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domingo, 11 de agosto de 2024

Pulmón de mar, de Andrea Domínguez

Maruja Vieira, quien además de poeta fue toda la vida periodista, me contó en una ocasión sobre un estudio que sobre su obra hizo la también periodista y escritora Edda Cavarico. El análisis consistió en desentrañar la estructura de varios poemas escritos por Maruja, y la conclusión fue que se trataba de poemas periodísticos. No por su contenido, que versa mucho más sobre lo íntimo que sobre la actualidad noticiosa, sino por su estructura, por la forma en la que están escritos. Según Cavarico, los poemas de Maruja Vieira tienen lead: hay un primer párrafo (para el caso unos primeros versos) que condensan la "historia" o la imagen poética y sintetizan el texto. Hay también una intención narrativa en la poesía de Vieira de la que, según ella me contó, no siempre era consciente pero era, sin duda, herencia de la escritura periodística, a la que le dedicó varias décadas.

Recordé ese antecedente de las huellas periodísticas sobre la poesía al leer a la periodista Andrea Domínguez en "Pulmón de mar", su primer poemario, porque encontré también unos poemas narrativos, como pequeñas crónicas que dejan registro de una emoción, de un instante, de una imagen, o porque tienen la intención de ser memoria del pasado para legarle al futuro. Así como se dice que el periodista escribe el primer borrador de la historia, en algunos poemas Andrea parece estar escribiendo un borrador de su historia familiar e íntima: del parto y la maternidad, del lugar de la abuela en la familia, del ritual de sentarse a la mesa y del olor del pelo de su hija. 

Los poemas de Andrea Domínguez Duque (Bogotá, 1974) dan cuenta de este tiempo: hay autopistas, botellas de plástico, una torta de red velvet y mensajes en twitter. Hay preocupación por el cuidado ambiental, sorpresa ante la naturaleza y soledad en medio de las multitudes. La cotidianidad citadina entra en sus versos libres para descubrir belleza, asombro o desazón en medio de los días que uno a uno son la vida. No hay en la autora una intención de exotizar el ambiente o de recurrir a tópicos manidos, sino de aprovechar lo que ofrece la vida corriente de una mujer que es profesional, esposa, mamá, hija y hermana para descubrir y construir poesía a partir de lo que aparece como más mundano. 

El volumen trae 60 poemas distribuidos en cinco secciones. Hay suficiente diversidad, pero también elementos recurrentes, y entre ellos se destaca la familia como ese núcleo amoroso que ofrece "una ración de compañía". El libro, como objeto, da cuenta de ese protagonismo familiar: lo firma Andrea Domínguez, la foto que aparece de ella fue tomada por su esposo,  la contraportada trae un dibujo de una de sus hijas y un relato de la otra, el prólogo lo firma su papá, el reconocido periodista Oscar Domínguez, y éste, desde el segundo párrafo, menciona a Gloria, la mamá de la autora, así como a su hermano, su cuñada y sus sobrinos. 

El libro abre con Red velvet, un poema juguetón que es una invitación sensual, y cierra con un conjunto de poemas amorosos. Aunque en todo el libro hay amor, los poemas finales giran en torno a la pareja y el deseo. Allí, en la más honda intimidad, se adivina también la poeta más medida, más destilada y sugerente. La del pulmón creador que le permite navegar en las aguas más profundas. 


Pulmón de mar
Andrea Domínguez
Editorial Java
Medellín
julio de 2024
96 páginas

lunes, 13 de mayo de 2024

Jardín en tierra fría, de Fátima Vélez

Hay un padre de familia que lleva 40 años construyendo una casa con "techos colosales de bambú". Una casa que, en realidad tiene varias casas: hay una cocina común, pero la hija mayor, Primera V, vive en una casa con su novio Enriqueto y con su amigo Inca, que al parecer tiene una relación con Enriqueto. En otra casa vive Rut, la segunda hermana, que ejerce como ama de casa desde que se murió Menana, quien era empleada, nana y la última pareja de Papa V. En otra casa vive Tercera V, la menor de las hermanas. Ellenín, le niñe que fue recogido por Menana, vive con Papa V aunque él lo desprecia porque no es niña.

Primera V tiene como tarea diaria y vital cuidar el jardín. Debe regar las plantas. Primera V cree que en el jardín reposan los restos de su mamá y de las mamás de Rut y de Tercera V. Cree que Papá V las mató para que él pudiera esclavizar a sus hijas.

Fátima Vélez cuenta esta historia que oscila entre el cuento de hadas y el terror con un lenguaje experimental en el que el narrador rompe a veces "la cuarta pared" teatral y le habla directamente al lector, en un guiño juguetón. El resultado es una novela corta dividida en 22 capítulos, cada uno con título, en los que el lector recorre las páginas con una sensación de extrañamiento.

La atmósfera de la novela recuerda el lenguaje de Galápagos, aunque Jardín en tierra fría ofrece una historia más lineal para el lector: la obra narra 24 horas de un lunes en la vida de Primera V. Esas 24 horas incluyen la certidumbre de que su novio tiene una relación con su amigo; visita al jardín; encuentro sexual con Ginlove, la empleada del servicio; diálogos con sus hermanas; caminata de 80 cuadras hasta una librería y desde allí con el librero hasta el Parque El Virrey, en donde dialogan con un muerto vestido de diablo (una alusión al caso del homicidio de Luis Andrés Colmenares, ocurrido el 31 de octubre de 2010 en Bogotá) y una visita fallida a una galería de arte en la que Inca expondrá su obra: una larga cadena de clips con la que piensa unir a Colombia con Indonesia.

En medio de esta sucesión de hechos aparentemente caóticos, o de vida alejada de la "normal cotidianidad", la autora cuestiona la estructura familiar, los silencios y los secretos en las relaciones de familia, el rol de las mujeres en las familias y el poder violento del padre como figura que ejerce el control. Hay además una reflexión explícita sobre el lenguaje incluyente, sobre las relaciones fluidas entre géneros y sobre la obligatoria maternidad que algunas culturas le imponen a las mujeres. Todo esto ocurre en una casa de Tierra Fría, que se ubica en un lugar que se parece bastante a La Candelaria, en Bogotá, aunque los referentes de espacio y tiempo son vagos, como corresponde a un cuento de hadas.

