No sé por qué no leí este libro antes. Desde hace más de una década leo los libros de Tomás González tan pronto como salen, porque son regalos de la vida que quiero disfrutar tan rápido como se pueda. Asombro se me pasó, quizás porque, como no es una novela ni un libro de cuentos, tuvo menor registro en la prensa y no supe de su existencia. Lo descubrí hasta que hace poco, curioseando estantes de Leo Libros, y me alegré como quien encuentra la última lámina que le falta al álbum.
Leer a Tomás González es un placer, pero este volumen es un placer particularmente delicioso para quienes además de leer escribimos, porque en este libro el autor reflexiona sobre por qué escribe y cómo escribe: lo que le interesa de la escritura (el caos) y el rol de la poesía en la narrativa. Además, como suele ocurrir con sus obras, las digresiones poéticas las salpimienta con un humor que arranca carcajadas sonoras.
Asombro es un conjunto de textos breves divididos en tres grandes bloques: "Ideas", "Vida" y "Libros. En "Ideas" Tomás González filosofa sobre la relación con la naturaleza, los premios literarios, el asombro, la belleza y la muerte, entre otros asuntos, pero lo hace sin pesadez ni tono erudito. Al contrario, sus ideas se presentan de manera cristalina, como las reflexiones de un hombre que ya ha vivido y leído bastante y sabe que la sencillez es una virtud de la vida y de la prosa difícil de lograr. En "Vida" cuenta anécdotas personales, historias de su matrimonio, sus amigos, sus viajes, la muerte de sus hermanos y la infancia, en un tono ameno y a la vez profundo, con la familia como eje articulador de las historias personales. "Libros", la tercera parte, es una compilación de lo que ha dicho en distintas entrevistas sobre cada uno de los libros publicados: sobre cómo los escribió y qué deseaba explorar o aprender con cada uno.
Asombro es, en suma, un libro generoso, pero además un libro imprescindible para los lectores del gran Tomás González.
Algunos subrayados (muchos)
Los seres humanos, únicos sobre el planeta dotados de inteligencia, gracias a nuestro valor, esfuerzo, disciplina e ingenio, nos las hemos arreglado para quedar flotando, medio asfixiados, en la masa revuelta de nuestros propios desperdicios. Pero todos, curiosamente, conservamos la firme creencia de que somos la imagen de Dios y los reyes de la creación. Y es esa noción, o estructura mental, producto y causa del desarrollo descontrolado de la ciencia y de la técnica, la que ha disparado el tiempo y lo ha hecho irse de bruces, derrumbarse hacia adelante (p. 12).
el empobrecimiento de la literatura que se produce cuando cada escritor trabaja con la intención, a veces inconsciente, de que su novela pueda llegar a ser película (p. 14).
Por fortuna la muerte es apenas provisional y dura poco (p. 18).
Para mí es esencial, entonces, que en la narración sea constante la presencia del caos (p. 20).
no hay experiencia alguna, sea individual o colectiva, que no se viva en la intimidad (p. 22).
En tantos libros de poemas los escasos momentos de intimidad que tiene el poeta Borges bastan para hacernos saber que el hombre que los escribió era capaz de sentir con toda la fuerza y expresar aquello que está clavado demasiado hondo en el corazón. En mi opinión son esos momentos de intimidad los que hacen de él un poeta (p. 25).
Me interesa, como a todo el mundo, la Historia con mayúscula, y sé bien que nos movemos en ella, pero también sé que por grandes que sean los hechos, solo se viven en el corazón propio. La intimidad en primer plano, y la Historia en el trasfondo (p. 26).
cualquier representación de la muerte es solo manifestación de vida (p. 27).
Creo que las obras literarias están siempre formadas por memorias, es decir, por ecos de hechos. Esto sin excepción. Incluso en aquellas que se habla de marcianos (p. 28).
a los seres humanos nos es posible elaborar, pero no inventar. Creo que solo la naturaleza, o Dios, puede inventar; y que a nosotros nos corresponde trabajar sobre lo ya inventado y recrearlo, reinventarlo.
Es decir, recordarlo (p. 29).
¿Para qué, entonces, vinimos a este mundo?
Vinimos a admirarlo, digo yo (p. 31).
Las fechas crean la ilusión de que uno entiende el mundo y sus acontecimientos, pero son solamente eso: elementos, no inútiles del todo, no, pero casi, de la fantasmagoría que es la realidad (p. 39).
Tengo problemas con el concepto de trama para las novelas. Me parece que la obligación de que tengan trama las convierte en productos artificales, que no reflejan la manera como está constituida la realidad (p. 51).
para mí la narrativa debe estar cargada de poesía, pues sin ella el texto se hace plano, pierde vida (p. 53).
Lo que sí es para mí cuestión de principios es tratar de decir tanto como sea posible con las palabras, con las frases (p. 53).
Al escribir trato de quitarme el miedo de meter la pata, de equivocarme, de escribir barrabasadas (p. 55).
No existe historia que no se pueda contar bien en ciento cincuenta páginas. Tal vez el truco consista en gozar con las digresiones sin dejar que se pierda el hilo principal. También ayudarían las historias o tramas secundarias... Claro que de esa forma se diluye la contundencia... En fin, ya se verá. En cuento, sin embargo, sigo trabajando con historias más bien largas, que se me dan mejor que las cortas, creo yo, y en las que se gana o pierde por puntos, y no por nocaut, para usar la comparación de Cortázar (p. 56).
La verdad es que no sé muy bien por qué escribo (p. 58).
La literatura nos hace ver el mundo en todo su horror y toda su belleza, es decir, nos produce ese entusiasmo estético (p. 58).
