jueves, 24 de diciembre de 2020

Caperucita se come al lobo, de Pilar Quintana

Empecé la primera página de este libro en la sala de espera del aeropuerto. Seguí leyendo durante el vuelo y terminé al aterrizar. Quiso el azar que leyera "El estigma de Yosef" la víspera de Navidad y "Hasta el infinito", que trata sobre un accidente aéreo, a muchos pies de altura. 

Caperucita se come al lobo reúne ocho cuentos breves. Seis ya habían sido publicados en 2012 y los dos últimos se sumaron para esta edición. Son cuentos sobre sexo y violencia física o simbólica en dosis más o menos similares, aunque en las críticas sobre este libro prime la lectura erótica, quizás por lo normalizada que está la violencia en general, y la violencia del patriarcado en particular. 

La mayoría de los cuentos, como "Olor", "El hueco", "Caperucita se come al lobo", "Amiguísimos", "Una segunda oportunidad" y "Hasta el infinito", abordan desde distintos ángulos el deseo femenino: la necesidad biológica y mental de las mujeres para relacionarse sexualmente con otros, sin culpas ni encadenamientos, aunque esa forma de atracción haya sido tradicionalmente asignada a los hombres. La autora, desde la ficción, reivindica este ámbito erótico para las mujeres casadas o solteras, jóvenes o maduras.

"El hueco" es un cuento con una tremenda violencia física, que remite sin mencionarlo a las épocas duras del narcotráfico. "Violación" es otro cuento sobre violencia, en este caso sexual, en el que el punto de vista desde el que se narra es el del violador y por eso es el título el que pone la acción en un justo contexto.

La mayoría de los cuentos de este volumen son anteriores a La Perra, una novela que al igual que este libro utiliza un lenguaje centrado en la acción, con pocos adjetivos y casi ninguna digresión. La autora edita y depura hasta conseguir textos narrativos breves que en pocas palabras concentran la fuerza de personajes corrientes de clase media colombiana, que podrían habitar en cualquier ciudad. 


Caperucita se come al lobo

Editorial Random House

Bogotá, 2020 (primera edición 2012).

99 páginas.


domingo, 29 de noviembre de 2020

El hereje: Carlos Gaviria, de Ana Cristina Restrepo Jiménez

El hereje es un perfil periodístico sobre Carlos Gaviria Díaz, ex magistrado de la primera Corte Constitucional surgida después de la Constitución de 1991, ex senador y candidato presidencial en 2006.

Describir este libro como un perfil periodístico es darle precisión frente a lo que no pretende ser: no es una "biografía autorizada" y ni siquiera es una biografía, porque hay datos y detalles que se escapan en una narración que no es del todo cronológica, y en todo caso tampoco es un panegírico ni una oda sobre uno de los juristas más importantes de las últimas décadas en Colombia.

Es un perfil, es decir, el fruto de una reportería extensa en número de fuentes y en el tiempo de investigación, que le permitió a la autora recoger muchas voces, aproximaciones y anécdotas sobre este personaje. El libro presenta entonces un caleidoscopio vital en el que aparecen sus luces y también sus sombras. Gaviria fue un hombre digno, ético, incorruptible, riguroso en su ejercicio académico y en su labor como jurista, libertario y comprometido con la solución pacífica de los conflictos, en una época marcada por la violencia. Pero también fue un hombre fruto de la cultura patriarcal, que aunque tenía claros los conceptos sobre la igualdad y la equidad de género, esperaba que alguien le sirviera el desayuno y se encargara del cuidado de los niños. La autora lo presenta como un hombre vanidoso, un profesor temido y un marido no del todo ejemplar.

El libro tiene un prólogo de Cecilia Orozco y un epílogo de Santiago Pardo. El epílogo se presenta como un espacio dedicado al registro de la huella de Gaviria en las jurisprudencias de la Corte Constitucional, pero en realidad se centra particularmente en sus tensiones con el magistrado Eduardo Cifuentes. Estos detalles, así como otros incluidos por Ana Cristina en los cinco capítulos que componen el libro, plantea a mi modo de ver una pregunta interesante sobre el sentido de incluir detalles íntimos personales sobre una persona fallecida (que en consecuencia ya no puede defenderse) y presentarlos para el conocimiento público. Algunos dirán que se trata de datos ciertos que humanizan al personaje y denotan una detallada investigación. Otros dirán que se trata de asuntos menores, más cercanos al chisme, que distraen frente a lo que es realmente relevante en el legado sociojurídico y política de este personaje. 

El libro tiene el tono y el estilo que Ana Cristina ya ha construido en sus columnas de opinión, con saltos de temas entre un párrafo y otro y con un registro polifónico de sus temas. Acá, además, el texto se enriquece con una banda sonora que intercala estrofas de canciones populares, principalmente los tangos que tanto le gustaban a Gaviria, y que revelan una faceta más fiestera y menos estudiosa que la que lo hizo famoso en la U.de Antioquia y en la Corte Constitucional.

El volumen se cierra con un anexo de 32 páginas con fotografías personales y familiares a full color. Se echa de menos un árbol genealógico que ayude a desenredar la maraña de nombres de hijos, nietos, yernos, nueras, hermanas, abuelos y una extensa red familiar de afectos y miradas alrededor de la figura de Gaviria.

Algunas frases

Lamentaba que en Antioquia el buen comportamiento esté vinculado a preceptos religiosos y no a la observancia de las normas de mayor trascendencia (p. 35).

No tengo pruebas de la existencia ni de la inexistencia de Dios. Soy agnóstico. Lo que me queda claro es que Dios o la creencia en un ser trascendental no puede ser el fundamento de las reglas de comportamiento. (p. 36).

El idilio campesino materializado en la finca del paisa es una impronta cultural (p. 51).

Es imposible tener una vida intelectual en medio del ruido. Cuando tú tienes cuatro hijos y un perro, la cantidad de ruido que se genera es increíble. (p. 51).

El amor, como la ética, no se predica, se aplica. (p. 55).

(sobre Socrates y Wittgenstein) "por una parte la claridad, yo he buscado siempre la claridad (...) la otra consiste en que la persona debe decir, pensar y hablar de una misma manera" (p. 74).

(sobre Wittgenstein) "solamente se pueden responder preguntas pertinentes, que tengan sentido (...) la ética no se enseña, la ética se muestra" (p. 109).

"Encuentro que los planteamientos positivistas son muy rigurosos, y los iusnaturalistas no" (p. 120).

"Me obsesiona la conducta moral: qué es bueno y qué es malo, de ahí mi amor por Wittgenstein, ese es un problema que a uno no se lo puede resolver nadie. Los problemas de la física y de la matemática te los resuelve alguien, pero el ético ¿qué sentido le doy yo a mi vida? !eso lo resuelve uno solo! (p. 120).

"Las cosas inútiles son muy importantes en la vida" (p. 121).

"Lo peor del Congreso es que las cosas ya están negociadas antes, y los horarios tan terribles" (p. 168).

"Como senador se mantenía cansado, frustrado por verse rodeados de personajes diametralmente distintos a él" (p. 171).

"Uno nunca jamás es responsable de las cosas que hagan los demás con lo que uno dice en clase" (p. 172).

"A los colombianos se nos educa en una filosofía de la obediencia, según la cual es reprochable desviarse de la ortodoxia, del pensamiento oficial" (p. 174).

"desde el poder se han criminalizado las formas de pensamiento que no encajan en el espectro ideológico de la derecha" (p. 197).

(su hijo Juan Carlos): "Los libros más queridos para él eran los que fueron emblemáticos por alguna razón en su vida, por ejemplo, los libros de Borges, el Tractatus de Wittgenstein; en materia jurídica, el libro de Hart; la decadencia de Occidente, de Spengler..." (p. 237).

La autoridad paterna no se puede construir a partir del miedo al castigo porque ese tipo de modelos solo perpetúan y profundizan la violencia que ha vivido el país (p. 262).

"el suicidio de su padre influyó bastante en ese episodio, ya que é consideraba que todo acto frente a la vida propia era un acto de libertad" (p. 266).


El hereje: Carlos Gaviria

Ana Cristina Restrepo Jiménez

Editorial Ariel

Bogotá

Septiembre de 2020

288 páginas (más 32 de fotografías).

lunes, 2 de noviembre de 2020

Cartas a Antonia, de Alfredo Molano Bravo


Alfredo Molano Bravo murió el 31 de octubre de 2019 y dejó huérfanos no sólo a sus cuatro hijos sino también a sus seis nietos. No existe una palabra precisa para describir la orfandad que dejan los abuelos. Técnicamente huérfano es solo el hijo que pierde al padre o a la madre pero para el nieto sin abuelo no hay vocablo. Lo normal (e incluso lo deseable) es que la muerte llegue primero a los abuelos que a los nietos, y por lo tanto ser un nieto desabuelado es una condición natural y frecuente, aunque no por ello menos triste.

