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martes, 3 de abril de 2018

Vivir para contarla, de Gabriel García Márquez

Cuando Silvia Gálvis publicó "Los García Márquez", su compilación de entrevistas a los hermanos de Gabriel García Márquez, dijo que en el habla común de la familia y en las historias que contaban con naturalidad estaban las claves del realismo mágico de Macondo y Cien años de Soledad.

Vivir para contarla es la autobiografía de Gabriel García Márquez (anunció varios volumenes y finalmente sólo publicó éste) que confirma esa afirmación de Silvia Gálvis: la vida cotidiana de García Márquez, su infancia, su mamá, las historias de sus abuelos maternos, la pobreza y tantos detalles particulares de sus primeros años configuraron un universo propio que se refleja en su obra posterior.

El complemento para esa vida fueron sus lecturas y en Vivir para contarla el Nobel de literatura hace un reconocimiento a sus maestros de sus primeros años: Estando en el colegio leyó la poesía del Siglo de Oro español, La isla del Tesoro, El conde de Montecristo, las mil y una noches, Nostradamus, El hombre de la máscara de hierro y La Montaña Mágica, de Thomas Mann, entre muchas otras. En sus primeros años en Bogotá se acercó a Jorge Luis Borges, D.H. Lawrence, "Contrapunto", de Aldous Huxley, "La señora Dalloway", de Virginia Woolf, (a quien le robó el nombre de su seudónimo Séptimus) Graham Greene, Chesterton, William Irish y Katherine Mansfield. Dedica un buen espacio para explicar la turbación que le produjo La Metamorfosis de Kafka, y en distintos apartes del libro menciona a William Faulkner, con Luz de Agosto, El sonido y la Furia y Palmeras Salvajes. También cuenta que leía a León de Greiff y lo escuchaba en un café en Bogotá; que el "Ulises", de James Joyce es la otra Biblia; que Bola de Sebo, de Maupassant es un gran cuento, y La pata de mono, de W.W. Jacob es el cuento perfecto.


La autobiografía está escrita en ocho capítulos de extensión similar y cada uno con un tema definido. No se trata de una narracción lineal ya que empieza con García Márquez trabajando como periodista en Barranquilla, pero ese rol lo desarrolla muchas páginas después. La primera parte se dedica a un viaje de regreso con su mamá a Aracataca, que sirve para entrar en el mundo de su infancia, su familia y a partir de ahí en su universo literario posterior.

El libro se ocupa de la infancia errante, el bachillerato en Zipaquirá, el estudio de Derecho en la Universidad Nacional en Bogotá, el Bogotazo, su inicio como periodista en El Universal de Cartagena, su traslado a Barranquilla y su trabajo posterior en El Espectador de Bogotá. El libro termina cuando El Espectador lo envía a Europa por dos semanas, en un viaje que se prolonga por varios años.

Se trata de un libro muy colombiano, lleno de nombres propios de lugares y personas, con comentarios de la historia política colombiana, y por eso puede resultar difícil para un lector extranjero. Pero para un colombiano se trata de una lectura que permite entender otras facetas del Nobel, desde detalles anecdóticos sobre cómo sobrellevaba la pobreza o su pánico a montar en avión hasta su pasión por el periodismo y su concepto de la amistad.

Algunas frases:
Las setenta bacinillas que compraron mis abuelos cuando mi madre invitó a sus compañeras de curso a pasar vacaciones en la casa.

Todo novio era un intruso.

En una época tuve una cierta tentación por sus costumbres de cazador furtivo, pero la vida me enseñó que es la forma más árida de la soledad.

Nada se comía en casa que no estuviera sazonado en el caldo de las añoranzas.

Le quedaban tan ceñidos al cuerpo que parecía más desnuda que sin ropa.

También de allí puede venir mi convicción de que son ellas las que sostienen el mundo, mientras los hombres lo desordenamos con nuestra brutalidad histórica.

