martes, 29 de mayo de 2018

Mar de leva, de Octavio Escobar Giraldo

Hasta ahora la novela más leída de Octavio Escobar Giraldo es Después y antes de dios, que ganó en España el Premio Internacional de Novela Corta Ciudad de Barbastro en el 2014 y el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura en 2016. 

Quienes se acerquen a Mar de leva buscando el universo narrativo de suspenso y crimen de Después y antes de dios están ante el libro equivocado. Como el autor ha dicho en distintos escenarios, para él la literatura es juego, la oportunidad de inventar nuevas cosas, y repetir el mismo juego resulta aburrido. A él lo que le gusta es explorar, reinventarse, y por eso ha logrado construir una obra que incluye novela, cuento y poesía, con historias de los siglos XIX, XX y XXI, con personajes que son niños, jóvenes, adultos y ancianos y con tramas que bien pueden ocurrir en el campo o en la ciudad. Lo suyo es la variedad, que para el lector se traduce en una permanente sorpresa.

Y sin embargo, Mar de leva es también un libro que tiene lazos que lo conectan con otras obras del autor. Es un homenaje literario a Nostromo, de Joseph Conrad, así como hace algunos años La posada del almirante Benbow fue un homenaje de Octavio Escobar a La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. Mariana, una de las protagonistas es cirujana como el autor, como algunos de los personajes que aparecen en su libro de poemas Historias clínicas y como el médico de Destinos intermedios. Elena, antigua compañera de estudios de Mariana, es lesbiana como la doctorcita de Después y antes de dios, y Javier, el hijo de Mariana y tercer protagonista de la historia es un adolescente de 15 años, un personaje un poco mayor que el entrañable Alfredo de El mapa de Sara.


Aunque si esta novela guarda relación con alguna obra anterior de Octavio Escobar es con Cielo parcialmente nublado: ambas usan la narración lineal y la inclusión de largos diálogos hiperrealistas entre los personajes para contar una historia en la que aparentemente "no pasa nada" en la medida en que no hay grandes sobresaltos. Sin embargo, el eco lejano del conflicto armado (los diálogos del Caguán en Cielo parcialmente nublado y el secuestro en Mar de leva) terminan por afectar la cotidianidad de los personajes. Además, ambas novelas usan el viaje como punto de partida para el relato.

Mientras Cielo parcialmente nublado ocurre en Manizales, Mar de leva transcurre en Sulaco, cuyo nombre no se incluye en el libro, aunque sí se habla de las minas de Santo Tomé. Sulaco es el puerto que construyó Joseph Conrad en Nostromo (1904): una ciudad que se independizó de Costaguana. Sulaco es una ciudad literaria ubicada en el Caribe, que Octavio Escobar reconstruye para actualizarla al Siglo XXI. El ejercicio cartográfico evidencia una lectura minuciosa de Conrad y así mismo la adición de detalles para hacer de la ciudad un espacio contemporáneo: centros comerciales, autopistas y otros elementos, que para el lector significan un viaje imaginario en el que a veces se siente en Cartagena, en Santa Marta, en Panamá, en Río de Janeiro, en Lima o en Barranquilla. De la suma de todas está hecha Sulaco.

La historia de Mar de leva es muy simple, y en lo superficial se lee hasta frívola: la médica Mariana viaja con su hijo Javier a pasar el fin de semana con Elena, su excompañera de universidad, para celebrar los 15 años del chico. Beben cerveza, comen, pasean, Elena propone contratar un show erótico para el quinceañero y al otro día sufren la resaca. Aparentemente eso es todo, pero en las aguas profundas del mar de leva están los conflictos: Alejandro, el esposo de Mariana y papá de Javier, lleva 4 años secuestrado y no hay noticias de él; la relación de Mariana con la familia de su esposo es tensa; la insinuación del incesto pasea por algunas páginas, al igual que una posible relación antigua entre Elena y Mariana. Y todo esto ocurre en el entorno de un adolescente que se masturba cada vez que puede y el tiempo que no piensa en sexo lo dedica a jugar zombies vs plantas en su teléfono. 

