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domingo, 8 de septiembre de 2024

Manu, de Octavio Escobar Giraldo

No tengo claro a partir de cuántos libros publicados se puede empezar a decir que un autor es un escritor prolífico pero creo que Octavio Escobar Giraldo ya lo es. En este espacio he comentado más de 10 títulos suyos, entre novelas, poemarios y libros de cuentos. 

"Manu", su último libro, es el cuarto que dedica al público infantil y juvenil, después de Las láminas más difíciles del álbum, El mapa de Sara y El viaje del príncipe, aunque también al menos la mitad de los cuentos de El color del agua podría caber en esa categoría de "literatura infantil y juvenil", que siempre resulta tan problemática. ¿Qué es un libro infantil? Tener como protagonista a un niño o adolescente no necesariamente lo define, porque dudo que alguien considere El diario de Ana Frank como un libro infantil. ¿Es el tema? ¿Es el tono? La categoría de "literatura infantil" apela a un lector de nicho, limitado a un rango de edad, pero yo misma publiqué el año pasado "Sakas", un libro que se supone que también va para ese público, y en las dedicatorias que firmé escribí algunas veces que el libro es para el niño interior que habita en cada lector, independiente de la edad biológica que revele la cédula.

Mi niña interior viajó con "Manu" a través de los túneles que conectan a todas las ciudades del mundo y que salen de las piscinas de pelotas que hay en los centros comerciales. Comprendió perfectamente la explicación según la cual los cordones de los zapatos se desamarran porque en realidad son lombrices juguetonas, y admiró los atardeceres anaranjados que se disfrutan desde Manizales, con el Cerro Tatamá como límite visual.

"Manu" tiene todas las características que se esperan de un buen libro infantil: es alegre, juguetón, se lee con agilidad, su protagonista despierta simpatía y además el libro se complementa con ilustraciones hermosas, de Elizabeth Builes, que le ponen cuerpo a lo que Octavio Escobar narra.

Pero además de mi niña interior, me acerqué a la lectura de "Manu" como la adulta que soy y sabiendo que Octavio Escobar Giraldo es un escritor al que le gusta el juego y la experimentación en sus textos. Lo que encontré fue una primera capa de lectura que presenta a un personaje juguetón y fantasioso, pero, en otra capa, encontré un libro acerca de lo que no se narra. Es decir: normalmente a los escritores les preguntan "de qué se trata tu libro", o "de qué va tu novela". En este caso pareciera que Octavio Escobar se preguntó eso pero, al mismo tiempo, se preguntó también de qué no va a hablar. De identificar cuáles son los elementos claves que no se mencionan, que se le esconden al lector y que es éste el que debe aceptar sumergirse en la lectura, sin datos esenciales. 

¿Manu es Manuel o Manuela? ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo llegó a la familia en la que vive? ¿Cuáles son los detalles de lo que ocurrió con sus padres? Las respuestas, que son claves para adentrarse en este texto, están escondidas en un túnel que sale de una piscina de pelotas de color lapislázuli.


Algunos subrayados 
Manu me explica que algunas piscinas de pelotas se comunican por túneles que recorren el mundo, y que por eso conoce Ciudad de México y Lima (p. 9).

Cuando Manu me pide que le amarre los zapatos, me insiste en que lo haga con mucho cuidado, con suavidad, porque los cordones son gusanitos que a veces hacen fiesta y se desamarran de la emoción (p. 61).

--¿Y qué es un omnívoro?
--Que come de todo --respondió mamá--. Como papá (p. 89).

las nubes se estaban coloreando de rojo y anaranjado y al fondo se veía el relieve del cerro Tatamá, que es una reserva natural que mamá y papá visitaron muchas veces y a donde llevan a los turistas. Me alegro cuando lo veo desde la ventana de nuestra habitación (p. 100).

Creo que Manu piensa lo mismo que mamá, que los libros nunca terminan (p. 110).




Manu
Octavio Escobar Giraldo
Ilustraciones de Elizabeth Builes
Editorial Planeta
Agosto de 2024
Bogotá
128 páginas

viernes, 17 de febrero de 2023

Ceniza en la boca, de Brenda Navarro

Diego García es un islote en el Pacífico, aislado y rodeado de mar, lejos de todo. Diego García es también un adolescente mexicano que vive con su hermana mayor y sus abuelos porque su mamá se fue a España y de su papá casi nada se sabe. Esa es su vida inicial, porque luego viaja con su hermana a Madrid para vivir con su mamá. Ahí le cae la adolescencia, y hasta ahí llega porque lo que sigue es nada: Diego se lanza de un quinto piso, cansado de ser un islote aislado, lejos de todo.