Era un matrimonio ejemplar del machismo en una sociedad matriarcal, en la que el hombre es rey absoluto de su casa, pero la que gobierna es su mujer.

Nuestra fortuna mayor fue que aun en los apuros más extremos podíamos perder la paciencia pero nunca el sentido del humor.

Más que una entrevista clásica de preguntas y respuestas -que tantas dudas me dejaban y siguen dejándome- (...) me puso a pensar por primera vez en las posibilidades del reportaje, no como medio estelar de información, sino mucho más: como género literario. novela y reportaje son hijos de una misma madre. 

La cumbre de la poesía universal son las coplas de don Jorge Manrique a la muerte de su padre. 

El terror de escribir puede ser tan insoportable como el de no escribir. 

Sobre todo de poesía, aún de la mala, pues en los peores ánimos estuve convencido de que la mala poesía conduce tarde o temprano a la buena.

Aún no existía la televisión en Colombia, pero Gloria Valencia inventó el prodigio metafísico de hacer por radio un programa de desfiles de modas. 

Hasta descubrir el milagro de que todo lo que suena es música, incluidos los platos y los cubiertos en el lavadero, siempre que cumplan la ilusión de indicarnos por dónde va la vida. 


Vivir para contarla
Gabriel García Márquez
Editorial Norma
Bogotá, 2002
584 páginas

jueves, 22 de febrero de 2018

Crónicas sobre el Grupo de Barranquilla, de Alfonso Fuenmayor


Haciendo gala de una prosa deliciosa, exquisita, con dosis de humor y muchas anécdotas, Alfonso Fuenmayor presenta en este libro una compilación de 13 textos que orbitan alrededor del Grupo de Barranquilla, que conformaron Alejandro Obregón, Gabriel García Márquez, Germán Vargas Cantillo y el autor, entre otros.

Las crónicas de Alfonso Fuenmayor se construyen por lo general en torno a un personaje: El pintor Alejandro Obregón, el poeta León Felipe, el pintor Orlando Mejía "Figurita, Julio Mario Santodomingo, Alvaro Cepeda Samudio...

No se trata de un texto analítico que ofrezca crítica literaria o artística. Tampoco es una reconstrucción histórica. Se trata más bien de un anecdotario rico en detalles, y escrito con un lenguaje cuidado, elaborado, que obliga cada tanto a consultar el diccionario sin que por ello el texto resulte pedante.

Una pequeña joya que da pistas para entender por qué desde un pequeño lugar en Barranquilla un grupo, unido por la amistad, logró remover los cimientos más profundos de la literatura y la pintura en Colombia.


Algunas frases
El grupo empezó a formarse allá en mil novecientos cuarenta y tantos. Latente y subrepticio, el grupo "funcionaba" teniendo como cabezas cimeras a Ramón Vinyes y a José Félix Fuenmayor.

Alvaro Cepeda Samudio lo declaró sin tapujo y sin ambages: "Todos provenimos del viejo Fuenmayor".

Eran, entre otros autores, Cortázar -que para el grupo se inició con Los Reyes-, Felisberto Hernández, Borges, Kafka, Joyce, Virginia Woolf, Neruda, Sartre, Camus, Hemingway, Saroyan, Caldwell.

aquella frase del doctor Johnson, según la cual "nada mejor ha inventado el hombre para su felicidad que una buena taberna".

Para entonces la vulgaridad del plástico no había invadido este rincón del planeta.

¿te das cuenta de que esto de la felicidad es un cuento chino y que si existe dura poco?

Lo que seguirá sucediendo, si es que no se legisla a nivel universal como lo ha pedido Gabito, en el sentido de que se prohiban las metáforas y se castigue su uso hasta con la pena de muerte. "Una sanción más bien leve, comentaba el padre del Patriarca, para un delito tan atroz".

Los párrafos eran reiterativos, tautológicos. En fin, la materia prima con que están hechos los boleros. 

(Sobre Plinio Apuleyo Mendoza): Las orejas mostraban una cierta tendencia a separarse del sitio que ocupaban y parecían, como dijo un observador, que quisieran captar todos los sonidos del universo y hasta la pitagórica música de las esferas.