Migas de pan, de Azriel Biblowicz; Abraham entre bandidos, de Tomás González; El mundo de afuera, de Jorge Franco; Pensamientos de Guerra, de Orlando Mejía Rivera, y El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa son algunas obras que desde la ficción han abordado el tema del secuestro. Mar de leva lo hace desde un ángulo distinto: el secuestrado es una sombra, un espectro cada vez más lejano y difuso, cuya ausencia, sin embargo, es el lastre que define la vida de sus familiares. Hay una tragedia en la tras escena, pero en el primer plano aparecen gafas oscuras, música, sexo, licor, risas y complicidad. La vida contemporánea de las redes sociales, en las que las personas crean relatos positivos de sí mismas, se siente en estas páginas con vigorosa fuerza. 


Algunas frases:
La devoción de los narcos es comparable a la de las beatas.

Ya me acostumbré a tener gato. Se llama Valentino y es un angora blanquísimo, ojiazul, puro pedigrí, la reina de Inglaterra no es de tan buena familia.

La historia de este país es como la de cualquier otra banana republic: tragedia y folclor, ricos muy ricos y pobres muy pobres.

Eres médica. Sabes que el sexo es una actividad natural desde que el feto está en el vientre materno. Es la moral de los curas la que complica las cosas.


Mar de leva
Octavio Escobar Giraldo
Literatura Random House
Bogotá
2018
184 páginas


viernes, 18 de mayo de 2018

Distancia de rescate, de Samanta Schweblin

La distancia de rescate es el espacio que hay entre la madre y el hijo. Ambos están unidos por un hilo invisible que sale del estómago de la madre. A veces el hilo se alarga, permisiva y tranquilamente, cuando no hay peligros aparentes en el entorno, y se acorta hasta que la madre va de la mano del hijo, cuando es necesario que no se separen para poder cuidarlo.

Esa distancia de rescate que conocen (conocemos) todas las mamás es el punto de partida para esta novela corta (¿es una novela corta? parece más bien un cuento largo) en la que cuatro personajes construyen una atmósfera tensa, por momentos aterradora, por momentos fantástica y siempre perturbadora.

Hay dos mamás, Carla y Amanda, con sus dos hijos, David y Nina. Carla le alquila una finca a Amanda. Amanda viaja al campo argentino a pasar unas vacaciones con su hija Nina. Usa bikini, hay piscina, toman limonada. Carla vive cerca, con David, su esposo Omar y los caballos que él cría. Carla advierte a Amanda que no consuma el agua pues parece estar contaminada. Luego le cuenta algo que pasó con su hijo David, sobre una intoxicación, pero Amanda no ata cabos, no se concentra en lo importante.


El relato se construye a partir del diálogo entre Amanda y David. Amanda es la adulta, David es el niño, pero él es el que entiende lo que está ocurriendo y el que obliga a Amanda a mirar los detalles y concentrarse en lo importante. El diálogo ocurre en un espacio físico y temporal ambiguo. Pero a medida que avanza la conversación se descubren nuevos elementos para entender por qué David, Nina y Amanda se intoxican. En la mitad del libro Amanda lo describe: hay unos bidones, son muchos bidones, están a la vista de todos: químicos con fungicidas o glifosato para la soya, que todos ven y manipulan pero nadie conecta con las enfermedades que azotan a los habitantes de la región.

Más allá de la denuncia ecológica cifrada, el valor del relato está en la forma en la que el diálogo entre Amanda y David logra crear una siniestra tensión que obliga a avanzar en la lectura. Se trata de una narración rural, visual, cinematográfica y perturbadora.


Algunas frases
El punto exacto está en un detalle, hay que ser observador.

-Es que a veces no alcanzan todos los ojos, Amanda. No sé cómo no lo vi.

Lo llamo "distancia de rescate", así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería.

El hilo invisible que nos une se estiraba otra vez, presente pero permisivo, dándonos a ratos cierta independencia.

"Tarde o temprano algo malo va a suceder", decía mi madre, "y cuando pase quiero tenerte cerca".


