domingo, 7 de abril de 2024

Dimensión de la angustia, de Fabiola Aguirre Suárez

En enero de 1952 Fabiola Aguirre Suárez (firmó en una época como "de Regueros" y luego "de Jaramillo) publicó en Bogotá "Dimensión de la angustia", una novela que desde la primera página se anuncia como "un ensayo sobre filosofía desde el punto de vista femenino".

Ara Elicechea Uribe es una niña huérfana de madre, hermana de Ruth y de Leandro. Su padre muere cuando ella aún es pequeña y por lo tanto los tres huérfanos quedan al cuidado de su abuela materna, Evelia de Uribe, quien aparece en la novela como una mujer dura y arribista.

La novela está escrita en clave autobiográfica y cuenta la vida de Ara desde su primera infancia en Manizales, su llegada a Bogotá, su paso por internados de monjas, su vida de infierno en casa de la abuela, su matrimonio temprano con Reynaldo Moore, el nacimiento de su hijo Lucio, el ingreso de Ara a la Universidad a estudiar sociología (Fabiola Aguirre estudió derecho) y lo difícil que resulta para una mujer casada acceder a la educación superior y ganarse el respeto de los compañeros. Luego Ara enviuda, se gradúa de la Universidad, trabaja en labores sociales y políticas, escribe poesía, asiste a mítines políticos y conoce a un segundo amor.

Esta segunda pareja es Juan Londoño, con quien dialoga a lo largo del libro. La estructura de la obra consiste en 25 capítulos precedidos de una introducción que es una carta de Fabiola Aguirre a Ara. El capítulo 1 muestra a Ara subiendo al Nevado del Ruiz, que es el recuerdo que ella tiene de su infancia en Manizales, porque el Nevado se veía desde su casa. Mientras asciende al Nevado conversa con Juan y le va contando su vida y así avanzan los capítulos. A veces narra a manera de monólogo (Juan interviene muy poco) y a veces son digresiones: flujos de consciencia sobre asuntos que Ara piensa o recuerda pero no le cuenta a su acompañante.

Esta novela, la segunda publicada por una mujer caldense en formato de libro después de "Una Mujer", de Natalia Ocampo de Sánchez, es un libro adelantado a su tiempo, que permite hacerse una idea fiel de la situación de las mujeres en Colombia en la primera mitad del siglo XX, y en donde la autora narra con gran nivel de detalle porque le interesa dejar constancia de las inequidades que denuncia. Si bien Simone de Beauvoir publicó en 1949 El segundo sexo, en Colombia la literatura aún no registraba reivindicaciones femeninas de una manera tan clara como lo hace Fabiola Aguirre en esta novela, en la que habla todo el tiempo de las brechas entre sexos, de la violencia en el matrimonio, la necesidad de educación para las mujeres, defiende el divorcio y reflexiona sobre el suicidio. El final de la obra resulta cinematográfico: se ubica en el Nevado del Ruiz, con Ara perdida y envuelta por la niebla. Un suicidio que no parece suicidio, tal y como ella, mujer libre, lo deseó.

La novela es narrativa, sobre todo en la parte de la infancia y juventud de la protagonista, pero a medida que crece el texto se convierte también en un espacio de reflexión intelectual, un "ensayo sobre filosofía desde el punto de vista de la mujer". La autora, por ejemplo, propone el concepto de "matria-potestad" (p. 341) para reclamar que la sociedad dé más relevancia a la relación madre-hijo como eje de la construcción social. 

Ara, la protagonista, lee autores como Lord Byron, Whitman, Ortega y Gasset, "Vida de Madame Curie", "La Mujer", de Severo Catalina, "El alma de la mujer", de Gina Lombroso, "La mujer nueva y la moral sexual", de Alejandra Kolontay, Marx, Husserl, Hartmann, Houston, Stewart, Chamberlain. Para su formación sobre teorías sobre el Estado menciona a  Jelinek, Duguit, Lasky, Larenz, Marx, Hegel y Maquiavelo. Este bagaje, extraño para una mujer de su época, corresponde al de Fabiola Aguirre, una de las primeras abogadas en graduarse de la Universidad Externado de Colombia, y militante en el movimiento de Jorge Eliécer Gaitán y luego junto a Esmeralda Arboleda, hasta que partió para Estados Unidos hacia 1954, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. Fabiola Aguirre murió en Estados Unidos en 1997.

