jueves, 27 de mayo de 2021

Mediocristán es un país tranquilo, de Luis Noriega


Un bumangués que estudia en Bogotá y luego se radica en Barcelona es el narrador de esta novela, en la que a partir de capítulos cortos se cuentan sus coqueteos con el fracaso: su inestabilidad económica, su desinterés por el "éxito" o la estabilidad, su negativa rotunda a tener hijos y formar una familia y su comodidad en una relación de pareja sin compromisos, viendo tele y metiendo droga. Los altibajos más fuertes en su cotidianidad son los que proporciona el desempeño de su equipo de fútbol favorito. 

Mediocristán es su país pero también su vida: una medianía en la que es mejor vivir en un eterno presente. Garantizar el placer inmediato es la apuesta más segura para evitar hacerse preguntas sobre el futuro. 

A partir de anécdotas mínimas que suenan a experiencia autobiográfica, Noriega construye con humor ácido y sarcasmo un personaje que evidencia que desea prolongar la libertad de su adolescencia y se resiste a los estereotipos que se esperan de la adultez y ese protagonista es un buen álter ego de su país de origen: Mediocristán, un país en el que es un derecho fundamental tener a quién echarle la culpa.

El humor es un poderoso recurso para desnudar las fisuras del poder. Es a partir de allí, de la sátira y la ironía, que Noriega habla de la camisa de fuerza que representan la familia, el matrimonio y la paternidad, y las carencias normalizadas en un país violento y mediocre como Colombia, en el que una de las buenas alternativas que se le ofrecen a los jóvenes consiste en migrar. 


Algunas frases
"Tener a quién echarle la culpa es casi un derecho fundamental" (p.11)

"Las generaciones pasan.
La tierra permanece.
La memoria es frágil (p. 12).

"En ocasiones, tener un culpable es la mejor excusa" (p. 13).

"una generación que para tener a quién echarle la culpa ha tenido que abandonar la comodidad del ámbito familiar y tomar un curso rápido de política de cafetería sobre la falta de oportunidades y las mentiras del Estado del bienestar" (p. 13).

"El nombre impronunciable del abismo que existe entre nuestras aspiraciones y nuestros logros es "fracaso"" (p. 14).

"Las palabras son una medida de la vanidad" (p. 14). 

"Tal vez lo que te hace especial no sea ser lo que mal que bien has podido ser, léase nada, sino ser el padre de alguien cuya historia será completamente diferente de la tuya. Una historia esta-vez-sí" (P. 20).

"En Mediocristán procuramos no meternos en problemas: es la mejor forma de no perder inútilmente el tiempo intentando hallarles solución. Preferimos los crucigramas, los acertijos verbales, las novelas de intriga, los videojuegos" (p. 23).

"Mi única queja contra la sociedad de consumo, el imperio de lo efímero y demás, siempre ha sido que haya tanto con que enajenarse y tan poco tiempo" (p. 23)

"En otra época fui crédulo. Otros dirían "joven". Otros dirían "guevón".
Otros corregirán "todavía"" (p. 25).

"El razonamiento que puso fin a mi vocación política fue que yo no era nadie para luchar contra las venerables tradiciones nacionales del peculado, la repartición del pastel y la puñalada por la espalda" (p. 26).

"Entre Mediocristán y Fracaso hay estaciones bastante peores para los políticos de cafetería. La cárcel. El cementerio. El Congreso. Y eso solo por la C" (p. 26).

"La política, dice el poeta, es una afición reservada a los miembros mejor vestidos de las clases criminales" (p. 27).

"Cuando me canso del realismo, cambio de canal" (p. 28).

"Dentro y fuera de Mediocristán la ley de la vida es el autoengaño" (p. 31). 

"la familia, el monopolio de una Iglesia cuyo deporte preferido es organizar marchas por el derecho a la vida de todo puñado de células que pueda convertirse, de acuerdo con la voluntad de Dios y las leyes de la naturaleza, en carnecita de cura pedófilo" (p. 32).

