viernes, 4 de octubre de 2013

Cuartos para gente sola, de J.M. Servin

Edén vive en un inquilinato en un barrio marginal de una ciudad que puede ser el D.F, por el lenguaje de Edén, pero que puede ser también cualquier urbe latinoamericana. Es pobre, pero más que pobre es un fracasado: está solo, con un trabajo miserable, con deudas, sin futuro. Las peleas de perros son el espacio para desfogar su rabia contenida y en esa atmósfera evoluciona esta novela corta, de pocos personajes y pocas situaciones, en las que el protagonista primero es derrotado y luego hurde una venganza.
Acá no hay héroes, ni buenos y malos. Acá hay personajes en el límite de la miseria, o de la legalidad, o de la exclusión. Los conflictos que se desarrollan son consecuencia de esas circunstancias, de un entorno agresivo que genera violencia.
Algunos fragmentos: 

Sólo tengo una pequeña caja de libros que robé a mi padre: novelas que me habían gustado porque hablaban de mundos diferentes al mío.

Nada tan deprimente como la luz de unas oficinas. Seca y mustia. Incluso huele a falso orden.

La policía nunca registra a la gente previniendo un delito, sino como un acercamiento entre vigilante y vigilado que hace que a éste no se le olvide que existe alguien de quien cuidarse.

Soy vulnerable, como mis ideas.

Sólo sé que al éxito lo conozco de oídas.

Vivir no es más que la pesadilla del suicida.

Eso es lo bueno de las pesadillas, que a diferencia del estado consciente, uno despierta.

Me gustan las serpientes porque se parecen a las mujeres. Son vigilantes, esquivas, sedentarias. Muchas veces mortíferas. Reposan largos períodos mientras recuperan fuerzas y luego salen de su nido en busca de una presa a la que asedian sin descanso, tenazmente, hasta verla desprotegida.

La lengua de Felisa exploraba en mi boca como si supiera que tenía una muela de oro.

Al dejar su casa, tan borracho como ellos, supe que yo tendría que encontrar mis propios motivos para dejarme llevar por la desesperación.

J.M. Servín
Cuartos para gente sola
2012
Editorial Almadía
133 páginas

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