Voy a cumplir sesenta y cinco años, y a esta edad ya casi nada se siente como obligatorio o imprescindible. Ya casi todo es paisaje (p. 60).
Hay que abolir los premios literarios (p. 63)
Los jurados son, por definición, personas que consideran que el trabajo literario de muchos escritores muy distintos unos de otros pueden, no solamente compararse cualitativamente, sino ponerse a correr como caballos (p. 65).
Si alguien vive en un apartamento, digamos en Manizales, podría creerse separado de la naturaleza, lo cual sería un error, a mi modo de ver (p. 77).
Me gustaría mucho que solo se extinguieran los humanos rapaces pero es más probable que se extinga la especie completa, y eso tal vez sea lo mejor para la naturaleza como totalidad (p. 79).
Todos los himnos nacionales de todos los países deberían ir a la basura. Nada que incite al nacionalismo deberá ser condonado, y menos en los colegios y las escuelas, que es de donde sale la carne de cañón para las guerras (p. 83).
(sobre la mamá) ella rea una señora de buena familia de Manizales y nadie hubiera pensado que le gustaba el jefe (Daniel Santos). (p. 99).
Por esos días estuve a punto de que me gustara la salsa (p. 100).
Una de esas personas de quienes el poeta dice que, como a los caracoles, su caparazón resistente les da mucha capacidad de ternura (p. 112).
siempre utilizamos vivencias propias o ajenas para escribir (p. 123).
El escritor toma la materia que ya está inventada o creada, y hace "edición", que consiste en utilizar la historia casi tal cual le llegó (como hice en Primero estaba el mar) o extrapolar situaciones de aquí y de allá, personajes de un lado y de otro, y recomponer o interpretar la realidad según su sensibilidad (p. 123).
En general, las personas que me sirven de punto de partida para los personajes entienden bien la diferencia entre ellas y los personajes, y saben que estos se sostienen solos, sin necesidad de que se los relacione con personas reales, se sostienen solas sin que tengan que ser "plasmadas" en cuentos o novelas. Nunca me he sentido obligado a serles fiel a las personas reales, y en el momento de crear al personaje me siento en libertad de hacer lo que quiera. Lo importante para mí es que tenga coherencia interna y esté vivo (p. 131).
Todo esto de las artes y las artesanías no es más que un juego. Un juego muy complejo y serio, como el de los niños (p. 135).
El narcotráfico lo toqué en un cuento, "Las palmas del ghetto", y es muy probable que en algún momento vuelva a escribir sobre eso (p. 143).
También recuerdo la novela Carretera al mar, del caldense Tulio Bayer, que me impresionó mucho (p. 144).
Me interesaba en igual medida intentar entender la visión de la vida que se podría alcanzar desde la vejez avanzada (p. 149).
El intento de plasmar el caos para así vencerlo se da en este y en todos mis libros. Que ese es el eje de mi narrativa se me ha hecho claro ahora, cuando alcanzo ya a tener una visión amplia del conjunto de mi trabajo (p. 150).
Un porcentaje altísimo de la literatura universal gira alrededor de este asunto del amor. Hay excelentes novelas, gran literatura, que se construyeron en su totalidad sobre las preguntas: ¿se casan?, ¿no se casan? Un porcentaje altísimo de la música que hemos producido los humanos está inspirada por el asunto. Todos los boleros. La mayoría de los tangos. La mayoría de las rancheras. Casi toda la poesía. El poder del amor para generar imágenes es inmenso, asombroso y bastante absurdo (p. 155).
es bueno saber estar solo. Sin pareja, quiero decir, porque solos nunca estamos. En el peor de los casos, como bien decía un poeta de aquellos que tienen humor, estamos con Dios (p. 157).
La convicción de que la vida, mi vida, solamente por haberme dejado ver la belleza de lo que es bello y también de lo terrible, ya ha valido la pena (p. 161).
La expresión "descansó en paz" es exacta. Este asunto de vivir va cansando, y en ese sentido morirse es bueno. Lo que preocupa es que el cuerpo, el organismo, al no entender esas razones, podría dar una pelea dolorosa, larga y perdida en la crisis final. La muerte asusta, aunque en muchos sentidos sea una liberación (p. 162).
Los triunfos no duran para siempre y todo termina por deshacerse (p. 163).
La derrota está en aquello que muere antes de alcanzar su forma plena, no en lo que muere después de hacerlo (p. 163).
He leído cuentos tan bien logrados que al final he sentido ganas de aplaudir. Con los de Rulfo me pasó así. Con los de Cortázar. Con los de Truman Capote. Aplaudí de hecho cuando leí Dilema doméstico de Carson McCullers (p. 167).
La diferencia entre un relato y una novela es parecida a la que hay entre trabajar al óleo y hacerlo con acuarelas. Idealmente se trabaja rápido y se retoca poco, pero lo cierto es que en algunos se trabaja muy, muy despacio y se retoca mucho, de modo que parezcan escritos al vuelo y sin retoques (p. 167).
Reunir todos mis relatos en La espinosa belleza del mundo fue como si al fin se hubieran juntado partes dispersas y pudiera ver mejor el conjunto de mi trabajo de varias décadas. Su coherencia. (p. 169).
esta filosofía en mi escritura está en el convencimiento de que cada frase debe contener la totalidad y en cada una debe apoyarse el peso completo de la narración toda. El centro de gravedad se traslada de frase en frase (p. 172).
Los seres humanos somos animales de grupo, y el más importante de los grupos, el esencial, es la familia (p. 175).
Asombro
Tomás González
Seix Barral
Bogotá, 2021
182 páginas
No hay comentarios:
Publicar un comentario