lunes, 17 de octubre de 2011

El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa

El sueño del celta fue publicado algunas semanas después de que Mario Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura y aunque tuvo un amplísimo despliegue mediático, la crítica fue dura con el libro: que una sucesión interminable de nombres, fechas y lugares, que al libro le sobraban 200 páginas, que no era lo mejor del autor.

Es posible que sí, que tenga muchos datos que eventualmente se pueden confundir, que el libro sea muy largo y a veces reiterativo en ciertas ideas y que Vargas Llosa tenga mejores novelas que ésta. Pero no por eso es un libro malo. Al contrario, me pareció una novela sobrecogedora, sobre todo sabiendo que el protagonista Roger Casement sí existió, sí vivió gran parte de lo que el libro narra y que aunque como en todos estos casos hay un margen para la ficción, la investigación histórica fue rigurosa.

Este libro es sobre todo una reivindicación al personaje, que denunció los abusos de Leopoldo II de Bélgica en el Congo, que luego viajó a Amazonas a documentar los abusos de la Casa Arana en el Putumayo (los mismos de La Vorágine) y que en la cumbre de su fama y gloria decide irse contra su empleador de siempre, el Imperio Británico, para luchar por la libertad de Irlanda, su tierra natal y morir sólo, empobrecido, enfermo y en medio del escarnio público. La tesis que se repite a lo largo del libro es que hay pueblos con colonizadores y colonizados como el Congo o el Amazonas, y aunque en Irlanda no se vean las crueldades físicas de tortura y muerte que azotan África o Suramérica, Europa tiene métodos de dominación más refinados para aplicar en su propio territorio.

Los temas del libro son los que se evidencian en las frases: la religión, el poder, la dominación, la política. Sin embargo hay dos temas que no se abordan con discurso sino con los hechos mismos: la homofobia y lo irracional de la pena de muerte. En el libro no hay frases en contra de lo uno o de lo otro pero el libro en sí mismo es un valioso testimonio contra ambos males que incluso hoy, un siglo después de que ocurran los hechos que se narran, siguen siendo de total actualidad.

Acá van las frases:
"Cuando las cosas no tenían marcha atrás, no valía la pena perder el tiempo preguntándose si hubiera sido preferible que no ocurrieran. mejor tratar de enrumbarlas por el buen camino. Siempre era posible enderezar lo que andaba torcido".

"No era un ateo, ni un agnóstico, sino algo más incierto, un indiferente que no negaba la existencia de Dios -el "principio primero"- pero incapaz de sentirse cómodo en el seno de una iglesia, solidario y hermanado con otros fieles, parte de un denominador común".

"Se puede ser un gran escritor y un timorato en asuntos políticos".

"A él el Congo lo había humanizado, si ser humano significaba conocer los extremos que podían alcanzar la codicia, la avaricia, los prejuicios, la crueldad. La corrupción moral era eso, sí: algo que no existía entre los animales, una exclusividad de los humanos".

"Volví a rezar. Cuando creí que iba a perder la razón ante tanto sufrimiento. Así descubrí que un ser humano no puede vivir sin creer".

"Basta un poco de sensibilidad para que nos sintamos a veces impotentes y atemorizados".

"¿Sería así toda la Historia? ¿La que se aprendía en el colegio? ¿La escrita por los historiadores? Una fabricación más o menos idílica, racional y coherente de lo que en la realidad cruda y dura había sido una caótica y arbitraria mezcla de planes, azares, intrigas, hechos fortuitos, coincidencias, intereses múltiples, que habían ido provocando cambios, trastornos, avances y retrocesos, siempre inesperados y sorprendentes respecto a lo que fue anticipado o vivido por los protagonistas".

"No tengo gran admiración por los mártires, señor Casement. Ni por los héroes. Esas gentes que se inmolan por la verdad o la justicia a menudo hacen más daño del que quieren remediar".

"La incredulidad. Así se defendía el ser humano contra todo aquello que mostraba las indescriptibles crueldades a las que podía llegar azuzado por la codicia y sus malos instintos en un mundo sin ley".

"La razón no convence ni a los místicos ni a los mártires".

"Lo principal no es la tumba sino la memoria".

"Eso era la historia, una rama de la fabulación que pretendía ser ciencia".

