Del 16 al 21 de febrero de 2000 los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia mataron a 105 personas en El Salado y las veredas aledañas, en el departamento de Bolívar. Luego de la masacre hubo un masivo desplazamiento forzado y quienes años después regresaron al pueblo narraron que las casas, cancha y en general las construcciones estaban cubiertas de vegetación.
La antropóloga Eliana Hernández leyó el informe que sobre esta masacre publicó en 2009 el Centro de Memoria Histórica. Con base en esa información y con la imagen de la vegetación cubriendo el espacio que habitó la muerte construyó el poema "La mata", en el que las voces de dos campesinos, Pablo y Ester, se unen a otras voces, como los investigadores y los testigos para contar desde múltiples ángulos y detalles el horror que allí se vivió.
El resultado es un libro hermoso y doloroso: un largo poema con ecos de coro griego en donde la vida cotidiana empieza a abrirse lentamente para darle paso a la tragedia. El mundo particular de Pablo y Ester se enrarece con un helicóptero del que caen volantes que dicen "Cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan este año porque no van a disfrutar más". Pablo Rodríguez, líder de la junta de acción comunal, sale de su casa para enterrar una caja con escrituras que prueban que es el dueño del terreno. Otras voces dicen "salgan, partida de guerrilleros, que todo el mundo se muere hoy" y así, narrando en diagonal, sin describir los vejámenes sino sus ecos, el poema acerca a una de las peores masacres cometidas en la historia de Colombia.
Además del poema, el libro es hermoso como artefacto. Los dibujos de María Isabel Rueda funcionan como esos cuadernos artefacto de colegio en los que el paso rápido de las páginas permite crear la ilusión de movimiento a partir de múltiples imágenes con variaciones. La mata que dibuja María Isabel Rueda empieza como algo pequeño, unas cuantas hojas sobre lo que parece una casa, y a medida que avanza el poema la mata crece y crece hasta abarcar toda la página. Una simbiosis perfecta entre el poema y la imagen, en donde al final, se ofrece algo de esperanza: "para quienes volvieron: un manojo de flores de totumo", dice la autora al inicio de los últimos versos, en donde la fuerza de la naturaleza se ofrece como una posibilidad de vida después de la muerte.
Algunas frases
El miedo se acomoda
como un gato en la garganta,
mejor hacer con ellos una bola,
tirarla al monte enfurecido (p. 19).
Me lo hicieron con un cuchillo, dice la mujer
y señala una marca en el brazo.
También me hicieron cosas peores
que no puedo decir (p. 29).
Mejor no pensar. Mejor
enumerar las cosas que le gusta hacer:
echarle maíz a los pollos
podar el jardín
meter las manos
en la leche
fresca para el queso (p. 33).
Cuando caen los cuerpos en la cancha,
elegidos al azar
quedan en las casas los patios,
las cocinas, las sábanas extendidas
recibiendo aún
la tibieza del sol (p. 49).
En sus huesos,
en sus últimas formas palpables,
se condensan hasta extinguirse
lo que alguna vez fueron:
lunares, masas,
luego humus, tierra, simple tejido
que con el peso de los días
se vuelve poco a poco
una capa de tierra transparente (p. 57).
La mata
Eliana Hernández (poema) y María Isabel Rueda (Ilustraciones)
Laguna Libros
Bogotá, septiembre de 2020
96 páginas
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