El sociólogo, investigador y columnista Alfredo Molano Bravo fue consciente del dolor que su muerte le causaría a su nieta Antonia. Tuvo una conexión especial con ella, desde que nació en 2005, y desde esa época empezó a escribirle cartas en la que con palabras de abuelo, y con voz de las que se usan para contar cuentos antes de dormir, este sabio explica cosas sencillas y útiles: por qué la belleza puede conducir a la vanidad; por qué importan los ríos; por qué la minería a gran escala contamina; por qué nacieron las Farc. En cierta edad los niños preguntan con frecuencia "¿por qué?" para cada cosa que descubren. Estas cartas son respuestas a algunos de esos ¿por qué? Respuestas construidas desde su singular visión del mundo, una visión que como él mismo lo cuenta, le costó caro: "he pagado un alto precio por apartarme de la mirada oficial, la que llaman "políticamente correcta": falsamente objetiva, parcial, aséptica".

Las cartas no tienen fecha (y es una lástima) pero están organizadas por temas: el lector conoce la infancia de Molano, su vida en el colegio, su rebeldía infantil, su conexión con el campo y sus rutinas familiares; luego salta a unas cartas-crónicas en las que títulos como "Simití", "Buenaventura" o "La Guajira" sirven para explicar la historia y la geografía del conflicto en Colombia; y también hay otras desde "Cuba", "Barcelona" o "Ecuador", que ofrecen una perspectiva cosmopolita; después aparecen algunas cartas dedicadas al mundo de los toros y, en el último tercio del libro, cuando la narración viajaba entre ríos, ciénagas y Llanos, súbitamente aparece una tos que se complica, que se convierte en un ahogo y un dolor. Irrumpe el cáncer, que es como decir que irrumpen la vejez o la muerte de manera intempestiva, y entonces ya no es posible soñar el futuro. Como lo describe hermosamente Molano: "los sueños eran proyectos; ahora los proyectos están cortados por una cortina negra". 

Buena parte de los libros de Antonio Molano son la compilación de voces de campesinos, indígenas, negros, deportados, migrantes, víctimas: su técnica, como lo dice en el libro, consistía en escuchar: "Escuchar —perdónenme el tono— es ante todo una actitud humilde que permite poner al otro por delante de mí, o mejor, reconocer que estoy frente al otro. Escuchar es limpiar lo que me distancia del vecino o del afuerano, que es lo mismo que me distancia de mí. El camino, pues, da la vuelta. Escuchar es casi escribir". La novedad que ofrecen las Cartas a Antonia consiste en que en este libro Molano no transcribe las voces de otros: es su propia voz la que hilvana los relatos y por lo tanto es su pensamiento desnudo y humano el que aparece en cada página. 

Molano fue ante todo un cronista y esa condición está presente en buena parte de las cartas-crónicas que aparecen en este volumen. Pero fue también un historiador del conflicto y, en ese sentido, éste es también un libro sobre historia de Colombia. Por sus páginas desfilan Bolívar, Olaya Herrera, Laureano Gómez, Rojas Pinilla y Uribe, entre otros. Se trata entonces de un libro de historia y de crónicas escritas desde el amor y con el talento de un muy buen narrador. El último tercio del libro es el testimonio en primera persona de un hombre lúcido que asiste al derrumbe de su propio cuerpo. En la última entrada, escrita cinco días antes de morir, Molano confía en que se va a recuperar: en que está sometido a un tratamiento curativo y no paliativo. Esa confianza, y a la vez esa impotencia, son una hermosa metáfora de lo que fue su vida: un humanista que soñó siempre con un país más equitativo, a pesar de las evidencias. 

Algunas frases
"Un cuento es un cuento, tiene valor, pero no vida. Una historia es más real" (p. 23).

"Yo soñaba, botaba mis sueños a volar: No me los fabricaban como los fabrica ahora la televisión o la internet, las aplicaciones y los juegos de maquinitas" (p. 33).

"Las frutas maduran poco a poco hasta que cuando el sol las ha hecho dulces, caen al suelo. Si las coges antes y las maduras biches, pierden sus sabores. No vivas más allá de lo que eres" (p. 65).
"La felicidad es un engaño para dominarnos. Pero existen momentos cortos en los que podemos saborear la alegría, la serenidad, la esperanza" (p. 67). 
"Debes saber que eres bella, pero tienes que emprender una lucha tenaz contra la vanidad porque ella te esclaviza, sería tu maldición" (p. 68).

"muchos cubanos se fueron a buscarlos prendidos de un neumático o montados en un par de troncos, y encontraron la libertad de trabajar lavando platos" (p. 70).

"¿reguetón será? y que más que música es un ruido desacompasado, hecho para no sentir" (p. 75).

"(Estados Unidos) es rico también porque han hecho y ganado muchas guerras, que son también buenos negocios, como el que hacen con la guerra en Colombia: nos venden las armas con que nos matamos" (p. 82).

"Hemos sido un país muy rico en oro. ¿Sabes de dónde viene el oro? Según dicen algunos científicos, viene del espacio. Hace millones de millones de años, muy lejos, muy lejos, estalló una estrella en pedazos. Se hizo añicos y esos pedacitos se fueron volviendo polvo y flotando en el espacio como un cardumen de sardinas en el mar. Hasta que nuestro sistema solar atrajo esa nube viajera y la estrelló contra la tierra donde se estaban formando las cordilleras y los mares. Ahí quedó escondido ese polvo vagabundo que tanto codiciamos los seres humanos" (p. 83). 

"Sin tierra un campesino es un desempleado, un vago o un jornalero" (p. 99).

"embrujándolos con la marihuana, que es como fumarse un sueño con pesadilla" (p. 106).

"Muertes de compañeros de cafetería, conocidos que murieron para que nosotros no muriéramos. Pero muchos lo hicieron con el morral al hombro y el fusil en las manos. Muchachos tan generosos como los que después me encontré en las costas del Guayabero, que no les temían ni a la noche oscura ni a los ríos crecidos. Fue cuando comencé a escribir sobre ellos y sobre su gente. Escribí deslumbrado, alucinado. No paraba de escribir sobre un país que no se conocía, y de conocerlo, por supuesto". (p. 115).

"el "checkin", un término en inglés al que debes acostumbrarte porque las invasiones siempre comienzan por los idiomas, y el castellano, el más rico del mundo, está siendo avasallado —como tantas otras cosas— por los "ingleses" de Norteamérica". (p. 118).

"A veces desde el avión, y si hay luna, las noches son bellas. Se siente el silencio del universo" (p. 118).

"Las guerras, lo sabrás algún día, se pierden por el honor de los militares" (p. 119).

"Una de las cosas más bellas del Páramo es el silencio" (p. 125).

"La tierra, mi adorada Antonia, siempre es la causa de las guerras, inclusive —es triste— entre hermanos y entre padres e hijos" (p. 156).

"Manizales es así, Antonia. Hace frío porque queda cerca de un nevado, pero hay niebla porque hay café; las lomas están sembradas de café, hay guadua en las cañadas, y en algunos cerros, todavía manchas de lo que fue selva" (p. 158). 

"El café les deja platica para gastar, pero —lo que es mucho más importante— los hace ser iguales y por eso todos participan en la fiesta" (p. 159).

"El viaje que habíamos fijado para el 13 de febrero comenzó mucho antes, con los sueños" (p. 166). 

"Cada día es más patético el hecho de que la cabeza de los viejos funciona sin darse cuenta de la edad del cuerpo. O se da cuenta cuando el cuerpo se lo recuerda de manera bastante brusca, por lo demás" (p. 185).

"Cuando la gente se deja mamar gallo, y a su vez, mama gallo, todo está hecho" (p. 186).

"La incertidumbre es la condición del purgatorio" (p. 215).

"De día, aunque los miedos rondan, la rutina y la luz, la compañía reduce los miedos, los hace ver menos inminentes. Pero la noche es de los fantasmas" (p. 216).

"Una enfermedad como esta, de pronóstico tan esquivo, cierra el horizonte. Todo queda congelado en la indefinición, en la incertidumbre, en la oscilación. No puedo pensar más allá. Quizá pueda soñar, pero antes los sueños eran proyectos; ahora los proyectos están cortados por una cortina negra". (p. 217).

"Volví a pensar en los libros que me falta leer" (p. 225).

"pero frente al abanico de riesgos, necesito entregarme al destino sin resistir; es decir, sin llantos ni lamentos. No es fácil, porque uno busca despertar piedad a ver si por ahí se le encuentra el vado al río. Entregarse es no buscar protección" (p. 228).

