lunes, 21 de noviembre de 2016

Número cero, de Umberto Eco

De todas las novelas que he leído de Umberto Eco, quizás Número cero sea la más floja. Tiene personajes apenas esbozados, largas páginas con nombres, fechas y datos que tienen poco interés para quienes no estamos familiarizados con las minucias de la política de Milán o de Italia, y un intento de relato policíaco que se construye apenas al pasar de la mitad del libro y que no alcanza a cuajar.

Sin embargo el autor es Umberto Eco, un filósofo brillante que siempre tiene cosas importantes para plantear y esta novela no es la excepción. Si bien como texto literario Eco publicó obras superiores, como texto a secas Número cero ofrece una mirada necesaria sobre el cinismo con el que se trabaja en algunas salas de redacción, que atienden al interés particular del dueño por encima del interés general de la ciudadanía, vulnerando su derecho a recibir información de calidad.

Así como El nombre de la Rosa eran varias novelas en una sola (una novela policíaca, una novela sobre la edad media, una novela sobre los libros, etc.) leer Número cero también implica escarbar en las distintas capas de una cebolla: es una novela sobre el periodismo y las salas de redacción; una novela sobre la muerte de Mussolini y/o lo ocurrido en Italia después de la II Guerra Mundial, una novela sobre el romance entre un hombre casi viejo y una mujer aún joven, o una novela sobre Milán.


Entre las lecturas que ofrece la que me resulta interesante es la de los medios de comunicación. Eco escribe un libro que parece pensado para desvirtuar la frase célebre de Ryszard Kapuscinski "Los cínicos no sirven para este oficio. Eco en Número cero muestra lo contrario: este oficio está hecho de cínicos y la información es una mercancía que se ajusta a los intereses particulares de quien paga por producirla. 

La trama es simple: un magnate del que apenas leemos entre líneas contrata a un director para que monte un diario. El director contrata al narrador de la novela, quien oficia como jefe de redacción de un grupo integrado por otros 4 periodistas. La particularidad consiste en que aunque se trata de un diario, durante el primer año los periodistas se dedicarán a montar cada mes una edición cero, que no circule y que muestre como será el periódico cuando salga a la calle. Lo que los periodistas no saben, pero el director y el jefe de redacción sí, es que en realidad el periódico jamás circulará: las ediciones cero deben servirle al magnate para mostrarle a gente clave que él puede tener mucho poder y que a cambio de no circular le permitan acceder a otros beneficios en el mundo empresarial en el que se mueve.

La novela se publicó en 2015 pero ocurre años atrás y por eso no incluye en su trama reflexiones sobre redes sociales. Apenas menciona los teléfonos celulares, para decir que serán una moda pasajera. Tiene en cambio numerosas consideraciones sobre la forma en la que los periódicos deciden qué noticias cubrir y cómo hacerlo, como se puede ver en la selección de frases que incluyo a continuación y que muestran hasta qué punto Eco desconfía de la "verdad" de los medios. No creo que esta visión catastrófica corresponda con la realidad cotidiana de numerosas salas de redacción, pero la crítica que muestra sí invita a pensar con qué criterio se escogen los temas, los enfoques, las fuentes y los titulares. 

"los espectadores de sus cadenas de televisión tienen una edad media (digo edad mental) de doce años".

"A estas alturas, el destino de un diario es parecerse a un semanario".

"Las sospechas nunca son exageradas. Sospechar, sospechar, solo de este modo se encuentra la verdad".

"Fíjense en los grandes periódicos anglosajones. Si hablan, qué se yo, de un incendio o de un accidente de coche no pueden decir, evidentemente, qué piensan ellos. Y entonces introducen en la noticia, entre comillas, las declaraciones de un testigo, un hombre de la calle, un representante de la opinión pública. Una vez colocadas las comillas, esas afirmaciones se convierten en hechos, es decir, es un hecho que fulano ha expresado esa opinión. Con todo, se podría suponer que el periodista ha dado voz solo a quien piensa como él. Por lo tanto, las declaraciones serán dos, en contraste entre ellas, para demostrar que está claro que existen opiniones distintas sobre un mismo tema: el periódico da cuenta de este hecho incontestable. La astucia está en entrecomillar primero una opinión trivial, luego otra opinión, más razonada, que se parece mucho a la opinión del periodista. De este modo el lector tiene la impresión de que se le informa sobre dos hechos pero se ve inducido a aceptar una sola opinión como la más convincente".

"No son las noticias las que hacen el periódico sino el periódico el que hace las noticias. Y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia".

"un periódico se mide también por la capacidad de hacer frente a los desmentidos, sobre todo si es un periódico que demuestra no tener miedo de meter las manos en la podredumbre".

"recuerden bien los tres elementos fundamentales para el desmentido del desmentido: las declaraciones recogidas, los apuntes en el bloc de notas, y perplejidades varias sobre la credibilidad del desmentidor".

"La entrevista con un autor sosiega, porque ningún autor habla mal de su libro; de ese modo, nuestro lector no se ve expuesto a críticas feroces y amargadas, y demasiado sesudas".

"¿quién se lee los libros que reseñan los periódicos? No suele hacerlo ni quien hace la reseña; y demos gracias a Dios si el autor se ha leído su libro porque, la verdad, ante ciertos libros se diría que no lo ha hecho".

"A nuestros lectores hay que tranquilizarlos, no alarmarlos".

"Señores, estamos haciendo periodismo, no literatura".

"—Los periódicos enseñan a la gente cómo debe pensar.
—Pero los periódicos ¿siguen las tendencias de la gente o las crean?
—Ambas cosas. La gente al principio no sabe qué tendencia tiene, luego nosotros se lo decimos y entonces la gente se da cuenta de que la tiene".

"Tengan en cuenta que hoy en día, para rebatir una acusación, no es necesario probar lo contrario, basta deslegitimar al acusador".

"la solución más prudente suele ser decantarse por lo sentimental, ir a entrevistar a los parientes"

"La indignación hay que dejársela a los periódicos de izquierdas, que están especializados en eso".

"La llamada a la honradez siempre vende muy bien".

"El caso es que los periódicos no están hechos para difundir sino para encubrir noticias. Sucede el hecho X, no puedes obviarlo, pero, como pone en apuros a demasiada gente, en ese mismo número te marcas unos titulones que le ponen a uno los pelos de punta: madre degüella a sus cuatro hijos, quizá nuestros ahorros acaben en cenizas, se descubre una carta de insultos de Garibaldi a Nino Bixio y, hala, tu noticia se ahoga en el gran mar de la información".


