Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas

viernes, 17 de febrero de 2023

Ceniza en la boca, de Brenda Navarro

Diego García es un islote en el Pacífico, aislado y rodeado de mar, lejos de todo. Diego García es también un adolescente mexicano que vive con su hermana mayor y sus abuelos porque su mamá se fue a España y de su papá casi nada se sabe. Esa es su vida inicial, porque luego viaja con su hermana a Madrid para vivir con su mamá. Ahí le cae la adolescencia, y hasta ahí llega porque lo que sigue es nada: Diego se lanza de un quinto piso, cansado de ser un islote aislado, lejos de todo.

Esta obra de Brenda Navarro se divide en cuatro partes y, al igual que en Casas Vacías, su primera novela, hay una voz narradora femenina que habla en primera persona y desde un largo monólogo nos cuenta, más que la vida de Diego, su vida antes y después del suicidio de Diego. Tiene la crudeza narrativa de Casas Vacías, la fuerza para retratar la violencia de la exclusión a partir de frases cortas e imágenes potentes, y un profundo cuestionamiento sobre la maternidad, el patriarcado y la violencia intrafamiliar. 


Cenizas en la boca es también una novela sobre el amor entre hermanos, que es un tópico menos frecuente en la literatura que el amor entre parejas o entre padres e hijos. Y es también el relato descarnado de la exclusión que siente el migrante. Como lo pinta la autora en una sola línea (ese es su talento, decir mucho en pocas líneas): 
Los españoles te ofrecen su casa, pero nunca te dan la dirección.

Esta segunda novela confirma que Brenda Navarro es una novelista demoledora, capaz de adentrarse en complejidades humanas y de presentar constelaciones familiares densas, a partir de una capacidad de síntesis asombrosa en la que la economía de palabras aparece como una de sus principales virtudes.

Algunas frases
 
La vida es así: las mamás queriendo abrazar a sus hijas lastimadas y las hijas lastimadas que no se dejan abrazar (p. 23). 

A la familia hay que tenerla lejos pero presente, como el sol (p. 52).

me mapeaba el cuerpo como si buscara oro debajo de mi arena (p.66).

mentí porque cuando una mentira se dice, hay que seguir mintiendo para sostenerla (p.75).

todos los días me voy a la cama pensando que será la última noche y todos los días despierto más vieja, más cansada y con la misma vida de siempre (p. 83).

¿Te gusta, te gusta aquí? Es lo mismo, donde estés es lo mismo, nomás sobrevivir (p.92).

Desde que llegamos a España estábamos como amputados, pero sin diagnóstico. Como que nos faltaba algo, pero todos lo negaban. ¿Faltarnos algo? ¡Al contrario! ¡Si lo habíamos conseguido todo: casa, papeles, mamá! ¿Qué nos podían amputar? Pues México, pensaba yo (p. 108).

Diego no dejó nada que pudiera darnos una pista, ni una carta de despedida, ni un mensaje. Nos ahorró el trabajo de querer encontrar la verdad, nadie nos la iba a decir (p. 109).

¿Quién llorará por mí si todos están ocupados llorándote a ti? (p.111).

No sé si pasó de pronto, a veces siento que lo planeó demasiado, que llevaba tiempo despidiéndose y no lo escuchamos, pensé (p. 120).

De pronto, así, acompañada, justifiqué a Diego, abracé su decisión (p. 134).

vas a tener que escoger entre querer una mamá como la que crees que mereces, pero no vas a tener, o abrazarte a la que tienes (p. 165).  

 (p. 167).

siento como traición que se haya ido y pienso que el muy cabrón no quiso a nadie (p. 167).

tiene ese humor dañino que le sale solo. Como si en el estómago le corriera la ironía y ella nomás se dedicara a vomitarlo, no por mala, sino porque así es (p. 179).

Entendí que no hay verdades, sino puntos de vista (p. 181).

¿Por qué siempre estás enojada?, me recriminaba mi mamá. ¿Por qué no estás enojada tú? ¡Esa es la pregunta! (p. 182).