"¿Cuántos viajes he dejado de hacer? ¿cuántas tierras desconocidas quedarán enterradas conmigo? ¿Cuántos libros en los que han formado mi tiempo he dejado de leer? (p. 229).

"El tiempo de la anestesia es un tiempo que queda faltando, que alguna conciencia echa de menos" (p 233).

"El miedo. El miedo a la muerte, claro está. No hay otro miedo" (p. 245).

"Al miedo, le decía yo a Antonia, hay que mirarle la cara" (p. 245).

"Para conocer, señor, hay que andar" (p. 301).

"Oír las voces de las gentes no fue suficiente. Para no usurparlas, había que escribirlas en el mismo tono y el mismo lenguaje en que habían sido escuchadas". (p. 301).

"Escuchar —perdónenme el tono— es ante todo una actitud humilde que permite poner al otro por delante de mí, o mejor, reconocer que estoy frente al otro. Escuchar es limpiar lo que me distancia del vecino o del afuerano, que es lo mismo que me distancia de mí. El camino, pues, da la vuelta. Escuchar es casi escribir" (p. 302).

"Se tiene miedo de escribir porque se tiene miedo de escuchar; porque se tiene miedo de vivir" (p. 302).

"Escuchar y escribir son actos gemelos que conducen a la creación" (p. 303).

"Crear es, al fin y al cabo, un acto ético" (p. 303).

"La dificultad comienza cuando el que trata de escribir no oye porque está aturdido de juicios y prejuicios, que son justamente la materia que debe ser borrada para llegar al hueso. Mi oficio de escribir se reduce a editar voces que han sido distorsionadas, falsificadas, ignoradas" (p. 307).

"He pagado un alto precio por apartarme de la mirada oficial, la que llaman "políticamente correcta": falsamente objetiva, parcial, aséptica" (p. 307).


Cartas a Antonia
Alfredo Molano Bravo
Editorial Aguilar
Bogotá
Agosto de 2020
312 páginas


domingo, 18 de octubre de 2020

La sombra de mi padre, de Martín Franco Vélez

Es difícil juzgar un libro que transcurre en la ciudad que uno habita y en la misma época que uno ha vivido. Hay demasiados referentes personales que complementan la lectura, pero entonces uno como lector carece de la distancia necesaria para comprender cómo puede ser recibida la obra en lectores que no tienen el mismo contexto. El escritor dice "Palermo" y yo entiendo a qué se refiere, porque es el barrio en el que vivo, pero quizás un lector de otra ciudad necesita más pistas para ubicar el estrato y la arquitectura.

Pienso en esto a propósito de "La sombra de mi padre", de Marín Franco Vélez, un autor al que conozco y aprecio, y por esa relación supe de algunos pasajes de su vida, que aparecen en este libro,  pero llegué a ellos por su voz antes que por su escritura.

La sombra de mi padre es un testimonio personal, de no ficción, con referentes de actualidad, escrito desde una primerísima primera persona y también desde el dolor, la rabia, la frustración y el amor. Está dividido en tres partes, cada una con varios capítulos: en la primera Martín aborda la relación difícil que tiene con su papá, Jorge; en la segunda la relación de admiración y cariño que tiene con su abuelo Emilio, y en la tercera el cambio de vida que significa la llegada de su hijo, que también se llama Emilio.

En estos tres bloques la primera sombra que se advierte no es la del padre, el abuelo o el hijo. Es la sombra de la mamá, la abuela, la esposa, las tías, que aparecen como espectros. Es una historia sobre hombres, narrada por un hombre, desde la perspectiva masculina.

La sombra de mi padre es, sobre todo, una larga carta de amor: es un texto en el que Martín explora las huellas del amor que le tuvo a su padre en la infancia, la forma en la que ese amor se transformó durante la juventud, el distanciamiento, las peleas, los conflictos familiares, y la forma en la que ya en la madurez del padre, y con el autor convertido en papá, ese amor se decanta para fortalecerse desde el respeto por la mutua aceptación de las diferencias que los separan. 

El libro es un testimonio sobre una familia de clase media-alta de Manizales. Habla de suicidio, alcoholismo, homofobia, depresión, desempleo, arribismo, machismo y patriarcado. "Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera", dice León Tolstoi al comienzo de Ana Karenina. Las familias guardan secretos infelices que normalmente permanecen en la sombra y esos secretos construyen singularidades. Poner luz sobre esas sombras a veces resulta revelador: las familias infelices también pueden parecerse y, a veces, lo que se juzga con severidad y se cataloga como infelicidad, varía cuando se mira desde otra perspectiva.



Algunas frases
"...esa ciudad parroquial de cuestas empinadas y días muertos no era la maravilla que había creído. Que la sociedad en que crecí resultaba de una pacatería irremediable, y que al final la gente vivía más preocupada por lo que dijeran de ellos que por ocuparse de sus propios asuntos" (p. 16).

"...acabé yéndome de Manizales hace casi dos décadas: porque hacía parte de esa sociedad de apariencias y charlas de pasillo que no me permitía ver lo que había al otro lado, la realidad que se cocinaba en esos barrios que iban más allá de Palermo" (p. 22).

"Pocas cosas son tan implacables como el juicio de un hijo" (p. 24).

"... las palabras (esas mismas que estoy escribiendo ahora) nos hacen prisioneros. No podemos escapar de ellas; una vez puestas en el papel, no queda lugar donde escondernos" (p. 27).

"... él siempre ha estado convencido de que aprender a tomar es uno de los ritos más importantes para volverse hombre" (p. 27).

"El trago estaba presente, siempre, en todas las reuniones familiares; en la finca, los fines de semana, se nos volvió una costumbre ineludible destapar una botella antes del almuerzo y por eso a las dos o dos y media de la tarde mi madre nunca dejó servir más tarde, estábamos casi siempre borrachos" (p. 28).

"siempre quedará algo de nosotros en los sitios donde ha transcurrido parte de nuestra vida" (p. 31).

"Tener un hijo ahora lo entiendo es poner a prueba la paciencia de manera constante. Tener un hijo es pasar del amor más grande a la rabia intensa en cuestión de segundos (p. 41).

"Tendrían que pasar varios años para que regresara a consulta y entendiera que a veces no podemos solos; que las batallas diarias nos van agotando y que en ocasiones el río interior de nuestros problemas se crece y nos desborda" (p. 43).

"Me gustaba tomar mucho, y lo hacía cada que podía porque en Manizales eso nunca estuvo mal visto; al contrario: el que más bebía era un berraco y se ganaba la admiración del resto. Y nosotros bebíamos siempre: en las fincas, en la calle, en las casas, en los bares" (p. 45).

"Eso hacen los libros, después de todo: hablarnos como si no hubiera nadie más en el mundo para decirnos que no estamos solos, que a muchos también les ha pasado lo mismo alguna vez" (p.63).

"hace lo que hacemos todos: adornamos las historias vividas con detalles y matices que no existieron, o sucedieron de un modo más anodino, para que se tornen interesantes, únicas, dignas de ser contadas" (p. 78).

"escribir la propia vida era algo valiente, aunque no entendía muy bien para qué hacerlo. Hoy lo sé, o al menos en el caso de Emilio: para que la existencia no se nos vaya entre las manos y quede algo, cualquier cosa, para los demás. Vivimos mientras estamos en la mente de los que nos amaron; luego nos vamos del todo" (p. 89).

"Las relaciones entre padres e hijos solo requieren de tiempo para enfriarse" (p. 89).

"lo despreciable que me resulta ahora esa clase alta en la que crecí, en su profunda falta de empatía y en lo mucho que se esmera por preservar a cualquier precio esos privilegios que ha tenido durante años, o siglos, sin preocuparse nada más que en seguir alimentando su codicia" (p. 106).

"Todos pasamos por el tribunal de los hijos, quienes rara vez nos absuelven. Somos implacables como hijos y esperamos benevolencia como padres" (p. 117).

"Una de las cosas más duras de la muerte, además de despedir a un ser querido, es que nos da una bofetada de realidad: eso seremos todos, en algún momento" (p. 128).

La sombra de mi padre
Martín Franco Vélez
Editorial Planeta,
Bogotá, septiembre de 2020
135 páginas



jueves, 15 de octubre de 2020

Historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma


Catalina es una niña a la que internan en un convento a sus cuatro años de edad, en compañía de otras tres hermanas. Allí crece, desobedece, se desadapta y un día aprovecha un descuido para fugarse y salir al mundo exterior, que desconoce por completo.
Su primera decisión, cuando accede a la calle, es convertirse en hombre: con aguja, hilo y tijeras transforma su hábito de religiosa en un traje varonil y decide que a partir de ese momento se llamará Francisco y empezará a vivir las aventuras que le están vetadas a las monjas de clausura.

