martes, 23 de mayo de 2023

La inverosímil muerte de Hércules Pretorius, de Humberto de la Calle Lombana

La inverosímil muerte de Hércules Pretorius es una novela dividida en dos partes, cada una con varios capítulos organizados de manera no cronológica, que cuentan fragmentos de la vida y muerte de Hércules, un joven manizaleño, estudiante de derecho en la U. de Caldas, que se enrola en el M-19 y muere en la fallida Operación Calarcá, que desembarcó a un grupo de guerrilleros en el Chocó con el fin de atravesar ese departamento hasta el sur y crear un foco guerrillero entre Antioquia y Risaralda.

La operación fue real y fracasó, como lo narró Darío Villamizar en "Crónica de una guerrilla perdida". Con ese trasfondo histórico Humberto de La Calle Lombana teje una novela que transita por las calles de Manizales de los años 70, con el Teatro Olympia, el Cumanday, la 23, la Universidad de Caldas, la Avenida Paralela, y Bellas Artes de Chipre. Esa geografía la salpimienta con tangos y música popular, para presentar a Hércules Pretorius, a su familia, sus dudas por la lucha armada y todo el discurso ideologizado y mamerto de las universidades públicas de su tiempo.


El comienzo de la novela se parece un poco al de Crónica de una muerte anunciada: en la primera página el autor exhibe al muerto y el libro consiste en contar qué lo llevó a llegar hasta ahí. En el caso de Humberto de la Calle, si bien Hércules a veces aparece brumoso, como un personaje incorpóreo, quizás porque tiene poca voz en el relato, el resultado final es el de una novela que documenta de paso una época de Manizales y también de la guerrilla, y por eso, aunque sea ficción, resultan valiosos los apartes en los que se refiere a Bernardo Jaramillo Ossa y a Iván Roberto Duque, alias Ernesto Baez.


Algunos subrayados
Aquí, como en Marmato o en Aranzazu, los genes de los europeos que vinieron sedientos de oro dejaron su huella genética. Rubias, ojos verdes o azules, tez blanca casi transparente, nalgas planas y una figura envuelta en una cierta aura como la que ostentaban las pinturas de la Virgen María delineadas por pintores flamencos (p. 27).

¿Y es que usted se piensa casar con esa negrita? (p. 29).

"La ley inderogable de la antropología es que las gallinas de arriba se cagan siempre en las de abajo" (p. 29).

Los apellidos de pro, la alcurnia, habían sido repartidos al igual que las tierras en la ciudad recién fundada. Todos eran arrieros antioqueños. Todos vestían las mismas alpargatas, los driles sucios en la bota, el machete al cinto y el zurriago para conducir el ganado. Pero los que recibieron tierra, sobre todo en los alrededores del proyectado pueblo, eran precisamente los Jaramillo, los Arango, los Gutiérrez; los privilegiados, los socios del club, losn ovios en matrimonios endogámicos que se transmitían no solo sus bienes, mediante cuantiosas herencias, sino también, y era el mayor tesoro, la imborrable alcurina. Imborrable porque, aunque las generaciones futuras cayeran en la desgracia económica, su nobleza estaría eternamente a salvo (p. 31)

Justicia social, vaya y venga, pero esos cabrones comunistas ni siquerda dejan que uno piense (p. 34). 

La mayoría está alienada. Lo que quieren es sacar su cartón y trabajar en una transnacional. No hay conciencia, ni siquiera entre los proletarios. Nosotros somos la avanzada, hermano. Nosotros tenemos que pensar por ellos. Las universidades son agencias de empleo, fábricas que producen patentes de corso para explotar y vender supuestos conocimientos. Pero son conocimientos a destajo, una mascarada al servicio de quienes se adueñaron de los medios de producción (p. 51). 

"Las ideas duran hasta el año entrante" (p. 70)

¿No te parece raro que los de la marina sean casi todos del interior? ni un costeño. Mejor, eso sí (p. 73).

¿no te das cuenta de que todo lo que dijo sobre la alienación se aplica al automatismo del partido? ¿No ves que la peor de toda las alienaciones es la dictadura del proletariado, como nos la han enseñado en Moscú? (p. 84). 

Decime una cosa, compañero. ¿Esa guerrilla que combate en el sur contra la oligarquía busca llenar los pulmones de aire nuevo, o solo quiere cambiar una tiranía por otra? (p. 85) 

en la soledad de las viejas silletas de la galería superior del Teatro Olympia, habitadas solo por dos o tres parejas con ansias de novillerps en la función de la una de la tarde (p. 85). 

La injusticia es un lago. Tiene entrada y salida. Cada litro de injusticia que sacás por un lado, se ve reemplazado por diez litros que ingresan por el otro. La represa siempre se está llenando. Hay que dinamitar el nacimiento del río de la injusticia (p. 89). 

Iván Roberto Duque, con la inaudita capacidad de prolongar sus discursos por tiempo indefinido (p. 99). (...) Duque se regodeaba en el panegírico de la violencia (p. 99). Sólo Iván Roberto moriría agradeciendo la clemencia del infarto del miocardio (p. 100). 

...paradoja desconcertante, más adelante acudiera al nombre de Ernesto Guevara de la Serna, para adaptarlo como nombre de guerra en su batalla anticomunista. Ernesto Báez de la Serna. Del mismo modo que, nacido en una población de mayoría conservadora, Aguadas, creyera que su primer grito de rebeldía era ingresar al Partido Liberal, en cuyo nombre desempeñó cargos públicos y desarrolló actividad política. Partido Liberal como hogar ideológico de su ferocidad contra la izquierda (p. 102).

Doble cero dijo que las masacres eran necesarias porque la guerra se gana en el cerebro de la gente. En esa zona del cerebro donde se anida el miedo (p. 110).

La revista Alternativa, unos riquitos del nortede Bogotá, a quienes les dio la ventolera por hacerle propaganda a la izquierda (p. 148). 

El primero producto de exportación de Cuba es la diplomacia (p. 149).

Santander, que le venía ganando a Bolívar en la opinión pública de la primera mitad del siglo XX, había caído en desgracia porque la izquierda terminó detestando la legalidad burguesa (p. 150). 

Como siempre en Colombia, todo es grave, pero nada es serio (p. 167).

Los votos blancos estarán cada vez más confinados en las montañas andinas (p. 178). 

prohibida la felicidad. La felicidad era una traición al muerto, o a sí mismo, cuando él era la víctima (p. 204). 



La inverosímil muerte de Hércules Pretorius
Humberto de la Calle Lombana
Penguin Random House, ediciones B
Bogotá,
abril de 2023
215 páginas

No hay comentarios:

Publicar un comentario