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lunes, 2 de junio de 2025

La llamada, de Leila Guerriero

El 29 de diciembre de 1976 Silvia Labayru fue secuestrada en Buenos Aires por militares que la condujeron a la ESMA, en donde la torturaron: le aplicaron corriente eléctrica en sus pezones y otras partes de su cuerpo, la mantuvieron vendada y esposada y la obligaron a oír los gritos de pavor de otros compañeros que sufrían torturas similares. 

En ese momento ella tenía 20 años y 5 meses de embarazo, y la junta militar que había instalado una dictadura en Argentina apenas tenía unos meses en el poder. Su hija Vera nació en una camilla de la Esma y luego fue entregada a sus abuelos. Silvia estuvo recluida en la Esma 18 meses. Fue sometida a múltiples violaciones y la incorporaron a un supuesto programa de reeducación o de adaptación, que pretendía borrarle las ideas que había adquirido en la militancia montonera y rehabilitarla a la vida civil.
Se calcula que a la Esma entraron más de 5000 personas y solo 200 salieron con vida. Silvia fue una de ellas, pero a los sobrevivientes se les mira con sospecha: si conservaron su vida es porque algo hicieron o a alguien delataron, señalar familiares de víctimas y de desaparecidos. 

Esa, a grandes rasgos, es la historia de Silvia Labayru, pero el trabajo que hace Leila Guerriero en "La llamada" no es contar una vida "a grandes rasgos" sino adentrarse en las complejidades de un personaje difícil, contradictorio, sobre el que pueden existir múltiples versiones.
La llamada es una clase magistral de periodismo: muestra un minuicioso ejercicio de reportería que le tomó a la autora un año y 7 meses. Decenas de encuentros con la protagonista y con muchas otras fuentes que pueden aportar un dato, corroborarlo, matizar, agregar capas de sentido. 

Muestra también las tensiones de quien escribe: cómo abordar temas complejos como los detalles de las violaciones; cómo contrastar información contradictoria; cómo determinar cuál información es real; cómo mantener una relación cordial y a la vez profesional, con límites que no mezclen en rol de reportera con la amistad. 

Esa relación se refleja en una frase que Guerriero repite varias veces en el libro, a manera de leitmotiv: "Después, a lo largo de cierto tiempo, nos dedicamos a reconstruir las cosas que pasaron, y las cosas que tuvieron que pasar para que esas cosas pasaran, y las cosas que dejaron de pasar porque pasaron esas cosas. Al terminar, al irme, me pregunto cómo queda ella cuando el ruido de la conversación se acaba. Siempre me respondo lo mismo: "Está con el gato, pronto llegará Hugo". Cada vez que vuelvo a encontrarla no parece desolada sino repleta de determinación: "Voy a hacer esto, y lo voy a hacer contigo". Jamás le pregunto por qué. 

La llamada es un retrato sobre Silvia Labayru pero es también el retrato de una época: la de los años 70 en Argentina, con la dictadura militar y unos jóvenes llenos de ideales y de violencia, pero también la de los años posteriores, en Argentina y en España, en donde resulta muy difícil para las mujeres narrar las violencias sexuales e incluso identificar cuándo hay violencia sexual o qué condiciones debe tener el consentimiento libre e informado. Es un libro sobre la dictadura y la tortura, pero es también un libro sobre el patriarcado y los pesos que impone incluso en sociedades democráticas. Es un libro sobre la amistad, sobre el amor, la libertad sexual y la familia, y también sobre lo difíciles que son las relaciones entre padres e hijos, entre parejas y entre amigos. Sobre la fragilidad de algunos vínculos y lo fuertes y vitales que pueden ser otros. Es, en últimas, un libro sobre la complejidad de la vida y lo reduccionista que resulta juzgar a alguien a partir de un hecho o un momento específico: sobre las múltiples versiones que existen sobre cada uno de nosotros. 

Algunos subrayados

Hay una pregunta que hacen siempre: "¿por qué elige las historias, con qué criterio?", Quizás con el peor de todos. Una abstrusa y soberbia necesidad de complicarse la vida y, al final, vencer. O no" (p. 22).

Cometimos más errores que aciertos. Los milicos fueron peores. Porque tenían el Estado y tenían la obligación de reaccionar de otra manera. Pero nosotros no fuimos ningunos santitos (p. 47).

La gente que tiene hijos cree erróneamente que protege a los hijos. y lo primero que tiene que hacer alguien que tiene hijos es ser honerso: los hijos te protegen a vos. Te protegen del riesgo de no estar amarrado. La gente con hijos tiene la existencia fácil, casi no puede pensar en el suicidio durante años (...) Tengo hijos, no tengo preguntas sobre el sentido de la existencia (p. 76).

Éramos una banda de jóvenes entregados a una causa idealizada contra un aparato militar que se hizo cargo del Estado y llevó adelante un plan sistemático de secuestro, tortura y asesinato (p. 91).

tengo perfecta conciencia de que no entregué a nadie porque no me torturaron lo suficiente (p. 125). 

Entonces estos excompañeritos que militan tanto los derechos humanos prefieren que las violaciones queden impunes antes que este tema escabroso salga a la luz. Ellos mismos no las entienden como violaciones (p. 171). 

