magdalena, y otra cantidad de relatos que avanzan a medida que el autor recorre el Yuma, con curiosidad y asombro. 

El libro está dividido en tres partes, que corresponden a la división geográfica del río: Alto Magdalena, entre el Páramo de las Papas y Honda, Medio Magdalena, entre Honda y La Gloria, y Bajo Magdalena, desde La Gloria hasta la desembocadura. Cada parte, a su vez, está compuesta por distintos capítulos que, desde un punto determinado de la geografía de la cuenca del Magdalena, le sirven al autor para contar variadas "Historias de Colombia", como lo señala el subtítulo de la obra.

"Magdalena" es una obra difícil de encasillar: puede leerse como un libro de viajes, como un libro de historia de Colombia, como una compilación de crónicas de espacios y personajes, como una documentada guía turística o como una carta de amor hacia la naturaleza colombiana. Es un libro que tiene como hilo conductor el Río Magdalena, pero que salta de tema en tema porque al autor le interesan múltiples cosas: las comunidades indígenas, la botánica, la fauna, la historia política de Colombia, el transporte, la música y por ello el libro recoge una amplia lista de voces, que van desde pescadores hasta expresidentes.

Si bien en algunos pasajes suena condescendiente o benigno frente a personajes como Álvaro Uribe, también resulta interesante esa mirada extranjera que le da valor y esperanza a lo que ve en Colombia. Los pasajes que dedica a Humboldt y su expedición por la Gran Colombia, el asombro de Humbold y su aporte al espíritu de la independencia, conectan bien con ese esfuerzo que hace Wade Davis por investigar, documentar y mostrar riquezas que están aquí pero parecen ocultas, ignoradas o despreciadas para el grueso de la población.


Algunos subrayados

No hay un lugar en Colombia que esté a más de un día de todos los hábitats naturales que hay en el mundo (p. 24).

En la cuenca dlMagdalena viven cuatro de cada cinco colombianos. Es la fuente del ochenta por ciento de la riqueza económica del país (p. 26).

Si toda el agua del mundo se vertiera en un recipiente equivalente a un galón, lo que podríamos beber apenas llenaría una cucharita (p. 38). 

Ya existían, por supuesto, otros nombres para el río: Yuma, Guaca-Hayo, Karakalí, Kariguaña (p. 41). 

Quizás porque el país alberga más de la mitad de todos los páramos del mundo, muchos colombianos no saben apreciar la rareza de estos exóticos y misteriosos ecosistemas y su fundamental importancia en el ciclo hidrológico (p. 49). 

...a diferencia de los científicos y académicos de hoy, condenados a saber cada vez más y más sobre menos y menos (p. 51).

La coca no es cocaína, así como la papa no es vodka (p. 58). 

es muy poco probable que Colombia pueda llegar a eliminar el cultivo de coca (p. 61).

Si se comerciara como té, o como suplemento nutritivo, la coca podría volverse el mejor regalo de Colombia para el mundo, atenunado el éxito comercial de su café. No es que el café tenga nada de malo, claro está, pero es que su origen está en la lejana Abisinia. La coca, en cambio, nació en Colombia (p. 62). 

Los extranjeros que viajaron por estas estrechas carreteras se sorprendían de que una nación tan moderna pudiera tener un sistema de transporte tan precario (p. 63). 

Todo se movía gracias a la fuerza, habilidad y resiliencia de los arrieros y sus animales. Era una cultura de vivir al aire libre, de niños y hombres cuyo único arraigo era la tierra que pisaban, y cuyas pasiones y sentimientos los diferenciaban por completo del vaquero tradicional (p. 64).

(Sobre la Conquista) Los hombres, desesperados por la falta de sal, peleaban entre ellos por la carne de aquellos que ya habían perecido (p. 73). 

Los muiscas de las montañas llamaban al río Magdalena el río Yuma, es decir, el Río del País Amigo (p. 74). 

Los muiscas eran una comunidad de más de un millón de habitantes (p. 77). 

La cultura muisca se fue desvaneciendo, hasta que incluso su lengua desapareció a comienzos del siglo dieciocho (p. 80). 

la gente solo sobrevive si cultiva el gusto por el silencio (p. 83). 

Y por más riqueza que hubiera salido del Perú, fue Colombia la que más oro puso en las arcas de la Corona Española, además de costales llenos de esmeraldas y pierdas preciosas (p. 84). 