Distancia de rescate
Samanta Schweblin
Editorial Random House
2015
Barcelona
124 páginas

Donde habitan las palabras, de Eduardo Otálora Marulanda


En el "prólogo mínimo" de esta obra dice Octavio Escobar Giraldo que se trata de una novela que contiene muchas: puede ser leída en clave de comedia romántica, o de una reflexión sobre el mutismo, o una novela sobre la familia, o sobre la enajenación, o sobre los libros, o una novela experimental.

Todo eso logra Eduardo Otálora Marulanda en escasas 80 páginas, distribuidas en cuatro capítulos bien diferenciados en tono, lenguaje y forma. 

La novela gira en torno a Santiago Arana, desde su nacimiento hasta su fin. Santiago es silente, no mudo. No habla aunque puede hacerlo. Se comunica por escrito aunque realmente escribe para él mismo. Se enamora (todo amor es una obsesión) de Águeda, también silente; abandona su casa, vive en las calles, devora libros, escribe una novela que vende en los buses intermunicipales, luce como un perturbado mental. 

Esa podría ser la narración lineal pero la propuesta estética es más compleja: cada capítulo contiene al siguiente. El libro funciona como una especie de caja china y el narrador, que cobra protagonismo en el último capítulo, parece proponerle un juego al lector en el que lo que se lee puede ser la acción narrativa o simplemente una historia escrita por el protagonista.

Santiago en realidad es una herramienta, una excusa, para abordar el verdadero protagonista de la obra, que es el silencio: la ausencia de palabras. Eduardo Otálora plantea en su corta novela con prólogo mínimo una reflexión sobre las muchas palabras, el mucho ruido, la inutilidad de hablar demasiado. Su texto, aunque suene contradictorio, usa las palabras para reivindicar el silencio. 


Algunas frases
Hoy mi vida sería más sencilla, porque los escritores no escriben para cambiar el mundo, porque sus palabras no salvan ni quitan vidas, porque pueden ser irresponsables.

Cuando el amor anida en el silencio, las palabras sobran.

Para quienes sabemos escuchar, el silencio habla más que las palabras.

José me dijo una vez que el mejor espejo es la sombra. Decía que es un reflejo sin detalles.

"quien domina el lenguaje del enemigo domina también su forma de pensar".

La literatura es la tinta de la vida.

¿Cómo serán las bibliotecas sin luz? Las palabras que no se pueden leer son como mudas.

Comer es una costumbre que tendré que revisar, leer no me deja tiempo. Dormir también habría que pensarlo.

Entonces debo aceptar que ninguna palabra es inmortal, que el papel no es la tumba de las palabras.

José: escribir es abandonar el mundo
dudar de los hechos y no querer que en ellos
estén las respuestas. Escribir es declararse,
con toda honestidad, un mentiroso.

Así que el jefe de redacción tuvo las razones que necesitaba para degradarlo a lo más bajo de la cadena alimenticia del periodismo: reportero de variedades.

"10% inspiración 90% exudación", decía el pelmazo de Morábito. ¿Entonces cómo es que escriben los genios, "maestro" Morábito? ¿Se los imagina así como yo, sufriendo por una puta primera línea? La cosa debe ser más fácil, porque, de lo contrario, no habrían tantos escritores. ¿Quién se va a tomar todo ese trabajo porque sí? O es que de pronto hay muchos tontos en el mundo".

Regresa al escritorio y, antes de sentarse, mira ese diminuto cubículo en que lo han recluido. Levanta la cabeza y ve los demás: todos idénticos. "Gallinas ponedoras de noticias", piensa.


Donde habitan las palabras
Eduardo Otálora Marulanda
Editorial Universidad del Cauca
Popayán
2017
95 páginas


Las formas del odio, de Alonso Sánchez Baute

Nueve columnas escritas por Alonso Sánchez Baute entre octubre de 2017 y enero de 2018, y publicadas en la Revista Semana y el diario El Heraldo conforman este pequeño libro-folleto, que se complementa con una introducción del autor y una presentación de Anotnio Celia Martínez-Aparicio, presidente de Promigás y financiador del proyecto.