Los cartageneros se distinguen de la demás gente porque parecen desplazarse con un halo.


Crónicas sobre el Grupo de Barranquilla
Alfonso Fuenmayor
Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura
Bogotá, 1981
210 páginas

martes, 20 de febrero de 2018

Sobre literatura colombiana, de Germán Vargas Cantillo


Aunque el título de esta compilación de textos (columnas, prólogos, reseñas, breves ensayos literarios) se llama "Sobre literatura colombiana", en realidad la mayoría de las páginas son sobre el Grupo de Barranquilla, bautizado así en El Tiempo por Próspero Morales Padilla, y del que hicieron parte el autor, Germán Vargas Cantillo, así como otros nombres destacados, encabezados por Gabriel García Márquez, y seguido por Alfonso Fuenmayor y Álvaro Cepeda Samudio.

En algún aprte del libro el autor aclara que ellos cuatro fueron los miembros permanentes del grupo, y que a su alrededor en distintas épocas estuvieron otros como el pintor Alejandro Obregón, el fotógrafo Enrique Scopell y otra serie de nombres.

Este libro, publicado en 1985, recoge distintos textos sobre literatura colombiana escritos por Germán Vargas Cantillo entre 1949 y 1983. Leerlo es hacer un viaje ameno por la historia de la literatura colombiana, en la que el autor destaca a Tomás Carrasquilla, Efe Gómez y José Estasio Rivera, entre los muy pocos nombres a resaltar antes de la irrupción de García Márquez y Cepeda Samudio, que le deben buena parte de su oficio narrador al escritor José Félix Fuenmayor.

El libro está dividido en tres partes y en total incluye 30 textos relativamente cortos sobre autores, libros, revistas literarias. Es muy llamativa la descripción que hace de un escritor desconocido, un tal Fermando Vallejo, "un autor de quien no se tienen mayores noticias, fuera de la que es un escritor antioqueño que vive en México y que investigó en forma exhaustiva, completísima, la vida y obra de Barba Jacob". Así mismo son memorables sus textos sobre el momento en el que García Márquez recibe la noticia del Nobel en México, y la posterior ceremonia de entrega en Estocolmo. Esos dos textos justifican plenamente el esfuerzo de conseguir este libro, que hace años dejó de circular.

Algunas frases
El país ha vivido, hasta ahora, si se apartan las obras de Efe Gómez, de lo que equivocadamente se califica como cuento "terrígeno", cuyo centro de producción se ha emplazado en la feraz comparca caldense. Los cuentistas de Manizales y de Riosucio, de Salamina y de Calarcá, se han entregado a una especie singularísima de cuento "nacionalista" que resulta tremendamente falso por el uso y el abuso de la retórica empalagosa y que, al fin y al cabo, viene a ser la negación de lo auténticamente nacional.

La obra de José Eustasio Rivera es una de las mejores novelas que se han escrito en Colombia, lo cual no es mucho decir. 

Toda la literatura colombiana de la violencia, escrita y publicada en los primeros años, cuando aún se vivía en forma permanente esa tremenda etapa, se leyó y pasó, sin que hoy merezca ser considerada literariamente como nada distinto de documentos de consulta.

Cepeda Samudio es, como podrá apreciarlo quien lea estos cuentos, un poeta, que es una de las mejores maneras de ser algo: un cuentista, un novelista, por ejemplo. Y es también -condición básica para quien escribe literatura y ficción- un periodista.

Con José Félix Fuenmayor irrumpe en la literatura colombiana la novela urbana, la ciudad de cuerpo entero. Un joven crítico colombiano, Juan Gustavo Cobo Borda ya dijo, con su habitual agudeza que Cosme es la primera novela urbana en Colombia.


Sobre literatura colombiana
Germán Vargas Cantillo
Fundación Simón y Lola Guberek
Editorial Lealón
Medellín 1985
251 páginas