lunes, 17 de enero de 2022

El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza

Hay libros que uno quiere que otras personas lean porque son entretenidos, porque son sorprendentes, porque están muy bien escritos, porque narran cosas con las que uno se identifica o porque tocan fibras sensibles. El invencible verano de Liliana es una obra de no ficción que muchos deberían leer, por todo eso, pero principalmente por razones políticas y estéticas. En esta obra Cristina Rivera Garza hace una labor periodística dentro de su familia y otras personas para reconstruir la vida y la muerte de su hermana menor, Liliana, asesinada el 16 de julio de 1990 en ciudad de México por su ex pareja. Tenía 20 años.

Al comienzo del libro la autora dice "uno nunca está más inerme que cuando no tiene lenguaje" y esa idea se repite. En los 90 no existía la palabra feminicidio; durante muchos años el machismo ha sido invisible a los ojos de muchas (algo que no se nombra) y también los duelos están llenos de silencios, de falta de lenguaje. Este libro es una construcción lingüística que permite a los dolientes (ellos y nosotros) comprender la dimensión física del riesgo, el tamaño de la pérdida y elaborar el duelo en compañía.

El invencible verano de Liliana se publica 30 años después de la muerte de la protagonista pero es un libro urgente que debería estar en bibliotecas y leerse en los colegios. Es útil para aprender a identificar esas microviolencias cotidianas que pueden desencadenar en una tragedia, para reconocer los riesgos del amor posesivo, que no es amor, y para desestigmatizar la violencia intrafamiliar como un problema exclusivo de clases bajas e iletradas. 

Pero el libro no es solo eso. No es un informe académico o pericial. Es el testimonio de una autora que domina los mecanismos del lenguaje y logra estructurar una obra polifónica, con distintos registros (incluso distintas tipografías) en la que incluye un plano arquitectónico, fotos, textos de prensa, informes judiciales y voces de amigos y parientes. El resultado es una relato que parece un rompecabezas en el que muchas fichas tratan de armar un retrato al que le faltan las piezas centrales: lel asesino fugitivo y todo lo que calla Liliana, que aparece con su voz en las notas que escribió en vida, pero que claramente solo muestran fragmentos de su vida y ocultan aquellos aspectos más oscuros de su relación. 

Es también un retrato de familia, un libro sobre la vida universitaria, una crónica de la ciudad de México, una obra sobre mujeres adolescentes y un relato del amor entre hermanas. Hay mucha vida y mucho vértigo en estas 302 páginas atravesadas por la muerte y, al mismo tiempo, tan llenas de Liliana. 

Algunas frases
A veces es necesario un poco de silencio para que las palabras se junten todas sobre la lengua y, ya reunidas, se atrevan a saltar al mismo tiempo (p. 13). 

Es fácil amar una ciudad donde todo pasa al mismo tiempo. Donde todo tiempo es tiempo real. (P. 16).

¿Se puede ser feliz mientras se vive en duelo? (p. 24).

Pocas actividades requieren más energía, tanta atención al mínimo detalle, como odiarse a sí mismo. Es una tarea milimétrica. Agotadora. De tiempo completo (p. 25). 

Es mentira que el tiempo pasa. El tiempo se atora (p. 41). 

Uno nunca está más inerme que cuando no tiene lenguaje (p. 42).

La infancia termina con un beso. El sueño no es el sueño de cien años y la boca abierta no es la del príncipe azul, pero ese puro esperar que es la niñez finalmente llega a su fin con un beso. Labios sobre labios. Dientes. Saliva. La respiración entrecortada. Los ojos abiertos. La infancia termina con la instauración del secreto (p. 47). 

Se ha requerido el trabajo de generaciones enteras, por ejemplo, para que el piropo callejero, visto con enfermiza frecuencia como un mero acto natural, cuando no como un halago, sea denunciado como una instancia cotidiana de acoso en el espacio público. (p. 52).