Esta obra de Brenda Navarro se divide en cuatro partes y, al igual que en Casas Vacías, su primera novela, hay una voz narradora femenina que habla en primera persona y desde un largo monólogo nos cuenta, más que la vida de Diego, su vida antes y después del suicidio de Diego. Tiene la crudeza narrativa de Casas Vacías, la fuerza para retratar la violencia de la exclusión a partir de frases cortas e imágenes potentes, y un profundo cuestionamiento sobre la maternidad, el patriarcado y la violencia intrafamiliar. 


Cenizas en la boca es también una novela sobre el amor entre hermanos, que es un tópico menos frecuente en la literatura que el amor entre parejas o entre padres e hijos. Y es también el relato descarnado de la exclusión que siente el migrante. Como lo pinta la autora en una sola línea (ese es su talento, decir mucho en pocas líneas): 
Los españoles te ofrecen su casa, pero nunca te dan la dirección.

Esta segunda novela confirma que Brenda Navarro es una novelista demoledora, capaz de adentrarse en complejidades humanas y de presentar constelaciones familiares densas, a partir de una capacidad de síntesis asombrosa en la que la economía de palabras aparece como una de sus principales virtudes.

Algunas frases
 
La vida es así: las mamás queriendo abrazar a sus hijas lastimadas y las hijas lastimadas que no se dejan abrazar (p. 23). 

A la familia hay que tenerla lejos pero presente, como el sol (p. 52).

me mapeaba el cuerpo como si buscara oro debajo de mi arena (p.66).

mentí porque cuando una mentira se dice, hay que seguir mintiendo para sostenerla (p.75).

todos los días me voy a la cama pensando que será la última noche y todos los días despierto más vieja, más cansada y con la misma vida de siempre (p. 83).

¿Te gusta, te gusta aquí? Es lo mismo, donde estés es lo mismo, nomás sobrevivir (p.92).

Desde que llegamos a España estábamos como amputados, pero sin diagnóstico. Como que nos faltaba algo, pero todos lo negaban. ¿Faltarnos algo? ¡Al contrario! ¡Si lo habíamos conseguido todo: casa, papeles, mamá! ¿Qué nos podían amputar? Pues México, pensaba yo (p. 108).

Diego no dejó nada que pudiera darnos una pista, ni una carta de despedida, ni un mensaje. Nos ahorró el trabajo de querer encontrar la verdad, nadie nos la iba a decir (p. 109).

¿Quién llorará por mí si todos están ocupados llorándote a ti? (p.111).

No sé si pasó de pronto, a veces siento que lo planeó demasiado, que llevaba tiempo despidiéndose y no lo escuchamos, pensé (p. 120).

De pronto, así, acompañada, justifiqué a Diego, abracé su decisión (p. 134).

vas a tener que escoger entre querer una mamá como la que crees que mereces, pero no vas a tener, o abrazarte a la que tienes (p. 165).  

 (p. 167).

siento como traición que se haya ido y pienso que el muy cabrón no quiso a nadie (p. 167).

tiene ese humor dañino que le sale solo. Como si en el estómago le corriera la ironía y ella nomás se dedicara a vomitarlo, no por mala, sino porque así es (p. 179).

Entendí que no hay verdades, sino puntos de vista (p. 181).

¿Por qué siempre estás enojada?, me recriminaba mi mamá. ¿Por qué no estás enojada tú? ¡Esa es la pregunta! (p. 182).


Ceniza en la boca
Brenda Navarro
Editorial Sexto Piso
Madrid, 2022
196 páginas

lunes, 13 de febrero de 2023

Casas vacías, de Brenda Navarro

Casas vacías es una novela corta, potente y desgarradora, escrita con precisión. El lector escucha los monólogos intercalados de dos mujeres que tienen un niño en común: a la primera le raptaron a Daniel en el parque y la segunda es la que lo raptó y lo llamó Leonel.

El niño es autista, tiene 3 años y no habla. Esta incomunicación se extiende también a las mujeres, que están aisladas en su entorno familiar y social, luego del rapto. La desaparición de Daniel es un detonante que le permite a la autora hablar sobre los desaparecidos, sobre las relaciones de pareja, sobre la idealización de la maternidad, la migración, la violencia doméstica, el patriarcado y una cantidad enorme de problemas sociales contemporáneos, que se presentan con una sorprendente capacidad de síntesis y claridad.

La maestría de la escritura se evidencia de distintas maneras: la perfecta diferenciación de las dos voces narradoras, que utilizan un lenguaje propio y verosimil claramente demarcado; la construcción de una constelación familiar para cada una de ellas, con parejas, padres, suegros, y demás personajes, que pueden ser numerosos pero no se sienten como figurantes, sino que tienen una presencia propia: cada "personaje secundario", por llamarlo de algún modo, también carga con sus propios anhelos y dramas que se cuentan en la novela sin que eso la vuelva pesada o atiborrada. Al contrario, sus vidas suman en densidad narrativa. 

