miércoles, 15 de abril de 2015

El rey de Honka-Monka, de Tomás González

Antes de hablar de El rey de Honka-Monka contaré sobre su búsqueda. Después de haber leído todas las demás novelas y cuentos de Tomás González, quedaba la deuda con este libro, imposible de conseguir. Agoté las librerías que frecuento en Bogotá (Lerner, Madriguera del Conejo, Prólogo, Fondo de Cultura Económica, Nacional...) y como el libro sólo tuvo una edición por allá en 1987 y estaba descontinuado, el rastreo se orientó entonces hacia las librerías de usados (Babel, San Librario, Merlín... Palinuro en Medellín)... Nada, nadie lo tenía. Pregunté por él en Facebook y me recomendaron usar Amazon, DeRemate y otros sitios de venta y subastas por Internet. Nada... si lo quería leer debía hacerlo en una biblioteca pública, (prohibido subrayar) y devolverlo en ocho días.

La búsqueda duró más de tres años y por eso quedé paralizada, como si hubiera visto un fantasma, cuando de repente lo vi empacado y nuevo en un estante de Panamericana en Manizales (¡Panamericana!) a donde entré por casualidad y me dirigí como autómata a los estantes de literatura colombiana a rastrear el título perseguido y siempre ausente.

Punto de Lectura lo reeditó en enero de este año. En un mercado editorial en el que sale tanta basura de autoayuda, libros de coyuntura y recetas de cocina o para ser feliz, es una dicha que una editorial vuelva a publicar estos 5 cuentos en edición "revisada por el autor".

La búsqueda valió la pena. No entraré en la discusión inútil entre cuento, nouvelle y novela corta, pero hay cuentos tan largos y completos que uno termina de leerlos y siente haber conocido a una nueva persona y a su entorno. 

"Verdor", "aguaceros de mayo", "Viaje infinito de Carola Dickson", "Víctor viene de regreso" e "Historia del rey del Honka-Monka" (el cuento dice "del", pero el título del libro dice "de"...) son 5 cuentos sin mayores conexiones entre sí, salvo porque se trata de historias de cinco personas "venidas a menos". Gente que tuvo mejores momentos en su vida que el presente desde el que se arma el relato. 

Los escenarios también son distintos. En Verdor vemos la decadencia hasta el fondo de un pintor al que llaman Boris, en Nueva Orelans. Aguaceros de mayo nos presenta a don Eduardo, un profesor que debe salir de su pueblo montañoso y se reinventa una vida simple en un caserío a orillas del mar Caribe colombiano. Viaje infinito de Carola Dickson es la narración con tono de enigma y suspenso de una señora mayor que emprende un viaje fallido desde Nueva York por el Atlántico. Víctor viene de regreso, la historia más breve, (y a mi juicio menos intensa) también ocurre en Nueva York y cuenta de manera fragmentada y a dos tiempos la decisión de Víctor sobre si regresa o no a su país. Por último, la Historia del rey del Honka-Monka es el magistral relato (quisiera uno verlo en cine) de William, próspero y serio ejecutivo de saco y corbata que tiene una doble vida; la segunda más pobre y feliz: es bailarín de salsa con camisas brillantes de satín y boleros en un barrio popular.

A diferencia de otras obras de Tomás González, en estos relatos la familia no tiene en principio el enorme protagonismo de otras novelas. En cambio sí es constante la presencia de la naturaleza (mar, río, montaña, viento, frío, calor, trópico), como elemento muy condicionante de la acción y de los personajes.

Así como en Abraham entre bandidos en donde los personajes que aparecen en segundo reaparecen en algunos de los cuentos de El lejano amor de los extraños, así mismo algunos nombres o escenas que aparecen apenas mencionados en un cuento, cobran relevancia en otro. 

Unas pocas frases, no muchas. Para acercarse a estos maravillosos cuentos hay que leerlos completos.

Como pasa a veces con la gente silenciosa, él parecía certero cuando hablaba.

En lugares extraños sorprende a la gente la alegría.

Con el convencimiento de que los detalles eran valiosos y la paciencia, la mayor virtud en este mundo. 

una cama matrimonial grande, donde se vivió el tedio que durante mucho tiempo mantuvo a don Eduardo a salvo de calumnias y habladurías.

Don Eduardo reconoció por fin que el amor, como una enredadera, se le había regado adentro, feraz, por todas partes. 

Se plantó en su nueva tierra con el entusiasmo de los que regresan de la muerte.

Es como querer volver sin saber muy bien a dónde; algo en la periferia del ojo, que desaparece cuando uno trata de enfocarlo.

La idea era convertirlo en un sitio de moda. El sobrino de la esposa del socio acababa de terminar arquitectura y se dejó llevar tanto por la novedad del asunto que el primer proyecto casi tuvo plataforma de helicópteros. Hubo que bajarle los humos y ponerlo a diseñar exuberancias realizables, cosa que empezó a hacer sintiendo que su imaginación estaba siendo mutilada.

El rey de Honka-Monka
Tomás González
2014 (segunda edición revisada por el autor)
Bogotá
194 páginas

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