La Ciudad Perdida, la antigua metrópoli de los taironas en la Sierra Nevada de Santa Marta, fue descubierta por los guaqueros apenas en 1972. Los arqueólogos solo comenzaron su labor de investigación allí en 1976. Construida seiscientos cincuenta años antes que Macchu Picchu, Teyuna, como la conocen los koguis y los arahuacos, es un monumento igual o más imponente que cualquier otro que se pueda encontrar en América. Aún más asombroso que las maravillas de la Ciudad Perdida, tanto en tamaño como en importancia, es San Agustiín, el sitio arqueológico más amplio y misterioso de toda Colombia (p. 86)... más que quinientas figuras esparcidas por sus linderos (p. 87). 

San Agustín no estaba en absoluto aislado, más bien era el epicentro de una red extensa y compleja de rutas que conectaban comercialmente distintas partes del sur de Colombia (p. 90). 

En muchos casos, las figuras tienen cachetes abultados que sugieren mandíbulas mascando hojas de hayo. Estas son las representaciones más antiguas del ritual de la coca y las primeras evidencias de que la lanta gozaba de veneración en las antiguas civilizaciones de los Andes (p. 93).

El elemento central en todos los monumentos megalíticos de San Agustín es la transformación (p. 95)

Cuando comenzó el período colonial y el sistema de encomienda redujo a todos los nativos a la servidumbre, el destino de las comunidades indígenas que quedaban fue sobrellevar una vida de sufrimiento: varicela, masacres, flagelaciones, peonaje por deudas o la cárcel, todo aprobado por la bondad y la gracia de la Iglesia Católica (p. 105). 

En la medida en que todavía hoy se siguen descubriendo nuevas especies de peces -van ocho tan solo desde el 2013-, nadie sabe con certeza cuántas alcanzaron a coexistir en el río, pero la cifra oscila entre doscientos veinte y doscientos noventa. Más de la mitad son especies endémicas, es decir, que no existen en ningún otro entorno natural (p. 111). 

el champán era todo un logro, pues redujo el trayecto de Cartagena a Honda de dos meses en una piragua a apenas treinta y cinco días (p. 121). 

En Colombia, por el contrario, algunos cálculos sugieren que hasta el noventa por ciento de la tierra cultivable -aparte de la que es propiedad del Estado- está en manos de apenas el cinco por ciento de la población (p. 127). 

La Tatacoa produce una sensación de estar fuera del planeta Tierra. Es como si Dios, habiendo decidido darle a Colombia un poco de todo, hubiera seguido su capricho hasta el final, colocando a la sombra pluviométrica de la cordillera Central un terreno sacado directamente de la superficie de Marte (p. 128). 

La guerra (de los Mil Días) estalló cuando los cafeteros, apegados al compromiso liberal con el mercado libre y el comercio internacional, se rebelaron contra un gobierno conservador que asfixiaba el crecimiento con tarifas punitivas y aranceles de exportación que hacían que los cafeteros operaran a pérdida (p. 131). 

(en 1915) el deslizador hizo su viaje inaugural en los últimos meses del año, y fue de Barranquilla a Girardot en apenas cuatro días. Cuatro años después, tras varias modificaciones y mejoras que dieron luz a un deslizador de segunda generación, el Luz I logró hacer el trayecto de Honda a Barranquilla en tan solo veinticuatro horas (p. 132). 

El 19 de octubre de 1920 el (avión) Colombia despegó de Barranquilla camino a Girardot (133). 

Colombia también fue pionero en el envío de cartas y paquetes por avión (p. 134). 

el Magdalena ha servido como cementerio de la nación, al llevarse sus muertos anónimos (p. 141). 

(Sobre la tragedia del Ruiz en 1985) La avalancha que se abrió paso por el valle de Chinchiná destruyó más de cuatrocientos hogares y enterró vivas a mil ochocientas personas en la ciudad de Chinchiná (...) Fue el peor desastre natural en la historia de Suramérica (160). 

Un amigo colombiano describió alguna vez el Medio Magdalena, esa franja larga del río que se extiende entre honda y El Banco, como el patio trasero del país (171).

Desde la perspectiva de las capitales departamentales, esos pueblos eran puestos de comercio lejanos y aislados, en los que la gente se gobernaba a sí misma y las autoridades nacionales eran, en el mejor de los casos, una presencia muda (p. 172). 

En la década de 1880, un viaje en barco de vapor entre Barranquilla y Honda tomaba noventa horas, y el regreso a la costa, apenas cuarenta y ocho, lo que implicaba un consumo aproximado de cuatrocientos "burros de leña" para un solo viaje de ida y vuelta (...) Para comienzos del nuevo siglo, los vapores del Magdalena ya habían quemado alrededor de treinta millones de metros cúbicos de invaluables maderas como el caimito, el comino, el cedro, el sangretoro, el abarco y el suán (p. 176). 

Estoy de acuerdo con que no olvidar es importante. Pero olvidar también es importante. No para negar lo sucedido, sino para poder avanzar (p. 226). 