"Había perdido todas las certezas, salvo la seguridad de que siempre hay alguien a nuestras espaldas que nos está engañando".

"Si era tan graciosa debía de ser también guapa. Y a su manera lo era ¿Por qué a su manera? A la manera no le había pillado el punto, pero había despertado mi curiosidad".

"un jovenzuelo de veintiséis años, todo ideales y nada de ideas".

"En la universidad (entonces, pero creo que también hoy en día) las cosas funcionan de manera contraria al mundo normal: no son los hijos los que odian a los padres sino los padres los que odian a los hijos".

"Y cuando vives cultivando esperanzas imposibles, ya eres un perdedor. Y cuando te das cuenta, te hundes".

"Los perdedores, como los autodidactas, tienen siempre conocimientos más vastos que los ganadores. Si quieres ganar tienes que saber una cosa sola y no perder tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los perdedores. Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas".

"Leer manuscritos que jamás serán publicados puede llegar a ser un oficio".

"El miedo a morir infunde aliento a los recuerdos".

"Estamos hablando de finanzas, no de comercio. Primero compras, y ya verás que el dinero para pagar te llega".

Número cero
Umberto Eco
Editorial Lumen
Milán, 2015
2018 páginas

domingo, 30 de octubre de 2016

Qué raro que me llame Federico, de Yolanda Reyes


 Que raro que me llame Federico narra una historia sencilla, repetida hasta la saciedad, que por alguna razón había estado ausente de nuestra literatura más reciente: una española viene a Colombia para adoptar un niño, se lo lleva y el niño crece allá. Luego el niño, convertido en joven adulto, quiere regresar a su país de origen para buscar las raíces perdidas de su infancia.

Eso es todo. Pero en esa síntesis hay mucho dolor y también mucho amor: el de Belén, la editora que intenta quedar embarazada y luego decide adoptar, y el de Federico, llamado así por su nueva madre, pues el nombre de Freddy que tuvo hasta los cinco años a ella no le gustó y se lo cambia por Federico, inspirada en el verso "Qué raro que me llame Federico", de García Lorca. 

Es entonces una novela sobre la maternidad y la familia, pero también sobre la adaptación a otros mundos: el de acá y el de allá, el de vivir sola y vivir con un hijo, el de convivir en el presente con un pasado brumoso, el de comunicarse a partir de lenguajes distintos. 

Yolanda Reyes aborda la historia con una prosa limpia, sin artificios, en una narración a dos voces. La novela esta dividida en tres partes y cada una está compuesta por capítulos breves que tienen dos componentes: la vida de Belén, contada en tercera persona y en orden cronológico, desde su pasado profesional hasta hoy, y la de Federico, contada por él mismo a partir del momento presente.  


El libro plantea inquietudes sobre el lenguaje (el español de Colombia no es el de España), sobre los nuevos modelos de familia y sobre la forma en la que acogemos a los que nos son diferentes. Pero por encima de eso, es una novela sobre los desgarramientos y sus huellas: el del parto, el de un niño que es separado de su madre biológica y el de un joven fotógrafo que decide separarse de lo que es, para intentar unirse a lo que alguna vez fue. Sin duda, un libro hermoso.

 Algunas frases: 
"leía otro manuscrito para primerísimos lectores basado en las mismas fórmulas del disparate: qué pasaría si la cama fuera un barco, ¿acaso no había ya nada nuevo que escribir?

"Se podría hacer un doctorado en rejas bogotanas: historia de las rejas, arquitectura de las rejas, semiótica de las rejas, las rejas en el tiempo, de la Colonia a nuestros días".

"que un hijo no es un trofeo ni una mercancía, que no resuelve problemas de pareja ni llena los vacíos de otras pérdidas".

"En esta casa no hay padre; hay familias de familias y algunas están formadas por una madre y un niño, nada más, como la nuestra".

"No más, basta de esfuerzos: se sintió tranquila con su frase, no puedo más. Punto final. Una opción es tener hijos y otra opción es no tenerlos y ya está. Pero la máquina de su cabeza no paraba y las ideas y los latidos seguían peleando, bullendo, resistiendo".

"las mamás necesitan creer siempre, pase lo que pase, ese es un punto que se repite en las historias: la necesidad de las mamás de creer, incluso cuando saben que es mentira".

"El niño, ella y el libro, en triángulo amoroso".

"Yo quería encontrar mi casa. Significaba mucho menos que un país, pero significaba mucho más: mi casa". 

"—Nunca me había imaginado así a Bogotá.
—¿Así cómo?
—No sé. Tan parecida a todas las ciudades".

"—¿Cómo le voy a quitar su nombre?, ¿cómo voy a decidir por él?
—Eso es lo que hacemos: decidir por ellos todo el tiempo".

"¿Los bebés adoptados toman leche?
Claro que toman leche. Todos los bebés toman leche.
¿De dónde sacan la leche los bebés adoptados?
Del tarro de la leche.

"Dos corazones rotos: el de mi madre, por no haberme tenido entre sus tripas. Y el mío, por no haber nacido de las suyas. Dos dolores que se encuentran. Será dolor lo que nos une".


Qué raro que me llame Federico
Yolanda Reyes
Editorial Alfaguara
Bogotá, 2016
199 páginas

domingo, 24 de julio de 2016

Grandes borrachos colombianos - Borrachos grecocaldenses, de Pablo R. Arango

Libros Malpensante, sello editorial de la revista del mismo nombre, lanzó en abril “Grandes Borrachos Colombianos”, cuyo primer volumen, dedicado a los Borrachos Grecocaldenses fue escrito por Pablo Rolando Arango, un personaje exótico en la fauna manizaleña: ácido, lenguaraz, crítico, incorrecto. Oficia como profesor de filosofía en la Universidad de Caldas aunque para efectos de esta obra su profesión más relevante es la de ex bebedor.

La indicación “volumen 1” que resalta en la portada hace prever que vendrán más libros. No hay duda sobre la cantidad de material narrativo que arrojan las anécdotas criollas de cantinas, copas y licor. Desconozco si los rusos ya escribieron su propia enciclopedia de la borrachera, de la cual su expresidente Boris Yeltsin da para un tomo. Que Colombia se lance entonces a esta aventura literaria de tener su propia serie etílica merece un brindis. Con aguardiente doble.