La historia, así contada, ya resulta inverosímil. Lo sorprendente es el contexto en el que ocurre: Catalina de Erauso nació en 1585 en la villa de San Sebastián en la provincia de Guipuzcoa, en España, y cuando decide "vivir aventuras" éstas consisten en embarcarse hacia el Nuevo Mundo y recorrerlo a pie, a caballo y en barco desde Panamá hasta Concepción, en Chile, pasando por Tucumán, Cochabamba, Potosí, La Paz, Cuzco, Lima y Trujillo, entre otras ciudades. En este recorrido Erauso tiene combates con espadas, apuesta y pierde dinero, va varias veces a la cárcel, la hieren y se enrola en el ejército, en donde accede al título de alférez.

"La historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma" ofrece numerosos ángulos para abordar el texto: es una obra con elementos de picaresca, autobiografía, viaje de aventuras, historias de milicia e historias de la colonia. Sin entrar en la controversia sobre si Catalina de Erauso es la real autora del texto, o se trata de una transcripción o una ficción (se sabe que Catalina de Erauso sí existió), resulta relevante conocer el ejercicio escritural de una mujer que decide ser hombre y referirse a sí misma en masculino cuando está en compañía de otras personas, pero conservar el género femenino para los momentos de intimidad y soledad. Es como si el tránsito entre géneros fuera una oportunidad para disfrutar de las libertades vedadas para las mujeres, sin que ello signifique una renuncia absoluta o definitiva a su condición femenina.

Erauso es un personaje singular, ambiguo y magnífico para los estudios queer. El texto no ofrece digresiones, introspecciones o análisis personales. Se trata de una sucesión de episodios de aventuras y viajes, en donde la acción prevalece sobre la descripción, tal y como ocurre con El lazarillo de Tormes y El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle, dos obras relativamente contemporáneas, a las que podría acercarse. La singularidad de la historia de la monja alférez consiste en que la acción y el lenguaje develan aspectos relevantes del tránsito por los géneros: Catalina cuenta cómo el vestido y el corte de pelo le permiten pasar como varón; explica el mecanismo utilizado para lograr que no le crezcan los senos; en algún aparte del texto se describe al personaje con un bigote incipiente y en una escena en Perú, en la que se descubre su verdadera identidad, el juicio relevante de las comadronas no consiste en revelar que es mujer, sino que es virgen. La autora narra una épica construida con múltiples batallas, pero la batalla más significativa es la que se libra sobre su propio cuerpo.

La lectura de textos del siglo XVI a veces se torna farragosa por el uso de palabras desconocidas y por una ortografía que hace que el lector se concentre más en superar la forma que en develar el fondo. El trabajo hecho por Ediciones Tres Cantos, una nueva editorial independiente creada en Pereira, permite superar ese obstáculo: el libro trae una ortografía limpia y actualizada y  cuenta con algunos pies de página que permiten contextualizar. Estos recursos, junto con el prólogo de la profesora de literatura María Piedad Quevedo Alvarado, y la hermosa tipografía con que se construyeron las páginas, ponen esta obra clásica al alcance de cualquier lector que desee conocer una nueva autora, si es que es posible decirle "nueva" a una escritora del siglo XVI.


Historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma
Ediciones Tres Cantos
Pereira, Colombia
2020 (primera edición 1829).
152 páginas

lunes, 5 de octubre de 2020

Lo que fue presente, de Héctor Abad Faciolince

"Eugenia: este cuaderno no es tuyo. No lo leas. No contiene secretos; no contiene traiciones reales ni imaginarias. No lo leas. No seas metida, no lo leas. Quita los ojos de aquí. Deja de leerlo en esta misma página". Eso escribe Héctor Abad Faciolince en su diario el 18 de octubre de 2001. Y yo, que ya llevo 510 páginas leídas, desde la primera entrada del 30 de diciembre de 1985, sigo leyendo porque no me llamo Eugenia.

Leer diarios tiene algo culposo. Es un ejercicio voyerista aunque se haga con la anuencia del autor, como en este caso. Escribirlos y publicarlos puede ser un acto de vanidad: pensar que la vida ordinaria en realidad tiene momentos extraordinarios con algún tipo de interés para otros. Pero no es vanidad mostrarse con cicatrices y miserias: un ser humano inseguro, pobre, infiel, mentiroso, paranoico, insensible, machista, impotente, silencioso, aburrido, con incapacidades para escribir, para el sexo y para la alegría.

Es un acierto que estos diarios terminen cuando el editor le dice al autor que publicará El olvido que seremos, porque esa novela lo lanzó a la fama, y supone uno, significó también el fin de las angustias económicas que tanto pesan en tantas páginas de este diario. Como el lector completa la obra del autor, estos diarios publicados se completan entonces con la imagen que el lector tiene del autor desde su vida pública, que es más pública después de la novela sobre el papá asesinado. Ese contraste entre un escritor famoso, exitoso, muy vendido, contrasta fuerte con la de un ser humano que no tiene cómo pagar sus cuentas, que corrige textos de la Andi y que, además, sufre de impotencia sexual con la mujer que desea.

No es un tono lastimero o de víctima. Es un tono sincero: el de la escritura como lugar para narrarse sin máscaras y en descarnada desnudez. En el diario no es "el hijo de" o "el autor de". Es un ser humano con inseguridades que recurre a sus cuadernos cuando las cosas no están bien. La vida que fluye feliz no aparece con tanta intensidad porque cuando está contento el autor se ocupa de vivir, no de escribir. 

Toda lectura es un pretexto, uno en el libro se lee a sí mismo, se refleja", escribe Héctor Abad y yo encuentro en estos diarios varios reflejos que son espejo: el del que quiere escribir pero tiene dudas (y deudas y falta de tiempo); el del amor desmedido por los hijos pero, al mismo tiempo, la culposa sensación de pensar que los hijos quitan tiempo o silencio, y las reflexiones sobre lo doloroso que es el divorcio pero, al mismo tiempo, lo difícil que resulta vivir en pareja después del tiempo del enamoramiento. Y también lo extraña que es la compañía de la familia, y lo sabroso que es caminar y perderse por ciudades nuevas, y la necesidad de soledad para poder pensar, pero, al mismo tiempo, la necesidad de tener alguien para compartir lo que se piensa. 

En fin, son 21 años de diarios y más de 600 páginas. Seguro que ustedes encuentran otro tipo de reflejos en esta lectura desigual, como la vida. 

Algunas frases:

"Para escribir necesito estar solo. "Escribir es hablar sin que a uno lo interrumpan", leí en alguna parte. Y basta una mirada para interrumpir el pensamiento y empezar a pensar en la mirada" (p. 20).

"El pensamiento es un caballo salvaje, loco, cerrero; la escritura es una forma de domarlo" (p. 23).

"Tener un hijo envejece" (p. 31).

"La religión dominical. Buena definición para el catolicismo. De lunes a sábado capitalismo, comunismo, sensualismo, armamentismo, mafia, cualquier otra cosa. La religión del viernes, islam; la religión del sábado, judaísmo. La religión del lunes, capitalismo" (p. 33).

"Dios es la más pura imaginación del hombre: lo más grande y lo más perfecto que no existe o existe solo en la fantasía nuestra, que es una manera privilegiada y muy real de existir" (p. 34).

"Quiero leer y leer y leer. Toda la vida, todo el tiempo, y lo que me dé la gana (¡todo!) solamente lo que me dé la gana. Retirarme, jubilarme, tener una casa sin polvo y ordenada a lo mejor en el campo. Y que las visitas vengan solo de vez en cuando, que no molesten tanto las visitas. Para poder leer y leer y no hacer otra cosa que leer" (p. 43.)

"Gente que no te llama, sino que te autoriza para que la llames: si estás mal, si necesitas algo..." (p. 68).

"Cuando estoy feliz, no escribo" (p. 79).

"Las palabras dichas repelen, excluyen a las palabras escritas. Las gastan. Mi lenguaje tiene fuerza solamente para una vez" (p. 84).

"Pero peor estaba Cervantes en los baños de Argel. Y escribió el Quijote después de los cincuenta, con una mano inútil" (p. 85).

"Leo, releo, logro adaptarme a libros prestados (¿ves?, algo aprendes), yo, que siempre quise comprar los libros que leía para poder rayarlos, guardarlos, releerlos. He descubierto a Simenon, vuelvo a Rulfo (p. 86).

"Pienso en la posición de mis manos dentro del ataúd" (p. 90).

"Creo que no quiero ser doctor. Si me vuelvo doctor, la academia será mi destino. Leo lo que quiero y no lo que debo" (p. 94).

"Yo no escribo para celebrar mis orgasmos, sino para conjurar mis impotencias. No me gusta el exhibicionismo de la danza de la victoria, sino el tímido rito propiciatorio que precede a la batalla. El dolor expiatorio que sigue a la derrota. Los rituales de purificación" (p. 97).

