Y escojo esos dos últimos títulos colombianos a propósito, porque me llama la atención la necesidad de narrar sin ficción y con apego a la realidad los hechos más íntimos y dolorosos que ocurren al interior de las familias. Es posible imaginar e inventar lo que ocurre dentro de los hogares ajenos, pero hacer ficción con la materia prima de nuestra vida y la relación con los parientes más cercanos resulta difícil. O innecesario: Ya lo dijo Tolstoi en la primera línea de Ana Karenina: "Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada".
La desgracia que narra Paola Guevara, es común a miles de personas: Creció sin saber quién era su papá. Sus abuelos maternos la acogieron como hija, se hicieron cargo de ella, le dieron su apellido, y su mamá la trataba como una hermana menor. Sin embargo en su vida siempre estuvo el anhelo de construir una relación con su papá. La madre, el personaje más interesante del libro, le dice que su papá es un señor que se fue a España y jamás volvió, hasta que un día, cuando Paola ya tiene 30 años, está casada y tiene un hijo, recibe en su trabajo un mensaje de texto en el que su mamá le anuncia que la va a llamar Fernando Lince, su verdadero papá. La relación que nace y crece entre los dos constituye el resto del libro.
Alma, la mamá de Paola, es un personaje apenas marginal. Sin embargo digo me parece interesante porque en una sociedad que ha idealizado la maternidad, encontrar una madre arpía es un bombón literario, aunque como ser humano pueda ser una pesadilla. Una mamá que no quiere que le digan así, que no quiere besar a sus hijos ni ejercer como tal tiene que tener motivaciones que pueden ir desde el embarazo juvenil hasta el desequilibrio mental, o ambas. Sin embargo, esta veta poco se explora en el libro, por razones que quizás pueden ser extraliterarias: La hija no quiere a su mamá y por lo tanto no quiere escribir sobre ella.
El relato es un drama que se cuenta sin humor. Es una tragedia cotidiana, íntima, clara, que se lee de una sola sentada porque la prosa obliga a avanzar. Una historia frenética que se centra entonces en Paola y Fernando: Las carencias de ella y las aventuras de él, un piloto sobreviviente de un accidente aéreo. Se trata no sólo de un elogio al padre sino además de una reivindicación de la figura paterna. El libro es sobre todo un grito para señalar que no es cierto que los hijos puedan crecer tranquilos cuando los papás no están cerca.
El texto ocurre en Cali aunque dudo que los lectores que estamos poco familiarizados con la ciudad logremos construir una imagen mental del espacio literario. Varios de los personajes, como el esposo, las tías y otros, aparecen también tan fantasmagóricos como la ciudad. El énfasis está en lo que Paola piensa, dice, hace, teme. Si se trata de ponerle apellidos, sería no sólo una novela de no ficción sino además una novela psicológica: su mente es el principal espacio en el que ocurre la historia, que termina siendo predecible y con final feliz, algo sin duda muy grato para la vida personal de la autora.
Se agradece en todo caso que no lo hayan rotulado como "literatura femenina". No sé bien en qué consiste esa etiqueta pero este libro no lo es. Que lo haya escrito una mujer puede ser un accidente, como el que le da título. El verdadero héroe de la historia es el padre, al que en la puerta de su vejez le cae del cielo una hija insospechada. Y la acoge.
Les dejo algunas frases del libro:
"Los de la familia eran secretos matrioska, unos contenidos dentro de otros más grandes, ad infinitum. Es posible que este fuera el único entretenimiento de seres cuya existencia transcurría de puertas para adentro y sin grandes sobresaltos"."un abrazo que sentí sincero, por esa tara mamífera que nos conduce a interpretar cada acercamiento físico de la madre como afecto, incluso si ella es una depredadora natural".
"elegante hasta para bajar mangas verdes de los árboles".
"parsimoniosas como notas blancas extraviadas en un mundo de corcheas".
"Algunas felicidades llegan tan tarde que se parecen demasiado a la tristeza".
"en un pueblo donde las únicas ambiciones posibles eran ser policía, profesor, cura o guerrillero".
"El matoneo no nació ayer".
"ese tipo de hombres severos que provienen de un entorno machista que los llenó de privilegios y al mismo tiempo los privó de demostraciones de afecto; esos cuya forma inconsciente de exigir amor es inspirar terror".
"no le bastaba con dejar a un hombre, había que desmantelarlo también".
"Jamás subestimes la inteligencia de un mentiroso. Para mentir, y para lograr que otros crean la mentira, es necesario desplegar todo tipo de recursos interesantísimos".
"¿Qué es la ficción sino el refugio de aquellos a quienes no les basta con la realidad y deben inventar nuevos mundos?"
"Quien dijo que el amor es una palabra, no comprendió el poder liberador de ciertos silencios".
"cuando uno cree que ha encontrado la veta petrificada de su propio carácter, cuando uno ha decidido liberar una erupción de ira incandescente que lo destruya todo a su paso, viene el amor y nos arrebata el guión de las manos".
"Yo soy el muro que va detrás de ti. En la vida, tú vas al frente y yo voy detrás. Si tienes miedo o sientes que te derrumbas, solo tienes que extender tu mano y ese muro firme que encuentras allí, ese soy yo".
"Se cree que el olvido es un defecto a remediar, una enfermedad a vencer, una deficiencia química o neurológica que necesita ser corregida, cuando en realidad el olvido es una estrategia adaptativa bastante sofisticada que permite seguir viviendo con cierta solvencia espiritual, a pesar de todo. En cambio la buena memoria, la excesiva memoria, ser quien recuerda lo que otros se alegran de haber olvidado; ser quien lleva el terco registro de las atmósferas, de los aromas, de los reflejos, de la textura y la luz sobre los objetos; ser quien guarda el récord de los encuentros, de las palabras y las intenciones tras esas palabras; de las miradas con su carga de significados y aún de las reacciones primarias que no alcanzan a convertirse en lenguaje, más que un don es un lastre. Porque hay mucha soledad en la memoria que solo reposa en nosotros y que en los demás es olvido. Ser el único que recuerda es ser, también, el único que ha tendido un lazo".
Paola Guevara
Mi padre y otros accidentes
Editorial Planeta
Bogotá
2016
180 páginas
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