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lunes, 2 de junio de 2025

¿De qué escriben las escritoras en Colombia? Nota editorial, de Pilar Quintana

En marzo de 2022 el Ministerio de Cultura de Colombia presentó la Biblioteca de Escritoras Colombianas, una colección de 18 libros de igual número de autoras descatalogadas o con escasa circulación en el mercado del libro. La idea de la Biblioteca consistía en presentarle al lector una variedad de géneros y temáticas: obras de escritoras colombianas de distintas épocas y lugares, que fueron invisibilizadas en un mundo literario profundamente patriarcal.

Esa primera colección consistió en el rescate literario de 18 libros. No obstante, la realidad de muchas mujeres escritoras es que ni siquiera llegaron a publicar un libro y su obra quedó dispersa en periódicos y revistas. Entendiendo esa realidad, la segunda etapa de la Biblioteca de Escritoras Colombianas presentada en marzo de 2025 reúne 10 antologías con obras de 97 autoras, agrupadas a partir de géneros como cuento, novela corta, poesía, teatro, literatura infantil, ensayo, o temáticas como "literatura rebelde",  entre otras.

Las dos etapas de este esfuerzo editorial fueron lideradas por la escritora Pilar Quintana, autora de novelas como La Perra, Los abismos y el libro de cuentos Caperucita se come al lobo, entre otros. Las discusiones, los hallazgos y reflexiones que le deja este ejercicio editorial se plasman en el ensayo ¿De qué escriben las escritoras en Colombia? una nota editorial que sirve como complemento a los 10 volúmenes y que dialoga con la nota editorial que la autora escribió para la primera entrega de la Biblioteca.

Pilar Quintana cuenta que cuando empezó el proceso de difusión de la Biblioteca de Escritoras Colombianas le preguntaban ¿de qué escriben las escritoras? esperando que ella respondiera "de pajaritos y florecitas". No obstante, su conclusión es que las mujeres escriben (escribimos) de todo y la pregunta más interesante no es entonces "de qué" escriben sino "cómo" escriben: cómo hacen para escribir, porque en un mundo en el que casi nadie vive de la escritura (ni hombres ni mujeres) a las escritoras les toca sumar la carga laboral con la carga del cuidado de la casa y buscar entre ambos mundos un requicio de tiempo para poder escribir.

El ensayo destaca entonces la falta de tiempo para la escritura, pero además un entorno hostil hacia las mujeres escritoras, que tiende a minusvalorar las obras firmadas por mujeres, como si lo que lleva firma femenina fuera de interés exclusivo del mundo femenino. 

Otro rasgo interesante consiste en el valor de las críticas: salvo escasas excepciones, la historia de la literatura escrita por mujeres ha sido investigada, documentada y narrada por otras mujeres, y de eso también da cuenta la Biblioteca.

En su ensayo, Pilar Quintana destaca el aporte de cada una de las 97 autoras y cómo dialogan entre sí. Resalta, por encima de todas, a Soledad Acosta de Samper, verdadera pionera de la literatura colombiana escrita por mujeres, y llama la atención sobre la intención de la biblioteca por incluir voces de distintos territorios y de distintas minorías étnicas.

Dos afirmaciones del ensayo me generan dudas: por un lado, se afirma que un cuento firmado por María Castello en 1935 es el segundo de ciencia ficción escrito por una mujer en Colombia (el primero fue de Soledad Acosta de Samper). No obstante, Rosario Grilllo de Salgado incluye en Cuentos Reales (1947) el cuento Vivisección, que debió ser escrito hacia 1918 o 1920, y en ese orden de ideas sería anterior al de Castello. La segunda afirmación es la presentación de Liliana Cadavid como la primera escritora en abordar el tema lésbico en Colombia. Es posible que Carmelina Soto sea menos explícita que Cadavid, porque nació casi 40 años antes, pero Carmelina fue una autora homosexual y esa condición puede rastrearse en algunos de sus poemas.

Bienvenidas las discusiones. Eso es lo que generan proyectos editoriales como éste que presenta el Ministerio de Cultura. El ensayo de Pilar Quintana, escrito en un tono pedagógico y claro, contribuye a construir una historiografía de la literatura escrita por mujeres en Colombia y sin duda será un texto canónico para futuras generaciones, de la misma manera en que Elisa Mújica y Monserrat Ordóñez lo fueron para las precedentes. 

Algunos subrayados
“El único destino posible para una mujer privilegiada que no se iba de monja era casarse, tener hijos y llevar un hogar” (p. 38)

Soledad Acosta de Samper fue, sin duda, la escritora colombiana más notable y productiva de su tiempo y la primera en vivir de su pluma (p. 43). 

Para las mujeres de antes de las conquistas del feminismo encontrar el amor era una cuestión de superviviencia. Al no ser ciudadanas ni tener capacidades legales, estaban supeditadas a los varones. sus padres, hermanos o maridos y expuestas a su violencia. ¿Cómo no iban a soñar con encontrar un hombre bueno que las amara de verdad? La idea del amor romántico representaba para ellas la posibilidad de una buena vida (p. 56).

Antes de las conquistas del feminismo las mujeres no tenían muchas alternativas. O se casaban con un hombre de carne y hueso o se casaban con uno inmaterial (p. 57).

En el campo literario han iperado una estética y unos valores patrarcales, con su misoginia intrínseca, que impedían apreciar las obras de las mujeres (p. 61).

(en 2020) De los libros de ficción para adultos publicados por las editoriales colombianas, tanto las de los grandes grupos como de las independientes, sólo el 25% correspondían a autoras (p. 79).

¿De qué escriben las escritoras en Colombia? Nota editorial
Pilar Quintana
Biblioteca de Escritoras Colombianas. Segunda entrega.
Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes - Biblioteca Nacional de Colombia
Bogotá
Marzo de 2025
94 páginas

domingo, 13 de abril de 2025

Cartografía verbal del odio en Colombia, de Beatriz Arana, Belén del Rocío Moreno, Julio Roberto Arenas, Marta Renza y otros

"Cartografía verbal del odio en Colombia" es un libro colaborativo en el que Beatriz Arana, Belén del Rocío Moreno, Julio Roberto Arenas y Marta Renza, adscritos a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, ofician como curadores y compiladores de distintos textos escritos por 36 autores.
El subtítulo del libro es "Un manual para desarmar las palabras" y esa es la propuesta central de la obra: desbaratar el sentido o los sentidos de términos que en Colombia han mutado desde su significado original para designar algún aspecto de la conflictividad nacional: sapo, perra, falso positivo, bandolero, polarizar, intolerancia, facha, cerdo, pirobo, gonorrea... términos que permean el habla cotidiana con cargas de violencia que se perciben normales, aunque no lo sean.

Los textos varían en extensión, profundidad y género. Hay poemas, microensayos de un párrafo y artículos de tres o cuatro páginas. Esa diversidad, en algunas páginas, puede leerse como irregularidad en tono y calidad, aunque en general hay uniformidad en el enfoque: la mayoría de los microcapítulos se asemejan a columnas de opinión que se detienen a reflexionar sobre algún aspecto del lenguaje y sobre lo que las palabras dicen de quién las pronuncia. 
En la lista de autores hay nombres desconocidos y hay escritores de prestigio, como los poetas Juan Manuel Roca y Horacio Benavides, los narradores Julio César Londoño, Ricardo Silva Romero y el ensayista Gonzalo Sánchez. Yo participo con dos textos que fueron solicitados por los curadores: "No es broma, es violencia" y "Susceptibilidades lingüísticas", ambos previamente publicados en La Patria como columnas de opinión.

La decisión editorial de borrar el nombre de los autores de cada texto, para registrarlos únicamente en la solapa del libro, impide que el lector pueda identificar quién escribió qué capítulo. Ese gesto puede entenderse como el deseo de hacer una obra coral y colectiva, pero se corre el riesgo de borrar el disenso y presumir que todos los autores están dispuestos a suscribir todos los textos. En una obra colectiva es posible que en caso de solicitarse la firma en una página, alguien desee responder como Bartleby, el escibiente: preferiría no hacerlo.

Más allá de esa sutileza editorial, el libro permite una lectura ágil, e incluso con humor, lejana de la rigidez de los textos académicos. Ese tono se complementa además con una invitación valiosa y profunda: hacer una pausa para pensar qué se dice cuando se habla; cuál es el sentido de cada palabra y darle valor a aquello que decimos y escuchamos. 

Algunos subrayados:
La gran apuesta de toda formación cultural es domesticar los desafueros del odio —que siempre lo habrá—, para que este no se desborde contra la vida. Tal domesticación implica la simbolización del odio (p. 37).

meretriz era el término delicado y loba el rústico. La historia es bonita: el pastor le pagaba a la prostituta bucólica con una oveja, y luego le decía al patrón: un lobo (lupus)  se comió una oveja. Por esto los burdeles romanos se llamaban lupanares (p. 51).

hubo un señor que fungió de presidente que dice haber acabado de raíz con el paramilitarismo en Colombia. Lo demás sólo es Bacrim (p. 101).