Algunos subrayados
realmente imposible era el que en el actual desarrollo de nuestro medio alguien tomara en serio a "una mujer filósofa", así fuese original su pensamiento (p. 5).

¿Por qué quiero escribir un ensayo sobre filosofía desde el punto de vista femenino? (p. 5). 

la fuerza de tus experiencias interiores y el climax de tus intuiciones siempre fueron superiores al lenguaje en que yo pudiese describirlos (p. 7).

El instito le indicó que quien vive camina, porque el primer paso es el impulso fatal del segundo; que un paso engendra otro paso, y que para no andar es necesario no nacer (p. 9).

entre pensar y recordar hay una gran diferencia: el recuerdo es emocional y el pensamiento racional.

se recordó pequeña en su ciudad natal empinada en el filo de una cordillera colombiana; Manizales, la misma ciudad serena que hace poco tiempo tuviera que atravesar para poder venir en busca del Nevado del Ruiz (p. 11).

Los hechos de su primera infancia eran borrosos; solamente recordaba que desde su cuarto limpio y claro, situado en un segundo piso, casi todas las mañanas divisaba el Nevado (p. 11). 

a instancias de miles y miles de fantasías donde figuraban castillos y grutas; sílfides, brujas, ogros, gigantes, almas de muertos, enormes mariposas y los demás protagonistas de los cuentos que Yaya e contaba, este Nevado del Ruiz se me fue volviendo el lugar encantado en donde todos esos fantásticos seres se escondían de día y se agitan libres de noche (p. 13). 

Tengo presente el solar de mi casa con sus inmensos eucaliptus; la finca de "El Arenillo" con sus guamos y su bella avenida de naranjales; vagamente recuerdo una quebrada cristalina; todo lo demás, cosas y personas, se esfumaron de mi memoria (p. 14).

Las discusiones me llenaban de vergüenza, no tanto por lo que en ellas se decían sino porque con una inconsciente estética de clase aquello me parecía vulgar, plebeyo, en gentes de nuestra posición social (p. 24). 

De uno de ellos oí la descripción de sobre cómo se les enseñaba a ser "machos". El método variaba según las circunstancias, pero siempre conducía a que el muchacho debía portarse a la altura de los mayores más valentones y fornidos (p. 25). 

...por toda la raza antioqueña en general, pues en la mayoría de sus hogares siempre se registra la fuga de sus hombres aún adolescentes. El afán de independencia pronto se predica de esa rigidez, de ese concepto patriarcal, feudal, que en Caldas y en Antioquia se tiene del hogar (p. 27).  

En estos pueblos, el hijo más que hijo es un súbdito feudal al que de antemano se enseña a cultivar la parcela que le ha de corresponder, o a gerenciar la fábrica en caso de incapacidad paternal (p. 27) 

me dolía de que no hubiera tantas heroínas y mujeres grandes como hombres había en la historia (p. 31). 

Las monjas dicen que las cosas mundanas son malas y que en el mundo hay muchas que es nagural que los hombres hagan, pero que es mal visto que hagan las mujeres. ¿Será que es cosa mundana hacer versos y ésto es feo en las niñas? ¿Se burlaron de mí porque hice cosas de hombre, o únicamente porque no me quieren? ¡Qué triste entonces es ser mujer y vivir en este colegio! (p. 36). 

mi abuela dijo a tía Hortencia -un día que sirvió más postre a tío Clemente- que a los hombres había que preferirlos, porque eran superiores a las mujeres y trabajaban más (p. 36). 