Yo desde el principio pensé que no tenía ninguna capacidad ni voluntad de juzgar lo que ella podría haber hecho, porque cuando uno no está en situaciones inimaginables no puede juzgar a partir de esa imaginación imposible (p. 239).

Octavio Paz define ese período, una ruptura de los jóvenes con el orden familiar y el orden social, con tres fenómenos simultáneos que son el hippismo, el Mayo francés y el guevarismo. Distintos tipos de intensidad y localización en su origen. Pero son muy parecidos, como estímulo a los jóvenes. Woodstock, 69; Mayo francés, 68; muerte del Che, 67. Bingo (p. 266).

La izquierda margina todo lo que está fuera de la norma. un puritanismo de "te machaco y te destrozo" (p. 273).

Seguimos así, sin esfuerzo, en esa clase de conversación sin rumbo que arroja cosas impensadas (p. 290).

Yo tengo una idea de cómo me gustaría morir. Como a todo el mundo, me gustaría no sufrir. Pero querría dejar mis cosas ordenadas. Tirar lo que no quisiera que nadie viera. Dejar los libros que me importaron, los de Marguerite Yourcenar, El cuarteto de Alejandría, decir: "Estos libros me hicieron". Decirle a alguien: "Esto me importó". Poder escribirles algo a Vera, a David. Poder despedirme en condiciones (p. 323).

y empiezas a tener conciencia de que lo único que quieres es tiempo. Yo lo único que quiero es tiempo. Tiempo. No necesito más que eso. Pero no queda mucho (p. 345). 

Todo puede ser verdad. Lo que ella percibe. Lo que ven los demás. ¿Cómo saber cuál es la versión correcta? Verdad es todo, ¿pero qué es lo real? (p. 404). 

Es que haber sido linda es un karma en la vejez, cuando perdés esa belleza (p. 427). 


La llamada. Un retrato
Leila Guerriero
Editorial Anagrama
2024
España
430 páginas

lunes, 21 de noviembre de 2022

La buena letra, de Rafael Chirbes


En apenas 136 páginas, con letra grande y capítulos cortos que dejan en el libro muchos espacios en blanco, el español Rafael Chirbes construye en "La buena letra" una obra maestra, llena de melancolía y belleza, en la que lo que se insinúa es mucho más potente que lo que se muestra: Chirbes escribe una novela a partir de los silencios.

Al igual que Aura, de Carlos Fuentes, La buena letra es una novela narrada en esa forma extraña de la segunda persona del singular. Ana reconstruye su vida, o mejor, la vida al lado de su marido Tomás y la vida de la familia de éste, y hace el ejercicio de narrarla para contársela a su hijo, aunque en algún a parte dice que en realidad se la cuenta a sí misma. 

Ana habla poco de su familia, pero mucho de la de Tomás y, sobre todo, de Antonio, su cuñado, hermano de Tomás, quien estuvo preso durante la Guerra Civil y al recuperar la libertad llega a vivir con ellos, en una casa habitada por el miedo de ser rojos en medio de falangistas. En un ambiente de miseria, precariedad e incertidumbre, lentamente la familia recupera lentamente el ritmo vital e incluso Antonio vuelve a salir, a relacionarse, y se casa con Isabel. La relación entre las cuñadas Ana e Isabel marca el conflicto de La buena letra. 


Las diferencias de clases sociales, el arribismo, la fractura social que implica ser analfabeta, el matrimonio que se resquebraja y la vejez acompañada únicamente por la soledad de los recuerdos son algunos de los temas que atraviesan esta novela breve, escrita con un lenguaje claro y a la vez cargado de simbolismo, que obliga al lector a pensar en todo lo que el relato está dejando por fuera. 

Algunas frases
No es misión del tiempo corregir injusticias, sino más bien hacerlas más profundas (p. 10). 

Se trata, en su mayoría, de nombres que a ti nada te dicen y que sólo de vez en cuando has tenido ocasión de escuchar. Fueron mi vida. Gente a la que quise. Cada una de sus ausencias me ha llenado de sufrimiento y me ha quitado ganas de vivir (p. 21). 

Ni la muerte ni el miedo son limpios (p. 24). 

más que maldad, lo que tenía, lo que tuvo siempre, fue soledad (p. 39).

Los pobres seguimos siendo pobres aunque nos hagamos con dinero (p. 42). 

Empujábamos, ciegos y mudos, buscando sobrevivir, y a pesar de que nos dábamos todo unos a otros, era como si sólo el egoismo nos moviese. Ese egoismo se llamaba miseria. La necesidad no dejaba ningún resquicio para los sentimientos. Lo veíamos a nuestro alrededor (p. 49). 

recordaba las viejas canciones, no con desesperación, sino con una tristeza suave, la del tiempo ido; y los recuerdos no me mordían, sino que me calentaban y me humedecían los ojos con dulzura (p. 53).

Hay palabras que son de un vidrio tan delicado que si uno las usa una sola vez, se rompen y vierten su contenido y manchan (p. 68).  