La historia la escriben los vencedores, dicen, y sus letras capitales son los monumentos, pero también es cierto que los revolucionarios reescriben la historia (p. 165). 

vándalos han sido, con contadas y brevísimas interrupciones, los que desde la Colonia han manejado este país como si se tratara de su inodoro personal (p. 167).

(según Umberto Eco) el fascismo rinde culto a la tradición, repudia la razón, enaltece las virtudes de la acción, sospecha de las actitudes críticas, considera el desacuerdo como traición, exacerva el natural miedo a la diferencia (de donde es racista por definición), está obsesionado por el complot (internacional o interno), se alimenta con la frustración individual o colectiva, considera a los enemigos demasiado fuertes o demasiado débiles, no lucha por la vida sino que vive para la lucha (de donde la paz es considerada connivencia con el enemigo), es de entraña elitista (los miembros del partido son los mejores ciudadanos, lo que no obsta para que empleen la fueza bruta en el ejercicio de la política y expurguen con violencia una sociedad que califican de decadente), hace de la mitología del héroe su norma (por lo tanto encomia la muerte de los enemigos o de quienes no pertenecen a su facción), transfiere su voluntad de poder al ámbito sexual (es machista e intolerante con las manifestaciones de la vida erótica que no sean heterosexuales), habla en una "neolengua" de léxico y sintaxis elementales (p. 218).


Cartografía verbal del odio en Colombia. Un manual para desarmar las palabras
Curadores: Beatriz Arana, Belén del Rocío Moreno, Julio Roberto Arenas, Marta Renza
Fondo de Cultura Económica y Universidad Nacional
Bogotá
Noviembre de 2024
304 páginas.





sábado, 12 de octubre de 2024

El silencio del violonchelo, de Vera Grabe

Hace al menos 30 años leí "Vida mía" un libro de Silvia Gálvis que recoge testimonios de mujeres colombianas reconocidas que tuvieron que afrontar distintas dificultades, y recuerdo aún la crudeza de lo que Vera Grabe le contó a la periodista, o quizás mejor, de lo que la periodista logró sacarle: detalles de las torturas que sufrió a manos de militares, cuando la capturaron por su militancia guerrillera en el M-19, y la difícil vida de la clandestinidad y la muerte de sus compañeros.

"El silencio del violonchelo" no llega a ese nivel de intimidad y emotividad. Es un ensayo escrito en primera persona en el que Vera Grabe reflexiona sobre las circunstancias particulares que implica la lucha armada para una mujer: la dificultad de decidir sobre la maternidad, la sexualidad en los campamentos, el secretismo con la familia, como medida de protección, y la necesidad de vivir las relaciones y los afectos en un eterno y radical presente, porque el futuro es incierto.

Vera Grabe tiene la posibilidad de contar detalles de la vida cotidiana en la tropa que han sido poco narrados en nuestra literatura y que ella conoció de primera mano. Sin embargo, quizás por sus años en la clandestinidad y su disciplina en el secretistmo, todo se narra con hondura y honestidad, pero con distancia. Sin infidencias, sin confesiones emotivas, con contención emocional, aunque no con frialdad. Usa el plural de la primera persona para evitar referencias personales que fueron colectivas pero que apelan directamente a su vida, como por ejemplo el sentimiento de deuda por los hijos que no pudieron criar. 

Después de la desmovilización del M-19 en 1990 varios de sus militantes fueron asesinados y otros lograron participación en la vida política de Colombia, por la vía electoral. Ese compromiso público exige costos o renuncias personales. "El silencio del violonchelo" habla sobre esos intereses personales que fueron aplazados o silenciados ante las necesidades de la vida guerrillera.
 
Algunos subrayados
Y aún hoy, la política como ejercicio dista mucho de humanizarse, en el sentido de que opone vida a compromiso público: sigue siendo una actividad absorbente (p. 9).

Después de muchos años es fácil caer en lecturas moralizantes, juzgar el ayer según parámetros actuales. El reto es cómo contar la historia incorporando los aprendizajes actuales, pero comprendiendo el ayer (p. 10).

"Usted no ha perdido el vicio de la clandestinidad". ¿Qué quería decir con eso? Más que la introversión como un rasgo de mi personalidad, se refería a la inmensa dificultad que me costaba haclar de mí como persona, expresar lo que sentía y quería, contar cosas de mi vida (p. 15).

La paz es también recuperar proyectos individuales (p. 16). 

ir a la cárcel significó para mi padre la recuperación de su hija; y para mí recuperar al padre como confidente, porque por fin, sin el obstáculo del secreto, pudimos recuperar el diálogo perdido por años (p. 20).

Una compañera dijo una vez que para ella era fácil amar a cualquier compañero, porque la afinidad los convertía en seres muy cercanos y amables, es decir, aptos para ser amados (p. 22). 

Los secretos amorosos eran tal vez los únicos que compartíamos entre mujeres, porque las cosas que nos pasan en la vida, lo que nos conmueve y ocupa, realmente sólo existe cuando lo podemos socializar, así, en secreto, con destinos afines (p. 23). 

en una vida que se vivía en tiempo presente, las exigencias de fidelidad eterna estaban suspendidas (p. 25).

En ese mundo de milicia no se hablaba de lo que se sentía, de cómo se sentía cada cual. Eran colectivos que tenían que probar que eran fuertes. Pero en el juego de los desafíos y del afianzamiento del colectivo, la mayoría de hombres y mujeres se hacían sus propias preguntas, y tenían sus propias dudas, su propia soledad (p. 29). 

el afecto genera incondicionalidad, pero al mismo tiempo implica un sentido de responsabilidad, de poner límites a la guerra (p. 35). 

aunque no estaba escrito, se suponía que los mandos femeninos debían pedir permiso para tener hijos (p. 39). 

(sobre los hijos) lo único que a estas alturas sé es que desprenderse también puede ser un acto de amor (p. 42).

muchos de quienes tuvimos hijos e hijas en medio de la guerra sentimos que tenemos una deuda con ellos. Tuvimos encuentros furtivos, a nuestro modo estuvimos presentes en su vida, pero no en su cotidianidad. Y ese es un tiempo que no se recupera. Vivir momentos no es lo mismo que vivir procesos cotidianos (p. 43). 

El silencio del violonchelo
Vera Grabe
Fondo de Cultura Económica, colección Vientos del Pueblo
Bogotá
Octubre de 2023
47 páginas

martes, 11 de junio de 2024

La verdad de los ríos, de Ignacio Piedrahita Arroyave

La verdad de los ríos es un ensayo breve de Ignacio Piedrahíta, escrito en el marco del Informe de la Comisión de la Verdad de Colombia. 

El volumen trae un prólogo de Ricardo Camilo Niño Izquierdo, miembro de la comunidad arhuaca, y a continuación viene el ensayo de Piedrahíta, en donde de una manera poética describe el curso paralelo pero distante del Cauca y el Magdalena por la geografía colombiana y cómo algunas de las zonas que recorren estos ríos han sido también zonas de violencia y explotación. 

El autor crea imágenes: ambos ríos son una V, porque corren entre cañones de montañas, hasta municipios en los que se liberan de ese corsé: "Más al norte se encañona de nuevo y pasa bravo y presuroso por Antioquia, hasta que se libera de las montañas por fin en la población de Caucasia. Caucasia es al río Cauca lo que El Banco al Magdalena" (p. 35).

Se trata de un ensayo muy breve, en donde la descripción y el efecto de las palabras prima sobre los datos concretos. No es un texto periodístico ni es un documento de investigación, como los que conforman el cuerpo del Informe de la Comisión de la Verdad, sino una reflexión sobre la violencia ejercida sobre los ríos y a lo largo de nuestros ríos.


La verdad de los ríos
Ignacio Piedrahíta Arroyave (prólogo de Ricardo Camilo Niño Izquierdo)
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición y Revista Arcadia.
Enero de 2020
Bogotá
48 páginas



sábado, 27 de abril de 2024

Contra la revolución, de Jorge Iván Cuervo y Diego Jaramillo Mutis (editores)

"Contra la revolución" es un libro académico que reúne 13 textos de distintos profesores colombianos que reflexionan alrededor del pensamiento reaccionario en Colombia, desde las guerras de independencia en el siglo XIX hasta el presente.

El libro tiene un ensayo introductorio, un ensayo intermedio, un posfacio y 10 capítulos que analizan en detalle igual número de momentos o personajes o enfoques para abordar la sensibilidad reaccionaria en Colombia. Así, hay dos capítulos dedicados a la Iglesia Católica, uno más centrado en el siglo XIX y otro en la República liberal; un capítulo sobre los hermanos Julio y Sergio Arboleda, otro sobre Miguel Antonio Caro; uno sobre los Leopardos, con Silvio Villegas y su heredero ideológico, Gilberto Alzate Avendaño; otro sobre las mujeres que, como Emilia Pardo Umaña, se oponían al sufragio femenino; uno sobre Laureano Gómez; otro sobre su hijo Álvaro y uno de cierre dedicado al escritor Nicolás Gómez Dávila.