"Mi forma de amar es la añoranza, el deseo. La presencia, el otro, me importan menos, me alejan" (p. 98).

"A los hijos, si los queremos buenos, tenemos que hacerlos felices. La felicidad educa a la bondad" (p. 102).

"Este es el único sentido que le he encontrado al sufrimiento, a las tragedias: te da la dimensión exacta de los contratiempos. No hay que temer ningún contratiempo; solo hay que temer tragedias. Vivir con serenidad, casi con alegría, todo contratiempo, porque son parte de la vida feliz" (p. 114).

"Tener hijos es la condición que más cambia por dentro el carácter de una persona; más que ateos o religiosos, progresistas o reaccionarios, la gente se divide entre aquellos que tienen la experiencia de haber tenido hijos y los que no" (p. 129).

"Lo horrible no es el "yo no tengo quien me quiera". Peor es "yo no tengo a quien querer". La soledad fundamental, la más tremenda" (p. 174).

"¿Los hijos son una interferencia en la vida de un escritor? No, los hijos le hacen entender al escritor cómo es la vida verdadera" (p. 175).

"Si tuviera que definir la actitud de Irene ante lo que hago (que casi siempre es «lo que escribo»), tendría que decir: enfriadora, desestimulante.
Al terminar mi novela dice: «Me quedé empezada, a medias». Y eso es todo lo que dice, después de doscientas cincuenta páginas. Si oyera lo que me dijo Margaret, lo que me dijo Mario Jursich, lo que me dijo Consuelo. Lee un artículo que escribí para una revista: no dice que no le gusta, no lo critica, dice: «No sé esto para una revista...». «¿Y entonces para dónde?» «No sé».
Tener siempre al lado a una persona así, francotiradora de mi oficio, es desastroso, deprimente. Parecemos hechos de sustancias distintas" (Pág 197).

"Talento tiene cualquier imbécil. Lo difícil es encontrar a alguien con la suficiente voluntad como para hacer algo con él" (p. 201).

"pues es cierto que aspiro a esta curiosa obscenidad: durar después de la muerte mediante las huellas de mis letras: que este surco que trazo sobre las hojas sea alguna vez descifrado por ojos curiosos" (p. 223).

"la altiva Manizales, que tantas cosas se cree y no es ninguna de ellas" (p.228).

"No me gustan los poetas. Tienen ese aire, esa altivez de creer que su palabra es la salvación del mundo" (p.243).

"¿Por qué a veces queremos tan poco a las mujeres perfectas? (p. 269).

"Sufro dos idealizaciones de la cultura en la que me levanté: idealizo el arte (la literatura en mi caso) y el amor. Tal vez debería dedicarme a despojar de ese halo ideal a las dos cosas. Pero el entusiasmo se alimenta de un ideal irracional. Si no creo en esas mentiras, en esas dos ilusiones absolutas, la literatura y el amor, pierdo el entusiasmo. Y sin entusiasmo todo es deprimente. Hay que vivir en la ficción del entusiasmo" (p. 344).

"¿No te gustó mi novela? La leíste con sueño" (p. 361).

"pero a veces es inevitable que la franqueza nos suene brusca cuando nos duele un poco" (p. 364).

"un optimismo firme, radical, solo pueden tenerlo quienes hayan conocido a fondo la tristeza y, a pesar de ella, no hayan perdido la confianza". (p. 369).

"los malos libros son indispensables en cualquier biblioteca. Los malos escritores te enseñan a reconocer lo que no debes hacer nunca" (p. 401).

"A mí se me considera superficial porque soy fácil de comprender. Es cierto que muchas ideas profundas son difíciles de comprender. Pero profundidad no es sinónimo de dificultad" (p. 443).

"si uno no se acostumbra a esas molestias (y comete la ingenuidad de separarse) acaba por no aguantarse ni a sí mismo" (p. 468).

"La escritura exige una especie de monogamia absoluta: conmigo y nada más" (p. 488).

"Toda lectura es un pretexto, uno en el libro se lee a sí mismo, se refleja" (p. 494).


Lo que fue presente (Diarios 1985-2006)

Héctor Abad Faciolince

Editorial Alfaguara

2019, Bogotá

610 páginas

sábado, 29 de agosto de 2020

La hora gris, de Eduardo Otálora Marulanda


Aunque normalmente leo a buen ritmo, necesité 10 días para poder terminar las 112 páginas de La hora gris, la obra con la que Eduardo Otálora Marulanda ganó en 2019 el Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá.


No es, ni mucho menos, una novela lenta de esas que aburre y por eso se abandona. Tampoco es una novela de lenguaje difícil o farragoso, que exija demasiada concentración, o suspender la lectura para consultar el diccionario. La narración es vertiginosa, el lenguaje es claro y, sin embargo, creo que es imposible hacer inmersión profunda en el texto, leer con concentración y agotarlo en una sola sentada. Es una obra apocalíptica que perturba, entristece, aterra e incomoda. Hay que suspender la lectura para poder tomar aire. Hay que detenerse para evitar la náusea.

La novela está dividida en tres partes y en cada una de ellas el narrador es un niño. Cada capítulo funciona también como un cuento independiente y en ese orden de ideas eventualmente podría leerse en cualquier orden, aunque la secuencia cronológica es la que trae el libro. El primer capítulo se titula Figus y cuenta la historia de Ever y su familia, que huyen de su finca en la montaña por una enfermedad que se origina en la contaminación del agua. El segundo capítulo es Erián, una niña que vive confinada en una torre, en donde los sobrevivientes se protegen del mundo exterior. El último es Tata, que cuenta su historia como confinado en una cueva, en compañía de un anciano.

Solo el primer capítulo ofrece una geografía y un contexto que podría parecerse a la Colombia actual. Los otros dos relatos se ubican en tiempos y espacios apocalípticos y enrarecidos, en los que la condición límite a la que llega la raza humana obliga a replantear no sólo las relaciones y los ritos, sino también la corporeidad.

La degradación que narra La hora gris es una enorme metáfora que ofrece múltiples lecturas sobre la enfermedad, la ciencia, el concepto de progreso, la alienación, la incomunicación y el miedo al otro. Las narración avanza en caída libre: el color y la luz de las primeras páginas se esfuman con el amor. La necesidad de hacer parte del engranaje de la "gran máquina" (¿la sociedad? ¿el mercado? ¿la familia?) hace que los seres vivos se deshumanicen y renuncien a partes esenciales de su ser para poder encajar. El respeto por las normas, los rituales y los roles surge como una constante que da sentido a la comunidad, incluso en las situaciones más extremas. La sexualidad, despojada de cualquier posibilidad de ternura o afecto y ligada solo a la necesidad fisiológica o reproductiva, se revela con trastornadora violencia.

Hacer 350 años escribió Spinoza en su Ética demostrada según el orden geométrico que "nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo". El propósito de Eduardo Otálora con esta novela parece ser el de intentar ahondar en ese interrogante: ¿De qué es capaz un cuerpo? ¿Como se deshumaniza un cuerpo? ¿Cuáles son los límites del cuerpo? La corporeidad humana aparece en esta novela con todos sus detalles: el inventario de componentes corporales se ofrece de manera desagregada, como si cada uno de ellos tuviera que justificar su propia presencia. La piel, los brazos, las piernas, los ojos, las axilas, la sangre, los órganos, los fluidos, los olores, el sudor, el hambre, la sed, el cansancio, la sangre y los huesos tienen participación específica y autónoma en la narración.


En el último capítulo, cuando se cuenta que es costumbre cortarle la lengua a los que empiezan a gatear para evitar que hablen, recordé otra novela corta de Otálora, Dónde habitan las palabras, en la que se cuenta una historia completamente distinta en tono, tema y personajes, pero que también presenta una reflexión sobre el silencio y la incomunicación humanas.

Es frecuente relacionar la voz de los niños con alegría, risas, juego, ternura, y también con la ilusión que ofrecen sobre el futuro. El título de la novela se explica desde su epígrafe, con una cita de Tomas Whithhen: "se conoce como hora gris a ese período del día en que los recién nacidos manifiestan una incomodidad injustificada". Las voces de los tres niños, Ever, Erián y Tata, narran con miedo, tristeza e ingenuidad un mundo despojado de juegos, alegría e ilusión. Un mundo duro, en el que la hora gris parece prolongarse de manera indefinida, y uno como lector, al cerrar las páginas del libro, descubre también una incomodidad injustificada al mirar sus manos, sus pies, y recordar que todavía sale agua de la llave y hay comida en la nevera.


Algunas frases

Me provocaba tener el poder de quedarme muerto con solo cerrar los ojos, así que los cerré. Pero no me morí, solo me quedé dormido otra vez (p. 26).