Aguardiente porque en este país se bebe de todo, desde Old Parr de contrabando en Cesar y La Guajira hasta chirrinche en las cárceles, pero el primer volumen de esta colección está dedicado al guaro. Los cuatro relatos que componen este librito, y que habían sido publicados con variaciones en Universo Centro y El Malpensante, tienen como elemento común el aguardiente, el ambiente de cantina, la música de carrilera, el guayabo y las ganas de volver a tomar.

Una cosa es una borrachera en un club, en una playa privada o en compañía de la esposa, y otra muy distinta en una cantina de pueblo, con la música de fondo del Caballero Gaucho y la incertidumbre sobre de dónde saldrá la plata para pagar la cuenta. Ese paisaje cultural cafetero es el que pinta con humor e ironía Pablo Rolando Arango: los abanderados del periodismo de inmersión tienen acá un nuevo libro de cabecera.

En cada pueblo de Caldas hay poetas, academias de historia, jurisconsultos, pendejos que citamos a Platón para pedir una media de aguardiente o hablar de borracheras”. Así escribe Pablo Rolando: Mezclando Kierkegaard con botellas, Hobbes con riñas y el ágora griega con la prosopopeya grecocaldense.

En un aparte del segundo relato el autor critica los textos académicos que producen las universidades. Dice que han adoptado un estereotipo de “lenguaje pomposo, ausencia absoluta de humor o gracia en sus escritos, producción industrial de publicaciones, trabajo industrioso en horario de oficina”. La prosa de Pablo Rolando, por fortuna, se cuida de ser todo lo contrario: lenguaje sencillo, ameno, con gracia, humor y breve. Fruto de la vida de la calle con la gente común y corriente, y no de la presuntuosa burbuja academicista.

Escribí “librito” para describir este volumen, porque eso es: 86 páginas en un formato pequeño, en una edición sencilla y sin grandes pretensiones. El primer relato es una narración en rotunda primera persona de los inicios del autor en el ejercicio de empinar el codo, en Manzanares y Pensilvania. Los otros tres textos son perfiles sobre el profesor Jorge Iván Cruz, el ajedrecista Oscar Castro y el músico Luis Ángel Ramírez, conocido como El Caballero Gaucho. Textos sobre borrachos escritos con la gracia lúcida del que está achispado, y la claridad del sano juicio.

Grandes borrachos colombianos (Vol 1) Borrachos Grecocaldenses
Pablo Rolando Arango
Fundación Malpensante
Bogotá, 2016
86 páginas


martes, 7 de junio de 2016

La medicina arcaica, de Orlando Mejía Rivera

En alguna entrevista a Héctor Abad Faciolince leí que él mantiene tres libros en su mesa de noche: uno de ficción (novela o cuento), uno de poesía y otro de ensayo, y los va leyendo alternadamente, porque de esas tres formas bebe la lengua escrita.

Orlando Mejía Rivera ha cultivado el ensayo, la poesía, la novela y el cuento, además del ejercicio médico y la cátedra universitaria. En 2007 publicó la novela El enfermo de Abisina, en la que en clave de ficción propuso una nueva hipótesis para explicar con fundamento científico la causa de la muerte de Arthur Rimbaud. Luego mantuvo durante un buen tiempo una columna en la revista Bienestar, de la empresa Sánitas, en la que trimestralmente abordaba las circunstancias de la muerte de algún personaje histórico, como Darwin o Mozart, para explicar con lenguaje ameno y lleno de anécdotas las causas de la muerte de famosos artistas, científicos o políticos, y ahora entrega a los lectores un texto de 446 páginas (40 son bibliografía) titulado La medicina arcaica, que consiste en una reescritura de su obra "De la prehistoria a la medicina egipcia. Introducción crítica a la historia de la medicina", publicada en 1999.

En las primeras páginas el autor advierte que este libro está dirigido a sus estudiantes de la cátedra de Historia de la medicina de la Universidad de Caldas. Se trata pues de un ensayo académico con pretensiones científicas. Quienes busquen en estas páginas el mundo de ficción de Recordando a Bosé, El asunto García, La Casa Rosada, u otros textos narrativos del autor se equivocan de obra: En La medicina arcaica habla el profesor Mejía, experto en tanatología. 

Sin embargo el interés del libro trasciende el mundo de la medicina. Como el mismo autor explica "la historia de la medicina siempre es una historia antropológica y social". Por eso la obra de Mejía Rivera huye de la especialización y al contrario busca hacer una historia integral, con cifras, nombres, lugares y datos de interés para lectores curiosos, sin formación médica, como que la momia de la reina Nefertiti, en Egipto, reveló signos de osteoporosis; que los egipcios usaban eficaces métodos anticonceptivos, que en el alto Perú las culturas indígenas precolombinas lograron realizar con mucho éxito trepanaciones craneanas, o que las enfermedades más comunes en la actualidad, como la arteriosclerosis y la enfermedad coronaria, eran muy escasas antes del Siglo XVIII, ya que a diferencia de nosotros ellos no tenían alto consumo de lácteos ni de alimentos preparados mediante la separación de la fécula y la fibra.

El libro tiene una larga introducción que da cuenta del estado del arte en materia de historia de la medicina, y luego se divide en cuatro capítulos: Medicina prehistórica y paleopatología, que aborda la evolución del hombre a partir del estudio de restos óseos encontrados en distintas partes del planeta y de vestigios artísticos como las pinturas en las cuevas de Altamira y Lascaux. Luego trae un breve capítulo sobre magia y chamanismo; el tercer capítulo aborda la medicina en la Babilonia de los sumerios y asirios, y el cuarto, que ocupa casi la mitad del libro, se concentra en la medicina egipcia.

Mejía Rivera cita al profesor español Pedro Laín Entralgo para afirmar que no es completa la formación de un profesional mientras éste no sea capaz de dar razón histórica de sus saberes. Pero más allá de los detalles históricos relevantes para un médico, Mejía propone una postura ética frente al conocimiento científico. Afirma que éste no avanza de manera lineal y que existen distintos saberes científicos que pueden coexistir con otros míticos o religiosos. Así mismo destaca la capacidad de observación y análisis de los médicos arcaicos y la comprobación científica de la eficacia de muchos de sus tratamientos. El papiro traducido por Mejía muestra que recetar miel era tan frecuente como hoy el Ibuprofeno, y con el tiempo se demostró su alto poder antibacterial.


La medicina ha avanzado, nuestra expectativa de vida es mayor que la de los egipcios, que en un 90% lograban llegar a los 50 años gracias al conocimiento de sus médicos. Pero si algo queda claro después de leer el libro es que la fe que el paciente le pone al médico es tan importante hoy como hace 5.000 años. Esa confianza es clave para que haya curación.