Algunos ensayos tienen un tono más academicista que otros, pero en general son textos que se dejan leer por un público no iniciado en la historia de las ideas políticas. En cada ensayo los autores explican que no es posible confundir pensamiento reaccionario con ideas conservadoras, porque el reaccionario no desea conservar nada del presente: quiere girar hacia atrás la rueda de la historia, como diría Marx, y para hacerlo está dispuesto a usar o justificar la violencia y a actuar con vehemencia, una actitud distante de la prudencia conservadora. 

Así mismo, aunque el pensamiento reaccionario suele asimilarse con la derecha, el libro reitera que existen también reaccionarios de izquierda, que se asemejan a los reaccionarios de derecha en su intransigencia y en sus formas argumentativas. 

Resulta interesante el recuento histórico de las distintas olas del pensamiento reaccionario, que empezaron con el ánimo de volver a un estado de cosas anterior a la revolución francesa, y cómo hoy, en el Siglo XXI, ese pensamiento reaccionario se relaciona con personas antiderechos que desean desmontar lo conquistado por el feminismo y las minorías sexuales y étnicas. En Colombia ese pensamiento reaccionario se relaciona con quienes abogan por derogar la Constitución Política de 1991.

Este libro resulta valioso porque ofrece un viaje por la historia de Colombia y por la historia de las ideas políticas desde el ángulo de las ideas reaccionarias, que siguen muy vigentes en el debate político contemporáneo. En particular, considero valioso el análisis sobre el impacto de la Iglesia Católica en la persecusión a liberales en el siglo XIX y comunistas en el siglo XX, y quizás esa sea una veta para observar el giro a la derecha que en el siglo XXI se observa en comunidades con fuerte presencia de iglesias evangélicas.

Algunos subrayados

De "Estudio introductorio" de Jorge Iván Cuervo

No es lo mismo ser reaccionario que ser conservador, conservador radical, antimoderno o antiliberal (p. 14).

Ser reaccionario no necesariamente implica ubicarse en el espectro de la derecha política, porque es claro que también existe pensamiento reaccionario de izquierda, con unas características claras en cuanto al tipo de retórica y de valores que defiende (p. 14).

si no se es cuidadoso y no se especifican bien los rasgos del reaccionario, se puede incurrir en el error de incluir en esta categoría a todo autor que tenga una postura antiliberal o antidemocrática -dos rasgos esenciales de los reaccionarios- (p. 15).

En la historia y en la filosofía política hizo carrera que lo opuesto a la postura reaccionaria es la postura revolucionaria y lo opuesto a lo conservador es lo progresista (p. 17). 

El reaccionario auténtico, del que habla Gómez Dávila, se caracteriza por un modo de ser combativo, de una retórica incendiaria, de un discurso con matices, de una voluntad férrea para denostar la reforma y la revolución y volver al antiguo régimen (p. 19).

Para el marxismo la revolución proletaria es la única posibilidad de progreso para la humanidad y todo aquel que se opone a esto es un reaccionario (p. 23). 

muy pocas personas aceptan en el debate público ser reaccionarios, razón por la cual muy pocos salen a defender dichas ideas, lo que ha limitado su desarrollo y contradicción con otros discursos (p. 39).

una característica notable de los reaccionarios es que tienden a confundir liberalismo y socialismo (p. 43). 


De "El discurso reaccionario de la Iglesia católica frente a los "enemigos" del catolicismo" de José David Cortés y Helwar Figueroa 

(Hegemonía conservadora) En este período parece existir un consenso entre el clero colombiano para atacar por todos los medios al liberalismo, considerado como hereje y en estado de error (p. 79).

Las palabras dichas por los curas en sociedades de talante confesional pueden crear emociones traducidas en acciones de todo tipo, en este caso, violentas (p. 88).


De "¿Ecos de reacción en tiempos de revolución?" de Arnovy Fajardo Barragán
Se crearon tres argumentos: el primero consistió en la reconstrucción de la figura del rey como fuente de autoridad y de orden; el segundo fue el intento de deslegitimar la revolución misma y a sus líderes; el último fue la defensa de la religión católica y la condena a la Ilustración (p. 116). 

De "Ya están aquí los bárbaros" de Diego Jaramillo Mutis
La república era feliz en 1839 (Julio Arboleda, 1850). 

La nostalgia por el pasado es uno de los rasgos fundamentales de los reaccionarios (162).

El discurso conservador de estos años se enfocó en la defensa de la propiedad, en este sentido fue más antisocialista que antiliberal (p. 169).

De "A la derecha de la derecha" de Mauricio Uribe López
La retórica reaccionaria no se siente cómoda con el presente: mira hacia el pasado buscando restaruar un paraíso perdido (...) la retórica reaccionaria es incendiaria y no admite discrepancia (...) alienta la violencia y la justifica para precipitar el cambio (p. 205).

Lo que unía a los fascistas, a los reaccionarios tradicionales y a la Iglesia católica era su fervorosa animadversión hacia la Ilustración, la democracia, el liberalismo y el "comunismo ateo" (p. 209). 

La virulencia de los conservadores, desplegada en la pluma y la oratoria de Los Leopardos, Gilberto Alzate Avendaño y Laurean Gómez, atizó con vigor el fuego de una guerra que en algunos aspectos tenía ribetes religiosos (p. 226). 

(Monseñor Builes) "no es posible conservar la doble posición de católico y de liberal" (p. 231). 

Hay al menos dos principios conservadores que ellos (los Leopardos) ignoraron radicalmente: el de la prudencia y el freno a las pasiones (p. 237).

De "Reaccionarias bogotanas" de Natalia León Soler
Entre 1930 y 1943, con matices de manifestaciones a inicios del siglo XX, se registran los primeros grupos femeninos organizados con el fin de abrir espacios civiles a la mujer; para el período de 1944 a 1948 hay una ampliación del movimiento en el que el reconocimiento a sus derechos civiles fue más allá de la educación, la cultura, mejores condiciones laborales (en especial para las obreras) y la administración de sus bienes. Así, el derecho al voto se convierte en la bandera más importante de todo el movimiento: el derecho a elegir y a ser elegida. Ya para el período de 1949 a 1957 fue la puja por ese derecho y los avatares que pasaron para lograr su aprobación (p. 247). 

Las representaciones sobre la feminidad se basarán en fomentar los valores del matrimonio, la maternidad, los hijos, el hogar. Educar a la mujer para la vida útil de esposa y madre para convertirla o, mejor aún, representarla como el "ángel del hogar" en el que el espacio privado era su lugar legítimo (p. 251). 

la buena esposa es la reina del hogar, a diferencia del feminismo, que parte de su origen se asocia a la izquierda y a la subversión política, lo cual resulta peligroso para el orden establecido (p. 253). 

El hecho de que muchas niñas entre los 6 y 15 años estuvieran en clausura permitía que se acostumbraran a la mansedumbre. Entraban en este tipo de retiro educativo no solo para su formación en valores, en la fe católica y a la vez se preparaban para su trabajo en el manejo del hogar practicando las labores propias de ese ámbito. Una especie de iniciación al espacio doméstico, a ese bendecido espacio privado (p. 256).

Vale preguntarse si son las mujeres reaccionarias entre ellas. Al parecer sí y cada vez con más fuerza que los hombres hacia ellas. Para godos, algunos liberales, antifeministas y antisufragistas, algunas sí lo son (p. 296).

De "¿Progreso o retorno?" de José Daniel Parra
en contraste con el hombre reaccionario, el hombre progresista siente que se va liberando históricamente de sus cadenas. El hombre progresista no ve el pasado con nostalgia; por el contrario, siente orgullo ante la certeza positiva de sus conquistas históricas. No está, sin embargo, satisfecho con el presente, espera mayor progreso en el futuro (p. 307).

El "mecanismo emocional" clave en la Biblia no es el orgullo magnánimo y digno por el mérito propio, sino el reconocimiento interior de caída, arrepentimiento y necesidad de redención (p. 319). 

De "La cruzada por la destorcida" de Tania Luna Blanco
el discurso anticomunista se volvió vital para marcar el fin de los liberales en el máximo cargo del Estado y la Iglesia católica contribuyó con todo su andamiaje y poder, material y simbólico, a vehiculizarlo, siendo, además, el punto de encuentro de conservadurismos diversos (p. 350).

De "Cuatro posturas reaccionarias de Laureano Gómez" de Arnovy Fajardo Barragán
El capitalismo fue presentado como la culminación del proceso de destrucción de la libertad, la fraternidad y la igualdad por cuenta del liberalismo (411).

Hay absoluta incompatibilidad entre el concepto de la vida cristiana y la vida comunista (p. 413). 