"La felicidad es comer, beber y follar. La felicidad es comer, beber y meter. La felicidad es comer, beber y ver la tele. La felicidad es comer, beber, follar y meter mientras ves la tele. Etcétera" (p. 40).

"Los bancos no necesitan muchos argumentos para convencernos de que el crédito es una buena religión" (p. 40).

"El nacionalista mamerto es un vástago de la aristocracia local, cuyos privilegios ha rechazad para combatir el sistema atiborrándose de porros y resúmenes de Marx en un humilde piso de doscientos metros cuadrados mientras cobra el paro" (p. 66). 

"No hay sitio, por más maravilloso que sea, que puedas visitar sin cargar contigo mismo. Y en mi caso, aun cuando consigo viajar con la mejor versión de mí mismo, la resaca suele ser atroz" (p. 77).

"El lugar común acerca de las reuniones de ex alumnos es que se planean como grandes ocasiones para el recuerdo y terminan siendo reuniones de borrachos más o menos decepcionantes que nadie quiere repetir en mucho tiempo" (p. 139). 

"En Mediocristán me resulta doloroso reconocer, abundan los idiotas convencidos de que viven en otro país, cuando no en otro planeta" (p. 140).

"El Pasado es el país del que nunca te has dio, el país en el que siempre estás de vuelta" (p. 146). 

"Para ser un buen budista a veces solo se necesita dar con la combinación de drogas adecuada" (p. 164). 

Mediocristán es un país tranquilo
Luis Noriega
Editorial Random House
2014
Bogotá
168 páginas.

Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García Barcha


Confiesa Rodrigo García Barcha al final de su testimonio: "sé muy bien que cualquier cosa que escriba sobre sus últimos días puede llegar a publicarse fácilmente, sin importar su calidad" (p. 91). Esa preocupación, la de un escritor dedicado al cine (guionista, director y productor), hijo a su vez de uno de los mitos de la literatura del siglo XX, seguramente atravesó la construcción de este libro: ¿cómo saber que el libro es bueno en sí mismo y no sólo porque revela detalles íntimos (chismosos, diría Mercedes) de los últimos días de la vida de Gabriel García Márquez?

Para los lectores de García Márquez el libro resulta revelador en la medida en que presenta una mirada distinta. El acercamiento al Nobel se hace normalmente desde su propia voz narrativa: desde lo que dejó escrito y también desde lo que dejó dicho en entrevistas en prensa, radio y televisión. Este libro permite acercarse desde un ángulo distinto: el de un autor que tiene acceso directo a un material privilegiado y lo narra desprovisto de la mitificación del personaje central. Rodrigo García no presenta al Nobel sino al padre enfermo y en irreversible deterioro hasta su muerte.

Se trata entonces de un ejercicio de desmitificación y humanización similar al que el propio Gabo hizo con Bolívar en "El general en su laberinto": ocuparse de narrar no las glorias sino la derrota final que significa el deterioro del cuerpo, la salud y la muerte. Rodrigo García presenta entonces a un anciano demente, que no reconoce a sus hijos y a veces tampoco reconoce a su esposa, al que las enfermeras deben incluso untarle crema en sus genitales para evitar que se queme y que en medio de su delirio solo desea regresar a su casa y con ese pedido, que hace desde su casa de México, se refiere al regreso a la casa de la infancia, la misma que narró en Vivir para contarla, su único libro autobiográfico.

"Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García Barcha" es un libro breve, en el que un tercio de las páginas se dedica a fotografías familiares y el resto se compone en capítulos cortos en los que el autor deja mencionados algunos asuntos espinosos: la posibilidad de practicar la eutanasia, lo patriarcal que resulta el apodo de "Gaba" o el tratamiento de "viuda de Gabo" para Mercedes, la tensión que implica para la familia hacer un duelo íntimo en medio de tanta gente y el alivio que llega con la muerte del escritor, que en razón de su enfermedad se había convertido en un peso cotidiano para la familia. 

