martes, 16 de abril de 2024

El fulgor moribundo, de Jorge Urrutia

Al cumplirse los 100 años de la publicación de La vorágine hay un interés renovado por releer este clásico de la literatura colombiana, escrito por José Eustasio Rivera, y en el marco de esa relectura, hay un "boom" de ensayos, análisis y nuevas visiones sobre esta novela. La condición de los clásicos literarios es precisamente esa: su permanente revalorización a partir de las nuevas miradas que se hacen sobre un texto que, a pesar del paso del tiempo, le habla a nuevas generaciones.

El profesor español Jorge Urrutia acaba de publicar El fulgor moribundo, frase que corresponde a una línea de La vorágine y que le sirve para titular este ensayo, escrito con la erudición de un profesor emérito pero con la claridad suficiente para despojarlo del acartonado lenguaje académico y acercarlo a lectores desprevenidos que quieren comprender mejor esta novela magistral.

En 200 páginas bellamente editadas por Ediciones Tres Cantos, de Pereira, el profesor Urrutia desarrolla una hipótesis que parece obvia pero no lo es: La vorágine es una novela y hay que leerla como tal. Es decir, aunque tenga poesía, aunque tenga testimonios y aunque tenga denuncias, todo eso está englobado dentro de un marco literario que se llama novela, que tiene unas pretensiones estéticas. Esa es la brújula para leer el libro. 

Urrutia recuerda que José Eustasio Rivera adquirió en Belém (Brasil)
Infierno verde (1908), de Alberto Rangel, y A margen da historia (1905), de Euclydes da Cunha y encuentra resonancias de esos dos libros en La vorágine. Así mismo recuerda que Rivera oyó de su amigo Luis Franco Zapata la aventuraque este vivió en 1912 con su novia Alicia, y por lo tanto no hay posibilidad de leer La vorágine en clave autobiográfica.

El fulgor literario es un estudio literario sobre una novela y por ello su autor se ocupa poco de la vida de José Eustasio Rivera y, en cambio, se centra en el texto literario: en sus huellas modernistas, en su diálogo con las novelas de plantación y en los juegos literarios que propone. El fulgor literario es un libro interesante para lectores inquietos por la lectura de La vorágine, pero también para quienes tienen interés en la lectura crítica de textos literarios, porque muestra una metodología para acercarse a una obra  desde las claves que ofrece el texto. Es, por lo tanto, el libro de un escritor, pero sobre todo es el libro del lector atento e informado que muchos lectores aspiran ser.


Algunos subrayados

Un escritor debe aprender a mentir, y la primera mentira se corresponde con su primera invención: quién cuenta la historia (p. 20).

todo autor escribe desde dos tipos de experiencias: la vivida y la leída (p. 20).

Mentir puede hacerlo cualquiera, convencer de que una ficción escrita responde a la verdad sólo le es factible al escritor (p. 21).

esa construcción se eleva con una estructura argumental que responde a la tradición literaria, aquella e la novela de viajes y aventuras. Además, escribe con una prosa de origen modernista (p. 22).

Posiblemente La vorágine en el momento de su publicación primera, cumplía (por medio de un lirismo a veces feísta en su prosa) más una función política nacionalista que la función social de denuncia de las condiciones de los trabajadores que se le adjudicó posteriormente (p. 27).

Lo que resultaría abusivo es interpretar la novela como un libro de sociología o de antropología, cuando es una obra de ficción en cuya escritura se manejaron hechos más o menos comprobables (p. 27). 

Atala (1801), de Chateaubriand (...) descubre para la literatura moderna el paisaje americano (p. 37). 

Rivera se plantea una novela de amor y aventuras, dentro del modelo clásico interiorizado (p. 50).

Los primeros reseñistas y críticos no dejaron de resaltar el estilo fragmentario o a saltos que muestra muchas veces la obra (p. 57)

creo que su observación sobre la existencia en el Modernismo de un carácter romántico es acertada y que es perfectamente aplicable a José Eustasio Rivera (p. 67).

