miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Oculta, de Héctor Abad Faciolince

La Oculta es una finca en las montañas de Jericó. Tiene café, caballos, vacas, tecas y un lago oscuro en el que sus protagonistas nadan o descansan la mirada. La Oculta es un lugar paradisíaco aunque haya sido escenario de violencia y muerte: muerte natural, muerte política y muerte por razones del azar. 

La finca une a la familia de generación en generación. Desde los antepasados de origen judío que colonizaron la región y se hicieron a esta tierra, hasta las nuevas camadas que se reúnen allí para pasar la Navidad. 

La Oculta, el libro, es el monólogo de Antonio, Eva y Pilar, tres hermanos muy distintos que cuentan sus vidas, la historia de su familia, de la finca y del país, a partir de sus tres posiciones muy particulares: Pilar, la hija mayor, vive en la finca, la ama y no desearía venderla jamás. Eva odia la finca desde que unos paracos intentaron matarla allá y huyó nadando por el lago oscurecido por la noche. Antonio vive en Nueva York con su novio y tiene una foto de la finca como protector de pantalla en su computador. La Oculta es su patria.

En esta nueva novela de Héctor Abad reaparecen algunos temas presentes en El olvido que seremos: la familia, la unión familiar y esa obsesión tan paisa de vivir todos juntos y reunirse a menudo; la música y el violín, que tocaba la hermana muerta en El olvido que seremos y que acá interpreta Antonio el hermano ausente; el lenguaje antioqueño que sirve para nombrar, para hacer visibles, elementos de la cultura que van desde los fríjoles y la mazamorra, hasta el colerín calambroso. 

También acá, al igual que en El olvido que seremos, reaparece esa hipótesis según la cual la suerte juega un papel fundamental en la vida de la gente. El esfuerzo, la educación, la herencia y el talento trazan destinos, pero la suerte los trastoca de manera súbita.

En El olvido que seremos aparecía Alvaro Uribe como pretendiente de una hermana. Ella lo rechazó y él bautizó a una yegua con el nombre de la mujer esquiva "para poder montarla". En La Oculta aparecen los Uribe como mafiosos que negocian caballos, y más adelante, sin nombrarlo, aparece un ex presidentico malvado, ex novio de una hermana... un tipo mandón, mal amante y eyaculador precoz, con antepasados en Salgar, Antioquia, y con malquerencia por la gente a la que no le gusta madrugar. 

El libro se construye a partir de los monólogos de los 3 hermanos, quienes se alternan para contar la historia. El lenguaje es coloquial, sencillo, cercano al habla paisa, y se evidencia un especial cuidado en la frase que abre cada monólogo, por lo general una afirmación o sentencia que resume una posición frente a la vida o un asunto trascendental. 

La obra, si bien se trata de un relato de ficción, está llena de referencias históricas, desde la colonización del suoreste antioqueño hasta la guerrilla y los paramilitares, así como de referencias personales del autor y guiños sobre gustos y amistades. Se mencionan antepasados Abad y Faciolince, la finca La Inés que es propiedad de la familia del autor, y el primer maestro de Jericó es Jorge Orlando Melo "un señor que sabía de todo", como el ex director de la Biblioteca Luis Angel Arango, por citar solo algunos. 

Antonio, el hermano ausente, dedica su vida a estudiar los antecedentes familiares, la historia del apellido Angel, de origen judío, cómo llegó a Antioquia y cómo se extendió. Una colonización que representa una epopeya en la historia de Colombia, poco narrada en la literatura reciente (la colonización antioqueña en la zona cafetera ya fue objeto de este blog, en la reseña sobre 1851, Folletín de cabo roto, de Octavio Escobar Giraldo). Esa genealogía y lo que para la familia representa La Oculta, sintetizan el orgullo paisa: una familia, un origen y una tierra. Por eso resulta magistral que en las últimas páginas se ponga todo este anclaje en entredicho, al insinuar que posiblemente la familia no sea Ángel, de origen judío, sino fruto de una relación clandestina de una abuela con un palestino, un turco. Esta sospecha, suelta al azar, resulta relevante, porque pone a tambalear lo que se presenta como sólido a través de 334 páginas. Muestra que la vida, a veces, se construye sobre verdades que resultan ser las mentiras que nos creemos.