Se trataba de crear una sociedad basada en la familia, no en el individuo, articulada en torno a la vida municipal, guiada bajo una moral católica y orientada por una idea de la política como realización del bien común (p. 418). 

De "Crítica de la proclividad revolucionaria" de Nicolás Figueroa García-Herreros
Como lo muestra Jorge Orlando Melo (1990), tras la independencia y durante todo el siglo XIX, las élites colombianas actuaron bajo un consenso amplio, inspirado en los ejemplos de Inglaterra y Estados Unidos, que apuntaba a adoptar en el país un sistema político liberal basado en el principio de la soberanía popular y un sistema económico capitalista (p. 450)

el conservatismo nos invita a concebir las tradiciones e instituciones existentes como repositorios de un conocimiento que se ha mostrado eficiente a lo largo del tiempo (p. 464) 

De "La figura del reaccionario y la noción de pensamiento reaccionario" de Juan Fernando Mejía Mosquera
el pensamiento reaccionario es el Texto Implícito que Gómez Dávila comentó durante toda su vida (p. 477).

Algún día será posible escribir con bastante exactitud la historia de los últimos ciento cincuenta años no porque se tengan estadísticas, periódicos, películas cinematográficas, múltiples documentos de índole diversa, sino, ante todo, quizás tan solo porque ha existido una abundante producción de novelas. La novela mediocre es un documento de gran valor histórico, porque en ella se reflejan las minucias de la vida cotidiana, tal como aparecen a los contemporáneos. Los diversos utensilios que estudia la arqueología requieren una interpretación, mientras que la novela nos transmite un significado (p. 498). 

(De Nicolás Gómez Dávila): "Derecho es la regla de conducta que nace del convenio. Justicia es la observancia de la regla del derecho. Estado es la regla del derecho que asegura la observancia" (p. 516).

(De Nicolás Gómez Dávila): "La prolijidad no es exceso de palabras, sino escasez de ideas" (p. 524). 

De "Camisas negras y de todos los grises" de Jorge Giraldo Ramírez
Las similitudes entre las formas argumentativas de los reaccionarios y las de los progresistas fueron las que sorprendieron a Hirschman" (543).


Contra la revolución
Jorge Iván Cuervo y Diego Jaramillo Mutis (editores)
Universidad Externado de Colombia - Editorial Planeta
Bogotá
Enero de 2024
564 páginas
 

martes, 16 de abril de 2024

El fulgor moribundo, de Jorge Urrutia

Al cumplirse los 100 años de la publicación de La vorágine hay un interés renovado por releer este clásico de la literatura colombiana, escrito por José Eustasio Rivera, y en el marco de esa relectura, hay un "boom" de ensayos, análisis y nuevas visiones sobre esta novela. La condición de los clásicos literarios es precisamente esa: su permanente revalorización a partir de las nuevas miradas que se hacen sobre un texto que, a pesar del paso del tiempo, le habla a nuevas generaciones.

El profesor español Jorge Urrutia acaba de publicar El fulgor moribundo, frase que corresponde a una línea de La vorágine y que le sirve para titular este ensayo, escrito con la erudición de un profesor emérito pero con la claridad suficiente para despojarlo del acartonado lenguaje académico y acercarlo a lectores desprevenidos que quieren comprender mejor esta novela magistral.

En 200 páginas bellamente editadas por Ediciones Tres Cantos, de Pereira, el profesor Urrutia desarrolla una hipótesis que parece obvia pero no lo es: La vorágine es una novela y hay que leerla como tal. Es decir, aunque tenga poesía, aunque tenga testimonios y aunque tenga denuncias, todo eso está englobado dentro de un marco literario que se llama novela, que tiene unas pretensiones estéticas. Esa es la brújula para leer el libro. 

Urrutia recuerda que José Eustasio Rivera adquirió en Belém (Brasil)
Infierno verde (1908), de Alberto Rangel, y A margen da historia (1905), de Euclydes da Cunha y encuentra resonancias de esos dos libros en La vorágine. Así mismo recuerda que Rivera oyó de su amigo Luis Franco Zapata la aventuraque este vivió en 1912 con su novia Alicia, y por lo tanto no hay posibilidad de leer La vorágine en clave autobiográfica.

El fulgor literario es un estudio literario sobre una novela y por ello su autor se ocupa poco de la vida de José Eustasio Rivera y, en cambio, se centra en el texto literario: en sus huellas modernistas, en su diálogo con las novelas de plantación y en los juegos literarios que propone. El fulgor literario es un libro interesante para lectores inquietos por la lectura de La vorágine, pero también para quienes tienen interés en la lectura crítica de textos literarios, porque muestra una metodología para acercarse a una obra  desde las claves que ofrece el texto. Es, por lo tanto, el libro de un escritor, pero sobre todo es el libro del lector atento e informado que muchos lectores aspiran ser.


Algunos subrayados

Un escritor debe aprender a mentir, y la primera mentira se corresponde con su primera invención: quién cuenta la historia (p. 20).

todo autor escribe desde dos tipos de experiencias: la vivida y la leída (p. 20).

Mentir puede hacerlo cualquiera, convencer de que una ficción escrita responde a la verdad sólo le es factible al escritor (p. 21).

esa construcción se eleva con una estructura argumental que responde a la tradición literaria, aquella e la novela de viajes y aventuras. Además, escribe con una prosa de origen modernista (p. 22).

Posiblemente La vorágine en el momento de su publicación primera, cumplía (por medio de un lirismo a veces feísta en su prosa) más una función política nacionalista que la función social de denuncia de las condiciones de los trabajadores que se le adjudicó posteriormente (p. 27).

Lo que resultaría abusivo es interpretar la novela como un libro de sociología o de antropología, cuando es una obra de ficción en cuya escritura se manejaron hechos más o menos comprobables (p. 27). 

Atala (1801), de Chateaubriand (...) descubre para la literatura moderna el paisaje americano (p. 37). 

Rivera se plantea una novela de amor y aventuras, dentro del modelo clásico interiorizado (p. 50).

Los primeros reseñistas y críticos no dejaron de resaltar el estilo fragmentario o a saltos que muestra muchas veces la obra (p. 57)

creo que su observación sobre la existencia en el Modernismo de un carácter romántico es acertada y que es perfectamente aplicable a José Eustasio Rivera (p. 67).

Surgen así tendencias sólo aparentemente contradictorias: la preocupación nacionalista (muy fuerte en Argentina) sin abandonar el contacto con las literaturas europeas, un nuevo discurso indianista, el interés por el lenguaje coloquial, una reevaluación del pasado colonial o, al mismo tiempo, el redescubrimiento de los valores de la hispanidad (p. 68).

Y, en 1850, Herman Melville escribió: "Ningún escritor americano debería escribir como un francés o un inglés" (p. 71)

Era tema normal entre los burgueses "la cotidianidad comartida entre su casa permanente y su estancia en la hacienda [...] y el desplazamiento por las regiones durante los viajes [...] los narradores señalaban los sufriemientos de los personajes y la dureza del entorno" (p. 76).

de todos los peligros que acechaban a Hispaonamérica, el mayor es la voracidad de los anglosajones. De ahí que se proponga un panhispanismo (p. 77).

la narración testimonial, que surge desde los frentes de batalla europeos, y las discusiones soviéticas sobre la literatura obrera y proletaria dejarán su huella en la narrativa hispanoamericana, aunque la separación de Europa hace que todo se oriente, como particularidad, hacia la lucha con la naturaleza, en el caso de Rivera, los llanos y la selva (p. 79). 

Europa estaba reflexionando sobre los modos de narrar, sobre el sujeto de la narración y sobre la penetración psicológica. Incluso experimentaba sobre la posibilidad de una novela que prescindiese de la ficción. En Latinoamérica, en cambio, se trataba de crear la propia novela, de conseguir con ella intrepretar las realidades nacionales. No importan, pues, la calidad ni la trascendencia, sino la función (p. 83).

desarrollándose la historia en dos territorios distintos, los llanos del Orinoco y la selva amazónica, por regla general la crítica y los distintos estudios sólo se refieren a la segunda, con olvido de los primeros, donde transcurre toda la primera parte, un tercio de la novela (p. 95).

Se trata, pues, de una novela plural. Estos relatos intercalados permiten conocer la vida de los caucheros en la selva, así como de una serie de aventureros que entran y salen de la novela (p. 97).

Es imposible hacer propia la vida ajena, sólo es posible transformarla en relato. Tejerla (p. 111).

La estructura narrativa se basa en dos procedimientos constructivos ampliamente utilizados en la historia de la literatura y aún vigentes en la literatura contemporánea. Uno es el relato amoroso de aventuras que conocemos como "novela bizantina"; el otro es la estrategia del relato marco, entrelazado con el procedimiento del manuscrito encontrado y transcrito (p. 114).