Ceniza en la boca
Brenda Navarro
Editorial Sexto Piso
Madrid, 2022
196 páginas

lunes, 21 de noviembre de 2022

La buena letra, de Rafael Chirbes


En apenas 136 páginas, con letra grande y capítulos cortos que dejan en el libro muchos espacios en blanco, el español Rafael Chirbes construye en "La buena letra" una obra maestra, llena de melancolía y belleza, en la que lo que se insinúa es mucho más potente que lo que se muestra: Chirbes escribe una novela a partir de los silencios.

Al igual que Aura, de Carlos Fuentes, La buena letra es una novela narrada en esa forma extraña de la segunda persona del singular. Ana reconstruye su vida, o mejor, la vida al lado de su marido Tomás y la vida de la familia de éste, y hace el ejercicio de narrarla para contársela a su hijo, aunque en algún a parte dice que en realidad se la cuenta a sí misma. 

Ana habla poco de su familia, pero mucho de la de Tomás y, sobre todo, de Antonio, su cuñado, hermano de Tomás, quien estuvo preso durante la Guerra Civil y al recuperar la libertad llega a vivir con ellos, en una casa habitada por el miedo de ser rojos en medio de falangistas. En un ambiente de miseria, precariedad e incertidumbre, lentamente la familia recupera lentamente el ritmo vital e incluso Antonio vuelve a salir, a relacionarse, y se casa con Isabel. La relación entre las cuñadas Ana e Isabel marca el conflicto de La buena letra. 


Las diferencias de clases sociales, el arribismo, la fractura social que implica ser analfabeta, el matrimonio que se resquebraja y la vejez acompañada únicamente por la soledad de los recuerdos son algunos de los temas que atraviesan esta novela breve, escrita con un lenguaje claro y a la vez cargado de simbolismo, que obliga al lector a pensar en todo lo que el relato está dejando por fuera. 

Algunas frases
No es misión del tiempo corregir injusticias, sino más bien hacerlas más profundas (p. 10). 

Se trata, en su mayoría, de nombres que a ti nada te dicen y que sólo de vez en cuando has tenido ocasión de escuchar. Fueron mi vida. Gente a la que quise. Cada una de sus ausencias me ha llenado de sufrimiento y me ha quitado ganas de vivir (p. 21). 

Ni la muerte ni el miedo son limpios (p. 24). 

más que maldad, lo que tenía, lo que tuvo siempre, fue soledad (p. 39).

Los pobres seguimos siendo pobres aunque nos hagamos con dinero (p. 42). 

Empujábamos, ciegos y mudos, buscando sobrevivir, y a pesar de que nos dábamos todo unos a otros, era como si sólo el egoismo nos moviese. Ese egoismo se llamaba miseria. La necesidad no dejaba ningún resquicio para los sentimientos. Lo veíamos a nuestro alrededor (p. 49). 

recordaba las viejas canciones, no con desesperación, sino con una tristeza suave, la del tiempo ido; y los recuerdos no me mordían, sino que me calentaban y me humedecían los ojos con dulzura (p. 53).

Hay palabras que son de un vidrio tan delicado que si uno las usa una sola vez, se rompen y vierten su contenido y manchan (p. 68).  

Yo sólo sabía que no puede nombrarse lo que no existe. Y nada existía: sólo una certeza resbaladiza como un caracol, un aceite que se escapaba entre los dedos y dejaba manchas (p. 79). 

A tu hermana y a mí nos salvaba el cine de los domingos. Llorábamos con lo que les pasaba a los artistas del cine, y así ya no teníamos que llorar en casa (p. 82). 

Yo me decía que ahora no nos faltaba nada, pero ya había aprendido a desconfiar de la felicidad, que siempre se nos acababa escapando, y pensaba con frecuencia en qué iba a ser lo que viniera a romper el equilibrio de nuestras vidas, y sentía una enorme tristeza (p. 85). 

Por la tarde se sentaba a escribir cartas, y también unos cuadernos en los que anotaba -según ella misma me contó- canto le ocurría a lo largo del día. "Pero si, por suerte, no nos pasa nada", le decía yo, "¿de dónde puedes sacar tema para pasarte tanto tiempo escribiendo?" Nos reíamos las dos. (p. 89).

