martes, 31 de diciembre de 2024

Los nombres de Feliza, de Juan Gabriel Vásquez

De manera similar a la forma en la que reconstruyó la vida de Sergio Cabrera en "Volver la vista atrás", Juan Gabriel Vásquez recrea la vida y la muerte de la escultora Feliza Bursztyn en "Los nombres de Feliza", una novela que viaja entre Bogotá, Nueva York y París, y que reconstruye una época de grave violencia estatal en Colombia, olvidada o sepultada por las múltiples violencias posteriores, como fue el Estatuto de Seguridad de la Presidencia del dizque liberal Julio César Turbay (1978-1982).

Feliza cambió su nombre de pila Felicia por el de Feliza porque quería que desde allí se honrara un rasgo omnipresente de su personalidad: se consideraba una mujer feliz. Vásquez presenta a una joven que crece en una familia judía en Bogotá, se gradúa del colegio en NY y a los 23 años es una mujer divorciada, madre de tres hijas que quedan al cuidado de su exmarido gringo. La vida de Feliza es de radical libertad y de consciente búsqueda estética. Vive un amor intenso con el poeta Jorge Gaitán Durán, quien fallece en un accidente aéreo, y luego se casa con Pablo Leyva, un ingeniero ambientalista bogotano que llega a darle paz y algo de orden al caos vital de Feliza. 

Pablo es el hilo conductor de la novela de Vásquez. Es a través de su memoria, de sus recuerdos, que asistimos a esa vida intensa y feliz que se rompe en julio de 1981 cuando un allanamiento militar irrumpe en la vivienda de la pareja y se lleva a Feliza detenida por un tiempo corto (¿un día? ¿dos días?) pero suficiente para romper la vida conocida en pedazos. A los pocos días sale exiliada para México, vive en la casa de Gabriel García Márquez y a finales del año se reune con Pablo en París para iniciar una nueva vida. En esas estaban cuando súbitamente Feliza "se murió de tristeza", como escribió García Márquez en una crónica poco después de que falleciera ante él.

Juan Gabriel Vásquez ha dicho varias veces que le interesa la forma en la que la política o los asuntos públicos alteran las vidas privadas de la gente. Si eso era visible en la vida de Sergio Cabrera lo es aún más en la vida trunca de Feliza. Este libro ofrece un fresco no sólo de esa artista sino también de los años 70 y comienzos de los 80 en Colombia: desde el rol de Marta Traba hasta el surgimiento del M-19, pasando por el impacto de la Revolución Cubana en los movimientos guerrilleros colombianos. De todo esto se habla en "Los nombres de Feliza", desde la perspectiva de una mujer que nunca quiso ser ama de casa.

Algunos subrayados
Pero los recuerdos, sobre todo los que son dolorosos, no acuden de manera automática cuando los invocamos, sino que es necesario cortejarlos, porque son como animales reticentes que no se atreven a acercarse, y a veces tenemos que ponerles una carnada para que salgan de su escondite (p. 16).

nunca he podido liberarme de una superstición de periodista que quiere corroborarlo todo, hasta los detalles sin importancia aparente, como si faltarles al respeto a las pequeñas verdades del mundo de los sentidos fuera a condenar toda una vida humana al infierno de la mentira (p. 20).

Toda persona, en un momento o en otro, imagina la posibilidad de ser otra en otra parte: en otro cuerpo, en otro tiempo, en otro país (p. 43). 

Lo malo de querer tanto a una persona es creer que la conocemos: la ilusión de saber lo que piensa y lo que siente a cada instante, el espejismo de entender sus demonios y sus pesadillas igual que entendemos los nuestros (p. 47). 

Le recomendaban discreción: hacerse notar no era cosa de señoritas (p. 63).

Hay gente para la cual no importan y ni siquiera existen los cuentos de los otros, gente que vive sin contar lo que vive (p. 64).

dejando que los hechos comprobados se confundieran con imágenes que mi cabeza construía, esos recuerdos imaginarios que son con frecuencia la única manera que tenemos de visitar el pasado (p. 93).

esto debía de ser la felicidad: que alguien nos mire como si nos tuviera que hacer de barro (p. 105).

ciertos libros cambian después de que uno ha pasado por ciertas cosas (p. 118).

Había algo en el exilio forzoso que convertía cada objeto en el fantasma de una memoria, despertándola o pidiendo evocarla (p. 133).

Aquí no hay ideas, no hay debate: hay violencia, violencia pura, violencia en todas partes (p. 142). 

el peor enemigo de la izquierda radical no era la extrema derecha, sino la izquierda moderada, y la bestia negra para un marxista-leninista era un maoísta o un trotskista, y la bestia negra para un trotskista era un guevarista o un marxista-leninista, y mientras tanto el continente entero se hundía bajo las dictaduras militares y se iba a seguir hundiendo (p. 153). 

había comprendido sobre todo que los enemigos son muchos más de los que uno cree, y los amigos, en cambio, son muchos menos (p. 163). 

buscando peleas donde no las había para que nadie fuera a confundir silencio con conformismo (p. 175)


 
Los nombres de Feliza
Juan Gabriel Vásquez
Editorial Penguin Random House
Bogotá, 2024
280 páginas

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