martes, 7 de junio de 2016

La medicina arcaica, de Orlando Mejía Rivera

En alguna entrevista a Héctor Abad Faciolince leí que él mantiene tres libros en su mesa de noche: uno de ficción (novela o cuento), uno de poesía y otro de ensayo, y los va leyendo alternadamente, porque de esas tres formas bebe la lengua escrita.

Orlando Mejía Rivera ha cultivado el ensayo, la poesía, la novela y el cuento, además del ejercicio médico y la cátedra universitaria. En 2007 publicó la novela El enfermo de Abisina, en la que en clave de ficción propuso una nueva hipótesis para explicar con fundamento científico la causa de la muerte de Arthur Rimbaud. Luego mantuvo durante un buen tiempo una columna en la revista Bienestar, de la empresa Sánitas, en la que trimestralmente abordaba las circunstancias de la muerte de algún personaje histórico, como Darwin o Mozart, para explicar con lenguaje ameno y lleno de anécdotas las causas de la muerte de famosos artistas, científicos o políticos, y ahora entrega a los lectores un texto de 446 páginas (40 son bibliografía) titulado La medicina arcaica, que consiste en una reescritura de su obra "De la prehistoria a la medicina egipcia. Introducción crítica a la historia de la medicina", publicada en 1999.

En las primeras páginas el autor advierte que este libro está dirigido a sus estudiantes de la cátedra de Historia de la medicina de la Universidad de Caldas. Se trata pues de un ensayo académico con pretensiones científicas. Quienes busquen en estas páginas el mundo de ficción de Recordando a Bosé, El asunto García, La Casa Rosada, u otros textos narrativos del autor se equivocan de obra: En La medicina arcaica habla el profesor Mejía, experto en tanatología. 

Sin embargo el interés del libro trasciende el mundo de la medicina. Como el mismo autor explica "la historia de la medicina siempre es una historia antropológica y social". Por eso la obra de Mejía Rivera huye de la especialización y al contrario busca hacer una historia integral, con cifras, nombres, lugares y datos de interés para lectores curiosos, sin formación médica, como que la momia de la reina Nefertiti, en Egipto, reveló signos de osteoporosis; que los egipcios usaban eficaces métodos anticonceptivos, que en el alto Perú las culturas indígenas precolombinas lograron realizar con mucho éxito trepanaciones craneanas, o que las enfermedades más comunes en la actualidad, como la arteriosclerosis y la enfermedad coronaria, eran muy escasas antes del Siglo XVIII, ya que a diferencia de nosotros ellos no tenían alto consumo de lácteos ni de alimentos preparados mediante la separación de la fécula y la fibra.

El libro tiene una larga introducción que da cuenta del estado del arte en materia de historia de la medicina, y luego se divide en cuatro capítulos: Medicina prehistórica y paleopatología, que aborda la evolución del hombre a partir del estudio de restos óseos encontrados en distintas partes del planeta y de vestigios artísticos como las pinturas en las cuevas de Altamira y Lascaux. Luego trae un breve capítulo sobre magia y chamanismo; el tercer capítulo aborda la medicina en la Babilonia de los sumerios y asirios, y el cuarto, que ocupa casi la mitad del libro, se concentra en la medicina egipcia.

Mejía Rivera cita al profesor español Pedro Laín Entralgo para afirmar que no es completa la formación de un profesional mientras éste no sea capaz de dar razón histórica de sus saberes. Pero más allá de los detalles históricos relevantes para un médico, Mejía propone una postura ética frente al conocimiento científico. Afirma que éste no avanza de manera lineal y que existen distintos saberes científicos que pueden coexistir con otros míticos o religiosos. Así mismo destaca la capacidad de observación y análisis de los médicos arcaicos y la comprobación científica de la eficacia de muchos de sus tratamientos. El papiro traducido por Mejía muestra que recetar miel era tan frecuente como hoy el Ibuprofeno, y con el tiempo se demostró su alto poder antibacterial.


La medicina ha avanzado, nuestra expectativa de vida es mayor que la de los egipcios, que en un 90% lograban llegar a los 50 años gracias al conocimiento de sus médicos. Pero si algo queda claro después de leer el libro es que la fe que el paciente le pone al médico es tan importante hoy como hace 5.000 años. Esa confianza es clave para que haya curación.

Un libro muy cuidado en la investigación, que merecería más cuidado en la edición. La portada es hermosa, el papel es de calidad y la fuente tipográfica permite una lectura descansada. Pero el libro tiene varios errores que van desde tildes y "h" mal ubicadas hasta al menos una fecha que no corresponde. Un escritor de la trayectoria de Orlando Mejía Rivera merece sin duda una edición más atenta.


Algunas frases:
"La necesidad de creer en algo y la necesidad de sentirse saludable, o ser aliviado del dolor, son sentimientos muy profundos y persistentes en los seres humanos, independiente de las épocas y de las civilizaciones. No puede haber una historia de las religiiones, ni una historia de la medicina, entendidas como disciplinas especializadas y aisladas de todo el vasto universo antropológico".

"Para algunos pensadores como Iván Ilich y Michel Foucault, la medicina científica representa el brazo ideológico de la tecnocracia y de allí su poder cultural; el cual ha medicalizado la vida social cotidiana mediante sus normas de higiene, salud y enfermedad que son, en el fondo, instrumentos de represión política contra todos aquellos que tratan de combatir el orden del sistema". 

"En estos tiempos de crisis somos capaces de construir cualquier cosa, pero no sabemos para qué".

"Cuando un hecho no pertenece al paradigma aceptado por los científicos de la ciencia "oficial", es negado bajo el pretexto de ser un hecho falso, anecdótico o irracional".

"La materia es energía condensada y la energía es materia potencial".

"lleva a relaciones de integralidad, donde lo mental y lo material son una unidad y el pensamiento no sólo influye en el cerebro sino en todas las partes de los sistemas corporales".

"La gran elaboración ritual de la muerte por parte del hombre de Neandertal implica aceptar que desde esos tiempos se desarrolló una conciencia mental del transcurrir del tiempo, pues sólo cuando aparece la percepción de un pasado, un presente y un futuro es cuando la conciencia de la muerte se establece en la profundidad de la psique humana. Sin la angustia del tiempo que pasa no hay angustia de la presencia de la muerte".

"La población que hace 10.000 años era de unos dos millones de habitantes, a los 5.000 años alcanzó los cinco millones".

"en el período dinástico (en Egipto) el 10% de los individuos morían a los 34 años, pero el 90% llegaban a los 50 años".

"La medicina científica nació en Egipto y traspasó las fuentes de su conocimiento a los griegos, los cuales, por supuesto, fueron brillantes alumnos y continuadores lúcidos del saber médico".


La medicina arcaica
Orlando Mejía Rivera
Editorial Universidad de Caldas
Manizales, 2016
446 páginas