Entre los grandes aciertos de la autora está la reflexión en torno a la maternidad, lejos de los estereotipos patriarcales. La novela presenta una madre asesinada, una madre que pierde a su hijo, una madre que se inventa un hijo, una madre que aborta, una madre que tiene a su hijo en otro país, una madre que tiene un hijo muerto... hay distintas variaciones de la relación madre-hijo, que se exploran con belleza y dolor en apenas unas cuantas páginas.
 
Algunas frases:
Te imaginas todo menos que un día vas a despertar con la pesadez de un desaparecido. ¿Qué es un desaparecido? Es un fantasma que te persigue como si fuera parte de una esquizofrenia (p. 17).

No parir, porque después de que nacen, la maternidad es para siempre (p. 22).

tan poco que sé de él y él de mí. ¿Cómo nos atrevimos a ser padres? ¿por qué? (p. 23).

El que desaparece se lleva algo de ti que no vuelve; se llama cordura (p. 25).

Nunca quise ser madre, ser madre es el peor capricho que una mujer puede tener (p. 30).

Todos queremos el futuro porque es una promesa de que en algún momento se te va a quitar la estupidez (p. 31).

Como un pacto intrínseco, sabíamos de antemano que el deseo le está prohibido a los padres que pierden y no encuentran a sus hijos (p. 35).

le dije que yo no sabía de dónde le salía la idea de que teníamos que ser normales. Yo creo que esto es normal, nada más que no nos enteramos. Me miró feo. Tú crees que no pienso, pero sí pienso, sólo que no pienso lo que tú quieres que piense (p. 42) 

me doy cuenta que en otros lugares a una la ven mal: si no trae una ropita de marca, no es nadie; si no trae carro, no es nadie; si trae carro pero no es del año, mal. Por un lado te dicen que le eches ganas, que mejores la raza, que no te quedes pobre, pero si le buscas te dicen arribista, pinche arribista que te avergüenzas de los tuyos (p. 50). 

a lo mejor eso es lo que se supone que significa hacer todo por los hijos, dejar de destruirse mutuamente (p. 56). 

Una cree que hay demasiada libertad en el aire y no se percata de que es fácil crearse una prisión propia (p. 68).

Una misma va gritando: ¡Méteme a la jaula, vamos, que me metas a la jaula! (p. 68).

Todo embarazo es de alto riesgo: riesgo de matarte porque no puedes más (p. 73).

La lactancia es el reflejo de las madres que quieren ahogar a los hijos ante la imposibilidad de no pdoer comerlos (p. 80).

La amaba como se aman las cosas que te traen recuerdos (p. 99).

No importa lo que se diga al respecto: muerto es mejor que desaparecido. Los desaparecidos son fosas comunes que se nos abren por dentro y quienes las sufrimos lo único que ansiamos es poder enterrarlos ya (p. 118).

¿cómo es que Fran y yo nos atreveremos a llegar al descanso eterno si es que nuestro hijo no ha vuelto? ¿Cómo descansar siquiera? ¿Quién lo buscará si nosotros hemos perdido la batalla? ¿Quién lo enterrará? No quiero abdicar para ser la veladora eterna, ni quiero seguir resistiendo... Pido un día más de vida y a la vez imploro uno menos. Sólo quien sabe de desapariciones entiende lo desgarrador que puede ser esto (p. 138).


Casas vacías
Brenda Navarro
Editorial Sexto Piso
Enero de 2020, Madrid
162 páginas

jueves, 29 de diciembre de 2022

Los convidados de agosto, de Rosario Castellanos

Rosario Castellanos es una de las narradoras más importantes del siglo XX en México. El cuento Los convidados de agosto, reeditado en la colección Vientos del pueblo, del Fondo de Cultura Económica, permite acercarse al tono de su obra y a sus preocupaciones literarias. 

Emelina es una mujer soltera, con una hermana mayor, Ester que le recuerda su estado civil de manera constante, y con un hermano, Mateo, que se comporta como "el hombre de la casa".

Emelina siente verguenza de ser soltera. La soltería es una especie de carencia, de defecto social en su pueblo, Comitán de las Flores. Por eso, las fiestas anuales, con corrida de toros y tablado improvisado, son la oportunidad que identifica Emelina para conseguir, por fin, un hombre a quien querer. Y lo logra, aunque con un desenlace que ella no hubiese deseado.


Algunas frases

¿Cómo va a dejar huellas el tiempo si no nos ha tocado? Porque esperar (y ella no había hecho en su vida más que esperar) es permanecer al margen (p. 17).

Ella también llegaría a la vejez, pero sin haber estrechado entre sus brazoz más que fantasmas, sin haber llevado en sus entrañas más que deseos y sobre su pecho la pesadumbre, no de un cuerpo amado, sino de un ansia insatisfecha (p. 25).