Por último, la autora salpimienta su construcción con un verso de la argentina Olga Orozco, que repite como leitmotiv a lo largo del texto, y lo complementa con intertextos de Lorca, entre otros.

Algunos subrayados
Tú eres de esos homosexuales que les encantan a todos porque creen que eres heterosexual y fantasean con ser tu primera experiencia (p. 14). 

Empezar la semana sin madrugar quiere decir que tampoco esta semana encontrará trabajo (p. 18).

Me gusta mirar a la gente, escuchar, oler, me gusta comer, me gusta leer, me gusta soñar, ¿a quién le pagan por eso?

un sueño en la literatura no es más que un error de principiante (p. 19).

Los sueños, dijo Enriqueto solemne, Se inventaron para no dejarnos descansar; dormir debería ser como morirse (p. 19). 

eso en el caso de que aún esté viva, de que Papá V no la haya matado,
como Primera V sospecha que hizo con todas las mamás (p. 25). 

una discusión que ella gana porque él se cansa antes (p. 28).

el jardín de atrás, el lugar donde ella cree que están enterradas las mamás (p. 32). 

Nos tiene de esclavas, mató a nuestras mamás para que fuéramos siempre sus esclavas, para que ellas no pudieran protegernos (p. 39). 

su papá podía ser lo que ella quisiera, incluso un asesino de mamás, pero era su papá y la mantenía (p. 40). 

pero es que cuida tus palabras, que son poderosas, crean realidades (p. 40). 

cuando se tiene un jardín y no se le cuida, cobra venganza (p. 43). 

Ninguno de los clientes de Papá V sospecharía que esas casas, de las que se sienten tan orgullosos, en las que tejen sus vidas privadas, sus secretos, sus relaciones familiares, vienen de la pulsión de lanzar electrodomésticos por la ventana. Los impulsos de la violencia y de la creación unidos en un hombre (p. 46). 

Convivir con la violencia para encontrar la creación ¿vale la pena? (p. 47). 

Lo que a ella le gustaría es ser Primera V, no dejar de serlo pero sentir, al menos por un microsegundo, un pene incorporado y orinar como Papá V y tocar a Enriqueto mientras se bañan y penetrarlo y que él la penetre mientras ella penetra a Inca, qué horror esa imagen (p. 49).

mientras nadie escriba, alguien tendrá que tomar al menos una foto (p. 51). 

Está convencida de que cuando Papá V dejó de quererla, ella paró de crecer (p. 53). 

Le gusta pensar que ella no es una mujer, que en realidad es un hombre en cuerpo de mujer, un hombre al que no le atraen las mujeres sino los hombres (p. 58). 

en qué momento dizque, el correcto lavado de los dientes sin desgastar el cepillo y la forma de escribir puntuando aquí tildando el hiato en la vocal cerrada con las palabras en blanquísimo orden (p. 60). 

pensar bobadas en voz alta con otra persona sintiendo la escucha de un oído, esa forma de penetración en la otra persona que es escuchar y que nos escuchen (p. 91). 

Pero un obstáculo. Las palabras si acaso rozan lo que en realidad queremos decir. Las palabras no sirven (p. 111). 

¿por qué usted siempre habla en masculino? Puedo usar la "e" si prefiere.
Dani alza los hombros.
¿Cuándo has leído un libro escrito con la "e" ¿Te imaginas? ¿Cómo haces con palabras como "otro" o "lector"?
Puedes decir "le otre" o "le lectore".
Suena horrible.
Suena horrible porque no estás acostumbrade.
Acostumbrado. Sobre mi cadáver entra a esta librería un libro escrito así.
Qué facho (p. 118). 

tener una hija no es una cosa que se pueda pensar demasiado, si una lo piensa mucho no lo hace (p. 126). 

ha descubierto al fin lo que quiere hacer con su vida: se la primera humana en poner un huevo (p. 136).


Jardín en tierra fría
Fátima Vélez
Laguna Libros
Bogotá
Abril de 2024
140 páginas

domingo, 7 de abril de 2024

Dimensión de la angustia, de Fabiola Aguirre Suárez

En enero de 1952 Fabiola Aguirre Suárez (firmó en una época como "de Regueros" y luego "de Jaramillo) publicó en Bogotá "Dimensión de la angustia", una novela que desde la primera página se anuncia como "un ensayo sobre filosofía desde el punto de vista femenino".

Ara Elicechea Uribe es una niña huérfana de madre, hermana de Ruth y de Leandro. Su padre muere cuando ella aún es pequeña y por lo tanto los tres huérfanos quedan al cuidado de su abuela materna, Evelia de Uribe, quien aparece en la novela como una mujer dura y arribista.

La novela está escrita en clave autobiográfica y cuenta la vida de Ara desde su primera infancia en Manizales, su llegada a Bogotá, su paso por internados de monjas, su vida de infierno en casa de la abuela, su matrimonio temprano con Reynaldo Moore, el nacimiento de su hijo Lucio, el ingreso de Ara a la Universidad a estudiar sociología (Fabiola Aguirre estudió derecho) y lo difícil que resulta para una mujer casada acceder a la educación superior y ganarse el respeto de los compañeros. Luego Ara enviuda, se gradúa de la Universidad, trabaja en labores sociales y políticas, escribe poesía, asiste a mítines políticos y conoce a un segundo amor.

Esta segunda pareja es Juan Londoño, con quien dialoga a lo largo del libro. La estructura de la obra consta en 25 capítulos precedidos de una introducción que es una carta de Fabiola Aguirre a Ara. El capítulo 1 muestra a Ara subiendo al Nevado del Ruiz, que es el recuerdo que ella tiene de su infancia en Manizales, porque el Nevado se veía desde su casa. Mientras asciende al Nevado conversa con Juan y le va contando su vida y así avanzan los capítulos. A veces narra a manera de monólogo (Juan interviene muy poco) ya veces son digresiones: flujos de conciencia sobre asuntos que Ara piensa o recuerda pero no le cuenta a su acompañante.