Quienes quieran encontrar las claves de la literatura de García Márquez, sus rutinas de escritor, sus influencias y sus logros deben buscar otros libros. En este texto no aparece Gabo, aparece un padre, un abuelo viejo, enfermo y deteriorado, que quiere oír vallenatos para regresar a ese mundo antiguo en el que fue feliz. 


Algunas frases
"Escribir sobre la muerte de un ser querido debe ser casi tan antiguo como la escritura misma, y sin embargo, cuando me dispongo a hacerlo, instantáneamente se me hace un nudo en la garganta" (p.16).

"Como suele ocurrir con la escritura, el tema lo elige a uno, y toda resistencia sería inútil" (p. 16).

"Estoy perdiendo la memoria, pero por suerte se me olvida que la estoy perdiendo" (p. 19).

"Todos me tratan como si fuera un niño. Menos mal que me gusta" (p. 19).

"–¿Qué hace aquí afuera, don Gabriel?
–Llorar.
–¿Llorar? Usted no está llorando.
–Sí lloro, pero sin lágrimas. ¿No te das cuenta de que tengo la cabeza vuelta mierda? (p.19).

"Habla con una propiedad que hace olvidar, en la alegría del momento, que lleva años sumido en la demencia, y que el hombre con el que hablamos casi no está presente ni entiende nada, y apenas es él" (p. 25).

""Se está muriendo mucha gente que antes no se moría", y se divertía con la risa que provocaba" (p. 30). 

"Tal vez la única historia que vale la pena contar es la que nos haga reír" (p. 32).

"Casi todo lo que vale la pena saber se aprende todavía en casa" (p. 33).

"Cuando el momento llegue, si queremos acelerar las cosas, el goteo de líquidos de mi padre se puede interrumpir" (p. 35). 

"Consideraba que una enorme disciplina era una de las piedras angulares para escribir una novela, en particular cuando se trataba de estructurar la forma y los límites del relato" (p. 48).

"Mi papá admiraba y envidiaba muchísimo a los compositores de canciones por su habilidad para decir tanto y de manera tan elocuente en tan pocas palabras" (p. 51).

"la incredulidad de que un hombre tan vital y expansivo, siempre embriagado con la vida y los avatares de la existencia, se haya extinguido" (p. 62).

"Un buen cuento siempre supera la verdad. Un buen cuento es la verdad" (P. 83).

"Mi padre decía que todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta" (p. 87).

"Mi padre se quejaba de que una de las cosas que más odiaba de la muerte era el hecho de que sería la única faceta de su vida sobre la que no podría escribir" (p. 91).

"Lamento no haberles preguntado más por los detalles de sus vidas, sus pensamientos más íntimos, sus mayores esperanzas y temores" (p. 103).

"Un hogar es un lugar muy diferente para cada uno de sus habitantes (p. 103).

"Con los años, la fragmentación continuará y la vida se sedimentará sobre las capas del mundo de mis padres y las capas de otras vidas vividas, hasta que llegue el día en que nadie en esta Tierra tenga memoria de su presencia física" (p. 104).

Gabo y Mercedes: una despedida
Rodrigo García Barcha
Editorial Random House
Bogotá, mayo de 2021
Traducción: Marta Mesa
138 páginas

jueves, 20 de mayo de 2021

La mata, de Eliana Hernández y María Isabel Rueda


Del 16 al 21 de febrero de 2000 los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia mataron a 105 personas en El Salado y las veredas aledañas, en el departamento de Bolívar. Luego de la masacre hubo un masivo desplazamiento forzado y quienes años después regresaron al pueblo narraron que las casas, cancha y en general las construcciones estaban cubiertas de vegetación.

La antropóloga Eliana Hernández leyó el informe que sobre esta masacre publicó en 2009 el Centro de Memoria Histórica. Con base en esa información y con la imagen de la vegetación cubriendo el espacio que habitó la muerte construyó el poema "La mata", en el que las voces de dos campesinos, Pablo y Ester, se unen a otras voces, como los investigadores y los testigos para contar desde múltiples ángulos y detalles el horror que allí se vivió. 

