viernes, 23 de diciembre de 2022

Blanca Isaza: escritora y editora (1898-1967), de Jorge Mario Ochoa Marín

Blanca Isaza de Jaramillo Meza fue una escritora nacida en Abejorral en 1898, y radicada en Manizales desde muy joven. Aunque siempre se dedicó a la actividad literaria, como autora de poemas, cuentos y como fundadora, directora y editora de la Revista Manizales, en donde publicó numerosos editoriales, crónicas y textos de diverso tipo, durante varias décadas fue conocida como la esposa de Juan Bautista Jaramillo Meza, como si el mérito mayor fuera ser la "esposa de".

Este libro del profesor Jorge Mario Ochoa es una versión de su tesis doctoral, accesible para el público no iniciado. En esta obra el profesor presenta el contexto de las mujeres escritoras en Colombia a comienzos del siglo XX, el papel de la prensa como espacio para las mujeres autoras, y luego se ocupa de la obra de Blanca Isaza, con particular énfasis en su narrativa: los cuentos y lo que publicó en "Itinerario Breve" la sección fija que tuvo en la revista Manizales. 


Como lo señala Ochoa, Blanca Isaza fue una escritora de prensa y eso moldeó su lenguaje, la extensión de sus textos y su tono. Así mismo fue una escritora conservadora, cercana a los parnasianos y el estilo de Guillermo Valencia, y renuente a nuevas formas literarias como las que surgieron con Piedra y Cielo. Su conservadurismo se amoldó bien al espíritu de la ciudad y también a los intereses de los comerciantes que con sus anuncios sostenían la revista. En ese sentido Blanca Isaza encarna un tipo de escritora que se presenta como "el angel del hogar": una autora que se amolda a lo esperado en su tiempo para las mujeres, como hijas, madres y esposas. 

Se trata de un libro valioso para el estudio de las escritoras colombianas y en particular de las escritoras del Gran Caldas, que hasta ahora han sido muy poco abordadas desde el ensayo académico. Contrasta el profundo trabajo investigativo y analítico que presenta el autor con el descuido en una edición universitaria que trae numerosas erratas, que delatan la falta de un buen proceso de edición y corrección de artes finales. 

Algunas citas

Su escritura se desenvuelve en medio de la actividad cotidiana (p. 12).

Jana Marie Dejong sitúa a Blanca Isaza, junto a Laura Victoria, Juanita Sánchez Lafaurie y Paz Flórez, entre otras, en la generación que marcó el tránsito entre las escritoras románticas del siglo XIX -Josefa Acevedo de Gómez, Soledad Acosta y Agripina Montes- y una nueva generación que empezó a publicar durante la década del 40, ya aclimatada a las nuevas corrientes estéticas del siglo XX (p. 15).

la generación de escritoras colombianas nacidas en el umbral de los siglos XIX y XX, que empezó a publicar en periódicos y revistas entre las décadas de 1910 y 1930. Su iniciación en la literatura representó -para las mujeres en general- el salto de la lectura a la escritura (p. 22).

El ritmo de la escritura se adapta al ritmo de la vida doméstica, los temas relacionados con las labores se incorporan a los poemas, moldean su voz, su vocabulario y las representaciones de su yo (p. 23). 

Los textos de Blanca Isaza fluyen entre la revista y el libro: en la mayoría de los casos, su fuente es la producción del poema, la crónica o el cuento para la revista y el final del ciclo es la recopilación del texto en un libro, unos años después (p. 24). 

Al finalizar el siglo, en medio de un índice de analfabetismo que alcanzaba el 80%, el 34% de la población alfabetizada era femenina. La educación fue su primera oportunidad de profesionalización: un 37% de los institutores eran mujeres (p. 31).

Las mujeres latinoamericanas debían compaginar el modelo cristian de la madre abnegada y devota, con el modelo de la madre educadora que requería la nación y de cuya instrucción dependía la virtud moral de la sociedad (p. 33).

la poesía fue un importante vehículo para la transmisión de los valores patrióticos, el culto de los héroes y la preservación de los monumentos (...) El prestigio del poeta en el siglo XIX tiene mucho que ver con una educación que tenía como tarea la preservación de la memoria histórica. La formación moral de las futuras madres debía pasar necesariamente por la literatura; la base de su formación ciudadana era la lectura de los poetas más respetados (p. 33). 