Ese día caminamos hasta que se hizo de noche sin encontrarnos con nadie, ni siquiera con los muertos. (p. 37).


Si no nos seleccionan y terminamos convertidas en harina tenemos que sentirnos honradas, porque así hacemos de la torre un lugar mejor (p. 48).


“No hace falta que me abraces, porque todos estamos en el abrazo universal”.


La gran máquina huele horrible (p. 80).


Les cortaban las lenguas recién los cazaban para que no hablaran entre ellos, no nos gritaran a los como-nosotros y además nos cogieran miedo (p. 86).


Se dieron cuenta de que estar vivos era el verdadero castigo (p. 91).


Los como-nosotros estamos envenenados y por eso no nos morimos sino que nos vamos pudriendo poco a poco (p. 92).


Entendió que el hambre también era un regalo de los dioses, porque le daba la fuerza no sólo para buscar sino también para cazar (p. 92).


Las tradiciones eran muy importantes para los como-nosotros porque hacían que todo funcionara en la isla (p. 99).


Debes respetar las normas porque sin normas no hay vida (p. 100).



La hora gris

Eduardo Otálora Marulanda

Fondo de Cultura Económica

Bogotá, 2020

112 páginas


miércoles, 19 de agosto de 2020

Un pequeño matachín de Riosucio, de Álvaro Gartner

Un pequeño matachín de Riosucio parece un libro para niños pero no lo es. Es decir: puede ser leído por niños, y tiene numerosas y coloridas ilustraciones, pero se trata de un volumen que también resulta de interés para los adultos que quieran acercarse al origen y la estructura de una de las fiestas más antiguas y tradicionales de Colombia: el Carnaval de Riosucio, que se celebra cada dos años durante la primera semana de enero.

Un matachín es celebrante del carnaval: es la persona que hace el carnaval. En este libro, el matachín es un niño que en compañía del Padre Carnaval y el Diablo recorre los principales momentos de la fiesta, su origen indígena, la razón de celebrar al diablo (y quemarlo), las actividades que se realizan en cada uno de los cinco días del Carnaval, los trajes, las cuadrillas y la tradición que hay detrás de cada momento de la fiesta.


La obra, escrita por el periodista Álvaro Gartner e ilustrada por Paola López, tiene un lenguaje sencillo y de fácil comprensión, pero al mismo tiempo ofrece datos precisos y recuperación histórica de nombres, fechas y cantos, en un ejercicio por narrar de manera amena sin restarle rigor al relato.

El libro ofrece además la posibilidad de recorrer las calles, parques y el paisaje de Riosucio, municipio ubicado al occidente de Caldas: desde sus piedra del Ingrumá y sus dos parques, hasta su plaza de mercado, algunas de sus veredas y sus resguardos indígenas. Se trata de una opción novedosa y local para reescribir la historia de esta fiesta.


Un pequeño matachín de Riosucio
Alvaro Gartner
Editorial Pispirispis
Manizales
2014
67 páginas



martes, 18 de agosto de 2020

El desterrado, de Leonardo Valencia

Leonardo Valencia es un escritor ecuatoriano consagrado, con varios libros de novela y ensayo publicados, además de un volumen de cuentos, "La luna nómada", que aunque fue su primera obra publicada sigue en construcción. El autor además fue profesor de escritura creativa durante varios años en Barcelona, y ahora ejerce la misma labor docente en Quito.

El desterrado fue su primera novela. Publicada en el año 2000, esta ópera prima de Leonardo Valencia ya muestra la maestría del autor en el cuidado del lenguaje y en la construcción de una estructura narrativa elíptica, con una buena cantidad de personajes y un manejo temporal en el que el narrador va y viene entre el pasado y el futuro.

La destreza narradora se siente desde la primera oración de la novela: "El Viejo Elefante cumplía cada semana con el mismo ritual. Llegaba el jueves a media tarde y se anunciaba desde las escaleras con las tres notas de su paso: el taconeo de los zapatos y la tilde del bastón".

Nebbiolo Bentornato es "El Viejo Elefante" un personaje amigo de la familia Dalbono. Es él el hilo conductor a partir del cual se narra la historia del padre Domiziano, su esposa Sabina, sus hijos Orlando y Carlo y las esposas e hijos de estos. Se trata de una novela sobre una saga familiar, con Orlando como protagonista, aunque se trata de un protagonista que durante toda la novela sólo pronuncia una palabra ("sí") y que toma fuerza cuando ya ha transcurrido al menos un tercio de la novela, porque la primera parte se centra sobre todo en los padres de Orlando.

Es entonces una novela sobre una constelación familiar, pero es mucho más que eso: es un retrato sobre cómo se vivió en Italia el nacimiento del fascismo y el fortalecimiento de las camisas negras, y sobre cómo estos hechos políticos afectaron las vidas cotidianas de personas que no tenían militancia política. Es entonces una novela sobre el miedo, sobre el enrarecimiento de la vida, contada a partir de sutiles detalles de la vida de barrio.

Para quien no la haya leído y vaya a acercarse a este libro, recomiendo un ejercicio similar al que vale la pena hacer cuando se lee Cien años de soledad: escribir los nombres y construir el árbol genealógico correspondiente. En El desterrado no hay tantos nombres como en la novela de Gabo, pero a veces por la forma de la narración el hilo puede confundirse.

El autor ha sido pintor y Audry, uno de los personajes de la novela, también pinta. En algún momento ella mancha un cuadro. Lo pinta en exceso y lo daña. Quizás algo así pasa también con El desterrado: una gran novela que pudo terminar unas páginas antes, o que tiene un final que a mi modo de ver no le hace justicia a la tensión que se vive en buena parte del libro.

Algunas frases:
"Nuestro lenguaje es un desorden encubierto por una serie de convenciones" (p. 27).

"El sol simplemente no se mueve alrededor de nosotros. Nuestro lenguaje no ha asimilado esa revelación. El caos está en nuestro lenguaje" (p. 30).

"Que aprendan riendo, doctor Milvio. ¿Cuál es el problema? Si de paso ríen y disfrutan aprendiendo, ¿qué tiene de malo que nos ríamos todos...?" (p. 37).

"Si les da usted la libertad de reírse a cada momento, van a relativizar la importancia de lo que les está enseñando" (p. 37)-

"Está escrito: las reinas no pueden elegir lo que les manda su corazón. Y el corazón les manda rendirse ante quienes las tratan como tales" (p. 44).

"Cuando vio el primer elefante de su vida, sopesó las proporciones y dijo que era un toro rechoncho de cuernos caídos" (p. 50).

"Nunca te detengas mucho donde te fulminó la suerte" (p. 83).

"Esa organización perfecta lo fascinaba. La clandestinidad era su encargo. Si él estaba así, cuántos más no andarían por las calles de la misma manera. Al descubrir esa posibilidad se sorprendió mirando a un costado y a otro. A él también podrían estarlo vigilando otros desconocidos, aunque no tuvieran ningún distintivo" (p. 108).

"Las proporciones de lo que aparece en una obra no son reales, aunque el conjunto sea impactante y creíble. En una fotografía, en cambio, aparecen las proporciones reales. La distorsión que puedes lograr es mínima. Y sólo tienen el blanco y el negro. No saben nada de color" (p. 128).

"Los compradores eran amigos de su familia, familiares de sus amigos, conocidos de los académicos, y muchos de los pintores terminaban también siendo galeristas. Un laberinto en el que se sentía encerrada. Lo peor era ser considerada tan poco, al menos hasta que se casara con alguno de los grandes compradores de pintura" (p. 136).

"Es como si el mundo fuera un gran colegio. Debes seguir la corriente, si no, te expulsan" (p. 190).

"Como si supiera que el amor tiene apenas una oportunidad para desatar su epicentro" (p. 240).

"Los hombres deben dar vueltas durante toda su vida, detenerse muy poco en el descanso de una alegría ocasional y luego retomar camino para concluir en su propia desgracia" (p. 267).

"Como todo burócrata, vestían impecables. Sin una sola arruga, pero sin imaginación" (p. 284).

"Las mujeres saben morir con más dignidad" (p. 307).

"Era el simple ciclo interior que se perfila en cada ser humano en un momento de su vida y le pide a gritos el ritmo de otra tierra, de un paisaje diferente, de grupos inusitados de seres humanos que le permitan creer en otras posibilidades, para las que no ha sido diseñada ninguna habitación en la casa que lo ha visto nacer, y en la que siempre se ha sentido a solas" (p. 362).


El desterrado
Leonardo Valencia
Penguin Random House-Punto de lectura
2013
Bogotá
377 páginas

Toriles: "el otro mundo", de Fernando Macías Vásquez



Llegué a Toriles: "El otro mundo", de Fernando Macías Vásquez, por una reseña que publicó Mario Jursich en Revista Arcadia. En la reseña Jursich lamentaba que este libro tuviera tantas fallas en su edición, pero aún así recomendaba su lectura.