El resultado es un libro hermoso y doloroso: un largo poema con ecos de coro griego en donde la vida cotidiana empieza a abrirse lentamente para darle paso a la tragedia. El mundo particular de Pablo y Ester se enrarece con un helicóptero del que caen volantes que dicen "Cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan este año porque no van a disfrutar más". Pablo Rodríguez, líder de la junta de acción comunal, sale de su casa para enterrar una caja con escrituras que prueban que es el dueño del terreno. Otras voces dicen "salgan, partida de guerrilleros, que todo el mundo se muere hoy" y así, narrando en diagonal, sin describir los vejámenes sino sus ecos, el poema acerca a una de las peores masacres cometidas en la historia de Colombia. 

Además del poema, el libro es hermoso como artefacto. Los dibujos de María Isabel Rueda funcionan como esos cuadernos artefacto de colegio en los que el paso rápido de las páginas permite crear la ilusión de movimiento a partir de múltiples imágenes con variaciones. La mata que dibuja María Isabel Rueda empieza como algo pequeño, unas cuantas hojas sobre lo que parece una casa, y a medida que avanza el poema la mata crece y crece hasta abarcar toda la página. Una simbiosis perfecta entre el poema y la imagen, en donde al final, se ofrece algo de esperanza: "para quienes volvieron: un manojo de flores de totumo", dice la autora al inicio de los últimos versos, en donde la fuerza de la naturaleza se ofrece como una posibilidad de vida después de la muerte. 

Algunas frases
El miedo se acomoda
como un gato en la garganta,
mejor hacer con ellos una bola,
tirarla al monte enfurecido (p. 19).

Me lo hicieron con un cuchillo, dice la mujer 
y señala una marca en el brazo. 
También me hicieron cosas peores
que no puedo decir (p. 29). 

Mejor no pensar. Mejor
enumerar las cosas que le gusta hacer:
echarle maíz a los pollos
podar el jardín
meter las manos
en la leche
fresca para el queso (p. 33). 

Cuando caen los cuerpos en la cancha,
elegidos al azar
quedan en las casas los patios,
las cocinas, las sábanas extendidas
recibiendo aún
la tibieza del sol (p. 49).

En sus huesos, 
en sus últimas formas palpables,
se condensan hasta extinguirse 
lo que alguna vez fueron:
lunares, masas,
luego humus, tierra, simple tejido
que con el peso de los días
se vuelve poco a poco
una capa de tierra transparente (p. 57).


La mata
Eliana Hernández (poema) y María Isabel Rueda (Ilustraciones)
Laguna Libros
Bogotá, septiembre de 2020
96 páginas

miércoles, 19 de mayo de 2021

Tefra, de Viviana Troya

Al final de tefra su autora Viviana Troya explica en qué consiste este término: "Tefra, como se le llama a las cosas fragmentadas que salen de un volcán" (p. 110), escribe en el relato "Los volcanes", y con esa definición queda aún más claro no solo el título del libro sino también su estructura: fragmentos íntimos que salen de un volcán que es la autora misma.

Viviana Troya nació en Pasto en 1992 y es artista plástica. Su tefra, los piroclastos que expone en este libro, son relatos cortos a manera de jirones de vida: el Carnaval de Blancos y Negros, la historia de Bolívar contada desde Pasto, las leyendas sobre el origen de la laguna de Cocha, el volcán Galeras, la familia, el río Guáitara, las relaciones de pareja (fragmentarias, temblorosas, con grietas, en zona de riesgo) y en general las fisuras de la vida cotidiana, los cráteres y las cenizas.

El libro incluye 60 relatos cortos, algunos de apenas un párrafo y otros de una o máximo dos páginas. No son cuentos, no son poemas, son relatos personales, a manera de postales en donde la autora describe una situación, un paisaje, hace una pequeña reflexión o cuenta una anécdota. Todo parece muy mínimo: el ejercicio consiste en ver la vida ordinaria a través de un microscopio que permite captar con sensibilidad los detalles que usualmente pasan inadvertidos. 

