domingo, 26 de noviembre de 2023

Cassiani, de Octavio Escobar Giraldo

La portada de Cassiani muestra a una mujer negra con el pelo afro muy alborotado. La imagen aparece pixelada, con puntos como los que usaba el artista estadounidense Roy Lichenstein, icono del arte pop del siglo XX y pintor a gran escala de cómic. 

La referencia a Lichentein en la portada no es gratuita: Cassiani es una novela que se lee como un cómic. Es un texto visual, lleno de acción y aventuras, en el que los personajes huyen todo el tiempo, escapan por catacumbas y túneles, sobreviven a ataques violentos y enfrentan desafíos, algunos más mundanos que otros.

La historia ocurre en una Bogotá dividida. "Estábamos en el cuarto año de la Esponsión. Después de las sucesivas oleadas del Virus, así, con mayúscula" (p. 13), se advierte al comienzo de la novela. La Esponsión es un referente histórico sobre una paz pactada en Manizales en la segunda mitad del siglo XIX entre las tropas liberales de Mosquera, y los ejércitos conservadores de Antioquia. Orlando Sierra, el subdirector de La Patria asesinado en 2002, decía que el gobierno debía pactar una Esponsión con las Farc y Octavio Escobar, quien dedica el libro a Sierra y a otros dos letraheridos caldenses, retoma esa idea de la Esponsión en un ambiente distópico.

Cassiani presenta una Bogotá fracturada en dos a partir de la Calle 72. Al norte están los Conciliares, con sede en el Seminario Mayor de la calle 94 con Séptima, y al sur mandan los Bibliotequeros, con sede en la Biblioteca Nacional. Cassiani y Kike comienzan su odisea luego del asesinato de su amigo Rosero. Cassiani, una mujer exhuberante, fuerte, decidida, arrastra al pusilánime Kike hacia un pasadizo secreto al que se accede desde el túnel que cruza la Séptima para llegar a la Universidad Javeriana, en la calle 42. Este acto de hundirse en el interior de la ciudad es a la vez una escena de acción y una metáfora política: Octavio Escobar presenta una ciudad destruida en la que facciones con ideas contrarias combaten a diario y a muerte para conquistar unos pocos metros.

La novela ocurre además en el marco de una pandemia y el hecho no es casual. El texto no menciona la palabra Cóvid pero aparecen vacunas, contagios y muerte. De hecho Octavio Escobar la escribió durante el confinamiento mundial decretado a partir de marzo de 2020, por la pandemia de Covid-19, y aunque durante ese año y 2021 surgieron numerosos textos al estilo de diarios del encierro, memorias y testimonios, esta novela es fruto de la pandemia desde un lugar distinto: no es el tema sino la estética narrativa la que permite sentir el ahogo, el encierro y la necesidad de huir, y por eso Cassiani es quizás una de las primeras novelas verdaderamente pandémicas, resultado del confinamiento. 

Cassiani puede desconcertar a los lectores habituales de Octavio Escobar Giraldo porque se trata de una novela que a primera vista luce muy distante de las anteriores: es una distopía que ocurre en un futuro indeterminado. Es ciencia ficción con una narración cercana al cómic y con personajes imposibles, como las niñas sepia, que se camuflan en las paredes. No obstante, después de la sorpresa inicial, una lectura más reposada permite encontrar en Cassiani elementos comunes a otras obras de Escobar Giraldo: la descripción tan visual, el manejo de los diálogos, las referencias literarias (en este caso a Lovecraft, Proust, León Felipe y Jaime Jaramillo Escobar), la protagonista femenina fuerte, la muerte como motor de la historia y la construcción de la narración al estilo de una "road movie", que en este caso no alcanza a salir de Bogotá, pero se trata de una ciudad tan enorme y tan fascinantemente descrita, que al final de leer uno siente haber realizado un viaje a una ciudad desconocida.

Cassiani
Octavio Escobar Giraldo
Seix Barral
Bogotá, octubre de 2023
192 páginas

lunes, 20 de noviembre de 2023

La librería en la colina, de Alba Donati

En diciembre de 2019 una poeta italiana decide abrir una librería en Lucignana, un pueblo ubicado a dos horas y media al norte de Florencia.

Hasta ahí la historia no tiene mayor novedad, salvo por un dato: Lucignana tiene 180 habitantes. 180 personas que se conocen íntimamente, que saben quién es hijo de quién, sus pasados y sus familias. El 70% del pueblo simpatiza con la librería y el 30% no.

En febrero de 2020, es decir con la librería recién abierta, empieza la pandemia por Covid y es en medio de ese contexto de confinamiento y zozobra en donde la librería aparece como un oasis de esperanza y encuentro. Como un lugar sanador.

Alba Donati construye este libro como un diario que comienza en enero de 2020 y termina en junio del mismo año. Cada entrada tiene una fecha específica en la que la autora narra su cotidianidad en la librería, escribe sobre su madre centenaria, su hija, sus vecinos, y también sobre las maromas para sostener la librería, los cambios en el clima, el jardín florecido y las lecturas que hace. Al final de cada entrada está el listado de libros que le encargaron durante la jornada. 

La traducción de Ana Ciurans Ferrándiz es limpia, sin términos españoletes y permite disfrutar una lectura que en algunos pasajes me llevo a evocar a 84 Charing Cross Road: aunque se trata de un tono y una historia distinta, guardan en común ser libros sobre libros, que resultan entrañables para los lectores que aman los libros. 