(Pablo) Escobar les dio todo su apoyo a los paramilitares, financiando sus operativos y aconsejándoles que se metieran en el negocio de la cocaína. Incluso contrató a mercenarios israelís y británicos para que los entrenaran (p. 242). 

Puerto Boyacá estaba bajo el mando de Ramón Isaza Arango, el padrino, según Juan, de toda la causa paramilitar (p. 244). 

Pocos en la izquierda confiaban en Uribe, un prominente terrateniente que había sido de los primeros en promover y brindar apoyo al movimiento paramilitar (p. 247).

En los ocho años entre el 2002 y 2010, las Farc perdieron a la mitad de sus miembros. Para el 2010, momento en que Santos asumió la Presidencia, sus filas habían quedado reducidas a apenas ocho mil combatientes (p. 248). 

Por ejemplo, un kilo de panela -los bloques de azúcar morena que extraían con mucho trabajo de la capa- se vendía en seiscientos o, en el mejor de los casos, ochocientos pesos, aproximadamente veintisiete centavos de dólar. Ese mismo peso en hojas de coca les dejaba a los campesinos cuatrocientos mil pesos y, si la procesaban para que quedara en pasta, la primera etapa de la producción de la cocaina, esa cifra ascendía a ochocientos mil pesos (p. 263). 

Puerto Berrío, una ciudad pequeña, cuya mejor descripción es la de un lugar en el que sucedieron cosas importantes, pero hace mucho tiempo (p. 274). 

la pérdida en 1961 del David Arango (...). Para 1969, el número total de pasajeros había disminuido a 22.688 y la era del transporte fluvial era cosa del pasado (276).

el manatí es el único mamífero marino que vive debajo del agua y puede permanecer sumergido hasta quince minutos entre una respiración y otra (302). 

Cuando los españoles se abrieron paso por la inmensa planicie de la Costa Caribe, documentaron no menos de cincuenta lenguas indígenas diferentes (p. 317). 

De las mil cuatrocientas lenguas habladas en Suramérica antes de la llegada de Colón, más de mil terminarían desapareciendo, muchas apenas décadas después de entrar en contacto con los europeos (p. 318). 

Transcurridos apenas 150 años desde la llegada de Colón, la población nativa de América pasó de 70 a 3,5 millones (p. 320). 

Quinientos años después de la Conquista, Colombia sigue siendo el hogar de más de ochenta naciones indígenas diversas y vibrantes (...) estos pueblos suman casi dos millones de personas, más o menos el mismo número de habitantes que se cree que vivían en Colombia a la llegada de los europeos (321). 

Hoy día hay más de setecientos resguardos o zonas indígenas autónomas, que ocupan casi el treinta por ciento del territorio colombiano, una cifra que no se compara con lo que ocurre en ningún otro país (p. 324). 

La verdad es que Mompox es uno de los tesoros más valiosos de América Latina (p. 365). 

(sobre el origen de USA) Las Trece Colonias fueron ocupadas por quienes buscaban libertad de culto,pero a su vez, y quizás hasta en cantidades aún mayores, por aquellos en busca de un lugar donde practicar su propia forma de intolerancia religiosa (p. 379).

solo una nación de tontos elegiría a los rangos más altos de su ejército por voto popular. Pero para que un país no fuera gobernado por generales y clérigos, sino por leyes, el gobierno republicano implicaba y exigía la participación activa del pueblo, argumentaba Santander (p. 413). 


 
Magdalena, Historias de Colombia
Wade Davis
Editorial Planeta
Bogotá
2021
480 páginas

domingo, 11 de junio de 2023

Crónica de una guerrilla perdida, de Darío Villamizar Herrera

Darío Villamizar fue miembro del M-19, vivió en Ecuador y luego de la desmovilización de esa guerrilla se dedicó a la vida académica y a escribir libros en los que ha documentado la historia de las guerrillas en Colombia, y la del M-19 en particular.

 

Crónica de una guerrilla perdida es, como su título lo señala, una crónica. No es un ensayo ni un texto académico ni una memoria personal. El libro está escrito en tercera persona y cuenta hechos que el autor investigó a partir de documentos y de numerosas entrevistas, hasta lograr reconstruir una historia desconocida en Colombia, por haberse tratado de una operación secreta.

 

El libro inicia con una breve historia sobre el origen del M-19, el robo de la espada de Bolívar, el hurto a las armas del Cantón Norte, el Estatuto de Seguridad de Turbay y la toma de la Embajada de República Dominicana en Bogotá, una acción de dos meses entre febrero y abril de 1980, en la que la guerrillera Carmenza Cardona Londoño "La Chiqui" actuó como negociadora, y que concluyó con la liberación de los rehenes y el traslado de todos los guerrilleros que participaron en la toma a Cuba. 