Esta novela, la segunda publicada por una mujer caldense en formato de libro después de "Una Mujer", de Natalia Ocampo de Sánchez , es un libro adelantado a su tiempo, que permite hacerse una idea fiel de la situación de las mujeres en Colombia en la primera mitad del siglo XX, y en donde la autora narra con gran nivel de detalle porque le interesa dejar constancia de las inequidades que denuncia. Si bien Simone de Beauvoir publicó en 1949 El segundo sexo, en Colombia la literatura aún no registraba reivindicaciones femeninas de una manera tan clara como lo hace Fabiola Aguirre en esta novela, en la que habla todo el tiempo de las brechas entre sexos, de la violencia en el matrimonio, la necesidad de educación para las mujeres, defiende el divorcio y reflexiona sobre el suicidio. El final de la obra resulta cinematográfico: se ubica en el Nevado del Ruiz, con Ara perdida y envuelta por la niebla. Un suicidio que no parece suicidio, tal y como ella, mujer libre, lo deseó.

La novela es narrativa, sobre todo en la parte de la infancia y juventud de la protagonista, pero a medida que crece el texto se convierte también en un espacio de reflexión intelectual, un "ensayo sobre filosofía desde el punto de vista de la mujer". La autora, por ejemplo, propone el concepto de " matria-potestad" (p. 341) para reclamar que la sociedad dé más relevancia a la relación madre-hijo como eje de la construcción social. 

Ara, la protagonista, lee autores como  Lord Byron, Whitman, Ortega y Gasset, "Vida de Madame Curie", "La Mujer", de Severo Catalina, "El alma de la mujer", de Gina Lombroso, "La mujer nueva y la moral sexual", de Alejandra Kolontay, Marx, Husserl, Hartmann, Houston, Stewart, Chamberlain. Para su formación sobre teorías sobre el Estado menciona a Jelinek, Duguit, Lasky, Larenz, Marx, Hegel y Maquiavelo. Este bagaje, extraño para una mujer de su época, corresponde al de Fabiola Aguirre, una de las primeras abogadas en graduarse de la Universidad Externado de Colombia, y militante en el movimiento de Jorge Eliécer Gaitán y luego junto a Esmeralda Arboleda, hasta que partió para Estados Unidos hacia 1954, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. Fabiola Aguirre murió en Estados Unidos en 1997.

Algunos subrayados
realmente imposible era el que en el actual desarrollo de nuestro medio alguien tomara en serio a "una mujer filósofa", así fuese original su pensamiento (p. 5).

¿Por qué quiero escribir un ensayo sobre filosofía desde el punto de vista femenino? (pág. 5). 

la fuerza de tus experiencias interiores y el clímax de tus intuiciones siempre fueron superiores al lenguaje en que yo pudiese describirlos (p. 7).

El instito le indicó que quien vive camina, porque el primer paso es el impulso fatal del segundo; que un paso engendra otro paso, y que para no andar es necesario no nacer (p. 9).

entre pensar y recordar hay una gran diferencia: el recuerdo es emocional y el pensamiento racional.

se recordó pequeña en su ciudad natal empinada en el filo de una cordillera colombiana; Manizales, la misma ciudad serena que hace poco tiempo tuviera que atravesar para poder venir en busca del Nevado del Ruiz (p. 11).

Los hechos de su primera infancia eran borrosos; solamente recordaba que desde su cuarto limpio y claro, situado en un segundo piso, casi todas las mañanas divisaba el Nevado (p. 11). 

a instancias de miles y miles de fantasías donde figuraban castillos y grutas; sílfides, brujas, ogros, gigantes, almas de muertos, enormes mariposas y los demás protagonistas de los cuentos que Yaya e contaba, este Nevado del Ruiz se me fue volviendo el lugar encantado en donde todos esos fantásticos seres se escondían de día y se agitan libres de noche (p. 13). 

Tengo presente el solar de mi casa con sus inmensos eucaliptus; la finca de "El Arenillo" con sus guamos y su bella avenida de naranjales; vagamente recuerdo una quebrada cristalina; todo lo demás, cosas y personas, se esfumaron de mi memoria (p. 14).

Las discusiones me llenaban de vergüenza, no tanto por lo que en ellas se decían sino porque con una inconsciente estética de clase aquello me parecía vulgar, plebeyo, en gentes de nuestra posición social (p. 24). 

De uno de ellos oí la descripción de sobre cómo se les enseñaba a ser "machos". El método variaba según las circunstancias, pero siempre conducía a que el muchacho debía portarse a la altura de los mayores más valentones y fornidos (p. 25). 

...por toda la raza antioqueña en general, pues en la mayoría de sus hogares siempre se registra la fuga de sus hombres aún adolescentes. El afán de independencia pronto se predica de esa rigidez, de ese concepto patriarcal, feudal, que en Caldas y en Antioquia se tiene del hogar (p. 27).  

En estos pueblos, el hijo más que hijo es un súbdito feudal al que de antemano se enseña a cultivar la parcela que le ha de corresponder, o a gerenciar la fábrica en caso de incapacidad paterna (p. 27) 

me dolía de que no hubiera tantas heroínas y mujeres grandes como hombres había en la historia (p. 31). 

Las monjas dicen que las cosas mundanas son malas y que en el mundo hay muchas que es natural que los hombres hagan, pero que es mal visto que hagan las mujeres. ¿Será que es cosa mundana hacer versos y esto es feo en las niñas? ¿Se burlaron de mí porque hice cosas de hombre, o únicamente porque no me quieren? ¡Qué triste entonces es ser mujer y vivir en este colegio! (pág. 36). 

mi abuela dijo a tía Hortencia -un día que sirvió más postre a tío Clemente- que a los hombres había que preferirlos, porque eran superiores a las mujeres y trabajaban más (p. 36). 

Volví a hacer versos; algo superior a mis promesas me obligaba a escribirlos, así fuese llena de temor y con el espanto del ridículo acechándome siempre (p. 47). 

usted no sabe las horas tan amargas que se pasan en el colegio cuando un niño no tiene un cesto de frutas o dulces, y por eso los otros lo tratan de pobre (p. 59). 

Yo no sé, es algo vago. Es un malestar que no sé, a ciencia cierta, si es en el alma o en el cuerpo; es cansancio, es vergüenza, es miedo de ser mujer, es incertidumbre... No, no es esto, es aburrimiento de ser mujer. No, pero tampoco; es más bien como una angustia de mi cuerpo, es como una soledad, como un terror que me pesa (p. 61). 