En cuanto las cosas se quedaban atrás, dejaban de ser verdad o mentira y se convertían sólo en confusos restos a merced de la memoria. No había nada que salvar. El tiempo lo deshacía todo, lo convertía en polvo, y luego soplaba el viento y se llevaba ese polvo (p. 103). 

Ahora no era suficiente la compasión, la entrega. La vida nos exigía algo más: otra cosa que no habíamos imaginado que iba a hacernos falta y que intuíamos que tenía que estar en algún lugar de nosotros mismos, pero que no sabíamos cuál era. Nos faltaba el plano que nos llevase hasta ese lugar secreto. Y vagábamos perdidos, sin encotnrarlo (p. 105). 

La buena letra es el disfraz de las mentiras (p. 133).

esta casa llena de goteras, con habitaciones que nada más abor para limpiar, y poblada de recuerdos que me persiguen (según vosotros), aunque yo sepa que también me identifican (p. 134). 

La buena letra
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, 2013 (primera edición 1992)
Barcelona
136 páginas


viernes, 7 de enero de 2022

Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez

 
Al final del libro, en la "nota del autor", Juan Gabriel Vásquez explica que "Volver la vista atrás es una obra de ficción pero no hay en ella episodios imaginarios". Es una novela en la que cuenta los primeros años de la vida de Sergio Cabrera, su hermana Marianella, sus padres Fausto y Luz Elena y la infancia y juventud de Fausto, huyendo de la Guerra Civil Española. 

La novela se divide en tres partes: la primera ocurre en España con la Guerra Civil como marco que define la vida de la familia del niño Fausto Cabrera. Su madre muere joven, un tío es militar republicano y junto a él, su padre domingo y sus hermanos huyen a Francia y desde allí a República Dominicana. Fausto llega a Colombia luego de una temporada en Venezuela. 

La segunda parte transcurre con Fausto como un consagrado director de teatro y exitoso actor de televisión, casado y con dos hijos, que decide radicarse en la China de Mao como profesor de español. Allí sus hijos inician una formación política y filosófica, viven una vida cotidiana diametralmente distinta a la que tenían en Bogotá y en determinado momento los padres regresan a Colombia y dejan a sus hijos de 14 y 12 años al cuidado de la revolución.

La tercera parte describe los más de tres años y medio que Sergio y su hermana Marianella militaron como guerrilleros en el Ejército de Liberación Popular EPL, hasta su salida de la guerrilla y el regreso a China, desde donde Sergio viaja a Londres para estudiar cine. 

La vida de Sergio Cabrera es trepidante pero la maestría del escritor está en vertir esa suscesión de hechos increibles a las páginas de una novela rica en detalles, que se lee con velocidad y avidez. La obra de Juan Gabriel Vásquez ha indagado por distintas aristas de la historia nacional colombiana que en determinado momento se cruza y marca las vidas privadas de sus personajes, y con esta novela logra otro hito en ese proyecto personal, relevante para la literatura colombiana porque permite acercarse desde otras miradas a las causas y actores de la violencia colombiana.

Esta novela en particular creo que además aporta un elemento interesante a la narrativa colombiana: cuenta desde adentro la vida cotidiana en una guerrilla, sus odios, envidias, jerarquías y penurias. Quizás en el futuro surgirán nuevos textos de excombatientes que ayuden a los lectores a acercarse a ese tipo de vida, pero hasta ahora los materiales verosímiles siguen siendo muy escasos.

Algunas frases
Las rencillas ocultas o nunca expresadas que hay en todas las familias, los malentendidos y las palabras que no se dicen o se dicen a destiempo, la falsa idea que nos hacemos de lo que sucede en la cabeza o en el alma del otro: esa compleja red de silencios conspiraba ahora contra la serenidad (p. 25).

Vive la vida de suerte que viva quede en la muerte (p. 42).

