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sábado, 3 de mayo de 2025

Para otros es el cielo, de Piedad Bonnett

Silvia es una profesora universitaria y editora que en la primera página de este libro aparece en un entierro. Pronto nos enteramos que el muerto es Alvar, un profesor universitario que fue su amante nueve años atrás. El libro se encarga de develar lentamente quién fue ese personaje, que murió joven, a los 54 años, y cuáles fueron las circunstancias que lo llevaron a esa muerte.

Esta novela de Piedad Bonnett se estructura a partir de 21 capítulos cortos en los que la autora cambia de narrador: algunos apartados se narran por Silvia, en primera persona, y otros tienen un narrador omnisciente que muestra a Alvar desde su infancia hasta su muerte.

La autora trabaja dos escenarios de interés: la universidad, con sus tedios, sus mediocridades y sus celos entre académicos, y Bogotá, con algunas calles identificables, algunos parques y una atmósfera plomiza y de soledad.

A diferencia de otras novelas suyas más autorreferenciales, este texto se siente distante y brumoso. Alvar deja un manuscrito para Silvia, del que el lector va leyendo pequeñas frases a lo largo del texto. Se trata de frases que reflexionan sobre el sentido de la vida, y ese tono reflexivo permea todo el relato: una novela en la que la introspección y el análisis antecede a la acción.

Esta novela es que fue publicada en 2006 y en ella abundan las reflexiones en torno al suicidio. Se trata de un elemento interesante, toda vez que la obra fue escrita varios años antes del suicidio de Daniel Segura, hijo de Piedad Bonnet, quien a raiz de esa muerte escribió "Lo que no tiene nombre", obra que la catapultó al reconocimiento del público lector. 


Algunos subrayados
Hay personas que cumplen el horrible papel de hacer palidecer el entorno, el pasado y el porvenir, porque su luz deslumbrante queda habitando en nuestras pupilas cegándolas para siempre (p. 15).

la vida no es más que un montón de tristes malentendidos (p. 18).

todas las infancias del mundo tienen un ingrediente de infortunio (p. 24).

Así como hay escritores que son ante todo grandes lectores, Marcel, siendo un magnífico conversador, era ante todo un buen escucha (p. 27).

También la universidad se ha estupidizado, amigo, como la prensa (p. 28). 

Pero si uno iba a ser explotado por un patrón, y por desgracia a él le tocaba serlo todavía por unos años, hasta su jubilación, era preferible que ese patrón fuera la universidad, más respetuoso y menos mezquino que casi todos los patrones (p. 28). 

mientras tuviera que asistir a las tediosas reuniones profesorales, y enterrar sus horas en el inútil ejercicio de la corrección, no podría hacer lo que de verdad estaba obligado a hacer, que era escribir y publicar sus ensayos (p. 29).

que nunca es más irreal el mundo que cuando amamos. Y que si el amor no es correspondido, si es un amor imposible, la consecuencia resultante es no sólo que un mundo de fantasías e ilusiones suplanta al mundo real y lo desplaza, sino que el yo, cortado su nexo con el tiempo real, queda en un estado de suspensión perpetua, de flotación en un mar de deseos y frustraciones (p. 54).

Con el paso del tiempo iba a abominar de la especialización, esa cárcel laberíntica que impide a tantos talentos alzar vuelo. Y aunque muchos de sus alumnos apreciaban esa manera singular de acercarse a las cosas, tan poco ortodoxa, la universidad le iba a hacer pagar un precio por ello (p. 60). 

repulsa contra todo lo que era afirmado con certidumbre, un disgusto producido por la fe sin resquicios (p. 67).

todos vamos por la vida haciendo pequeñas traiciones, a veces a los demás, a veces a nosotros mismos (p. 70). 

a medida que envejecía le iba resultando más evidente la idea de que la sabiduría del universo escapa del todo a la mente humana, y por tanto, que la empresa de ordenarlo, clasificarlo, penetrarlo, resulta vanidosa, y patético el esfuerzo de traducir en palabras el saber (p. 73). 

Los últimos diez años los he dedicado a prescindir de los demás y no me cabe duda de que esa prescindencia equivale a conquistar la libertad (p. 76).

me mortifican las personas que se inventan a sí mismas como personajes. En eso Vallejo se parecía a su augografiado, Barba Jacob, que fungió de poeta maldito con talentosa premeditación (p. 94).

La gente se conoce por la forma en que camina (p. 95).

me habían enseñado dos cosas: que no estaba hecha para la convivencia apacible que sucede al enamoramiento, que a cambio de equilibrio nos corta las alas; y que no se puede dejar pasar el amor, así nos deje maltrechos y llenos de cicatrices (p. 95). 

es difícil dejar a una esposa que al fin y al cabo es compañía y nos da hijos y piensa en pequeños detalles en los que uno no está dispuesto a pensar -entonces ya no se le puede dejar porque viene una dependencia atroz, una necesidad que sólo es mayor que la misma rabia impaciente que ella nos causa (p. 103).

El infierno no debe ser otra cosa que la suma incontable de minúsculos hechos que nos violentan sin sentido mientras la cordura nos dice que debemos ser tolerantes y no exteriorizar nuestro disgusto (p. 107).

Wilde dice que la coherencia es el último refugio de los que no tienen imaginación (p. 129).

Entre la sensatez y el peligro me quedo con el peligro. Si de algo me lamento hoy es de los errores que no cometí... (p. 138). 

La vida no es más que una larga sucesión de hechos sin interés, un paisaje plano conformado por miles y miles de momentos aburridos, y vivir equivale, sobre todo, a sobreponerse al tedio (p. 141).

Una espsoa no es nunca una verdadera rival para una amante (p. 151).

un cuerpo que a unas pocas horas de la muerte sigue estando poderosamente vivo (p. 156).


Para otros es el cielo
Piedad Bonnett
Editorial Penguin Random House
Bogotá, 2015 (primera edición 2006).
183 páginas

lunes, 4 de noviembre de 2024

Qué hacer con estos pedazos, de Piedad Bonnett

Emilia tiene 64 años, escribe crónicas para una revista a la que solo va al consejo de redacción cada 15 días, y en donde todos los periodistas y jefes son mucho más jóvenes que ella. Vive con su marido de toda la vida, que toma decisiones por ella sin que eso le parezca anómalo, y sobreviven en una tensa convivencia que se alimenta de rutinas y silencios. Emilia tiene un hermano, Luciano, que vive viajando, y una hermana, Angélica, que es quien está pendiente de la cada vez más deteriorada salud de su papá. La hija de Emilia, Pilar, tiene 30 años, está casada y vive en otro país con su marido y su hija Sara. Emilia resiente el desapego de su hija, y no habla con nadie de Pablo, su hijo que murió súbitamente cuando tenía once meses de nacido. La persona con la que a veces conversa infidencias es Mima, la empleada de la casa, madre de Betsy, quien a su vez es madre de un niño de 3 años.

Esta es la cartografía de afectos y desafectos en la que se teje Qué hacer con estos pedazos, una novela en la que Piedad Bonnett utiliza la metáfora de la remodelación de una cocina para mostrar cómo pequeños cambios pueden sacar a flote grandes grietas en la convivencia cotidiana. En principio Emilia es una mujer normal, con una vida normal y una familia normal, sin grandes problemas, pero a medida que avanza el relato se entiende que Emilia es una equilibrista que ha hecho del silencio, el aguante y la sumisión su forma de vida, todo para no romper la frágil armonía familiar.

Feminicidio, clasismo, apariencias, envejecimiento, machismo y silencios familiares son los hilos que tensan esta novela en la que se presta voz a una mujer madura para preguntarse, luego de toda una vida de entrega y amor, si realmente todo eso valió la pena. Leer esta novela en paralelo con La mujer incierta puede ser un ejercicio de leer desde la ficción y la no ficción la lectura que hace Piedad Bonnett sobre lo difíciles que son las relaciones familiares y cómo los micromachismos alimentan el día a día de la convivencia en pareja.