Mi abuela sentía un enorme fastidio por mi manera de ser y me llamaba la escribana (p. 67).

vergüenza debía darte estar perdiendo el tiempo en libros en vez de estar bordando o remendando la ropa (p. 67). 

Fue leyendo estos libros cuando por primera vez supe que había mujeres que protestaban públicamente de su condición de inferioridad y que el feminismo tenía que agitarse como bandera de lucha (p. 66). 

El estudio superior no es cosa para mujeres (p. 69). 

-Oiga, niño, no me diga más "niña" (p. 70).

Aprende a ser mujer con el corazón como lo eres con la cabeza (p. 73).

Si con lo que sabe tiene de sobra. ¡Ni más faltaba una bachiller en mi casa! (pág. 74).

Entienda de una vez para siempre, carajo, que quien lleva revólver y pantalones no pertenece a un pueblo de maricos y que en mi casa hablo como me da la gana, carajo, porque aquí soy yo el macho! (pág. 81).

La poesía no tenía para mí atracción alguna (p. 82) 

"Eh Ave María, querida; una mujer sin máquina de coser no es mujer. Decile a tu marido que te la compre (p. 83).

comprendía perfectamente el significado de esa unión para toda la vida; y porque era perpetua e irreparable tenía que forzarme a estar enamorada; esto es en último lo que llaman debe de esposa (p. 87).

En política y en derecho internacional, el que triunfa no es el que más piensa, sino el que más habla (p. 90). 

confundía mi temor con el respeto y no se daba cuenta que a quien se teme no se respeta ni menos se ama (p. 90). 

la sociedad no veía bien la separación conyugal en una mujer (p. 97). 

Entendía como ahora, que la mujer es más mística, más humanitaria y por ende, en este sentido, millones de veces más sincera que el hombre (p. 99). 

Yo estaba de acuerdo (¡y tenía por qué estarlo!) en que era aberrante e injusto el que un cónyuge desgraciado tuviera que soportar eternamente su tragedia sin que se le diera libertad para remediarlo (p. 100).

El comunismo que sacrificaba el individuo a la felicidad de la especie con sus propias doctrinas, acabaría por aniquilarla y dejarla seca como una retama (p. 101). 

Para que no me llamaran con nombres tan cursis como "poetisa" o "diva" hace mucho tiempo que renuncié a hacer versos oa cantar (p. 107). 

―C on tal que tu marido te tenga todo lo necesario aun cuando de puertas para afuera haga lo que se le de la gana.
Este consejo o precepto, en una u otra forma, ya antes lo había oído y lo sigo oyendo en labios de nuestras mujeres. Casi puede decirse que así piensan la generalidad de las casadas del país (p. 110). 

¿Cuál es el valor de la vida de una mujer? ¿A la mujer se le deja vivir o simplemente se le permite vegetar? (pág. 114). 

Dar a luz no es lo que a la mujer engrandece (la perra, la foca o la hiena son también madres). (pág.116)

Por aquel tiempo provocó la sensación del decreto presidencial por el cual se le otorgaba a la mujer el derecho de entrar a la Universidad; derecho hasta entonces vedad para ella (p. 129).

-Es la primera mujer casada que llega a la Universidad (p. 136).

-En toda la Universidad sólo hay tres mujeres que van a romper estos prejuicios (p. 139).

se comentaba desfavorablemente mi entrada a la Universidad (...) la virtud de una mujer casada sólo se conservaba pura, resguardada por las paredes del hogar (p. 141). 

Se me fue definiendo una estructura mental para aprehender los fenómenos existenciales ya no con el criterio de simple mujer instruída sino con la entidad de la angustia, del por qué y el para qué de las cosas y valores (p. 142). 

Me parecía, como ahora me parece, atroz y bárbara esta fúnebre diversión de las visitas de pésame (p. 148). 

toda nuestra ética familiar, política y social gira alrededor del sexo... (p. 159). 

pero sé más cariñoso conmigo y más benevolente cuando en mí notas fatiga. No sólo quiero que ames a la mujer fuerte; Necesito ante todo que comprendas y protejas a la mujer débil que hay en mí (p. 162). 

su realidad es muy distinta a lo que imaginamos antes de estar en contacto con ella. Uno supone que en la Universidad debe vivirse en función del espíritu científico, que allí vamos a estar muchísimo más cerca de las instituciones patrias, de su cultura y de sus problemas (p. 167). 

Como no llevaban la firma de un hombre muy pronto fueron olvidados y cosa curiosa: muchas, pero muchísimas veces más tarde aparecían esas mismas ideas suscritas por un señor y entonces hay que ver cómo se le comentaba y aplaudía. (pág. 168). 

Todo en este país tiene el sello de la política; aún las mismas instituciones culturales o los mismos estímulos que crean para el objeto de demostrar a la opinión que se es más generoso que el adversario (p. 170).

La política de ocasión, la política de odio y de resentimientos personales, que es la nuestra, es como un vaho que ha entrado en todos los poros y los resquicios de nuestra vida (p. 170).

No tengo ningún dolor; simplemente estoy cansada de jugar, toda la vida, a ser una mujer fuerte (p. 181). 

El amor solo tiene significación cuando ha enriquecido nuestra vida o cuando ha embellecido su curso; lo demás son caricias, suspiros y palabras que no dejan huella, ni valen la pena recordarse (p. 188). 

el escritor que sacrifica los valores espirituales a las conveniencias del momento, monetarioas, electoreras o sociales, no es un intelectual; es un burgués o un proletario intelectualizado, según su clase (p. 196). 

estudia, sí, pero para pulir tu temperamento intiuitivo, no para ahogarlo (p. 203). 

no pienso entregarlos con mi nombre; yo sé que tengo el "Inri" de ser mujer, y que mientras sea yo la autora, la obra no valdrá nada; Será deslustrada por el solo hecho de no suscribirla un hombre. (pág. 204). 

mira, la poesía para mí es como una onda que capta, muy débilmente sin embargo, ciertas vivencias, ciertas intuiciones y estados de beatitud o de contemplación interior cósmica. El lenguaje simbólico de la poesía, a falta de palabras idiomáticas que expliquen muchos fenómenos interiores, es hasta el presente el medio más adecuado para expresar sentimientos y sensaciones metafísicas (p. 220).

yo no estudio para aprender sino para saber y no quiero saber para repetir sino para pensar (p. 221).