La mirada míticamente negativa de la naturaleza que ofrece la novela filtra la visión que llegamos a poseer del territorio. Una novela pretende (a través de un proceso de selección, invención y composición) la creación de un mundo, no aspira a ser una guía turística ni un manual escolar, ni menos aún un estudio antropológico, étnico o botánico. Además, conviene no leer la obra literaria a partir del contexto, sino, por el contrario, acudir a éste desde la obra literaria, porque el arte no se relaciona con la realidad elemento a elemento, sino desde la totalidad (p. 117).

Estamos, evidentemente, en un juego literario según el cual Rivera inventa y Rivera que corrige el escrito de Cova, para que luego el primer Rivera titule un escrito del segundo Rivera cuya existencia sólo pudieron conocer el ministro y, tal vez, alguien de su secretaria. Claro que el segundo Rivera, Arturo Cova y el ministro sólo son invenciones del primer Rivera. Todo este pequeño rompecabezas corresponde a la literatura, nunca a la vida (p. 135).

La vorágine es una construcción literaria, no una fotocopia -y menos aún una radiografía- de la vida en los llanos y en la selva (138.


El fulgor furibundo. Comprender La vorágine
Jorge Urrutia
Editorial Tres Cantos. Colección Finisterre
Pereira
Abril de 2024
200 páginas

miércoles, 17 de enero de 2024

La Amazonia, de Eliane Brum

Eliane Brum es una premiada periodista brasilera que nació en Ijuí, en el estado Río Grande del Sur, al sur de Brasil. Allí creció, estudió, tuvo a su hija y empezó a trabajar como periodista. Durante muchos años se definió como gaucha, esa cultura que comparte territorio con Argentina, Uruguay y Paraguay y que se enorgullece del dominio del hombre sobre el campo abierto. Cuando tenía 30 años empezó a trabajar en una revista de Sao Paulo. Allí vivió 17 años, se casó, habitó un apartamento de clase media y viajó en labores de reportería a distintas zonas de los Brasiles, como ella los llama, en plural. 

Alguno de esos viajes la llevó a la Amazonia. Viajó, regresó y cada vez sintió con más fuerza la necesidad de hacer algo más que entrevistas y reportería. Sintió que la emergencia climática, la destrucción de la selva, necesitaba un activismo radicales y por eso en 2017 tomó la decisión de dejarlo todo y radicarse en Altamira, una ciudad de 110.000 en plena selva amazónica. Para llegar desde Sao Paulo hay que tomar 3 vuelos y, como si fuera poco, Altamira ostenta el primer lugar en homicidios en Brasil.

"La Amazonia" cuenta todo esto. Es un testimonio en el que Eliane Brum habla en una contundente primera persona, desde las entrañas. Dice que está en un proceso de forestación: de dejar la blanquitud para integrarse a los pueblos-selva, aunque sabe que por su origen es mucho lo que no puede ver ni entender de los pueblos ribereños, indígenas y de los "más que humanes", como denomina a los animales, en una apuesta política desde el lenguaje por abandonar el antropocentrismo.

La Amazonia habla del racismo, de la amenaza política de personajes como Jair Bolsonaro, pero también de la hipocresía de la izquierda política que defiende un desarrollo sostenible que permite exploración petrolera, carreteras e hidroeléctricas en plena selva amazónica. Eliane Brum denuncia el asesinato de líderes ambientales, la manera como desde el poder central se abandona a la selva a su suerte y su suerte son hombres armados que, con la complicidad de poderes locales, deforestan, desplazan y amenazan. A las quemas de árboles y a los parches deforestados se suman otras zonas de "selva carcaza": territorios que desde el aire se ven verdes, pero que abajo han sido talados a intervalos, para sacar maderas valiosas que supuestamente no se pueden explotar.

Y en medio de tanta violencia y tanta tristeza hay también relatos de resistencia. De re-existencia: los liderazgos ambientales femeninos, los feminismos amazónicos, las investigaciones científicas, la presencia de misioneras que defienden los derechos de los indígenas y los ribereños y las formas organizativas comuntarias, en redes horizontales y colaborativas, que permiten la defensa del territorio.

En Colombia, cuando se habla de la Amazonía, la primera referencia que surge es la del Río Amazonas, o la de Leticia, capital del departamento del Amazonas, a orillas de ese río. No obstante, la Amazonia es mucho más que el río. En Colombia la selva amazónica cubre el 23,3% del territorio colombiano, incluido el marino, y el 42,3% de la parte continental. Es decir: casi la mitad de nuestro territorio continental es amazónico, y el Amazonas es apenas un río que nos toca en la punta sur. Este contexto es importante para comprender el concepto de Amazonía que desarrolla Eliane Brum: una enorme selva tropical que se despliega a través de 436 páginas y sólo en una de ellas, de manera tangencial, se menciona el río Amazonas.

Brum hace un esfuerzo por escribir su libro en lenguaje neutro (otres, nosotres, humanes y no humanes, etc.). No obstante, la traducción al español de España (vosotros, os digo, pensad que...) hace que en muchos pasajes el texto se sienta distante de la calidez narrativa con la que evidentemente fue escrito, en donde las reflexiones constantes sobre el lenguaje y el ejercicio de la escritura constituyen un deleite para el lector. 


Algunos subrayados

La Amazonia lo vuelve todo literal. Ya no puedo ser cartesiana, porque el cuerpo es todo y todo lo domina. La persona que entra en la selva por primera vez no sabe qué hacer con las sensaciones que experimenta, con las partes del cuerpo que ignoraba que tenía y que, de repente, nunca la abandonarán (p. 10).

Es fácil ahogarse en la escritura. Lo difícil es no hacerlo (p. 11) 

A la muerte no le gusta morir sola. Va muriendo en cadena. La muerte no sufre de agorafobia, le gusta todo el mundo: los peces, los mosquitos, los árboles, nosotros (p. 12).

La escritura me ancla; las palabras escritas son la fuerza de gravedad que me sujetan al suelo (p. 16). 

Ahora me doy cuenta de que no sé por qué motivo elegí ese camino para contar esta historia. Pero he aprendido a no desperdiciar ninguna oportunidad para perderme (p. 16).

El antropólogo o periodista cree que está observando, pero siempre está siendo observado, y con gran diversión. Somos los conejillos de indias de estos otros pueblos. Esos para quienes nosotros, «los blancos», somos los otros (p. 17).

no hay forma de ser blanco y ser bueno en países donde los negros viven peor y mueren primero. A eso lo llamo «existir violentamente» (p. 19).

La batalla por la Amazonia no es una lucha por el desarrollo sostenible. Éste es el término empleado por quienes creen posible sortear el abismo sin renunciar al sistema capitalista que nos llevó a él. Es un discurso agradable para que, con algunos cambios cosméticos, todo pueda proseguir sin alterar radicalmente la desigualdad estructural entre géneros, razas y especies (p. 51).

debería explicar lo que significa para mí escuchar. En mi opinión es la principal herramienta de un periodista. Antes de acercarme a otra persona, procuro vaciarme de mí, de mi visión del mundo, de mis creencias, de mis prejuicios. Este vaciado no es completo, por supuesto, porque es imposible abandonar totalmente un cuerpo cultural. Pero es un movimiento fundamental. Es lo que permite que el relato de otre ocupe mi cuerpo como relato de otre, y no el relato de otre distorsionado por lo que mis creencias o prejuicios no me permiten oír. En caso contrario, no puedo alcanzar esa otra experiencia de existir (p. 62)

La lógica de la destrucción no distingue entre los cuerpos a destruir, selva o mujer. Es un elemento estructural del sistema que conforma el mundo. Más que cambiar el sistema, hay que derrocarlo, porque la violencia no es un dato más, sino la misma estructura que sostiene todo el edificio (p. 64).

En una entrevista que le hice a Eduardo Viveiros de Castro, una de las voces más originales de la antropología contemporánea, me dijo: «Los indios son especialistas en el fin del mundo, ya que su mundo acabó en el año 1500.» (p. 74).

La escritura es mucho de mucho. Y también es un arma para oprimir, subyugar, esclavizar y destruir a todos los que narran la vida oralmente, a través del cuerpo del río, de los árboles, de las piedras, de los mapas hechos de otra materia (p. 90).

El fracaso es condición de quien escribe. La vida siempre escapa. La vida desborda, la vida es más grande (p. 95). 

Hacer memoria y evitar que se olvide es una de las misiones más nobles del periodismo que merece ese nombre (p. 143).

Incluso al leer sobre ella, la Amazonia tan sólo podía captarse como una experiencia de los sentidos (p. 195). 