Algunos subrayados

Porque a los veinte, una biblioteca es una ilusión, a los cuarenta un lugar de pleinitud y a los sesenta un recordatorio permanente de que la vida no te va a alcanzar para leerlos todos (p. 12).

Se antoja de alguno, lo empieza a leer de manera urgente, para luego dejarlo muchas veces por la mitad. Por aburrición. Por avidez de leer otro. Porque un viaje. Porque en realidad quisiera leerlos todos al mismo tiempo (p. 13). 

cuando se es pobre da miedo comprar libros (p. 13).

una narración cualquier narración es algo que siempre derrota el vacío, que crea un vínculo o sostiene el que todavía existe (p. 22).

preguntar es como tirar anzuelos a una laguna llena de peces: algo cae (p. 27).

viajar era para él abrir una puerta a la incertidumbre, a la ansiedad, al malestar (p. 33).

La rivalidad, la envidia y el odio a menudo crean vínculos más fuertes que el amor (p. 34).

a veces puede durar ocho, diez horas, frente al computador. Es para que las ideas no se me escapen. Es que ya cogí el ritmo. Es para mantener el tono. En realidad, aunque Emilia no lo sabe, lo que esas horas le dan es aire y fuego. Oxígeno para que haya compustión en su vida marchita (p. 36).

En la incondicionalidad perenne de su madre, en su incapacidad de rebeldía, Emilia creía reconocer un mandato transmitido de abuela en abuela. También su madre las instaba a ella y a su hermana a la sumisión (p. 38). 

esa extraña capacidad que tienen tantos hombres de erigirse como patrones o patriarcas mientras se comportan, sin aparente contradicción, como hijos incapaces (p. 39). 

Envejecer es reununciar. Dejar atrás. Desinteresarse (p. 57).

La amistad con ella es como recorrer desde la ventanilla de un tren un país desconocido, de paisajes siempre distintos y atrayentes (p. 60).

Sólo el tiempo es capaz de señalar la rotundidad del fracaso (p. 80).

El dulce placer de procastinar (p. 81).

Como siempre que está por salir de esos paréntesis que son sus viajes, una nostalgia prematura se mezcla con el deseo de volver (p. 116).


Qué hacer con estos pedazos
Piedad Bonnett
Editorial Alfaguara
Bogotá
Noviembre de 2001
168 páginas

miércoles, 17 de julio de 2024

Librovejero, de Álvaro Castillo Granada

Hay algo entrañable, amoroso y cómplice en los libros sobre libreros y librerías. A quienes nos gusta leer y amamos pasar tiempo en librerías, leer sobre estos espacios produce un doble placer que hace que las páginas se recorran con la misma sensación cálida de estar bajo una cobija suave que invita a permanecer ahí por largas horas.

Pienso por ejemplo en 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff, o en La librería en la colina, de Alba Donati, y sumo ahora a este listado a Librovejero, de Álvaro Castillo Granada, un libro tan amable y afable como su autor. 

En el caso de este volumen no es posible separar la obra del artista, como se pregona ahora. Este libro es el artista. Se trata de 30 textos cortos, cada uno con título, a manera de crónica, en donde el escritor-lector-librero escribe sobre sus librerías y libreros amados, sobre sus lecturas y autores, su afición por los libros autografiados, su interpretación sobre los subrayados de los libros (con la que me identifico, porque yo también subrayo), y sobre toda esa vida que orbita alrededor del mundo de los libros: los clientes que le compran libros usados en San Librario, su librería en Bogotá; la gente a la que él se los compra en distintas partes del mundo; los autores que le gustan, los que conoce y los que quiso conocer. Una constelación de afectos que va desde el Centro Comercial Granahorrar en Bogotá, en donde tuvo su primer trabajo como librero, hasta calles y casas de Cuba, un país en el que pasa largas temporadas cada año y que es como su segundo hogar.

Álvaro Castillo podría presentarse como el librero de Gabriel García Márquez, el autor que lo bautizó como "Librovejero" (lo cual no es menor, teniendo en cuenta el cuidado con el que el Nobel asignaba los nombres de sus personajes, desde Pilar Ternera hasta Remedios La Bella), pero Castillo rebosa sencillez. Tiene amigos escritores, pero los menciona por su amistad y no por sus premios, y se refiere a escritores como Benedetti o Fina García desde el fervor que le producen sus textos. 

Librovejero reúne piezas de distinta intención narrativa y longitud. Algunas son perfiles, otras parecen crónicas, hay una preciosa nostalgia sobre el amor ido (Cinema Paradiso) y una del final se parece más a una conferencia. Unas cuantas anécdotas se repiten, aunque como cuando uno cuenta un cuento, siempre narra con detalles distintos o desde otra perspectiva. Librovejero se parece a las librerías de usados: esconde en su interior joyas insospechadas. Se trata de dejarse tentar. 


Algunos subrayados

Siempre me ha gustado mirar revistas, es más, me fascina (uno de los mejores regalos que me pueden hacer es revistas viejas). Nunca se sabe lo que se va a encontrar. Son como una caja de maravillas: puede aparecer desde la foto extraordinaria de una mujer que recortaré y pegaré en mi ejemplar de Rayuela (de la que después sabré su nombre y me enamoraré perdidamente) o un artículo sobre un escritor que hará parte del "archivo" que voy construyendo (p. 19).

Cada librería era un mundo en el caul se podían identificar no sólo los gustos literarios de sus propietarios sino, también, la ideología política a la que pertenecían. Y los libreros estaban en consonancia con ella. Hacían parte de esa posición (p. 25). 

A los libros les debo todo en mi vida. Soy un librero. Esta frase, que puede sonar extraña o exagerada, en mi caso es cierta. Totalmente. Sin el menor resquicio. En algún momento dejaron de ser los objetos detrás de los que escondía mi timidez (también para eso sirvieron, cómo no) para ser las rocas, los ladrillos, las cabillas, las tablas, las puntillas, las ventanas con las que fui construyendo (y lo sigo haciendo) al que soy. Al que está y habita en este mundo (p. 29). 

Cualquier colección es imposible de hacer en solitario, sin la complicidad y solidaridad de los demás (p. 37).

Cuando era niño hacía listas inmensas de libros que quería leer y tener. Estos dos verbos siempre han estado asociados en mí: solo me siento bien leyendo mis libros. Saber que puedo manosearlos y subrayarlos, dejar mi huella en ellos como un testimonio: un lector estuvo aquí (p. 43). 

Creo que cuando un librero se va, se transforma en una memoriaque habita los libros. Se hace un recuerdo, una historia, una leyenda, que va a sumarse al libro que se desprende y emprende su camino (p. 46). 

Para ese entonces ya tenía mi circuito de librerías en Buenos Aires. Es lo primero que hago cuando llego a una ciudad. Voy haciéndola a partir de las librerías que descubro en mi andar, las que se cruzan conmigo y las que otros como yo me recomiendan. Así también se comparte una ciudad (p. 54). 

Así es como escribo: me cuento una historia para que otros la vean (p. 61).

Ese es uno de los milagros de la poesía que no ocurre con frecuencia: encontrar una mirada que nos ilumina y unos hace mirar el mundo de otra manera, distinta pero familiar (p. 63).

En ese lugar, que era muchos y uno, empezaron a fiarme. A confiar en que "el niño aquel" que yo era iba a volver a los ocho días a pagar lo que había quedado pendiente (p. 110).

Eso es lo que es un librero: un hombre de palabra (p. 111).

Los subrayados también corresponden al que fui en ese momento. Los recorro de cuando en cuando. En algunos me reconozco. Otros no los entiendo. Sus libros hacen parte del rompecabezas de mi biblioteca que llevo en la mente: uno a uno van llegando, armando su rostro bonachón y valeroso (p. 122).

Benedetti es, caballero, el poeta de todos. Siempre he creído que esta antipatía por él y su obra se resume en una sola palabra: envidia (p. 123).

Entiendo por librero a aquella persona (hombre o mujer) que hace del vender y comprar libros una vocación y un destino (p. 128).