Todo "lagarto" es canalla cuando se le presenta la ocasión (p. 235).

es una cobardía estar sentada, como mero juez cerebral ante la angustia del mundo, ante el desmoronamiento de la patria, pudiendo unirnos a los que quieren reformar este estado insoportable y doloroso (p. 251).

¿No ves que la única ventaja que tiene una mujer aquí, es precisamente que por no tener importancia puede hacer y deshacer sin que nadie se ocupe de si causa daño o no? El peligro no es que me lleven a la cárcel sino que me decreten manicomio (p. 252).

revela una capacidad vigorosa, un estilo ya formado y una resolución masculina de no ocultar, de no disfrazar siquiera, el propio pensamiento (p. 258). 

-Usted misma, Ara, no tardaría en sentirse fastidiada cuando sus alumnos comenzarán a faltar a la disciplina y se manejarán más como hombres curiosos que como estudiantes (p. 262). 

-¿Con decir a los ricos que odiamos a los oligarcas estamos amando al pueblo más que ellos? ¿No sería mejor predicar menos el odio al poderoso y querer más eficazmente el bienestar colectivo? (pág. 267).

-Todos los seres, absolutamente todos, tienen su aspecto comparable; lo que pasa es que hay que descubrirlo (p. 272)

Pensaba para mis adentros: el que siempre obra con criterio de compra, con el mismo criterio se vende; dos aspectos de una misma moral (p. 272).

Nunca he podido soportar impasible ni alteraciones ni personas extrañas en mi vida ordinaria. Le tengo terror a cualquier modificación, por beneficio que sea (p. 273).

No hay nada tan grotesco en el mundo como la elegancia de un nuevo rico (p. 280).

Yo no puedo graduar ni contener la vida, porque mi vida soy yo, porque mi vida, dondequiera va conmigo y tengo que vivirla, así como tengo que respirar el aire que me circunda por más fétido o envenenado que éste me parece. Fatalmente tengo que vivir, así sea para angustiarme todos los días y para agonizar continuamente (p. 286).

¡Debo cargar con mi vida porque no tengo ni siquiera el derecho a la muerte!
Pero aunque no es mía la libertad de morir, porque mi vida es un apéndice de la de Lucio, no por esto deja de ser tan fácil la muerte; ¡tan fácil! ¡tan fácil!  (pág. 286).

aún insonscientemente llegué a buscar la muerte (p. 290).

Precipitar mi muerte no es pues, faltar al deber y en cierto modo, es así como lo cumplo mejor, ya que dejo de ejercer una influencia perniciosa en la vida de mi hijo (p. 291). 

Los días pasaban deliberando conmigo misma sobre la forma más conveniente de matarme sin dejar sospechas de suicidio (p. 291). 

no tengo ni siquiera la libertad de la locura; ¡Debo ser heroicamente cuerda!
Casi no pude contener la desesperación cuando acabé aceptando definitivamente, que de ninguna manera podía liberarme de la vida (p. 292).

Luchar es precisamente lo que he decidido no volver a hacer jamás, porque quien lucha, se cree con el derecho de exigir a la vida y precisamente en esto consiste la desilusión y el fracaso. En cambio, a quien no lucha ni ambiciona le queda por lo menos, el orgullo muy trivial pero muy consolador, de saber que los éxitos no le llegaron porque no los buscó, porque no los quiso. Por esto no volveré a ambicionar nada mejor que el presente (p. 293).

Toda persona que siente sinceramente la suerte humana y que se preocupa por su pueblo y de su patria jamás podrá deslindarse de la política (p. 321). 

-La libertad de pensamiento, de palabra, de acción y de vocación se te van a cercenar con el casamiento. ¿Has pensado en esto? (p. 333).

ningún prestigio es firme si no está respaldado con el dinero (p. 338). 

-Qué triste es ser mujer sin haber sido una niña! (p. 346).

La mujer lleva en su vientre el futuro del mundo, pero hasta ahora hemos sido apenas, las hacedoras, las paridoras de individuos, no las creadoras responsables de personas (p. 351).

más por desconcertante paradoja es precisamente el cristianismo la religión que tiene un más recio y afirmativo simbolismo materno; toda ella se alza sobre la veneración Madre-Hijo (p. 352).

-¿Por qué habría de nacer yo bajo el signo de este siglo? (p. 356).

-Yo soy angustia; por eso es que mi espíritu quiere a veces saltar como este corazón. Y con tanta frecuencia es tan hondo ese desear, este anhelar, este temblar por la verdad y la belleza que quisiera deflaglarme en mil átomos ideales, en mil cuantas esenciales y desparramarme por todo el universo y disgregarme en todos los ámbitos (p. 358). 


Dimensión de la angustia
Fabiola Aguirre Suárez 
Talleres Gráficos de Antares
Bogotá, enero de 1952
362 páginas

viernes, 6 de octubre de 2023

Álbum de familia, de Rosario Castellanos

Luego de haber comentado el cuento "Los convidados de agosto", de Rosario Castellanos, la autora mexicana regresa a este espacio con "Álbum de familia", un libro que reune tres relatos de extensión media y otro de 90 páginas, protagonizados por mujeres que plantean reflexiones en torno al patriarcado, la familia, el matrimonio y la sociedad que habitan.

Aunque no en todos los textos es explícito, se entiende que esa sociedad es México de los años 60 (el libro se publicó en 1971) y por ello, teniendo en cuenta la fecha de escritura y publicación de la obra, es que Rosario Castellanos resulta una escritora  adelantada a su tiempo. Sus relatos se leen hoy como si hubiesen sido escritos ayer, con estructuras creativas, con voces potentes y con preguntas en torno al feminismo en una época en la que esa conversación en América Latina aún no era tan fuerte. 