Una mujer sola no es capaz de nada. Como yo, antes de que vinieras (p. 40). 

Los convidados de agosto
Rosario Castellanos (ilustraciones de Ricardo Peláez)
Fondo de Cultura Económica (colección Vientos del pueblo).
México, 2019
44 páginas

viernes, 14 de octubre de 2022

Yo soy Fontanarrosa, de Juan Villoro

Vientos del pueblo es una colección popular del Fondo de Culura Económica, que reproduce textos breves en un formato de cartilla o fanzine, con papel periódico y edición económica, aunque ilustrada, de escritores reconocidos. Este volumen de Yo soy Fontanarrosa, escrito por Juan Villoro, me costó $3.000, es decir aproximadamente 6 centavos de dólar.

Yo soy Fontanarrosa es un cuento en el que Villoro narra un improbable partido de fútbol de un equipo conformado por policías, en el que cada uno lleva en la camiseta el nombre de algún autor reconocido, dentro de un programa de fomento de la lectura. Así, en la cancha están Kafka, Chéjov, Cortázar, Tolstoi, Kawabata, Hemingway y otros, y el narrador, detenido por orinar una estatua, entra a cubrir el hueco que falta con la camiseta de Fontanarrosa.

Se trata de un cuento corto, divertido, con mucho humor a partir de los referentes literarios y también de la vida urbana en Ciudad de México de la clase media trabajadora. Las ilustraciones de Ricardo Peláez le añaden comicidad a la experiencia lectora: sus trazos e intención guardan relación con la caricatura.

Yo soy Fontanarrosa
Juan Villoro (ilustración de Ricardo Peláez)
Fondo de Cultura Económica, colección Vientos del pueblo
México, 2019
29 páginas

lunes, 17 de enero de 2022

El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza

Hay libros que uno quiere que otras personas lean porque son entretenidos, porque son sorprendentes, porque están muy bien escritos, porque narran cosas con las que uno se identifica o porque tocan fibras sensibles. El invencible verano de Liliana es una obra de no ficción que muchos deberían leer, por todo eso, pero principalmente por razones políticas y estéticas. En esta obra Cristina Rivera Garza hace una labor periodística dentro de su familia y otras personas para reconstruir la vida y la muerte de su hermana menor, Liliana, asesinada el 16 de julio de 1990 en ciudad de México por su ex pareja. Tenía 20 años.

Al comienzo del libro la autora dice "uno nunca está más inerme que cuando no tiene lenguaje" y esa idea se repite. En los 90 no existía la palabra feminicidio; durante muchos años el machismo ha sido invisible a los ojos de muchas (algo que no se nombra) y también los duelos están llenos de silencios, de falta de lenguaje. Este libro es una construcción lingüística que permite a los dolientes (ellos y nosotros) comprender la dimensión física del riesgo, el tamaño de la pérdida y elaborar el duelo en compañía.

El invencible verano de Liliana se publica 30 años después de la muerte de la protagonista pero es un libro urgente que debería estar en bibliotecas y leerse en los colegios. Es útil para aprender a identificar esas microviolencias cotidianas que pueden desencadenar en una tragedia, para reconocer los riesgos del amor posesivo, que no es amor, y para desestigmatizar la violencia intrafamiliar como un problema exclusivo de clases bajas e iletradas. 

Pero el libro no es solo eso. No es un informe académico o pericial. Es el testimonio de una autora que domina los mecanismos del lenguaje y logra estructurar una obra polifónica, con distintos registros (incluso distintas tipografías) en la que incluye un plano arquitectónico, fotos, textos de prensa, informes judiciales y voces de amigos y parientes. El resultado es una relato que parece un rompecabezas en el que muchas fichas tratan de armar un retrato al que le faltan las piezas centrales: lel asesino fugitivo y todo lo que calla Liliana, que aparece con su voz en las notas que escribió en vida, pero que claramente solo muestran fragmentos de su vida y ocultan aquellos aspectos más oscuros de su relación. 

Es también un retrato de familia, un libro sobre la vida universitaria, una crónica de la ciudad de México, una obra sobre mujeres adolescentes y un relato del amor entre hermanas. Hay mucha vida y mucho vértigo en estas 302 páginas atravesadas por la muerte y, al mismo tiempo, tan llenas de Liliana. 

Algunas frases
A veces es necesario un poco de silencio para que las palabras se junten todas sobre la lengua y, ya reunidas, se atrevan a saltar al mismo tiempo (p. 13). 

Es fácil amar una ciudad donde todo pasa al mismo tiempo. Donde todo tiempo es tiempo real. (P. 16).

¿Se puede ser feliz mientras se vive en duelo? (p. 24).