 

Ahí, en Cuba, empieza a fraguarse la operación que narra Villamizar: en Cuba los guerrilleros recibieron entrenamiento militar por instructores cubanos, en un lugar que ellos coloquialmente llamaban "Villa Chumbimba". Se trató de un curso corto, luego del cual se armaron dos grupos que partieron desde Panamá hacia Colombia: uno, de más de 80 guerrilleros, llegó por barco hasta Tumaco y su misión era llegar a Caquetá, pero las armas que transportaban fueron decomisadas y casi todos los guerrilleros fueron capturados en Ecuador. El segundo grupo, el de esta crónica que narra Villamizar, corrió con peor suerte. 

 

Desembarcaron en febrero de 1981 en la Ensenada de Utría, en el Chocó, y las condiciones topográficas y climáticas eran tan difíciles que a su primer campamento lo llamaron "Campo Pantano". Eran 40 combatientes a los que luego se unieron otros 5. Con lluvia permanente, sin conocimiento del terreno, con hambre, paludismo, leishmaniasis y roces entre el grupo, avanzaron muy lentamente. Su propósito era llegar a los límites entre Antioquia, Risaralda y Chocó para montar un campamento base allí. No obstante, entre las deserciones y los combates el grupo se fue diezmando y al final de los 45 sólo sobrevivieron 13: once porque fueron capturados o desertaron y solo 2 que lograron permanecer vivos y en libertad hasta el final. 

 

Aunque la literatura colombiana tiene numerosos títulos que abordan aspectos del conflicto armado, son relativamente escasos los textos que narran el conflicto desde el punto de vista de los insurgentes. Este libro, bien investigado, bien documentado y bien escrito, aporta datos desconocidos sobre la Columna Calarcá, pero sobre todo permite acercarse a la precariedad, el hambre y la incertidumbre de la vida guerrillera. Un relato que humaniza la vida guerrillera y, en consecuencia, resulta útil como aporte a la reconciliación.

 

Algunos subrayados

 

 

Una de las primeras medidas del régimen de Turbay fue el nombramiento del general Luis Carlos Camacho Leyva en la cartera de Defensa, un fiel exponente de las doctrinas de seguridad nacional, tan en boga entonces en el continente, donde trece de los diecinueve países eran gobernados por dictaduras militares (p. 33).

 

...hicieron que el Flaco convocara, en marzo de 1979, a una reunión de la dirección para evaluar lo que ocurría y definir los pasos siguientes. La cita fue en una zona montañosa entre los municipios de Riosucio y Supía, al noroccidente del departamento de Caldas, a donde concurrieron una docena de dirigentes nacionales y regionales (p. 44). 

 

El viaje (de Bateman y Toledo a Centroamérica) lo hicieron con apoyos por la ruta Bogotá-Manizales, donde durmieron la primera noche (p. 49)

.

 

simularon unas pequeñas granadas con pepas de mango (p. 95).

 

Fernando y la Chiqui, que en alguna oportunidad estuvieron en actividades con indígenas embera-chamí por los lados de Anserma y Riosucio, en el departamento de Caldas (p. 117) 

 

Los integrantes del M-19 tenían la moral muy en alto, venían de "ganar" en la Embajada de la República Dominicana y en otros combates; en muchos momentos sobrevaloraban sus propias fuerzas y el "¡hágale, compa!" suplía la necesidad de planeación (p. 131).

 

Eran dos "blancos" en un pueblo de negros... "Todo el que no sea negro es sospechoso de pertenecer a los bandoleros" (p. 190).

 

No todos los afrodescendientes ni todos los indígenas estaban dispuestos a apoyar una causa que les resultaba ajena, promovida por "extraños" a quienes, muchas veces, ni entendían, así esta asegurara interpretar sus más preciados intereses y reivindicaciones en los planos económicos, culturales y sociales. La mitificación y sacralización de lo popular (p. 284).

 

Del diario de la Chiqui: "vino el informe de noticias no muy buenas, dicen que han detenido a un grupo nuestro en el sur, dicen haber detenido a Toledo, a Pacho y a un numeroso grupo, además dicen que a mí me han matado en un combate, pienso que si todas las noticias son así de ciertas, hay que poner en duda todas" (p. 352).

 

 

Crónica de una guerrilla perdida. La historia inédita de la columna del M-19 que desapareció en la selva del Chocó.

