miércoles, 21 de abril de 2021

El país de las emociones tristes, de Mauricio García Villegas

En este ensayo Mauricio García Villegas desarrolla una hipótesis: Colombia es un país inclinado hacia las emociones tristes, como la venganza, la vergüenza, la culpa, el remordimiento, y eso lo hace un país propenso a la violencia y al escalamiento de las pasiones, en vez de la mesura necesaria para comprender al otro.

El ensayo retoma algunas ideas expuestas por el autor en ensayos anteriores, como "El orden de la libertad", en donde explicó el apego de los colombianos a la formalidad de la ley más que a su cumplimiento. En este nuevo texto el autor también propone un análisis social de "los colombianos" para entender por qué la cultura política aplaude el autoritarismo, se basa en el miedo y todo ello tiene raíces en la formación católica que permea tantos ámbitos de la vida cotidiana. 

El libro puede ser leído en clave de historia sociopolítica colombiana desde la visión del centro político, es decir: desde ese difícil punto que la izquierda califica de facho y la derecha de mamerto. Ahí se ubica el autor para explicar por qué las emociones importan y por qué es necesario cuidar la educación sentimental.


Algunas frases:
"Cuando yo era niño la religión estaba en todas partes. En la familia, en el colegio, en las vacaciones, en la política, en las reuniones sociales y, por supuesto, en las oraciones y en las misas" (p. 13). 

"La retención del enfado no es solo un fingimiento, también es un aprendizaje" (p. 19).

"Spinoza criticó las religiones y venganza, la vergüenza y el remordimiento. De esos sentimientos malsanos, dice Spinoza, vienen las emociones tristes" (p. 21).

"Mi hipótesis es que nuestro balance, sobre todo en el ámbito de la cultura política, ha estado demasiado inclinado hacia los sentimientos tristes y, como consecuencia de ello, hemos tenido demasiados conflictos que se habrían podido resolver pero que terminaron en una guerra; demasiados proyectos necesarios que se habrían podido llevar a cabo pero que acabaron extraviados en las disputas entre facciones; demasiados consensos que se rompieron por nimiedades; demasiadas buenas leyes que se enredaron en el proceso de implementación; demasiados líderes sensatos que se embrollaron en sus mezquindades; demasiados propósitos nobles que se malograron en las inquinas; en síntesis, demasiadas buenas ideas estropeadas por malas emociones" (p. 22).

"Durante mucho tiempo se pensó que el debate público era un asunto de ideas, de argumentos y razones. Algo de eso hay, claro, pero las ciencias de la mente han mostrado que lo esencial no está allí, sino en las emociones y que su estudio ayuda, quizás más que los crudos hechos históricos, a dilucidar el destino que corren las sociedades" (p. 24). 

"La teoría de la evolución nos aleja irremediablemente de los dioses y nos pone en el lugar de los animales" (p. 40). 

"esa facilidad aterradora con la que, a veces, el mal y la ingenuidad se juntan".

"La civilización está sólidamente anclada en los afectos" (p. 46).

"Más que animales racionales somos animales emocionales" (p. 46). 

"No es extraño que el cristianismo promueva el ideal femenino de la castidad y la inocencia, el cual convierte a las mujeres reales e inevitablemente alejadas de ese ideal en seres impuros y pecadores, cuyo abuso y maltrato por parte de los hombres sería disculpable, o peor aún, merecido" (p. 47). 

"ninguna ficción ha sido tan poderosa como la religión" (p. 53). 

"si antes el desfogue pasional tenía lugar entre países enemigos, hoy se hace entre nacionales del mismo país" (p. 74). 

Como decía Stephen Hawking, "el gran enemigo del conocimiento no es la ignorancia, es la ilusión de conocimiento" (p. 76). 

"En Iberoamérica, a diferencia de otras latitudes, nos regimos por una moral de las intenciones, no de los actos" (p. 132).

"Mi hipótesis es que aquí los sentimientos que alimentan a cada agrupación política han estado plagados de emociones tristes, sobre todo de miedos, odios, venganzas, no-reconocimientos, envidias, etc." (p. 161). 

"Lo que Jaime Jaramillo Uribe llamaba "el país del término medio", nuestra aurea mediocritas. El pasado colonial, el mestizaje, la media de la economía, la geografía montañosa, todo eso, dice Jaramillo, contribuyó a que Colombia fuese un país de mesura y mediocridad en casi todas las expresiones de la vida social; tal cosa explicaría, por ejemplo, la ausencia de una tradición caudillista, como ocurrió en otros países de América Latina. Quizás la medianía colombiana y su conservadurismo montañero ayuden a explicar las resistencias que despertaron los intentos por modernizar" (p.181).

"El abuso de la anormalidad constitucional trajo consigo la desvalorización de la democracia" (p. 195). 

(sobre los narcos) "lanzan su furia contra las élites tradicionales (sus antiguos patrones), pero no para cambiar la sociedad sino para reproducirla, con las mismas jerarquías y los mismos pobres de siempre, pero eso sí, con ellos al mando. Son rebeldes sin cambio social" (p. 199). 

"En las emociones tristes el miedo es el motor de casi todo. Por miedo sobrevaloramos el mal del enemigo, y la venganza, afianzada en la sobredosis de maldad que le atribuimos al otro, es una manera de aplacar ese miedo" (p. 208).

"No basta con que el mal exista, también hay que reconocerlo. Durante casi toda la historia de la humanidad las mujeres fueron apabulladas por los hombres sin que tal cosa fuese vista como un atropello" (p. 209). 

"Los seres humanos nos empeñamos menos en buscar la verdad que no conocemos, que en respaldar las verdades que ya adoptamos" (p. 211). 

"Los seres humanos podemos ser muchas cosas y lo que somos hoy es tan solo una de esas posibilidades" (p. 212). 

"El problema de la venganza es el círculo de la violencia: cada sujeto, atormentado por la maldad del otro, castiga para aniquilarlo y de esta manera encadena su violencia a la del otro, y así sucesivamente. Usar el mal para luchar contra el mal es como apagar fuego con aceite" (p. 217).

"Las controversias ideológicas son altercados de imágenes, más que de ideas. Los contrincantes no pelean entre ellos, sino que ponen a pelear la representación que cada uno se hace del ideario del otro" (p. 244).

"tal vez hay que encontrar maneras de escribir, estilos, que sean menos asertivos, menos perentorios, más receptivos de la complejidad, de la temporalidad, de la circunstancialidad" (p. 270). 

"los colombianos, cuando discutimos asuntos políticos y sociales solemos poner un empeño excesivo en entender descalificar al otro y un descuido, también excesivo, en entender lo que dicen y por qué lo dicen" (p. 286). 

El país de las emociones tristes
Mauricio García Villegas
Editorial Planeta
Bogotá, 2020
326 páginas

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