Pocas actividades requieren más energía, tanta atención al mínimo detalle, como odiarse a sí mismo. Es una tarea milimétrica. Agotadora. De tiempo completo (p. 25). 

Es mentira que el tiempo pasa. El tiempo se atora (p. 41). 

Uno nunca está más inerme que cuando no tiene lenguaje (p. 42).

La infancia termina con un beso. El sueño no es el sueño de cien años y la boca abierta no es la del príncipe azul, pero ese puro esperar que es la niñez finalmente llega a su fin con un beso. Labios sobre labios. Dientes. Saliva. La respiración entrecortada. Los ojos abiertos. La infancia termina con la instauración del secreto (p. 47). 

Se ha requerido el trabajo de generaciones enteras, por ejemplo, para que el piropo callejero, visto con enfermiza frecuencia como un mero acto natural, cuando no como un halago, sea denunciado como una instancia cotidiana de acoso en el espacio público. (p. 52).

Llamar a las cosas por su nombre requiere, a menudo, de inventar nuevos nombres (p. 52). 

Que se desesperaran los otros. Que los otros azotaran puertas cuando no podían usar la inteligencia o la capacidad de observación, o la paciencia. Que los otros perdieran el tiempo y desperdiciaran sus talentos porque nosotros que lo venceríamos todo, teníamos cosas que hacer (p. 62).

Tal vez no existan en el mundo cartas de amor más ardientes que las que se hacen llegar, ya por correo o ya en persona, las adolescentes (p. 63). 

La capacidad del lenguaje para descubrir y encubrir al mismo tiempo. Ventana y cortina. Telescopio y niebla (p. 74). 

¿qué será de este pobre mundo si uno no se callara algunas cosas? ¿si todo se dijera? ¿Sin misterio? Qué aburrido, ¿no? (p. 79).

Vivir en duelo es esto: nunca estar sola. Invisible pero patente de muchas formas, la presencia de los muertos nos acompaña en todos los minúsculos intersticios de los días. Por sobre el hombro, a un lado de la voz, en el eco de cada paso. Arriba de las ventanas, en el filo del horizonte, entre las sombras de los árboles. Siempre están allá y siempre están aquí, con y adentro de nosotros, y afuera, envolviéndonos con su calidez, protegiéndonos de la interperie. Éste es el trabajo del duelo: reconocer su presencia, decirle que sí a su presencia (p. 118). 

El duelo es el fin de la soledad (p. 118). 

Los intrincados vericuetos de la justicia, que son los vericuetos infinitos de la impunidad (p. 119). 

Siempre es extraño poner los pies en los espacios de los muertos (p. 123). 

Ni Liliana, ni los que la quisimos, tuvimos a nuestra disposición un lenguaje que nos permitiera identificar las señales del peligro. Esa ceguera, que nunca fue voluntaria sino social, ha contribuido al asesinato de cientos de miles de mujeres en México y en el mundo (p. 196). 

El aborto es y ha sido un riesgo enorme para las chicas embarazadas porque es ilegal (p. 202). 

Los abortos siguen existiendo y, aunque una parte de la sociedad mojigata y conservadora, aliada sempiterna del machismo, los considera todavía como una cuestión moral, es cada vez más aceptado que los abortos son asuntos de salud pública en los que la decisión final corresponde tomarla a las mujeres. (p. 204).

Los sobrevivientes suelen culparse a sí mismos, a su negligencia o su ceguera, con una dureza inaudita. No protegieron lo que más querían; no notaron lo que debió haber sido claro ante sus ojos; no detuvieron al depredador (p. 276).

...elaboran esa línea moral que divide el nosotros del ustedes. Ésta en la exigencia imperiosa, ineludible, apabullante de que se culpe a la víctima y de que te inculpes con ella. Está en la exigencia imperiosa, ineludible, apabullante, de exonerar al asesino a toda costa. 
Uno no aprende a callar; uno es forzado a callarse.
A uno le callan la boca (p. 277). 

La libertad no es el problema. El problema son los hombres (p. 289).



El invencible verano de Liliana
Cristina Rivera Garza
Literatura Random House
Bogotá
Abril, 2021
303 páginas

jueves, 27 de mayo de 2021

Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García Barcha


Confiesa Rodrigo García Barcha al final de su testimonio: "sé muy bien que cualquier cosa que escriba sobre sus últimos días puede llegar a publicarse fácilmente, sin importar su calidad" (p. 91). Esa preocupación, la de un escritor dedicado al cine (guionista, director y productor), hijo a su vez de uno de los mitos de la literatura del siglo XX, seguramente atravesó la construcción de este libro: ¿cómo saber que el libro es bueno en sí mismo y no sólo porque revela detalles íntimos (chismosos, diría Mercedes) de los últimos días de la vida de Gabriel García Márquez?