Las columnas, como bien lo señala el título de este volumen, se refieren a distintas formas del odio: la misoginia, la homofobia, la aporofobia (término acuñado por Adela Cortina para referirse al odio hacia los pobres), el racismo, el narcisismo, y en general esas formas que van más allá de la incomodidad o incomprensión por el otro y que hacen que los seres humanos se sientan con el derecho de agredir a los demás, con el lenguaje o los actos, reclamando para sí mismos un supuesto derecho a la libre expresión.

Se trata de columnas de opinión escritas en medio de la coyuntura de la elección del presidente de Colombia para el período 2018-2022, y algunas tienen referencias concretas a hechos noticiosos o personajes que en unos meses o años estarán en el olvido. Pero más allá de esos detalles puntuales, las reflexiones que ofrece Baute resultan pertinentes y oportunas en una sociedad dividida en bandos políticos, religiosos, sociales, económicos, que se ha acostumbrado a tratar a los otros, desde el lenguaje, como enemigos.

Algunas frases
(Según el DRAE) El odio es el deseo de hacer el mal a una persona, a una colectividad o a una cosa.

Esto es lo que hace el odio: explota las emociones del ciudadano de a pie.

El antónimo de odio no es amor, como comúnmente se piensa, sino empatía.

Si bien no todas las personas intolerantes odian, todos los que odian son intolerantes.

Se odia con descaro, lo que ha llevado a la idea de que "odiar está bien": está de moda, es como un "derecho a la libre expresión".

Hay la idea de que quien escupe con furia, y solo con furia, "tiene carácter".

"Entiendo y comparto tu dolor. Soy solidario con tu dolor, pero no con tu odio". Sé que no tengo que odiar lo que él odia.

Definió a los extremistas como aquellos que pretenden que el mundo se parezca a ellos, lo cual habla de la intolerancia que nace en el narcisismo. 

Como dijo Antonio Machado "de diez cabezas, nueve embisten y una piensa".

Lo que polariza al país no es el interés nacional, sino el narcisismo de esos pocos.

Colombia no ha enfrentado el mayor de sus demonios: la misoginia, de la cual el machismo es tan solo su principal síntoma.

Hay un odio, así sea oculto (...) miedo ancestral, profundo y denso hacia lo femenino.

En nuestro país lo que más indigna no es la corrupción, como podría esperarse, sino los temas asociados con la familia vistos con la lente deformada del fanatismo religioso.

La desconfianza es el primero síntoma de esa enfermedad que envenena el alma llamada odio.

"Tener carácter" es, aquí, sinónimo de gritos y amenazas, como aquella frase: "Le voy a dar en la jeta, marica".


Las formas del odio
Alonso Sánchez Baute
Rey Naranjo Editores
Bogotá 
2018
64 páginas

jueves, 17 de mayo de 2018

Purgatorio, de Tomás Eloy Martínez

Con cinco capítulos, cada uno precedido por un verso del Purgatorio de Dante, construye Tomás Eloy Martínez su última novela, un ejercicio narrativo en el que la protagonista principal, Emilia Dupuy, se desvanece en las manos de su autor-escritor.

La novela cuenta el drama de Emilia, cartógrafa, hija de un militar argentino en la época de la dictadura. Emilia se casa con un colega, Simón, quien desaparece en Tucumán. Aunque algunas personas le indican que lo torturaron y lo asesinaron el mismo día de su desaparición, ella se niega a creerlo. Viaja a Brasil, Caracas y México siguiendo su rastro, y luego se radica en New Jersey en donde desarrolla una vida "normal", entre el trabajo y la soledad de la casa, hasta que 30 años después encuentra a Simón en una cafetería. Ella luce de 60 y él de 30. 

El narrador de la historia es un escritor que se parece bastante a Tomás Eloy. Algunos apartes se ubican en el presente en New Jersey y otros en los años de la dictadura, con el telón de fondo del Mundial de Fútbol, la Guerra de las Malvinas y los desaparecidos. Que los protagonistas sean cartógrafos es una bella metáfora sobre la posibilidad de perderse en los mapas, en la geografía, pero también en el tiempo: sobre los encuentros y desencuentros. Así mismo, el libro propone una mirada crítica sobre el duelo personal, la dificultad para sanar las heridas pese al transcurso de los años, y la violencia familiar y política, que arrasan vidas con fuerza de huracán. 


