jueves, 31 de enero de 2013

El buscador de oro, de Jean-Marie Gustave Le Clézio

Este es un libro lento. Lento no significa aburrido. Lento significa que no es un libro para devorarse en dos sentadas, sino para degustar página a página durante semanas o meses.

Alguna vez oí que para aprender otro idioma y defenderse de manera básica es suficiente con saber usar alrededor de 2.000 palabras. Le Clézio demuestra que si un idioma tiene 10.000, 15.000 o 20.000 palabras es para usarlas todas. Debe ser un gusto leer a Le Clézio en francés. Qué riqueza de lenguaje. En todo caso, la traducción que Manuel Serrat Crespo hace de esta obra es un trabajo "impresionante". Cada página trae dos, tres, cuatro palabras de las que uno apenas sospecha el significado. Muchas tienen que ver con el oficio del marinero, partes de los barcos, etc., otras con flora y fauna, y muchas otras simplemente le ayudan a describir de una manera precisa y poética entornos que son fundamentales para el desarrollo de la historia.

El libro está dividido en siete capítulos de irregular extensión y la diferencia entre uno y otro consiste básicamente en el espacio en el que se desarrollan. De hecho el nombre del lugar sirve para titular cada capítulo. Así, el libro comienza en una casa idílica en una zona selvática de la Isla de Mauricio, en la que transcurre la infancia de Alexis L`Etang hasta sus 8 años, cuando es expulsado del paraíso junto con sus padres y su hermana, por un huracán y la pobreza.

Años más tarde viene un viaje de Alexis a bordo del Zeta por distintas islas del Océano Índico, hasta que llega a la Isla Rodrígues en donde vive cuatro años al estilo Robinson Crusoe, en busca de un tesoro. Después Aléxis se enrola en la Primera Guerra Mundial y el escenario del libro se traslada a Europa y por último regresa a Rodrígues, para continuar con la búsqueda del tesoro.

Contada así, parece una historia de aventuras, pero no. Casi no tiene diálogos, los personajes son escasos y la principal relación de Alexis es con el entorno: la selva, el mar, la nieve en la Guerra, el barco, y sobre todo las estrellas, porque la bóveda celeste es la misma en cualquier parte del mundo, en cualquier época. Este libro es una historia muy poética inspirada en la vida de su abuelo y narrada con la maestría de un Nobel. Una metáfora sobre la infancia feliz, la relación con los padres y hermanos y la búsqueda permanente por ese paraíso perdido.

Las frases:
"El silencio es más fuerte que los ruidos".

"Hoy ha transcurrido mucho tiempo en un solo día".

"Aquella noche es larga como las noches que preceden a los largos viajes".

"Y por eso precisamente estoy a bordo del Zeta, como suspendido entre el cielo y el mar: no para olvidar -¿qué puede olvidarse?-, sino para hacer la memoria vana, inofensiva, para que eso resbale y pase como un reflejo".

"Me da igual. Aquí, el mar es tan hermoso que nadie puede pensar mucho en los demás. Tal vez nos volvemos semejantes al agua y al cielo, lisos, sin pensamiento".

"Las amistades entre los hombres se hacen y se deshacen. Nadie necesita a nadie".

"Laure me avisó cuando me marché: escribe sólo una carta para decir "regreso". Si no, es inútil. Así es ella: o todo o nada. Por miedo a no tenerlo todo, eligió la nada, es su orgullo".

"Han muerto tantos hombres. Ya no conocemos el miedo. Somos indiferentes, como un sueño. Somos supervivientes...".

"La guerra no es una historia de mujeres, todo lo contrario, es la más estéril de las reuniones de hombres".

"Creo que ninguno de nosotros puede evitar pensar en lo que, antes de esta guerra, existía aquí: esta belleza, estos bosques de inmóviles abedules donde se escuchaba el grito de la lechuza, los murmullos de los arroyuelos, los saltos de los conejos silvestres. Esos bosques donde van los amantes, después del baile, con la hierba tibia todavía por la luz del día, donde los cuerpos se abrazan y ruedan riendo".

"Vamos a la deriva por un país desconocido, hacia un tiempo incomprensible. Nos acosa siempre el mismo día, la misma noche sin fin. Hace tanto tiempo que no hemos hablado, tanto tiempo que no hemos pronunciado un nombre de mujer. Odiamos la guerra en lo más profundo de nosotros mismos".

"Son los piojos los que ganan las guerras".