El libro, sin división por capítulos, narra las historias de Toriles, la zona de tolerancia de Salamina, Caldas, durante buena parte del siglo XX. Se trata entonces de un texto de no ficción en el que el autor da cuenta de la gastronomía, la moda, las relaciones familiares, el ocio y el sexo en un municipio ultra conservador como Salamina, que el mismo autor describe como "una sociedad tan cerrada y machista" (p.8).Se trata de un cuadro de costumbres sin personajes ni trama: el libro consiste en la descripción, a veces nostálgica, de una forma de vida que ya no existe en Salamina, o por lo menos no en la manera en que se cuenta en la obra.

El protagonista del libro es Toriles, sobre el que el autor informa que "la autoridad prohibía terminantemente que alguien visitara ese lugar por más de dos veces al mes" (p.18) para "cuidar la moral y evitar infidelidades" (p.19) y que "el caldo de palomo era el mejor afrodisíaco existente" (p.46). No hay personajes o protagonistas, sino una sucesión de anécdotas en torno a este sector de Salamina. Se trata de la reconstrucción oral sobre la historia de una zona de prostitución hoy inexistente, en la que las prostitutas aparecen en un rol secundario y brumoso. El rol principal lo ocupan los clientes del barrio, mientras que las historias de ellas (los abortos clandestinos, las inspecciones médicas, los hijos y la pobreza) se insinúan sin mucho desarrollo.

En algunos apartes el autor se muestra consciente sobre la situación opresiva de la vida de las mujeres en la época y el lugar de su narración. No obstante, la descripción sobre la desigualdad se narra desde el punto de vista del hombre que observa y no de la mujer que se expresa.

Coincido con Jursich: al libro le faltó edición. La lectura deja la sensación de estar frente a una joya en bruto: un gran tema, abundancia de material, pero una escritura que pudo ser mucho más rica, en la medida en que enunciara menos y narrara más.


Algunas frases:
"una época dorada regida por viejos, odiosos y ortodoxos preceptos que sojuzgaban y devaluaban la mujer" (p. 7).

"las prostitutas de entonces como las de hoy, son el resultado de factores genéticos, humanos, sociológicos y antropológicos, en los que juegan un papel principalísimo la exclusión social, la violencia, la soledad y hasta la mala suerte" (p.8).

(Sobre Toriles): "donde insólitamente desaparecían los subsuelos sociales tan notorios en una de las poblaciones más clasistas del país" (p.11). 

"haciéndoles el amor por el camino sobre la flexible felpa de los potreros o a la sombra de los rastrojales, fisgoneados solamente por la caricia del aire fresco que juguetea silbando con los chuscales, dando tempranero fin a esos amores recién inaugurados" (p.33).

"Teta que cabe en mano, no es teta sino grano" (p. 34).

"por la secuela de un absurdo accidente de tránsito, se convertiría en el único baterista manco del que he tenido noticia, Adán Ceballos" (p. 35).

"Los más prominentes clientes como sabuesos embelesados, sorbían de su ombligo por turnos rigurosos el aguardiente que allí depositaban exactamente equivalente a un trago, ante la mirada envidiosa de los demás concurrentes" (p. 38).

"El burdel es el ambiente más propicio para la creación poética" (p.78).

"Tan diestro para comercializar que lograba vender cajas de dientes de segunda mano a plazos" (p. 90).


Toriles: "El otro mundo". Una historia que parece un cuento
Fernando Macías Vásquez
Hoyos Editores
2017, Manizales
99 páginas



viernes, 10 de julio de 2020

Como hombres, de Ana María Mesa

Ana María Mesa es una twittera conocida. Lo que llaman ahora una "influencer". Vive en Manizales, en donde ha permanecido buena parte de su vida, salvo por los años en los que estudió su carrera universitaria en Medellín. Desde Manizales creó en 2009 a @animesa, una cuenta reconocida en el país virtual que es Twitter.  ¿@animesa es Ana María Mesa? La pregunta puede ser interesante ahora que está tan en boga la autoficción. Los perfiles virtuales que crean los seres reales a veces son personajes: creaciones narrativas que se parecen mucho o poco, dependiendo del usuario, al ser humano de carne y hueso que se encarga de digitar los mensajes.

En twitter, a punta de persistencia, humor y actualidad, @animesa ha conseguido 37.000 seguidores con los que conversa diariamente, varias horas del día.

El 3 de marzo de 2020, pocos días antes del Día Internacional de la mujer, Ana María leyó un trino en el que un señor reaccionaba a la decisión de la Corte Constitucional de no tumbar pero tampoco ampliar las 3 causales por las cuales las mujeres podemos abortar en Colombia. La reacción fue escribir un trino desde la cuenta @animesa trastocando el género: poner en masculino lo que normalmente se escribe en femenino:

"Por promiscuos
por no usar condón
por no hacerse la vasectomía
por tirar con cualquiera
por no impedir su erección
por tener necesidades incontrolables
por ser incapaces de pensar
por no saber controlarse
por acosadores
por violadores
Ojalá los tipos se embarazaran".

Luego escribió otros trinos con el mismo juego de rotación del género y otras cuentas de twitter empezaron a hacer lo mismo. El juego creció, la usuaria @gelitoazul inventó la etiqueta #ComoHombres y rápidamente se hizo viral: hubo más de 300.000 publicaciones en distintos países de latinoamérica con esa etiqueta, en la que cientos de mujeres pudieron expresar como hombres lo que llevan décadas oyendo como mujeres: los estereotipos del comportamiento esperado en la casa, el trabajo, el colegio, la universidad. El patriarcado omnipresente que se evidencia en las frases cotidianas de todos los días. Frases que están normalizadas pero que son violentas.

El libro "Como hombres" lo firma Ana María Mesa (no @animesa) y recoge algunas de esas frases o trinos, clasificados por ámbitos: la iglesia, el espacio laboral, la familia, el sexo, la política, entre otros. Cada capítulo viene precedido de una breve reflexión y el libro tiene un prólogo corto en el que la autora explica su interés por el feminismo:

"Es bueno tener contexto académico universal, por llamarlo de alguna manera, pero también es bueno conversar sobre las prácticas feministas de todos los días. Mentiría si dijera que me hice feminista leyendo a Virginia Woolf o a Simone de Beauvoir. Fue conversando con mujeres cercanas que entendí de qué iba todo esto. El feminismo sucede en ámbitos públicos y políticos, pero ahora mismo sucede sobre todo en el cuerpo femenino y ocurre para liberarlo" (p. 11).

El libro tiene 174 páginas que se agotan en una hora, porque el grueso de su contenido recoge en letra muy grande y con ilustraciones coloridas (hechas por María José Guzmán), las frases de las twitteras. Se trata entonces de un libro coral y polifónico en el que la voz de Ana María está en el prólogo, las breves introducciones de cada capítulo, la curaduría en la selección de trinos y la inclusión de trinos o frases firmadas por @animesa.

¿Se trata de una obra literaria? la respuesta es no. ¿Es un libro ligero? la respuesta es sí y Ana María se refiere a este asunto en su prólogo: "suele parecerme todo muy simple y no es porque me crea superinteligente sino al revés, me parece a veces que soy liviana, ligera. Pero entonces rescato la importancia de la sencillez y sí creo que hay inteligencia en ponerlo todo en una sola idea" (p.15).

La discusión sobre la levedad, a la que ya se refirió Italo Calvino en sus "Seis propuestas para el próximo milenio" puede ser interesante. Jorge Carrión viene hablando de los "Objetos culturales vagamente identificados". Los Ocnis son, según él, artefactos más o menos narrativos de naturaleza digital, como los memes, trinos, visualizaciones de datos, hilos de twitter, podcast, historias de instagram, canales de youtube, videos de tiktok o boomerangs, que aspiran menos a la lectura que a la viralidad. Según Carrión, estos Ocnis son reseñados por ahora como "tendencias" y no como "cultura". Lo curioso con Como Hombres es que toma un Ocni viral y lo convierte en artefacto para la lectura: lo traduce al formato del libro, que le apuesta a la permanencia, contraria a la volatilidad y la inmediatez.

Pilar Quintana, la autora de La Perra, escribió en Instagram sobre este libro: "no solo es divertido sino una tremenda herramienta pedagógica para reconocer el machismo y zafarnos de él. Debería estar en todas las casas. Se los recomiendo mucho".