Yo sólo sabía que no puede nombrarse lo que no existe. Y nada existía: sólo una certeza resbaladiza como un caracol, un aceite que se escapaba entre los dedos y dejaba manchas (p. 79). 

A tu hermana y a mí nos salvaba el cine de los domingos. Llorábamos con lo que les pasaba a los artistas del cine, y así ya no teníamos que llorar en casa (p. 82). 

Yo me decía que ahora no nos faltaba nada, pero ya había aprendido a desconfiar de la felicidad, que siempre se nos acababa escapando, y pensaba con frecuencia en qué iba a ser lo que viniera a romper el equilibrio de nuestras vidas, y sentía una enorme tristeza (p. 85). 

Por la tarde se sentaba a escribir cartas, y también unos cuadernos en los que anotaba -según ella misma me contó- canto le ocurría a lo largo del día. "Pero si, por suerte, no nos pasa nada", le decía yo, "¿de dónde puedes sacar tema para pasarte tanto tiempo escribiendo?" Nos reíamos las dos. (p. 89).

En cuanto las cosas se quedaban atrás, dejaban de ser verdad o mentira y se convertían sólo en confusos restos a merced de la memoria. No había nada que salvar. El tiempo lo deshacía todo, lo convertía en polvo, y luego soplaba el viento y se llevaba ese polvo (p. 103). 

Ahora no era suficiente la compasión, la entrega. La vida nos exigía algo más: otra cosa que no habíamos imaginado que iba a hacernos falta y que intuíamos que tenía que estar en algún lugar de nosotros mismos, pero que no sabíamos cuál era. Nos faltaba el plano que nos llevase hasta ese lugar secreto. Y vagábamos perdidos, sin encotnrarlo (p. 105). 

La buena letra es el disfraz de las mentiras (p. 133).

esta casa llena de goteras, con habitaciones que nada más abor para limpiar, y poblada de recuerdos que me persiguen (según vosotros), aunque yo sepa que también me identifican (p. 134). 

La buena letra
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, 2013 (primera edición 1992)
Barcelona
136 páginas


lunes, 28 de junio de 2021

De vidas ajenas, de Emmanuel Carrère


"De vidas ajenas" es un título preciso. En esta obra de no ficción Emmanuel Carrère no se ocupa de su vida, como en "Una novela rusa" ni de una vida ajena en particular, como en "El adversario", sino de varias vidas ajenas que se presentan como la cara y el sello de una tragedia: los padres que pierden al hijo (la hija, en este caso) y las hijas que pierden a la madre. 

El libro está dividido en capítulos de aproximadamente 10 páginas cada uno en los que Carrère va cambiando el foco de atención, de manera que el relato se desplaza de unas vidas a otras: empieza en 2004 con el año nuevo en Sri Lanka y el gran tsunami que devastó la costa del Índico; luego viaja a Francia y se ocupa de la enfermedad y muerte de su cuñada Juliette; pero el relato sobre este cáncer se aborda primero desde el punto de vista de Étienne, un magistrado amigo, y luego desde la propia familia. Y como si fuera poco, en el interregno aparece un tema jurídico que ocupa la atención de Etienne y Juliette: la defensa de deudores morosos de crédito de consumo y la materialización del derecho a no pagar, y el telón de fondo son los altibajos de la relación de pareja de Carrère y Hélene, hermana de Juliette.
 

Carrère construye relatos muy visuales en los que es fácil ubicarse en el espacio, imaginar las escenas y recorrer con él como autor-narrador las distintas locaciones. Sin embargo quizás en este libro, más que en los anteriores, la lectura genera varias veces el interrogante de: "¿esta historia para dónde va?" porque se trata de un texto que se centra en personajes que luego se abandonan a su suerte para ocuparse de otros asuntos, como por ejemplo los temas jurídicos, que no habían sido anunciados previamente y que al final tampoco se resuelven con claridad. Para los acostumbrados a la narración con el esquema introducción-nudo-desenlace este libro resulta fallido. Pero quizás esa es la apuesta del autor: la vida propia y las vidas ajenas fluyen, y lo que en algún momento fue relevante o ocupó nuestra atención deja de estar tan presente con el paso del tiempo.


Algunas frases
Comprendió que no había llegado el fin del mundo, que estaba vivo y comenzaba la verdadera pesadilla (p. 380).

Ya no buscaba conquistar nada, sino tan solo saborear lo que había conquistado: la felicidad.

Esta mujer lo ha perdido todo porque lo tenía todo, al menos todo lo que importa. El amor, el deseo y la voluntad de hacer que dure y la confianza: durará (p. 399).

Para los padres de Héléne, como para los míos, la buena educación consiste, en primer lugar, en reservarte tus emociones (417).

A la gente que frecuento no le plantea problemas un libro que sea horrible: por el contrario, muchos ven en este hecho un mérito, una prueba de audacia que acredita la valía del autor. A los lectores más candorosos, como la madre de Patrice, les perturba. No juzgan que esté mal escribir estas cosas, pero de todos modos se preguntan por qué escribirlas. Se dicen que un tipo amable y bien educado, que les ayuda a cortar en rodajas los pepinos, que parece participar sinceramente en el duelo de la familia, debe ser, pese a todo, o muy retorcido o bien desgraciado, en cualquier caso debe haber en él algo anómalo (p. 421).