Para los lectores de García Márquez el libro resulta revelador en la medida en que presenta una mirada distinta. El acercamiento al Nobel se hace normalmente desde su propia voz narrativa: desde lo que dejó escrito y también desde lo que dejó dicho en entrevistas en prensa, radio y televisión. Este libro permite acercarse desde un ángulo distinto: el de un autor que tiene acceso directo a un material privilegiado y lo narra desprovisto de la mitificación del personaje central. Rodrigo García no presenta al Nobel sino al padre enfermo y en irreversible deterioro hasta su muerte.

Se trata entonces de un ejercicio de desmitificación y humanización similar al que el propio Gabo hizo con Bolívar en "El general en su laberinto": ocuparse de narrar no las glorias sino la derrota final que significa el deterioro del cuerpo, la salud y la muerte. Rodrigo García presenta entonces a un anciano demente, que no reconoce a sus hijos y a veces tampoco reconoce a su esposa, al que las enfermeras deben incluso untarle crema en sus genitales para evitar que se queme y que en medio de su delirio solo desea regresar a su casa y con ese pedido, que hace desde su casa de México, se refiere al regreso a la casa de la infancia, la misma que narró en Vivir para contarla, su único libro autobiográfico.

"Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García Barcha" es un libro breve, en el que un tercio de las páginas se dedica a fotografías familiares y el resto se compone en capítulos cortos en los que el autor deja mencionados algunos asuntos espinosos: la posibilidad de practicar la eutanasia, lo patriarcal que resulta el apodo de "Gaba" o el tratamiento de "viuda de Gabo" para Mercedes, la tensión que implica para la familia hacer un duelo íntimo en medio de tanta gente y el alivio que llega con la muerte del escritor, que en razón de su enfermedad se había convertido en un peso cotidiano para la familia. 

Quienes quieran encontrar las claves de la literatura de García Márquez, sus rutinas de escritor, sus influencias y sus logros deben buscar otros libros. En este texto no aparece Gabo, aparece un padre, un abuelo viejo, enfermo y deteriorado, que quiere oír vallenatos para regresar a ese mundo antiguo en el que fue feliz. 


Algunas frases
"Escribir sobre la muerte de un ser querido debe ser casi tan antiguo como la escritura misma, y sin embargo, cuando me dispongo a hacerlo, instantáneamente se me hace un nudo en la garganta" (p.16).

"Como suele ocurrir con la escritura, el tema lo elige a uno, y toda resistencia sería inútil" (p. 16).

"Estoy perdiendo la memoria, pero por suerte se me olvida que la estoy perdiendo" (p. 19).

"Todos me tratan como si fuera un niño. Menos mal que me gusta" (p. 19).

"–¿Qué hace aquí afuera, don Gabriel?
–Llorar.
–¿Llorar? Usted no está llorando.
–Sí lloro, pero sin lágrimas. ¿No te das cuenta de que tengo la cabeza vuelta mierda? (p.19).

"Habla con una propiedad que hace olvidar, en la alegría del momento, que lleva años sumido en la demencia, y que el hombre con el que hablamos casi no está presente ni entiende nada, y apenas es él" (p. 25).

""Se está muriendo mucha gente que antes no se moría", y se divertía con la risa que provocaba" (p. 30). 

"Tal vez la única historia que vale la pena contar es la que nos haga reír" (p. 32).

"Casi todo lo que vale la pena saber se aprende todavía en casa" (p. 33).

"Cuando el momento llegue, si queremos acelerar las cosas, el goteo de líquidos de mi padre se puede interrumpir" (p. 35). 

"Consideraba que una enorme disciplina era una de las piedras angulares para escribir una novela, en particular cuando se trataba de estructurar la forma y los límites del relato" (p. 48).

"Mi papá admiraba y envidiaba muchísimo a los compositores de canciones por su habilidad para decir tanto y de manera tan elocuente en tan pocas palabras" (p. 51).

"la incredulidad de que un hombre tan vital y expansivo, siempre embriagado con la vida y los avatares de la existencia, se haya extinguido" (p. 62).

"Un buen cuento siempre supera la verdad. Un buen cuento es la verdad" (P. 83).

"Mi padre decía que todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta" (p. 87).

"Mi padre se quejaba de que una de las cosas que más odiaba de la muerte era el hecho de que sería la única faceta de su vida sobre la que no podría escribir" (p. 91).

"Lamento no haberles preguntado más por los detalles de sus vidas, sus pensamientos más íntimos, sus mayores esperanzas y temores" (p. 103).

"Un hogar es un lugar muy diferente para cada uno de sus habitantes (p. 103).