Algunas frases
Los mapas son ficciones mal escritas. Demasiada información y ninguna historia.

La verdadera identidad de las personas son los recuerdos.

Le parecía que compartir el cine con alguien era casi como compartir la cama. En el cine la gente llora, suspira, revela la carne viva de los sentimientos.

Las parejas se dicen todo el tiempo frases hipócritas y gastadas por el uso.

Cualquier sentimiento la hubiera perdido y al final pensó que estaba a salvo porque no había tenido ninguno.

Un desaparecido es una incógnita, no tiene entidad, no está ni vivo ni muerto, no está. Es un desaparecido.

Nada de lo que se come acá tiene gusto. Lo que se vende en los mercados es una imaginación de la genética, el caldo de cultivo de todas las enfermedades futuras.

Me interesé en el mundo de los cartógrafos, que se parece tanto al de los novelistas en el afán de corregir la realidad.

Nada es tan terrible como desear lo que se tiene creyendo que nunca se lo podrá tener.

El purgatorio es una espera de la que no se conoce el fin.

Los muertos no tenemos recuerdos.

Lo que no existe siempre está buscando un padre (...) Las cosas que no existen son muchas más que las que llegan a existir (...) Las novelas se escriben para eso: para reparar en el mundo la ausencia perpetua de lo que nunca existió.

El matrimonio era tal como ella lo había imaginado: una ruina sin alivio y sin distracciones, que apagaba todas las llamas del amor antes de que nacieran.

Te das cuenta de que tu viaje fue de ida, sólo de ida. Del exilio nadie regresa. Lo que abandonás te abandona.


Purgatorio
Tomás Eloy Martínez
Editorial Alfaguara
2008
Buenos Aires
291 páginas

La hora de la estrella, de Clarice Lispector

En marzo de 1977, pocos meses antes de su muerte, Clarice Lispector publicó La hora de la estrella, una novela corta que revela su genialidad como escritora. De hecho hay quienes piensan que haberle negado el Premio Nobel a ella es tan injusto como no habérselo dado a Jorge Luis Borges. Quizás su temprano fallecimiento, a los 57 años, explique en parte dicha omisión.

La hora de la estrella es una novela sobre la marginalidad, sobre sentirse diferente, pero es, sobre todo, un texto sobre la escritura: sobre el poder creador del artista. Primero estuvieron el artista y la palabra y luego vino la obra, parece decir Lispector en esta novela en la que primero se presenta al escritor, "pero tendría que ser hombre porque una escritora mujer puede lagrimear sentimentalidades". Luego, ese escritor va configurando el escenario, el personaje y luego el personaje va desplazando al escritor hasta casi hacerlo desaparecer.

El personaje es Macabea, una mujer fea, pobre, virgen, huérfana, migrante, que creció en medio del maltrato y ahora sobrevive con un trabajo precario y mal pago. Sufre humillaciones pero como nunca ha tenido más que eso ni siquiera es muy consciente de la condición en la que vive: "No sabía que era infeliz porque tenía fe. ¿En qué? En ustedes, aunque no es necesario creer en alguien o en alguna cosa. Con creer es suficiente".




A diferencia de Macabea, Clarice Lispector fue una mujer bella, muy consciente de su cuerpo, sobre todo después de que sufrió severas quemaduras. Tampoco fue pobre, pero al igual que Macabea fue migrante, marginal y quedó huérfana de madre a muy temprana edad. 

Sin embargo la historia de Macabea puede ser anecdótica. El valor de La hora de la estrella está en mostrar las costuras sobre cómo la autora concibe (literalmente concibe, de concebir) una novela: cómo surgen el narrador, los personajes y el espacio. Una narración que se siente contemporánea y vigente, aunque ya tiene más de 40 años. La hora de la estrella es como un vestido puesto con las costuras a la vista. Todo un regalo para quienes quieren escribir.

