lunes, 26 de junio de 2017

El hombre que no fue jueves, de Juan Esteban Constaín


De Chesterton, el escritor inglés de comienzos del Siglo XX, creador de El Padre Brown, es famoso su sentido del humor. Hay numerosas anécdotas que resaltan su repentismo, su capacidad para responder de manera inesperada y jocosa, así como sus habilidades como gran conversador.

El hombre que no fue jueves es una novela sobre Chesterton, específicamente sobre el proceso para canonizar a Chesterton, pero busca además hacerle un homenaje al escritor inglés, autor de El hombre que fue jueves, desde la forma narrativa. Es como si Constaín hubiese pensado: acá no sólo vamos a hablar de Chesterton sino que vamos a hacerlo de una manera "chestertoniana": con humor y con mucha digresión, es decir, saliéndose con frecuencia del tema, como ocurre en cualquier conversación en la que la gente habla de manera animada. Y vamos a ubicar la historia en Italia porque sí. Porque Italia me encanta.

La anécdota central de la novela podría contarse en breves páginas: Chesterton es un escritor que primero fue agnóstico, luego anglicano y luego fervoroso católico. En 1929 recibe una misión especial del papa Pío XI y por esa razón el escritor se instala tres meses en Roma. Luego, tras su muerte, Juan XXIII inicia un proceso de canonización que se adormece durante décadas y se reactiva en la época de Benedicto XVI. 

La anécdota podría ser narrada en un cuento breve, con la corrupción del Vaticano como telón de fondo, pero lo que importa en la novela no es la anécdota sino la apuesta narrativa del escritor, que en este caso es una estructura casi anárquica, en la que se salta de un tema a otro con total facilidad: de Casanova a Paul McCartney, del Padre Brown a Las Cruzadas, de Fernando Vallejo a Jorge Luis Borges, de Mussolini a Nicolás Gómez Dávila. Todo cabe. Habrá quien considere que tanta digresión distrae o denota falta de edición, pero creo que esa es precisamente la apuesta de este libro: un ejercicio de erudición del escritor, construido en clave de humor. El resultado, a mi modo de ver, es un divertimento. Un divertimento para el escritor, y posiblemente también para algunos lectores. 


Pero creo que la literatura se trata de eso: de ejercicios libres de escritura que satisfacen a los autores porque responden a intereses y gustos particulares. El escritor no tiene por qué justificarse o explicarse, más allá de lo que lo hacen sus libros. Si esos ejercicios artísticos encuentran lectores, siempre será un milagro. Eso explica por qué Chesterton debería ser canonizado.

Algunas frases:
La humanidad no conoce, de veras, en lo más profundo, más partidos ni más facciones: o Lennon o McCartney, o el Correcaminos o el Coyote.

Lo primero que hice fue oler el papel. Siempre lo hago, siempre: con los libros antiguos que conservan intacto el sabor de la madera, su recuerdo, los árboles que fueron; y los libros nuevos que algún día serán viejos.

los mejores lectores son también catadores que antes de leer huelen con fruición y morosidad cada ejemplar, cierran los ojos, reconocen el pegante y la naturaleza del papel, el cuero, el tiempo; la madera y el licor. La cepa del mejor vino. 

nada revela mejor la condición humana que el ridículo.

Chesterton sabía que el ser humano, todo ser humano, es un abismo, un universo contradictorio y complejo, y que la única manera de entender algo en este mundo desquiciado partía de la aceptación de lo que cada quien es. Sin exigirle nada a nadie, sin esperar nada de nadie. 

Supo Chesterton que la ficción es más peligrosa que la realidad, muchísimo más, porque la gente le profesa más fe; porque la necesita mucho más para vivir. 

los recuerdos son más esquivos que el propio pasado.

Nada hay peor, como decía alguien, que el dogmatismo del acólito; nada más peligroso para las cosas magníficas del mundo que la admiración que por ellas sienten los imbéciles.

Solo quien dialoga puede conquistar una idea; solo quien escucha puede dialogar.

un hombre es lo que es y punto. Una criatura confundida, temerosa, equivocada. Siempre. 

la Iglesia de Inglaterra es igual a la nuestra, la católica, solo que sin papa: sin autoridad pontifica, quizás lo diga mejor. Y como a mí me gusta la autoridad, por eso me hice católico. 

toda puerta que se cierra es un misterio, siempre, una luz que se apaga. Un misterio para los que entran, también para los que se quedan afuera. El silencio es el mundo que se va delante o detrás de las puertas. 


El hombre que no fue jueves
Juan Esteban Constaín
Editorial Random House Mondadori
Bogotá, 2014
182 páginas

No hay comentarios: