En la colección de 100 títulos de Literatura Colombiana, compilada y publicada por Daniel Samper Ortega entre 1926 y 1937, el volumen 11 consiste en una selección de "varias cuentistas colombianas". Este volumen se complementa con el 89, titulado "las mejores poetisas colombianas". Los restantes 98 títulos de la colección se dedican a la literatura escrita por hombres.
El libro que reune a las cuentistas consiste en la selección de 17 cuentos de 15 escritoras (hay dos de Josefa Acevedo de Gómez y dos de María Cárdenas Roa, quien firmaba como Luz Stella). Según Samper "en el presente volumen hemos querido reunir lo que a nuestro juicio representa mejor la mentalidad femenina colombiana expresada en prosa" y explica que el criterio de selección tuvo en cuenta que hubiese escritoras de distintas zonas del país.
Los cuentos incluidos en el volumen son:
Josefa Acevedo de Gómez: "Mis recuerdos de Tibacuy" y "El amor conyugal".
Mercedes Párraga de Quijano: "Aurora".
Waldina Dávila de Ponce: "Mis próceres".
Soledad Acosta de Samper: "Luz y sombra".
Eufemia Cabrera de Borda: "Un caballero español".
Priscila Herrera de Núñez: "Un asilo en la Goajira.
Herminia Gómez Jaime de Abadía: "Bajo la bandera".
Concepción Jiménez de Araújo: "Tres deseos".
Ester Flórez Alvarez de Sánchez Ramírez: "Confidencias".
Julia Jimeno de Pertuz: "Fe infantil".
Sofía Ospina de Navarro: "Oyendo a un paisa".
Blanca Isaza de Jaramillo Meza: "Emociones infantiles".
María Cárdenas Roa (Luz Stella): "F.C. Tolima-Huila" y "De la vida".
María Castello: "La tragedia del hombre que oía pensar".
Cleonice Nannetti (Ecco Nelly): "Garoso".
El prólogo consiste en un breve comentario biográfico de cada una de las autoras incluidas en la selección y al final trae una lista de 150 nombres de escritoras colombianas "tomada del estudio que publicó D. Jorge Wills Pradilla en el número 7127 de El Espectador".
Los textos más antiguos son los de Josefa Acevedo de Gómez. Se trata de relatos que parecen crónicas y textos de "no ficción", al igual que Mis próceres, de Waldina Dávila de Ponce. En contraste, Aurora, de Mercedes Párraga de Quijano, Luz y sombra, de Soledad Acosta de Samper y Confidencias, de Ester Flórez Álvarez de Sánchez, se ocupan de historias románticas en las que el amor frustrado es protagonista. Es interesante el relato Un asilo en la Goajira, de Priscila Herrera, con un contexto histórico claro, y más interesante aún el fuerte anti-peruanismo que se respira en Bajo la bandera, de Herminia Gómez Jaime de Abadía. Los textos Fe infantil, Emociones infantiles y Garoso, tienen como protagonistas a niños (el de Blanca Isaza está más cerca de la crónica o la memoria que de la ficción), y tanto en el texto de Blanca Isaza como en el de Sofía Ospina de Navarro hay una consciencia de lenguaje y de poner por escrito el habla oral paisa. La joya del libro puede ser "La tragedia del hombre que oía pensar", de la bogotana María Castello, relato precursor de la ciencia ficción en Colombia.
Algunos apartes:
Los sectores literarios que nuestras mujeres han cultivado no son abundantes: aparte del místico, en que solamente descuella la madre Castillo (y en el cual se ensayó
después doña Silveria Espinosa de Rendón), y del histórico, donde son notables las señoras Gaibrois de Ballesteros
y Acosta de Samper, apenas si han cultivado el cuento y la
poesía y, en menor escala, el periodismo; con excepción de doña Manuela Sanz de Santamaría de Manrique, que
cultivó las ciencias naturales, y doña Josefa Acevedo de
Gómez, que también espigó en el campo de la historia y
en el costumbrismo (p. 5).
De las modernas, son sin duda las antioqueñas las
más interesantes; y aunque no todas quepan en la presente selección, y hayamos de limitarnos a doña Sofía Ospina
de Navarro y doña Blanca Isaza de Jaramillo Meza, como
a dos de las más caracterizadas, no por ello podemos olvidar que en la privilegiada región en donde vio la luz Tomás
Carrasquilla, alentaron y alientan otras buenas cultivadoras de las letras, como Uva Jaramillo Gaitán, Ester Arango,
Lorenza de Cock y Amelia Uribe (p. 6).
temían, además, el calificativo de bachilleras, pues el ambiente de la colonia se prolongó en muchos de sus aspectos hasta bien mediado el siglo, y era muy colonial la idea de que a la mujer le bastaba con saber coser y cocer para su recorrido en este "valle de lágrimas" (p. 12).
Varias cuentistas colombianas
Daniel Samper Ortega (selección y prólogo)
Editorial Minerva
Bogotá, 1936
242 páginas
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