A continuación, como siempre, algunas citas:

Los hijos y los nietos girábamos a su alrededor como planetas de un sol tibio y benigno

La puse en Facebook, que es donde ahora se hacen los anuncios, los duelos y las visitas de pésame

Pilar es la mayor y ser la hija mayor tiene ventajas y desventajas. Hay responsabilidades con las que nadie más es capaz de cargar porque los otros hermanos son muy jóvenes. Pilar no se amilana ante ninguna dificultad; ella pasa por encima de lo que sea, sin rendirse nunca. Nada le da asco, nada le da vergüenza, nada le da miedo. Cuando hay algo casi imposible de resolver, en la casa pensamos: si no lo resuelve Pilar, no lo resuelve nadie.

Los muertos no hablan, los muertos no sienten, a los muertos no les importa que los vean desnudos, pálidos, demacrados, en el peor momento de su vida, por decirlo así. O quizás haya un momento aún peor, bajo tierra, o en el horno crematorio, pero ese ya casi nunca, por fortuna, lo tenemos que ver.

La verdadera vejez le había caído de repente desde el mismo momento en que había visto que mi mamá no respiraba.

Hay oficios raros en esta vida. Y uno de los más raros y difíciles es el oficio de hija mayor.

La hamaca es el mueble perfecto para leer, dice una amiga mía.

Recordar es como un abrazo que se les da a los fantasmas.

"Recuerden que no son más pero tampoco menos que nadie. Traten de vivir entre iguales; trabajen pero no manden, ni tampoco obedezcan".

Para él, la verdad acaba siendo las mentiras que se cree.

esos genes antiguos se le notan a ella todavía. Son como los lunares,como los tics y como las manías, que los heredamos de alguien aunque no sepamos bien de dónde vienen. 

dice que ya no está seguro de nada, y que las religiones van y vienen, como las modas, que hay más religiones muertas que religiones vivas, y más dioses muertos que dioses vivos, y que seguro faltan otras religiones y otros dioses todavía por nacer y morir. 

el cacao, de donde se saca la bebida más sabrosa del mundo, que antes solo tomaban los dioses, pero algún prometeo local se la robó en beneficio de los hombres.

para salir de Antioquia, que es un lugar con un encanto tosco, pero real, y al mismo tiempo un sitio asfixiante, clerical, intolerante, racista, homófobo, conservador, o por lo menos lo era hasta la médula cuando yo me vine. Ahora lo sigue siendo, aunque quizá un poco menos; incluso hasta Antioquia ha llegado la noticia de que el mundo cambia.

el ideal de hombre que tienen en mi tierra, un tipo de bigotes y sombrero, con espuela y zurriago, de pocas palabras y de lengua tajante, cortante, definitiva, y que al hablar no emite propuestas ni pensamientos sino sentencias. Ese modo de ser es el que yo más odio.

¿Por qué el bueno y el fuerte casi nunca coinciden en la misma persona? Tal vez porque el bueno nunca puede obligar, sólo convencer.

Las dulces delicias del alcohol, su euforia suave, cuando no es demasiado y simplemente sirve para que todos conversemos más sueltos y mejor, porque todo el mundo habla de los daños del trago, de sus estragos, que no son mentira, pero hay que mencionar también sus beneficios.

Creo que en esta vida es casi imposible sobrevivir sin mentiras,  al menos sin un poco de disimulo. 

Las desigualdades surgen por el esfuerzo o la astucia de algunos, incluso por la maldad; por los vicios o por la pereza o la simple mala suerte de otros. o por herencia, que es el caso mío, pero quién tenga hijos no quiere dejarles a ellos lo que recibió o lo que consiguió. A veces por la malicia, a veces por el mérito, a veces por la suerte. 

si le preguntaban se decía católico, y hasta oía la misa todos los domingos, se persignaba, le rezaba a Dios, a un dios que no sabía si existía o no, para no tener problemas con nadie, y para no ponerse a responder demasiadas preguntas, ni propias ni ajenas. 