En las conversaciones sobre el feminismo hay una reacción común entre los hombres: decir que se trata de un ataque a ellos... un asunto de viejas amargadas que no pudieron conseguir pareja, que detestan a los tipos o que hablan desde el odio. Rescato entonces que Como Hombres incluye trinos escritos por personas de distintos sexos y no solo por mujeres. Además, el feminismo, como lo entendemos algunas, debe ser también liberador para ellos. Ana María se pregunta sobre eso en su prólogo: "cómo lograr que los hombres conversen con nosotras de manera generosa y sin agenda. O cómo y cuándo se darán las conversaciones entre ellos, para que revisen el rol que históricamente han tenido como género, cómo los interpela el feminismo, cuáles son sus retos" (p. 11).

Leí este libro y pensé en las agendas de Aleida que publicó Vladdo durante años: páginas que mezclan frases, ilustración y humor y que pueden ser un divertimento pero también pueden ser un artefacto para la pedagogía o la reflexión. No son ensayo ni reflexión académica ni tienen por qué serlo. No es esa su intención.


Como hombres
Ana María Mesa
Editorial Planeta
Bogotá
2020
174 páginas

lunes, 29 de junio de 2020

El principito, de Antoine de Saint-Exupéry

Releí El principito. Creo que lo había leído antes de mis 10 años y ahora lo volví a leer con mi hija de 7 (casi 8). El principito es uno de esos personajes universales, cuya iconografía mucha gente reconoce aún sin haber leído el libro, o que recuerda por haberlo leído en la remota infancia aunque haya olvidado la lectura en los años posteriores. 

Es una alegría haber vuelto a leerlo con ojos adultos. Hay tantas metáforas y tanta poesía en él, que sospecho que en mi lectura inicial pasé por alto. Solo un niño venido de otra galaxia, del asteroide B 612, tiene la capacidad de recordarle a un humano adulto que lo esencial es invisible a los ojos, o que la amistad consiste en amaestrarse hasta tal punto que uno empiece a extrañar al otro. 

El principito tiene pasajes que hacen parte de la memoria colectiva: las boas abiertas y cerradas, la rosa vanidosa y cubierta con un globo de vidrio para protegerla del viento y el capítulo del diálogo entre El principito y el zorro, sobre la amistad.

Sin embargo, en esta segunda lectura me sorprendió, porque creo que lo había olvidado por completo, el periplo del principito por 6 planetas distintos, antes de llegar a la Tierra: el planeta del rey, el del vanidoso, el del bebedor, el del hombre de negocios, el del farolero y el del geógrafo. Cada uno de ellos habitado por un único personaje que simboliza una particularidad o debilidad del género humano. 


El décimo capítulo es el del rey y ahora que lo descubro y pienso que es un capítulo útil para cualquier clase de ciencia política o teoría del Estado. Un capítulo que inicia con la llegada del principito al planeta del rey, quien está en su trono y al ver al niño exclama "He aquí un súbdito", ante lo cual el principito reflexiona: "No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado: todos los hombres son súbditos" (p.32). Se trata de un monarca absoluto, un monarca universal, que se preocupa por que se cumplan sus órdenes pero sabe que para lograrlo debe ordenar cosas justas: "La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables" (p. 36).

La autoridad, la justicia, el poder popular y los fines del Estado son elementos que pueden analizarse a partir de la lectura de estas escasas 5 páginas.


Otro enfoque para abordar el libro es el de la muerte, en particular desde dos miradas: la muerte de un niño y el suicidio de un niño: el principito le pide a una boa que lo muerda en el tobillo. Le explica al aviador que regresará a su asteroide pero que su cuerpo es demasiado pesado para volver y por eso necesita dejarlo. Las palabras muerte, desaparición, separación y sufrimiento aparecen al final del relato. El principito expresa su temor por el dolor y espera que todo pase rápido. Llora cuando conversa con el aviador, pero se muestra resuelto a ejecutar su decisión, y su determinación contrasta con su edad. 

Visto así, El principito es un libro sobre duelos: el duelo por dejar atrás la infancia, el duelo del aviador-narrador por la desaparición del principito, el duelo del principito por la rosa que dejó, el duelo por el adiós del zorro, el duelo de cada uno de los seis personajes que viven en los planetas visitados antes de llegar a la tierra, por la falta de súbditos, admiradores, exploradores o la compañía que necesitan para complementar su trabajo. Es un libro sobre el proceso del duelo y también sobre la soledad. La maestría del escritor está en que no lo recordemos así: cuando hablamos del principito solemos recordar a un pequeño niño sonriente, excéntrico y un poco sabio. Nunca pensamos en un suicida. 


El principito
Antoine de Sanit-Exúpery
Emecé Editores
1943
97 páginas

domingo, 28 de junio de 2020

Río muerto, de Ricardo Silva Romero

Al comienzo de Río Muerto hay un prólogo en el que el narrador explica que esta historia (esta novela) se la contó una persona en un trancón entrando a Bogotá y que la historia ocurrió tal y como se escribe en el libro.

Ese recurso le aumenta la verosimilitud a un relato desgarrador: el de la familia Palacios Arenas, que se destruye el día en que el comandante paramilitar Triple XXX, al comienzo del libro, asesina a Salomón Palacios, el mudo, el hombre humilde que hacía trasteos en Belén del Chamí, el esposo de Hipólita, el papá de Maximiliano, de 14 años, y de Segundo, de 8.

Ricardo Silva ha publicado varias novelas sobre la familia, o mejor aún, el amor de la familia. De hecho su más reciente publicación, Historia oficial del amor, tiene ese eje narrativo. Con relación a la violencia colombiana tiene dos antecedentes: Autogol, sobre la muerte de Andrés Escobar, y Espantapájaros, de 2012, novela con la que Río Muerto guarda varias relaciones.

Espantapájaros narra una masacre paramilitar en el nordeste de Colombia. El personaje principal, El Cigarra, es un matón temido que impone su ley; un bandolero aliado con los soldados, que ejerce su poder con total impunidad y que lee la mano de sus víctimas para revisarles la línea de la vida y confirmar que él, al matarlos, no les torció el destino que estaba escrito.

Río muerto narra el drama que se desata con el asesinato de un padre de familia, en Belén de Chamí, un pueblo que no aparece en el mapa. (Al igual que en Espantapájaros, la descripción geográfica hace difícil o ambiguo ubicar el sitio: en esa novela la historia se ubica al noreste de Colombia, pero el tiempo del viaje en bus desde Bogotá no coincide con el entorno que describe. En Río Muerto el pueblo está en el suroeste de Colombia. Suroeste serían Cauca o Nariño, pero el lugar del relato se parece al norte del Valle o el Chocó). El comandante paramilitar Triple XXX trabaja en asocio con Sarria, el comandante de la policía del pueblo, y también puede ejercer el terror a su antojo. Y como curiosidad, el hijo de Hipólita le causa a Triple XXX una herida en la mano que le corta la línea de la vida, y en consecuencia le altera el destino.

Río muerto es una novela corta en donde los primeros capítulos abarcan el mes largo que transcurre entre el homicidio de Salomón y el duelo de Hipólita, que se hunde en una tristeza que le impide levantarse de su cama. Pero cuando la mujer reacciona y decide lo que va a hacer, el tiempo cronológico de la narración se ralentiza para contar cada uno de los detalles de lo que ocurre el 29 de febrero de 1992, día del año bisiesto en el que la protagonista decide desafiar la muerte y enfrentar a sus vecinos, al pastor de la iglesia y los comandantes legales e ilegales.

En Dos o tres cosas sobre "la novela de la violencia", Gabriel García Márquez escribió que las novelas publicadas sobre la violencia política en Colombia hasta ese momento (1959) eran malas y, citando el ejemplo de La Peste, de Camus, enseñaba cómo debe ser una buena novela sobre el conflicto: un relato que ese enfoque en los vivos, los sobrevivientes, y no en los cuerpos mutilados de los muertos.

Río muerto cuenta el drama de la violencia desde los vivos, desde tres sobrevivientes. Pero el recurso narrativo de convertir a Salomón Palacios en un espectro, un fantasma que siempre está con la familia, es una forma poética y eficaz de mostrar la fuerza del amor más allá de la muerte y, al mismo tiempo, la sombra de la muerte violenta como una herida que marca la vida de los vivos, por el resto de sus días.

A ese recurso fantasmagórico se suma que Salomón es mudo. No habla y solo se comunica por escrito: Haga caso y otras frases cortas y simples lo revisten de sencillez y ternura, al tiempo que le hacen un homenaje al poder de la palabra escrita.

Particular valor tiene el papel que el autor le da a la Iglesia evangélica dentro del relato: en las novelas colombianas ha sido omnipresente el papel de los curas y el clero católico pero el poder enorme de las iglesias evangélicas no ha sido suficientemente narrado. Y es una lástima porque ese poder creciente explica en buena parte la fortaleza de tantas ideas neoconservadoras y de ultraderecha en tantas zonas del país.


Río muerto
Ricardo Silva Romero
Editorial Alfaguara
Mayo de 2020
156 páginas