Con Tefra su autora ganó la "Beca para la publicación de obra inédita 2020" en la convocatoria del Ministerio de Cultura. 

Algunas frases
que desaparezcan siempre ha sido más doloroso que verlos muertos (p. 47).

lo contrario a ese temblor es tu valentía, tu valor, tu estabilidad, tu tranquilidad; si no tiembla hay calma, tu calma, y las cosas se quedan quietas (p. 56). 

el tiempo que no es más que un celular descargándose en tu bolsillo (p. 59).

eso sí lo hacían, darle bebés al volcán, y que era para calmarlo, cuando temblaba o había fumarola, y que con eso el volcán ya seguía durmiendo... (p. 68).

Las lámparas colgantes del comedor fueron las únicas que vi cuando salí corriendo de la casa. Pero todas las demás cosas estaban haciendo lo mismo: las cortinas, la ropa colgada, los cajones, las toallas, el agua del inodoro. Toda la casa temblando como yo mientras bajaba corriendo por las escaleras, rogando que pasara rápido, que las paredes no cedieran (p. 71).

Y una casa puede ser una mamá, tus abuelitos o una ciudad (p. 78).


Ella sabía que intentar podía ayudar a su relación, porque cuando alimentas un río, el río crece, pero no podía dejar de pensar que ese era el río equivocado. ¿Ya era tiempo? Volvió a pensar en el río, pero ese río era imaginario (p. 106).

Todos los volcanes son una ruptura, en donde el magma desde el centro de la tierra ha sido capaz de abrirse paso a través de grietas y fisuras hasta erupcionar en la superficie, con más o menos violencia (p. 110). 

No hay nada que temer, los volcanes son rupturas que necesitamos, sus erupciones nos recuerdan las cosas que están adentro (p. 113). 

Tefra
Viviana Troya
Laguna Libros
Febrero de 2021
Bogotá
120 páginas

martes, 18 de mayo de 2021

Sofoco, de Laura Ortiz Gómez

Nueve cuentos alrededor del conflicto armado colombiano componen "Sofoco", el hermoso libro con el que la autora bogotana Laura Ortiz Gómez ganó el premio de narrativa Elisa Mújica en 2020. 

Son cuentos que dialogan entre sí, pero no a partir de personajes o situaciones comunes sino desde la sensación de sofoco que los atraviesa. Los cuentos de Laura Ortiz ocurren en este "paisito de narcos", en el que los soldados cantan "sube sube guerrillero, que en la cima yo te espero con granadas y morteros" y que ella relata desde los márgenes. No aparecen en sus páginas las grandes ciudades ni los poderosos, sino los ríos, los pueblos, los animales y la gente que vive el ahogo del conflicto, la violencia y la pobreza: desplazamiento forzado, tortura, guerrilla, paramilitares, violencia sexual y racismo son algunos de los hechos victimizantes que reconstruye la autora, a partir de un ejercicio literario que mezcla datos y aguda observación con un manejo de voces y tiempos que le permiten construir atmósferas opresivas, asfixiantes. 

La muerte ronda por casi todas las páginas del libro. La muerte física de la guerra, pero también la muerte de los sueños, de la infancia y de la alegría. Los personajes de Sofoco son tristes pero no resignados: casi todos los cuentos traen un punto de giro en el que el personaje intenta darle una vuelta a su destino para liberarse del terror o el tedio. 

Los textos de Laura Ortiz están construidos a partir de frases cortas, como sentencias, y de imágenes precisas del entorno en el que transcurren las historias. La ubicación geográfica no ofrece nombres propios de ciudades, pueblos o veredas que se ubiquen en el mapa, pero la descripción del territorio permite identificar con claridad los espacios en los que ocurren los relatos: espacios muy colombianos, marcados por la ruralidad y el miedo. 