Las reuniones del consejo de redacción estaban salpicadas de jerga corporativa en inglés, lo que hacía que me sintiera analfabeta hasta que comprendí que la lengua inglesa era obviamente un instrumento de poder que indicaba la clase de uno. (P. 196). 

una ciudad moderna es, por definición, una ruina de la naturaleza (p. 216).

renunciar a la esperanza, una postura impopular que a menudo se malinterpreta y que siempre me causa problemas. No, no tengo ninguna esperanza. Y no, no soy infeliz ni feliz. Tampoco soy pesimista ni optimista. Estas polarizaciones me importan poco (p. 244) la esperanza ha sustituido cada vez más a la felicidad como mercancía (p. 245).

sabemos que el peor colonizador es el que no sabe que lo es (p. 273).

No creo en el sacrificio. Creo en la elección de perder para estar con los demás. Pero nunca a través del sacrificio, esa fábrica de santos que mastica carne para escupir estatuas por el otro extremo. Creo en los poetas, no en los mártires.  (p. 280).

Establecerse en algún lugar es crear un mapa afectivo (p. 286).

aunque el suicidio sigue siendo un tabú en tiempos de «paz», se convierte en una traición a la especie en un momento en que tantos luchan por seguir vivos. Pero los suicidios ocurren. Y no son raros (p. 291).

Un buen antropólogo vive con un pueblo indígena durante años, décadas, no para entenderlo, sino para traicionarlo menos en lo poco que entiende. Lo mismo ocurre con los periodistas como yo. Lo único que conseguimos es narrar otra experiencia, después de que haya recorrido nuestro cuerpo, siempre después de que haya recorrido nuestro cuerpo (p. 313).

el lenguaje es un campo donde se libran continuamente las batallas realmente importantes (p. 315)

la humanidad es un club exclusivo restringido a la minoría dominante (p. 352). 

Es importante repetir, una vez más, que en el pasado nunca hubo paz. Sabemos que el pasado estuvo plagado de conflictos, sometimientos, supresiones y exterminios. Déspotas electos como Trump y Bolsonaro «han limpiado» el pasado de sus conflictos y muertes y lo han empaquetado para ofrecérselo a una población asustada por un mundo cambiante (p. 379). 

Imaginar resultó ser una acción más difícil de lo que parecía al principio. Descubrimos hasta qué punto ha sido aprisionada, cuadriculada y formateada nuestra imaginación. Decir qué mundo se quiere realmente, con propuestas claras, es mucho más complicado de lo que parece para personas que han sido domesticadas para obedecer o, en el mejor de los casos, para vivir sólo reaccionando a los ataques (...) De hecho, no es casualidad que los neofascistas ataquen tanto al arte. El arte promueve la imaginación y siempre es lo primero que intentan suprimir los Gobiernos y gobernantes autoritarios (p. 385).


La Amazonia. Viaje al centro del mundo.
Eliane Brum
Traducción: Mercedes Vaquero Granados
Penguin Random House
Bogotá
Enero de 2024 (primera edición en portugués: "Banzeiro òkòtó. Uma viagem à Amazônia Centro do Mundo", 2021)
432 páginas

miércoles, 10 de enero de 2024

La era de la ansiedad, de Roberto Palacio

Al comienzo de "La era de la ansiedad" su autor, el filósofo bogotano Roberto Palacio, advierte que el libro "está escrito de tal manera que cualquiera lo pueda entender. El que quiera pensar los tiempos en que vivimos quizá pueda encontrar algo de valor acá. Será una decepción, eso sí, para quien en él busque filosofía académica. O citas apa" (p. 19). La anotación se justifica por la bien ganada fama de los libros sobre filosofía: ladrillos pesados e inintelegibles que ahuyentan al lector no iniciado. 

Palacio se define a sí mismo como un "divulgador filosófico, ensayista y escritor" y en "La era de la ansiedad" desarrolla bien esos roles. Se trata de un ensayo de divulgación que aborda distintos conceptos que se sienten cercanos a la vida contemporánea y explica sus aristas a partir de las ideas de distintos autores que Palacio ha leído previamente y desglosa para el lector. 

El libro está compuesto por una introducción y 9 capítulos que, desde los títulos, dan cuenta del contenido de la obra: Identidad, El amor, La virtualidad, Cultura Woke, Argumentación, El conocimiento, La educación, La felicidad y Filosofía. Al final de cada capítulo Palacio presenta la bibliografía sugerida para ampliar el tema, con un comentario sobre cada obra (4 ó 5 libros por capítulo) lo cual hace que cada capítulo/ensayo se lea como una provocación para seguir ahondando en las elucubraciones que despierta. Los autores citados van desde Sartre y Camus hasta Martha Nussbaum, Bertrand Russell y Byung Chul Han, pasando por Montaigne, Socrates y Pascal, entre otros.

Palacio se muestra bastante crítico de la cultura woke, llama la atención sobre la vacuidad contemporánea que, desprovista de utopías, vacía la vida real para trasladarla al plano virtual, en donde tiene igual peso el que domina un libro de Dostoievsky y el que come 100 perros calientes en media hora. Señala que hay una confusión entre información y conocimiento y que en los tiempos actuales cotizan a la baja actividades como argumentar y pensar, lo cual se relaciona con una educación diseñada por competencias que buscan enseñar un oficio pero no enseñan a vivir/sentir ni a resolver situaciones complejas. En cambio, atiborran de actividades todos los espacios de la vida, para evitar el aburrimiento, con lo necesarios que son esos tiempos de ocio para poder pensar y crear.

Me hizo falta como lectora un capítulo de conclusiones o de cierre, una bibliografía unificada y quizás algún ensayo que abordara asuntos de filosofía política. La falta de debate de ideas políticas en el mundo contemporáneo se aborda en algunos capítulos y de hecho hay varias alusiones a Donald Trump, pero quizás faltó un ensayo dedicado de manera exclusiva a este tema. O quizás, como escribe el autor, esta carencia que encuentro revela un deseo personal: busco que el autor se interese en lo que me interesa a mí. 


Algunos subrayados

Dice el filósofo francés Michel Onfray que todos nacemos filósofos, pero solo unos tienen la suerte de seguirlo siendo cuando adultos (p. 14).

justamente esto es la ansiedad, el continuo palpitar del mundo dentro de nosotros cuando ya el vértigo y el peligro han cesado. Es la condición sin causa (p. 15).

la noción de “indignación” es central a la cultura contemporánea. (p. 18).

lo que más quisiéramos es ser alguien que no somos (p. 23).

detrás de los deseos de dejarse atrás por completo, se asomaba el odio difundido y masivo que está en todas partes: en las redes, en el trabajo, silencioso en las relaciones más cercanas. Odiamos lo que fuimos y no podemos modificar (p. 28)

Nuestra vida comienza a asemejarse a un programa de televisión que no tiene mucho sentido si no sale al aire (p. 30). 

No se trata ya de quién eres, sino de quién pareces ser. Ese eres realmente (p. 34).

¿Por qué nos parece prepotente la voz propia? El ejercicio de la voz, el ser deliberante, outspoken, se sienten como atrevimientos que pueden revelar nuestro secreto narcisismo y, en últimas, nuestras vulnerabilidades (p. 37).

Lo que más quiero del otro, entonces, es que me narre quién soy, cómo me ve; ¿cómo me veo en ti; cómo me ves?, ¿quién diablos soy yo para ti? La respuesta a esta pregunta es una que nunca me podrá dar el amante (p. 49).

Este es un conflicto característico del amor, volvámoslo a enunciar: quiero al otro capturado, al tiempo lo quiero libre. Lo que menos quiero es el compromiso jurado; nadie quiere oír decir al amante, recuerda Sartre, algo así como: ¡te amo porque me he comprometido a ello y no quiero desdecirme en mi palabra! (p. 52). 

El amor es tiempo: necesitamos tiempo para llegar a amar al otro, y, en otro sentido, si no se ama, no se dedica tiempo al otro (p. 55).

Hoy tenemos mascotas para vivir a través de ellas lo que quisiéramos ser pero no podemos: criaturas con tiempo infinito (p. 56)

No nos extrañará que muchas cosas en el mundo en el que vivimos no sean lo que parecen: la pornografía no es sexo, la política no es debate sobre las formas de gobierno. Ambas cosas, como diría Byung-Chul Han, son “representación”. Yo las llamo “coreografía”. La pornografía es coreografía, un cuidadoso y meticuloso estudio del ángulo que capta el acto sexual de una forma única; es interrupción constante y corrección exasperante, algo como la fotografía profesional de comida. La política también lo es. ¿No se pasa Kim Jong-un gran parte del día intentando pararse en el lugar preciso para que las ceremonias políticas se vean intachables? ¿No hay ejércitos de personas arreglando fotos para que no se vea en ellas nada inadecuado —tumultos pequeños, gente parada en lugares equivocados, los que no lloran en el funeral del líder? Es por ello que Slavoj Žižek dice que pornografía y política son dos caras de la misma moneda. Somos una realidad puesta en escena (p. 76).

Mientras el espacio público se vuelve íntimo, a quién ha de extrañar que el espacio institucional se vuelva uno de emociones. El periodista Niall Ferguson alguna vez afirmó que vivimos en una “emocracia”. Considérese el rol de las instituciones públicas; las sostiene en su lugar el deseo (P. 98).