Volví a hacer versos; algo superior a mis promesas me obligaba a escribirlos, así fuese llena de temor y con el espanto del ridículo acechándome siempre (p. 47). 

usted no sabe las horas tan amargas que se pasan en el colegio cuando un niño no tiene un cesto de frutas o dulces, y por eso los otros lo tratan de pobre (p. 59). 

Yo no sé, es algo vago. Es un malestar que no sé, a ciencia cierta, si es en el alma o en el cuerpo; es cansancio, es vergüenza, es miedo de ser mujer, es incertidumbre... No, no es esto, es aburrimiento de ser mujer. No, pero tampoco; es más bien como una angustia de mi cuerpo, es como una soledad, como un terror que me pesa (p. 61). 

Mi abuela sentía un enorme fastidio por mi manera de ser y me llamaba la escribana (p. 67).

vergüenza debía darte estar perdiendo el tiempo en librotes en vez de estar bordando o remendando la ropa (p. 67). 

fue leyendo estos libros cuando por primera vez supe que había mujeres que protestaban públicamente de su condición de inferioridad y que el feminismo tenía que agitarse como bandera de lucha (p. 66). 

El estudio superior no es cosa para mujeres (p. 69). 

-Oiga, niño, no me diga más "niña" (p. 70).

Aprende a ser mujer con el corazón como lo eres con la cabeza (p. 73).

Si con lo que sabe tiene de sobra. Ni más faltaba una bachillera en mi casa! (p. 74).

Entienda de una vez para siempre, carajo, que quien lleva revólver y pantalones no pertenece a un pueblo de maricos y que en mi casa hablo como me da la gana, carajo, porque aquí soy yo el macho! (p. 81).

La poesía no tenía para mí atracción alguna (p. 82) 

"Eh Ave María, querida; una mujer sin máquina de coser no es mujer. Decile a tu marido que te la compre (p. 83).

comprendía perfectamente el significado de esa unión para toda la vida; y porque era perpetua e irreparable tenía que forzarme a estar enamorada; esto es en últimas lo que llaman deber de esposa (p. 87).

En política y en derecho internacional, el que triunfa no es el que más piensa, sino el que más habla (p. 90). 

confundía mi temor con el respeto y no se daba cuenta que a quien se teme no se respeta ni menos se ama (p. 90). 

la sociedad no veía bien la separación conyugal en una mujer (p. 97). 

Entendía como ahora, que la mujer es más mística, más humanitaria y por ende, en este sentido, millones de veces más sincera que el hombre (p. 99). 

Yo estaba de acuerdo (¡y tenía por qué estarlo!) en que era aberrante e injusto el que un cónyuge desgraciado tuviera que soportar eternamente su tragedia sin que se le diera libertad para remediarlo (p. 100).

El comunismo que sacrificaba el individuo a la felicidad de la especie con sus propias doctrinas, acabaría por aniquilarla y dejarla seca como una retama (p. 101). 

Para que no me llamaran con nombres tan cursis como "poetisa" o "diva" hace mucho tiempo que renuncié a hacer versos o a cantar (p. 107). 

―Con tal que tu marido te tenga todo lo necesario aun cuando de puertas para afuera haga lo que se le de la gana.
Este consejo o precepto, en una u otra forma, ya antes lo había oído y lo sigo oyendo en labios de nuestras mujeres. Casi puede decirse que así piensan la generalidad de las casadas del país (p. 110). 

¿Cuál es el valor de la vida de una mujer? ¿A la mujer se le deja vivir o simplemente se le permite vegetar? (p. 114). 

Dar a luz no es lo que a la mujer engrandece (la perra, la foca o la hiena son también madres). (p. 116)

Por aquel tiempo causó sensación el decreto presidencial por el cual se le otorgaba a la mujer el derecho de entrar a la Universidad; derecho hasta entonces vedad para ella (p. 129).

-Es la primera mujer casada que llega a la Universidad (p. 136).

