Emilia tiene 64 años, escribe crónicas para una revista a la que solo va al consejo de redacción cada 15 días, y en donde todos los periodistas y jefes son mucho más jóvenes que ella. Vive con su marido de toda la vida, que toma decisiones por ella sin que eso le parezca anómalo, y sobreviven en una tensa convivencia que se alimenta de rutinas y silencios. Emilia tiene un hermano, Luciano, que vive viajando, y una hermana, Angélica, que es quien está pendiente de la cada vez más deteriorada salud de su papá. La hija de Emilia, Pilar, tiene 30 años, está casada y vive en otro país con su marido y su hija Sara. Emilia resiente el desapego de su hija, y no habla con nadie de Pablo, su hijo que murió súbitamente cuando tenía once meses de nacido. La persona con la que a veces conversa infidencias es Mima, la empleada de la casa, madre de Betsy, quien a su vez es madre de un niño de 3 años.
Esta es la cartografía de afectos y desafectos en la que se teje Qué hacer con estos pedazos, una novela en la que Piedad Bonnett utiliza la metáfora de la remodelación de una cocina para mostrar cómo pequeños cambios pueden sacar a flote grandes grietas en la convivencia cotidiana. En principio Emilia es una mujer normal, con una vida normal y una familia normal, sin grandes problemas, pero a medida que avanza el relato se entiende que Emilia es una equilibrista que ha hecho del silencio, el aguante y la sumisión su forma de vida, todo para no romper la frágil armonía familiar.
Feminicidio, clasismo, apariencias, envejecimiento, machismo y silencios familiares son los hilos que tensan esta novela en la que se presta voz a una mujer madura para preguntarse, luego de toda una vida de entrega y amor, si realmente todo eso valió la pena. Leer esta novela en paralelo con La mujer incierta puede ser un ejercicio de leer desde la ficción y la no ficción la lectura que hace Piedad Bonnett sobre lo difíciles que son las relaciones familiares y cómo los micromachismos alimentan el día a día de la convivencia en pareja.
Algunos subrayados
Porque a los veinte, una biblioteca es una ilusión, a los cuarenta un lugar de pleinitud y a los sesenta un recordatorio permanente de que la vida no te va a alcanzar para leerlos todos (p. 12).
Se antoja de alguno, lo empieza a leer de manera urgente, para luego dejarlo muchas veces por la mitad. Por aburrición. Por avidez de leer otro. Porque un viaje. Porque en realidad quisiera leerlos todos al mismo tiempo (p. 13).
cuando se es pobre da miedo comprar libros (p. 13).
una narración —cualquier narración— es algo que siempre derrota el vacío, que crea un vínculo o sostiene el que todavía existe (p. 22).
preguntar es como tirar anzuelos a una laguna llena de peces: algo cae (p. 27).
viajar era para él abrir una puerta a la incertidumbre, a la ansiedad, al malestar (p. 33).
La rivalidad, la envidia y el odio a menudo crean vínculos más fuertes que el amor (p. 34).
a veces puede durar ocho, diez horas, frente al computador. Es para que las ideas no se me escapen. Es que ya cogí el ritmo. Es para mantener el tono. En realidad, aunque Emilia no lo sabe, lo que esas horas le dan es aire y fuego. Oxígeno para que haya compustión en su vida marchita (p. 36).
En la incondicionalidad perenne de su madre, en su incapacidad de rebeldía, Emilia creía reconocer un mandato transmitido de abuela en abuela. También su madre las instaba a ella y a su hermana a la sumisión (p. 38).
esa extraña capacidad que tienen tantos hombres de erigirse como patrones o patriarcas mientras se comportan, sin aparente contradicción, como hijos incapaces (p. 39).
Envejecer es reununciar. Dejar atrás. Desinteresarse (p. 57).
La amistad con ella es como recorrer desde la ventanilla de un tren un país desconocido, de paisajes siempre distintos y atrayentes (p. 60).
Sólo el tiempo es capaz de señalar la rotundidad del fracaso (p. 80).
El dulce placer de procastinar (p. 81).
Como siempre que está por salir de esos paréntesis que son sus viajes, una nostalgia prematura se mezcla con el deseo de volver (p. 116).
Qué hacer con estos pedazos
Piedad Bonnett
Editorial Alfaguara
Bogotá
Noviembre de 2001
168 páginas
Piedad Bonnett
Editorial Alfaguara
Bogotá
Noviembre de 2001
168 páginas
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