La lectura puede ser una opción de conocimiento y cambio no limitada por los caprichos del mercado. El librero se transforma así en un partícipe de la metamorfósis. Los ojos se abren, la mente se expande, el mundo es ancho mas no ajeno (p. 131).

La lectura, a pesar de ser un acto solitario, es un espacio de encuentro. De unión. (p. 133).

(citando a Cortázar) En realidad alguien dijo, no sé quién, que cuando uno subraya un libro se subraya a sí mismo, y es cierto. Yo subrayo con frecuencia frases que me interesan en un plano personal, pero creo también que subrayo aquellas que significan para mí un descubrimiento, una sorpresa, o a veces incluso una revelación y a veces también una discordancia (p. 143). 

Librovejero
Álvaro Castillo Granada
Fondo de Cultura Económica
Bogotá
2021
158 páginas

lunes, 13 de mayo de 2024

Jardín en tierra fría, de Fátima Vélez

Hay un padre de familia que lleva 40 años construyendo una casa con "techos colosales de bambú". Una casa que, en realidad tiene varias casas: hay una cocina común, pero la hija mayor, Primera V, vive en una casa con su novio Enriqueto y con su amigo Inca, que al parecer tiene una relación con Enriqueto. En otra casa vive Rut, la segunda hermana, que ejerce como ama de casa desde que se murió Menana, quien era empleada, nana y la última pareja de Papa V. En otra casa vive Tercera V, la menor de las hermanas. Ellenín, le niñe que fue recogido por Menana, vive con Papa V aunque él lo desprecia porque no es niña.

Primera V tiene como tarea diaria y vital cuidar el jardín. Debe regar las plantas. Primera V cree que en el jardín reposan los restos de su mamá y de las mamás de Rut y de Tercera V. Cree que Papá V las mató para que él pudiera esclavizar a sus hijas.

Fátima Vélez cuenta esta historia que oscila entre el cuento de hadas y el terror con un lenguaje experimental en el que el narrador rompe a veces "la cuarta pared" teatral y le habla directamente al lector, en un guiño juguetón. El resultado es una novela corta dividida en 22 capítulos, cada uno con título, en los que el lector recorre las páginas con una sensación de extrañamiento.

La atmósfera de la novela recuerda el lenguaje de Galápagos, aunque Jardín en tierra fría ofrece una historia más lineal para el lector: la obra narra 24 horas de un lunes en la vida de Primera V. Esas 24 horas incluyen la certidumbre de que su novio tiene una relación con su amigo; visita al jardín; encuentro sexual con Ginlove, la empleada del servicio; diálogos con sus hermanas; caminata de 80 cuadras hasta una librería y desde allí con el librero hasta el Parque El Virrey, en donde dialogan con un muerto vestido de diablo (una alusión al caso del homicidio de Luis Andrés Colmenares, ocurrido el 31 de octubre de 2010 en Bogotá) y una visita fallida a una galería de arte en la que Inca expondrá su obra: una larga cadena de clips con la que piensa unir a Colombia con Indonesia.

En medio de esta sucesión de hechos aparentemente caóticos, o de vida alejada de la "normal cotidianidad", la autora cuestiona la estructura familiar, los silencios y los secretos en las relaciones de familia, el rol de las mujeres en las familias y el poder violento del padre como figura que ejerce el control. Hay además una reflexión explícita sobre el lenguaje incluyente, sobre las relaciones fluidas entre géneros y sobre la obligatoria maternidad que algunas culturas le imponen a las mujeres. Todo esto ocurre en una casa de Tierra Fría, que se ubica en un lugar que se parece bastante a La Candelaria, en Bogotá, aunque los referentes de espacio y tiempo son vagos, como corresponde a un cuento de hadas.

Por último, la autora salpimienta su construcción con un verso de la argentina Olga Orozco, que repite como leitmotiv a lo largo del texto, y lo complementa con intertextos de Lorca, entre otros.

Algunos subrayados
Tú eres de esos homosexuales que les encantan a todos porque creen que eres heterosexual y fantasean con ser tu primera experiencia (p. 14). 

Empezar la semana sin madrugar quiere decir que tampoco esta semana encontrará trabajo (p. 18).

Me gusta mirar a la gente, escuchar, oler, me gusta comer, me gusta leer, me gusta soñar, ¿a quién le pagan por eso?

un sueño en la literatura no es más que un error de principiante (p. 19).

Los sueños, dijo Enriqueto solemne, Se inventaron para no dejarnos descansar; dormir debería ser como morirse (p. 19). 

eso en el caso de que aún esté viva, de que Papá V no la haya matado,
como Primera V sospecha que hizo con todas las mamás (p. 25). 

una discusión que ella gana porque él se cansa antes (p. 28).

el jardín de atrás, el lugar donde ella cree que están enterradas las mamás (p. 32). 

Nos tiene de esclavas, mató a nuestras mamás para que fuéramos siempre sus esclavas, para que ellas no pudieran protegernos (p. 39). 

su papá podía ser lo que ella quisiera, incluso un asesino de mamás, pero era su papá y la mantenía (p. 40). 

pero es que cuida tus palabras, que son poderosas, crean realidades (p. 40). 

cuando se tiene un jardín y no se le cuida, cobra venganza (p. 43). 

Ninguno de los clientes de Papá V sospecharía que esas casas, de las que se sienten tan orgullosos, en las que tejen sus vidas privadas, sus secretos, sus relaciones familiares, vienen de la pulsión de lanzar electrodomésticos por la ventana. Los impulsos de la violencia y de la creación unidos en un hombre (p. 46). 

Convivir con la violencia para encontrar la creación ¿vale la pena? (p. 47). 

Lo que a ella le gustaría es ser Primera V, no dejar de serlo pero sentir, al menos por un microsegundo, un pene incorporado y orinar como Papá V y tocar a Enriqueto mientras se bañan y penetrarlo y que él la penetre mientras ella penetra a Inca, qué horror esa imagen (p. 49).

mientras nadie escriba, alguien tendrá que tomar al menos una foto (p. 51). 

Está convencida de que cuando Papá V dejó de quererla, ella paró de crecer (p. 53). 

Le gusta pensar que ella no es una mujer, que en realidad es un hombre en cuerpo de mujer, un hombre al que no le atraen las mujeres sino los hombres (p. 58). 

en qué momento dizque, el correcto lavado de los dientes sin desgastar el cepillo y la forma de escribir puntuando aquí tildando el hiato en la vocal cerrada con las palabras en blanquísimo orden (p. 60). 

pensar bobadas en voz alta con otra persona sintiendo la escucha de un oído, esa forma de penetración en la otra persona que es escuchar y que nos escuchen (p. 91). 

Pero un obstáculo. Las palabras si acaso rozan lo que en realidad queremos decir. Las palabras no sirven (p. 111). 

¿por qué usted siempre habla en masculino? Puedo usar la "e" si prefiere.
Dani alza los hombros.
¿Cuándo has leído un libro escrito con la "e" ¿Te imaginas? ¿Cómo haces con palabras como "otro" o "lector"?
Puedes decir "le otre" o "le lectore".
Suena horrible.
Suena horrible porque no estás acostumbrade.
Acostumbrado. Sobre mi cadáver entra a esta librería un libro escrito así.
Qué facho (p. 118). 

tener una hija no es una cosa que se pueda pensar demasiado, si una lo piensa mucho no lo hace (p. 126). 

ha descubierto al fin lo que quiere hacer con su vida: se la primera humana en poner un huevo (p. 136).


Jardín en tierra fría
Fátima Vélez
Laguna Libros
Bogotá
Abril de 2024
140 páginas

sábado, 4 de mayo de 2024

Fragmentos de vida, de Florence Thomas

Luego de escribir muchos libros sobre feminismo y artículos en tono académico, a sus 80 años Florence Thomas decide publicar un libro íntimo, fragmentario y autobiográfico en el que cuenta su vida a partir de jirones de recuerdos: desde su infancia en Ruan (Francia), sus años universitarios en París, su amor por un colombiano y el impacto de su nueva vida en Bogotá, su vinculación a la Universidad Nacional, la creación del Grupo Mujer y Sociedad, la maternidad, el divorcio, la militancia feminista por el derecho al aborto, la jubilación, las columnas periodísticas y la vida lenta de la vejez.