Llamar a las cosas por su nombre requiere, a menudo, de inventar nuevos nombres (p. 52). 

Que se desesperaran los otros. Que los otros azotaran puertas cuando no podían usar la inteligencia o la capacidad de observación, o la paciencia. Que los otros perdieran el tiempo y desperdiciaran sus talentos porque nosotros que lo venceríamos todo, teníamos cosas que hacer (p. 62).

Tal vez no existan en el mundo cartas de amor más ardientes que las que se hacen llegar, ya por correo o ya en persona, las adolescentes (p. 63). 

La capacidad del lenguaje para descubrir y encubrir al mismo tiempo. Ventana y cortina. Telescopio y niebla (p. 74). 

¿qué será de este pobre mundo si uno no se callara algunas cosas? ¿si todo se dijera? ¿Sin misterio? Qué aburrido, ¿no? (p. 79).

Vivir en duelo es esto: nunca estar sola. Invisible pero patente de muchas formas, la presencia de los muertos nos acompaña en todos los minúsculos intersticios de los días. Por sobre el hombro, a un lado de la voz, en el eco de cada paso. Arriba de las ventanas, en el filo del horizonte, entre las sombras de los árboles. Siempre están allá y siempre están aquí, con y adentro de nosotros, y afuera, envolviéndonos con su calidez, protegiéndonos de la interperie. Éste es el trabajo del duelo: reconocer su presencia, decirle que sí a su presencia (p. 118). 

El duelo es el fin de la soledad (p. 118). 

Los intrincados vericuetos de la justicia, que son los vericuetos infinitos de la impunidad (p. 119). 

Siempre es extraño poner los pies en los espacios de los muertos (p. 123). 

Ni Liliana, ni los que la quisimos, tuvimos a nuestra disposición un lenguaje que nos permitiera identificar las señales del peligro. Esa ceguera, que nunca fue voluntaria sino social, ha contribuido al asesinato de cientos de miles de mujeres en México y en el mundo (p. 196). 

El aborto es y ha sido un riesgo enorme para las chicas embarazadas porque es ilegal (p. 202). 

Los abortos siguen existiendo y, aunque una parte de la sociedad mojigata y conservadora, aliada sempiterna del machismo, los considera todavía como una cuestión moral, es cada vez más aceptado que los abortos son asuntos de salud pública en los que la decisión final corresponde tomarla a las mujeres. (p. 204).

Los sobrevivientes suelen culparse a sí mismos, a su negligencia o su ceguera, con una dureza inaudita. No protegieron lo que más querían; no notaron lo que debió haber sido claro ante sus ojos; no detuvieron al depredador (p. 276).

...elaboran esa línea moral que divide el nosotros del ustedes. Ésta en la exigencia imperiosa, ineludible, apabullante de que se culpe a la víctima y de que te inculpes con ella. Está en la exigencia imperiosa, ineludible, apabullante, de exonerar al asesino a toda costa. 
Uno no aprende a callar; uno es forzado a callarse.
A uno le callan la boca (p. 277). 

La libertad no es el problema. El problema son los hombres (p. 289).



El invencible verano de Liliana
Cristina Rivera Garza
Literatura Random House
Bogotá
Abril, 2021
303 páginas

viernes, 7 de enero de 2022

Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez

 
Al final del libro, en la "nota del autor", Juan Gabriel Vásquez explica que "Volver la vista atrás es una obra de ficción pero no hay en ella episodios imaginarios". Es una novela en la que cuenta los primeros años de la vida de Sergio Cabrera, su hermana Marianella, sus padres Fausto y Luz Elena y la infancia y juventud de Fausto, huyendo de la Guerra Civil Española. 

La novela se divide en tres partes: la primera ocurre en España con la Guerra Civil como marco que define la vida de la familia del niño Fausto Cabrera. Su madre muere joven, un tío es militar republicano y junto a él, su padre domingo y sus hermanos huyen a Francia y desde allí a República Dominicana. Fausto llega a Colombia luego de una temporada en Venezuela. 