Nada me parecía más valioso que aquella seguridad, la certeza de poder descansar hasta el último instante en los brazos de alguien que te ama totalmente (p. 426). 

(citando Le livre de Pierre): "El peor sufrimiento es el que no se puede compartir. Y el enfermo de cáncer casi siempre experimenta este sufrimiento por partida doble. Doblemente porque, enfermo, no puede compartir con quienes le rodean la angustia que siente, porque debajo de este sufrimiento yace otro, más antiguo, que data de la infancia y que tampoco ha sido compartido ni observado por nadie. Pues bien, lo peor es eso: que nunca te hayan visto, que no te hayan reconocido nunca" (p. 460).

Me escandalizan tanto los que dicen que somos libres, que la felicidad se decide, que es una elección moral. Para esos profesores de la alegría la tristeza es una falta de gusto, la depresión una señal de pereza, la melancolía un pecado. Estoy de acuerdo, es un pecado, incluso un pecado mortal, pero hay personas que nacen pecadoras, que nacen condenadas, y a las que todos sus esfuerzos, todo su coraje y su buena voluntad no liberará de su condición (p. 462). 

Quiero recordar aquel que he sido y que son muchas otras personas (462). 

Descubría lo fácil que es convencer a los pobres de que, aun siendo pobres, pueden comprar una lavadora, un automóvil, una consola Nintendo para los niños o simplemente alimentos, que pagarán más adelante y que no les costará, como quien dice, nada más que si pagasen al contado (p. 475). 

Porque incluso cuando eres pobre tienes apetencias, ahí está el drama (p. 476).

Amaba el derecho, porque entre el débil y el fuerte está la ley que protege y la libertad que sojuzga (p. 499).

El dogma, para los suyos, es la discusión: se puede hablar de todo, se debe hablar de todo, de la discusión nace la luz (p. 499).

Tampoco se puede discutir con alguien que te dice que la Tierra es plana y que el Sol gira alrededor de ella. No hay dos opiniones dignas de ser tomadas en consideración, sino por un lado la gente que sabe y por el otro la que no sabe, y es inútil fingir que se enfrentan con armas iguales (p. 499). 

Soy ambicioso, inquieto, necesito creer que lo que escribo es excepcional, que será admirado, me exalto creyéndolo y me derrumbo cuando dejo de creerlo (p. 504). 

De vidas ajenas
Emmanuel Carrère
Editorial Anagrama (Compendium)
Barcelona, 2011
Traducción de Jaime Zulaika
200 páginas


sábado, 19 de junio de 2021

Una novela rusa, de Emmanuel Carrère

Así como las matrioskas contienen una muñeca dentro de otra, Una novela rusa contiene varias historias aparentemente inconexas, que se articulan a partir del protagonista-personaje-narrador: Emmanuel Carrère.

Por un lado está la historia András Toma, un húngaro prisionero de la Segunda Guerra Mundial, que pasó 54 años sin hablar en un hospital psiquiátrico de Kotelnich, una ciudad rusa, hasta que fue repatriado a su país. Por otro lado está la historia del abuelo de Carrère, quien desapareció en Burdeos en 1944 durante la Guerra. Está también la historia de la madre de Carrère, quien perdió el rastro de su padre; la de Carrère, que viaja a filmar una película en Kotelnich; están los personajes del documental; hay una muerte violenta, y, por último, todo lo anterior aparece atravesado por la tortuosa relación de Carrère con Sophie, una historia de amor llena de conflicto. Y en medio del libro el autor reproduce un cuento erótico publicado en Le Monde.

Una novela rusa está narrada en la primerísima persona del singular. Es a través de los ojos de Carrère que conocemos el paisaje ruso, los trenes, La Rochelle, la isla de Re y París, los lugares en los que transcurre la historia. Es él el que decide presentarse ante el lector como un hombre clasista, egoísta, celoso, desconectado de sus hijos. Un hombre orgulloso de su sexualidad, que se deprime, se aburre, tiene relaciones difíciles con sus padres y su pareja y escribe a partir de allí.

Cuando Carrère publicó El Adversario le cayó el éxito encima: fue un libro superventas, se rodó una película con base en esa historia y su nombre saltó a la fama internacional. Luego vino la sequía narrativa y Una novela rusa es el libro que publicó siete años después. Sorprende en este el cambio de registro, de tono, de tema. En muchos sentidos parece un libro escrito por otra persona y, al mismo tiempo, tiene profundas conexiones con su antecesor: ambos se parapetan en la no ficción, en la narración de los hechos a partir de las vivencias y datos del autor, y en la honestidad del texto. Una novela rusa es (debió ser) un libro doloroso de escribir, pero al mismo tiempo escribir salva.

 
Algunas frases
No estaba en absoluto preso, ni siquiera enfermo: vivía aquí, esto era su casa y punto (p. 153).

Es un acto doloroso, pero psíquicamente indispensable: un desaparecido es un fantasma, fuente de una angustia sin nombre que puede contaminar varias generaciones, mientras que por un muerto se puede guardar luto, llorarlo, olvidarlo (p. 172). 