Un libro muy cuidado en la investigación, que merecería más cuidado en la edición. La portada es hermosa, el papel es de calidad y la fuente tipográfica permite una lectura descansada. Pero el libro tiene varios errores que van desde tildes y "h" mal ubicadas hasta al menos una fecha que no corresponde. Un escritor de la trayectoria de Orlando Mejía Rivera merece sin duda una edición más atenta.


Algunas frases:
"La necesidad de creer en algo y la necesidad de sentirse saludable, o ser aliviado del dolor, son sentimientos muy profundos y persistentes en los seres humanos, independiente de las épocas y de las civilizaciones. No puede haber una historia de las religiiones, ni una historia de la medicina, entendidas como disciplinas especializadas y aisladas de todo el vasto universo antropológico".

"Para algunos pensadores como Iván Ilich y Michel Foucault, la medicina científica representa el brazo ideológico de la tecnocracia y de allí su poder cultural; el cual ha medicalizado la vida social cotidiana mediante sus normas de higiene, salud y enfermedad que son, en el fondo, instrumentos de represión política contra todos aquellos que tratan de combatir el orden del sistema". 

"En estos tiempos de crisis somos capaces de construir cualquier cosa, pero no sabemos para qué".

"Cuando un hecho no pertenece al paradigma aceptado por los científicos de la ciencia "oficial", es negado bajo el pretexto de ser un hecho falso, anecdótico o irracional".

"La materia es energía condensada y la energía es materia potencial".

"lleva a relaciones de integralidad, donde lo mental y lo material son una unidad y el pensamiento no sólo influye en el cerebro sino en todas las partes de los sistemas corporales".

"La gran elaboración ritual de la muerte por parte del hombre de Neandertal implica aceptar que desde esos tiempos se desarrolló una conciencia mental del transcurrir del tiempo, pues sólo cuando aparece la percepción de un pasado, un presente y un futuro es cuando la conciencia de la muerte se establece en la profundidad de la psique humana. Sin la angustia del tiempo que pasa no hay angustia de la presencia de la muerte".

"La población que hace 10.000 años era de unos dos millones de habitantes, a los 5.000 años alcanzó los cinco millones".

"en el período dinástico (en Egipto) el 10% de los individuos morían a los 34 años, pero el 90% llegaban a los 50 años".

"La medicina científica nació en Egipto y traspasó las fuentes de su conocimiento a los griegos, los cuales, por supuesto, fueron brillantes alumnos y continuadores lúcidos del saber médico".


La medicina arcaica
Orlando Mejía Rivera
Editorial Universidad de Caldas
Manizales, 2016
446 páginas

viernes, 1 de abril de 2016

Adiós a las armas, de Ernest Hemingway

Soy de quienes se dieron cuenta de la existencia de Gertrude Stein por Medianoche en París (Woody Allen, 2011). Es ella la escritora que acepta leer la novela que está escribiendo Gil Pender, el protagonista de la película, y días después le hace sugerencias que mejoran sustancialmente la calidad del libro. También la muestran como una consultora permanente de Pablo Picasso, Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway,

Eso fue en los 20 del siglo pasado. Décadas más tarde, Hemingway escribió que alguna vez Stein, que solía acogerlo en su casa parisina junto con otros escritores gringos, lo increpó por bebedor, y en medio de la cantaleta le dijo: "Todos los jóvenes que sirvieron en la guerra son una generación perdida. No le tienen respeto a nada. Se emborrachan hasta matarse".

La pulla contenía un carácter definitorio, porque fue así como la escritora les acuñó esa expresión, "generación perdida", a un grupo de escritores marcados por la Primera Guerra Mundial y la crisis del 29.Adiós a las armas es un ejemplo preciso. Rebosa de aquello que mencionó Stein en su célebre sentencia: guerra, falta de respeto (a cánones religiosos y morales), alcohol y muerte.

Hemingway cuenta allí, tomando como sustancia su paso por la Gran Guerra, la historia de un gringo al servicio del Ejército italiano que resulta herido y, durante su convalecencia, se enlaza en un amor incondicional con la enfermera que lo cuida. En lo formal, uno ve desplegada la técnica de las frases cortas y de los diálogos largos y constantes que lo identifican como narrador, recursos a partir de los cuales también uno termina comprendiendo eso de sugerir en vez de decir. En Hemingway, lo dicho corresponde a acciones más que a digresiones, aunque claro: son acciones que definen las personalidades de los personajes y, en esa medida, terminan elevando su significado a algo más allá de lo meramente físico.

Más allá de la apuesta estilística, la novela se preocupa por dejarle claro al lector que quien escapa de la guerra no está a salvo del horror, ni siquiera si se refugia bajo sus cobijas, lejos de los obuses. La vida en paz, así sea con amor de por medio, también trae sus propias tragedias.


Van las frases:


Sí, yo me había propuesto ir a los Abruzos. No conocía ninguno de estos lugares en los que los caminos están helados y duros como el hierro; donde el frío es seco y la nieve finísma y también seca; donde el rastro de las liebres se puede ver en la nieve; donde los campesinos saludan levantando el sombrero y nos llaman señor, y donde la caza es abundante. En vez de estos lugares, yo solamente conocía el humo de los cafés, las noches en que la cabeza nos da vueltas y es necesario mirar un determinado punto de la pared, fijamente, para no seguir girando; las noches, en la cama, borracho, con la creencia de que no existe nada más que aquello, y la extraña sensación que produce el despertarse y no saber quién está a nuestro lado; y, en la oscuridad, el mundo irreal que nos rodea; esto se repite cada noche, es excitante, y uno lo hace con la convicción de que no existe nada más, nada más, y que todo nos es igual.


Empezaba a notar esta dificultad, tan masculina, de permanecer mucho tiempo con una mujer en los brazos.


En la cantina hablaban mucho y bebí vino porque aquella noche, de no haberlo hecho, no hubiese podido experimentar la impresión de que todos éramos hermanos.


Si nadie atacara, la guerra terminaría.


-Uno piensa, uno lee. No somos campesinos. Somos mecánicos. Pero ni los campesinos son los bastante torpes para creer en la guerra. Todos odian esta guerra.
-Al frente de los países hay gente estúpida que no comprende y no comprenderá nunca nada.
-También se enriquecen con ella.
-No la mayoría -dijo Passini-. Son muy tontos. Lo hacen por nada... por pura estupidez.


No acostumbro amar.