La segunda parte transcurre con Fausto como un consagrado director de teatro y exitoso actor de televisión, casado y con dos hijos, que decide radicarse en la China de Mao como profesor de español. Allí sus hijos inician una formación política y filosófica, viven una vida cotidiana diametralmente distinta a la que tenían en Bogotá y en determinado momento los padres regresan a Colombia y dejan a sus hijos de 14 y 12 años al cuidado de la revolución.

La tercera parte describe los más de tres años y medio que Sergio y su hermana Marianella militaron como guerrilleros en el Ejército de Liberación Popular EPL, hasta su salida de la guerrilla y el regreso a China, desde donde Sergio viaja a Londres para estudiar cine. 

La vida de Sergio Cabrera es trepidante pero la maestría del escritor está en vertir esa suscesión de hechos increibles a las páginas de una novela rica en detalles, que se lee con velocidad y avidez. La obra de Juan Gabriel Vásquez ha indagado por distintas aristas de la historia nacional colombiana que en determinado momento se cruza y marca las vidas privadas de sus personajes, y con esta novela logra otro hito en ese proyecto personal, relevante para la literatura colombiana porque permite acercarse desde otras miradas a las causas y actores de la violencia colombiana.

Esta novela en particular creo que además aporta un elemento interesante a la narrativa colombiana: cuenta desde adentro la vida cotidiana en una guerrilla, sus odios, envidias, jerarquías y penurias. Quizás en el futuro surgirán nuevos textos de excombatientes que ayuden a los lectores a acercarse a ese tipo de vida, pero hasta ahora los materiales verosímiles siguen siendo muy escasos.

Algunas frases
Las rencillas ocultas o nunca expresadas que hay en todas las familias, los malentendidos y las palabras que no se dicen o se dicen a destiempo, la falsa idea que nos hacemos de lo que sucede en la cabeza o en el alma del otro: esa compleja red de silencios conspiraba ahora contra la serenidad (p. 25).

Vive la vida de suerte que viva quede en la muerte (p. 42).

(sobre Bogotá) fundar una ciudad bajo estos cielos crises, en este invierno permanente donde llovía todos los días, sin excepción, donde los hombres de las calles andaban con guantes y paraguas y ceños fruncidos, y donde las mujeres rara vez salían de sus casas, casi siempre para comprar comida y buscar un rayo de sol como gatos perdidos (p. 60). 

Si esos poemas no sirven para combatir, lo más probable es que no sirvan para nada (p. 66).

sólo le importaba a la gente que estaba en el campo: a los de la ciudad todos esos muertos les quedaban lejos (p. 74). 

Una guerra civil no es lo mismo que una batalla cultural, es cierto, pero los principios son los principios (...) Pues aguantaremos lo que se pueda, pero yo babosadas no voy a hacer. (p. 93). 

Lo único más testarudo que la promiscuidad de su padre era el talento de su madre para descubrirlo (p. 98). 

(la ropa sucia se lava en casa) ¿Y qué pasa si en la casa no hay lavadero? (p. 140).

La destrucción de lo que llamaban "los cuatro viejos": viejas costumbres, vieja cultura, viejos hábitos, viejas ideas (p. 182). 

Marianella lloró lágrimas de adolescente enamorada, pero se dijo que no había nada más contrarrevolucionario que dejarse distraer por el amor (p. 188). 

hay que escoger amigos y amigas positivas, en lo político, moral e intelectual. Esto no quiere decir que tengan que ser perfectos, no, pero sí es indispensable que tengan un aceptable nivel político, que sean sanos moralmente y que tengan una mentalidad proletaria, aun cuando, naturalmente tengan defectos, los cuales ustedes pueden ayudarles a corregir, y ellos los de ustedes (p. 192). 

Los enemigos nos definen más que los amigos. Dime quién te ataca y te diré quién eres (p. 227). 