Kotelnich, para mí, es donde uno reside cuando ha desaparecido (p. 176). 

Una obra maestra de economía descriptiva: las montañas, dice el narrador, son tan altas que por mucho que levantes los ojos nunca ves a los pájaros recortándose en el fondo del cielo (p. 177). 

Decir que haces textos educativos o que atiendes la ventanilla de la Seguridad Social es decir: no lo he elegido, trabajo para ganarme la vida, estoy sometida a la ley de la necesidad (p. 181). 

Nabokov estaba seguro de sí mismo y de su genio; fueran cuales fuesen las pruebas que atravesó, vemos bien que se despertaba cada mañana dando gracias a Dios por el privilegio único de haber nacido en la piel de Vladimir Nabokov (p. 185). 

Amaba las ideas, los ensayos más que las novelas, y leer un libro equivalía para él a conversar con su autor (p. 186). 

Creo que sobre todo habría querido que le respetasen. Ser importante. Visible. Existir ante los demás. Que no le vieran como un fracasado, un pobre de solemnidad toda su vida. (p. 190). 

Esta será la regla de mi nueva vida: andar derecho hacia donde me lleven los pies, sin retorno ni pesar (p. 198). 

Todo el mundo, y yo el primero, me considera un compañero encantador. Me represento mi vida futura como una sucesión de dichas y de victorias (p. 203). 

Escribiré un libro sobre su padre. Pensé durante mucho tiempo que no lo haría mientras ella viviera, y al salir de la Academia aquel día pensé lo contrario: que debo escribirlo y publicarlo antes de que ella muera. Que lo escribo para ella. Para liberarla, y no solo para liberarme yo (p. 210).

Recuerdo una novela en la que el narrador se percataba maravillado de que en todas las circunstancias las mujeres están siempre desnudas debajo de la ropa. Compartí y aún comparto ese estupor. (p. 231). 

Si tuviese el valor, yo mismo escribiría al defensor (del lector) para recordarle esta regla elemental del periodismo: cuando a un lector le gusta un artículo escribe autor, cuando no le gusta escribe a la redacción (p. 316).

¿Hasta qué punto puede un escritor ofrecer de pasto al público a sus seres próximos, sacrificarlos a su propio placer? (p.323).

Me pregunto si para mí escribir significa necesariamente matar a alguien (p. 323). 

Cuando dos personas que han atravesado una crisis semejante, en la que cada uno ha sido la imagen de la felicidad pero también la del miedo, entonces todo se vuelve posible, la confianza debe por fin explayarse (p. 33). 

Dice que descuidamos lo que creamos poseer, que esperamos a haberlo perdido para llorarlo (p. 354). 

piedad por el dolor intolerable que Nicolás afronta y va a afrontar hasta el final de su vida (p. 365). 

No hace falta tirarse por la ventana para morir, otros como tú mueren bien vivos (p. 367). 


Emmanuel Carrère
Una novela rusa
Editorial Anagrama (Compendium)
Barcelona, 2007
270 páginas

domingo, 13 de junio de 2021

El adversario, de Emmanuel Carrère

La mañana del 9 de enero de 1993 Jean-Claude Romand mató a su esposa, sus hijos y luego viajó para asesinar a sus padres. Todo esto lo cuenta Emmanuel Carrère al comienzo de El Adversario e internet ofrece múltiples detalles sobre el crimen que van desde fotos de las víctimas hasta la historia del juicio al asesino. 

Es decir: todo eso lo sabe el lector desde el comienzo y sin embargo, conociendo de antemano el desenlace, el libro tira página tras página para seguir leyendo, porque Carrère logra narrar un personaje tan singular y enigmático que el múltiple crimen es un dato más que se suma a una vida por completo inverosímil, y que sin embargo ocurrió con cada uno de los detalles que entrega el autor. 

El adversario remite a pensar en A sangre fría, ese clásico de Truman Capote sobre otro crimen horrendo. Pero mientras el énfasis de Capote está en construir lo que pasa con los asesinos después del homicidio y durante su paso por la prisión, el de Carrère está en contar la vida previa de Jean-Claude Romand para poder entender que lo llevó a matar a su familia. Su vida desde su infancia pero sobre todo los 18 años que pasaron antes del crimen y que Romand llevó no una doble vida sino una vida falsa, una vida de fachada detrás de la cual no había nada distinto al vacío y la soledad. Para ello hace un completo ejercicio de reportería que lo lleva a comunicarse no solo con el asesino sino con otra cantidad de fuentes, hasta construir un retrato del homicida-estafador-falso médico que, pese a todos los delitos que tiene encima, causa más curiosidad que miedo.

El adversario es un texto corto de no ficción dividido en capítulos breves que se construyen de una manera muy visual (fue adaptado al cine), con múltiples personajes y espacios, ubicados en la región fronteriza entre Francia y Suiza. El libro, publicado en el año 2000, tiene un ritmo vertiginoso, como de novela policiaca, aunque desde el principio es claro que no hay misterio por resolver, distinto al de los laberintos de la mente humana. Es un libro de no ficción que alude precisamente a esa frontera entre la realidad y la ficción, entre la verdad y la mentira, o entre lo real y lo imaginario. Y sobre la facilidad del engaño, cuando todo el mundo está predispuesto a creer. 