"Fragmentos de vida" es un libro cálido, honesto, cercano, en el que Florence Thomas narra su vida en primera persona sin protagonismos ni aspavientos. Es el testimonio de una mujer que por tener acento francés fue más escuchada que otras en su lucha feminista, y que comparte su visión del país, de la vida y las mujeres desde la sabiduría y la tranquilidad que le dan 80 años intensamente vividos.

Desde 1998 Florence escribe una columna en El Tiempo y algunos de los capítulos de este libro parecen columnas: textos más o menos breves, con título, que abordan un momento específico de su vida y se detienen en una época para narrar, más que una anécdota, un hecho vital que se teje con otros hasta completar una autobiografía. Florence advierte que no es escritora pero luego dice que la escritura femenina pasa por el cuerpo y que la escritura, a diferencia de la oralidad, permite corregir, borrar, editar. De esa consciencia se construye este libro: una obra sin pretensiones literarias, con un cuerpo femenino muy presente, con emociones narradas con un tono oral, como contando un cuento, pero con el trabajo de edición que hace que parezca fluido y fácil lo que toma trabajo tejerse. 

Una idea que se repite en el texto es la de "uno se vuelve feminista con su historia". Que Florence Thomas cuente su vida tiene valor por mostrarle intimidades personales a un público lector sino por tomarse ella misma como objeto de estudio para mirar la evolución íntima de una mujer que no nació feminista pero a partir de una familia, una profesora, un aborto, unas parejas patriarcales, unas amigas con enorme capacidad de escucha y unas lecturas a tiempo va convirtiéndose en una persona capaz de cuestionar los roles de género y las brechas existentes. La gracia del libro consiste en mostrar todo esto con ternura, calidez y una entrañable honestidad.


Algunos subrayados

Uno no puede conocerse, solo puede contarse (p. 11).

Uno se hace feminista con su historia, o por lo menos con muchos elementos de su historia (p. 13). 

(los carteros) Un oficion que no hubiera debido desaparecer porque hay noticias que necesitan tiempo para llegar a su destinatario, que son demasiado violentas para llegar de una o demasiado personales y amorosas para un frío mensaje de texto (p. 38).

Los mensajes de texto se borran, desaparecen de repente en esa fría pantalla de un teléfono celular, se pierden para siempre; las cartas se guardan como guardé las de mi madre (p. 38).

Francia es mi memoria, Colombia mi actuar cotidiano (p. 42).

La escritura permite siempre borrar la frase, borrar la palabra, buscar en ese diccionario de sinónimos y volver a ensayar con estas letras que no siempre se dejan domar. Siempre es posible leer, releer y volver a escribir al otro día (p. 43).  

no había llegado el tiempo de las mujeres, o más exactamente, de la escucha de las voces femeninas (p. 48). 

Ninguna mujer planea hacerse un aborto, solo se llega a él cuando no hay otra alternativa pues es siempre fruto de una situación inesperada (p. 55)

En mi vida nunca había sentido un temblor y tengo que confesar que me quedó una sensación de máxima vulnerabilidad nada agradable. Cincuenta y cinco años después, sigo temiendo a los temblores (p. 62). 

cuando llegué a Colombia no encontré mujeres, quiero decir, mujeres en cuanto sujetas de derechos, ciudadanas plenas, no encontré sino madres, madres acompañadas de muy pocos padres pero de muchos hombres, grandes machos y pequeños patriarcas (p. 65). 

en estos asuntos que todan a la dinámica del amor de pareja nada, absolutamente nada, es sencillo (p. 69). 

reafirmar que uno se vuelve feminista con su historia, pero también con sus emociones, sus encuentros, sus amores, sus lecturas y sus tropiezos (p. 88).

Mis recuerdos son los de un tiempo sin afanes y sin esas obligaciones que hoy tienen los profesores universitarios de publicar en revistas indexadas y, mas de una vez, según me cuenta la actual generación de profesores, aguantar el genio de los y las estudiantes quienes hoy son los que creen tener la verdad y las herramientas para exigir un mínimo de 4.0 con el fin de pasar la asignatura sin problema (p. 104).

aprendimos que la escritura de las mujeres pasa por el cuerpo y solo así se vuelve inaugural porque deja de ser la repetición del discurso paterno o sea del discurso del amo (p. 114). 

las redes sociales que les permiten una visibilidad política que mi generación o puede sino envidiar a pesar de algún riesgo de mucha diversidad y fragmentaciones que hacen difíciles a veces las articulaciones entre los centenares de grupos actuales. Son otros tiempos (p. 116). 

siempre he pensado que la relación madre-hijo es mucho más confortable, mucho menos compleja que la relación madre-hija (p. 127).

quitarse la ropa, no para representar un papel, sino siendo una misma, era una prueba muy confrontadora (p. 138).

esos tiempos de dictadura de una belleza estandarizada que enferma (p. 139).

esta revolución que nos permitió romper con la idea de que una mujer existe solo cuando existe la mirada o el deseo de un hombre (p. 139).

Feminizar la política fue también un tema que trabjé mucho, pues se había vuelto un tema de primera importancia cuando en estos tiempos la participación política de las mujeres era aún muy escasa (p. 144).

encontré siempre muy difícil hablar con mujeres de clase alta o mujeres empresarias. Difícil porque escuchando lo que significaba para ellas romper viejos moldes, sabían, entendían que tenían demasiado que perder (p. 145).

Teníamos que aprender día a día que militancia rimaba con resistencia (p. 148).

he conocido una generación de hombres que nunca fueron capaces de confesar su fragilidad o, más exactamente, su cansancio ante los roles que debían asumir (p. 170).

los hombres que amé fueron todos patriarcas vulnerables, hombres asustados ante una mujer que ya no se parecía a sus madres y que por consiguiente no reconocían, no conocían (p. 171). 

el amor era un imposible, una trampa mortal para las mujeres (p. 176).

preguntarme cómo las mujeres iban a reinventarse su lugar en el amor (p. 176).

este feminismo antes del feminismo, es decir, todas estas mujeres que nos abrieron camino, todas aquellas que permitieron que nuestras voces salieran de un largo, demasiado largo exilio (p. 189).

Vengo de una familia que leía y sé que esto me sitúa como una mujer privilegiada (p. 189).

la liberación de las mujeres pasa por una firme conviccion que se tiene que concretar en la acción, en la escritura, en la palabra (p. 191). 

el valor de la vida lenta es uno de los privilegios de la vejez (p. 196).

No sé si hay una edad razonable para pensionarse, pero uno debe tener ese derecho de proyectarse en otra vida, una vida lenta que le permita mirar el mundo sin precipitación (p. 196).

ese derecho a una pereza pensada (p. 196)

Fragmentos de vida. Ochenta años tejiendo recuerdos
Florence Thomas
Editorial Debate
Bogotá
abril de 2024
200 páginas

viernes, 29 de diciembre de 2023

Y parecen cuentos..., de Fanny González Taborda

En la amplia lista de narradoras del Gran Caldas que no hacen parte del canon literario regional y cuyas obras no circulan en librerías ni bibliotecas está Fanny González Taborda, quien nació en 1932 en La Merced cuando este municipio hacía parte de la jurisdicción de Salamina.

Fanny González fue corregidora en La Merced y tuvo una destacada labor no solo política sino también cívica e intelectual. Escribió una historia de La Merced y la biblioteca pública de ese municipio lleva su nombre. 