No hay yo. Yo soy tú. No separes tú de mí.


Pronto estarás hasta la coronilla de nuestra felicidad.


Es un buen cura, pero no deja de ser un cura.


Tenía un periódico pero no leía, pues no quería saber nada más de la guerra. Quería olvidar la guerra. Había hecho una paz aparte.


A menudo un hombre tiene la necesidad de estar solo, y una mujer también tiene esta necesidad; y, si se quieren, están celosos de constatar ese sentimiento mutuo; pero puedo decir con toda sinceridad que esto no nos había pasado nunca. Cuando estábamos juntos nos sentíamos solos, pero solos en relación a los demás. Sólo sentí esta impresión una vez, y así es como uno se siente más solo; pero, nosotros dos, nunca nos sentíamos solos, y nunca teníamos miedo estando juntos.


Cuando los individuos se enfrentan con el mundo con tanto valor, el mundo sólo los puede doblegar matándolos. Y, naturalmente, los mata. El mundo quiebra a los individuos, y, en la mayoría, se les forma cal en el lugar de la fractura; pero a los que no quieren dejarse doblegar entonces, a estos, el mundo los mata. Mata indistintamente a los muy buenos y a los muy dulces, y a los muy valientes.


No, la sabiduría de los viejos es un gran error. No es que se vuelvan más sabios, sino más prudentes.

viernes, 25 de marzo de 2016

Olfato de perro, de Germán Gaviria Álvarez

Olfato de perro, Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura en 2011, es un libro que en 225 páginas cuenta dos historias: la de Ignacio Madero y la de sus padres. 

En primer lugar aparece Ignacio Madero, profesor de filosofía en una universidad que parece ser la Nacional. Madero tiene 59 años y está seco como un tronco: sin mayores sentimientos, duro y enfermo. Calcula que le queda un año de vida. Vive solo, su hijo está en Australia y casi no tiene comunicación con él, así como tampoco tiene contacto con su madre. Sus días aburridos y monótonos transcurren entre las clases, la burocracia académica y el oficio de conseguirse acompañantes de ocasión. Sus dolores los alivia con ibuprofeno y ron.


La segunda historia es la de los padres de Ignacio: Antonia Madero e Ignacio Ángel. Ella, hija de una familia acomodada de Neira, Caldas, conoce a Ignacio que es un hijo de un bandolero liberal del Llano. Se enamora, huye con él y lo que sigue es una vida de aventuras y penurias, en la época del Bogotazo y el comienzo de La Violencia. La pareja, con cuatro hijas mayores que Ignacio, pasa por Manizales, Sevilla, Valle e Ibagué. Luego recala en el Llano: él buscando riqueza y aventura, y ella buscándolo a él. La reconstrucción de la historia de sus padres motiva al citadino profesor universitario a emprender un viaje al Llano, que se convierte en el punto de quiebre de la novela.

En las primeras páginas del libro, el profesor Ignacio menciona obras como El buscador de oro, de Le Clézio, o Costaguana (el país ficticio de Nostromo) y El corazón de las tinieblas, de Conrad, así como La Vorágine. Las referencias no son gratuitas: Olfato de perro es un doble viaje, el de los padres y luego el del hijo, al corazón de las tinieblas o la Vorágine que son los Llanos. El cómodo profesor, así como la noble señorita que era su madre, se enfrentan con un mundo hostil, extraño, salvaje. Un entorno que los devora.

Más allá de las referencias explícitas del libro, el personaje de Ignacio recuerda a otro protagonista moribundo: Manuel, el personaje de El inquilino de Guido Tamayo. Ambos se refugian en los libros, la lectura, el licor y la compañía ocasional. Se saben enfermos y en el ocaso. Derrotados por la vida y sin grandes aspiraciones. No obstante, la obra de Gaviria tiene un anclaje fuerte con la historia colombiana: desde las guerrillas liberales de los años 50, hasta la guerrilla y los paramilitares del siglo XXI, pasando por los encapuchados de la universidad: todos tienen cabida en sus páginas, que oscilan entre la amargura y la reflexión. Las páginas más memorables, las que giran en torno a la historia de sus padres, son precisamente las que tienen más aventura y menos digresión.

Algunas frases: 

Existe un orden sutil e implacable que divide el mundo de los jóvenes y el de los viejos. Como el de los hombres y el de los animales. 

En las noches bebe ron para calmar esa falta de vida que trae la soledad.

No hay numen, nirvanas ni once mil vírgenes. Y eso, saber que su cuerpo disgregado será de nuevo átomos elementales y volverá al espacio eterno, lo abisma. Como si de un momento a otro tuviera que saltar a un vacío inescrutable e infinito en donde permanecerá vivo soportando la angustia de la eternidad.

Los recuerdos no nos pertenecen, sólo el futuro y el presente que vivimos. Y ahora, pensando, ¿a quién pertenecen los recuerdos? a nadie. Sólo se trata de una entidad llamada pasado que no regresará jamás y los historiadores siempre intentan reconstruir. Y sin embargo nos constituyen.

Uno más en el universo exigente de los libros que merecen no sólo ser leídos, sino ser objeto de una segunda y de una tercera lectura. Incluidos los suyos. Docena y media, para ser exactos. Olvidados por completo. Totalmente absorbidos por la masa informe de la producción académica, anodina, vanidosa, autorreferente, sin repercusión.

Tampoco está dispuesto a descender en la escala evolutiva, ni por cinco minutos, ni a rozar siquiera los nuevos avances de la insignificancia que, a cada paso, salen en la ciudad.

Ignacio no entiende el afán de las personas por escribir su biografía. ¿Por qué mostrar al gran público, por ejemplo, el pasado vergonzoso? ¿Dónde queda la vida privada, dónde el decoro, dónde la pretendida honestidad? Por otro lado, ¿por qué suponer que la vida de alguien es ejemplar?, para Ignacio, sólo es una concepción católica que los escritores no han superado. ¿No es repugnante tanta vanidad?

El perdón es una falacia. Existe comprender una conducta, unos móviles, existe admitirlos o no.

La lección es que tienen que aprender a desconfiar de los paradigmas, pero la enseñanza más importante, dudar del maestro, es la que pocos aprenden.

Comprobar que no hay nada más peligroso para una mujer casada que el antiguo hogar.

Su madre le enseñó que una dama se distingue de una mujer cualquiera porque es de un solo hombre, y si tiene que dominarlo para que cambie y permanezca a su lado, lo hace. Lo malo es que su madre no alcanzó a enseñarle cómo se domina a un hombre.


