domingo, 18 de octubre de 2020

La sombra de mi padre, de Martín Franco Vélez

Es difícil juzgar un libro que transcurre en la ciudad que uno habita y en la misma época que uno ha vivido. Hay demasiados referentes personales que complementan la lectura, pero entonces uno como lector carece de la distancia necesaria para comprender cómo puede ser recibida la obra en lectores que no tienen el mismo contexto. El escritor dice "Palermo" y yo entiendo a qué se refiere, porque es el barrio en el que vivo, pero quizás un lector de otra ciudad necesita más pistas para ubicar el estrato y la arquitectura.

Pienso en esto a propósito de "La sombra de mi padre", de Marín Franco Vélez, un autor al que conozco y aprecio, y por esa relación supe de algunos pasajes de su vida, que aparecen en este libro,  pero llegué a ellos por su voz antes que por su escritura.

La sombra de mi padre es un testimonio personal, de no ficción, con referentes de actualidad, escrito desde una primerísima primera persona y también desde el dolor, la rabia, la frustración y el amor. Está dividido en tres partes, cada una con varios capítulos: en la primera Martín aborda la relación difícil que tiene con su papá, Jorge; en la segunda la relación de admiración y cariño que tiene con su abuelo Emilio, y en la tercera el cambio de vida que significa la llegada de su hijo, que también se llama Emilio.

En estos tres bloques la primera sombra que se advierte no es la del padre, el abuelo o el hijo. Es la sombra de la mamá, la abuela, la esposa, las tías, que aparecen como espectros. Es una historia sobre hombres, narrada por un hombre, desde la perspectiva masculina.

La sombra de mi padre es, sobre todo, una larga carta de amor: es un texto en el que Martín explora las huellas del amor que le tuvo a su padre en la infancia, la forma en la que ese amor se transformó durante la juventud, el distanciamiento, las peleas, los conflictos familiares, y la forma en la que ya en la madurez del padre, y con el autor convertido en papá, ese amor se decanta para fortalecerse desde el respeto por la mutua aceptación de las diferencias que los separan. 

El libro es un testimonio sobre una familia de clase media-alta de Manizales. Habla de suicidio, alcoholismo, homofobia, depresión, desempleo, arribismo, machismo y patriarcado. "Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera", dice León Tolstoi al comienzo de Ana Karenina. Las familias guardan secretos infelices que normalmente permanecen en la sombra y esos secretos construyen singularidades. Poner luz sobre esas sombras a veces resulta revelador: las familias infelices también pueden parecerse y, a veces, lo que se juzga con severidad y se cataloga como infelicidad, varía cuando se mira desde otra perspectiva.



Algunas frases
"...esa ciudad parroquial de cuestas empinadas y días muertos no era la maravilla que había creído. Que la sociedad en que crecí resultaba de una pacatería irremediable, y que al final la gente vivía más preocupada por lo que dijeran de ellos que por ocuparse de sus propios asuntos" (p. 16).

"...acabé yéndome de Manizales hace casi dos décadas: porque hacía parte de esa sociedad de apariencias y charlas de pasillo que no me permitía ver lo que había al otro lado, la realidad que se cocinaba en esos barrios que iban más allá de Palermo" (p. 22).

"Pocas cosas son tan implacables como el juicio de un hijo" (p. 24).

"... las palabras (esas mismas que estoy escribiendo ahora) nos hacen prisioneros. No podemos escapar de ellas; una vez puestas en el papel, no queda lugar donde escondernos" (p. 27).

"... él siempre ha estado convencido de que aprender a tomar es uno de los ritos más importantes para volverse hombre" (p. 27).

"El trago estaba presente, siempre, en todas las reuniones familiares; en la finca, los fines de semana, se nos volvió una costumbre ineludible destapar una botella antes del almuerzo y por eso a las dos o dos y media de la tarde mi madre nunca dejó servir más tarde, estábamos casi siempre borrachos" (p. 28).

"siempre quedará algo de nosotros en los sitios donde ha transcurrido parte de nuestra vida" (p. 31).

"Tener un hijo ahora lo entiendo es poner a prueba la paciencia de manera constante. Tener un hijo es pasar del amor más grande a la rabia intensa en cuestión de segundos (p. 41).

"Tendrían que pasar varios años para que regresara a consulta y entendiera que a veces no podemos solos; que las batallas diarias nos van agotando y que en ocasiones el río interior de nuestros problemas se crece y nos desborda" (p. 43).

"Me gustaba tomar mucho, y lo hacía cada que podía porque en Manizales eso nunca estuvo mal visto; al contrario: el que más bebía era un berraco y se ganaba la admiración del resto. Y nosotros bebíamos siempre: en las fincas, en la calle, en las casas, en los bares" (p. 45).

"Eso hacen los libros, después de todo: hablarnos como si no hubiera nadie más en el mundo para decirnos que no estamos solos, que a muchos también les ha pasado lo mismo alguna vez" (p.63).

"hace lo que hacemos todos: adornamos las historias vividas con detalles y matices que no existieron, o sucedieron de un modo más anodino, para que se tornen interesantes, únicas, dignas de ser contadas" (p. 78).

"escribir la propia vida era algo valiente, aunque no entendía muy bien para qué hacerlo. Hoy lo sé, o al menos en el caso de Emilio: para que la existencia no se nos vaya entre las manos y quede algo, cualquier cosa, para los demás. Vivimos mientras estamos en la mente de los que nos amaron; luego nos vamos del todo" (p. 89).

"Las relaciones entre padres e hijos solo requieren de tiempo para enfriarse" (p. 89).

"lo despreciable que me resulta ahora esa clase alta en la que crecí, en su profunda falta de empatía y en lo mucho que se esmera por preservar a cualquier precio esos privilegios que ha tenido durante años, o siglos, sin preocuparse nada más que en seguir alimentando su codicia" (p. 106).

"Todos pasamos por el tribunal de los hijos, quienes rara vez nos absuelven. Somos implacables como hijos y esperamos benevolencia como padres" (p. 117).

"Una de las cosas más duras de la muerte, además de despedir a un ser querido, es que nos da una bofetada de realidad: eso seremos todos, en algún momento" (p. 128).

La sombra de mi padre
Martín Franco Vélez
Editorial Planeta,
Bogotá, septiembre de 2020
135 páginas



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