martes, 25 de marzo de 2025

Carretera al mar, de Tulio Bayer


Crecí en Manizales, leo a autores de la región y no sé cómo sucedió que llegué hasta mis 50 años sin haber leído a Tulio Bayer. No solo eso: sin haberlo leído, y sin haber escuchado sobre su historia de vida ni su obra, salvo algún comentario marginal.

Vi en una librería "Carretera al mar" con una anotación en la portada: "un aporte al Informe de la Comisión de la Verdad, para que el origen del conflicto que nos ha devastado no quede en la sombra". Se trataba de una reedición de 2023 de una novela descatalogada y olviadada publicada en 1960. La compré y me sumergí en sus páginas, con el placer de quien emprende un viaje por carretera y con el deslumbramiento de estar descubriendo a un amigo perdido. 

El libro empieza con un prólogo en el que Orlando Villanueva Martínez se encarga de contar quién fue Tulio Bayer: un médico que ejerció su profesión en donde pudo, porque desde muy pronto fue señalado como bandolero, chusmero, guerrillero, comunista o raro, en una sociedad profundamente conservadora. Tulio Bayer nació el 18 de enero de 1924 en Riosucio, Caldas, entró a Medicina a la Universidad de Antioquia en 1943, fue secretario de higiene y educación de Manizales, profesor universitario, columnista de La Patria y médico exiliado en Puerto Carreño, en donde empezó a escribir Carretera al mar. Después de este libro publicó otros, fue detenido, estuvo en prisión y se exilió en París en donde murió en 1982.

Carretera al mar es la historia de Antonio Uribe, un alter eco de Bayer. Un médico que llega a hacer su rural a Dabeiba, un municipio de pasado liberal pero gobernado por alcaldes militares y por godos aliados con la policía chulavita. Cada liberal es un chusmero, cada chusmero es un bandolero y cada bandolero es objetivo militar. Corre el año de 1947. 

El libro se divide en dos partes: la primera ocurre en Dabeiba, con el joven médico recién llegado. Los capítulos cortos sirven para presentar a los distintos personajes y alrededor de cada personaje se teje una historia: el cura que pide limosnas para construir un templo en un municipio sin escuela; el boticario conservador que le propone al médico que formule lo que él tiene en su farmacia y a cambio ofrece comisión; el carpintero que vive de hacer ataúdes en medio de la ola de violencia, el expolicía que ayuda en las necropsias, el exalcalde liberal que ahora vive en el ostrasismo, y Zoraida, la prostituta del pueblo, que se convierte en la pareja del médico.

La segunda parte ocurre en zona rural de Mutatá, a donde huyen Antonio y Zoraida luego de que los conservadores logran poner a un alcalde de bolsillo. Acá la carretera al mar cobra mayor protagonismo, porque Antonio es el médico de la obra, aunque el protagonismo en esta segunda parte se lo lleva Saulo José Villada, un joven ingeniero civil que asume el control de la obra.

Carretera al mar es una novela que le sirve a Tulio Bayer como instrumento para exponer sus tesis políticas y sus denuncias sociales: el olvido en el que vive la ruralidad, la corrupción, la violencia que ejercen los conservadores, la división de clases, la prostitución, el daño que hacen las religiones y muchos otros temas. Alaba a Fernando González Ochoa y considera que el mejor poeta colombiano es León de Greiff. Se explaya en descripciones detalladas de las necropsias (en su tesis universitaria Bayer dijo que ni siquiera los cadáveres de todos los campesinos de Colombia sirvieron para hacer progresar la medicina legal colombiana) y reitera que el hambre infantil es la principal consecuencia de la violencia. Por ser una novela de tesis algunos personajes están desdibujados y en la trama aparecen y desaparecen nombres que funcionan como meros figurantes. Pero más allá de eso, el libro sí retrata con precisión la violencia bipartidista, que quedó sepultada en el relato histórico y literario por la posterior violencia guerrillera y narcotraficante. En ese sentido la novela es un documento valioso que permite comprender el miedo y la zozobra que vivieron tantos pueblos de Colombia, en esa época conocida como La Violencia que, aunque parezca increible, fue más violenta que los años que vinieron después. 


Algunos subrayados
Los ricos no necesitan venir a hacer el año de Medicina Rural. Tampoco los hijos de los profesores. Se quedan en las ciudades, y si se ponen a escribir sobre temas de salubridad rural, llegarán inclusive a ser ministros (p. 37).

Eso de poder hablar del tema que a uno le dé la gana es más importante que tener plata (p. 65).

¡Miércoles! -se interrumpió- estás pensando en fermentaciones y en urdimbres a lo grecolatino. Recuerda que eres un hombre y no un ruiseñor manizalita (p. 75).

Pereira es una ciudad muy agradable. El clima lo mantiene a uno en buen tono. Yo diría que es un clima propicio al amor. Las muchachas muestran sus atractivos en la calle bajo sus trajes ligeros. El Obispo no ha podido convertirla con decretos y sermones en tierra fría... (p. 80).

¿Y por qué siempre estaban inconclusos los templos de Antioquia? ¿No sería mejor hacer una Escuela? (p. 100). 

¿No era cierto aquello de Axel Munthe de que "se puede rezar a Dios en todas partes, pero no se puede operar sino en los Hospitales?" (p. 101). 

La chusma, hermana... la chusma es como Dios que está en todas partes (p. 126). 

habiendo muchos superiores a uno en muchos aspectos, ¿no basta con el milagro de que a uno lo quieran algún tiempo? ¿O, por lo menos, que la mujer le esté dicendo a uno que lo quiere aunque experimente cariño por otros? (p. 145). 

Durante el día hay que atenerse a la vista, por la noche al oído (p. 156).

Creía que más bien uno muere por partes, se muere lentamente, y que la última no es la peor de las muertes (p. 193). 

Los historiadores de la historia oficial, es decir de la escrita a dos manos para los escolares, no suelen esclarecer nunca las características íntimas de los gobernantes. Y ello porque está establecido que aseveraciones de tal género son de mal gusto, mal admitidas e una educación popular que no está encamina a la democracia sino inspirada en la doctrina medioeval de que los gobernantes representan a Dios. Humanizarlos es humanizar a Dios mismo. Divinizarlos tiene la ventaja de mantener al pueblo alejado del arte divino de gobernar (p. 218).