Germán Gaviria Álvarez
Olfato de perro
Taller de Edición Rocca
Bogotá
2012
225 páginas 


miércoles, 23 de marzo de 2016

El enigma de la luz, un viaje en el arte, de Cees Nooteboom

15 textos escritos entre 1984 y 2007 componen El enigma de la luz, un breve libro en el que el holandés Cees Nootebom, autor de esa deliciosa fábula que es En las montañas de Holanda, reflexiona sobre las impresiones que le dejan las obras pictóricas de artistas clásicos y contemporáneos. 

Salvo el primer texto, que plantea un diálogo entre dos personajes de un cuadro de Max Neumann, los demás ensayos son reflexiones en las que el autor entrega sin erudición ni interés academicista, datos del pintor, el contexto geográfico e histórico en el que se realizó la obra, así como la impresión que a él como espectador le causa. Por eso los textos, más que reseñas pictóricas, son crónicas de viaje hacia museos, palacios y otros sitios en los que reposan grandes obras de la pintura de artistas tan variados como Tiépolo, Rembrand, DaVinci, Piero della Francesca, Giorgio de Chirico, Verrmeer y Hopper, entre otros. 

Nooteboom pone a dialogar a los personajes de los cuadros, pero así mismo establece vínculos entre la obra y quien la observa. Por ejemplo, al contemplar "La lección de música interrumpida" de Vermeer, Nooteboom advierte: "esas dos personas del cuadro son compatriotas". En otro aparte uno de los protagonistas de un cuadro señala "estamos aquí para quedarnos", y esa pregunta sobre la permanencia inmutable de la obra en contraste con la variedad de ojos que pueden reinterpretarla con el paso del tiempo es constante. En otro capítulo, mirando a los ojos un autorretrato de Rembrandt, deduce que el autor entrega su mirada a "esos extraños que tardarán aún siglos en nacer".

Nooteboom llama la atención sobre el contraste entre el placer que implica contemplar una obra maestra con la desazón que le produce acudir a museos atestados de colegiales ruidosos o de turistas que se desplazan en masa, robándose el silencio y la quietud que exige el acto contemplativo: "El ciudadano que hoy en día desee ver algo en un museo no tiene más remedio que acorazarse contra sus prójimos armado de un odio brutal e intentar aislarse valiéndose de sus últimas reservas de concentración. De lo contrario, también él sufrirá las consecuencias de esa difusión del conocimiento: es decir, un menor conocimiento".

La edición de DeBolsillo acompaña los 15 textos con imágenes a blanco y negro de algunos de los cuadros que comenta Nooteboom. Ese ejercicio de cotejar la palabra con la imagen me recordó durante todas las páginas al escritor Antonio Caballero, por una doble razón: en primer lugar, porque su libro Paisaje con figuras, crónicas de arte y literatura, es un ejercicio periodístico que guarda relación con lo que Nooteboom realiza en este volumen. Y en segundo lugar porque su sección "Mil palabras por una imagen" en Revista Arcadia, consiste básicamente en lo mismo que hace el holandés: tomar una imagen, y observarla con un detenimiento que, sumado a la curiosidad y el conocimiento ilustrado, arroja como resultado un texto que permite develar detalles que están a la vista pero que nos son esquivos.

Algunas frases

"Sumido en el incómodo vacío que me embarga al regreso de un viaje, deambulo por Ámsterdam con mi alma a unos pasos de mí mismo". 

"No soy sino un amante de la observación. Y eso es estupendo, pues la escasez de conocimientos desata la imaginación y permite ver las cosas más peregrinas".

"la bella cadencia de los textos escritos en italiano. Éstos me recuerdan un menú, no puedo remediarlo". 

"Alimentar ciertos sentimientos de angustia puede resultar placentero".

"No puedo evitarlo, empiezo a ver a los cuadros como personas".

"Observar, escuchar leer. Eso siempre funciona".

"cumpliendo así la misteriosa ley que ordena que a su muerte el artista se transforme en su obra".



Cees Nooteboom
El enigma de la luz, Un viaje en el arte
Editorial De Bolsillo 
Barcelona
2007
142 páginas

domingo, 13 de marzo de 2016

Mi padre y otros accidentes, de Paola Guevara

Mi padre y otros accidentes fue presentada recientemente como una "novela de no ficción", categoría en la que caben desde A Sangre fría de Truman Capote, hasta El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince o Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett.

Y escojo esos dos últimos títulos colombianos a propósito, porque me llama la atención la necesidad de narrar sin ficción y con apego a la realidad los hechos más íntimos y dolorosos que ocurren al interior de las familias. Es posible imaginar e inventar lo que ocurre dentro de los hogares ajenos, pero hacer ficción con la materia prima de nuestra vida y la relación con los parientes más cercanos resulta difícil. O innecesario: Ya lo dijo Tolstoi en la primera línea de Ana Karenina: "Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada".

La desgracia que narra Paola Guevara, es común a miles de personas: Creció sin saber quién era su papá. Sus abuelos maternos la acogieron como hija, se hicieron cargo de ella, le dieron su apellido, y su mamá la trataba como una hermana menor. Sin embargo en su vida siempre estuvo el anhelo de construir una relación con su papá. La madre, el personaje más interesante del libro, le dice que su papá es un señor que se fue a España y jamás volvió, hasta que un día, cuando Paola ya tiene 30 años, está casada y tiene un hijo, recibe en su trabajo un mensaje de texto en el que su mamá le anuncia que la va a llamar Fernando Lince, su verdadero papá. La relación que nace y crece entre los dos constituye el resto del libro.

Alma, la mamá de Paola, es un personaje apenas marginal. Sin embargo digo me parece interesante porque en una sociedad que ha idealizado la maternidad, encontrar una madre arpía es un bombón literario, aunque como ser humano pueda ser una pesadilla. Una mamá que no quiere que le digan así, que no quiere besar a sus hijos ni ejercer como tal tiene que tener motivaciones que pueden ir desde el embarazo juvenil hasta el desequilibrio mental, o ambas. Sin embargo, esta veta poco se explora en el libro, por razones que quizás pueden ser extraliterarias: La hija no quiere a su mamá y por lo tanto no quiere escribir sobre ella.


El relato es un drama que se cuenta sin humor. Es una tragedia cotidiana, íntima, clara, que se lee de una sola sentada porque la prosa obliga a avanzar. Una historia frenética que se centra entonces en Paola y Fernando: Las carencias de ella y las aventuras de él, un piloto sobreviviente de un accidente aéreo. Se trata no sólo de un elogio al padre sino además de una reivindicación de la figura paterna. El libro es sobre todo un grito para señalar que no es cierto que los hijos puedan crecer tranquilos cuando los papás no están cerca. 