Los años lo habían acostumbrado a dudar y a cuestionar y a informarse antes de tomar una decisión. Pero allí, arrastrado por las emociones de la acción colectiva, pensó que era indigno o desleal tratar de encontrarle peros a un suceso que estaba sacudiendo el mundo (p. 228). 

Mire, señorita, la diferencia es muy clara: ustedes, en su país, tienen un Dios muerto. Nuestro Dios está vivo (p. 246). 

El ejército de Estados Unidos había fracasado contra el pueblo heróico de Vietnam, decía Castro. Hoy en día, nadie lo dudaba. Aquél era uno de los grandes servicios que el pueblo de Vietnam le había prestado al mundo (p. 259). 

aprendió que la cobardía es, más que un defecto de carácter, un error estratégico: el que tiene miedo no dispara, y permite por lo tanto que le apunten. En otras palabras, el que dispara está evitando que le apunten los demás (p. 271). 

las convicciones ideológicas no siempre iban de la mano con el talento artístico (p. 281). 

¡Qué difícil era imaginar una historia sobre un hombre real que además hemos conocido! (p. 301). 

nadie lograba entender que un país que lleva medio siglo en guerra hubiera votado en contra de acabarla (p. 308). 

sintió fugazmente que el cariño de sus hijos era lo único firme que le quedaba en la vida (p. 309). 

la única manera de hacer la paz es así, raspando las heridas (p. 312). 

La revolución era inseparable de un cierto puritanismo (p. 326). 

lo que más me gusta de la noche es que hace desaparecer el verde (p. 350). 

¿en qué momento llegan unos padres a la convicción de que la revolución puede educar a sus hijos mejor que ellos mismos? (p. 356). 

De manera que esto era la burguesía: la posibilidad de andar impunemente por la ciudad entera, la garantía de que las puertas se abrirían sin problemas (p. 359). 

el ejército revolucionario de Colombia, donde Mao era un rumor, un conjunto de refranes: una figura hecha de palabras (p. 368). 

nada frustraba más a los obreros que la sensación de estar metidos en una obra infinita (...) Es importante saber que tu camino tiene un punto de llegada (p. 373). 

hay personas así, con las que no nos tomaríamos un aguardiente pero a las cuales, en cambio, les confiaríamos nuestros hijos (p. 376)

Cuando falta la luz y todo es oscuro, solía decir, la única forma de no perder el rumbo es mirar hacia atrás. Así, viendo la luz que hemos dejado, podemos confirar en que otra nos espera (p. 386). 

de que esto no es amor sino agradecimiento. Y eso no es suficiente para sacar una vida adelante. (p. 412). 

Sergio sólo podía pensar que había dedicado todos los años de su adolescencia, todos los de su adultez incipiente, a prepararse para algo que no había tenido lugar (p. 431).

Un padre y un hijo que viven vidas separadas en ciudades distantes y que ahora se han encontrado para decirse cuánto se quieren y cuánto se extrañan de la manera más vieja de todas: contando historias (p. 437). 

A veces los hombres que van juntos a la vatalla se detestan más entre ellos que al enemigo común (Vida y destino, de Vasili Grossman). (p. 439).

El plan de venir a China fue tuyo, no nuestro. El plan de unirse al EPL fue tuyo, no nuestro. Toda la vida. Toda la vida nos has hecho creer que lo decidíamos nosotros, pero no es verdad: lo decidías tú. Toda la vida he hecho lo que tú querías, toda la vida la he pasado callado, tratando de complacerte. Pero ya me he dado cuenta, papá. Me he dado cuenta de que callar no es una cuestión de temperamento: es una enfermedad. (p. 467). 

Ordenar un pasado ajeno fue la manera más eficaz de lidiar con el desorden de mi presente (p. 474).


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Juan Gabriel Vásquez
Editorial Alfaguara
Bogotá
2020
480 páginas