En enero de 1938 Bernardo Arias Trujillo tenía 34 años, estaba sano, vivía en Manizales y aunque planeaba posesionarse como personero, su verdadero plan era trabajar apenas unos pocos meses para radicarse en Buenos Aires, en donde ya había vivido como consul y en donde había conocido a Federico García Lorca, entre otros intelectuales.
Nada permitía prever que moriría dos meses después.
Fue en ese enero cuando publicó "Diccionario de emociones. Estampas móviles de hombres, sitios y ciudades", un libro que se divide en tres partes: la primera consta de ensayos sobre personajes como García Lorca, Lope de Vega o Erasmo de Rotterdam, o sobre ciudades como Manizales, entre otros temas. La segunda consiste en una serie de "retablos" sobre Bolívar, al que odió y luego amó, y que ubican al Libertador en distintos espacios y estados anímicos: primavera, estío, otoño e invierno, desde Europa, pasando por Lima, hasta Bogotá y su muerte en Santa Marta. La tercera parte es una traducción del poema de Oscar Wilde "Balada de la cárcel de Reading", antecedido por un ensayo en el que Arias Trujillo habla sobre Wilde, el poema, las traducciones anteriores (se burla con saña de la hecha por Guillermo Valencia) y explica las decisiones técnicas que tomó para hacer la suya.
En el prólogo de la edición de Bedout, de 1963, José Camacho Carreño escribe que Bernardo Arias Trujillo tuvo "La mejor prosa de panfletario aquí escrita". Según él, en la época de Arias Trujillo en el mundo literario "todo era condescendencia, loa mutua, ternura panegírica", y Arias irrumpió con "azufrado lenguaje, para Dios y sus ministros, con sañudo antibolivarianismo, con espumante fobia a los godos".
De este libro quizás lo más notorio es encontrar de manera explícitas las influencias que Arias Trujillo buscó: Erasmo, Oscar Wilde y García Lorca. Así mismo, sus explicaciones sobre la traducción de poesía resultan de interés, aún 9 décadas después.
Algunos subrayados
Remembranza de Federico García Lorca
De las mujeres no amaba sino a su madre, de quien hablaba a cada momento con los mejores adjetivos de sus romances. Era socialista y quería a los trabajadores del mundo con una pasión arrebatada y misionera. Murió fusilado contra una pared por haberse enternecido en demasía con el dolor del pueblo (p. 30).
De las mujeres no amaba sino a su madre, de quien hablaba a cada momento con los mejores adjetivos de sus romances. Era socialista y quería a los trabajadores del mundo con una pasión arrebatada y misionera. Murió fusilado contra una pared por haberse enternecido en demasía con el dolor del pueblo (p. 30).
Pequeña diatriba y elogio mínimo de nuestro padre Erasmo
en el presente, en que las masas se polarizan en derechas e izquierdas, bajo el comando de un Hitler o de un Stalin. De la zona templada fue Erasmo, hombre de su siglo (p. 44).
Palabras leales a Cartagena de Colombia
treinta manzanas reconstruidas en dos lustros, las mismas que el incendio escanció en un solo brindis de pavor. Mirándolas más parece estar uno en la Calle Esmeralda de Buenos Aires o en un tramo largo de la Avenida Beira Mar de Río de Janeiro, que en un rincón de los Andes tropicales (p. 54).
Variaciones sobre Fernando Crommelinck y una de sus obras
antes que ser impura prefirió morir. No podía aspirar ese ambiente prostituido y perverso de las sociedades modernas en donde los extravíos sexuales y las pasiones tienen calorías y complejos diabólicos (p. 73).
Elegía a Jorge Salazar
mantenía los cinco sentidos en perpetua erección, como antenas listas a atrapar cuantas sensibilidades la vida le procurara (p. 74).
Movietone Multicolor de Manizales y sus hombres
El turista que a estos riñones cordilleranos se atreve, y abre para su embeleso el diafragma de su retina cosmopolita, sorpréndese de hallar sobre el pescuezo de los Andes, escabroso como un saurio y niquelado por esmaltes de nieves perpetuas, un centro urbano de cien mil habitantes de raza blanca, apenas sí con leves pigmentos americanos, cuyas calles retorcidas de epilepsia rematan siempre en paisajes de prócer hermosura (p. 83).
Ciudades como Río de Janeiro, Bahía, Valparaíso, Génova, Manizales y otras pocas, producen la sensación de lo inesperado, pues la regla general de todas las urbes es ser planas. El hecho de exhibir tales urbes una localidad voluntariosa y salida de lo común, les da ya una personería arisca, independiente y variada, un encanto que no tendrán nunca las ciudades planas, monótonas por el solo hecho de ser tales (p. 85).
Manizales la Barcelona de Colombia (p. 86).
Retablo de un cocinero ilustre
Nos falta el filtro de los años, ese despacioso destilar que refina a los hombres como si fueran vinos, y que les da espiritualidad y sutileza. Carecemos de paganía y de hedonismo, no tenemos ese sentido helénico de la vida (p. 91).
La risa y la buena comida es lo único que nos diferencia realmente de los animales (p. 91).
Evocación fugaz de Marcel Proust
Oscar Wilde calculaba en veinticinco años la amnesia de los hombres para la obra literaria del intelectual recientemente fallecido. Pasados los cinco lustros, otra generación, más curiosa, más desprevenida, con más autoridad para pesar y avaluar a un escritor, le hace justicia, vuelve a ponerlo de moda, y como consecuencia, queda en lo que habrá de quedar, para las posteridades olvidadas (p. 101).
Es curiosa la afinidad que se advierte entre el ser físico de Proust y su estilo característico. Delgado, tímido, melancólico, enfermizo, alma jaspeada de notorios complejos feminoides, delicado, febril, etéreo, saturado de drogas y de emociones artificiales, así es también su prosa: delgada, tímida, melancólica, nocturna, enferma, febril, etérea, saturada de drogas y de emociones artificiosas, escrita de media noche en adelante (p. 103).
fue una criatura desgraciada que vivió en la punta de los pies, para no ser advertido (p. 106).
Retablos de don Simón Bolívar
yo —¡perdón, oh Padre de mi América!— soy uno de los últimos convertidos a don Simón Bolívar. Yo renegué de él en mi primera juventud, yo le vilipendié "sañudamente" cuando en esa edad impávida era un santanderista fanático que hubiera entrado, puñal en mano, a la alcoba de San Carlos, de haber sido amigo y compañero de Luis Vargas Tejada (p. 116).
Por ventura mía, cuando fui infiel a Bolívar lo hice también sinceramente, con vehemencia (p. 118).
Sonata de estío
Este sol jovencito que cae ahora sobre Lima, es un sol apenas decorativo, con un mínimo de calorías, un sol de sanatorio para uso de convalecientes o de orquídeas de invernadero (p. 127)
Diccionario de emociones. Estampas móviles de hombres, sitios y ciudades.
Bernardo Arias Trujillo
Editorial Bedout
Medellín
Agosto de 1963 (primera edición 1938)
228 páginas
Bernardo Arias Trujillo
Editorial Bedout
Medellín
Agosto de 1963 (primera edición 1938)
228 páginas


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