Algunas frases
¿Que cómo se me ocurrió? Las cosas no se nos ocurren, las cosas se incuban, fermentan, ocupan nuestras fantasías mientras dormimos. Las cosas avanzan por su cuenta, recorren un camino paralelo en algún lugar de nuestro interior del que no tenemos ni el más remoto conocimiento y, en un momento determinado, llaman a la puerta: aquí estamos, somos tus ideas y queremos que nos escuches (p. 13).

Lo desconocido, como diría un filósofo, es el lugar donde nunca has estado (p. 15). 

En la ciudad, si estás en la cama, has de levantarte a descorrer las cortinas para saber qué tiempo hace. Aquí, por el contrario, lo sabes con el cuerpo (p. 19). 

La infrancia es una trampa, contiene lo bueno y lo malo, y hay que encontrar la varita mágica para transformar lo uno en lo otro (p. 28). 

Me sorprendo cuando alguien que trabaja en una librería no conoce el nombre de un clásico, ni siquiera de oídas. Es como trabajar en una pastelería y no saber qué es una tarta Sacher (p. 33).

Debajo de la librería, sustentándola, no había solo varas de hierro, sino todo un pueblo (p. 39). 

Al final al miedo siempre nos enfrentamos solos (p. 45).

la función que desempeñan las casas en la vida de la gente que escribe (p. 80). 

Me gustan los libros que invitan a leer otros. Es una cadena que nunca deberíamos interrumpir. La única forma de eternidad que podemos experimentar aquí, en la Tierra (p. 86).

he tenido que tragarme todas esas frases, desde "Así asustas a los hombres" hasta "Era solo un cumplido". Pero, bien pensado, estoy segura de que encontraría muchas más, como "Qué anticuada eres", pronunciada por un hombre casado a una mujer que lo rechaza, o la cantinela psicoanalítica: "Estás tensa, no sabes dejarte llevar, no vives la parte más libre de ti" (p. 96).

Decía Robert Frost: "Un poema comienza como un nudo en la garganta, un sentimiento de nostalgia o una pena de amor" (p. 97).

Una cosa que he advertido siendo librera es que el culto a los autores no está muy extendido. No son muchas las personas que esperan el último libro de Paul Auster o de Zadie Smith; sí, en cambio, las que han leído libros inolvidables cuyos autores no recuerdan. Buscan historias y no les importa quién las ha escrito (p. 100).

Cuando me preguntan de qué va un libro, me echo a temblar. Jamás en mi vida me he acordado de una trama, ni siquiera de Blanca nieves y los siete enanitos. De un libro me quedo con otras cosas y creo que eso es la literatura. El escritor pubna contra la trama a fin de que en el corazón del lector quede grabado lo esencial (p. 100).

preguntándome qué hay que hacer para montar una librería como la nuestra y cuánto cuesta. Aunque nunca sé qué responderles exactamente, sí sé una cosa: para empezar, se necesitan unos treinta mil euros en libros (...) también hay que mantenerse informado sobre las ayudas regionales, que pueden cambiar mucho la situación (p. 106).

La manera en que concebimos el tiempo en la infancia es la prueba de que el tiempo es un concepto relativo (p. 111).

El camino habia la protección del medioambiente y la conservación de la belleza es un camino continuamente interrumpido (p. 112).

Quizá superé mi infancia porque en realidad tenía un hogar (p. 117).

Es increíble lo bien que funcionan las redes sociales para activar a los lectores. Si guardas silencio, ellos también suelen guardarlo; si muestras la foto de una caja de regalo, llueven los pedidos. Las redes sociales se han convertido en el equivalente de las reuniones de la redacción, en las que cada mañana se programa la jornada (p. 121). 

pintar sillas, plantar flores y cambiar libros de sitio es un ejercicio de meditación (p. 129). 

Lo expresa con claridad Emanuele Trevi en Dos vidas: "vivimos dos vidas, ambas destinadas a acabar: la primera es la vida física, hecha de sangre y carne; la segunda, la que se desarrolla en la mente de quienes nos han querido. Cuando muere la última persona que nos conoció de cerca, desaparecemos realmente" (p. 130). 

En los pueblos todo está conectado (p. 145)

¿cometer actos impuros? Esto último solía decirlo rápidamente, pero lo mencionaba porque era como un paquete que contenía muchas cosas que no deseaba especificar. Con esa fórmula una se quitaba de encima el deber de confesar los movimientos telúricos y sensoriales de la edad (p. 147). 

uno lee para uqe lo consuelen y llora porque la consolación se ha puesto en marca (p. 153). 

son las mujeres las que mantienen vivo el sector editorial y también que esas madres han sabido transimitr a sus hijos la pasión por la lectura (p. 166).

No necesitamos entenderlo todo de la vida, pero sí tener la experiencia de la ternura (p. 167). 

A veces se tarda una vida entera en aclarar un malentendido; a veces hay que olvidarse de él, distraerse, llorar por otras cosas (p. 176). 

había un par de cosas que podían salvarle a uno: una infancia en una familia unida o ser de orígenes campesinos (p. 182). 

Solo logro concebir la literatura como no ficción, una historia inventada no me apasiona, o mejor dicho, no me enriquece (p. 193). 

Las causas por las que alguien o algo sufre son infinitas, es muy difícil saberlo (p. 201). 

Moraleja: si te tumbas cómodamente en el sofá y piensas lo correcto, lo equivocado se endereza (p. 203). 

Fuera puede ser dentro, y lejos, a la vuelta de la esquina. Es una cuestión de paisaje con grano de arena (p. 208). 

Las listas salvan vidas, mantienen encendida la llama de nuestra memoria (p. 209).


La librería en la colina
Alba Donati
Traducción: Ana Ciurans Ferrándiz
Editorial Lumen
Bogotá, 2023 (primera edición 2022)
222 páginas