sábado, 9 de septiembre de 2017

24 señales para descubrir a un alien, de Juliana Muñoz Toro

¿Es El Principito un libro para niños? o ¿Es un libro para adultos protagonizado por un niño? La primera vez que leí El Principito estaba en el colegio. Me obligaron a leerlo y no me gustó. Tenía ilustraciones que aún recuerdo pero el texto me pareció confuso, largo, aburrido. No entendí. No hay mucha aventura en conversarle a una rosa... Pero años después volví a leerlo y pude disfrutarlo a plenitud y comprender por qué sigue vigente después de tanto tiempo.

Creo que pasa algo parecido con 24 señales para descubrir a un alien, una corta novela escrita por la periodista bogotana Juliana Muñoz Toro e ilustrado por Elizabeth Builes. La portada del libro trae el dibujo de un niño que al avanzar en la lectura descubrimos que se llama Benjamín. También se ve una gallina, de la que luego sabremos su nombre: Pascuala.

Ben es el narrador de esta breve novela, estructurada en 24 capítulos cortos. Cada uno se dedica a narrar una señal para descubrir un alien. Ben cree que su papá es un alien y está rastreando pistas para descubrirlo. 

Pero la búsqueda de Ben es un viaje para el lector: a su propia infancia, a su relación con sus padres y a su propio rol como padre o madre. Una historia sencilla, elemental, en la que se intuyen referencias muy personales de la autora sobre su propia experiencia vital, que revela la enorme distancia que hay en la comunicación y en los intereses entre padres e hijos. Una relación construida con un amor intenso, aunque a veces no se entiende así.

Compré 24 señales para descubrir a un alien para leérselo por las noches a mi hija de 5 años antes de apagar la luz. Cada noche leímos un capítulo. Algunos los disfrutó, en algunos se emocionó, en otros se aburrió y en varios se durmió. Cada vez que llegamos a una página con ilustraciones fue como alcanzar un oasis. Al comienzo quiso que todas las noches volviéramos a empezar desde el principio así que el primer capítulo lo leímos numerosas veces... y el segundo también. Pero luego accedió a retomar la lectura en donde la habíamos dejado la última vez, aunque era muy poco lo que recordaba. Creo que un libro de 118 páginas es inapropiado o al menos un reto muy grande para un niño tan pequeño, que tiene períodos de concentración cortos. Quizás ella lo goce mejor cuando esté más grande. Yo en cambio lo disfruté: me sorprendió y me cuestionó. Que su protagonista tenga ocho años no significa que sea un libro para niños. Es una voz infantil que habla... y a los adultos a veces nos hace falta recordar esa voz y escucharla.


24 señales para descubrir a un alien
Juliana Muñoz Toro
Editorial Tragaluz
2017, Medellín
123 páginas


A Larissa no le gustaban los escargots, de Sergio Ocampo Madrid

Nueve cuentos variopintos conforman el libro A Larissa no le gustaban los escargots, publicado en el año 2009 por el antes periodista y ahora escritor antioqueño, Sergio Ocampo Madrid.

El único común denominador de todos los cuentos es su extensión. Se trata de cuentos largos, cada uno de 20 páginas o más. De resto, no hay un eje que conecte a los cuentos, que transcurren en diversas geografías y versan sobre muy distintas temáticas. O quizás sí hay un elemento recurrente: la soledad. Los protagonistas de varios de los cuentos no son personas solas sino personas que padecen la soledad. Gente que, a veces consciente y a veces no tanto, vive una vida que no encaja con el entorno.

A Sergio Ocampo se le nota que consulta el diccionario. Usa palabras precisas, algunas no muy comunes. El lenguaje es rico aunque a veces el tono suena macondiano.

Hay relatos ambientados en España, en Francia, el sur de Bogotá, en algún pueblo azotado por la violencia paramilitar, en Inglaterra, en la costa caribe colombiana. Algunos narran historias de mujeres, otros de hombres. Ocampo escribe sobre personas del estrato 1 y del 6. Hay una historia gay, una religiosa... El libro ofrece una mirada detallada, como una lupa, sobre distintas posibilidades de vida en la sociedad contemporánea. 

Algunas frases
Entendió entonces que los temores de un hombre provienen de sus esperanzas: cuando todo está perdido no hay lugar para el espanto.

Adquirieron un tono más pausado, como de gente de páramo, que siempre habla para que no la oigan.

La soledad es siempre una idea que exige la referencia obligada a los otros; si los demás no existen, o si no importan, que es una forma de no existir, la soledad tampoco existe.

pero se había quedado sola esperando la llamada del amor genuino, y este nunca llamó, o probablemente lo hizo, pero ella no estaba para contestar.

recordó sus días de polvos menesterosos y de compañías fugaces, y notó feliz que ahora su voracidad sexual se había vuelto desenfreno gastronómico.

mantenían una quietud como de burócrata cercano a la jubilación.

La disciplina no es tanto un valor social, como predicaban sus papás, sino una norma de supervivencia.


A Larissa no le gustaban los escargots
Sergio Ocampo Madrid
Editorial Norma, La otra orilla
2009, Bogotá
190 páginas