En 2015 la editorial argentina Corregidor reeditó esta novela, con tres bonus track: Una introducción de Gonzalo Aguilar y dos estudios críticos de Italo Moriconi y Florencia Garramuño. Muy recomendados.


Algunas frases
Me dedico a la nostalgia de mi antigua pobreza, cuando todo era más sobrio y digno y todavía jamás había comido langosta.

Ese yo que son ustedes pues no aguanto ser solamente yo, necesito de los otros para mantenerme de pie.

Lo que me estorba la vida es escribir.

Todo en el mundo comenzó con un sí. Una molécula le dijo sí a otra molécula y nació la vida. Pero antes de la prehistoria estaba la prehistoria de la prehistoria y existía el nunca y existía el sí. Siempre lo hubo. no sé cómo, pero sé que el universo jamás comenzó.

Sólo consigo la simplicidad a través de mucho trabajo.

Mientras tenga preguntas y no haya respuestas continuaré escribiendo.

Pensar es un acto. Sentir es un hecho. Los dos juntos - soy yo que escribo lo que estoy escribiendo.

Si posee veracidad -y está claro que la historia es verdadera aunque inventada- que cada uno la reconozca en sí mismo.

¿Quién no se preguntó alguna vez: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona?

Cada día es un día robado a la muerte. Yo no soy un intelectual, escribo con el cuerpo.

¿Por qué escribo? Antes que nada porque capté el espíritu de la lengua y así a veces la forma hace al contenido.

No, no es fácil escribir. Es duro como romper rocas.

La palabra es fruto de la palabra. La palabra tiene que parecerse a la palabra. Tomarla es el primer deber para conmigo. Y la palabra no puede ser ornamentada y artísticamente vana, tiene que ser sólo ella misma. 

Por ahora no leo nada para no contaminar con lujos la simplicidad de mi lenguaje.

No tenía aquella cosa delicada que se llama encanto.

En la hora de la muerte las personas se vuelven brillantes estrellas de cine, es el instante de gloria de cada uno y es como cuando en el canto coral se oyen agudos silbantes.

El domingo ella se despertaba más temprano para quedarse con más tiempo sin hacer nada.

Su vida era una extensa meditación sobre la nada.

Tenía la vaga idea de que mujer que entra en restaurante es francesa y hecha para el disfrute.

Ella tuvo por primera vez en su vida una de las cosas más valiosas: la soledad.

En términos generales, no se preocupaba por su futuro: tener futuro era un lujo.

Y hasta la tristeza también era cosa de ricos, para quien podía, para quien no tenía nada que hacer. Tristeza era lujo.

Tenía la felicidad pura de los idiotas.

Nunca había tenido el coraje de tener esperanza.

El destino de una mujer es ser mujer.


La hora de la estrella
Clarice Lispector
Editorial Corregidor
Buenos Aires
2015 (primera edición 1977)
116 páginas.

martes, 1 de mayo de 2018

No soy tu cholo, de Marco Avilés

El cholo es un término que usan los peruanos pero que puede tener sinónimos o equivalentes en Colombia. Cholo es un insulto: sirve para rotular al que no es blanco, al que no es rico, al que se ve, por su raza, más aindiado, más mestizo, más moreno, y, por ese motivo, se sospecha entonces menos educado, menos capaz, menos digno.

No soy tu cholo plantea a partir de situaciones totalmente cotidianas, como las entrevistas en radio, el ingreso a las discotecas o las playas privadas, la exclusión de nuestras sociedades por razón de la raza, aunque no es sólo el color de la piel: si eres cholo pero tienes plata entonces no eres tan cholo. Ser cholo es ser pobre, es no tener el dinero suficiente para comprar un apartamento o un estatus social que te quite la condición de cholo.