(sobre Bogotá) fundar una ciudad bajo estos cielos crises, en este invierno permanente donde llovía todos los días, sin excepción, donde los hombres de las calles andaban con guantes y paraguas y ceños fruncidos, y donde las mujeres rara vez salían de sus casas, casi siempre para comprar comida y buscar un rayo de sol como gatos perdidos (p. 60). 

Si esos poemas no sirven para combatir, lo más probable es que no sirvan para nada (p. 66).

sólo le importaba a la gente que estaba en el campo: a los de la ciudad todos esos muertos les quedaban lejos (p. 74). 

Una guerra civil no es lo mismo que una batalla cultural, es cierto, pero los principios son los principios (...) Pues aguantaremos lo que se pueda, pero yo babosadas no voy a hacer. (p. 93). 

Lo único más testarudo que la promiscuidad de su padre era el talento de su madre para descubrirlo (p. 98). 

(la ropa sucia se lava en casa) ¿Y qué pasa si en la casa no hay lavadero? (p. 140).

La destrucción de lo que llamaban "los cuatro viejos": viejas costumbres, vieja cultura, viejos hábitos, viejas ideas (p. 182). 

Marianella lloró lágrimas de adolescente enamorada, pero se dijo que no había nada más contrarrevolucionario que dejarse distraer por el amor (p. 188). 

hay que escoger amigos y amigas positivas, en lo político, moral e intelectual. Esto no quiere decir que tengan que ser perfectos, no, pero sí es indispensable que tengan un aceptable nivel político, que sean sanos moralmente y que tengan una mentalidad proletaria, aun cuando, naturalmente tengan defectos, los cuales ustedes pueden ayudarles a corregir, y ellos los de ustedes (p. 192). 

Los enemigos nos definen más que los amigos. Dime quién te ataca y te diré quién eres (p. 227). 

Los años lo habían acostumbrado a dudar y a cuestionar y a informarse antes de tomar una decisión. Pero allí, arrastrado por las emociones de la acción colectiva, pensó que era indigno o desleal tratar de encontrarle peros a un suceso que estaba sacudiendo el mundo (p. 228). 

Mire, señorita, la diferencia es muy clara: ustedes, en su país, tienen un Dios muerto. Nuestro Dios está vivo (p. 246). 

El ejército de Estados Unidos había fracasado contra el pueblo heróico de Vietnam, decía Castro. Hoy en día, nadie lo dudaba. Aquél era uno de los grandes servicios que el pueblo de Vietnam le había prestado al mundo (p. 259). 

aprendió que la cobardía es, más que un defecto de carácter, un error estratégico: el que tiene miedo no dispara, y permite por lo tanto que le apunten. En otras palabras, el que dispara está evitando que le apunten los demás (p. 271). 

las convicciones ideológicas no siempre iban de la mano con el talento artístico (p. 281). 

¡Qué difícil era imaginar una historia sobre un hombre real que además hemos conocido! (p. 301). 

nadie lograba entender que un país que lleva medio siglo en guerra hubiera votado en contra de acabarla (p. 308). 

sintió fugazmente que el cariño de sus hijos era lo único firme que le quedaba en la vida (p. 309). 

la única manera de hacer la paz es así, raspando las heridas (p. 312). 

La revolución era inseparable de un cierto puritanismo (p. 326). 

lo que más me gusta de la noche es que hace desaparecer el verde (p. 350). 

¿en qué momento llegan unos padres a la convicción de que la revolución puede educar a sus hijos mejor que ellos mismos? (p. 356). 

De manera que esto era la burguesía: la posibilidad de andar impunemente por la ciudad entera, la garantía de que las puertas se abrirían sin problemas (p. 359). 

el ejército revolucionario de Colombia, donde Mao era un rumor, un conjunto de refranes: una figura hecha de palabras (p. 368). 

nada frustraba más a los obreros que la sensación de estar metidos en una obra infinita (...) Es importante saber que tu camino tiene un punto de llegada (p. 373). 

hay personas así, con las que no nos tomaríamos un aguardiente pero a las cuales, en cambio, les confiaríamos nuestros hijos (p. 376)

Cuando falta la luz y todo es oscuro, solía decir, la única forma de no perder el rumbo es mirar hacia atrás. Así, viendo la luz que hemos dejado, podemos confirar en que otra nos espera (p. 386). 

de que esto no es amor sino agradecimiento. Y eso no es suficiente para sacar una vida adelante. (p. 412). 