El primer cuento, "Lección de cocina", presenta a una recién casada que no sabe cocinar y mientras prepara el almuerzo reflexiona en torno al matrimonio. La estructura mezcla párrafos sobre culinaria con otros sobre la vida conyugal, que a veces también se quema y sabe mal. 

El segundo cuento, "Domingo", narra una reunión social en la que convergen distintos personajes y se presentan todo tipo de relaciones y entrecruzamientos, con crítica mordaz a la sociedad, ironía y, al mismo tiempo, cierta frivolidad.

"Cabecita blanca" adopta el punto de vista de una madre tremendamente ingenua, que no ve, o se niega a ver, el mundo en el que habitan sus hijos adultos.

El último y más extenso es "Álbum de familia", una obra literaria sobre el mundo de las mujeres escritoras. Una autora premiada invita a exalumnas escritoras a un encuentro. Las críticas, los celos entre ellas, las envidias, la hipocresía, los chismes y el malestar que crece al estar juntas son las herramientas que tejen este relato en el que la autora se burla de la superficialidad que rodea al ambiente literario. 

Rosario Castellanos (1925-1974) es una autora que en los últimos años viene siendo leída con creciente interés, y lo merece. Sus libros envejecen bien porque no envejecen. Se sienten frescos, vigentes y actuales, con debates que sobre el rol esperado para las mujeres en la sociedad, la sexualidad, la maternidad, el feminismo y la brechas de género. Su lenguaje directo, atrevido y lleno de diálogos contribuye a una lectura ágil y a la vez profunda, en la que vale la pena sumergirse.

Algunos subrayados

De "lección de cocina"
Así que permanezco inmóvil, respirando rítmicamente para imitar el sociego, puliendo mi insomnio, la única joya de soltera que he conservado y que estoy dispuesta a conservar hasta la muerte (p. 11). 

Yo carezco de la soltura del que rema, del que juega al tenis, del que se desliza bailando. No practico ningún deporte. Cumplo un rito y el ademán de entrega se me petrifica en un gesto estatuario (p. 13).

Cuando dejas caer tu cuerpo sobre el mío siento que me cubre una lápida (p. 14). 

Yo rumiaré, en silencio, mi rencor. Se me atribuyen las responsabilidades y las tareas de una criada para todo. He de mantener la casa impecable, la ropa lista, el ritmo de la alimentación infalible. pero no se me paga ningún sueldo, no se me concede un día libre a la semana, no puedo cambiar de amo (p. 15). 

Y un día tú y yo seremos una pareja de amantes perfectos y entonces, en la mitad de un abrazo, nos desvaneceremos y aparecerá en la pantalla la palabra "fin" (p. 17).


De "Domingo"
Los domingos, como hoy, tenía que renunciar a sí misma en aras de la vida familiar (p. 25). 

Nada nuevo es acogedor. Presenta resistencias, exige esfuerzos de acomodamiento (p. 30). 

¡Qué falta de imaginación tienen las mujeres, Dios santo! No saben hacer otra cosa que preñarse (p. 37).

¿Sabes por qué los hijos de los ricos poseen un vocabulario tan variado? porque nuestros padres pudieron darse el lujo de abandonar nuestra educación a los criados (p. 38).

Realmente tratas a tu marido como si fuera indispensable.
Lo es. En un matrimonio un marido siempre lo es (p. 45).


De "Cabecita blanca"
Un marido en la casa es como un colchón en el suelo. No lo puedes pisar porque no es propio; ni saltar porque es ancho. No te queda más que ponerlo en su sitio. Y el sitio de un hombre es su trabajo, la cantina o la casa chica (p. 50). 

De "Álbum de familia"
Sí, Hispanoamérica ha sido muy favorecida por la naturaleza y muy poco por la cultura (p. 69). 

Dosifique usted los adjetivos de manera que las señoras no se alarmen ni los señores protesten. Pero de manera también que las jóvenes sientan que es lícito admirar este ejemplo y que es posible imitarlo (p. 77). 

―...un periodista, se me olvidaba, no es un escritor en potencia sino alguien que ha renunciado a ser escritor, que ha perdido el respeto al lenguaje, que no lo trata como objeto sagrado...
Porque no lo es.
...sino como un instrumento (p.. 79).

Un premio siempre es, en cierta manera, póstumo. Se otorga cuando ya no sirve ni para matar el hambre ni para afirmar la vocación ni para alcanzar la gloria. Es la primera corona fúnebre que se coloca sobre la tumba (p. 90).

¡Nadie muerte de no escribir versos, Matilde!
No he dicho versos; he dicho poesía.
¿Y cómo se manifiesta ese destino?
Se abre, dentro de nosotros, una especie de vacío, una ausencia que no se colma con nada, un abismo que nos obliga a asomarnos constantemente a él, a interrogarlo, aun a sabiendas de que, desde sus profundidades, no ascenderá jamás ninguna respuesta sino sólo el eco, amplificado, deformado, irreconocible ya, de nuestra pregunta (p. 107). 

El único que ha creído que el matrimonio es una asociación de ideas o una larga conversación (y esa creencia habrá que achacársela a sus peculiaridades psicofisiológicas) fue Oscar Wilde. Y no. El matrimonio es el ayundamiento de dos bestias carnívoras de especie diferente que de pronto se hallan encerradas en la misma jaula. Se rasguñan, se mordisquean, se devoran, por conquistar un milímetro más de la mitad de la cama que les corresponde (p. 134). 

―¡Pero las reconciliaciones son tan sabrosas!
No tanto cuando tienes buena memoria (p. 135). 

¿Tú crees que vale la pena escribir un libro?
Susana interrumpió la concienzuda operación de exprimirse una espinilla ante el espejo para contestar categóricamente.
Creo que no. Ya hay muchos (p. 157).



Álbum de familia
Rosario Castellanos
Editorial Planeta Mexicana
México 
2020 (primera edición 1971)
160 páginas

martes, 2 de mayo de 2023

Por aquí pasamos, de Hernando Grillo Londoño

"Por aquí pasamos: relatos personales y familiares 1920-2000" es un libro de memorias y anécdotas familiares escrito por Hernando Grillo Londoño en el año 2000, con edición del autor y su familia. Aunque en PDF son 44 páginas, si tuviera una edición de libro convencional alcanzaría las 100, aproximadamente.