Darío Villamizar Herrera

Editorial Debate

Bogotá

Enero de 2022

390 páginas

 


miércoles, 28 de diciembre de 2022

Gaitán vive bajo los puentes, de Cristian Valencia

Dentro de la serie "Vientos del pueblo" (libros cortos en ediciones económicas e ilustradas, editados por el Fondo de Cultura Económica) fue publicada la crónica de Cristian Valencia "Gaitán vive bajo los puentes", un texto que viaja entre el presente y el pasado: el pasado del 9 de abril de 1948 cuando fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, y el presente de Colombia, en donde la figura de Gaitán sigue vigente porque las exclusiones que denunciaba todavía persisten.

El autor describe el barrio Las Cruces, de Bogotá, en donde nació Gaitán; el Museo de Gaitán, en donde a juicio del autor no solo está muerto el caudillo sino todo lo que allí se exhibe, los barrios que se llaman "Gaitán" en distintas zonas del país, e intercala esto con fragmentos de discursos de Gaitán, que gracias a una cuidada selección se leen hoy con absoluta actualidad.


Gaitán vive bajo los puentes
Cristian Valencia (ilustraciones de Daniel Silva Páramo)
Fondo de Cultura Económica, colección Vientos del pueblo
México, 2021
32 páginas
 

lunes, 2 de noviembre de 2020

Cartas a Antonia, de Alfredo Molano Bravo


Alfredo Molano Bravo murió el 31 de octubre de 2019 y dejó huérfanos no sólo a sus cuatro hijos sino también a sus seis nietos. No existe una palabra precisa para describir la orfandad que dejan los abuelos. Técnicamente huérfano es solo el hijo que pierde al padre o a la madre pero para el nieto sin abuelo no hay vocablo. Lo normal (e incluso lo deseable) es que la muerte llegue primero a los abuelos que a los nietos, y por lo tanto ser un nieto desabuelado es una condición natural y frecuente, aunque no por ello menos triste.

El sociólogo, investigador y columnista Alfredo Molano Bravo fue consciente del dolor que su muerte le causaría a su nieta Antonia. Tuvo una conexión especial con ella, desde que nació en 2005, y desde esa época empezó a escribirle cartas en la que con palabras de abuelo, y con voz de las que se usan para contar cuentos antes de dormir, este sabio explica cosas sencillas y útiles: por qué la belleza puede conducir a la vanidad; por qué importan los ríos; por qué la minería a gran escala contamina; por qué nacieron las Farc. En cierta edad los niños preguntan con frecuencia "¿por qué?" para cada cosa que descubren. Estas cartas son respuestas a algunos de esos ¿por qué? Respuestas construidas desde su singular visión del mundo, una visión que como él mismo lo cuenta, le costó caro: "he pagado un alto precio por apartarme de la mirada oficial, la que llaman "políticamente correcta": falsamente objetiva, parcial, aséptica".

Las cartas no tienen fecha (y es una lástima) pero están organizadas por temas: el lector conoce la infancia de Molano, su vida en el colegio, su rebeldía infantil, su conexión con el campo y sus rutinas familiares; luego salta a unas cartas-crónicas en las que títulos como "Simití", "Buenaventura" o "La Guajira" sirven para explicar la historia y la geografía del conflicto en Colombia; y también hay otras desde "Cuba", "Barcelona" o "Ecuador", que ofrecen una perspectiva cosmopolita; después aparecen algunas cartas dedicadas al mundo de los toros y, en el último tercio del libro, cuando la narración viajaba entre ríos, ciénagas y Llanos, súbitamente aparece una tos que se complica, que se convierte en un ahogo y un dolor. Irrumpe el cáncer, que es como decir que irrumpen la vejez o la muerte de manera intempestiva, y entonces ya no es posible soñar el futuro. Como lo describe hermosamente Molano: "los sueños eran proyectos; ahora los proyectos están cortados por una cortina negra". 

Buena parte de los libros de Antonio Molano son la compilación de voces de campesinos, indígenas, negros, deportados, migrantes, víctimas: su técnica, como lo dice en el libro, consistía en escuchar: "Escuchar —perdónenme el tono— es ante todo una actitud humilde que permite poner al otro por delante de mí, o mejor, reconocer que estoy frente al otro. Escuchar es limpiar lo que me distancia del vecino o del afuerano, que es lo mismo que me distancia de mí. El camino, pues, da la vuelta. Escuchar es casi escribir". La novedad que ofrecen las Cartas a Antonia consiste en que en este libro Molano no transcribe las voces de otros: es su propia voz la que hilvana los relatos y por lo tanto es su pensamiento desnudo y humano el que aparece en cada página. 