El texto ocurre en Cali aunque dudo que los lectores que estamos poco familiarizados con la ciudad logremos construir una imagen mental del espacio literario. Varios de los personajes, como el esposo, las tías y otros, aparecen también tan fantasmagóricos como la ciudad. El énfasis está en lo que Paola piensa, dice, hace, teme. Si se trata de ponerle apellidos, sería no sólo una novela de no ficción sino además una novela psicológica: su mente es el principal espacio en el que ocurre la historia, que termina siendo predecible y con final feliz, algo sin duda muy grato para la vida personal de la autora.

Se agradece en todo caso que no lo hayan rotulado como "literatura femenina". No sé bien en qué consiste esa etiqueta pero este libro no lo es. Que lo haya escrito una mujer puede ser un accidente, como el que le da título. El verdadero héroe de la historia es el padre, al que en la puerta de su vejez le cae del cielo una hija insospechada. Y la acoge.

Les dejo algunas frases del libro: 
"Los de la familia eran secretos matrioska, unos contenidos dentro de otros más grandes, ad infinitum. Es posible que este fuera el único entretenimiento de seres cuya existencia transcurría de puertas para adentro y sin grandes sobresaltos".

"un abrazo que sentí sincero, por esa tara mamífera que nos conduce a interpretar cada acercamiento físico de la madre como afecto, incluso si ella es una depredadora natural".

"elegante hasta para bajar mangas verdes de los árboles".

"parsimoniosas como notas blancas extraviadas en un mundo de corcheas".

"Algunas felicidades llegan tan tarde que se parecen demasiado a la tristeza".

"en un pueblo donde las únicas ambiciones posibles eran ser policía, profesor, cura o guerrillero".

"El matoneo no nació ayer".

"ese tipo de hombres severos que provienen de un entorno machista que los llenó de privilegios y al mismo tiempo los privó de demostraciones de afecto; esos cuya forma inconsciente de exigir amor es inspirar terror".

"no le bastaba con dejar a un hombre, había que desmantelarlo también".

"Jamás subestimes la inteligencia de un mentiroso. Para mentir, y para lograr que otros crean la mentira, es necesario desplegar todo tipo de recursos interesantísimos".

"¿Qué es la ficción sino el refugio de aquellos a quienes no les basta con la realidad y deben inventar nuevos mundos?"

"Quien dijo que el amor es una palabra, no comprendió el poder liberador de ciertos silencios".

"cuando uno cree que ha encontrado la veta petrificada de su propio carácter, cuando uno ha decidido liberar una erupción de ira incandescente que lo destruya todo a su paso, viene el amor y nos arrebata el guión de las manos".

"Yo soy el muro que va detrás de ti. En la vida, tú vas al frente y yo voy detrás. Si tienes miedo o sientes que te derrumbas, solo tienes que extender tu mano y ese muro firme que encuentras allí, ese soy yo".

"Se cree que el olvido es un defecto a remediar, una enfermedad a vencer, una deficiencia química o neurológica que necesita ser corregida, cuando en realidad el olvido es una estrategia adaptativa bastante sofisticada que permite seguir viviendo con cierta solvencia espiritual, a pesar de todo. En cambio la buena memoria, la excesiva memoria, ser quien recuerda lo que otros se alegran de haber olvidado; ser quien lleva el terco registro de las atmósferas, de los aromas, de los reflejos, de la textura y la luz sobre los objetos; ser quien guarda el récord de los encuentros, de las palabras y las intenciones tras esas palabras; de las miradas con su carga de significados y aún de las reacciones primarias que no alcanzan a convertirse en lenguaje, más que un don es un lastre. Porque hay mucha soledad en la memoria que solo reposa en nosotros y que en los demás es olvido. Ser el único que recuerda es ser, también, el único que ha tendido un lazo".


Paola Guevara
Mi padre y otros accidentes
Editorial Planeta
Bogotá
2016
180 páginas

sábado, 6 de febrero de 2016

Siempre fue ahora o nunca, de Rafael Baena


El periodista y fotógrafo Rafael Baena se dedicó de lleno a la literatura a los 50 años de edad, después de una vida de trabajo en salas de redacción y como reportero en infinidad de recodos de la geografía colombiana. En 2007 publicó su primera novela, Tanta sangre vista, y a partir de ahí, en un lapso de apenas ocho años alcanzó a publicar siete obras, en una carrera contrarreloj contra la muerte que lo acechaba ya hace tiempos en forma de cáncer de pulmón, hasta que el 14 de diciembre de 2015 el aire literalmente se le acabó.

En Siempre fue ahora o nunca Baena vuelve al tema que lo apasiona: las violencias colombianas, que como él se encargó de documentar, son una sola larga guerra desde el Siglo XIX hasta nuestros días. La novedad de esta obra, en relación con otros títulos como  Tanta sangre vista, o La bala vendida, o el extraordinario ¡Vuelvan caras, Carajo!, que transcurren en el Siglo XIX, Siempre fue ahora o nunca se centra en el final del Siglo XX, desde los años 70 con la bonanza marimbera, hasta comienzos de 2000, con la llegada de Uribe al poder y el auge del paramilitarismo. Es, como lo señala el autor, el relato de la tragedia que nos tocó vivir a los de esta generación.

El libro es un rompecabezas construido a partir de capítulos cortos que intercalan historias de personajes que al principio se muestran inconexos pero que a medida que va avanzando el relato van encajando en las vidas de los otros hasta que el panorama queda completo. 

Sostener el ritmo a lo largo de 630 páginas no es fácil y por ratos el autor no lo logra. Es posible que muchos lectores no superen las primeras 100 páginas, que son lentas y en donde la relación entre personajes no es clara. Pero alcanzado el primer centenar de hojas, la historia toma vuelo, la tensión empieza a aparecer, y aunque algunos personajes no llegan a cuajar (las niñas son siempre niñas aunque pasan los años... como si no crecieran; se insinúa una relación lésbica que tampoco se desarrolla) otros personajes se vuelven entrañables, en especial el reportero gráfico Toño Almanzor, que en muchos aspectos parece alter ego del autor. El final puede parecer apresurado, aunque luego de 630 páginas dudo que pueda afirmarse algo así.