"Con los años, la fragmentación continuará y la vida se sedimentará sobre las capas del mundo de mis padres y las capas de otras vidas vividas, hasta que llegue el día en que nadie en esta Tierra tenga memoria de su presencia física" (p. 104).

Gabo y Mercedes: una despedida
Rodrigo García Barcha
Editorial Random House
Bogotá, mayo de 2021
Traducción: Marta Mesa
138 páginas

domingo, 14 de septiembre de 2014

Tiempo transcurrido, de Juan Villoro

Este librito corto comienza en 1968, año de la masacre de Tlatelolco, y culmina en 1985, año del terremoto en Ciudad de México, hecho que no se menciona en el texto. El autor escribe 18 "crónicas imaginarias", una por cada año, que funcionan como banda sonora del momento histórico a narrar. Los relatos se ubican en México, pero podrían ocurrir en cualquier país latinoamericano.

Acá los protagonistas no son la política, las protestas, la nacionalización de la banca o las crisis sociales. Esos son los telones de fondo que a veces se dejan entrever y otras no tanto, en relatos protagonizados por gente común y corriente que se aficiona al punk, o el rock, o la música disco en una época anterior al CD y a Internet. La música circula en cassetes mal grabados que llegan del norte, o que alguien que viajó grabó en alguna emisora, y así, como fragmentos, se va armando un imaginario sobre lo que suena en otros lados, en una época en la que, como dice el texto: "No entendía las canciones en inglés pero se las imaginaba".

Por estas páginas desfilan desde The Beattles, Mick Jagger, The Dors y Frank Zappa hasta The Police. Crónicas breves, desiguales, que definen personalidades complejas en una o dos líneas a partir de imágenes verbales que son pequeñas joyas, con mucha nostalgia en cada página. 

Particularmente recomendada, la crónica de 1971.

Algunas frases:
Desconfío de los que en momentos de peligro tienen más opiniones que miedo.

Tenía cuatro años cuando sus papás lo dejaron sin otra herencia que las facciones de su cara.

A Gus le fascinó el desdén con que administraba sus sentimientos.

Se siente obligado a pensar en las cosas que sucedieron exclusivamente para que alguien se acordara de ellas.

Tanto planeaba su viaje que a veces le parecía que ya había regresado.

Por primera vez en años permitió que alguien le cortara el pelo como fuera, empezó a dejar la mariguana, entró a estudiar administración y se volvió fanático del fútbol.

Ya no se preocupó por adelgazar porque eso era un "sentimiento pequeñoburgués".

Se volvió fanática de los nuevos cantantes cubanos, sin importarle que cantaran como si tuvieran la nariz devastada por la sinusitis.

El día en que la reprobaron en teoría sociológica I, descubrió que la educación estaba organizada de acuerdo con los intereses de la clase dominante. 

El Gato ha ido en busca del escape individual. Tres formas de aislamiento: la playa solitaria, los audífonos para oír rock progresivo, el cubículo donde ahora trabaja.

Despreciaban los anuarios del colegio donde los alumnos aplicados salían con caras muy plácidas, como si les hubieran dado a comer sus calificaciones.

No entendía las canciones en inglés pero se las imaginaba.

En plena juventud había conseguido algo que sólo parecía atributo de los mayores: aburrirse como una ostra. Su vida era una tranquila siesta después del almuerzo.

Tenía una de esas barbas superpobladas donde las migajas se pueden perder durante seis meses.

Le gustaban las películas donde los héroes se las arreglaban solos, sin tener que sesionar en comité.

En materia de música reconocía dos rubros: clásico (Julio Iglesias) y moderno (Mocedades).



Tiempo transcurrido (crónicas imaginarias)
Juan Villoro
Fondo de Cultura Económica
México DF
1986
125 páginas

viernes, 4 de octubre de 2013

Cuartos para gente sola, de J.M. Servin

Edén vive en un inquilinato en un barrio marginal de una ciudad que puede ser el D.F, por el lenguaje de Edén, pero que puede ser también cualquier urbe latinoamericana. Es pobre, pero más que pobre es un fracasado: está solo, con un trabajo miserable, con deudas, sin futuro. Las peleas de perros son el espacio para desfogar su rabia contenida y en esa atmósfera evoluciona esta novela corta, de pocos personajes y pocas situaciones, en las que el protagonista primero es derrotado y luego hurde una venganza.
Acá no hay héroes, ni buenos y malos. Acá hay personajes en el límite de la miseria, o de la legalidad, o de la exclusión. Los conflictos que se desarrollan son consecuencia de esas circunstancias, de un entorno agresivo que genera violencia.
Algunos fragmentos: 

Sólo tengo una pequeña caja de libros que robé a mi padre: novelas que me habían gustado porque hablaban de mundos diferentes al mío.

Nada tan deprimente como la luz de unas oficinas. Seca y mustia. Incluso huele a falso orden.