Surgen así tendencias sólo aparentemente contradictorias: la preocupación nacionalista (muy fuerte en Argentina) sin abandonar el contacto con las literaturas europeas, un nuevo discurso indianista, el interés por el lenguaje coloquial, una reevaluación del pasado colonial o, al mismo tiempo, el redescubrimiento de los valores de la hispanidad (p. 68).

Y, en 1850, Herman Melville escribió: "Ningún escritor americano debería escribir como un francés o un inglés" (p. 71)

Era tema normal entre los burgueses "la cotidianidad comartida entre su casa permanente y su estancia en la hacienda [...] y el desplazamiento por las regiones durante los viajes [...] los narradores señalaban los sufriemientos de los personajes y la dureza del entorno" (p. 76).

de todos los peligros que acechaban a Hispaonamérica, el mayor es la voracidad de los anglosajones. De ahí que se proponga un panhispanismo (p. 77).

la narración testimonial, que surge desde los frentes de batalla europeos, y las discusiones soviéticas sobre la literatura obrera y proletaria dejarán su huella en la narrativa hispanoamericana, aunque la separación de Europa hace que todo se oriente, como particularidad, hacia la lucha con la naturaleza, en el caso de Rivera, los llanos y la selva (p. 79). 

Europa estaba reflexionando sobre los modos de narrar, sobre el sujeto de la narración y sobre la penetración psicológica. Incluso experimentaba sobre la posibilidad de una novela que prescindiese de la ficción. En Latinoamérica, en cambio, se trataba de crear la propia novela, de conseguir con ella intrepretar las realidades nacionales. No importan, pues, la calidad ni la trascendencia, sino la función (p. 83).

desarrollándose la historia en dos territorios distintos, los llanos del Orinoco y la selva amazónica, por regla general la crítica y los distintos estudios sólo se refieren a la segunda, con olvido de los primeros, donde transcurre toda la primera parte, un tercio de la novela (p. 95).

Se trata, pues, de una novela plural. Estos relatos intercalados permiten conocer la vida de los caucheros en la selva, así como de una serie de aventureros que entran y salen de la novela (p. 97).

Es imposible hacer propia la vida ajena, sólo es posible transformarla en relato. Tejerla (p. 111).

La estructura narrativa se basa en dos procedimientos constructivos ampliamente utilizados en la historia de la literatura y aún vigentes en la literatura contemporánea. Uno es el relato amoroso de aventuras que conocemos como "novela bizantina"; el otro es la estrategia del relato marco, entrelazado con el procedimiento del manuscrito encontrado y transcrito (p. 114).

La mirada míticamente negativa de la naturaleza que ofrece la novela filtra la visión que llegamos a poseer del territorio. Una novela pretende (a través de un proceso de selección, invención y composición) la creación de un mundo, no aspira a ser una guía turística ni un manual escolar, ni menos aún un estudio antropológico, étnico o botánico. Además, conviene no leer la obra literaria a partir del contexto, sino, por el contrario, acudir a éste desde la obra literaria, porque el arte no se relaciona con la realidad elemento a elemento, sino desde la totalidad (p. 117).

Estamos, evidentemente, en un juego literario según el cual Rivera inventa y Rivera que corrige el escrito de Cova, para que luego el primer Rivera titule un escrito del segundo Rivera cuya existencia sólo pudieron conocer el ministro y, tal vez, alguien de su secretaria. Claro que el segundo Rivera, Arturo Cova y el ministro sólo son invenciones del primer Rivera. Todo este pequeño rompecabezas corresponde a la literatura, nunca a la vida (p. 135).

La vorágine es una construcción literaria, no una fotocopia -y menos aún una radiografía- de la vida en los llanos y en la selva (138.


El fulgor furibundo. Comprender La vorágine
Jorge Urrutia
Editorial Tres Cantos. Colección Finisterre
Pereira
Abril de 2024
200 páginas

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