El libro recrea las vivencias del autor, quien en su niñez estudió en el colegio Juvenal Tejada (el papá de Luis Tejada) en Pereira, en su juventud estudió en Manizales, se casó en Santa Rosa de Cabal, vivió en Pereira y administró la enorme hacienda Bella Cruz, en el Magdalena Medio, con su sobrino Alberto Marulanda Grillo, antes de que fuera trístemente célebre por las historias de desplazamiento forzado y masacres. Una vida tan extensa e intensa interesa al lector ajeno a su familia por el contexto que ofrece sobre Pereira y Manizales en los años 30, así como el Magdalena Medio de mediados de siglo.

El autor fue sobrino nieto del escritor Max Grillo, quien aparece en alguna página y se presenta como un liberal convencido, que contradice a su hermano (abuelo del autor) por ser un conservador que solo lee el periódico El Tiempo.
También se narra una excursión al Nevado del Ruiz en 1937, así como conflictos de linderos que ayudan a entender a la luz de hoy los problemas agrarios que se incubaron en el siglo XX.

Es un libro que sin pretensiones de literatura o de historiografía, aporta datos y contexto a quienes se interesen por la primera mitad del siglo XX en el Eje Cafetero.


Por aquí pasamos: relatos personales y familiares 1920-2000
Hernando Grillo Londoño
Barranquilla, año 2000
Edición familiar
44 páginas

lunes, 21 de noviembre de 2022

La buena letra, de Rafael Chirbes


En apenas 136 páginas, con letra grande y capítulos cortos que dejan en el libro muchos espacios en blanco, el español Rafael Chirbes construye en "La buena letra" una obra maestra, llena de melancolía y belleza, en la que lo que se insinúa es mucho más potente que lo que se muestra: Chirbes escribe una novela a partir de los silencios.

Al igual que Aura, de Carlos Fuentes, La buena letra es una novela narrada en esa forma extraña de la segunda persona del singular. Ana reconstruye su vida, o mejor, la vida al lado de su marido Tomás y la vida de la familia de éste, y hace el ejercicio de narrarla para contársela a su hijo, aunque en algún a parte dice que en realidad se la cuenta a sí misma. 

Ana habla poco de su familia, pero mucho de la de Tomás y, sobre todo, de Antonio, su cuñado, hermano de Tomás, quien estuvo preso durante la Guerra Civil y al recuperar la libertad llega a vivir con ellos, en una casa habitada por el miedo de ser rojos en medio de falangistas. En un ambiente de miseria, precariedad e incertidumbre, lentamente la familia recupera lentamente el ritmo vital e incluso Antonio vuelve a salir, a relacionarse, y se casa con Isabel. La relación entre las cuñadas Ana e Isabel marca el conflicto de La buena letra. 


Las diferencias de clases sociales, el arribismo, la fractura social que implica ser analfabeta, el matrimonio que se resquebraja y la vejez acompañada únicamente por la soledad de los recuerdos son algunos de los temas que atraviesan esta novela breve, escrita con un lenguaje claro y a la vez cargado de simbolismo, que obliga al lector a pensar en todo lo que el relato está dejando por fuera. 

Algunas frases
No es misión del tiempo corregir injusticias, sino más bien hacerlas más profundas (p. 10). 

Se trata, en su mayoría, de nombres que a ti nada te dicen y que sólo de vez en cuando has tenido ocasión de escuchar. Fueron mi vida. Gente a la que quise. Cada una de sus ausencias me ha llenado de sufrimiento y me ha quitado ganas de vivir (p. 21). 

Ni la muerte ni el miedo son limpios (p. 24). 

más que maldad, lo que tenía, lo que tuvo siempre, fue soledad (p. 39).

Los pobres seguimos siendo pobres aunque nos hagamos con dinero (p. 42). 

Empujábamos, ciegos y mudos, buscando sobrevivir, y a pesar de que nos dábamos todo unos a otros, era como si sólo el egoismo nos moviese. Ese egoismo se llamaba miseria. La necesidad no dejaba ningún resquicio para los sentimientos. Lo veíamos a nuestro alrededor (p. 49). 

recordaba las viejas canciones, no con desesperación, sino con una tristeza suave, la del tiempo ido; y los recuerdos no me mordían, sino que me calentaban y me humedecían los ojos con dulzura (p. 53).

Hay palabras que son de un vidrio tan delicado que si uno las usa una sola vez, se rompen y vierten su contenido y manchan (p. 68).  

Yo sólo sabía que no puede nombrarse lo que no existe. Y nada existía: sólo una certeza resbaladiza como un caracol, un aceite que se escapaba entre los dedos y dejaba manchas (p. 79). 

A tu hermana y a mí nos salvaba el cine de los domingos. Llorábamos con lo que les pasaba a los artistas del cine, y así ya no teníamos que llorar en casa (p. 82). 

Yo me decía que ahora no nos faltaba nada, pero ya había aprendido a desconfiar de la felicidad, que siempre se nos acababa escapando, y pensaba con frecuencia en qué iba a ser lo que viniera a romper el equilibrio de nuestras vidas, y sentía una enorme tristeza (p. 85). 

Por la tarde se sentaba a escribir cartas, y también unos cuadernos en los que anotaba -según ella misma me contó- canto le ocurría a lo largo del día. "Pero si, por suerte, no nos pasa nada", le decía yo, "¿de dónde puedes sacar tema para pasarte tanto tiempo escribiendo?" Nos reíamos las dos. (p. 89).

En cuanto las cosas se quedaban atrás, dejaban de ser verdad o mentira y se convertían sólo en confusos restos a merced de la memoria. No había nada que salvar. El tiempo lo deshacía todo, lo convertía en polvo, y luego soplaba el viento y se llevaba ese polvo (p. 103). 

Ahora no era suficiente la compasión, la entrega. La vida nos exigía algo más: otra cosa que no habíamos imaginado que iba a hacernos falta y que intuíamos que tenía que estar en algún lugar de nosotros mismos, pero que no sabíamos cuál era. Nos faltaba el plano que nos llevase hasta ese lugar secreto. Y vagábamos perdidos, sin encotnrarlo (p. 105). 