Comencé a comprender desde entonces que el hombre con las mujeres debe ser como el toro. Llegar a un sitio, esperar a que se acerquen las hembras, que ellas siempre se acercan, hacer bien hecho lo que hay que hacer, si alguna de ellas está dispuesta a hacerlo y.... seguir. Seguir hacia otros pastales... (p. 232). 

esa olvidada maravilla que es para todo transeúnte un puente sobre un río (p. 244). 

Y detrás de ese trabajo, de cualquier trabajo bien ejecutado, había además una alta dosis de satisfacción, una compensación subjetiva no valorable en dinero. 

sus reclutas atrapaban a las indicias en grupos de a tres, de a cinco, de a ocho, cazándolas por los alrededores, y usándolas por turnos sucesivos (p. 269)

el remordimiento estaba tan lejos de su conciencia como puede estar el deseo de volverse vegetariano en el cerebro de un tigre (p. 282). 

—Porque no resuelve el problema —comenzó a decirle Uribe— Porque la prostitución es una enfermedad de la Sociedad y la persiguen como un delito del pueblo. Y porque para controlar las enfermedades venéreas tratan a las mujeres como pecadoras y no como enfermas. Y a las mujeres solamente...
—No te entiendo bien —dijo Zoraida.
—Me entenderás mejor con este ejemplo: ¿Qué tal si la Policía recogiera por la noche a los prostitutos? ¿Qué tal si les dieran a todos carnet de prostitución y los obligaran a asistir cada semana a los puestos profilácticos?
Zoraida rió. Y después de un momento le dijo:
—Pero es que los hombres no viven de la prostitución, mejor dicho...
—Pero sí transmiten enfermedades, ¿sí o no?
—¡Ah sí, claro que sí!
—Entonces lo que persiguen es el pecado y no el control de la enfermedad. Y además el Estado no tiene por qué castigar pecados. Ni tampoco obligar a nadie a que se cure de una enfermedad. Lo que debe hacer es ayudar a que la enfermedad no se propague y a que los más pobres puedan curársela (p. 294).



 
Carretera al mar
Tulio Bayer (presentación de Orlando Villanueva Martínez)
Ediciones Desde abajo
Bogotá
mayo de 2023 (primera edición 1960 por Editorial Iqueima)
310 páginas

sábado, 15 de marzo de 2025

Estación cárcel, de Carolina Calle Vallejo

Luego
Cartas de puño y reja y El viaje del hincha, Carolina Calle Vallejo publica con su Editorial remitentes "Estación cárcel. Pasaporte de crónicas", un volumen que reúne nueve crónicas que giran alrededor de la población detenida y de sus familias, y que fueron publicadas previamente en El Colombiano, Universo Centro o en su blog. 

El libro tiene un formato similar en color y tamaño al pasaporte colombiano. Ese pasaporte que sirve para entrar y salir del país es una metáfora del oficio de Carolina, quien lleva años entrando y saliendo de las cárceles de Medellín para contarle al mundo de afuera la vida de quienes pasan meses o años entre rejas. 
Las historias de la cárcel suelen ser conmovedoras, no porque todos los detenidos sean inocentes de los delitos de los que son acusados. Varios protagonistas de los relatos de Carolina se declaran culpables y aún así flota una sensación de injusticia, porque aunque las vidas y circunstancias son distintas, sí hay factores comunes que atraviesan todos estos dramas: familias pobres, con poca educación, pocas oportunidades e infancias marcadas por la violencia o la exclusión. 

Estación cárcel es un libro profundamente político, sin declaraciones panfletarias. Que en pleno siglo XXI el Estado siga aplicando castigos sobre el cuerpo de los ciudadanos, privándoles del sol y el movimiento, seguramente será visto en algunas décadas como una aberración.

Las crónicas de este libro fueron publicadas previamente en prensa. Todas envejecen bien, porque no responden a asuntos de coyuntura, pero quizás el tránsito del periódico al libro exige un poco más de reelaboración de la escritura. En estos textos prima la historia a narrar sobre el cuidado por el detalle de la forma narrativa. 

El libro incluye el texto de "El viaje del hincha", publicado previamente en formato de novela gráfica, la crónica "Sí acepto", con la que la autora ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 2019 y "Una carta de puño y reja", incluida en el volumen del mismo título. 

Estación cárcel. Pasaporte de crónicas
Carolina Calle Vallejo
Editorial remitentes
Medellín
2024
156 páginas

sábado, 22 de febrero de 2025

La grieta, de Juan Camilo Gallego Castro

Este libro es la historia de dos vecinos en una zona rural de Puerto Triunfo, Antioquia, en los años 70 del siglo XX. A un lado de la montaña viven los colonos Ramón y su primo Antonio, y del otro lado, separados por el río, están los hermanos Manuel y Horacio. Los vecinos se reunen con frecuencia en parrandas que incluyen aguardiente, y canciones con guitarra a cargo de Ramón. Todo es armonía y paz, hasta que deja de serlo. 

Las causas de la ruptura dependen de quién las narre: para Ramón, su vecino Manuel y los hijos de éste son muy cercanos al cura de la vereda Santa Rita, Bernardo López Arroyave, y ese cura tiene fama de guerrillero. Para Manuel, la razón es concreta: el 17 de septiembre de 1982 llegaron a su casa hombres armados preguntando por él. Como no estaba ordenaron que los hombres salieran de la vivienda. Mataron a sus hijos Carlos y Alirio Buitrago, a su cuñado Gildardo Ramírez, a su sobrino Fabián Buitrago y a Marcos Marín, un trabajador de la finca. En la masacre estuvo presente, dando las órdenes, su vecino Ramón Isaza, que ya para entonces era paramilitar. 

La grieta cuenta cómo, en cualquier lugar, puede estallar una guerra. La rivalidad entre las familias Isaza y Buitrago desencadenó una oleada de terror que dejó numerosos muertos en distintos municipios del Magdalena Medio: las víctimas de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, comandadas por Ramón Isaza, y las del frente Carlos Alirio Buitrago, del ELN, denominado así en memoria de los dos hermanos asesinados, y del que hicieron parte su padre Manuel y los hermanos que sobrevivieron a la masacre y luego también murieron víctimas del conflicto.

