viernes, 16 de noviembre de 2012

La serpiente sin ojos, de William Ospina

En una nota al final del libro, William Ospina señala que Ursúa es un libro de guerras, El país de la canela un libro de viajes y La serpiente sin ojos es una historia de amor.

La serpiente sin ojos es el último libro de una trilogía escrita para contar las aventuras de los primeros europeos por el Río Amazonas, y de manera particular la historia de Pedro de Ursúa, español que guerreó en varios territorios de la actual Colombia y luego organizó una expedición que partió desde Perú para conquistar el Río Amazonas que 20 años atrás había descubierto Francisco de Orellana.

La primera parte de este libro, cuando el autor nos presenta a Inés de Atienza y luego ésta conoce a Ursúa, sí puede ser una historia de amor, adobada por el fragor de la Conquista (en mayúscula). Pero la segunda parte, cuando ya comienza la expedición por el Amazonas, es más una historia de poder y traición, con el contrapunto que pone el personaje de Lope de Aguirre, inmortalizado por Klaus Kinski en la película "Aguirre la ira de Dios" de Werner Herzog.

Esta última parte tiene un tono lóbrego, trágico, que en algo recuerda  El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Un viaje a través de un río, con una selva espesa, unos seres humanos cada vez más desquiciados y unas orillas plagadas de misterios y peligros.

Quien ha leído los otros dos libros de la trilogía encontrará en éste la misma prosa generosa para describir la selva a partir de enumeraciones. Sin embargo puede extrañar en La serpiente sin ojos las aventuras del País de la Canela, quizás el más vertiginoso de los tres relatos. En cambio, este libro trae un regalo para los lectores: Ospina, que también es poeta, separa cada capítulo con un poema relacionado con la atmósfera de la historia, pero que se defiende de manera independiente.

Las frases:

"También a lo imprevisto se acostumbran los cuerpos".

"Tarde o temprano lo que somos se muestra".

"No somos dueños de nuestro destino: una vida que no ha encontrado sus respuestas está sujeta a las tentaciones y a los desafíos".

"Ahora sé que todo rechazo vehemente es en secreto un vínculo".

"Un solo viaje por el río basta para envenenar una vida".

"Mientras dura el poder, los poderosos padecen la ilusión de ser invencibles e inmortales, y logran contagiar esa fantasía, pero en estas tierras nuevas el tiempo lo muele todo más aprisa".

"No ve el mismo mundo quien va a solas que quien se siente acompañado".

"Los amantes de la comodidad no son buenos aventureros ni saben resolver los problemas graves de la lucha con el mundo: mejor andar con diablos fuertes que con príncipes delicados".

"A las Indias llegaban cuatro clases de hombres: había enfermos, había locos, había monstruos y había demonios".

"pensando en el común de los soldados españoles, que sabían de salvajismo pero también de moderación, que eran capaces de destruir un mundo pero seguían respetando centenarios códigos de honor".

"En verdad no hay historia memorable que no haya costado mucho dolor humano, pero también es cierto que el dolor es lluvia constante en este mundo, y no siempre deja historias dignas de ser contadas".

"Como ocurre con toda muerte que nos hiere el alma, sentí que se había acabado el mundo".


