lunes, 19 de agosto de 2024

Café y ciudad, de Dorian Hoyos Parra

El subtítulo de "Café y ciudad" dice "o la cotidianidad en la población cafetera de Manizales", y ese texto es una buena síntesis de la pretensión de Dorian Hoyos Parra con este libro: con ocasión de los 150 años de fundación de Manizales la autora escribe una historia de la ciudad, pero no desde los nombres y fechas de los colonizadores, los políticos o los "hombres ilustres" sino desde la cotidianidad de sus habitantes. Esa mirada convierte a este texto en una pieza singular, porque se trata de una historia escrita por una no-historiadora que narra con enfoque femenino, en donde lo que ocurre al interior de las casas tiene relevancia.

El libro no está dividido por capítulos. Se trata de un texto que pretende ser una conversación de un abuelo con su nieto Simón, que llega a pasar vacaciones en Manizales. Es curioso que la autora elija como narrador a una voz masculina, porque en lo que escribe se percibe un alter ego suyo. De hecho, salvo el artificio del diálogo abuelo-niño, el libro no tiene ficción y, al contrario, al comienzo la autora explica que su novela (la define así) es el fruto de un trabajo de 12 años de investigación en la Biblioteca Nacional de Colombia.

No se trata de una historia narrada cronológicamente sino de un "cuento" que un abuelo le cuenta a un nieto. Así, la historia brinca en décadas, va del campo a la ciudad y salta entre episodios, pero esta posible falta de rigor historicista permite que el relato sea breve y ameno y la autora lo enriquece con detalles de interés que no es fácil encontrar en otros libros. Por ejemplo menciona a los Colonizadores, la Esponsión de 1876 con Mosquera, los incendios de la década de los 20, el comienzo del Cable Aéreo y luego, en 1927, el arranque del ferrocarril de Occidente que iba hasta Buenaventura. Pero todo esto lo mezcla con su propia memoria, observación y vivencias. La autora nació en 1933 y entonces conoció de primera mano aspectos como la moda de hombres y mujeres en la ciudad en la primera mitad del siglo XX, cómo lavaban y planchaban la ropa, cómo conservaban la carne antes del uso de las neveras, cuál era la dieta tradicional, cómo era la vida en los colegios, los medios de transporte, los juegos infantiles, los noviazgos, la vida de las casadas y las viudas y otra cantidad de detalles que hacen de este libro una mezcla entre la historia de la ciudad y las memorias de la autora, aunque ela se abstenga de dar datos autobiográficos.

En algunos pasajes hay un tono moralizante en el que se culpa a la mujer, por su salida del hogar, de la decadencia de la familia contemporánea. No obstante, Dorian Hoyos Parra es una hija de su tiempo pero una hija crítica: el texto cuestiona la desigual distribución de la riqueza, la vida ostentosa de algunos obispos, el servicio militar, el servilismo de la educación, los cafetos que requieren químicos, promovidos desde la Federación de Cafeteros, y las ganancias que se llevan las multinacionales por el petróleo colombiano. Dorian Hoyos militó en el Partido Conservador, pero varias de las afirmaciones que hace en este libro lucen progresistas incluso hoy, a 25 años de su publicación.

Algunos subrayados
Esa joven ciudad de limpias costumbres, muy católica, fue habitada por soldados sin recato, sin Dios y sin ley. Manizales conoció el saqueo, el asesinato, las casas de lenocinio y las enfermedades venéreas. Las escuelas fueron cuarteles y hospitales (p. 14).

¡somos ricos en hidrocarburos! pero siempre la tecnología extranjera viene con su equipo humano y así seguimos en la periferia (p. 16).

¡dirigentes! nuestra educación y formación es servil (p. 16). 

antes de 1920 Manizales contaba con once bancos, muchas casas extranjeras tenían oficinas en la ciudad, la mercancía que se traía por el río Magdalena llegaba a Barranquilla desde Euroa, no sólo se quedaba en Manizales agluna parte, también seguía para el Cauca, los bueyes y las mulas se iban con cargas de café, las cuales se despachaban desde Honda por el mismo río hasta Barranquilla (p. 25).

Ya para los años cincuenta cambia, la mujer va a las oficinas, a las escuelas de comercio, a la universidad, reciben visitas del novio en las casas, ellos van a buscarlas a los lugares de trabajo o estudio y acompañarlas de regreso a sus casas (p. 27).

(a finales del siglo XIX) algunas mujeres trabajaban como escogedoras de café en las trilladoras del grano que había cogido impulso y el cual sería para las próximas cuatro décadas del siglo XX el eje de la economía, no sólo de Manizales sino del país (p. 33).

las coperas o las niñas de propiedad horizontal momentánea le escuchaban sus cuitas (p 34).

en sus laboratorios creó otras variedades y vendió la idea de utilizar insumos químicos que encarecieron la producción del grano; este último paso se iniciaba por los años cincuenta de este siglo (p. 36).

El escritor Adalberto Agudelo Duque dice que: "la modernización de la mujer se dio en gran medida porque se inventó la máquina de escribir que hizo que ella saliera de casa a trabajar, la toalla higiénica porque le dio más seguridad, los anticonceptivos porque le dieron más libertad sexual". Estas cosas revolucionaron el mundo. (p. 44). 

Contaba mi abuela que en 1860 una lluvia de ceniza opacó el cielo y cayeron muertos los pájaros por los caminos, en los solares y los bosques vecinos (p. 52)

todas las piezas para armar el cable aéreo habían sido traídas a lomo de buey y de mula desde el puerto de Honda, o por Buenaventura (p. 54). 

Eran también medio franceses los manizaleños de otra época, primero fueron Grecolatinos, así los bautizó la República de las letras (p. 58). 

Las mujeres son mal miradas y mal comentadas por trabajar fuera del hogar, en oficinas; algunos hombres se toman la libertad de decir que sólo las coperas trabajan fuera de la casa (p. 63). 

(luego de los incendios) Manizales tiene hospitales, casa de beneficencia, biblioteca pública, colegios, iglesias, bancos, de nuevo el comercio y la industria que contaba con veintisiete fábricas en 1927 (p. 79).

Colombia es un estado cantinero y en Manizales en cada casa o local del centro que desocupan ponen una sala de juego (p. 104).


Café y ciudad o la cotidianidad en la población cafetera de Manizales
Dorian Hoyos Parra
Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes de Caldas
Manizales
Mayo de 1999
112 páginas

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