Molano fue ante todo un cronista y esa condición está presente en buena parte de las cartas-crónicas que aparecen en este volumen. Pero fue también un historiador del conflicto y, en ese sentido, éste es también un libro sobre historia de Colombia. Por sus páginas desfilan Bolívar, Olaya Herrera, Laureano Gómez, Rojas Pinilla y Uribe, entre otros. Se trata entonces de un libro de historia y de crónicas escritas desde el amor y con el talento de un muy buen narrador. El último tercio del libro es el testimonio en primera persona de un hombre lúcido que asiste al derrumbe de su propio cuerpo. En la última entrada, escrita cinco días antes de morir, Molano confía en que se va a recuperar: en que está sometido a un tratamiento curativo y no paliativo. Esa confianza, y a la vez esa impotencia, son una hermosa metáfora de lo que fue su vida: un humanista que soñó siempre con un país más equitativo, a pesar de las evidencias. 

Algunas frases
"Un cuento es un cuento, tiene valor, pero no vida. Una historia es más real" (p. 23).

"Yo soñaba, botaba mis sueños a volar: No me los fabricaban como los fabrica ahora la televisión o la internet, las aplicaciones y los juegos de maquinitas" (p. 33).

"Las frutas maduran poco a poco hasta que cuando el sol las ha hecho dulces, caen al suelo. Si las coges antes y las maduras biches, pierden sus sabores. No vivas más allá de lo que eres" (p. 65).
"La felicidad es un engaño para dominarnos. Pero existen momentos cortos en los que podemos saborear la alegría, la serenidad, la esperanza" (p. 67). 
"Debes saber que eres bella, pero tienes que emprender una lucha tenaz contra la vanidad porque ella te esclaviza, sería tu maldición" (p. 68).

"muchos cubanos se fueron a buscarlos prendidos de un neumático o montados en un par de troncos, y encontraron la libertad de trabajar lavando platos" (p. 70).

"¿reguetón será? y que más que música es un ruido desacompasado, hecho para no sentir" (p. 75).

"(Estados Unidos) es rico también porque han hecho y ganado muchas guerras, que son también buenos negocios, como el que hacen con la guerra en Colombia: nos venden las armas con que nos matamos" (p. 82).

"Hemos sido un país muy rico en oro. ¿Sabes de dónde viene el oro? Según dicen algunos científicos, viene del espacio. Hace millones de millones de años, muy lejos, muy lejos, estalló una estrella en pedazos. Se hizo añicos y esos pedacitos se fueron volviendo polvo y flotando en el espacio como un cardumen de sardinas en el mar. Hasta que nuestro sistema solar atrajo esa nube viajera y la estrelló contra la tierra donde se estaban formando las cordilleras y los mares. Ahí quedó escondido ese polvo vagabundo que tanto codiciamos los seres humanos" (p. 83). 

"Sin tierra un campesino es un desempleado, un vago o un jornalero" (p. 99).

"embrujándolos con la marihuana, que es como fumarse un sueño con pesadilla" (p. 106).

"Muertes de compañeros de cafetería, conocidos que murieron para que nosotros no muriéramos. Pero muchos lo hicieron con el morral al hombro y el fusil en las manos. Muchachos tan generosos como los que después me encontré en las costas del Guayabero, que no les temían ni a la noche oscura ni a los ríos crecidos. Fue cuando comencé a escribir sobre ellos y sobre su gente. Escribí deslumbrado, alucinado. No paraba de escribir sobre un país que no se conocía, y de conocerlo, por supuesto". (p. 115).

"el "checkin", un término en inglés al que debes acostumbrarte porque las invasiones siempre comienzan por los idiomas, y el castellano, el más rico del mundo, está siendo avasallado —como tantas otras cosas— por los "ingleses" de Norteamérica". (p. 118).

"A veces desde el avión, y si hay luna, las noches son bellas. Se siente el silencio del universo" (p. 118).

"Las guerras, lo sabrás algún día, se pierden por el honor de los militares" (p. 119).

"Una de las cosas más bellas del Páramo es el silencio" (p. 125).

"La tierra, mi adorada Antonia, siempre es la causa de las guerras, inclusive —es triste— entre hermanos y entre padres e hijos" (p. 156).

"Manizales es así, Antonia. Hace frío porque queda cerca de un nevado, pero hay niebla porque hay café; las lomas están sembradas de café, hay guadua en las cañadas, y en algunos cerros, todavía manchas de lo que fue selva" (p. 158). 

"El café les deja platica para gastar, pero —lo que es mucho más importante— los hace ser iguales y por eso todos participan en la fiesta" (p. 159).

"El viaje que habíamos fijado para el 13 de febrero comenzó mucho antes, con los sueños" (p. 166). 

"Cada día es más patético el hecho de que la cabeza de los viejos funciona sin darse cuenta de la edad del cuerpo. O se da cuenta cuando el cuerpo se lo recuerda de manera bastante brusca, por lo demás" (p. 185).

