Leonardo Valencia es un escritor ecuatoriano consagrado, con varios libros de novela y ensayo publicados, además de un volumen de cuentos, "La luna nómada", que aunque fue su primera obra publicada sigue en construcción. El autor además fue profesor de escritura creativa durante varios años en Barcelona, y ahora ejerce la misma labor docente en Quito.
El desterrado fue su primera novela. Publicada en el año 2000, esta ópera prima de Leonardo Valencia ya muestra la maestría del autor en el cuidado del lenguaje y en la construcción de una estructura narrativa elíptica, con una buena cantidad de personajes y un manejo temporal en el que el narrador va y viene entre el pasado y el futuro.
La destreza narradora se siente desde la primera oración de la novela: "El Viejo Elefante cumplía cada semana con el mismo ritual. Llegaba el jueves a media tarde y se anunciaba desde las escaleras con las tres notas de su paso: el taconeo de los zapatos y la tilde del bastón".
Nebbiolo Bentornato es "El Viejo Elefante" un personaje amigo de la familia Dalbono. Es él el hilo conductor a partir del cual se narra la historia del padre Domiziano, su esposa Sabina, sus hijos Orlando y Carlo y las esposas e hijos de estos. Se trata de una novela sobre una saga familiar, con Orlando como protagonista, aunque se trata de un protagonista que durante toda la novela sólo pronuncia una palabra ("sí") y que toma fuerza cuando ya ha transcurrido al menos un tercio de la novela, porque la primera parte se centra sobre todo en los padres de Orlando.
Es entonces una novela sobre una constelación familiar, pero es mucho más que eso: es un retrato sobre cómo se vivió en Italia el nacimiento del fascismo y el fortalecimiento de las camisas negras, y sobre cómo estos hechos políticos afectaron las vidas cotidianas de personas que no tenían militancia política. Es entonces una novela sobre el miedo, sobre el enrarecimiento de la vida, contada a partir de sutiles detalles de la vida de barrio.
Para quien no la haya leído y vaya a acercarse a este libro, recomiendo un ejercicio similar al que vale la pena hacer cuando se lee Cien años de soledad: escribir los nombres y construir el árbol genealógico correspondiente. En El desterrado no hay tantos nombres como en la novela de Gabo, pero a veces por la forma de la narración el hilo puede confundirse.
El autor ha sido pintor y Audry, uno de los personajes de la novela, también pinta. En algún momento ella mancha un cuadro. Lo pinta en exceso y lo daña. Quizás algo así pasa también con El desterrado: una gran novela que pudo terminar unas páginas antes, o que tiene un final que a mi modo de ver no le hace justicia a la tensión que se vive en buena parte del libro.
Algunas frases:
"Nuestro lenguaje es un desorden encubierto por una serie de convenciones" (p. 27).
"El sol simplemente no se mueve alrededor de nosotros. Nuestro lenguaje no ha asimilado esa revelación. El caos está en nuestro lenguaje" (p. 30).
"Que aprendan riendo, doctor Milvio. ¿Cuál es el problema? Si de paso ríen y disfrutan aprendiendo, ¿qué tiene de malo que nos ríamos todos...?" (p. 37).
"Si les da usted la libertad de reírse a cada momento, van a relativizar la importancia de lo que les está enseñando" (p. 37)-
"Está escrito: las reinas no pueden elegir lo que les manda su corazón. Y el corazón les manda rendirse ante quienes las tratan como tales" (p. 44).
"Cuando vio el primer elefante de su vida, sopesó las proporciones y dijo que era un toro rechoncho de cuernos caídos" (p. 50).
"Nunca te detengas mucho donde te fulminó la suerte" (p. 83).
"Esa organización perfecta lo fascinaba. La clandestinidad era su encargo. Si él estaba así, cuántos más no andarían por las calles de la misma manera. Al descubrir esa posibilidad se sorprendió mirando a un costado y a otro. A él también podrían estarlo vigilando otros desconocidos, aunque no tuvieran ningún distintivo" (p. 108).
"Las proporciones de lo que aparece en una obra no son reales, aunque el conjunto sea impactante y creíble. En una fotografía, en cambio, aparecen las proporciones reales. La distorsión que puedes lograr es mínima. Y sólo tienen el blanco y el negro. No saben nada de color" (p. 128).
"Los compradores eran amigos de su familia, familiares de sus amigos, conocidos de los académicos, y muchos de los pintores terminaban también siendo galeristas. Un laberinto en el que se sentía encerrada. Lo peor era ser considerada tan poco, al menos hasta que se casara con alguno de los grandes compradores de pintura" (p. 136).
"Es como si el mundo fuera un gran colegio. Debes seguir la corriente, si no, te expulsan" (p. 190).
"Como si supiera que el amor tiene apenas una oportunidad para desatar su epicentro" (p. 240).
"Los hombres deben dar vueltas durante toda su vida, detenerse muy poco en el descanso de una alegría ocasional y luego retomar camino para concluir en su propia desgracia" (p. 267).
"Como todo burócrata, vestían impecables. Sin una sola arruga, pero sin imaginación" (p. 284).
"Las mujeres saben morir con más dignidad" (p. 307).
"Era el simple ciclo interior que se perfila en cada ser humano en un momento de su vida y le pide a gritos el ritmo de otra tierra, de un paisaje diferente, de grupos inusitados de seres humanos que le permitan creer en otras posibilidades, para las que no ha sido diseñada ninguna habitación en la casa que lo ha visto nacer, y en la que siempre se ha sentido a solas" (p. 362).
El desterrado
Leonardo Valencia
Penguin Random House-Punto de lectura
2013
Bogotá
377 páginas
Diario de lectura. Leemos libros, subrayamos libros, comentamos libros.
martes, 18 de agosto de 2020
El desterrado, de Leonardo Valencia
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Escritora, columnista, periodista, abogada. Docente en la Universidad de Manizales. Doctora en literatura de la UTP y magister en estudios políticos de la Javeriana. Autora de la novela "El oído miope", el libro de cuentos "El lugar de todos los muertos" y el libro infantil "Sakas".
En Twitter: @adrivillegas.
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