-En toda la Universidad sólo hay tres mujeres que van a romper estos prejuicios (p. 139).

se comentaba desfavorablemente mi entrada a la Universidad (...) la virtud de una mujer casada sólo se conservaba pura, resguardada por las paredes del hogar (p. 141). 

Se me fue definiendo una estructura mental para aprehender los fenómenos existenciales ya no con el criterio de simple mujer instruída sino con la entidad de la angustia, del por qué y el para qué de las cosas y valores (p. 142). 

Me parecía, como ahora me parece, atroz y bárbara esta fúnebre diversión de las visitas de pésame (p. 148). 

toda nuestra ética familiar, política y social gira alrededor del sexo... (p. 159). 

pero sé más cariñoso conmigo y más benevolente cuando en mí notas fatiga. No sólo quiero que ames a la mujer fuerte; necesito ante todo que comprendas y protejas a la mujer débil que hay en mí (p. 162). 

su realidad es muy distinta a lo que imaginamos antes de estar en contacto con ella. Uno supone que en la Universidad debe vivirse en función del espíritu científico, que allí vamos a estar muchísimo más cerca de las instituciones patrias, de su cultura y de sus problemas (p. 167). 

Como no llevaban la firma de un hombre muy pronto fueron olvidados y cosa curiosa: muchas, pero muchísimas veces más tarde aparecían esas mismas ideas suscritas por un señor y entonces hay que ver cómo se le comentaba y aplaudía. (p. 168). 

Todo en este país tiene el sello de la política; aún las mismas instituciones culturales o los mismos estímulos que crea para el objeto de demostrar a la opinión que se es más generoso que el adversario (p. 170).

La política de ocasión, la política de odio y de resentimientos personales, que es la nuestra, es como un vaho que ha entrado en todos los poros y los resquicios de nuestra vida (p. 170).

No tengo ningún dolor; simplemente estoy cansada de jugar, toda la vida, a ser una mujer fuerte (p. 181). 

El amor solo tiene significación cuando ha enriquecido nuestra vida o cuando ha embellecido su curso; lo demás son caricias, suspiros y palabras que no dejan huella, ni valen la pena recordarse (p. 188). 

el escritor que sacrifica los valores espirituales a las conveniencias del momento, monetarioas, electoreras o sociales, no es un intelectual; es un burgués o un proletario intelectualizado, según su clase (p. 196). 

estudia, sí, pero para pulir tu temperamento intiuitivo, no para ahogarlo (p. 203). 

no pienso entregarlos con mi nombre; yo sé que tengo el "Inri" de ser mujer, y que mientras sea yo la autora, la obra no valdrá nada; será deslustrada por el solo hecho de no suscribirla un hombre. (p. 204). 

mira, la poesía para mí es como una onda que capta, muy débilmente sin embargo, ciertas vivencias, ciertas intuiciones y estados de beatitud o de interior contemplación cósmica. El lenguaje simbólico de la poesía, a falta de palabras idiomáticas que expliquen muchos fenómenos interiores, es hasta el presente el más adecuado medio para expresar sentimientos y sensaciones metafísicas (p. 220).

yo no estudio para aprender sino para saber y no quiero saber para repetir sino para pensar (p. 221).

Todo "lagarto" es canalla cuando se le presenta la ocasión (p. 235).

es una cobardía estar sentado, como mero juez cerebral ante la angustia del mundo, ante el desmoronamiento de la patria, pudiendo unirnos a los que queren reformar este estado insoportable y doloroso (p. 251).

¿no ves que la única ventaja que tiene una mujer aquí, es precisamente que por no tener importancia puede hacer y deshacer sin que nadie se ocupe de si causa daño o no? El peligro no es que me lleven a la cárcel sino que me decreten manicomio (p. 252).

revela una capacidad vigorosa, un estilo ya formado y una resolución masculina de no ocultar, de no disfrazar siquiera, el propio pensamiento (p. 258). 

-Usted misma, Ara, no tardaría en sentirse fastidiada cuando sus alumnoz comenzaran a faltar a la disciplina y se manejaran más como hombres curiosos que como estudiantes (p. 262). 