Para mantener su nombre a salvo de la publicidad, la mayoría prefería firmar sus escritos con seudónimo. Fueron autodidactas, al igual que muchos escritores de la época, pero todavía estaban marginadas de los cafés y espacios públicos donde los hombres discutían o se enteraban sobre autores y publicaciones recientes, donde podían tratar con los escritores y conocer nuevas propuestas estéticas. Existía también el viejo tempor de las mujeres de letras a ser tildadas de "bachilleras" (p. 37).

asumían una actitud dubitativa frente a la propia obra que podía pasar por falsa modestia, pero no era así. Reconocían que hacían versos, pero como si estuvieran pidiendo disculpas por ello (p. 38).

La producción literaria de las autoras de esta época estuvo limitada a publicaciones breves en la prensa (poemas y cuentos, principalmente) y concursos literarios para mujeres; muy pocas tuvieron la oportunidad de publicar libros (de escasa circulación, además).(p. 39). 

la mujer altiva, combativa y a veces jactanciosa que hablaba en su primer libro, se transformó luego en la sumisa, sencilla, casi infantil y dada a pasar por desapercibida, con la cual terminó por identificarse en la mayor parte de su obra (p. 71).

(Escribe el padre Fabo): se editaban cada vez más novelas "y lo que es peor, escritas por mujeres. ¡La novelista hembra! He aquí el mayor contrasentido del arte inmoral cultivado por quienes, debiendo ser ángeles de luz, se truecan en arpías coronadas de serpientes (p. 77).

en sus escritos aparecían con frecuencia palabras como castidad, pulcritud, recato, decoro, virtud, ternura y devoción. Los lectores, en su mayoría varones, veían en ella el reflejo de las mujeres de sus propios hogares (p. 87). 

Blanca resaltaba el hecho de que fue escritora de cuentos desde el primer momento; la razón era que con ellos podía explorar su "sentido trágico de la vida" y el de sus personajes. Esta explicación revela, en primer lugar, una tensión que la autora advirtió desde temprano y la llevó a alternar entre los dos géneros como formas de expresión del estado del ensueño y de la mirada cruda de la vigilia (p. 92). 

al no encontrar más opciones, como el ensayo o el artículo de opinión, las escritoras colombianas de esta época debieron recurrir a la poesía y el cuento para poder publicar en las revistas culturales. La poesía fue el género más popular entre ellas porque era el que daba prestigio, pero el cuento resultó ser el camino idóneo para hablar de una realidad inmediata no idealizada (p. 93). 

Las revistas literarias de la época debían servir de bisagra entre un público letrado que consideraba la literatura un signo de prestigio social y otro sector que había llegado a la cultura por otras vías alternas a los libros: el cine, la radio, los espectáculos teatrales, los periódicos y las revistas" (p. 95). 

tanto la estructura misma del cuento como su propia condición femenina forzaban a la autora a abordar los hechos desde el conflicto trágico de las mujeres, atrapadas en los valores de una sociedad dominada por los hombres (p. 103). 

Es también explícita la simpatía de la autora por el personaje masculino (...) el excesivo celo por enfocar los hechos desde una mirada masculina le impide a la autora ver el conflicto desde la perspectiva de la muer (p. 107). 

la literatura aún no tenía ojos ni voz para ella. La autora no aborda la perspectiva de la mujer; el lector ignora la dimensión de su soledad: solo puede imaginarla debajo de sus palabras (p. 108).

Las revistas literarias, sobre todo en la provincia, cumplieron la doble función de popularizar la cultura letrada y de impedir la entrada de nuevas corrientes estéticas y literarias (p. 115). 

Como es usual en los cuentos de Blanca, a pesar de que los personajes femeninos ocupan el centro de las historias, los hombres son quienes juzgan, aceptan o reprueban el comportamiento de las mujeres (p. 118). 

Blanca se constituyó en una de las primeras autoras colombianas de esta generación en abordar delante de los lectores su propia condición de escritora, a pesar y en medio de las relaciones de sometimiento en que se encontraba la mujer. no es contestataria ni marginal; en lugar de ello prefiere adaptarse e integrarse a esa situación (p. 119). 