"Cuando la gente se deja mamar gallo, y a su vez, mama gallo, todo está hecho" (p. 186).

"La incertidumbre es la condición del purgatorio" (p. 215).

"De día, aunque los miedos rondan, la rutina y la luz, la compañía reduce los miedos, los hace ver menos inminentes. Pero la noche es de los fantasmas" (p. 216).

"Una enfermedad como esta, de pronóstico tan esquivo, cierra el horizonte. Todo queda congelado en la indefinición, en la incertidumbre, en la oscilación. No puedo pensar más allá. Quizá pueda soñar, pero antes los sueños eran proyectos; ahora los proyectos están cortados por una cortina negra". (p. 217).

"Volví a pensar en los libros que me falta leer" (p. 225).

"pero frente al abanico de riesgos, necesito entregarme al destino sin resistir; es decir, sin llantos ni lamentos. No es fácil, porque uno busca despertar piedad a ver si por ahí se le encuentra el vado al río. Entregarse es no buscar protección" (p. 228).

"¿Cuántos viajes he dejado de hacer? ¿cuántas tierras desconocidas quedarán enterradas conmigo? ¿Cuántos libros en los que han formado mi tiempo he dejado de leer? (p. 229).

"El tiempo de la anestesia es un tiempo que queda faltando, que alguna conciencia echa de menos" (p 233).

"El miedo. El miedo a la muerte, claro está. No hay otro miedo" (p. 245).

"Al miedo, le decía yo a Antonia, hay que mirarle la cara" (p. 245).

"Para conocer, señor, hay que andar" (p. 301).

"Oír las voces de las gentes no fue suficiente. Para no usurparlas, había que escribirlas en el mismo tono y el mismo lenguaje en que habían sido escuchadas". (p. 301).

"Escuchar —perdónenme el tono— es ante todo una actitud humilde que permite poner al otro por delante de mí, o mejor, reconocer que estoy frente al otro. Escuchar es limpiar lo que me distancia del vecino o del afuerano, que es lo mismo que me distancia de mí. El camino, pues, da la vuelta. Escuchar es casi escribir" (p. 302).

"Se tiene miedo de escribir porque se tiene miedo de escuchar; porque se tiene miedo de vivir" (p. 302).

"Escuchar y escribir son actos gemelos que conducen a la creación" (p. 303).

"Crear es, al fin y al cabo, un acto ético" (p. 303).

"La dificultad comienza cuando el que trata de escribir no oye porque está aturdido de juicios y prejuicios, que son justamente la materia que debe ser borrada para llegar al hueso. Mi oficio de escribir se reduce a editar voces que han sido distorsionadas, falsificadas, ignoradas" (p. 307).

"He pagado un alto precio por apartarme de la mirada oficial, la que llaman "políticamente correcta": falsamente objetiva, parcial, aséptica" (p. 307).


Cartas a Antonia
Alfredo Molano Bravo
Editorial Aguilar
Bogotá
Agosto de 2020
312 páginas


jueves, 22 de febrero de 2018

Crónicas sobre el Grupo de Barranquilla, de Alfonso Fuenmayor


Haciendo gala de una prosa deliciosa, exquisita, con dosis de humor y muchas anécdotas, Alfonso Fuenmayor presenta en este libro una compilación de 13 textos que orbitan alrededor del Grupo de Barranquilla, que conformaron Alejandro Obregón, Gabriel García Márquez, Germán Vargas Cantillo y el autor, entre otros.

Las crónicas de Alfonso Fuenmayor se construyen por lo general en torno a un personaje: El pintor Alejandro Obregón, el poeta León Felipe, el pintor Orlando Mejía "Figurita, Julio Mario Santodomingo, Alvaro Cepeda Samudio...

No se trata de un texto analítico que ofrezca crítica literaria o artística. Tampoco es una reconstrucción histórica. Se trata más bien de un anecdotario rico en detalles, y escrito con un lenguaje cuidado, elaborado, que obliga cada tanto a consultar el diccionario sin que por ello el texto resulte pedante.

Una pequeña joya que da pistas para entender por qué desde un pequeño lugar en Barranquilla un grupo, unido por la amistad, logró remover los cimientos más profundos de la literatura y la pintura en Colombia.


Algunas frases
El grupo empezó a formarse allá en mil novecientos cuarenta y tantos. Latente y subrepticio, el grupo "funcionaba" teniendo como cabezas cimeras a Ramón Vinyes y a José Félix Fuenmayor.

Alvaro Cepeda Samudio lo declaró sin tapujo y sin ambages: "Todos provenimos del viejo Fuenmayor".