-¿Con decir a los ricos que odiamos a los oligarcas estamos amando al pueblo más que ellos? ¿No sería mejor predicar menos el odio al poderoso y querer más eficazmente el bienestar colectivo? (p. 267).

-Todos los seres, absolutamente todos, tienen su aspecto comprable; lo que pasa es que hay que descubrirlo (p. 272)

pensaba para mis adentros: el que siempre obra con criterio de compra, con el mismo criterio se vende; dos aspectos de una misma moral (p. 272).

Nunca he podido soportar impasible ni alteraciones ni personas extrañas en mi vida ordinaria. Le tengo terror a cualquier modificación, por benéfica que sea (p. 273).

No hay nada tan grotesco en el mundo como la elegancia de un nuevo rico (p. 280).

yo no puedo graduar ni contener la vida, porque mi vida soy yo, porque mi vida, dondequiera va conmigo y tengo que vivirla, así como tengo que respirar el aire que me circunda por más fétido o envenenado que éste me parezca. Fatalmente tengo que vivir, así sea para angustiarme todos los días y para agonizar continuamente (p. 286).

Debo cargar con mi vida porque no tengo siquiera el derecho a la muerte!
Pero aunque no es mía la libertad de morir, porque mi vida es un apéndice de la de Lucio, no por esto deja de ser tan fácil la muerte; tan fácil! tan fácil! (p. 286).

aún insonscientemente llegué a buscar la muerte (p. 290).

Precipitar mi muerte no es pues, faltar al deber y en cierto modo, es así como lo cumplo mejor, ya que dejo de ejercer una influencia perniciosa en la vida de mi hijo (p. 291). 

Los días pasaban deliberando conmigo misma sobre la forma más conveniente de matarme sin dejar sospechas de suicidio (p. 291). 

no tengo siquiera la libertad de la locura; debo ser heróicamente cuerda!
Casi no pude contener la desesperación cuando acabé aceptando definitivamente, que de ninguna manera podía liberarme de la vida (p. 292).

Luchar es precisamente lo que he decidido no volver a hacer jamás, porque quien lucha, se cree con el derecho de exigir a la vida y precisamente en esto consiste la desilusión y el fracaso. En cambio, a quien no lucha ni ambiciona le queda por lo menos, el orgullo muy trivial pero muy consolador, de saber que los éxitos no le llegaron porque no los buscó, porque no los quiso. Por esto no volveré a ambicionar nada mejor que el presente (p. 293).

Toda persona que siente sinceramente la suerte humana y que se preocupa por su pueblo y de su patria jamás podrá deslindarse de la política (p. 321). 

-La libertad de pensamiento, de palabra, de acción y de vocación se te van a cercenar con el casamiento. ¿Has pensado en esto? (p. 333).

ningún prestigio es firme si no está respaldado con el dinero (p. 338). 

-Qué triste es ser mujer sin haber sido una niña! (p. 346).

La mujer lleva en su vientre el futuro del mundo, pero hasta ahora hemos sido apenas, las hacedoras, las paridoras de individuos, no las creadoras responsables de personas (p. 351).

más por desconcertante paradoja es precisamente el cristianismo la religión que tiene un más recio y afirmativo simbolismo materno; toda ella se alza sobre la veneración Madre-Hijo (p. 352).

-¿Por qué habría de nacer yo bajo el signo de este siglo? (p. 356).

-Yo soy angustia; por eso es que mi espíritu quiere a veces saltar como este corazón. Y con tanta frecuencia es tan hondo ese desear, este anhelar, este temblar por la verdad y la belleza que quisiera deflaglarme en mil átomos ideales, en mil cuantas esenciales y desparramarme por todo el universo y disgregarme en todos los ámbitos (p. 358). 


Dimensión de la angustia
Fabiola Aguirre Suárez 
Talleres Gráficos de Antares
Bogotá, enero de 1952
362 páginas

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