Gabriela Mistral llamaba "oficio lateral" a aquellas labores manuales sobre el tejido, la madera o la tierra que muchos escritores habían convertido en afición permanente para distraerse de la actividad intelectual y mantener el ánimo jovial (p. 145). 

(Angela) Robledo llama "retórica del autodesprecio", caracterizada por el uso de expresiones como "modestia", "humildad", "ingenuidad", que disminuyen el yo de la mujer dentro del discurso (p. 155).

El caso de la revista Manizales es especial en el país, en cuanto se trata de una publicación dirigida por una mujer, pero orientada hacia un público letrado, en su mayoría masculino (p. 160). 

Manizales se presentaba, así, como un eslabón en la historia de la prensa y de la cultura letrada que había empezado en el XIX con El Ruíz. Periódico científico, literario e industrial, publicación semanal fundada en 1874 por Alejandro Restrepo, primer telegrafista e impresor de la ciudad. Después de l Ruiz hubo alrededor de veinte publicaciones periódicas bastante fugaces en el XIX que desaparecieron, ya por fracasos económicos o por estar supeditadas a temporales intereses partidistas. no obstante, entre 1877 y 1880 se editaron sucesivamente cuatro periódicos. El padre Fabo en su Historia de Manizales (1926) afirma que, en 1880, cuando la ciudad contaba con 14.000 habitantes, había 283 suscriptores de periódicos que sumaban en total 925 pesos por pago de suscripciones (p. 164). 

Ya en 1916 la ciudad contaba con las tipografías Manizales, Renacimiento, Rivas, Comercial, La Idea, así como las imprentas Departamental de Caldas, de San Agustín y de la Diócesis (p. 166).

Entre 1914 y 1924, Justiniano Macía fundó y dirigió Renacimiento, el primer diario departamental de información alejada de la política bipartidista (p. 168). 

esa intensa relación epistolar en la cual Jaramillo Meza era experto, era la dinámica propia de un mercado de papeles impresos que comenzaba con la publicación de textos cortos para periódicos y revistas, seguía con el cultivo de contactos a través de esos medios y concluía con la recopilación en libro de estas producciones luego de los años. El canje de revistas literarias sirvió de vitrina para muchos escritores de todo el continente; por medio de este intercambio se tejió una red de escritores, lectores, editores y vendedores que funcionaba como vehículo de propaganda para la circulación de libros (p. 171). 

La preocupación de fondo en el editorial de Aquilino Villegas fue también la de la pareja Jaramillo Isaza, tanto en Azul como en Manizales: alcanzar una relación recíproca y armoniosa entre los poetas y los dueños de la riqueza y la mercancía (p. 176). 

el canon de la revista fue fundamentalmente nacionalista, masculino y centenarista en su concepción de la poesía; aparte de Blanca Isaza, quien figuró casi siempre como autora de los cuentos que recogería más tarde en Los cuentos de la montaña y La antigua canción, solo hubo cabida para los hombres (p. 178). 

Manizales se financiaba con los anuncios de comerciantes de Caldas o empresas nacionales con intereses en la región; para ello era importante la amistad con escritores y con personas cercanas al mundo de los negocios: bibliotecarios, diplomáticos, empresarios, académicos, ministros, editores, libreros, etc., de esas relaciones dependían los anuncios publicitarios que permitían sostener la Revista (p. 192). 

Para estos autores la prensa fue su entrada a las letras y en algunos casos su forma de ganarse la vida. La prensa del país y, especialmente, la regional, sujeta a las luchas continuas por el poder entre los dos partidos hegemónicos, era también la escuela de los jóvenes políticos para el dominio de la oratoria y el contacto con el público, antes de lanzarse a la plaza pública y a las tribunas del parlamento (p. 197). 

El placer arqueológico de desenterrar lo no publicado, era una de las caras de esa sensibilidad conservadora que desconfiaba de las manifestaciones estéticas modernas y se aferraba al pasado mediante el rescate de la joya rara y oculta (p. 199). 