"La historia ha pasado, aquí como en cualquier otro lugar, y el mundo ya no es el mismo. Ha habido guerras, crímenes, violaciones y, por ello, la vida se ha deshecho".

"¡Qué largo es el tiempo del mar!"


Jean-Marie Gustave Le Clézio
El buscador de oro Editorial Norma
Bogotá
2008
259 páginas

lunes, 28 de enero de 2013

El Libro de los Gatos, de Liliana García Carril

A veces los libros llegan por la vía indicada, pero no en el momento indicado. Luego, las condiciones se hacen propicias y un termina leyéndolos en el momento debido. Eso me pasó con El Libro de los Gatos, un recopilatorio de poesía que me regaló Misael Peralta cuando cumplí 28 años y que viene a leer ahora, a los 31.
Liliana García Carril recopiló varios textos en español, inglés, francés, portugués y alemán; todo tipo de escritos poéticos con un solo tema en común: los gatos. Borges, Fernando Pessoa, Baudelaire, Nicanor Parra y muchos otros se han sentido fascinados a lo largo de la historia con esta fiera doméstica y este libro recoge varios de los escritos producto de esa fascinación.
No soy muy devoto de la poesía, pero este libro me dejó muchas imágenes hermosas. Supongo que es el momento de prestárselo a Misael para que lo disfrute él, que ahora también tiene gato.

Dejo algunos fragmentos notables, como es costumbre:

El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa, son su propia imagen.
Beppo - Jorge Luis Borges

Poco hay tan esplendoroso 
como besar el gato entre los ojos.
Miau - Gerardo Deniz

It was an icy day.
We buried the cat,
then took her box
and set fire to it
in the back yard.
Those fleas that escaped
earth and fire
died by the cold.
Complete Destruction - William Carlos Williams

Os meus gatos
gostam de brincar
com as minhas baratas.
Autobiografia Sumária de Adília Lopes - Adília Lopes

lunes, 14 de enero de 2013

El lejano amor de los extraños, de Tomás González

Al menos para mí, siempre es un placer leer a Tomás González. Esa prosa sencilla, con las palabras que uno usa, describiendo sitios que uno puede imaginar y situaciones que a uno le podrían pasar. Una cotidianidad que no puede confundirse con simpleza y que al contrario es fruto de editar, borrar, eliminar todo aquello que le sobra a un texto para dejar solo lo esencial.

El lejano amor de los extraños es un libro bonito desde el título, que es el nombre de uno de los 20 cuentos que conforman este volumen. Pero es bonito también como objeto: pasta dura verde con letras doradas, papel suave, letra grande, espacios en blanco... el ojo lee y descansa mientras lee... no como algunas ediciones "tacañas" que apretujan letras y párrafos para no tener que gastar un pliego de más.

Pero lo importante acá son los cuentos y los hay variados: variados en longitud, en tema, en tono. Todos en torno al amor, o más bien al desamor, al amor frustrado, al desasosiego después del amor, a la soledad, a la vida sin-amor o a la búsqueda de amor. Y a través de esos amores y desamores, distintos escenarios (Colombia, Nueva York, República Checa, Chile, México) o distintas épocas... temas como el narcotráfico, el Palacio de Justicia o la "Violencia", entre otros, sirven de telón de fondo, más o menos lejano, para contar las historias.

Como en todos los libros de cuentos, hay unos que gustan más que otros. A mí me gustaron particularmente Luz de tus ojos, Largo es el arte del olvido, Carti Menguante y Las palmas del ghetto.

Algunas frases:
"cruzaba y descruzaba las piernas con frecuencia y dejaba ver sitios donde se mezclaban el rosado asfixiante y el poderoso negro".

"Vértigo, horror, vértigo, horror, y al final un silencio tan hondo y definitivo como el que existe en el interior de las piedras".

"Beatriz había conocido muchas veces al hombre más bello del mundo. Cada uno de sus maridos o compañeros, que a sus cincuenta años de edad eran ya muchos, en algún momento lo habían sido".

"No le imponía la soledad, pues no le prohibía verse con nadie: se la creaba".

"Regresó al cuarto y, así como había evitado antes los espejos, evitó mirarla a ella. Temía la enorme soledad que le esperaba".

"cualquier mujer es siempre más madura que cualquier hombre".

"Su inglés era muy fluido y muy fuerte; inglés de alguien de Medellín".


Tomás González
El lejano amor de los extraños
Editorial Alfaguara
Bogotá
2012
227 páginas