martes, 25 de marzo de 2025

Carretera al mar, de Tulio Bayer


Crecí en Manizales, leo a autores de la región y no sé cómo sucedió que llegué hasta mis 50 años sin haber leído a Tulio Bayer. No solo eso: sin haberlo leído, y sin haber escuchado sobre su historia de vida ni su obra, salvo algún comentario marginal.

Vi en una librería "Carretera al mar" con una anotación en la portada: "un aporte al Informe de la Comisión de la Verdad, para que el origen del conflicto que nos ha devastado no quede en la sombra". Se trataba de una reedición de 2023 de una novela descatalogada y olviadada publicada en 1960. La compré y me sumergí en sus páginas, con el placer de quien emprende un viaje por carretera y con el deslumbramiento de estar descubriendo a un amigo perdido. 

El libro empieza con un prólogo en el que Orlando Villanueva Martínez se encarga de contar quién fue Tulio Bayer: un médico que ejerció su profesión en donde pudo, porque desde muy pronto fue señalado como bandolero, chusmero, guerrillero, comunista o raro, en una sociedad profundamente conservadora. Tulio Bayer nació el 18 de enero de 1924 en Riosucio, Caldas, entró a Medicina a la Universidad de Antioquia en 1943, fue secretario de higiene y educación de Manizales, profesor universitario, columnista de La Patria y médico exiliado en Puerto Carreño, en donde empezó a escribir Carretera al mar. Después de este libro publicó otros, fue detenido, estuvo en prisión y se exilió en París en donde murió en 1982.

Carretera al mar es la historia de Antonio Uribe, un alter eco de Bayer. Un médico que llega a hacer su rural a Dabeiba, un municipio de pasado liberal pero gobernado por alcaldes militares y por godos aliados con la policía chulavita. Cada liberal es un chusmero, cada chusmero es un bandolero y cada bandolero es objetivo militar. Corre el año de 1947. 

El libro se divide en dos partes: la primera ocurre en Dabeiba, con el joven médico recién llegado. Los capítulos cortos sirven para presentar a los distintos personajes y alrededor de cada personaje se teje una historia: el cura que pide limosnas para construir un templo en un municipio sin escuela; el boticario conservador que le propone al médico que formule lo que él tiene en su farmacia y a cambio ofrece comisión; el carpintero que vive de hacer ataúdes en medio de la ola de violencia, el expolicía que ayuda en las necropsias, el exalcalde liberal que ahora vive en el ostrasismo, y Zoraida, la prostituta del pueblo, que se convierte en la pareja del médico.

La segunda parte ocurre en zona rural de Mutatá, a donde huyen Antonio y Zoraida luego de que los conservadores logran poner a un alcalde de bolsillo. Acá la carretera al mar cobra mayor protagonismo, porque Antonio es el médico de la obra, aunque el protagonismo en esta segunda parte se lo lleva Saulo José Villada, un joven ingeniero civil que asume el control de la obra.

Carretera al mar es una novela que le sirve a Tulio Bayer como instrumento para exponer sus tesis políticas y sus denuncias sociales: el olvido en el que vive la ruralidad, la corrupción, la violencia que ejercen los conservadores, la división de clases, la prostitución, el daño que hacen las religiones y muchos otros temas. Alaba a Fernando González Ochoa y considera que el mejor poeta colombiano es León de Greiff. Se explaya en descripciones detalladas de las necropsias (en su tesis universitaria Bayer dijo que ni siquiera los cadáveres de todos los campesinos de Colombia sirvieron para hacer progresar la medicina legal colombiana) y reitera que el hambre infantil es la principal consecuencia de la violencia. Por ser una novela de tesis algunos personajes están desdibujados y en la trama aparecen y desaparecen nombres que funcionan como meros figurantes. Pero más allá de eso, el libro sí retrata con precisión la violencia bipartidista, que quedó sepultada en el relato histórico y literario por la posterior violencia guerrillera y narcotraficante. En ese sentido la novela es un documento valioso que permite comprender el miedo y la zozobra que vivieron tantos pueblos de Colombia, en esa época conocida como La Violencia que, aunque parezca increible, fue más violenta que los años que vinieron después. 


Algunos subrayados
Los ricos no necesitan venir a hacer el año de Medicina Rural. Tampoco los hijos de los profesores. Se quedan en las ciudades, y si se ponen a escribir sobre temas de salubridad rural, llegarán inclusive a ser ministros (p. 37).

Eso de poder hablar del tema que a uno le dé la gana es más importante que tener plata (p. 65).

¡Miércoles! -se interrumpió- estás pensando en fermentaciones y en urdimbres a lo grecolatino. Recuerda que eres un hombre y no un ruiseñor manizalita (p. 75).

Pereira es una ciudad muy agradable. El clima lo mantiene a uno en buen tono. Yo diría que es un clima propicio al amor. Las muchachas muestran sus atractivos en la calle bajo sus trajes ligeros. El Obispo no ha podido convertirla con decretos y sermones en tierra fría... (p. 80).

¿Y por qué siempre estaban inconclusos los templos de Antioquia? ¿No sería mejor hacer una Escuela? (p. 100). 

¿No era cierto aquello de Axel Munthe de que "se puede rezar a Dios en todas partes, pero no se puede operar sino en los Hospitales?" (p. 101). 