La grieta es un libro útil para entender el origen del conflicto armado en el Magdalena Medio, aunque puede dar una idea sobresimplificada al reducir el conflicto a la disputa entre dos familias. El libro cuenta que Ramón Isaza prestó servicio militar y como soldado combatió a la guerrilla en el sur del Tolima. Luego regresó a su tierra, trabajó en su finca y, por su pasado militar fue invitado a formar un ejército de autodefensa. El 22 de febrero de 1978, con apenas ocho escopetas se enfrentaron a las Farc. Desde ahí su grupo se llamó "Los Escopeteros". Recibió ayuda y armas del Ejército y quedó bajo órdenes del paramilitar Henry Pérez. En algún momento Pablo Escobar le propuso a Henry Pérez unirse en su causa de combatir al Estado, pero Isaza se opuso porque le pesaba su pasado como soldado. Así se fracturó la relación entre Isaza y Henry Pérez, e Isaza ya no sólo combatió a la guerrilla de la zona sino también a Pablo Escobar, quien se supone estuvo detrás del atentado que cobró la vida de John Kennedy, uno de sus hijos. Luego de la muerte de Escobar en 1993 su poder creció: llegó a comandar más de mil hombres y controló Puerto Triunfo, Puerto Nare, parte de Sonsón, el oriente de Caldas, el occidente de Cundinamarca y el norte del Tolima. En 1997 viajó a Córdoba para el nacimiento de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), con Carlos Castaño a la cabeza, y poco después otro de sus hijos, Omar, murió cuando el carro en el que transportaba 100 granadas explotó. En 2004 Ramón Isaza se acogió junto con su hijo Oliverio, alias "Terror" al proceso de desmovilización. Pagó 8 años de cárcel y hoy vive en Casa Azul, en Doradal, y según el libro es un hombre enfermo de hipertensión, diabetes, párkinson y escoliosis. Su otro hijo, Ovidio, alias Roque, no se desmovilizó, fue capturado en 2012 y espera un proceso de extradición, mientras que su esposa ya fue extraditada.

Por su parte, el cura Bernardo López Arroyave si bien nunca hizo parte del ejército militar del ELN sí facilitó que miembros de la vereda Santa Rita se enrolaran en esa guerrilla, entre ellos los hijos de Manuel Buitrago, y eso originó  la masacre de 1982 en la casa de Manuel Buitrago. Al cura lo mataron el 25 de mayo de 1987 en Sincé, Sucre y finalizando ese mismo año se registró la primera acción del Frente Carlos Alirio Buitrago: un retén en la vereda La Josefina, en la autopista Medellín-Bogotá. El frente tenía 30 personas y entre ellas estaban Manuel Buitrago, el papá de Carlos y Alirio, su esposa Herlinda Ramírez y sus hijos Rigoberto, Gonzalo, Gustavo y Gabriel. León fue el único que no se enroló y que sobrevivió a ese conflicto.

La grieta es un reportaje que narra en paralelo la historia de dos familias violentas. El autor humaniza a los personajes, pero esa humanización tiene el riesgo de construir una falsa equivalencia, porque al mostrar a los perpetradores como víctimas, se desdibujan los miles de víctimas desarmadas que cayeron en en medio de este fuego cruzado y que nunca emprendieron el camino de la guerra y la venganza. No obstante, el libro sobre las víctimas podría ser otro libro: éste es sobre Manuel Buitrago y Ramón Isaza y sin duda aporta datos interesantes para entender mejor el conflicto que asoló durante años al Magdalena Medio.


Algunos subrayados

Del prólogo de Francisco de Roux:
(La guerra) afecta sobre todo a los que no quieren la guerra (p. 13)

Recuerdo cuando subí a Medellín por el camino de Cisneros para ver a Álvaro Uribe, gobernador de Antioquia, y decirle que parara a las Convivir porque Ramón isaza era un paramilitar. Me respondió que estaba equivocado y seguiría apoyándolos (p. 14).

Del libro:
A veces el pasado es una ficción, un relato amasado cientos de veces, alimentado por imágenes opacas, sueños y pesadillas, nuevos testimonios, y más detalles, así no hayan sucedido (p. 67).

Aquí no hay una historia de buenos ni de malos, de limpios ni de sucios, porque lo que se mataron y murieron fueron vecinos y amigos, desconocidos y enemigos, que creyeron en unas causas, justas o no, y que por delante se llevaron tantas vidas, por la rabia o la venganza o la revolución o la defensa del Estado (p. 74).

Las Mercedes, donde vivió Ramón cuando era campesino y guitarrero, a donde llegó cuando bajó de las montañas de Argelia, en donde creció su familia, fue y sigue siendo un territorio de los Isaza (p. 75). 

En décadas, esa región pasó de ser colonizada por agricultores como los Buitrago, los Mazo, los Daza, los Castaño, los Ramírez y los Isaza, a terminar en manos de petroleras, grandes ganaderos y comerciantes (p. 78).

el dolor que causó el exterminio del Movimiento Cívico del Oriente, el que se opuso a las hidroeléctricas que para siempre cambiarían la vocación de la región (p. 83). 

Siempre ha habido un lema en la guerra y es que el problema es de los hombres y no de las mujeres (p. 103). 

Mientras los Isaza querían vengar en Pablo Escobar la muerte de John Kennedy, los Buitrago querían vengar en Ramón la masacre de Santa Rita (p. 105). 

La guerra es una masacre de jóvenes que no se conocen y se matan de cuenta de quienes sí se conocen, pero no se matan (p. 118).

Los campesinos en Colombia lo saben: si hay un grupo, se acomodan a él; si hay dos grupos, juegan al equilibrista (p. 119).

¿Qué nos deja la guerra? lo primero que pienso es que nos deja una grieta. En esa grieta caben el odio y la venganza, las despedidas que aumentan y las ausencias que estarán por siempre (p. 136). 

entre 2003 y 2006 el presidente Álvaro Uribe Vélez acordó con los paramilitares la desmovilización de 35.317 combatientes. Entre ellos estaban su abuelo Ramón y su tío Oliverio. Pero Roque, su tío preferido, decidió seguir armado, seguir siendo el Señor, seguir controlando el Magdalena Medio (p. 141). 

El Viejo le da varios besos y sonríe. Además de los siete hijos de su matrimonio, tiene veintidós nietos y once bisnietos (p. 157).