No hay nada raro en que la gente se enamore. Lo raro es que haya algunas personas que no se desenamoran nunca. 

un día nos alejamos de la orgía perpetua, resolvimos que seríamos fieles y que nos dedicaríamos más al trabajo y a cuidarnos mutuamente, a tratar de ser felices en la moderación y no en el desenfreno.

Uno se acostumbra a un cuerpo como se acostumbra a una finca y a un paisaje: hay algo cómodo en ver siempre lo mismo cada día: hay un encanto en la rutina, así como se disfruta más una pieza para violín que has ensayado y oído muchas veces.

Los críticos deliran con lo que no se entiende, piensan que no han leído jamás una cosa más aguda y profunda sobre el arte.

La idea de esperar a la vejez para hacer al fin lo que uno quiere hacer, nunca me ha gustado.

La vida está colgada de un hilito, y en el aire hay tijeras que vuelan con el viento.

Nostalgias bobas de un pasado más difícil, que la gente, porque no sabe lo duro que era, idealiza.

Hay gente que no se casa y entonces siguen siendo como viudos el uno del otro el resto de su vida.

Mi papá decía que nuestro gran cerebro lo pagamos caro: con mucho dolor, muchos desgarros y mucha mortalidad al nacer, por las dimensiones exageradas de la cabeza. Y eso que nacemos antes de tiempo, sin acabar de gestarnos y eso hace tan larga la crianza y tan indefensas a las criaturas recién nacidas.

Lo único que se es que el año de mi muerte empieza por 10 y seguirán otras dos cifras, seguramente inferiores a 50.

En estas palabras que también son aire, que también son humo, tan solo las sombras del pensamiento, pero duran al menos un poco más que la carne y el aire del aliento.

Se nace creyendo que la gente es buena, hasta que la vida nos va desmintendo y nos demuestra que sí, que hay gente buena, pero a su lado hay montones de gente muy mala, con malas intenciones, calculadora, solapada y malagradecida. Gente con el corazón diminuto, no como un mango sino como una guayabita verde, agria.

 A veces las desgracias son así, no se espacian a través de los años, sino que se vienen todas juntas a la vez, como pasa también con las alegrías, una tras otra. La vida está hecha de rachas de alegrías y rachas de tristezas y largos años de calma, sin sobresaltos, que son los mejores. 

De un hombre mujeriego se dice que tiene éxito con las mujeres; yo podría decir más bien, que no ha tenido éxito con ninguna, porque lo bueno -supongo- es enamorarse y seguir enamorados. Toda la vida he sentido pesar de los donjuanes. 


Él, abogado, es de los que dicen pernoctar, y no pasar la noche, occiso en vez de muerto, condiscípulo en vez de compañero, corcel en lugar de caballo, institución educativa en vez de escuela, galeno en vez de médico y otras idioteces así. 

El campo embrutece, porque no hay cine, ni periódicos, ni bibliotecas, ni salas de conciertos, teatros, exposiciones, conferencias, universidades, o gente de todo tipo que va y viene y discute en los cafés. No hay conversación inteligente, informada, que es la mejor manera de dejar de ser brutos. 

Y esta especie de hijo, mis papeles y apuntes, los quiero como a un descendiente que hablará por mí cuando yo me haya muerto.

La gloria y la tragedia del amor son tan sencillas. Yo no me explico por qué les dan tantas vueltas los poetas, los psicólogos y los tratadistas, siendo un asunto tan simple, ue para mí es así: dos se aman, y sin dejar de amarse (sin dejar de amarse, lo subrayo), poco a poco, casi sin darse cuenta, se desaman hasta llegar a odiarse.

en este mundo extraño en el que basta una imprudencia o una casualidad para que toda una vida sea ya infeliz.

A veces parece que lo más importante sucede sin motivo y de repente, como caído del cielo, como una avalancha que se desprende de una montaña y te arrastra. Muchas cosas son así, bruscas y repentinas.

La Oculta
Héctor Abad Faciolince
Editorial Alfaguara
Bogotá
2014
334 páginas