domingo, 11 de diciembre de 2011

Ursúa, de William Ospina

Cuando era chiquita (mi hermano diría que me quedé chiquita, pero esa es otra historia) mi abuelita nos llevaba a La Guaira, la finca que había sido de su papá. Para llegar había que ir hasta Pácora, luego coger un "bus escalera" hasta San Bartolomé, pasando por Castilla, y en San Bartolo, como le decíamos todos al pueblito, se cogía un willys hasta el Alto de Pozo, en donde nos esperaban "las bestias" para bajar a la finca por un caminito muy faldudo y estrecho. Abajo se veía el Río Cauca y llegábamos a la finca luego de 6 horas o más de haber salido de Manizales.

El plan en la finca era oír historias de guacas, de indios, de espantos, del Cacique Pipintá y de entierros, y entre todas las leyendas siempre salía a relucir la del Mariscal Jorge Robledo, el conquistador, al que mataron a garrote en el Alto de Pozo (aunque wikipedia cuente otra versión). Las historias incluían detalles sobre una espada con incrustaciones en esmeralda del conquistador y en mi cabeza no encajaba el lujo de la espada y la alcurnia de un personaje que aparecía en los libros de historia con la escenografía que yo veía: el Alto de Pozo era un caserío que quedaba lejos de todo, con una fonda en donde sólo sonaba música de carrilera desde temprano y vendían aguardiente a todas las horas del día.

Pues bien, toda esta historia del Mariscal Robledo y su muerte a garrote aparece en Ursúa, la novela de William Ospina que hace parte de la trilogía que también integra "El País de la Canela", que ya reseñé en este blog. Pedro de Ursúa llega de España a los 17 años y con mucha juventud e inexperiencia se convierte en un hombre poderoso, guerrero y ambicioso, que recorre buena parte de la geografía nacional, desde Santa Marta y Ciudad Perdida hasta "Neyva", pasando por Pamplona, la ciudad que fundó, Mompox, Tocaima, Santafé de Bogotá, Panamá y un largo etcétera.

En la novela (supongo que también en la "vida real") Ursúa es sanguinario. Comete masacres bárbaras contra indígenas y negros y tiene una muerte trágica que no se narra en detalle pero sí se insinúa.

Pero la novela no se centra únicamente en Ursúa sino que pinta un retrato de otros personajes históricos como Belalcázar, Pedro de Heredia, el Mariscal Robledo y su viuda La Mariscala María de Carvajal (que daría ella sola para otra novela). Unos personajes que recorren los mismos ríos y las mismas montañas que uno ha oído toda la vida, y quizás eso fue lo que más me gustó del libro: recorrer la geografía que uno conoce desde siempre, pero habitada por "extraños" de hace 5 siglos: los cerros al oriente de Bogotá, el Valle de Lilí, el Cabo de la Vela, "Barrancas bermejas". Al leer uno se siente en un viaje a otro tiempo e imagina el mismo río Magdalena o el mismo Río Cauca, los mismos montes y valles que uno ha visto, pero llenos de indígenas con flechas defendiéndose de españoles con pólvora y cañones. Y claro, al leer uno se pregunta qué historias se contarán de nosotros en 500 años, de estas montañas, ríos y nevados que persistirán cuando ya no estemos, y qué tan distinta lucirá esta geografía que ahora nos es tan familiar; hasta que límites inimaginables se habrá transformado nuestro actual entorno.

Las frases:
"A los aventureros no se les ocurría otra cosa que robar y esclavizar, y cuando tenían hambre no pensaban jamás en sembrar una espiga ni en empuñar un arado, sino en cargar sobre las poblaciones pacíficas que cultivaban algodón y maíz, y cifrar su salvación en la perdición de los otros".

"Quién nos dirá en qué momento el verdugo y la víctima, desde regiones muy distantes, empiezan a moverse hacia el sitio prefijado donde tendrá lugar el encuentro".

"y le ayudaron a descubrir algo que estaba en él desde siempre sin ser advertido, tal vez un viejo hábito de su casa o una honda necesidad de su sangre: el placer turbio de mandar a los otros".

"El sueño de la impaciencia produce disparates".

"Todo ser nuevo que encontramos viene de otro relato y es el puente que une dos leyendas y dos mundos".

"Siempre es que, realizadas por otros, nuestras mismas acciones parecen más sucias".

"Así son estas guerras: veinte muertos enemigos no compensan una muerte propia, pero la herida de la traición es la más honda, no sólo por el abatimiento que causa sino por la amenaza que proyecta".

"Cuando todo era silencio, les parecía sentir cosas que se extendían en la orilla, como si las plantas desdoblaran sus hojas enormes o como si diablos escondidos plegaran y desplegaran sus alas membranosas".

"Fue sin cesar leal conmigo todos los días de nuestra amistad, y sin embargo nunca estuve seguro de que me quisiera".

"No hay gran amistad que no comience por un largo intercambio de historias".

"Era un hombre monumental y soberbio, para quien todo había estado mal en el mundo antes de su llegada, que tomaba cada decisión como si fuera el comienzo de una reparación cósmica, y que atribuía a cada delito y a cada culpa, por pequeños que fueran, consecuencias desmesuradas. "Ahí va el juez Montaño con su cara de juicio final", decía Teresa de Peñalver".

"Nada es más útil para los gobernantes que tener un demonio al cual atribuir los desórdenes del reino, a quien señalar como el origen secreto de todos los fracasos de su administración".

"Si no los escribiera, los olvidaría, porque sólo soy capaz de recordar lo que se convierte en palabras".

"Sujeto a la peor acusación que pueda recibir un juez, la de haber sido injusto e indigno de sus códigos, y la peor que pueda recibir un gobernante: haber sido insensible al sufrimiento de aquellos que era su deber proteger"



William Ospina
Ursúa
Editorial Alfaguara
Bogotá
2005
478 páginas

3 comentarios:

Carlos Hernández Osorio dijo...

Me gustó mucho el comentario. Solo te pregunto algo: ¿qué tal novelista es William Ospina?

Adriana Villegas Botero dijo...

A mi me gusta. Si me toca escoger entre El país de la Canela y Ursúa me quedo con el primero porque es una aventura total: la de atravesar por primera vez el Amazonas, y tiene toda la emoción contenida en esa odisea. Ursúa narra batallas, batallitas, fundaciones, exploraciones, conquistas y entonces la emoción se divide en varias aventuras y no en un hecho único. Se parecen en que a Ospina le encantan las enumeraciones que parecen retahílas, y hablar de los animales y de la naturaleza. Sin embargo son novelas que están lejos de ser descriptivas o contemplativas. Al contrario, son libros de mucha acción.
Se diferencian también en que, me parece a mi, El País de la Canela pierde fuerza cuando termina la travesía por el Amazonas y por lo tanto la última parte podría acortarse. En cambio en Ursúa uno queda con ganas de más... con ganas de saber cómo son los días finales de Ursúa. Eso se insinúa pero no se narra. Creo que eso lo deja para el tercer libro de la trilogía que es "La serpiente sin ojos", que aún no he leído.

Carlos Hernández Osorio dijo...

Gracias. He tenido una prevención infinita.