La grieta
Juan Camilo Gallego Castro
Editorial Sílaba
Medellín
agosto de 2024
184 páginas

martes, 31 de diciembre de 2024

No es un río, de Selva Almada

Enero Rey, El Negro y Eusebio son amigos desde la infancia. Crecieron en el mismo barrio y ahora que están adultos salen a pescar en río que no sabemos cuál es pero es un río grande y profundo porque tiene islas y porque allí pescan rayas. Eusebio es el papá de Tilo, pero está separado de Diana Maciel, la mamá. Está separado al momento de su muerte, porque Eusebio murió y Tilo ya no es un niño sino un joven que va a pescar con Enero y El Negro, los amigos de su papá. 

"No es un río" relata en tres tiempos entremezclados el pasado de Enero, El Negro y Eusebio, el viaje de los dos amigos con Tilo a la isla, en donde conocen a Lucy y Mariela y lo que ocurre con ellas después. Pero la estructura del libro no está dividida en capítulos ni está armada de manera cronológica, de manera que el lector tiene la tarea de ir armando los fragmentos que la escritora tiene claros desde el comienzo y que para quien entra en este río son visibles apenas por trozos. 

Selva Almada construye una historia muy masculina, con frases cortas y diálogos escasos y breves. La descripción también es exigua. Los personajes se delinean a partir de sus acciones y sus silencios. La pesca exige paciencia, silencio y tiempo y así mismo la autora exige que el lector tenga paciencia, tiempo y concentración para que emerjan no solo la historia de violencia que narra (de varias violencias) sino también el perfil de cada personaje. 

La acción ocurre en un río y una isla sin nombre. El único referente espacial es la ciudad de Santa Fe y también al comienzo menciona Paraná. No hay tampoco referentes temporales o históricos precisos. Sólo el uso de palabras como bikini y la presencia de carros o de botes con motor de gasolina permiten ubicar la historia en un contexto contemporáneo. Si no fuera por esos anclajes, la acción podría ubicarse en tiempos más remotos. 

En el libro hace mucho calor. Hay un clima ardiente y hay además fuego en varias escenas. Este sopor que enrarece el aire se acentúa además con un enrarecimiento del lenguaje. Si la literatura es una afectación de la lengua en esta novela hay múltiples ejemplos de ello. Se trata de un libro en español, pero en un español de una zona específica ubicada al norte de Argentina, con la influencia guaraní paraguaya, y por eso el lector se encuentra con palabras como tanzas, gurises, yuyos, pilchas, chircas, chota, bambula, viyela, chúcara, porrón, picuí, aguaribay, sucucho, abichado, acaroína y muchas otras. En casi todas las páginas hay palabras que exigen ir al diccionario o deducir su sentido a partir del contexto. Esa afectación, sumada a las frases cortas, le da al texto una musicalidad singular, que hace de este libro una pieza única.

Algunos subrayados
Este hombre no es de este monte y el monte lo sabe. Pero lo deja. Que se meta, que se quede el tiempo que le lleve juntar la leña. Después, el propio monte va a escupirlo, los brazos llenos de ramas, otra vez hacia la orilla (p. 21).

Las hermanas eran evangélicas y para ellas todo lo que no era cosa de Dios era cosa del diablo (p. 30). 

A veces los sueños son ecos del futuro (p. 34). 

La casa está en silencio, de no ser por los pequeños quejidos que hacen las casas en verano. La chapa de cinc dilatándose por el calor. El ir y venir de los ararás que taladran las vigas de madera. El piso de cemento que cruje en alguna parte, el comienzo de una grieta nueva. La respiración pausada de su humanidad recién despierta (p. 86). 

¿Será que piensa tanto en la madre porque hijos no tuvo? ¿Será que la gente con familia propia ya no piensa tanto para atrás sino para adelante? (p. 87).

Una cosa es divertirse un rato y otra armar familia (p. 89). 

Algo le molestaba de su presente en ese lugar de mala muerte y algo de su pasado, como si fuera dos personas distintas que solamente se parecen en la incomodidad (p. 112). 

Mejor no hablar para no embarullarse (p. 120). 

Está contento como perro con dos colas (p. 122). 


No es un río
Selva Almada
Penguin Random House
Buenos Aires
2020
138 páginas

Los nombres de Feliza, de Juan Gabriel Vásquez

De manera similar a la forma en la que reconstruyó la vida de Sergio Cabrera en " Volver la vista atrás ", Juan Gabriel Vásquez recrea la vida y la muerte de la escultora Feliza Bursztyn en "Los nombres de Feliza", un libro que parece un gran reportaje que viaja entre Bogotá, Nueva York y París, y que reconstruye una época de grave violencia estatal en Colombia, olvidada o sepultada por las Múltiples violencias posteriores, como fue el Estatuto de Seguridad de la Presidencia del dizque liberal Julio César Turbay (1978-1982).

Feliza cambió su nombre de pila Felicia por el de Feliza porque quería que desde allí se honrara un rasgo omnipresente de su personalidad: se consideraba una mujer feliz. Vásquez presenta la visión que construyó a partir del diálogo con el exmarido de ella y otras fuentes, y muestra a una joven que crece en una familia judía en Bogotá, se gradúa del colegio en NY ya los 23 años es una mujer divorciada, madre de tres hijas que quedan al cuidado de su exmarido gringo. La vida de Feliza es de libertad radical y de búsqueda estética. Vive un amor intenso con el poeta Jorge Gaitán Durán, quien fallece en un accidente aéreo, y luego se casa con Pablo Leyva, un ingeniero ambientalista bogotano que llega a darle paz y algo de orden al caos vital de Feliza. 

Pablo es el hilo conductor de la novela de Vásquez. Es a través de su visión y su memoria, de sus recuerdos, que asistimos a esa vida intensa y feliz que se rompe en julio de 1981 cuando un allanamiento militar irrumpe en la vivienda de la pareja y se lleva a Feliza detenida por un tiempo corto (¿un día? ¿dos días?) pero suficiente para romper la vida conocida en pedazos. A los pocos días sale exiliada para México, vive en la casa de Gabriel García Márquez ya finales del año se reúne con Pablo en París para iniciar una nueva vida. En esas estaban cuando súbitamente Feliza "se murió de tristeza", como escribió García Márquez en una crónica poco después de que falleciera ante él.