El hablar de “narrativas” implica una independencia peligrosa de los hechos y de cualquier realidad objetiva (p. 104).

En el siglo xix teníamos la urbanidad de Carreño; hoy tenemos la corrección política (p. 107).

En mi país, la mermelada emocional se presenta como buenas maneras; no importa el abuso, si se despide a alguien o si se le insulta, siempre y cuando las palabras empleadas sean lo suficientemente floridas. Incluso, cuando se escuchan las grabaciones de los secuestradores que llaman a los familiares de los plagiados no es raro que el criminal, luego de la sarta de amenazas, termine diciendo algo como … y disculpe. Colombia es un país en el que puede ser más grave pasar sin saludar que disparar. Es común que cuando alguien es atracado, otros pregunten si el atracador fue amable. Es por ello que, al decir de Bertrand Russell, las buenas maneras son las formas de relación de los pueblos más barbáricos (p. 111).

La voz del que disiente se ha convertido en una especie de canto irresistible de las sirenas que toca silenciar, ¡porque es posible que cambie mi punto de vista! Se trata de un precepto personal (no concuerdo con una serie de ideas) convertido en obligación colectiva (nadie las debe escuchar) (p. 118).

El liberalismo contemporáneo es simplemente la libertad de poder ser más conservador que los conservadores, sin el estigma que ello implica (p. 121).

Argumentar no elimina la terquedad, no nos expone a ambientes más tolerantes. Tiene la capacidad contraria de sacar a relucir los dogmatismos. Pero mírese como se mire, en toda su imperfección, y hasta que una mejor estrategia sea inventada, la argumentación seguirá siendo una herramienta para evitar el dolor prevenible. ¿Por qué digo que la argumentación evita el dolor prevenible? De nuevo, fueron los antiguos griegos quienes dieron la clave acá: si no es por medio de argumentos, preguntaron, ¿cómo más persuadimos a otro a seguir un curso de acción? Con el cuchillo en el cuello, claro. Argumentar, por lo tanto, es una forma de evitar la violencia, la amenaza o al menos la furia enardecida de la indignación (p. 138).

Dos de los lenguajes principales del argumentar y del pensamiento crítico vienen contenidos en estas sencillas expresiones que usamos a diario: … supongamos que… … esto es como… Quien pueda incorporar una o las dos está en el camino de construir su propio pensar. De hecho, en mis seminarios sé que un estudiante ha aprendido a argumentar cuando usa en su lenguaje habitual con naturalidad estas expresiones (p. 146). 

un lugar común de nuestra forma de vida es que hemos externalizado casi todo… llevamos a cabo gran parte de nuestra vida fuera de nosotros: construimos la identidad en un espacio público aunque virtual de las redes sociales; hemos puesto en los escenarios públicos lo que amamos (p. 154).

mientras que en los mundos del conocimiento y la tecnología se intenta que las máquinas piensen como humanos, en los mundos “en desarrollo”, estamos en la tarea contraria de intentar que las personas piensen y actúen como máquinas a través de un algoritmo ciego (p. 158).

(Sobre la educación):  Mostramos nuestra admiración por otros o por lo que nos rodea, y a menudo los demás convierten esta mirada en propia, y la extienden como una parte de sus obsesiones e intereses (p. 175).

Educar tiene por objetivo convertirnos en seres abstractos, dice Rousseau, un ser que se puede exponer a cualquier accidente de la vida (p. 180)

Es muy común que los estudiantes, que bien pueden llevar diecinueve o veinte años sentados en un pupitre hacia el final de su proceso educativo, se hayan convertido en lo que llamo “estudiantes profesionales”. Son capaces de repetir una historia en una materia, la contraria en otra y ciertamente son expertos, como me consta, en generar el tipo de discurso que creen que su maestro quiere escuchar (p. 190).

Educar es mover a otro a ver sentido en donde no lo veía antes (p. 243).

 
La era de la ansiedad. Sobre el pensamiento y la emocionalidad en un mundo sin utopías
Roberto Palacio
Ariel, Editorial Planeta
Bogotá, 2023
264 páginas

lunes, 3 de julio de 2023

Magdalena, Historias de Colombia, de Wade Davis

"Magdalena" es un libro de 480 páginas, tan caudaloso y denso como el río que le da origen. Wade Davis, un antropólogo, etnobotánico, fotógrafo y escritor enamorado de Colombia, emprende el ejercicio de recorrer toda la cuenca del Río Magdalena, desde el Páramo de las Papas hasta Bocas de Ceniza y sus alrededores. 

Los alrededores son importantes. El libro no se limita a las orillas del río, sino que se adentra en sus cuencas para contar "Historias de Colombia", que a veces suenan más vinculadas al río y a veces se alejan de su cauce. Así, aparecen la historia de la coca, la Conquista Española, los conflictos entre Bolívar y Santander, la época dura de Pablo Escobar en Medellín, la tragedia de Armero, el paramilitarismo que convirtió al Magdalena en un cementerio de desaparecidos, la cumbia y las músicas que se escuchan en el Bajo Magdalena, y otra cantidad de relatos que avanzan a medida que el autor recorre el Yuma, con curiosidad y asombro. 

El libro está dividido en tres partes, que corresponden a la división geográfica del río: Alto Magdalena, entre el Páramo de las Papas y Honda, Medio Magdalena, entre Honda y La Gloria, y Bajo Magdalena, desde La Gloria hasta la desembocadura. Cada parte, a su vez, está compuesta por distintos capítulos que, desde un punto determinado de la geografía de la cuenca del Magdalena, le sirven al autor para contar variadas "Historias de Colombia", como lo señala el subtítulo de la obra.

"Magdalena" es una obra difícil de encasillar: puede leerse como un libro de viajes, como un libro de historia de Colombia, como una compilación de crónicas de espacios y personajes, como una documentada guía turística o como una carta de amor hacia la naturaleza colombiana. Es un libro que tiene como hilo conductor el Río Magdalena, pero que salta de tema en tema porque al autor le interesan múltiples cosas: las comunidades indígenas, la botánica, la fauna, la historia política de Colombia, el transporte, la música y por ello el libro recoge una amplia lista de voces, que van desde pescadores hasta expresidentes.

Si bien en algunos pasajes suena condescendiente o benigno frente a personajes como Álvaro Uribe, también resulta interesante esa mirada extranjera que le da valor y esperanza a lo que ve en Colombia. Los pasajes que dedica a Humboldt y su expedición por la Gran Colombia, el asombro de Humbold y su aporte al espíritu de la independencia, conectan bien con ese esfuerzo que hace Wade Davis por investigar, documentar y mostrar riquezas que están aquí pero parecen ocultas, ignoradas o despreciadas para el grueso de la población.


Algunos subrayados

No hay un lugar en Colombia que esté a más de un día de todos los hábitats naturales que hay en el mundo (p. 24).

En la cuenca dlMagdalena viven cuatro de cada cinco colombianos. Es la fuente del ochenta por ciento de la riqueza económica del país (p. 26).

Si toda el agua del mundo se vertiera en un recipiente equivalente a un galón, lo que podríamos beber apenas llenaría una cucharita (p. 38). 

Ya existían, por supuesto, otros nombres para el río: Yuma, Guaca-Hayo, Karakalí, Kariguaña (p. 41). 

Quizás porque el país alberga más de la mitad de todos los páramos del mundo, muchos colombianos no saben apreciar la rareza de estos exóticos y misteriosos ecosistemas y su fundamental importancia en el ciclo hidrológico (p. 49). 

...a diferencia de los científicos y académicos de hoy, condenados a saber cada vez más y más sobre menos y menos (p. 51).

La coca no es cocaína, así como la papa no es vodka (p. 58). 

es muy poco probable que Colombia pueda llegar a eliminar el cultivo de coca (p. 61).

Si se comerciara como té, o como suplemento nutritivo, la coca podría volverse el mejor regalo de Colombia para el mundo, atenunado el éxito comercial de su café. No es que el café tenga nada de malo, claro está, pero es que su origen está en la lejana Abisinia. La coca, en cambio, nació en Colombia (p. 62). 

Los extranjeros que viajaron por estas estrechas carreteras se sorprendían de que una nación tan moderna pudiera tener un sistema de transporte tan precario (p. 63). 

Todo se movía gracias a la fuerza, habilidad y resiliencia de los arrieros y sus animales. Era una cultura de vivir al aire libre, de niños y hombres cuyo único arraigo era la tierra que pisaban, y cuyas pasiones y sentimientos los diferenciaban por completo del vaquero tradicional (p. 64).

(Sobre la Conquista) Los hombres, desesperados por la falta de sal, peleaban entre ellos por la carne de aquellos que ya habían perecido (p. 73). 

Los muiscas de las montañas llamaban al río Magdalena el río Yuma, es decir, el Río del País Amigo (p. 74). 