William Ospina
La sepriente sin ojos
Editorial Mondadori
Bogotá
2012
318 páginas

martes, 13 de noviembre de 2012

El Amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez

Cuando llegué a Bogotá, hace casi una década, trabé amistad con una estudiante de Comunicación Social que estaba aspirando también a terminar un pregrado en Literatura en la Javeriana. Mi contacto con los estudiantes no pasaba de los encuentros en las salas de edición de ese sótano helado que era el Centro Audiovisual Javeriano, pero con ella empecé a hablar de música y libros así que fuimos más allá.
Un día, hablando de Gabriel García Márquez me dijo que por mi modo de ser creía que me encantaría El Amor en los Tiempos del Cólera así que le prometí que iba a leerlo para que pudiéramos comentarlo.
Lo que no sabía era que esa lectura iba a llegar en el año 2012 y que para ese momento yo llevaría ya varios años de haberle perdido el rastro.
Para mi cumpleaños número 31 recibí El Amor en los Tiempos del Cólera como parte de mis regalos y lo leí durante el último mes. Con el paso del tiempo aprendí que no es bueno idolatrar o despreciar artistas u obras completas, sino más bien detenerse en cada pieza. No es lo mismo hablar de Fervor de Buenos Aires que de El Aleph, no es igual hablar de Revolver a hablar de Help! y no es lo mismo hablar de 2001: A Space Oddissey a hablar de The Shine.
Gabriel García Márquez es uno de esos autores que me llevaron a esa conclusión. Hay cosas suyas que me fascinan y otras que me aburren mortalmente.
El Amor en los Tiempos del Cólera es una de las historias de amor más bonitas y mejor contadas que he leído en mi vida. Y tiene dos de los elementos que me gustan de la narrativa de García Márquez:
1. La anticipación de un final previsible (que es el encuentro entre Florentino Ariza y Fermina Daza) anunciado desde la primera parte del libro.
2. La ilación de varias historias con una prosa cadenciosa y musical que hace que uno no pueda dejar de leer y que no llegue a sentir los cambios a veces bruscos entre unos escenarios y otros, entre unos personajes y otros, entre unos tiempos y otros.
El Amor en los Tiempos del Cólera tiene una construcción maravillosa. Está dividido en unos seis o siete fragmentos largos que funcionan como unidades narrativas - de aproximadamente 60 páginas cada uno - que proponen al lector conjuntos de situaciones y hechos importantes para la historia completa y tiene una estructura circular con cola en la que uno llega a entender la situación planteada originalmente y va más allá hacia un final satisfactorio, como sucede en Crónica de una Muerte Anunciada.
Otra de las cosas que me encantó de este libro (o que no había notado en la obra completa de García Márquez) fue su habilidad (o la del Caribe Colombiano) para generar nombres sonoros, maravillosos, ingeniosos como una buena marca: América Vicuña, Hildebranda Sánchez, Juvenal Urbino, Tránsito Ariza, Lotario Thugut, Olimpia Zuleta, Bárbara Lynch.
No recuerdo la cita exacta (o el autor), pero me parece que era Borges el que decía que los libros encuentran a los lectores en el momento indicado y mi caso con El Amor en los Tiempos del Cólera así parece confirmarlo. Es uno de los regalos más acertados que he recibido en años recientes.
En uno de estos libros no es fácil buscar frases notables. Es mejor buscar párrafos completos. Dejo uno de mis favoritos:

"Si algo la mortificaba era la cadena perpetua de las comidas diarias. Pues no sólo tenían que estar a tiempo: tenían que ser perfectas, y tenían que ser justo lo que él quería comer sin preguntárselo. Si ella lo hacía alguna vez, como una de las tantas ceremonias inútiles del ritual doméstico, él ni siquiera levantaba la vista del periódico para contestar: “Cualquier cosa.” Lo decía de verdad, con su modo amable, porque no podía concebirse un marido menos despótico. Pero a la hora de comer no podía ser cualquier cosa, sino justo lo que él quería, y sin la mínima falla: que la carne no supiera a carne, que el pescado no supiera a pescado, que el cerdo no supiera a sarna, que el pollo no supiera a plumas. Aun cuando no era tiempo de espárragos había que encontrarlos a cualquier precio, para que él pudiera solazarse en el vapor de su propia orina fragante. No lo culpaba a él: culpaba a la vida. Pero él era un protagonista implacable de la vida.  Bastaba el tropiezo de una duda para que apartara el plato en la mesa, diciendo: “Esta comida está hecha sin amor.” En ese sentido lograba estados fantásticos de inspiración. Alguna vez probó apenas una tisana de manzanilla, y la devolvió con una sola frase. “Esta vaina sabe a ventana.” Tanto ella como las criadas se sorprendieron, porque nadie sabía de alguien que hubiera bebido una ventana hervida, pero cuando probaron entendieron: sabía a ventana."