"Y parecen cuentos..." es un volumen valioso para la literatura regional, porque en una sociedad tan conservadora como la caldense, la autora publica en 1967, en plena época del Frente Nacional, luego de la violencia entre liberales y conservadores, conocida como La Violencia, o la violencia bandolera, una serie de relatos que tienen como eje narrativo las violencias patriarcales y políticas, pero las narra desde el punto de vista de los guerrilleros, los bandoleros, los campesinos, los desplazados, los despojados, los pobres y los marginales, en relatos que ocurren en barrios populares de Bogotá y en pueblos, en espacios que oscilan entre el bar, la iglesia, la estación de policía, la zapatería y el prostíbulo. 

Su apuesta política es clara: ella está del lado de las víctimas, de los débiles, y sus textos son al mismo tiempo una denuncia social y un retrato de una época en la que el poder político y económico se alían para oprimir y silenciar los reclamos sociales del campesinado.  

Entre los temas que aborda está la violencia política, la defensa del divorcio, que para la época de la publicación del libro estaba prohibido en Colombia, la violencia sexual, la prostitución (en un cuento un jorobado le propone a una joven ella le pague a él por sexo) y los abusos sexuales dentro de la iglesia católica.

Las voces de varios cuentos suenan iguales y hay un afán político que prima sobre la construcción de personajes o de escenas. Algunos textos se sienten panfletarios. No obstante, en un entorno literario en el que se ha dicho que el espacio narrativo de las mujeres ha sido tradicionalmente la casa, la familia, la maternidad y el hogar, este libro evidencia que ha habido otras voces y otros intereses divergentes. 

El libro incluye 10 cuentos: Quenepo, El secreto del zapatero, Los desterrados, El accidente, El pueblo-albergue de los hombres-víctimas, La ceremonia, El jorobado de la carrera décima, Cordero, La mujer del comandante y El alucinado.

Algunos subrayados

De Quenepo
Los hombres grandes se preocupan por muchas cosas. Sienten tristezas y tienen alegrías. Las ratas hacen manjares de los cuerpecitos de los niños pobres. Y los gobiernos cantan como los gallos de media noche, al silencio y a las gallinas. Los obispos gritan en las iglesias desiertas y en los campos, las balas de los soldaditos juegan con los labriegos (p. 11). 

que es de esos niños que no nacen. De esos niños que no tienen cabellos para que la brisa juegue (p. 14). 

el niño de nombre Quenepo no nació. Cualquiera diría que es de esos niños que no nacen (p. 15).


El secreto del zapatero
Como el Padre capellán a la alumna de bachillerato: 
-Venga mañana a la sacristía, despues de misa que le daré una estampita de San Luis Gonzaga y le diré algo muy importante pero en secreto. -Pero lo importante puede doler en el alma o en algún lugar del cuerpo (p. 17). 

Este hombre debe tener cosas interesantes. Cada hombre tiene su secreto. El zapatero tiene su secreto (p. 18). 

La verdad está a veces, entre un poco de tinta, y es difícil que se manifieste (p. 18). 

Llevo treinta años en esta zapatería y he visto como la justicia huye de todas partes (p. 19). 

-No es hablar por hablar. Hay que gritar la verdad. Gritarla para que no se ignore (p. 20).

La libertad es una muchacha decente que no se ha dejado poseer de nosotros. Pero ellos los principales la poseen a media noche y se desnudan sobre ella. Y sus espasmos son de hombres distintos para muchachas decentes. Eso creen..... Como si nada más ellos fueran hombres (p. 20). 

Hay que dudar para llegar a la verdad (p. 20).


Los desterrados
-A mí este hombre no me parece malo. En tanto tiempo no le he visto nada malo. O será que yo congenio más con los malos (p. 23). 

Un hombre que huye y se esconde. Guiñapo. Pedazo de bandolero que sube las montañas y las baja de noche y de día y que bebe agua y yerbas o frutas y que aguanta hambre (p. 24). 

Cuando hiciero la invasión. Cuando se tomaron las tierras y levantaron las chozas, se les amenazó pero todos permanecieron como robles, pegados a las paredes de latas y cartones de los ranchos. Y no fue posible que los sacaran. Lo que siguió fue un tiempo tranquilo (p. 25). 

Porque a los seis meses llegaron los hombres de fusil y de uniforme verde, con las primeras notificaciones (p. 26). 

"Se fuega a todos los invasores de este barrio, subir de inmediato con todas sus pertenencias y sus hijos, a los camiones del ejército y de la policía (p. 27). 

-Asesinos. Fuera de aquí. Ustedes también son pobres, ¿por qué abusan? Abajo la oligarquía. Abajo el Presidente. Que viva la invasión. Que viva el pueblo. (p. 28). 

Escóndase porque lo van a fusilar y que después dicen que fue que corrió y que no se dejó coger (p. 29). 


El accidente
Y al primer compatriota que pondría sus plantas de campesino subdesarrollado en la luna. Y la derrota de Estados Unidos en Viet-nam y la ley del divorcio en Colombia. Y el reparto de la tierra a los hombres que trabajan. Y el matrimonio de los curas. Y la expropiación de los bienes de los millonarios antioqueños. Y la disolución del Parlamento del País más resignado del mundo. Y la Copa Mundo para el Independiente Santa Fé. Y la libertad para los negros en el coloso del norte. Y el premio Nobel para cualquier compatriota (p. 31).

la muerte tiene sus cosas interesantes, por ejemplo la imposibilidad de preocuparse por las cosas materiales o espirituales. Imposibilidad para cancelar las deundas. Indiferencia completa ante los pésimos gobiernos que en vida nos toca sufrir. Imposibilidad para ser víctimas de las malas lenguas porque no hay muerto malo (p. 32). 


El pueblo-albergue de los hombres-víctimas
-No tenemos dónde trabajar. Nos quitaron la tierrita y nos amenazaron con fusiles (p. 36).

-El fueño de la hacienda vecina llevó unos hombres con vestidos verdes, parecían soldados, llevaban fusiles...... Y no pudimos hacer nada....... nos echaron...... Nos robaron...... (p. 36). 


El jorobado de la carréra décima
-Si me diera algún dinero yo podría hacerle el amor. La joven no lo miró ni tenía dinero, ni deseaba que el jorobado le hiciera el amor (p. 46).

Cordero
Matar, privar de la vida a alguien ha sido siempre cosa muy sencilla (p. 50).

El alucinado
Ah! Y no dé informes a los periodistas. Diga que todo anda muy bien (p. 61). 


Y parecen cuentos...
Fanny González Taborda
Ediciones En Estelar
Bogotá, 70 páginas
1967

domingo, 26 de noviembre de 2023

Cassiani, de Octavio Escobar Giraldo

La portada de Cassiani muestra a una mujer negra con el pelo afro muy alborotado. La imagen aparece pixelada, con puntos como los que usaba el artista estadounidense Roy Lichenstein, icono del arte pop del siglo XX y pintor a gran escala de cómic. 

La referencia a Lichentein en la portada no es gratuita: Cassiani es una novela que se lee como un cómic. Es un texto visual, lleno de acción y aventuras, en el que los personajes huyen todo el tiempo, escapan por catacumbas y túneles, sobreviven a ataques violentos y enfrentan desafíos, algunos más mundanos que otros.

La historia ocurre en una Bogotá dividida. "Estábamos en el cuarto año de la Esponsión. Después de las sucesivas oleadas del Virus, así, con mayúscula" (p. 13), se advierte al comienzo de la novela. La Esponsión es un referente histórico sobre una paz pactada en Manizales en la segunda mitad del siglo XIX entre las tropas liberales de Mosquera, y los ejércitos conservadores de Antioquia. Orlando Sierra, el subdirector de La Patria asesinado en 2002, decía que el gobierno debía pactar una Esponsión con las Farc y Octavio Escobar, quien dedica el libro a Sierra y a otros dos letraheridos caldenses, retoma esa idea de la Esponsión en un ambiente distópico.

