martes, 19 de diciembre de 2006

La Muerte de Carlos Gardel, de Antonio Lobo Antunes

Como inusitadamente se ha puesto de moda en nuestro club Antonio Lobo Antunes, entonces les cuento: En abril del 2004, con ocasión a la Feria del Libro, lo entrevisté para el Canal. En los tres años que llevo en el Canal sólo he hecho 2 entrevistas: una a Lobo Antunes y otra a Alfredo Bryce Echenique.

A Antonio Lobo Antunes lo entrevisté en Casa Medina. Habla bien español y tiene unos ojos azules muy claros, transparentes. Dos días antes Saramago había hecho unas declaraciones contra Uribe y la entrevista se concertó con el único compromiso de no hablar de ese tema, lo cual para mi no era inconveniente porque era para un programa de libros, no para el noticiero.

Desde hace muuuuuuchos años Lobo Antunes tiene una pelea casada con Saramago. Es una rivalidad política y literaria. Saramago es de izquierda radical y dura, y escribe por lo general historias claras, sin mucho artificio estético. A Lobo Antunes le parecen un poco "mamertos", por decirlo de alguna manera, esos discursos políticos de Saramago, y en su obra hay una clara preocupación por cómo contar las historias, explotando al máximo las posibilidades de los narradores, la puntuación, la estructura, etc... Por eso sus libros son a primera vista enredados, difíciles... de esos que uno tiene que leer dos veces la misma página.

Las frases que van a continuación son de La Muerte de Carlos Gardel, novela que leí hace dos años... pero como acostumbro subrayar todos los libros, entonces acá van algunas de las que me llamaron la atención en ese momento:

"Si me preguntasen lo que se debe hacer respondería enseguida
-Estar solo porque no existe conversación que no sea tediosa, ¿de qué sirve conversar?"

"y yo atravesaba las hileras de cipreses procurando no ver los crucifijos, ni las làpidas, ni las letras bajo los retratos, yo corrìa hacia el portòn con rejas, muy derecha como si llevase mi vida en una cesta que era necesario equilibrar en la mollera porque si no la equilibraba morirìa, y al entrar al estudio mi padre, sumergiendo una pelìcula en la cubeta
- ¿Qué te ha pasado, Silvina?
y yo, abrasada a él, sintiendo el perfume de la espuma de afeitar, abrazada a las rodillas y a las caderas porque no llegaba más arriba, y en medio de los telones de toldillas y templetes que se convertían en huesos, dientes y hebras de músculos y piel
- No voy a morir nunca, no, dígame que no voy a morir nunca".

"No conozco hombre que no sea cobarde, los hombres no tienen el valor de decir No te quiero, dicen No es que no esté enamorado, estoy enamorado, puedes tener la certeza de que estoy enamorado, pero necesito espacio, necesito estar solo, necesito pensar, y esto con una cara que no engaña a ninguna mujer aunque ella quiera engañarse".

"tenía yo dieciocho años y después del baile de los novatos un chico de la facultad me llevó al Guincho en coche, las viviendas, los pinos y las luces de la Marginal corrían tras nosotros, pasamos los yates de la bahía de Cascais, el fuerte, la Boca do Inferno, y enseguida comenzaban las dunas, que aun de día no se sabe si acaban, colinas, hierbas, cuestas de peñas hacia la playa, me acuerdo de que olía a lanas y a goma, casi en el punto en el que los árboles de Malveira se cruzaban sobre el coche por un atajo repentino, piedras sueltas, cuevas, picos de rocas, una especie de castillo achatado en el farallón, subíamos por un talud y los faros se colgaron de la nada, el motor calló y de inmediato vino el ruido de los insectos, el zumbido de la tierra en su eje, el mecanismo herrumbroso del mar, mi compañero se movió como si tuviese una rodilla dormida o los asientos lo incomodasen, bajó la ventanilla y los insectos y el mar se acercaron olisgueándome, un dedo me tocó la frente, la línea de la nariz, el mentón, la boca, me separó los labios, intentó entrar, no despegué los dientes, me tapò los oídos y el mar y los insectos se alejaron, me destapó los oídos y la trainera flotó a mi alrededor, movió una palanca y el asiento se reclinó
y al llegar a casa tenía una mancha amarillenta en la blusa, la froté con la punta de la toalla mojada en agua caliente, probé con jabón y no salió, la tintorería advertía en una tarjeta impresa".

