sábado, 17 de julio de 2021

Rendición, de Ray Loriga

Un hombre y una mujer viven en una comarca en un sitio indefinido y en una época también indefinida. Sus dos hijos, Pablo y Augusto, partieron para la guerra y no se sabe nada de ellos. A la casa llega un niño de cerca de 9 años. El niño no habla y la pareja empieza a tratarlo como un hijo al que llaman Julio. Los tres son obligados a dejar la comarca, quemar la casa y partir hacia la Ciudad Transparente, en donde les hacen un proceso de cristalización luego del cual él, el narrador, empieza a notar que vive permanentemente tranquilo, contento, incapaz de sentir rabia o incomodidad.

Rendición es una distopía con la que el español Ray Loriga ganó el Premio Alfaguara 2017. Mientras lo leí pensé en La Carretera, de Cormac McCarthy, y en La hora gris, de Eduardo Otálora. Se trata de una metáfora potente sobre la transparencia, la visibilidad, la pérdida de vida privada y la presión para amoldarse, adaptarse y no rebelarse. Es también una reflexión sobre la paternidad, sobre las relaciones padre-hijo y lo transformador que puede ser ese amor.

La novela está dividida en tres partes que a su vez se subdividen en capítulos cortos. Sólo se mencionan tres nombres propios (los tres hijos) y sólo hay un diálogo, al final. El resto del libro está narrado en primera persona del singular desde la voz de Él y es notorio el trabajo del autor al construir un narrador potente, con visos de humor, con ingenuidad y humildad, que se siente inferior a su esposa que describe acciones y reflexiona sobre ellas y que se transforma con enorme maestría a lo largo del relato. La construcción de ese narrador es motivo suficiente para haberle concedido a Loriga el Premio Alfaguara. Pero además el libro tiene potentes imágenes que develan la experiencia cinematográfica de un autor que busca perturbar.

Algunas frases 
La guerra no cambia nada por sí misma, sólo nos recuerda, con su ruido, que todo cambia (p. 14).

Si algo he aprendido viendo morir nuestro jardín es que ni lo bueno ni lo malo se detiene a revisar nuestros cálculos, ni aprecia nuestros esfuerzos, simplemente sucede (p. 16).

Desde que empezó la guerra, las sospechas han hecho más daño que las balas (p. 18). 

Ella, como todas las mujeres, es más fuerte que los hombres, pero a veces se rompe y la abrazo (p. 28).

La gente que sabe contar historias siempre tiene compañía (p. 32). 


Según me lo ha explicado ella, o según yo lo he entendido, se obedece porque conviene y se duda porque se piensa. Y si una cosa salva la vida, la otra al parecer salva el alma (p. 42).

Aunque ya teníamos permiso para hablar, no se me ocurrió nada que decir (p. 49). 

saqué la conclusión de que no hay cosas muy distintas en ningún lugar del mundo y que por eso la gente se viste de colores diferentes y canta canciones distintas para soñar por un segundo que algo distinto son (p. 55). 

con imaginación todo se lleva mejor y no se condena uno tanto a las cosas que tiene delante (p. 78).

Sorprende darse cuenta de cómo el amor alimenta y calma aun en las peores condiciones y con más razón en las peores condiciones (p. 82).

a veces, sin saber por qué, a falta de gloria va uno y se la inventa (p. 84).

hasta que no te quedas sin olor no sabes lo extraño que te sientes cuando te lo arrebatan (p. 94).

sin afectos el trabajo se podía hacer monótono, aburrido y eterno (p. 105)

si algo sé es que no hay más gente que la gente y ésa es toda parecida en todas partes (p. 116).

Es curioso lo que une una comarca cuando se encuentran dos paisanos en un lugar extraño (p. 120).

Supongo que el miedo se quita más despacio que el olor, o nunca (p. 128).

El pasado y el futuro empezaron a apartar de mí la sombra siniestra de las nostalgias y las ambiciones, que son como manos capaces de ahogar a un hombre (p. 139).

sin miedo alguno se duerme bien pero se levanta uno extraño (p. 146).

Cómo es que un hombre pierde su propia naturaleza y con ella lo que da sentido a su pequeña inteligencia no sabría decirlo (p. 150).

Una vez que se admite que Dios no lo ha elegido a uno para nada extraordinario, se empieza a vivir de veras como se tiene que vivir, con los pies y las manos dentro de un círculo marcado en la arena, sin pisar más allá de lo que te toca ni querer coger lo que no es tuyo (p 160).

Dicen que se puede sacar a un hombre de su comarca fácilmente, pero que es mucho más difícil sacar la comarca del interior de un hombre (p. 168).

¿Es suficiente con que te pongan la comida en el plato para soportarlo todo? (p. 185).

Un hombre debería poder viajar de un lugar a otro sin perder su alma (p. 187).


Rendición
Ray Loriga
Editorial Alfaguara
Barcelona
2017
210 páginas

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