Cassiani presenta una Bogotá fracturada en dos a partir de la Calle 72. Al norte están los Conciliares, con sede en el Seminario Mayor de la calle 94 con Séptima, y al sur mandan los Bibliotequeros, con sede en la Biblioteca Nacional. Cassiani y Kike comienzan su odisea luego del asesinato de su amigo Rosero. Cassiani, una mujer exhuberante, fuerte, decidida, arrastra al pusilánime Kike hacia un pasadizo secreto al que se accede desde el túnel que cruza la Séptima para llegar a la Universidad Javeriana, en la calle 42. Este acto de hundirse en el interior de la ciudad es a la vez una escena de acción y una metáfora política: Octavio Escobar presenta una ciudad destruida en la que facciones con ideas contrarias combaten a diario y a muerte para conquistar unos pocos metros.

La novela ocurre además en el marco de una pandemia y el hecho no es casual. El texto no menciona la palabra Cóvid pero aparecen vacunas, contagios y muerte. De hecho Octavio Escobar la escribió durante el confinamiento mundial decretado a partir de marzo de 2020, por la pandemia de Covid-19, y aunque durante ese año y 2021 surgieron numerosos textos al estilo de diarios del encierro, memorias y testimonios, esta novela es fruto de la pandemia desde un lugar distinto: no es el tema sino la estética narrativa la que permite sentir el ahogo, el encierro y la necesidad de huir, y por eso Cassiani es quizás una de las primeras novelas verdaderamente pandémicas, resultado del confinamiento. 

Cassiani puede desconcertar a los lectores habituales de Octavio Escobar Giraldo porque se trata de una novela que a primera vista luce muy distante de las anteriores: es una distopía que ocurre en un futuro indeterminado. Es ciencia ficción con una narración cercana al cómic y con personajes imposibles, como las niñas sepia, que se camuflan en las paredes. No obstante, después de la sorpresa inicial, una lectura más reposada permite encontrar en Cassiani elementos comunes a otras obras de Escobar Giraldo: la descripción tan visual, el manejo de los diálogos, las referencias literarias (en este caso a Lovecraft, Proust, León Felipe y Jaime Jaramillo Escobar), la protagonista femenina fuerte, la muerte como motor de la historia y la construcción de la narración al estilo de una "road movie", que en este caso no alcanza a salir de Bogotá, pero se trata de una ciudad tan enorme y tan fascinantemente descrita, que al final de leer uno siente haber realizado un viaje a una ciudad desconocida.

Cassiani
Octavio Escobar Giraldo
Seix Barral
Bogotá, octubre de 2023
192 páginas

martes, 21 de marzo de 2023

Cuentos reales, de Rosario Grillo de Salgado

Rosario Grillo de Salgado es una de las primeras narradoras del Gran Caldas. Nació en Sonsón en 1855 y migró con su familia a Marmato, donde nació su hermano Max Grillo, y luego a Manizales donde nacieron otros hermanos. Se casó con Cupertino Salgado, fundador y director del periódico La Idea, en 1882, y vivió con él un tiempo en Manizales antes de radicarse en Bogotá, en donde vivió varias décadas y murió en 1947.

Aunque se sabe que escribió desde joven algunos versos que alcanzó a publicar en periódicos, "Cuentos reales" fue publicado cuando ya tenía 91 años de vida y es su único libro. Se trata de un volumen de 136 páginas que reune 16 cuentos que tienen distintos registros: algunos están ligados a la guerra civil de 1876 o la Guerra de los Mil Días, otros son historias de amor frustrado y hay incluso un cuento de terror. 


Si bien se trata de relatos con temas distintos, hay algunos aspectos recurrentes y el primero es la infancia: de los 16 cuentos 10 tienen como personajes a niños y en varios relatos ellos son los protagonistas. Desde la muerte infantil, pasando por la orfandad o la pobreza hasta la crueldad de los niños y también su ternura y afecto son algunos de los aspectos que aborda la autora.

Otro tópico común es la frivolidad, que da título a uno de los relatos pero aparece en varios, como una preocupación ante la vida superficial y banal de los personajes, especialmente de las mujeres. 

También aparece de manera reiterada la preocupación por "los temidos 30 años", que se menciona en los cuentos "Una vocación" e "Historia sencilla", y se refiere a mujeres que llegan a los 30 estando solteras y por lo tanto, según se consideraba en la época, se quedaron "solteronas" indicando en ese estado civil una forma de fracaso. También es recurrente la presencia del maíz y la mazorca, y del campo y las casas campesinas. En contraste, pese a ser cuentos escritos por una mujer nacida a mediados del siglo XIX, son relatos poco religiosos: se menciona a Dios, pero más como un habla coloquial que como una figura sobrenatural, y aunque se habla de un personaje que visita la iglesia y otra que reza el rosario, en general no son cuentos de corte místico y al contrario el primero muestra la contrariedad de una madre por una hija que se va de monja. También aparece en varios cuentos el contexto de la guerra civil del 76 y la guerra de los Mil Días, en el marco de un discurso antibelicista, bastante crítico de los intereses militaristas.

Los 16 cuentos que conforman el volumen son los siguientes:

Una vocación: relata la historia de Blanca, una mujer que cumplidos los 30 años decide hacer votos e irse de Monja, y de su madre Mercedes, quien siente pena por la decisión de su hija y la achaca no a una verdadera vocación religiosa sino al dolor por no haber contraído matrimonio. 

Pena de niño (episodio histórico): El contexto del relato es la Guerra de los Mil Días, y cuenta la historia de una familia desplazada por la guerra y de un niño que muere por la tristeza. La autora deja ver su posición política al intercalar comentarios críticos al ambiente bélico, como el siguiente: 
"Y su humilde choza, su pequeña sementera, el único caballo reclutado también como ellos... Todo, todo sacrificado por cosas que no entendían ni les importaban" p. 23

Zapatos de Navidad: relato de dos niños pobres de Bogotá que se quedan esperando su regalo de Navidad. Los niños emplean un lenguaje bogotano con expresiones como "su mercé". 

Una semejanza: cuento narrado desde dos puntos de vista, en el que se narra la historia de dos novios que dejan de verse y décadas después se escriben y deciden casarse, pero el plan se frustra y cada uno de ellos da su versión de lo ocurrido.

Fatalidad: En alta mar un hombre narra la tragedia que vivió en un barco, cuando alzó a un niño y cayó al mar. 

Vivisección: es un cuento raro en el conjunto del libro. Se trata de un relato de terror. La historia se ubica en Alemania y cuenta la historia de un científico que hace vivisecciones de animales y sueña con que un orangután le practica una a su hijo.

Frivolidades: cuento lleno de sarcasmo en el que se narra la historia de un matrimonio que se frustró por una frivolidad. La narración ocurre en una tarde de té entre un grupo de amigas llenas de frivolidades.

Favorito: historia de un león, Anarkos, que se fuga de un circo y muere abaleado a la salida de una iglesia.

Por tierra caliente: narra un viaje a El Guamo y Chicoral y las historias que oye en esos lugares, sobre una jovencita que muere por mordeduras de murciélago y niños que perecen ahogados. 

Historia sencilla: Historia de las hermanas Mercedes y Lucila. Lucila es frívola, muere y su viudo se casa con Mercedes, quien ha quedado al cuidado de sus hijitas- sobrinas. Este cuento repite una idea mencionada en otro relato, y relativa a dejarle a otro el cuidado de los niños: 
"a poco regresar nació una niña que Lucila entregó a manos mercenarias apra no desmejorar con su crianza" p.84.

El espíritu de Ñor Vicente (histórico): Cuento que recrea la colonización antioqurña, la vida campesina de los arrieros en las fincas y en la segunda parte narra cómo un gamonal se apropia de manera fraudulenta de la tierra de Ñor Vicente.

El sapo: En un paseo un médico relata una historia de su infancia, cuando él y sus amigos decidieron molestar lanzándole epítetos y arrojándole piedras, a un hombre retrasado al que le decían El sapo y que a los pocos días murió. El relato reflexiona sobre la crueldad de los niños cuando actúan en grupo.