"Todas las gestiones, promesas, informaciones, se descomponían y disolvían sin que los hechos correspondieran jamás a las palabras. Lo que se hacía y lo que se decía eran mundos aparte. Las palabras negaban los hechos y los hechos desmentían a las palabras y todo funcionaba en la engañifa generalizada, en un divorcio crónico entre el decir y el hacer que practicaba todo el mundo".

"la idea de Dios no cabía en el limitado recinto de la razón humana. Había que meterla allí con calzador porque nunca encajaba del todo".

"Éste era uno de los muy escasos políticos que conocía a los que la política no los había privado del humor y a que su acción cívica era totalmente principista y desinteresada: le importaban las ideas y despreciaba el poder".

"la política, como todo lo que se vincula al poder, saca a veces a la luz lo mejor del ser humano -el idealismo, el heroísmo, el sacrificio, la generosidad-, pero, también, lo peor, la crueldad, la envidia, el resentimiento, la soberbia".

"comenzaba a presentir que la realidad no se iba a plegar a sus planes, que, más bien, se empeñaría en hacerlos fracasar".

"La impopularidad no es siempre un buen indicio para decidir la justicia de una causa".

Mario Vargas Llosa
El sueño del celta
Editorial Alfaguara
Bogotá
2010
454 páginas

1 comentario:

Carlos Hernández Osorio dijo...

A mí ese libro no me supo a nada. Las sensaciones que nos pretende generar las considero artificiales. Como lo había reseñado cuando carecíamos de blog, dejo lo que les compartí en su momento:

"El día que la Academia sueca dio a conocer que Mario Vargas Llosa había ganado el Premio Nobel de Literatura, Carlos Fuentes, en una entrevista radial en la que dio su concepto sobre el reconocimiento, recordó que para escribir literatura se necesitan dos cosas: imaginación y lenguaje".
"Ese mismo día comenzó la expectativa sobre El sueño del celta, la novela que Vargas Llosa apenas había terminado de escribir y que se publicaría pocos días después. La expectativa fue grande, sobre todo porque el peruano regresaba, como lo dijo Héctor Abad Faciolince, a las narraciones que más lo han hecho célebre, como La guerra del fin del mundo, Conversación en la Catedral, La ciudad y los perros, entre otras".
"Sin embargo, el libro genera una desazón que podría explicarse, digo yo, a partir del acervo infinito de información que el autor recopiló en su investigación".
"La rigurosa investigación, que es la característica más elogiada en las críticas que le han hecho al libro, da pie a que el autor quiera contar todo lo que descubrió, de tal manera que asume una obligación más para cumplirle a la Historia que al lenguaje".
"Vargas Llosa nos lleva por unas páginas que pasan de un suceso a otro sin mucha gracia, como un resumen de hechos para un libro de historia de noveno grado. Aparte de algunas digresiones valiosas y de momentos narrados espléndidamente, El sueño del celta carece del lenguaje al que se refiere Fuentes".
"No tengo en mente una definición precisa de lenguaje, pero recuerdo las sensaciones que dejan, por ejemplo, los párrafos de García Márquez, tan acabados como una esfera; o los monólogos interiores de Faulkner, que oscilan entre la ininteligibilidad y el retrato de una realidad que avanza sin una lógica coherente, quizá más en el pensamiento que en la acción; o las escenas de Raymond Carver, donde cada elemento es elocuente; o la narración sobria de Juan Rulfo que llega a provocar terror. Puede haber un largo etcétera".
"En esta novela son más los hechos enumerados que las sensaciones que generan esos hechos, y se pierde la oportunidad, como al parecer es la intención del autor, de retratar a un hombre que es 'sucesivamente, no uno, sino muchos', como reza el verso de José Enrique Rodó que sirve de epígrafe".
"Las múltiples condiciones de Roger Casement (la de homosexual, la de libertador, la de creyente que se debate entre el catolicismo y el anglicanismo, la de ciudadano que traiciona a una patria para luchar por una causa desde el bando contrario) son descritas entonces más con buen léxico que con buena literatura".

Por último, les dejo el enlace de la reseña, quizá un poco menos apasionada que la mía, aunque en la misma línea, que publicó el escritor Juan David Correa en El Espectador. Se llama Unanimismo. http://bit.ly/qJwlD4

Un abrazo y gracias por compartir tantas lecturas.