Sergio sólo podía pensar que había dedicado todos los años de su adolescencia, todos los de su adultez incipiente, a prepararse para algo que no había tenido lugar (p. 431).

Un padre y un hijo que viven vidas separadas en ciudades distantes y que ahora se han encontrado para decirse cuánto se quieren y cuánto se extrañan de la manera más vieja de todas: contando historias (p. 437). 

A veces los hombres que van juntos a la vatalla se detestan más entre ellos que al enemigo común (Vida y destino, de Vasili Grossman). (p. 439).

El plan de venir a China fue tuyo, no nuestro. El plan de unirse al EPL fue tuyo, no nuestro. Toda la vida. Toda la vida nos has hecho creer que lo decidíamos nosotros, pero no es verdad: lo decidías tú. Toda la vida he hecho lo que tú querías, toda la vida la he pasado callado, tratando de complacerte. Pero ya me he dado cuenta, papá. Me he dado cuenta de que callar no es una cuestión de temperamento: es una enfermedad. (p. 467). 

Ordenar un pasado ajeno fue la manera más eficaz de lidiar con el desorden de mi presente (p. 474).


Volver la vista atrás
Juan Gabriel Vásquez
Editorial Alfaguara
Bogotá
2020
480 páginas

jueves, 15 de octubre de 2020

Historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma


Catalina es una niña a la que internan en un convento a sus cuatro años de edad, en compañía de otras tres hermanas. Allí crece, desobedece, se desadapta y un día aprovecha un descuido para fugarse y salir al mundo exterior, que desconoce por completo.
Su primera decisión, cuando accede a la calle, es convertirse en hombre: con aguja, hilo y tijeras transforma su hábito de religiosa en un traje varonil y decide que a partir de ese momento se llamará Francisco y empezará a vivir las aventuras que le están vetadas a las monjas de clausura.

La historia, así contada, ya resulta inverosímil. Lo sorprendente es el contexto en el que ocurre: Catalina de Erauso nació en 1585 en la villa de San Sebastián en la provincia de Guipuzcoa, en España, y cuando decide "vivir aventuras" éstas consisten en embarcarse hacia el Nuevo Mundo y recorrerlo a pie, a caballo y en barco desde Panamá hasta Concepción, en Chile, pasando por Tucumán, Cochabamba, Potosí, La Paz, Cuzco, Lima y Trujillo, entre otras ciudades. En este recorrido Erauso tiene combates con espadas, apuesta y pierde dinero, va varias veces a la cárcel, la hieren y se enrola en el ejército, en donde accede al título de alférez.

"La historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma" ofrece numerosos ángulos para abordar el texto: es una obra con elementos de picaresca, autobiografía, viaje de aventuras, historias de milicia e historias de la colonia. Sin entrar en la controversia sobre si Catalina de Erauso es la real autora del texto, o se trata de una transcripción o una ficción (se sabe que Catalina de Erauso sí existió), resulta relevante conocer el ejercicio escritural de una mujer que decide ser hombre y referirse a sí misma en masculino cuando está en compañía de otras personas, pero conservar el género femenino para los momentos de intimidad y soledad. Es como si el tránsito entre géneros fuera una oportunidad para disfrutar de las libertades vedadas para las mujeres, sin que ello signifique una renuncia absoluta o definitiva a su condición femenina.