Expiación: Narra la historia de una anciana, postrada en una silla de ruedas, que vive en la casa de su hijo y su nuera pero no es bien querida por ellos. Su única alegría son su nieto y los recuerdos de una infancia feliz, aunque le remuerde haber sido también una odiosa nuera con su suegra enferma.

Consecuencias de un error: La tragedia de una mujer que es falsamente acusada de tener un alambique ilegal. Permanece 3 meses detenida y durante ese tiempo su hijo de 8 años queda al cuidado de su hermanita menor, que perece ahogada.

La Dolorosa:  Un hombre se va a luchar en la guerra civil de 1876 y deja sus dos hijos huérfanos de madre al cuidado de la abuela (su mamá). Ella es quien narra la historia, cuando en 1879 un hombre llega a su rancho pidiéndo posada. Allí la abuela observa que lleva una medalla de La Dolorosa, igual a la que ella le puso a su hijo y resulta que el forastero la recibió de sus manos antes de morir, con la promesa de entregársela a su mamá. 

Enigma de las palabras: cuento que describe la distracción de jugar a buscar palabras antiguas o raras, similar a lo que puede ser un crucigrama.


Cuentos reales
Rosario Grillo de Salgado
Editorial San Juan Eudes-Usaquén
Bogotá, 1947
136 páginas


martes, 10 de enero de 2023

Los hechos casuales, de Juan Carlos Botero

Los hechos casuales es una novela de 550 páginas publicada en 2022. Ese dato, el de su extensión, sumado a la fecha de su publicación, da cuenta de un hecho notorio: en la actualidad es poco usual que se publiquen novelas largas (una de 300 páginas ya parece larga en el mercado editorial contemporáneo) y por eso esta novela aparece a primera vista como fuera de tiempo.

Se trata de una obra con varios giros narrativos tan fundamentales que parece como tres novelas en una: la del inicio, en la que nos presentan a Sebastián Sarmiento, un magnate colombiano, multimillonario, huérfano, viudo y solo; la segunda, en la que conoce a Mara Ordóñez, la mujer que lo saca del pozo de soledad, y la tercera en la que la violencia urbana incursiona en la vida de Sebastián, como un hecho no tan casual. 

No solo por su extensión Los hechos casuales parece una novela del siglo XX, aunque se haya publicado ya entrado el XXI. Si bien buena parte de los hechos que describe ocurren en Bogotá en los años 80 y 90, no es la temporalidad cronológica del relato lo que hace que se ubique en el pasado, sino su lenguaje: el enfoque sobre los personajes y temas. Por ejemplo, los personajes femeninos se presentan y se construyen desde su aspecto físico (su piel bronceada, labios carnosos, pelo sedoso y el color de los ojos), o, en algunos casos, su ternura, su sensualidad, su prudencia. Son mujeres-esposas o mujeres-madres en el sentido idealizado del rol, con una visión eurocéntrica y esquemática del concepto de belleza, sin agencia propia y con papeles estereotipados, desde la mirada de los varones que narran (todos los narradores son masculinos). En el caso de los hombres, hay una insistencia curiosa en la pulcritud y la limpieza como rasgos inherentes a la belleza.

Otra visión que se siente "pasada de moda" es la relacionada con la filantropía, vista como un ejercicio de caridad. Una cosa es que el protagonista sea un millonario discreto que se dedique a labores filantrópicas y otra que esa actividad se presente desde una mirada idealizada, tipo Robin Hood. Se siente tan fuerte el sesgo oligarca que la novela se resuelve con el protagonista donando la mitad de su empresa, y haciendo "rico" a su mejor amigo: repartir plata desde una posición de privilegio es la forma en la que el personaje logra relacionarse con los demás. 

El autor, Juan Carlos Botero, es un excelente columnista. Parte de ese ejercicio de opinión periodística llega hasta las páginas de esta novela: el autor presenta su lectura sobre la violencia política y el conflicto armado colombiano, con digresiones que en algunos casos se leen más cercanas a una columna de opinión que a una novela de ficción. Lo mismo ocurre con la insistencia, a lo largo de distintas páginas, en explicar que la vida se determina a partir de hechos casuales o que el azar define los destinos. Si bien esta hipótesis, que le da título a la novela, queda suficientemente explicada, y el autor usa ejemplos "de la vida real" para dar sustento a su argumentación, tanta reiteración explícita delata un interés más pedagógico o explicativo, cercano al periodismo, que un interés linguístico cercano a la insinuación, la sugerencia o la metáfora, tan placenteras en el ámbito literario.

Escribir una novela de 550 páginas exige un enorme esfuerzo para un escritor y a la vez permite mostrar distintas facetas del autor. En Los hechos casuales hay sugestivas páginas eróticas, muy bien logradas, hay páginas de acción con balas, peleas y suspenso; hay digresiones sobre la soledad, el azar y el poder, y hermosas descripciones de Bogotá, que aparece retratada desde la Plaza de Bolívar hasta la carrera 7 con 76 y la zona del Centro Andino. Para muchos lectores será, sin duda, una lectura muy entretenida y completa. Para mí, aunque disfruté la lectura de largo aliento, faltó verosimilitud. 


Algunos apartes:

Preferimos creer que ejercemos cierto control sobre nuestro destino, y nos rodeamos de inventos cada vez más confiables y seguros a fin de reducir el peligro y eliminar el riesgo de la vida cotidiana. Pero es una ilusión, pues a pesar de los cuidados y las precauciones un hecho mínimo, fruto del azar, puede desencadenar el cataclismo (p. 13).

Los hechos insignificantes no existen (p. 14). 

esa clase de personas que les dedican excesiva importancia a las relaciones públicas, las que están con uno pero a la vez dan la sensación de que en realidad están pendientes de los demás, otra gente quizá más interesante o relevante, y siempre hay alguien afuera del círculo de presentes que puede ser más importante o valioso (p. 33). 

desconocen lo que son las exasperantes colas para pagar los servicios públicos, las largas filas en clase turista para subirse a un vuelo comercial, las incomodidades y agresiones del transporte citadino, y la avalancha de angustias que viene con la pérdida del empleo o la zozobra económica. Son señores que viven que viven lo que otros sólo vemos en el cine o en las revistas, y son los mismos que con apenas una mirada, un dedo levantado en alto o un movimiento discreto de la cabeza obtienen la atención que requieren en cafés, restaurantes y cenas de esplendor, y sus deseos son inmediatamente atendidos (p. 36). 

En realidad, nunca se supo qué fue peor: la insania suprema de la guerrilla al promover un atentado tan violento en pleno centro de la capital, la incompetencia del Gobierno civil que careció de la autoridad para impedir o atajar la tragedia, o la ferocidad de las fuerzas armadas que retomaron el palacio a sangre y fuego (p. 54). 

Esta esquina de la carrera Séptima con la calle Once es nada menos que el epicentro de la violencia nacional (p. 58). 

La pérdida de un hijo. La pérdida de la salud. La pérdida de la fortuna. La pérdida de los afectos. La pérdida de la honra. Una parte de esa ausencia se aposenta en la mirada luego de padecer una vivencia de esa magnitud, como el cráter que yace tras el impacto de un meteorito en la superficie de la Luna (p. 59).

pienso que las oportunidades que se nos presentan en la vida son frágiles y fugaces, fruto del azar, el resultado de una serie de hechos casuales que pueden cambiar en un instante y por eso hay que aprovecharlas cuando éstas se dan (p. 97). 

La culpa compartida por toda la sociedad, por ser testigo de tantas desgracias que dejan preguntas que escuecen, inmensas e insoslayables, que arden sin falta en la mente. ¿Yo habría podido hacer algo para impedir ese crimen? ¿Para atajarlo o prevenirlo? ¿Para denunciarlo? ¿Para anticiparme a la violación, a la matanza, al asesinato o el atropello? Porque eso es lo grave de vivir en un país como el nuestro (p. 108).

cuando ocurre una barbarie de esa escala monumental, como la violencia actual en Colombia y todas las otras que te acabo de enumerar, aquéllas no sólo las producen unos cuantos fulanos sanguinarios, sino que se requieren también grandes sectores de la población -mediante diferentes grados de pasividad y colaboración- para permitirlas. Para que existan. Para que sean posibles. Por acción u omisión (p. 109).