Los muiscas eran una comunidad de más de un millón de habitantes (p. 77). 

La cultura muisca se fue desvaneciendo, hasta que incluso su lengua desapareció a comienzos del siglo dieciocho (p. 80). 

la gente solo sobrevive si cultiva el gusto por el silencio (p. 83). 

Y por más riqueza que hubiera salido del Perú, fue Colombia la que más oro puso en las arcas de la Corona Española, además de costales llenos de esmeraldas y pierdas preciosas (p. 84). 

La Ciudad Perdida, la antigua metrópoli de los taironas en la Sierra Nevada de Santa Marta, fue descubierta por los guaqueros apenas en 1972. Los arqueólogos solo comenzaron su labor de investigación allí en 1976. Construida seiscientos cincuenta años antes que Macchu Picchu, Teyuna, como la conocen los koguis y los arahuacos, es un monumento igual o más imponente que cualquier otro que se pueda encontrar en América. Aún más asombroso que las maravillas de la Ciudad Perdida, tanto en tamaño como en importancia, es San Agustiín, el sitio arqueológico más amplio y misterioso de toda Colombia (p. 86)... más que quinientas figuras esparcidas por sus linderos (p. 87). 

San Agustín no estaba en absoluto aislado, más bien era el epicentro de una red extensa y compleja de rutas que conectaban comercialmente distintas partes del sur de Colombia (p. 90). 

En muchos casos, las figuras tienen cachetes abultados que sugieren mandíbulas mascando hojas de hayo. Estas son las representaciones más antiguas del ritual de la coca y las primeras evidencias de que la lanta gozaba de veneración en las antiguas civilizaciones de los Andes (p. 93).

El elemento central en todos los monumentos megalíticos de San Agustín es la transformación (p. 95)

Cuando comenzó el período colonial y el sistema de encomienda redujo a todos los nativos a la servidumbre, el destino de las comunidades indígenas que quedaban fue sobrellevar una vida de sufrimiento: varicela, masacres, flagelaciones, peonaje por deudas o la cárcel, todo aprobado por la bondad y la gracia de la Iglesia Católica (p. 105). 

En la medida en que todavía hoy se siguen descubriendo nuevas especies de peces -van ocho tan solo desde el 2013-, nadie sabe con certeza cuántas alcanzaron a coexistir en el río, pero la cifra oscila entre doscientos veinte y doscientos noventa. Más de la mitad son especies endémicas, es decir, que no existen en ningún otro entorno natural (p. 111). 

el champán era todo un logro, pues redujo el trayecto de Cartagena a Honda de dos meses en una piragua a apenas treinta y cinco días (p. 121). 

En Colombia, por el contrario, algunos cálculos sugieren que hasta el noventa por ciento de la tierra cultivable -aparte de la que es propiedad del Estado- está en manos de apenas el cinco por ciento de la población (p. 127). 

La Tatacoa produce una sensación de estar fuera del planeta Tierra. Es como si Dios, habiendo decidido darle a Colombia un poco de todo, hubiera seguido su capricho hasta el final, colocando a la sombra pluviométrica de la cordillera Central un terreno sacado directamente de la superficie de Marte (p. 128). 

La guerra (de los Mil Días) estalló cuando los cafeteros, apegados al compromiso liberal con el mercado libre y el comercio internacional, se rebelaron contra un gobierno conservador que asfixiaba el crecimiento con tarifas punitivas y aranceles de exportación que hacían que los cafeteros operaran a pérdida (p. 131). 

(en 1915) el deslizador hizo su viaje inaugural en los últimos meses del año, y fue de Barranquilla a Girardot en apenas cuatro días. Cuatro años después, tras varias modificaciones y mejoras que dieron luz a un deslizador de segunda generación, el Luz I logró hacer el trayecto de Honda a Barranquilla en tan solo veinticuatro horas (p. 132). 

El 19 de octubre de 1920 el (avión) Colombia despegó de Barranquilla camino a Girardot (133). 

Colombia también fue pionero en el envío de cartas y paquetes por avión (p. 134). 

el Magdalena ha servido como cementerio de la nación, al llevarse sus muertos anónimos (p. 141). 

(Sobre la tragedia del Ruiz en 1985) La avalancha que se abrió paso por el valle de Chinchiná destruyó más de cuatrocientos hogares y enterró vivas a mil ochocientas personas en la ciudad de Chinchiná (...) Fue el peor desastre natural en la historia de Suramérica (160). 

Un amigo colombiano describió alguna vez el Medio Magdalena, esa franja larga del río que se extiende entre honda y El Banco, como el patio trasero del país (171).

Desde la perspectiva de las capitales departamentales, esos pueblos eran puestos de comercio lejanos y aislados, en los que la gente se gobernaba a sí misma y las autoridades nacionales eran, en el mejor de los casos, una presencia muda (p. 172). 

En la década de 1880, un viaje en barco de vapor entre Barranquilla y Honda tomaba noventa horas, y el regreso a la costa, apenas cuarenta y ocho, lo que implicaba un consumo aproximado de cuatrocientos "burros de leña" para un solo viaje de ida y vuelta (...) Para comienzos del nuevo siglo, los vapores del Magdalena ya habían quemado alrededor de treinta millones de metros cúbicos de invaluables maderas como el caimito, el comino, el cedro, el sangretoro, el abarco y el suán (p. 176). 

Estoy de acuerdo con que no olvidar es importante. Pero olvidar también es importante. No para negar lo sucedido, sino para poder avanzar (p. 226). 

(Pablo) Escobar les dio todo su apoyo a los paramilitares, financiando sus operativos y aconsejándoles que se metieran en el negocio de la cocaína. Incluso contrató a mercenarios israelís y británicos para que los entrenaran (p. 242). 

Puerto Boyacá estaba bajo el mando de Ramón Isaza Arango, el padrino, según Juan, de toda la causa paramilitar (p. 244). 

Pocos en la izquierda confiaban en Uribe, un prominente terrateniente que había sido de los primeros en promover y brindar apoyo al movimiento paramilitar (p. 247).

En los ocho años entre el 2002 y 2010, las Farc perdieron a la mitad de sus miembros. Para el 2010, momento en que Santos asumió la Presidencia, sus filas habían quedado reducidas a apenas ocho mil combatientes (p. 248). 

Por ejemplo, un kilo de panela -los bloques de azúcar morena que extraían con mucho trabajo de la capa- se vendía en seiscientos o, en el mejor de los casos, ochocientos pesos, aproximadamente veintisiete centavos de dólar. Ese mismo peso en hojas de coca les dejaba a los campesinos cuatrocientos mil pesos y, si la procesaban para que quedara en pasta, la primera etapa de la producción de la cocaina, esa cifra ascendía a ochocientos mil pesos (p. 263). 

Puerto Berrío, una ciudad pequeña, cuya mejor descripción es la de un lugar en el que sucedieron cosas importantes, pero hace mucho tiempo (p. 274). 

la pérdida en 1961 del David Arango (...). Para 1969, el número total de pasajeros había disminuido a 22.688 y la era del transporte fluvial era cosa del pasado (276).

el manatí es el único mamífero marino que vive debajo del agua y puede permanecer sumergido hasta quince minutos entre una respiración y otra (302). 

Cuando los españoles se abrieron paso por la inmensa planicie de la Costa Caribe, documentaron no menos de cincuenta lenguas indígenas diferentes (p. 317). 

De las mil cuatrocientas lenguas habladas en Suramérica antes de la llegada de Colón, más de mil terminarían desapareciendo, muchas apenas décadas después de entrar en contacto con los europeos (p. 318). 

Transcurridos apenas 150 años desde la llegada de Colón, la población nativa de América pasó de 70 a 3,5 millones (p. 320). 

Quinientos años después de la Conquista, Colombia sigue siendo el hogar de más de ochenta naciones indígenas diversas y vibrantes (...) estos pueblos suman casi dos millones de personas, más o menos el mismo número de habitantes que se cree que vivían en Colombia a la llegada de los europeos (321). 

Hoy día hay más de setecientos resguardos o zonas indígenas autónomas, que ocupan casi el treinta por ciento del territorio colombiano, una cifra que no se compara con lo que ocurre en ningún otro país (p. 324). 

La verdad es que Mompox es uno de los tesoros más valiosos de América Latina (p. 365). 

(sobre el origen de USA) Las Trece Colonias fueron ocupadas por quienes buscaban libertad de culto,pero a su vez, y quizás hasta en cantidades aún mayores, por aquellos en busca de un lugar donde practicar su propia forma de intolerancia religiosa (p. 379).

solo una nación de tontos elegiría a los rangos más altos de su ejército por voto popular. Pero para que un país no fuera gobernado por generales y clérigos, sino por leyes, el gobierno republicano implicaba y exigía la participación activa del pueblo, argumentaba Santander (p. 413). 


 
Magdalena, Historias de Colombia
Wade Davis
Editorial Planeta
Bogotá
2021
480 páginas