Juan Gabriel Vásquez ha dicho varias veces que le interesa la forma en la que la política o los asuntos públicos alteran las vidas privadas de la gente. Si eso era visible en la vida de Sergio Cabrera lo es aún más en la vida trunca de Feliza. Este libro ofrece un fresco no sólo de esa artista sino también de los años 70 y comienzos de los 80 en Colombia: desde el rol de Marta Traba hasta el surgimiento del M-19, pasando por el impacto de la Revolución Cubana en los movimientos guerrilleros colombianos. De todo esto se habla en tono periodístico en "Los nombres de Feliza", desde la perspectiva de una mujer que nunca quiso ser ama de casa, aunque su figura en este libro aparece distante y brumosa, porque está mediada por el lente de dos hombres que la narran: Pablo Leyva y Juan Gabriel Vásquez.

Algunos subrayados
Pero los recuerdos, sobre todo los que son dolorosos, no acuden de manera automática cuando los invocamos, sino que es necesario cortarlos, porque son como animales reticentes que no se atreven a acercarse, ya veces tenemos que ponerles una carnada para que salgan de su escondite (p. 16).

nunca he podido liberarme de una superstición de periodista que quiere corroborarlo todo, hasta los detalles sin importancia aparente, como si faltarles al respeto a las pequeñas verdades del mundo de los sentidos fuera de condenar toda una vida humana al infierno de la mentira (p. 20).

Toda persona, en un momento o en otro, imagina la posibilidad de ser otra en otra parte: en otro cuerpo, en otro tiempo, en otro país (p. 43). 

Lo malo de querer tanto a una persona es creer que la conocemos: la ilusión de saber lo que piensa y lo que siente a cada instante, el espejismo de entender sus demonios y sus pesadillas igual que entendemos los nuestros (p. 47). 

Le recomendaban discreción: hacerse notar no era cosa de señoritas (p. 63).

Hay gente para la cual no importa y ni siquiera existen los cuentos de los otros, gente que vive sin contar lo que vive (p. 64).

dejando que los hechos comprobados se confundieran con imágenes que mi cabeza construyó, recuerdos esos imaginarios que son con frecuencia la única manera que tenemos de visitar el pasado (p. 93).

esto debía de ser la felicidad: que alguien nos mire como si nos tuviera que hacer de barro (p. 105).

ciertos libros cambian después de que uno ha pasado por ciertas cosas (p. 118).

Había algo en el exilio forzoso que convertía cada objeto en el fantasma de una memoria, despertándola o pidiendo evocarla (p. 133).

Aquí no hay ideas, no hay debate: hay violencia, violencia pura, violencia en todas partes (p. 142). 

el peor enemigo de la izquierda radical no era la extrema derecha, sino la izquierda moderada, y la bestia negra para un marxista-leninista era un maoísta o un trotskista, y la bestia negra para un trotskista era un guevarista o un marxista-leninista, y mientras tanto el continente entero se hundía bajo las dictaduras militares y se iba a seguir hundiendo (p. 153). 

había comprendido sobre todo que los enemigos son muchos más de los que uno cree, y los amigos, en cambio, son muchos menos (p. 163). 

buscando peleas donde no las había para que nadie fuera a confundir silencio con conformismo (p. 175)


 
Los nombres de Feliza
Juan Gabriel Vásquez
Editorial Penguin Random House
Bogotá, 2024
280 páginas

sábado, 28 de diciembre de 2024

La carne hecha verbo, de Beatriz Zuluaga

El "Encuentro de poetas colombianas" que se realiza desde 1984 en el Museo Rayo de Roldanillo, Valle, bajo la dirección de la poeta Águeda Pizarro, homenajeó en 202 a la poeta manizaleña Beatriz Zuluaga y como fruto de este reconocimiento Ediciones Embalaje publicó en una edición artesanal el libro "La carne hecha verbo", una antología de su obra poética.

El libro abre con un prólogo escrito por Águeda Pizarro en el que esta autora destaca características de la obra de Beatriz Zuluaga, y entre ellas resalta la integridad: "no sólo la integridad ética, aunque la hay -Beatriz Zuluaga siempre es consecuente con su ser de poeta y de mujer" (p. V). Más adelante Pizarro complementa: "El léxico de Beatriz Zuluaga es único. Usa un lenguaje cotidiano como el de los nadaístas, y otro siempre claro y llano, que produce imágenes insólitas yuxtaponiendo elementos teatrales. Entre estas partes no hay fisuras, todo fluye, se complementa y se reencuentra. Como otros miembros de su generación, el humor es necesario para la poesía y para la vida" (p. VIII). Pizarro llama la atención sobre el rol que Beatriz Zuluaga ejerció como periodista y que le dejó "el ojo, el oído y el tacto afinados". 

Vale la pena resaltar que ese doble oficio en el periodismo y la poesía es común también a otras escritoras destacadas de Caldas como Blanca Isaza y Maruja Vieira.

Luego del prólogo el volumen incluye un conjunto generoso de poemas, sin índice y sin indicación sobre el libro en el que fueron originalmente publicados. La lectura de esta selección permite identificar a una poeta muy segura de su deseo y su corporalidad. Una mujer fuerte que toma la iniciativa y que no se niega a segundas oportunidades. Al mismo tiempo algunos poemas traen un dejo de amargura, de desazón ante el dolor, la injusticia o la muerte, aunque no se trata de duelos etéreos sino de experiencias cotidianas.


El volumen cierra con el poema "Si preguntan por mí", que según Beatriz Zuluaga es el que mejor la define, pero trae también otros títulos claves como el que le da nombre al libro, así como Habitación propia y Eres eros, entre otros.

Beatriz Zuluaga nació el 11 de noviembre de 1931 en Manizales y murió el 19 de marzo de 2024 en Bogotá, luego de una larga vida dedicada a la literatura y el periodismo.


Si preguntan por mí...
diles que salí a cobrar la vieja deuda
que no pude esperar que a la vida
se le diera la gana de llegar
a mi puerta.
Diles que salí definitivamente
a dar la cara sin pinturas
y sin trajes el cuerpo.
Si preguntan por mí...
diles que apagué el fuego,
dejé la olla limpia y desnuda la cama,
me cansé de esperar la esperanza
y fui a buscarla.
Diles que no me llamen...
Quité el disco que entretenía en boleros
el beso y el abrazo
la copa estrellé contra el espejo
porque necesitaba convertir
el vino en sangre
ya que jamás se dio el milagro
de convertirse el agua en vino.
Si preguntan por mí...
diles que salí a cobrar la deuda
que tenían conmigo el amor,
el fuego, el pan, la sábana y el vino,
que eché llave a la puerta
y no regreso.
¡Definitivamente diles
que me mudé de casa!