El libro, infortunadamente, lo leí en una traducción al español de España, con palabras y modismos que no corresponden al español latinoamericano y cortan la fluidez de la narración.

Algunas frases
"Una amistad semejante se cuenta entre las cosas preciosas de la vida, casi tan valiosas como el éxito en el matrimonio" (p. 12).

"Un amigo, un verdadero amigo, es también un testigo, alguien cuya mirada permite evaluar mejor la propia vida" (p. 12).

"Se había infiltrado una duda que únicamente el tiempo podía extirpar. Eso quería decir que les habían robado la infancia, tanto a los niños como a los padres" (p. 15). 

"Viéndolo no como alguien que ha hecho algo horrible, sino como a alguien a quien le ha sucedido algo espantoso, el juguete infortunado de fuerzas demoníacas" (p. 29).

"Es imposible pensar en esta historia sin decirse que hay un misterio y una explicación oculta. Pero el misterio consiste en que no hay explicación y en que, por inverosímil que parezca, las cosas fueron así" (p. 61) 

"Una mentira, normalmente, sirve para encubrir una verdad, algo vergonzoso, quizá, pero real. La suya no encubría nada. Bajo el falso doctor Romand no había un auténtico Jean-Claude Romand" (p. 64).

"Es notorio que los hombres más notables son también los más modestos, los que menos se preocupan de la opinión que se tiene de ellos". (p. 73).

"Por primera vez existía ante la mirada de alguien" (p. 75). 

"Era lo que pasaba por no haber hecho barrabasadas a los veinte años: cerca de los cuarenta uno se encuentra en plena crisis de la adolescencia" (p. 78).

"El silencio es el peor enemigo de las parejas. Una crisis superada, por el contrario, puede resultar su mejor aliado" (p. 78). 

"La certeza de que se suicidaría un día le dispensaba de hacerlo" (p. 85). 

"Al personaje del investigador respetado suplanta el no menos gratificante de gran criminal en el camino de la redención mística" (p. 114). 

"La novela narcisista continúa en la cárcel, lo que permite a su protagonista evitar una vez más la depresión masiva con la que ha jugado al escondite durante toda su vida" (p. 114). 

"Esa imposibilidad que usted tiene de decir "yo" a propósito de mí procede en parte de mi propia dificultad de decir "yo" respecto a mí mismo" (p. 128). 

Emmanuel Carrère
El adversario
Editorial Anagrama
(Edición conjunta de El adversario, Una novela rusa y Vidas ajenas)
Traducción Jaime Zulaika
Barcelona, 2017
136 páginas.

viernes, 27 de febrero de 2015

Invisible, de Paul Auster

Esta novela es una y varias. ¿De qué trata el libro? puede ser del amor, o del adulterio, o del incesto, o de un escritor que se muere, o de un homicidio, o de todas las anteriores. Es un libro rico, denso, que sorprende con cada cambio de capítulo.

La obra está dividida en cuatro partes claramente definidas, pensadas, planeadas. La primera parte presenta a Adam Parker, Margot y Born, que podrían ser "los protagonistas". Pero tan pronto comienza la segunda parte nos enteramos que lo que acabamos de leer es un capítulo de un libro... Así, con una estructura intertextual crece esta novela, en la que el punto de vista cambia en cada capítulo, así como el foco y centro de atención. Los giros inesperados en la trama se vuelven entonces parte fundamental de un texto que sorprende al lector hasta la última página, con un final insospechado.

Se trata de una novela en la que el autor exhibe su dominio de la técnica narrativa. La anécdota del libro puede ser simple, la riqueza de la obra está en el uso de varios narradores, varios puntos de vista y giros dramáticos. 

Se dice que en una novela cada personaje tiene un rol. Que en un buen texto no hay personajes "figurantes" y si se incluye un nombre es porque cumplirá un papel. Parece que de esa premisa fuera muy consciente Paul Auster: nombres que se mencionan de pasada en el primer capítulo, cobran fuerza protagónica en el segundo... nombres que aparecen en el segundo protagonizan el tercero o cuarto... El libro es un caleidoscopio en el que con cada giro la figura se recompone. Y todo esto, logrado con simpleza narrativa: la historia es clara y entretenida para cualquier lector. Además ocurre entre Nueva York y París, y ¿quién no quiere viajar, al menos por algunas horas de lectura, a estas dos ciudades?

Algunas frases:
permanecía quieta sin mover un músculo, mirando al vacío, como si la misión principal de su vida fuera la de parecer aburrida.

No hay que subestimar la importancia de la guerra. Es la expresión más pura y vívida del espíritu humano.

el fuego de mi vanidad: esa invisible marmita de engreimiento y ambición que hierve a fuego lento en cada uno de nosotros.

El poder era la única constante, y la ley de la vida era matar o morir, dominar o caer víctima del salvajismo de los monstruos.