Marco Avilés no echa cantaleta, no hace un ensayo retórico sobre los problemas del racismo en el Siglo XXI o las injusticias que implica suponer que hay razas o clases superiores y otras excluidas. Su función no es la del sociólogo que teoriza sino la del cronista que muestra: Avilés hace evidente y visible lo que está a los ojos de todos pero a fuerza de cotidianidad ha dejado de indignar. Su técnica narrativa es el testimonio y con ello gana en fuerza e intensidad.

Cuando Avilés describe que Lima ha construido un muro para privatizar las playas resulta imposible no pensar en Cartagena o en Santa Marta, en la zona de Pozos Colorados, Gaira y El Rodadero. Cuando Avilés señala que los conjuntos cerrados se edifican en zonas que eran parques públicos inmediatamente se piensa en los megaproyectos urbanos que se han construido a costa de desplazamiento interno de antiguos habitantes de barrios tradicionales que súbitamente se vuelven de interés para los constructores. Cuando Avilés habla de Perú resulta imposible no pensar en Colombia. Y ese es quizás el principal mérito de este breve libro: constatar que en pleno Siglo XXI, nuestros países, profundamente mestizos, siguen soñando con el blanqueamiento del que se hablaba hace ya cien años.

Algunas frases:
Las palabras son seres más duraderos. Se heredan. Pasan de generación en generación y le dan forma a lo que somos.

Cumplir el sabio consejo del maestro Ray Bradbury: escribe al menos mil palabras cada día.

Por definición, los racistas son incapaces de advertir su propia suciedad.

La lucha contra el machismo no es una batalla de las mujeres contra una sociedad que las maltrata. Es una batalla de todos contra esa misma sociedad taimada, cortesana y calzonuda que así como las oprime a ellas también lo hace con los cholos, con los campesinos, con los homosexuales. El monstruo al que nos enfrentamos es el mismo.

Los limeños somos invasores de nuestro propio espacio común. Forasteros permanentes.

Lima es una ciudad de posguerra.

El muro de Lima es una obra digna de estudio psicológico (...) el muro de Lima tiene un aspecto útil. Es la arquitectura del innegable racismo que divide el país.

Asisten a una universidad privada, de esas que tienen espíritu de centro comercial: los baños tienen aromatizador, pero las bibliotecas carecen de libros. En ese modelo educativo, los estudiantes reciben trato de clientes.

Es la eterna disyuntiva de los cholos. Si no vienen a Lima, no existen.

O sea, los cholos jamás podremos soñar con ser cholos.

Es el efecto de la piel blanca. Te otorga el privilegio de la neutralidad.

La pobreza, la de ellos y la mía, es un idioma común.

El cholo cholea no porque no se siente cholo, sino porque intenta jugar como blanco.

La raza no solo se "mejora" teniendo hijos con alguien de piel más clara, sino acumulando más dinero, pasando por una universidad costosa, mudándote a otro barrio, podando las ramas de tu árbol genealógico, cortando tus raíces, olvidándote de dónde vienes.

El racismo es un demonio familiar. Vive con nosotros, se sienta en nuestra mesa, se echa en nuestra cama, nos susurra al oído.

Todo periodista es un turista que cree conocer las miserias del mundo porque las ha visto o caminando entre ellas. Esta profesión te vende esa ilusión. Pero hay un nivel de la pobreza que solo se conoce siendo pobre.

Según esa mentalidad rancia, el pobre no tiene derecho a hablar de su pobreza ni a protestar para que lo escuchen.

inmigrante... esa palabra se usa en un solo sentido: para señalar a los que nos movemos desde el sur hacia el norte. Es decir, para etiquetar a los latinos, a los africanos, a los asiáticos y a todos los que venimos a vivir y a trabajar a los llamados países desarrollados. 

El limeño es bien acogedor con el inmigrante. Con el inmigrante extranjero, quiero decir. Con los que venimos de provincias la historia es más jodida.

Cuando eres pobre la carrera que eliges no siempre es una expresión directa de tu talento o de lo que quieres ser en el futuro, sino la ruta que emprendes para salir de la pobreza.

¿Es tan difícil notar el privilegio cuando tú eres el privilegiado?


No soy tu cholo
Marco Avilés
Editorial Debate
Perú
Agosto de 2017
59 páginas