La carne hecha verbo
Beatriz Zuluaga. Prólogo de Águeda Pizarro
Ediciones Embalaje
Roldanillo, Valle
Julio de 2020
100 páginas

domingo, 15 de diciembre de 2024

Crónicas recuperadas, de Ricardo Sánchez Arenas

Luego de hurgar en periódicos antiguos, el periodista pereirano Mauricio Ramírez Gómez se dio a la tarea de seleccionar, editar y publicar una colección de crónicas firmadas por Ricardo Sánchez Arenas entre los años 30 y 40 en El Diario, de Pereira, periódico dirigido por Emilio Correa Uribe. 

El resultado de este esfuerzo es "Crónicas recuperadas", un volumen de 86 páginas en formato de bolsillo, que recoge 12 crónicas escritas por Ricardo Sánchez: cuatro sobre la historia de Pereira, otras cuatro sobre el tiempo que el autor pasó por  el leprocomio de Agua de Dios, recluido por causa del bacilo de Hansen, y las otras cuatro sobre temas diversos como el cine, la moda, el apellido de Bolívar y la memoria del caricaturista Ricardo Rendón.

Escribe Mauricio Ramírez sobre el cronista en la presentación del libro: "Ricardo Sánchez Arenas nació en Pereira el 7 de enero de 1888. Era hijo de Clotario Sánchez, dueño de la primera biblioteca que tuvo Pereira, aspecto que debió influir en su formación. Durante las primeras décadas del siglo XX, se destacó como comerciante. Su local estaba ubicado en la esquina sur oriental del cruce de la carrera séptima con la calle 23. Laboró en Manizales como agente viajero de Droguerías Unidas y del Almacén Americano. Fue corresponsal de El Tiempo y La Patria; publicó muchas notas en periódicos y revistas nacionales con el seudónimo ‘Fierabrás’. En su columna “Reportajes Informales”, publicada en revistas, divulgó numerosas entrevistas a personajes de la vida regional. Dichas entrevistas no han sido recogidas en libro. Fue también cofundador y secretario de la Sociedad de Mejoras Públicas de Pereira, en 1925, con Manuel Mejía Robledo. Falleció en esta misma ciudad el 20 de junio de 1946".

Las crónicas de Sánchez tienen algunos elementos comunes con las que publicó Tomás Calderón Ramírez, conocido como "Mauricio", en La Patria desde finales de los años 20 y hasta su muerte en 1955: interés por la historia de la fundación de las ciudades, descripción de la vida cotidiana y de personajes pintorescos, en particular por los ancianos, uso del humor costumbrista y referencias a elementos folclóricos. 

Resulta particularmente interesante su texto sobre el terremoto del 31 de enero de 1906, uno de los más fuertes que ha sufrido Colombia, así como su crónica sobre Pereira, Manizales y Armenia. Narra que un viaje de Pereira a Manizales le tomó casi tres días, y un viaje de Pereira a Armenia duró una semana completa. También cuenta que hacia 1915 en Pereira "teníamos planta eléctrica, buen acueducto" (p. 38).

Para los musicólogos puede ser de mucho interés la conversación que sostiene Sánchez con el maestro Luis Antonio Calvo, recluido con él en el leprocomio de Agua de Dios. El maestro Calvo dice: "llegué al lazareto el 12 de mayo de 1916". Su deceso se produjo en el mismo lugar en 1945.

Sobre el suicidio del caricaturista Ricardo Rendón dice que el origen de su depresión estuvo en el fin de la Hegemonía Conservadora: "Yo no puedo vivir sino dentro de la sistemática oposición al Gobierno. El triunfo de Olaya me partió por el eje y yo no puedo volverme godo" (p. 74), escribe Sánchez que le dijo Rendón meses antes de su muerte.

Llama la atención una nota sobre la publicación del libro: "Destiempo es una iniciativa autogestionada que tiene como propósito la circulación de textos literarios y periodísticos, recuperados o inéditos, para motivar la investigación y encontrar nuevas relaciones con el presente". Sin duda la recuperación de voces periodísticas y literarias del pasado que quedaron olvidadas es un esfuerzo necesario para construir una mejor historia sobre la escritura regional y para encontrar nuevos datos y registros sobre el pasado de este territorio.

Algunos subrayados
Fuimos a Europa sin estar preparados (p. 22).

Cuando con porciones de territorio de Antioquia y el Cauca, el general Reyes, hace hoy 40 años, fundó el departamento de Caldas, la ciudad escogida para su capital, Manizales, era un modesto poblado poco más o menos de lo que hoy es Pácora (p. 32). 

sólo nos faltaba conocer a los notables del pueblo, para lo cual solo nos bastó pararnos en la esquina de la Catedral una hora. Por allí desfilaba toda la ciudadanía (p. 34). 

(Pereira) es hoy la quinta ciudad de Colombia y será la cuarta cuando el aeródromo de Matecaña esté terminado (p. 39).

Crónicas recuperadas
Ricardo Sánchez Arenas
Mauricio Ramírez Gómez (Compilador)
Destiempo, Colección Literaria
Pereira
2024. 

lunes, 4 de noviembre de 2024

Qué hacer con estos pedazos, de Piedad Bonnett

Emilia tiene 64 años, escribe crónicas para una revista a la que solo va al consejo de redacción cada 15 días, y en donde todos los periodistas y jefes son mucho más jóvenes que ella. Vive con su marido de toda la vida, que toma decisiones por ella sin que eso le parezca anómalo, y sobreviven en una tensa convivencia que se alimenta de rutinas y silencios. Emilia tiene un hermano, Luciano, que vive viajando, y una hermana, Angélica, que es quien está pendiente de la cada vez más deteriorada salud de su papá. La hija de Emilia, Pilar, tiene 30 años, está casada y vive en otro país con su marido y su hija Sara. Emilia resiente el desapego de su hija, y no habla con nadie de Pablo, su hijo que murió súbitamente cuando tenía once meses de nacido. La persona con la que a veces conversa infidencias es Mima, la empleada de la casa, madre de Betsy, quien a su vez es madre de un niño de 3 años.

Esta es la cartografía de afectos y desafectos en la que se teje Qué hacer con estos pedazos, una novela en la que Piedad Bonnett utiliza la metáfora de la remodelación de una cocina para mostrar cómo pequeños cambios pueden sacar a flote grandes grietas en la convivencia cotidiana. En principio Emilia es una mujer normal, con una vida normal y una familia normal, sin grandes problemas, pero a medida que avanza el relato se entiende que Emilia es una equilibrista que ha hecho del silencio, el aguante y la sumisión su forma de vida, todo para no romper la frágil armonía familiar.