"-Hay días en que a pesar de todo tal vez sienta un poquito tu ausencia, no mucho, un poquito, tu ausencia"

"Morir es esto, morir no cuesta nada
- Un momento, Alvaro, cállate
ahora soy y estoy aquí, ahora ya no soy y me he ido, morir es sólo este sueño, esta ausencia, esta especie de paz o, no sé, una àz verdadera, volverme objeto, cosa, piedra dura"

"porque, principalmente, es eso lo que los ex maridos son, ridículos, no ridículos hasta la ternura sino ridículos hasta el agobio, lo que me sorprende es cómo fui capaz de hacer el amor con él y, más que hacer el amor, llegar al orgasmo, si lo observo con atención no hay nada en ese hombre que me agrade, pasó de ho hacerme caso a pegajoso, no puedo concebir que haya mujeres, con un mínimo de criterio y de gusto, que se interesen por una persona así, no lo puedo concebir y sin embargo existen, quieren casarse con ellos, quieren hijos de ellos, imaginate, yo, apartándole sus manitas
- Mi hija es más inteligente de lo que supones, gracias a Dios no ha salido a ti
y sufren, y tienen celos, y les huelen la ropa mientras duermen, y buscan nùmeros de teléfono en la agenda, y van a verlos al despacho con un pretexto cualquiera, y èl, con el dedo amenazador
- No creas que te vas a librar de mí con tanta facilidad, chica, esto sólo acaba de comenzar"

jueves, 15 de junio de 2006

La Muerte de Alec, de Darío Jaramillo Agudelo

Esta novela breve, la primera de Darío Jaramillo, cuenta, más que la historia de la muerte de Alec (de la que el lector sabe su trágico fin desde el título del libro), la serie de hechos que casuales o no sirvieron para presentir la muerte del personaje. Es una novela sobre el destino, el azar, la predicción, la muerte como algo ineludible y la imposibilidad de escapar a lo que está trazado. También es un texto sobre lo inevitable del futuro y sobre los símbolos del presente. Y sobre todo es una novela sobre la literatura: está llena de referencias a escritores tan variados como Filisberto Hernández, Margarita Yourcenar, thomas Pynchon, etc…



Darío Jaramillo Agudelo es el autor de otra novela que me gusta mucho que se llama Cartas Cruzadas, deotra que se llama Novela con Fantasma; de un libro inclasificable que se llama Guía para Viajeros, y de varios libros de poemas, entre ellos Del ojo a la lengua (con ilustraciones del pintor Juan Antonio Roda) y Poemas de Amor, un de los libros de poesía más importantes de la literatura colombiana.



Frases:

“Aquí, precisamente, tendría que decirse que la amistad es, ante todo, un antidoto contra el aburrimiento y que el secreto de la vitalidad de una relación radica en que uno no pueda prever las reacciones del otro, ni se sepa de memoria sus temas”.



“El hombre cabalmente religioso que impregna el diario vivir con su creencia, tiene más sosiego que aquél que solamente posee preguntas sin respuesta”.



“El náufrago es el único muerto que cava su propia tumba”.



“Yo odio los trasteos; casi diría que la fórmula de una maldición gitana es: te deseo un trasteo”.



“Este fue el último gesto de elegancia de Alec, pues nada hay más estorboso que un cadáver. Esta desaparición de libró de ritos fúnebres y de trámites burocráticos; te libró del horror de reconocer su cuerpo sin vida. Queda la duda, pero es preferible esta incertidumbre, es preferible esta exigua incertidumbre contra toda la evidencia, al macabro espectáculo de un amigo muerto”.


Darío Jaramillo Agudelo
La Muerte de Alec
Editorial Alfaguara
1999