Eran, entre otros autores, Cortázar -que para el grupo se inició con Los Reyes-, Felisberto Hernández, Borges, Kafka, Joyce, Virginia Woolf, Neruda, Sartre, Camus, Hemingway, Saroyan, Caldwell.

aquella frase del doctor Johnson, según la cual "nada mejor ha inventado el hombre para su felicidad que una buena taberna".

Para entonces la vulgaridad del plástico no había invadido este rincón del planeta.

¿te das cuenta de que esto de la felicidad es un cuento chino y que si existe dura poco?

Lo que seguirá sucediendo, si es que no se legisla a nivel universal como lo ha pedido Gabito, en el sentido de que se prohiban las metáforas y se castigue su uso hasta con la pena de muerte. "Una sanción más bien leve, comentaba el padre del Patriarca, para un delito tan atroz".

Los párrafos eran reiterativos, tautológicos. En fin, la materia prima con que están hechos los boleros. 

(Sobre Plinio Apuleyo Mendoza): Las orejas mostraban una cierta tendencia a separarse del sitio que ocupaban y parecían, como dijo un observador, que quisieran captar todos los sonidos del universo y hasta la pitagórica música de las esferas.

Los cartageneros se distinguen de la demás gente porque parecen desplazarse con un halo.


Crónicas sobre el Grupo de Barranquilla
Alfonso Fuenmayor
Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura
Bogotá, 1981
210 páginas

lunes, 3 de junio de 2013

Dignidad campesina, de Alfredo Molano



Les comparto una escueta reseña que publiqué el domingo 2 de junio del 2013 sobre este libro de Alfredo Molano.
---
El hervor del acuerdo agrario entre el Gobierno y las Farc parece una excusa para leer Dignidad campesina, el libro más reciente del sociólogo y periodista Alfredo Molano Bravo, quien, a propósito, intervino recientemente en un foro sobre el proceso de paz que organizó la Universidad de Caldas en Manizales. Se trata de un compendio de siete crónicas publicadas en El Espectador en las que prevalece la idea de que “el origen del problema -siempre tapado a bala- es la tierra”, como escribía en una columna de mayo del 2010.


Cada caso (el Macizo colombiano, Marmato, Caramanta, El Catatumbo, Simití, El Garzal y Rubiales) con sus particularidades, es la evidencia de un conjunto de situaciones: primero, de los conflictos que generan los macroproyectos que involucran el uso de recursos naturales y territorios tradicionalmente poblados por trabajadores de la tierra. Segundo, que el modelo de desarrollo que han adoptado invariablemente nuestros gobiernos, con lo que ello implica (leyes y formas de entender el territorio), es el terreno más cómodo para que se muevan las empresas que ejecutan dichos macroproyectos. Tercero, que tristemente, aunque no en todos los casos, las sangrientas incursiones de los grupos armados ilegales, particularmente de los paramilitares, han precedido la instalación expedita de aquellas empresas.


Molano logra esto al esculcar en la historia, recurso necesario sin el cual los campesinos que andan en plan de resistencia quedarían como meros facinerosos que se oponen al progreso, y no como los herederos de una tradición laboral y cultural que se exponen al desarraigo sin mayores garantías.


Como periodista, por otra parte, mantiene el método que privilegia la voz de aquellos con quienes se topa en sus caminatas, los mismos que sufren las arremetidas de los violentos, las arbitrariedades de las autoridades y los sinsentidos de la ley. Eso también lo lleva a abordar el paisaje –usando el término de una forma amplia– con una mirada particular que le da vida a su característico tono. Esto escribe sobre Marmato:

“Por el centro del pueblo corre un fluido de barro espeso y gris, producto de la cianuración del material aurífero que, envenenado, desemboca en el río Cauca. A la salida hacia Marmato está ubicada la sede de la compañía Medoro Resources: planta de beneficio, presa de colas, depósito de estériles, laguna de almacenamiento de aguas, depósito de suelos, talleres, piscinas deportivas, edificaciones administrativas, casinos, campamentos de obreros y residencias de técnicos. Un clásico enclave cercado, enmallado y protegido por guardias armados y perros embozalados”.


Dignidad campesina, volviendo al comienzo, es un libro interesante para entender por qué la relevancia de haber llegado a un acuerdo agrario, pero también es la muestra de que los cambios que se vienen, si son serios y se implementan con rigor, enfrentarán una fuerte resistencia, ya no de los campesinos, sino de quienes a punta de bala e injusticias se han abierto espacio en territorios que no les pertenecen.



Alfredo Molano Bravo
Dignidad campesina. Entre la realidad y la esperanza.
Editorial Ícono
104 páginas
2013