Ver es saber, y saber es participar. Y de ahí la culpa (p. 110).

la literatura fue nada menos que un refugio espiritual para Sebastián, lleno de temas, personajes, historias y enseñanzas que le brindaban un alimento tan vital para su existencia como la comida diaria (p. 119).

Es una gran cualidad, pensó el ejecutivo, encontrar personas que saben escuchar, en vez de aquellas que apenas fingen hacerlo mientras sólo esperan su turno para hablar (p. 135). 

Y aunque es verdad que hoy tengo otros amigos con los que me veo más, y colegas profesionales con los que comparto una afinidad de intereses, todas esas personas llegaron a mi vida después y son relaciones distintas, que jamás tendrán la hondura ni la misma coraza de solidez que tienen las que se forjaron en el colegio. Las amistades que uno hizo en esos años juveniles tienen una envoltura casi sagrada, pues son inmunes a la distancia o a la erosión del tiempo, y, aunque pasen los meses, tan pronto uno se junta con esos amigos del alma se retoman los hilos del afecto y de la confianza sin esfuerzo, como si nos hubiéramos despedido con un fuerte abrazo la tarde anterior (p. 151). 

para que suceda un acontecimiento que en retrospectiva luce de capital importancia en nuestra vida, se requiere un número incalculable y abrumador de hechos y circunstancias, de casualidades y decisiones grandes y pequeñas. Y basta que uno solo de esos hechos o de esas decisiones no se dé -que se rompa un solo eslabón de esa larga cadena de sucesos fortuitos-, o se dé con una mínima variante, para que nuestra existencia, tal como la conocemos, sea otra, radicalmente diferente, ya sea para bien o para mal (p. 195). 

Era una pena tan grande e inconsolable que sentí que me iba a destruir; pero con el tiempo descubrí una verdad atroz, Roberto, una de las más terribles de la condición humana, y es que todo sufrimiento, por profundo y abrumador que sea, precisamente no nos mata. Aunque nos parezca insoportable y así pensemos que el duelo nos va a aniquilar; pues la vida con semejante carga es invivible, y aunque la existencia carezca de sentido a raíz de esa aflicción y de esa ausencia inconmensurable, la triste realidad es que somos lo suficientemente duros y egoístas para seguir viviendo. Porque en la contienda que se produce entre la persona desaparecida y nuestro apetito por la vida triunfa lo segundo, y lo sobrellevamos como la mayor traición hacia la persona fallecida. Seguir viviendo es nada menos que una afrenta y un acto de deslealtad, como si el ser amado nos llamara desde la otra orilla de la muerte para preguntarnos, cuestionarnos; ¿Cómo es posible que puedas sobrevivir sini mí? ¿Que puedas continuar? ¿Que puedas, efectivamente, existir sin mi presencia? Porque vivir significa hacer, tarde o temprano, lo mismo que hacíamos con esa persona... pero con alguien distinto (p. 205). 

al carecer de ilusiones nada nos jalona hacia adelante. no contamos con una meta hacia dónde enfocar nuestros actos; un día se vuelve igual al anterior y un año no se diferencia del siguiente, y da lo mismo si llueve o si hace sol porque todo, al fin y al cabo, nos es indiferente (p. 215). 

A esta edad, caviló, todos arrastramos un bagaje considerable. Hemos sido lastimados de una forma u otra, y nos acercamos al otro asustados, con recelos y suspicacias, procurando conservar cierta distancia emocional para protegernos en caso necesario (p. 226). 

a fin de sobresalir en un proyecto o ser el mejor en un empeño, más que habilidad o talento a veces eran definitivas otras cosas más básicas, como la dedicación y la disciplina, o la simple disponibilidad de tiempo (p. 322). 

La nuestra es una democracia representativa, qué duda cabe, pero no nos engañemos: aquí unos intereses están bastante mejor representados que otros (p. 358). 

confirmé dos cosas importantes que siempre he pensado. La primera es que existen muchas personas buenas en este país que desean ayudarle al prójimo, pero no lo hacen porque carecen de los recursos o desconocen la forma de hacerlo. Y la segunda es el efecto multiplicador que puede tener una ayuda menor; cómo una pequeña suma de dinero puede generar un beneficio comunitario; una cifra que, invertida de cualquier otra manera, jamás tendría una resonancia tan positiva (p. 366). 

la calidad de una persona no se mide en lo que puede producir para sí, sino en la felicidad y en la plenitud que puede producir para los demás. Hay muchas cosas en la vida que tienen doble filo, como el amor, la ambición, el dinero, y mil cosas similares. Pero la generosidad es de las pocas socas que tienen doble bondad: el bien que produce en el que recibe, y el bien que produce en el que da (p. 367). 

era nefasto para la democracia colombiana la cercanía de la prensa con las esferas de poder -no era extraño que los directores de los principales medios almorzaran una vez a la semana en el palacio presidencial, lo cual se prestaba para manipular la información que después se transmitía a la opinión pública-, y que la independencia periodística tenía que ser un valor sagrado para fiscalizar al Gobierno que fuera, como sucedía en los países más avanzados del mundo (p. 417). 

En Colombia ninguno de esos bandos tiene una motivación ideológica, y se lo digo yo que los conocí bien por dentro. La guerrilla invoca los textos de la izquierda para justificar sus actos de barbarie, y los paramilitares invocan los de la derecha por lo mismo. Y sí, a lo mejor algún jefe o cabecilla de un frente se cree esos rolos, pero son la escepción, se lo garantizo, y no es por eso que están alzados en armas. Quizás en otros lugares sí fue así, y tal vez aquí hubo cierta intención romántica o idealista al comienzo, inspirada en la Revolución cubana y en la figura legendaria del Che. Pero hoy en día, en este país, lo de ambos es un puro y simple negocio. Disfrazan sus crímenes con discursos políticos, pero en realidad sólo les interesan el poder y el billete. Es una lucha por la tierra, por el dominio de unas mafias sobre otras, una pelea a muerte por el tráfico de drogas y otras fuentes de riqueza como son el oro, el petróleo, la extorsión, el boleteo, el contrabando y la trata de personas. Es un negocio y nada más. Y creer que hay una motivación política o ideológica detrás de esa guerra sucia y sangrienta es de una candidez ridícula (p. 447).

Lo espantó la fragilidad de las vivencias, comprender que el pasado no era un trayecto estático y congelado en el tiempo, inmune al peligro y a salvo en la memoria, como él siempre había creído, sino que era un recorrido precario, maleable y, sobre todo, vulnerable. Una simple frase, vislumbró, puede abolir un pasado entero (p. 480). 

cualquier suceso es trivial únicamente en apariencia, pues los hechos insignificantes no existen. Y si así lo parecen es sólo porque no hemos escuchado el último de sus ecos, o no hemos percibido la última de sus ondulaciones (p. 483). 

me moldeé a tu figura ideal. Fui la mujer que querías que yo fuera, y o hay nada que enamore más a un hombre que eso. Todos ustedes son predecibles (p. 488). 

el valor de una biblioteca no es por la cantidad de libros que se tiene sino por lo bien leídos que éstos sean (p. 525). 

la bondad es discreta y modesta, casi invisible, adversa a la fama y a la figuración, y los titulares de la prensa se los llevan los malos que producen la noticia, de la misma manera que los periódicos registran los pocos aviones que se caen o accidentan y no los miles que cada día realizan la asombrosa hazaña de despegar y aterrizar con éxito. El público confunde la realidad con lo que aparece en los diarios, y por eso los corruptos y los violentos parecen más. Pero no es verdad (p. 531).

El pesimismo es un lujo que sólo se dan aquellas personas que no son conscientes, realmente conscientes, de que son mortales (p. 537). 


Los hechos casuales
Juan Carlos Botero
Editorial Penguin Random House
Bogotá
Septiembre de 2022
556 páginas