Feminicidio, clasismo, apariencias, envejecimiento, machismo y silencios familiares son los hilos que tensan esta novela en la que se presta voz a una mujer madura para preguntarse, luego de toda una vida de entrega y amor, si realmente todo eso valió la pena. Leer esta novela en paralelo con La mujer incierta puede ser un ejercicio de leer desde la ficción y la no ficción la lectura que hace Piedad Bonnett sobre lo difíciles que son las relaciones familiares y cómo los micromachismos alimentan el día a día de la convivencia en pareja.

Algunos subrayados

Porque a los veinte, una biblioteca es una ilusión, a los cuarenta un lugar de pleinitud y a los sesenta un recordatorio permanente de que la vida no te va a alcanzar para leerlos todos (p. 12).

Se antoja de alguno, lo empieza a leer de manera urgente, para luego dejarlo muchas veces por la mitad. Por aburrición. Por avidez de leer otro. Porque un viaje. Porque en realidad quisiera leerlos todos al mismo tiempo (p. 13). 

cuando se es pobre da miedo comprar libros (p. 13).

una narración cualquier narración es algo que siempre derrota el vacío, que crea un vínculo o sostiene el que todavía existe (p. 22).

preguntar es como tirar anzuelos a una laguna llena de peces: algo cae (p. 27).

viajar era para él abrir una puerta a la incertidumbre, a la ansiedad, al malestar (p. 33).

La rivalidad, la envidia y el odio a menudo crean vínculos más fuertes que el amor (p. 34).

a veces puede durar ocho, diez horas, frente al computador. Es para que las ideas no se me escapen. Es que ya cogí el ritmo. Es para mantener el tono. En realidad, aunque Emilia no lo sabe, lo que esas horas le dan es aire y fuego. Oxígeno para que haya compustión en su vida marchita (p. 36).

En la incondicionalidad perenne de su madre, en su incapacidad de rebeldía, Emilia creía reconocer un mandato transmitido de abuela en abuela. También su madre las instaba a ella y a su hermana a la sumisión (p. 38). 

esa extraña capacidad que tienen tantos hombres de erigirse como patrones o patriarcas mientras se comportan, sin aparente contradicción, como hijos incapaces (p. 39). 

Envejecer es reununciar. Dejar atrás. Desinteresarse (p. 57).

La amistad con ella es como recorrer desde la ventanilla de un tren un país desconocido, de paisajes siempre distintos y atrayentes (p. 60).

Sólo el tiempo es capaz de señalar la rotundidad del fracaso (p. 80).

El dulce placer de procastinar (p. 81).

Como siempre que está por salir de esos paréntesis que son sus viajes, una nostalgia prematura se mezcla con el deseo de volver (p. 116).


Qué hacer con estos pedazos
Piedad Bonnett
Editorial Alfaguara
Bogotá
Noviembre de 2001
168 páginas

sábado, 26 de octubre de 2024

Darién, de Federico Ríos Escobar

Una noche de lunes el querido Juan Sebastián Bar está atestado de gente. Hay muchas personas de pie que ni siquiera alcanzan un rincón de la barra para poder ubicar allí su vaso. Otros ni siquiera pueden entrar. Al fondo hay una improvisada tarima con una mesa. El fotógrafo y editor de Raya, Santiago Escobar-Jaramillo conversa con la estrella de la jornada: Federico Ríos Escobar, quien hace más de dos décadas empezó su vida laboral como mesero en este bar de Manizales y ahora es fotógrafo del New York Times y finalista en el premio Pulitzer. Es 21 de octubre de 2024 y Federico elige Juan Sebastián Bar como la primera de muchas paradas que hará para presentar su fotolibro Darién. Está en casa, con los amigos, y los amigos no caben en el recinto, que se queda pequeño para el tamaño de su obra.

En 2021 Federico Ríos publicó Verde un fotolibro que recoge su trabajo de muchos años registrando imágenes de la intimidad de las Farc. En su momento buscó editoriales que una a una lo fueron rechazando porque publicar un libro en donde los guerrilleros se ven como seres humanos y no como monstruos podría generarles ruido. Se alió entonces con su amigo, socio y editor Santiago Escobar-Jaramillo y publicó su obra. La preventa se hizo por Vaki y cuando resultó la plata necesaria imprimieron Verde. Fue un éxito inmediato y le siguieron varias reimpresiones. Federico comprobó que sí tiene un público ávido de sus fotos y por eso para publicar Darién utilizó la misma fórmula: alianza con Raya Editorial y preventa por Vaki. Estar por fuera de los canales comerciales de distribución es también un mensaje.

Del Darién aprendimos en el colegio que es la frontera entre Colombia y Panamá y que es un tapón de selva tan espeso que por eso la carretera Panamericana no recorre de Norte a Suramérica sin interrupciones. Allí se corta. Eso fue lo que supimos del Darién durante décadas, hasta que hace pocos años Federico Ríos empezó a contar otra historia sobre este territorio: la de miles de migrantes, sobre todo venezolanos, pero también afganos, chinos, haitianos y de diversas nacionalidades, que se someten a una travesía extenuante, peligrosa y costosa con tal de llegar a Centroamérica para continuar hacia Estados Unidos y lograr el sueño americano. El recorrido se cuenta en tres líneas, pero puede tardar un año, acabar con el exiguo capital de una familia y en muchas ocasiones que nadie cuantifica cobra la vida de los migrantes, o la tranquilidad, porque las agresiones sexuales en el lado panameño son constantes y masivas.

En la presentación de Darién Federico y Santiago contaron que tenían más de 33.000 fotografías para elegir, tomadas a lo largo de 11 años. El reto consistió en seleccionar 200 que contaran una historia clara. El libro trae un prólogo de Julie Turkewitz, la periodista del New York Times que ha acompañado a Federico en diversos recorridos por esta frontera, y a continuación vienen las imágenes, que a veces se complementan con pequeños textos en los que el autor ofrece contexto y, sobre todo, cuenta quiénes son los migrantes.