Las dos Manizales -revista y ciudad- rendían culto a España mas que como un lugar de la geografía, como patria espiritual, ya que era la cuna de la lengua y de don Quijote, caballero del ideal. El epíteto "cervantino", frecuente en el vocabulario de la directora, remitía también a ese doble origen de la lengua y de la hidalguía hispana. (p. 218). 

Blanca Isaza fue, esencialmente, escritora de prensa; sus libros hacían parte del engranaje de Manizales, no solo porque derivaban de lo que publicaba allí, sino, además, porque la revista en general funcionaba como plataforma de publicación, promoción y distribución de los libros (p. 233). 

fatalmente, la obra de Blanca Isaza hizo parte de esa literatura impermeable o adversa a la crítica de verdad y se resignó al elogio efímero de los lectores de prensa (p. 235). 

Esa relación recíproca y de afecto que se renovaba en cada número de Manizales creó entre su público la imagen de Blanca Isaza como madre y abuela en las letras de la región; pero la magia que producía el artículo en el marco de la prensa perduró hasta la muerte de la autora; hoy, al sustraer la obra del diálogo con su tiempo, esa magia pareciera haberse extinguido (p. 236). 

(Luis) Tejada le imprimió a la crónica lo que García Usta ha llamado "autonomía imaginaria", es decir, trabajó un género de prensa con los mismos recursos creativos "y la misma aspiración de intemporalidad de los escritores de ensayo y de ficción (p. 242) 

hay dos categorías irrenunciables que subyacen a todos los "itinerarios": su condición de mujer y su personalidad de poetisa (p. 247). 

El "Itinerario breve" trasladaba al papel una concepción tradicional de lo femenino que compaginaba palabra y hogar (p. 252). 

Blanca fue poetisa en sus crónicas, no sólo por ese trato ornamental con la palabra que acostumbraban los modernistas, sino principalmente porque usó la prosa con imaginación poética (p. 254). 

La iniciación de Blanca como escritora ocurre entre el proceso de formación de élites letradas durante la colonización antioqueña, y la experiencia incidiosa de la modernidad que puso en crisis las tradiciones (p. 282).

La continuidad entre un discurso fundacional y otro apocalíptico es un rasgo común de las escritoras colombianas que nacieron y se formaron entre la guerra de los Mil días y las celebraciones del primer centenario de la Independencia, entre el ocaso del romanticismo y el auge del modernismo; y aunque coinciden en muchos aspectos con los escritores de la Generación del Centenario, sus nombres aparecen muy poco en los libros de historia. La literatura fue para ellas un camino hacia la emancipación de las labores domésticas (p. 282). 

el trabajo periodístico, a la vez que le sirvió de profesión, moldeó por completo la obra en cuanto a extensión, tiempo de elaboración, temas, técnicas, lenguaje y comunicación con los lectores (p. 284).

El periódico fue también, de manera general, el espacio de formación del escritor colombiano durante el siglo XX. La colaboración permanente para estas publicaciones le dio disciplina y regularidad a su quehacer; pero, al mismo tiempo, condicionó su obra al inmediatismo y a las circunstancias de la comunicación que regían a la prensa escrita. En muy pocos casos el texto hecho para los lectores de prensa sobrevivió al tiempo para el cual se escribió (p. 285). 

Blanca vio en la literatura una oportunidad de ascenso social de la mujer sin quebrantar de golpe el viejo orden dominado por los hombres, con la idea de que su influyente posición de escritora, periodista y editora, le permitiría minar esa vieja estructura desde el interior de la ciudad letrada. Asímismo, desde la reveista defendió el derecho de las mujeres al trabajo remunerado, festejó la llegada de las primeras mujeres a la universidad, tomó partido por el sufragio femenino y combatió a quienes se oponían a sus derechos. En un tiempo de tránsito a la modenridad, la sociedad tradicional no impidió de manera explícita que las mujeres se dedicaran a la literatura, siempre y cuando pudieran hacerlo sin dejar de cumplir su misión fundamental como madres y esposas; no lo porhibía, pero la carga hacía casi imposible que pudieran pensar en ser escritoras; efectivamente, pocas mujeres de su generación pudieron lograrlo (p. 286). 

Blanca Isaza: escritora y editora (1898-1967)
Jorge Mario Ochoa Marín
Editorial Universidad de Caldas
Manizales, 2022
325 páginas

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