La policía nunca registra a la gente previniendo un delito, sino como un acercamiento entre vigilante y vigilado que hace que a éste no se le olvide que existe alguien de quien cuidarse.

Soy vulnerable, como mis ideas.

Sólo sé que al éxito lo conozco de oídas.

Vivir no es más que la pesadilla del suicida.

Eso es lo bueno de las pesadillas, que a diferencia del estado consciente, uno despierta.

Me gustan las serpientes porque se parecen a las mujeres. Son vigilantes, esquivas, sedentarias. Muchas veces mortíferas. Reposan largos períodos mientras recuperan fuerzas y luego salen de su nido en busca de una presa a la que asedian sin descanso, tenazmente, hasta verla desprotegida.

La lengua de Felisa exploraba en mi boca como si supiera que tenía una muela de oro.

Al dejar su casa, tan borracho como ellos, supe que yo tendría que encontrar mis propios motivos para dejarme llevar por la desesperación.

J.M. Servín
Cuartos para gente sola
2012
Editorial Almadía
133 páginas

domingo, 1 de septiembre de 2013

Nombre de perro, de Elmer Mendoza

Nombre de perro es la tercera novela de una trilogía policiaca que tiene como protagonista a Edgar "El Zurdo" Mendieta, un policía bueno pero no tanto, pilo pero no tanto, sagaz aunque a ratos.

Como en toda novela policiaca clásica, acá hay un crimen, un misterio por resolver, piezas que faltan y un investigador tratando de armar el rompecabezas.
El autor es de Sinaloa, México, y la novela tiene como trasfondo la "guerra contra el narcotráfico" y la guerra entre carteles. Mucho se ha hablado de la "colombianización" de México, con sus secuestros, masacres, sicarios, amenazas a periodistas, etc. y esta novela podría leerse como un capítulo más de esa "colombianización" ya que acá hace 20 años tuvimos nuestra sicaresca antioqueña, con Rosario Tijeras, La virgen de los sicarios, El pelaíto que no duró nada, No nacimos pa semilla, y otras.
Sin embargo, más allá de una radiografía de la violencia urbana del norte de México, esta novela también tiene valor por su propuesta narrativa: diálogos de ritmo vertiginoso, sin guiones, con distintas voces separadas apenas por comas, al "estilo Saramago". Un lenguaje lleno de jerga local en el que un lector colombiano puede entender palabras como "órale" o " chingada" pero debe esforzarse para comprender otras 50 ó 100 que aparecen en el libro.

También hay historia de amor, sexo, balas. Podría perfectamente hacerse una película de esta novela muy urbana, muy contemporánea. Hay quienes dicen que un libro tiene la obligación de entretener, de no aburrir. Éste logra ese cometido.

Las frases:
El alcohol es el único consejero que todo lo resuelve con dados.

Tengo que llamar a Ortega para que me explique qué onda, ¿de qué habla un padre con su hijo, adónde lo invita, en qué lo orienta?

Espero que traigas los de corazoncitos, Brigitte, son los que mejor te quedan. Me puse los que me regalaste en mi cumple, Alaincito, o sea: nada.

Un hijo es un infierno, cabrón, te hace pagar todos tus pecados, los del pasado y los que vas a cometer dentro de cien años, pero sólo lo sabe el que lo tiene; y si son tres son tres infiernos, si no es que más.

Cuando las novedades son las mismas, no hay novedad; eso le pareció: doce cadáveres en diversos puntos del estado, el Ejército patrullando, la policía atemorizada, los políticos declarando que no se preocuparan, que sólo jugaban a los vaqueros y el país ardiendo. Se hará costumbre, y las costumbres no inducen a reflexionar.

En este tiempo todo es previsible, lo mismo la lluvia que una balacera o una boda.


¿Los que prohibieron furmar pensarían en esta situación? Deben haber sido personas muy seguras de sí mismas, expulsó una nube de su boca, ¿cómo vivirían esta circunstancia? A lo mejor es gente sola, o que se casó joven, o que sólo piensa en el cáncer y le importa un carajo momentos como este en que no sabes si la muerte de Supermán te ha afectado o es la ausencia del Llanero Solitario.

Un día quiero ser chef, otro modelo y al siguiente aeromoza, ¿y tú? Carpintero para tener un hijo Dios.

El jefe lleva cargas que sólo él sabe y hay días en que le cuesta soportarlas, pero para eso es el jefe, para ser duro, experto en sufrir en silencio y firme en sus decisiones.

Todo homicidio posee una historia que implica un misterio

Si un asesino habla demasiado quiere humillar, tiene miedo o es un cínico.

Toda venganza es absurda, pero la venganza por amor es una estupidez.


Elmer Mendoza
Nombre de perro
Tusquets Editores
2012
209 páginas