Darién documenta una enorme tragedia humanitaria de la que se habla poco. Los ricos migran en avión pero los que poco tienen deben hacerlo a pie durante meses, bajo lluvias o soles inclmentes, caminando entre la arena, el lodo, los ríos, y extorsionados por toda clase de personas que encuentran en la urgencia de los migrantes un negocio lucrativo. Darién es un libro profundamente político sin necesidad de enlistar presidentes o partidos: le enrostra al lector en primer plano cómo es que tantos sobreviven a guerras, dictaduras o decisiones políticas excluyentes. Se trata de imágenes impactantes, fuertes, que comunican una profunda empatía. Hay respeto por la dignidad de las personas fotografiadas y por eso es tan potente el mensaje de las últimas nueve fotos del libro: imágenes que los migrantes le envían por Whatsapp a Federico de sus nuevas vidas, luego del paso por el Darién. Pocos reporteros gráficos conservan con sus fotografiados relaciones cercanas tan perdurables en el tiempo. Eso habla de la calidad profesional del autor, que se sustenta en una visión humanista del periodismo que da esperanza en el oficio.

Darién
Federico Ríos Escobar
Raya Editorial
Manizales, Colombia
Septiembre de 2024
308 páginas

martes, 15 de octubre de 2024

La clase de griego, de Han Kang

Si "La vegetariana" parte de la pregunta ¿qué pasa si una mujer decide dejar de comer? "La clase de griego" parece ser la respuesta a ¿qué pasa si una mujer decide dejar de hablar?. Al igual que en "La vegetariana", en "La clase de griego" la premio Nobel Han Kang habla de sueños, pesadillas, de mujer divorciadas en la conservadora sociedad contemporánea de Corea, en donde el machismo se observa desde la aniquilación de la voz femenina hasta escenas de mujeres que reciben bofetadas. Hay también en los dos libros manchas marrón de sangre seca en la ropa, numerosos personajes sin nombre y 
árboles que se mueven como si fueran humanos o animales. Hay un lenguaje poético y reflexión sobre las honduras de la condición humana. Hay muchos elementos comunes y sin embargo la experiencia lectora es tan distinta que por momentos parecen libros escritos por dos autores diferentes. 

Mientras "La vegetariana" tiene un ritmo trepidante, de vértigo, en La clase de griego se privilegia la lentitud. La autora presenta a un profesor de griego que está a punto de perder la vista y a una estudiante de esta lengua muerta que, por segunda vez en su vida, ha dejado de hablar. El encuentro entre un hombre que pronto verá en sueños y una mujer a la que él no puede oír y tampoco podrá ver provoca una necesidad de aguzar otros sentidos. 

En esta novela Han Kang habla menciona el racismo que sufren los coreanos en Alemania, pero no se trata de una novela de denuncia. Hay dos cuerpos que transitan por Seúl en profunda soledad y la desconexión sensorial es la metáfora de sociedades en las que hay poco contacto. La obra también es una oda a la literatura, desde Borges hasta Platón: una reflexión sobre el sistema de pensamiento que se pierde cuando se muere una lengua, sobre las distintas dimesiones de significado que tienen las palabras a través de los siglos y sobre los lenguajes no convencionales, como la lengua de señas, el braille y otros sitemas. 

"La clase de griego" es una obra para paladear, para detenerse con lentitud en cada página, en los párrafos que son poemas, en las frases que evidencian por qué este premio Nobel estuvo bien asignado.


Algunos subrayados

sentía vergüenza de las oraciones que se desprendían de su lengua y de sus dedos como blancos hilos de telaraña (p. 15).

El lenguaje, que la aprisionaba y la hería como una prenda hecha con miles de alfileres, desapareció de un día para otro. Podía oirlo, pero su silencio como una gruesa y compacta capa de aire se interponía entre el caracol de sus oídos y el cerebro (p. 15). 

Una vez que alcanza su cota máxima, la lengua cambia hacia formas más sencillas, descendiendo en una curva suave y gradual. En cierto modo se trata de un deterioro, de su decadencia, pero desde otro punto de vista, supone un avance. Las lenguas europeas de hoy en día son el resultado de un largo proceso de evolución que las hizo menos estrictas, menos elaboradas y menos complicadas (p. 29). 

La gente cree que cuando dejas de ver bien empiezas a oír mejor, pero eso no es cierto. Lo que percibes, sobre todo, es el paso del tiempo (p. 38). 

Aunque cada tanto ocurra algo que valga la pena recordar, se borra sin dejar rastro alguno, sepultado bajo la mole gigantesca y opaca del tiempo (p. 39). 

descubrí que estar enamorado era como estar poseído (p. 44).

yo no habría necesitado tu voz tras quedarme ciego, pues, al mismo tiempo que el mundo visible se alejase de mí como la bajamar, nuestro silencio se había ido perfeccionando a la par (p. 47).

Simplemente no le gustaba acaparar espacio. Todo el mundo ocupa un espacio físico proporcional al volumen de su cuerpo, pero la voz se propaga a una distancia aún mayor. Y ella no deseaba amplificar de ese modo su persona (p. 50).

Para ella no existía una forma de relacionarse más inmediata y directa que la mirada, pues era la única forma de establecer contacto sin tocarse (p. 54). 

A veces no se siente como una persona, sino más bien como una sustancia, una materia sólida o líquida en movimiento. Cuando come arroz caliente, se siente arroz; cuando se lava la cara con agua fría, se siente agua (p. 58).

últimamente todo lo que escribo se convierte enseguida en algo apagado y sin vida (p. 72).

A veces me quedo pensando
en lo extraño que es formar parte de una familia,
en lo extrañamente triste que es eso (p. 78).

Cuando algún día escriba un libro, me gustaría que también tuviera una edición en braille, para que alguien lo leyera pasando sus dedos por cada letra y cada línea hasta el final. Eso sería como... una auténtica conexión, como tocar de verdad a esa persona (p. 107).

Que cuando le devolvamos al mundo material la vida, lo más frágil, blando y triste que poseemos, no recibiremos ninguna compensación. Que cuando llegue ese día, no podré recordar todas las experiencias que habré acumulado hasta entonces en términos de belleza (p. 117).

Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien (p. 120).

Con el tiempo... sólo veré en sueños (p. 148).

Me aterra no poder enmendar las palabras una vez pronunciadas, que esas palabras sepan mucho más de lo que yo sé (p. 155).



La clase de griego
Han Kang
Traducción de Sunme Yoon
Penguin Random House
Bogotá
Septiembre de 2023 (publicado originalmente en coreano en 2011)
176 páginas