La chusma, hermana... la chusma es como Dios que está en todas partes (p. 126). 

habiendo muchos superiores a uno en muchos aspectos, ¿no basta con el milagro de que a uno lo quieran algún tiempo? ¿O, por lo menos, que la mujer le esté dicendo a uno que lo quiere aunque experimente cariño por otros? (p. 145). 

Durante el día hay que atenerse a la vista, por la noche al oído (p. 156).

Creía que más bien uno muere por partes, se muere lentamente, y que la última no es la peor de las muertes (p. 193). 

Los historiadores de la historia oficial, es decir de la escrita a dos manos para los escolares, no suelen esclarecer nunca las características íntimas de los gobernantes. Y ello porque está establecido que aseveraciones de tal género son de mal gusto, mal admitidas e una educación popular que no está encamina a la democracia sino inspirada en la doctrina medioeval de que los gobernantes representan a Dios. Humanizarlos es humanizar a Dios mismo. Divinizarlos tiene la ventaja de mantener al pueblo alejado del arte divino de gobernar (p. 218).

Comencé a comprender desde entonces que el hombre con las mujeres debe ser como el toro. Llegar a un sitio, esperar a que se acerquen las hembras, que ellas siempre se acercan, hacer bien hecho lo que hay que hacer, si alguna de ellas está dispuesta a hacerlo y.... seguir. Seguir hacia otros pastales... (p. 232). 

esa olvidada maravilla que es para todo transeúnte un puente sobre un río (p. 244). 

Y detrás de ese trabajo, de cualquier trabajo bien ejecutado, había además una alta dosis de satisfacción, una compensación subjetiva no valorable en dinero. 

sus reclutas atrapaban a las indicias en grupos de a tres, de a cinco, de a ocho, cazándolas por los alrededores, y usándolas por turnos sucesivos (p. 269)

el remordimiento estaba tan lejos de su conciencia como puede estar el deseo de volverse vegetariano en el cerebro de un tigre (p. 282). 

—Porque no resuelve el problema —comenzó a decirle Uribe— Porque la prostitución es una enfermedad de la Sociedad y la persiguen como un delito del pueblo. Y porque para controlar las enfermedades venéreas tratan a las mujeres como pecadoras y no como enfermas. Y a las mujeres solamente...
—No te entiendo bien —dijo Zoraida.
—Me entenderás mejor con este ejemplo: ¿Qué tal si la Policía recogiera por la noche a los prostitutos? ¿Qué tal si les dieran a todos carnet de prostitución y los obligaran a asistir cada semana a los puestos profilácticos?
Zoraida rió. Y después de un momento le dijo:
—Pero es que los hombres no viven de la prostitución, mejor dicho...
—Pero sí transmiten enfermedades, ¿sí o no?
—¡Ah sí, claro que sí!
—Entonces lo que persiguen es el pecado y no el control de la enfermedad. Y además el Estado no tiene por qué castigar pecados. Ni tampoco obligar a nadie a que se cure de una enfermedad. Lo que debe hacer es ayudar a que la enfermedad no se propague y a que los más pobres puedan curársela (p. 294).



 
Carretera al mar
Tulio Bayer (presentación de Orlando Villanueva Martínez)
Ediciones Desde abajo
Bogotá
mayo de 2023 (primera edición 1960 por Editorial Iqueima)
310 páginas

sábado, 15 de marzo de 2025

Estación cárcel, de Carolina Calle Vallejo

Luego
Cartas de puño y reja y El viaje del hincha, Carolina Calle Vallejo publica con su Editorial remitentes "Estación cárcel. Pasaporte de crónicas", un volumen que reúne nueve crónicas que giran alrededor de la población detenida y de sus familias, y que fueron publicadas previamente en El Colombiano, Universo Centro o en su blog. 

El libro tiene un formato similar en color y tamaño al pasaporte colombiano. Ese pasaporte que sirve para entrar y salir del país es una metáfora del oficio de Carolina, quien lleva años entrando y saliendo de las cárceles de Medellín para contarle al mundo de afuera la vida de quienes pasan meses o años entre rejas. 
Las historias de la cárcel suelen ser conmovedoras, no porque todos los detenidos sean inocentes de los delitos de los que son acusados. Varios protagonistas de los relatos de Carolina se declaran culpables y aún así flota una sensación de injusticia, porque aunque las vidas y circunstancias son distintas, sí hay factores comunes que atraviesan todos estos dramas: familias pobres, con poca educación, pocas oportunidades e infancias marcadas por la violencia o la exclusión. 

Estación cárcel es un libro profundamente político, sin declaraciones panfletarias. Que en pleno siglo XXI el Estado siga aplicando castigos sobre el cuerpo de los ciudadanos, privándoles del sol y el movimiento, seguramente será visto en algunas décadas como una aberración.

Las crónicas de este libro fueron publicadas previamente en prensa. Todas envejecen bien, porque no responden a asuntos de coyuntura, pero quizás el tránsito del periódico al libro exige un poco más de reelaboración de la escritura. En estos textos prima la historia a narrar sobre el cuidado por el detalle de la forma narrativa. 

El libro incluye el texto de "El viaje del hincha", publicado previamente en formato de novela gráfica, la crónica "Sí acepto", con la que la autora ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 2019 y "Una carta de puño y reja", incluida en el volumen del mismo título. 

Estación cárcel. Pasaporte de crónicas
Carolina Calle Vallejo
Editorial remitentes
Medellín
2024
156 páginas