Erauso es un personaje singular, ambiguo y magnífico para los estudios queer. El texto no ofrece digresiones, introspecciones o análisis personales. Se trata de una sucesión de episodios de aventuras y viajes, en donde la acción prevalece sobre la descripción, tal y como ocurre con El lazarillo de Tormes y El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle, dos obras relativamente contemporáneas, a las que podría acercarse. La singularidad de la historia de la monja alférez consiste en que la acción y el lenguaje develan aspectos relevantes del tránsito por los géneros: Catalina cuenta cómo el vestido y el corte de pelo le permiten pasar como varón; explica el mecanismo utilizado para lograr que no le crezcan los senos; en algún aparte del texto se describe al personaje con un bigote incipiente y en una escena en Perú, en la que se descubre su verdadera identidad, el juicio relevante de las comadronas no consiste en revelar que es mujer, sino que es virgen. La autora narra una épica construida con múltiples batallas, pero la batalla más significativa es la que se libra sobre su propio cuerpo.

La lectura de textos del siglo XVI a veces se torna farragosa por el uso de palabras desconocidas y por una ortografía que hace que el lector se concentre más en superar la forma que en develar el fondo. El trabajo hecho por Ediciones Tres Cantos, una nueva editorial independiente creada en Pereira, permite superar ese obstáculo: el libro trae una ortografía limpia y actualizada y  cuenta con algunos pies de página que permiten contextualizar. Estos recursos, junto con el prólogo de la profesora de literatura María Piedad Quevedo Alvarado, y la hermosa tipografía con que se construyeron las páginas, ponen esta obra clásica al alcance de cualquier lector que desee conocer una nueva autora, si es que es posible decirle "nueva" a una escritora del siglo XVI.


Historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma
Ediciones Tres Cantos
Pereira, Colombia
2020 (primera edición 1829).
152 páginas

sábado, 25 de febrero de 2012

Alto Voltaje, de Germán Sierra

Leí Alto Voltaje de Germán Sierra por recomendación de Misael Peralta, quien muy comedidamente también me prestó el libro. Lo hizo a manera de impulso a mi deseo de escribir cuentos y me parece vergonzoso haberme tardado más de seis meses en leer un libro que condensa 14 cuentos en poco más de 120 páginas.
A pesar de lo que indicaría la tardanza, Alto Voltaje es un libro muy entretenido y la narrativa de Sierra cuenta historias aparentemente cotidianas que en unos 50 años o 100 años serán perfectamente entendibles a pesar de  hablar de situaciones actuales, como el trabajo de un periodista investigativo en un pequeño pueblo, la historia de una pareja que trata de revitalizar su matrimonio visitando un bar swinger, la desesperación de un hombre que pierde a veces su memoria de corto plazo o la forma inexplicable en que funciona una campaña publicitaria.
Germán Sierra es un médico español nacido en 1960. Es profesor de bioquímica y biología molecular (según Wikipedia) y este libro fue publicado por Mondadori en 2004.
Aquí, algunos fragmentos:

"Llevas tres meses trabajando en la empresa. recibes un buen sueldo para una persona de tu edad, has alquilado un apartamento y te has comprado ropa nueva, de un estilo parecido al del resto de los creativos."

"Cuando tenía tu edad no podía pensar más que en chicas y eso, acepta mi consejo, el lo peor que se puede hacer. Las chicas vienen a ti cuando dejas de pensar en ellas."

"Cuando era niño, las líneas de alta tensión me fascinaban. Aquellas torres gigantescas de metal, como robots descomunales con los brazos en alto, me recordaban los molinos del Quijote y a monstruos venidos del espacio, una hilera de colosos a quienes enfrentarse en un arrebato de locura o heroicidad."

"El torero no va a vencer, sino a representar un papel en el que asume un riesgo. El animal, por cierto, es también un actor, y de él se espera que actúe como tal. Se trata de una ópera con un final probable pero incierto, y es precisamente la asimetría de los actores contendientes lo que le proporciona su interés."

"El inquilino -  que debió ser creyente o querer parecerlo, o sencillamente demostrar fidelidad a una tradición decorativa - dejó impresa la huella de un crucifijo como una sombra en negativo. Una cruz blanca en el centro de una pared sucia, velada con mugre, tostada por el humo del tabaco, oscurecida por la degradación de la pintura, moteada con antiguas huellas de moscas y fragmentos de telarañas enredadas; la acción, en resumen, del tiempo y el descuido."



Germán Sierra
Alto voltaje
Editorial Mondadori
2004