El chico ya no era una persona. Era aquella pistola y nada más, el revólver de pesadilla que vivía en la imaginación de neoyorkino, el alma inhumana, sin corazón, destinada a encontrarte una noche a solas en una calle oscura y enviarte tempranamente a la tumba.

No hay nada como una enfermedad mortal para galvanizar el pensamiento, para hacer las cuentas, para establecer el balance final.

el temor es lo que nos impulsa a correr riesgos y a sobrepasar nuestros límites normales, y es difícil que todo escritor que crea pisar terreno firme produzca algo de auténtico valor.

ahora que poco a poco te vas desmoronando en tu trabajo en el Castillo de los Bostezos.

Está demasiado triste. Con esa melancolía ninguna persona puede ser atractiva. 

Y sin embargo, cada año, no podéis evitar la sensación de que se ha perdido algo más de él, de que a pesar de vuestros esfuerzos, cada vez rememoráis menos cosas de él, que no podéis hacer nada para que no vaya apagándose del todo.

El verdadero amor, afirma, es cuando sientes tanto placer al darlo como al recibirlo.

Ese hombre es un maníaco, ¿sabes?
Cierto. Pero ¿qué ley te prohíbe querer a un loco?

Se pregunta si las palabras no serán un elemento esencial de la sexualidad, si hablar no es en definitiva una forma más sutil de acariciar, y si las imágenes que bailan en nuestra cabeza no son igual de importantes que los cuerpos que abrazamos.

¿Por qué no lo tiramos, simplemente?
Muy desagradable. A los libros hay que tratarlos con respeto, incluso a aquellos que nos ponen enfermos.

Invisible
Paul Auster
Editorial Anagrama
Barcelona 
2009
282 páginas 




viernes, 3 de enero de 2014

84, Charing Cross Road, de Helene Hanff

"Es un librito de culto entre los libreros". Con esa presentación oí hablar por primera vez de 84 Charing Cross Road y me dio curiosidad. Un libro de culto entre libreros tiene que ser un gran libro.


Sin embargo, no es un gran libro. No es una obra monumental del estilo Guerra y Paz, ni un gran drama de amor, odio o poder. Es un librito entrañable que a través de cartas que comienzan en 1949 y se extienden hasta el 69 revela la relación estrecha que se construye entre Helene Hanff, una escritora pobre de Nueva York, y Frank Doel, empleado de una librería en Londres.

La obra resulta hermosa no tanto por los autores o libros que se registran en las cartas (muchos autores ingleses que no son tan conocidos en el ámbito latinoamericano, aunque por supuesto hay nombres de fama mundial), sino por el cariño que se percibe entre librero y lectora, que empieza por los libros pero trasciende esa esfera para convertirse en una larga conversación. Una amistad que dura más de 20 años aunque Helene nunca viaje a Londres en vida de Frank.

Creo que puede ser un libro de culto entre los libreros porque aunque la que más escribe es Helene (y finalmente es ella quien publica las cartas), revela la vida cotidiana de un librero, con salario escaso, que celebra poder comprar un carro, anhela las vacaciones, se siente orgulloso de sus hijos, sufre por el racionamiento de alimentos en Londres después de la II Guerra Mundial... es decir, un trabajador de clase media común y corriente, como los hay tantos en tantas partes del mundo. Y muestra también una lectora culta, curiosa, exigente. La lectora que supongo que todo librero anhela conocer.

Algunas frases:
"El día en que me llegó el ejemplar de Hazlitt, se abrió por una página en la que leí: "Detesto leer libros nuevos." Y saludé como a un camarada a quienquiera que lo hubiera poseído antes que yo".

"Con la llegada de la primavera necesito un libro de poemas de amor. ¡Nada de Keats o Shelley! Envíeme poetas que sepan hablar del amor sin gimotear... Wyatt o Johnson o alguien por el estilo".

"A mí me encantan las inscripciones en las guardas y las notas en los márgenes: me gusta el sentimiento de camaradería que suscita el volver páginas que algún otro ha pasado antes, así como leer los pasajes acerca de los que otro, fallecido tal vez hace mucho, llama mi atención".

"Va contra mis principios comprar un libro que no he leído previamente: es como comprar un vestido sin probártelo".

"Me gustan las mismas cosas que a él..., salvo sus obras de ficción. jamás he conseguido interesarme por cosas que sé que jamás les ocurrieron a personas que nunca han vivido".

"Quería haberte escrito el día que recibí el Angler, aunque no fuera más que para darte las gracias; ya sólo los grabados que incluye valen diez veces más de lo que me ha costado el libro. ¡Qué mundo tan extraño éste nuestro, en el que uno puede adquirir para toda la vida algo tan hermoso..., por lo que cuesta una entrada para un cine de Broadway, o por la quincuagéima parte de lo que te cobra un dentista por empastarte un diente!

"Mis amigos son muy peculiares en cuestión de libros. Llen todos los best seller que caen en sus manos, devorándolos lo más rápidamente posible..., y saltándose montones de párrafos según creo. Pero luego JAMÁS releen nada, con lo que al cabo de un año no recuerdan ni una palabra de lo que leyeron".

¿Por qué será que personas a las que jamás se les pasaría por la imaginación robar nada encuentran perfectamente lícito robar libros?