Además de Toño, la narradora Raquel Arbeláez es una abogada que ha ejercido todo tipo de reportería hasta culminar como jefe de redacción de un periódico que siempre está sobreaguando crisis económicas. Ambas voces salpimientan el relato con reflexiones sobre el oficio del periodismo. A estos comentarios se suma además el relato histórico del conflicto político colombiano de los últimos tiempos. Sin tratarse de un ensayo histórico, aparecen los cuerpos de paz, las Farc, el ELN, el narcotráfico, los paras, las masacres, Turbay, Belisario, el M-19, el Palacio de Justicia, Lara Bonilla, Galán, Pablo Escobar, el Avión de Avianca dinamitado en vuelo, Guillermo Cano, la UP, Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal, Carlos Pizarro, la bomba a El Espectador, Elsa Alvarado y Mario Calderón y otras víctimas claves. Pero no sólo está Colombia, también aparecen la Revolución Sandinista, la guerra en Salvador, el golpe a Allende, la guerra en Ruanda, en Bosnia... No se trata de una enumeración exahustiva ni de una clase de historia: los hechos van mezclándose con los protagonistas y aunque éstos no quieran el contexto les va marcando su destino. 

Rafael Baena era un genio, un personaje como sacado del Renacimiento, de esos humanistas que saben mucho de muchas cosas. Además, un narrador extraordinario, honesto y culto. Su temprana muerte es una pérdida enorme para la literatura colombiana, pero al mismo tiempo es una fortuna que la pasión con la que se dedicó a escribir en los últimos años haya dejado testimonio de tantas guerras, sobre todo ahora que se habla del supuesto fin de todas ellas. Toño Almanzor seguro pensaría que sí, que ojalá terminen, con una mueca escéptica.


Algunas frases (difícil escoger, hay muchas citas citables) 
"los carga ladrillo con ínfulas de literatos somos una de las plagas contemporáneas mayormente extendidas junto con los textos de autoayuda, las memorias, las autobiografías de personajes con egos inversamente proporcionales a su importancia y la profusión de obras en las que el autor pretende que el lector aporte la magia y haga el trabajo que él no hizo".

"pronto entendí que si de verdad deseaba cumplir mi sueño necesitaba tener algo que decir, lo cual no era el caso. Cada idea que venía a mi mente era superada de inmediato por mis lecturas, a todas luces superiores a cualquier invención propia".

"uno de esos aguaceros que sólo ocurren en la Biblia y en el Caribe".

"lo que tú y los demás consideran mi éxito profesional y notoriedad no es más que una serie de frustraciones".

"los humanos estamos llenos de vacíos".

"denominar bandoleros a todos los alzados en armas era una ligereza. Para decirlo de una manera simple, algunos de ellos eran secuelas de violencias anteriores".

"el periodismo es una profesión de alto riesgo, según creo. Sobre todo de riesgo mental, porque en pocos años de acelere, trasnocho y escaso tiempo para dedicar a las cosas realmente importantes puedes quedar convertida en una cretina".

"en un ochenta por ciento de los casos todos pertenecían a familias que habían ejercido la política y que, por tanto, sentían que el Estado era de ellos, que la cosa pública era de su propiedad y que por designios de la divina Providencia, o algo semejante, la riqueza nacional constituía una gigantesca e inagotable teta hereditaria destinada a darles de mamar a perpetuidad".

"era lo suficientemente perspicaz como para darse cuenta de que su principal obstáculo en la vida era ella misma".

"la aritmética, la geometría, la historia y el castellano, las materias cuyo aprendizaje para ella eran lo más importante y que de hecho eran muy importantes, debían pasar a un segundo plano frente a la enseñanza del sentido común. Una vez lograda esa meta básica, cuando ellos sintieran tener el control sobre sus vidas aunque realmente no lo tuvieran, sería muy fácil instruirlos en lo demás". 

"si quiero escribir debo hacerlo ahora o no lo haré nunca".

"no existen prostitutas más prostitutas que las mujeres casadas, porque se someten a los caprichos del marido a cambio de una contraprestación económica permanente".

"no es mejor periodista quien primero lo dice sino quien mejor lo dice".

"los fierros que invariablemente se fabrican en el hemisferio norte y se disparan en el sur".

"Como los países productores hace muchos años que protagonizan conflictos breves y limitados, y además ajustamos ya más de medio siglo desde la última gran conflagración mundial, por simple lógica aritmética su comercio debería disminuir, pero sucede todo lo contrario, no sólo porque las potencias necesitan alimentar conflictos de corte colonial sino porque las guerras civiles o las guerritas entre republiquetas son estrategias para mantener distraídos y endeudados a los dueños de las materias primas y los recursos naturales. Así, mientras tú y yo nos matamos, aquel se lleva el botín grande pasa su casa y luego regresa a vendérnoslo más caro".

"creía haber aprendido ya lo suficiente sobre el amor como para saber que este nos es compatible sino consigo mismo. En todas las demás actividades humanas hace ruido, por no decir que estorba".

"Los seres humanos padecemos varios tipos de ceguera, la mayoría de ellas mucho más inexorables y difíciles de remediar que la pérdida de la visión propiamente dicha".

"puta universidad apoltronada sobre su prestigio y comprometida a fondo con el ánimo de lucro".

"¿en qué consiste esa vaina de "comunicador social"? La respuesta podría abarcar un rango que va desde el tipo que vende bocadillos veleños en la calle recurriendo al perifoneo hasta el experto en relaciones con la comunidad de una multinacional petrolera".

"El periodismo es en sí mismo una militancia que no puede ser contaminada por ninguna ideología".

"Como también me había quedado sin trabajar, mi reto diario más exigente consistía en amarrarme los cordones de los zapatos".

"le producía un inmenso rechazo la autoridad ejercida a partir del miedo, que además era un error en contravía de las más elementales reglas de estrategia. Un buen general busca aliados, no súbditos".

"El poder acompañado por la impunidad conduce a la desfachatez".

"el conformismo también puede ser talante de sabios y uno de los principales valores de la edad madura".

"la fragilidad en un hombre no es un rasgo muy seductor que digamos".

"la supervivencia de nuestra especie y su progreso habrían sido imposibles si, como ocurría en la posmodernidad, unos hipotéticos ecólogos del pasado se hubiesen atravesado en los planes de la gente emprendedora".

"de todos los pecados propios de la juventud la grandilocuencia es el más difícil de detectar, sobre todo para quien la protagoniza".



Rafael Baena
Siempre fue ahora o nunca
Editorial Alfaguara
Bogotá
2014
630 páginas