Los nueve cuentos incluidos en el libro son "Aíta la muerte", "Tigre americano, panthera onca", "Mingus el ardiente", "Esperar el alud", "El corazón del señorito", "La cajita de Avon", "El último Pibe Valderrama", "Un toro bien bonito" y "Parto de vaca". En varios de ellos la autora trabaja el giro animal como una forma de potenciar la atmósfera brutal, salvaje o enrarecida que describen sus historias

Sofoco aporta en la construcción de una memoria literaria del conflicto armado colombiano y lo hace sobre todo desde sus personajes femeninos que presentan puntos de vista diversos alrededor del impacto de la violencia (incluyendo la sexual) en sus vidas y sus familias. Es, sin duda, un libro valioso. 


Algunas frases

Aíta la muerte
Una diría que la guerra es como las películas de acción. Pero no. Es quieta. Más que quieta es monótona. A la gente la matan y la matan y la matan, pero la guerra sigue (p. 9).

La guerra no se trata de nada. Es un agujero que escupe muertos (p. 9).

El ruido es enemigo del recuerdo (p. 10).

El noviazgo de pueblo se consuma en cualquier rinconcito oscuro (p. 12).

La muerte es la única cosa respetable que nos queda (p. 12).

Cuando una mujer pasa de los cuarenta, los hombres ya ni se esfuerzan en ocultar que se sienten superiores (p. 14). 

Tigre Americano, Panthera Onca
Me pongo muy triste cuando pienso en todo lo bueno y bonito que era el mundo antes de que yo naciera (p. 24). 

Doña Cleo le toma la mano y le dice: A Luisa también. Y a la Mónica. No les vaya a decir que yo le conté, a ellas les da mucha vergüenza. Pero solo le cuento esto para que vea que usted no está sola. Que les ha pasado a muchas. Ellos no tienen alma y no se merecen nada. (p. 27). 

Mingus el ardiente
Los palenqueros ya estaban hartos de recoger yanquis, darles comida, aparecer en sus documentales independientes y nunca más saber de ellos (p. 38). 

Esperar el alud
El socialismo es un verso que alcanza solo para el sexo; el piso de tierra no, nunca, será amor (p. 55).

Solías decir: Estoy curado de espanto. No era cierto. De los espantos no se cura nadie. (p. 59). 

Entre tanto advenedizo quién es Dios (p. 60). 

Los suicidios no suelen tener testigos. Voy a cerrar los ojos por pudor (p. 61). 
 
El corazón del señorito
Todos quieren amor, pero nadie quiere lavar los platos (p. 66).

¿Cómo se dice cuando puedes ver la belleza de lo que ya estás perdiendo? ¿Cómo se dice, Ricardito, cuando hay nostalgia de algo que sucede en presente? (p. 76). 

El último Pibe Valderrama
Tampoco le gustaban los niños. Solía decir: Los hijos son pedos, solo se los aguanta el dueño (p. 91).

En mi casa éramos así, apilábamos secretos, unos sobre otros, minuciosamente, haciendo un exoesqueleto familiar. (p. 98).

Como de gente que quería la aprobación del padre mundial, para existir por fuera de la cara de Pablo Escobar (p. 99). 

Un toro bien bonito
Escribir sirve para conjurar fantasmas. Traer vida a lo que se ama y lo que se odia. (p. 105). 

Parto de vaca
Lo más cercano a parir es cagar (p. 111)

El paisaje es un lujo pa´los ricos que se sientan a ver (p. 111).

Ya estoy caminando, esquivando las miradas de los vecinos, que a su vez esquivan mis miradas. Aquí en Alto Bonito nos presentimos en diagonal (p. 112).