La buena letra es el disfraz de las mentiras (p. 133).

esta casa llena de goteras, con habitaciones que nada más abor para limpiar, y poblada de recuerdos que me persiguen (según vosotros), aunque yo sepa que también me identifican (p. 134). 

La buena letra
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, 2013 (primera edición 1992)
Barcelona
136 páginas


lunes, 13 de septiembre de 2021

Cómo maté a mi padre, de Sara Jaramillo Klinkert

Sara Jaramillo Klinkert tenía 11 años, una mamá y cuatro hermanos cuando un sicario mató a su papá en Medellín. Ese segundo marca el quiebre entre un antes y un después en la vida de esta familia y los ecos de ese disparo todavía resuenan 30 años después.

Escribir es terapéutico, sana, cura. Los psicólogos hablan de la importancia de "verbalizar", de poner en palabras lo que uno siente o piensa porque solo cuando esos miedos o temores se vuelven lenguaje y empiezan a expresarse pueden salir de la mente y cobrar su justa dimensión.

Este libro tiene entonces esa primera dimensión: es un ejercicio honesto de la autora por matar a su padre. Como lo dice al final "te mato porque estoy cansada de intentar mantenerte vivo en mi cabeza" y dejarlo plasmado en un libro es sacarlo de la mente en la que ese muerto es un fardo muy pesado para cargar durante tantos años.

El libro está dividido en 30 capítulos cortos, con muy pocos diálogos. Son 30 escenas que se ensamblan con una cronología más o menos lineal para dar cuenta de la vida de la narradora, desde su infancia hasta hoy. Una narradora cuya voz evoluciona a medida que crece, aunque quizás la voz infantil se siente con algunos lugares comunes.


Para algunos lectores el libro puede representar un ejercicio de asomarse al duelo íntimo, tal vez demasiado personal, de una adolescente de clase alta de Medellín. Para otros el libro puede mostrar, a partir de un duelo individual, el impacto de la violencia urbana en la vida familiar. El texto ofrece muy pocos elementos de contexto político o histórico que permitan construir una mirada más macro de la época narrada. La apuesta de la autora no está en el entorno sino en fijar una lupa en la cotidianidad familiar y hogareña para mostrar la manera en que una única bala puede causar tantos destrozos continuados durante tantos años, y la paradoja que representa vivir en una sociedad que está llena de muertos y, sin embargo, aborda los duelos desde el silencio. 



Algunas frases

Cuando mi profesora de ciencias preguntara qué es un centímetro, diría que es la distancia que debe recorrer un dedo para tirar del gatillo (p. 21)

Toda partida sin adiós es inconclusa (p. 38).

Suele decir que lo más grave que pudo pasarle en la vida ya tuvo lugar, que nada peor puede ocurrir. Y es verdad. Creo que enfrentar una tragedia muy fuerte hace que cualquier otro problema parezca una tontería. Se altera el sentido de la gravedad (p. 59).

Uno quiere estar solo y abrazarse a su dolor. Familiarizarse con él. Hacerse a la idea de que estará dentro de uno durante toda la vida (p. 60).

Mii madre todo lo solucionaba con su medicina favorita: el "no-piense-en-eso". Si la cosa estaba grave ameritaba un Dolex. Y si estaba más que grave ameritaba dos. (p. 74).

Sus ojos brillaban de tantas lágrimas retenidas, pero llorar es un lujo que las mamás no pueden darse en ciertos momentos (p. 90).

Nosotros nos creíamos los fuertes, pero la única verdaderamente fuerte en la casa ha sido la mamá (p. 123).

Sabíamos que el silencio aturde más que los regaños y que el descontrol no puede combatirse a gritos (p. 124). 

Las plantas siempre han sido grandes maestras. Bastaba observarlas para entender el valor de la paciencia, para saber que el crecimiento solo ocurre cuando existen las condiciones adecuadas (p. 124). 

El único plan minuciosamente elaborado en toda mi vida ha sido evitar embarazarme. Nunca he bajado la guardia. Hago bien mis cuentas. Sé, desde hace mucho tiempo, que ni la muerte ni los hijos tienen reversa (p. 126). 

Si alguna vez quise morirme deseché la idea de solo pensar que los muertos no pueden leer. Y mientras más leía, más me daba cuenta de todos los que me faltaban. Era cosa de nunca acabar, necesitaría nacer mil veces más para poder hacerlo. Los libros me salvaron la vida (p. 133). 

No volvimos a mencionar el nombre del papá. No hablamos de lo que le pasó. Cuando alguien tocaba el tema, desviábamos la conversación. Lo matamos con la fuerza de nuestro propio silencio (p. 135). 

Hoy, por mi padre, siento más respeto que cariño (p. 136). 

Los niños que tienen una infancia feliz, crecen con la ingenua creencia de que así será el resto de la vida, porque la felicidad es algo que la mayoría de las veces solo se aprecia cuando ya no se tiene (p. 147). 

No quería verle la cara a nadie y que nadie le viera la cara y le dijera: "pobrecita, todo va a estar bien", "encomiéndese al de arriba", "mi Dios le dé fortaleza". No quería que nadie enviara flores ni que la llamara ni fuera a visitarla. Lo sé porque ya habíamos pasado por eso y no estábamos dispuestas a repetir el espectáculo (p. 187).

Una casa sin sus habitantes no es más que muros de ladrillo y tejas de barro tostadas por el sol y esculpidas por la lluvia. Nada más (p. 194).

Uno es de los lugares que extraña, no de los que habita (p. 203).

De un momento a otro empecé a pensar en él con compasión y no con odio. Me dio mucho pesar lo triste que debió ser su vida cargando con semejante insatisfacción durante tanto tiempo (p. 229).

Tengo talento para aburrirme, creo que aburrirse es una actividad infravalorada (p. 231).

Escribir no es para gente normal (p. 234).

Cuando escribo me desnudo sin quitarme ni una sola prenda (p. 236).

El silencio es precisamente lo que no lo deja a uno olvidar, pero cada cual tiene su propia forma de sobrellevar las penas (p. 245).

Te mato porque estoy cansada de intentar mantenerte vivo en mi cabeza (p. 252). 


Cómo maté a mi padre
Sara Jaramillo Klinkert
Editorial Angosta
Medellín 2019
256 páginas