"Ahora ya no hay nada a un precio barato: los precios son "razonables". O, cuando mucho, "ajustados". Al otro lado de la calle en que vivo hay un edificio en construcción con un cartel que dice:
"Apartamentos de uno y dos dormitorios
a alquileres puestos en razón"
Pero los alquileres NO están puestos en razón. Y los precios no se comportan de forma razonable en ningún ámbito, diga lo que diga el anuncio..., que no es un anuncio tampoco, sino un reclamo"

Helene Hanff
84, Charing Gross Road
Editorial Anagrama
Primera edición: Nueva York, 1970
Esta edición: Barcelona, 2002
126 páginas

jueves, 26 de septiembre de 2013

La presa, de Kensaburo Oé

La presa es una novela corta, muy corta, narrada por un niño japonés. El niño vive en una aldea pobre y aislada con su papá y su hermano. Un día se oye un estruendo y es un avión de guerra que se cayó relativamente cerca. Sobrevive un soldado negro, la presa, al que el niño, su padre y su hermano deben cuidar, alimentar, como a un animal doméstico. La presa transforma la vida del niño, se convierte en su más importante responsabilidad, e incluso empiezan a congeniar, a hacerse amigos, hasta que la realidad mete mano en el idílico mundo que empieza a crearse.

La anécdota del libro es la que acabo de contar, pero el valor extraordinario de esta obrita maestra está, por un lado, en la forma en la que se dosifica la información, de tal manera que el lector siempre está tenso, y por otro lado en las digresiones y análisis que se presentan desde una voz infantil, con el asombro de quien ve las cosas por primera vez.

Es una historia que ocurre en Japón, pero perfectamente podría ocurrir en cualquier lugar, narrada a partir de imágenes que se construyen con una admirable economía de palabras.

Los fragmentos:
Morro de Liebre, tumbado completamente desnudo en la losa mas ancha y más cómoda, dejaba que las chiquillas acariciaran su sexo rosado como si fuera una muñequita. Congestionado, con una risa tan estridente como un chillido de pájaro, de vez en cuando daba una sonora palmada en el trasero, también desnudo, de una niña.

La niebla, igual que un ser dotado de vida, se arrojó sobre mí y me rodeó; en un abrir y cerrar de ojos se me metió hasta el fondo de la nariz.

nos miró, con la cara relajada, descubriendo sus fuertes dientes que ahora amarilleaban a causa de la suciedad; entonces tuvimos la revelación brutal de que un soldado negro también podía sonreír, y tomamos conciencia de que entre él y nosotros, de golpe, acababan de establecerse unso vínculos solidos, profundos y casi "humanos".

Kensaburo Oé
La presa
Editorial Anagrama
1994
114 páginas.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Seda, de Alessandro Baricco

Cuando este Club Secreto de Lectura era aún más secreto, no teníamos blog y los comentarios de los libros nos los envíabamos por correo. Por eso no encuentro en este blog un comentario que estoy segura que alguno de ustedes escribió sobre Seda, elogiando el libro con tanta insistencia que desde hace años tenía curiosidad de leerlo.

A Seda se le llegó su hora (quedó chuliado, como dice otro de ustedes) y los que aún no lo han leído están en mora de hacerlo. Es una obrita maestra de la sutileza, el misterio, de la economía de palabras... y además es una hermosa historia de amor, de viajes y aventura.

Para todos los que escribimos cosas (crónicas, reportajes, entrevistas, cuentos, novelas), a veces es complicado describir en pocas palabras muchas acciones. Pues bien: Baricco es un maestro en eso. Seda tiene 125 páginas. En la página 20 ya sabemos el protagonista con quién vive, qué hace, a qué se dedica, qué hacen los de su pueblo, en qué época estamos, y además el señor ya atravesó Europa para luego embarcarse en el Pacífico y llegar hasta Japón.

Se puede decir que Seda recibe su nombre porque el protagonista comercia con gusanos de seda... pero más allá de eso, está la delicadeza del lenguaje, y así como quien se viste con seda parece desnudo, acá las palabras están puestas con tal sutileza que ni se notan. Todo el relato flota en un halo de misterio.

Las frases:
Los productores de seda de Lavilledieu eran, quien más quien menos, gente de bien, y nunca habrían pensado en infringir ninguna de las leyes de su país. La hipótesis de hacerlo en la otra punta del mundo, sin embargo, les pareció razonablemente sensata.

le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos, era como coger la nada.

Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto.

Todo el pueblo vivía para aquel hombre y casi no había gesto, en aquellas colinas, que no fuera hecho en su defensa y para su placer. La vida discurría en voz baja, se movía con una lentitud astuta, como un animal acorralado en su madriguera. El mundo parecía estar a siglos de distancia. 

Tenía los labios entrecerrados, parecían la prehistoria de una sonrisa.

Es siempre difícil resistir la tentación de volver. 

-¿Tú sabes por qué Jean Berbeck dejó de hablar? -le preguntó.
-Es una de las muchas cosas que no dijo nunca.

Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. 


Alessandro Baricco
Seda
1996
Editorial Anagrama
125 páginas