Sofoco
Laura Ortiz Gómez
Laguna Libros
Bogotá
Abril de 2021
121 páginas

domingo, 2 de mayo de 2021

Dulce animal de compañía, de Triunfo Arciniegas

Dulce animal de compañía es un libro diseñado con precisión milimétrica: su estructura se divide en dos partes: "Tres noches" y "Fantasmas". Cada parte se divide en 3 bloques que corresponden a 6 puntos de vista distintos y a su vez cada bloque se divide en 15 capítulos breves, algunos de una o dos páginas y otros de unas cuantas líneas.

Son en total 6 bloques para igual número de personajes: Renata, la joven en cuya órbita crece la historia; mi cabo Ardilla, cornudo miembro del glorioso ejército colombiano; el viejo Víctor Morantes, el papá de Renata; Antonio Cáceres, ex soldado y nuevo amor de Renata; Daniel, o Dino, el primer novio de la protagonista y, por último, Teresa, la novia que Antonio tenía antes de irse para el Ejército.
Seis caras de un mismo cubo que, al alternar sus puntos de vista, permiten ver distintos ángulos del amor, las relaciones, las expectativas e ilusiones pero también, sobre todo, del deseo: el sexo gratuito y pagado, homo y hetero, atraviesa estas páginas en las que la niebla de Pamplona, la violencia del páramo, la orfandad y el desamor cruzan por las vidas de unos personajes que oscilan entre las urgencias cotidianas y lo onírico, con simbolismos que aluden a la pasión, la muerte y los sueños.

La mujer justa, de Sandor Marai, ofrece una historia de amor contada desde tres puntos de vista, en donde el salto de un personaje al otro produce sorpresa o dislocación en el lector. Algo equiparable es lo que ofrece Triunfo Arciniegas en Dulce animal de compañía: este talentoso cuentista aprovecha los recursos narrativos de la brevedad para hilvanar una historia que se abre en múltiples capas a partir del enfoque múltiple, desde distintos personajes. 

Hay, además, un trabajo de orfebre en el cuidado de cada una de las palabras que construyen esta obra, con frases cercanas a la poesía: conejos, caballos, toros, cabras aparecen como símbolos cuidadosamente ubicados, en frases que saltan del realismo a la fantasía sin ofrecer mayores explicaciones, creando una atmósfera irreal aunque al mismo tiempo atada a referentes concretos en lo espacial y lo temporal. Una obra que luce liberadora frente al rol de la mujer, y que al mismo tiempo critica con humor a las fuerzas militares.

Algunas frases
"La muerte era eso: no ver más a alguien" (p. 29).

"Pero estaban de paso y tenían prisa.
Como pájaros, que sólo permanecen durante la estación" (p. 39).

"¿El cuerpo que sale de casa en la mañana es el mismo que regresa en la noche?" (p. 41).

"La piel es de quien la eriza, y ni siquiera se detuvo a pensarlo. Ahora sabía que los besos, como la tierra, pertenecen a quien los trabaja" (p. 42).

"El mes pasado murieron de insolación dos soldados. Al teniente Aguaclara se le fue la mano con el castigo. Los soldados cayeron al piso como muñecos y luego se murieron. A mi teniente le hicieron un llamado de atención" (p. 80). 

"La mujer le arrojaba más que migajas, se daba entera, enloquecía en la oscuridad y se recogía en la luz" (p. 102).

"Que duela ahora todo cuanto sea necesario, se dijo, con el crucifijo de plata en sus majos, pero que deje de doler" (p. 106).

"Los niños, hilos de luz para coser los días y las noches" (p. 106).

"–¿Y las tierras?
–Donde mismo, qué más. Los dueños pasan y las tierras quedan" (p. 138).

"Los guerreros se adornan las orejas con astromelias antes de la batalla" (p. 149).

"En las novelas el amor es para los ricos y los bonitos" (p. 154).

"Amanecería en Sacramento si tomara ese tren. Sabe, sin embargo, que en todas partes será el mismo hombre" (p. 171).

"–No soy de los que se matan, hermanita. no me tienta el abismo, pero me fascina contemplarlo" (p. 228).


Dulce animal de compañía
Triunfo Arciniegas
Editorial Alfaguara
2019
Bogotá
242 páginas