miércoles, 15 de junio de 2022

El cielo a tiros, de Jorge Franco

En El cielo a tiros todo es decadente. Larry es el hijo menor de Fernanda y Libardo: ella es exseñorita Medellín y él un mafioso al servicio de Pablo Escobar. Larry y su hermano Julio viven en una casa llena de lujos, guardaespaldas y miedo, en donde el ambiente enrarecido es su vida cotidiana. Claro que esa es la vida de antes; la presente es Larry devolviéndose de Londres en un avión, para recibir los restos de su papá desaparecido 12 años antes.

La novela está dividida en 78 capítulos cortos que ocurren en tres momentos distintos: la infancia y juventud de Larry, el presente de Larry en Medellín, el día de la Alborada, cuando llega a recoger los restos de su papá, y un pasado cercano, de hace unas pocas horas, que narra el viaje en avión de Londres a Medellín. Entre esos tres planos el autor teje una historia que da cuenta del drama de ser hijo de un narcotraficante: la soledad, la exclusión y la angustia de vivir una vida que no eligió y que lo marca desde el origen.

La vida que se narra en El cielo a tiros no es la de la opulencia del narcotráfico sino la de la resaca. Un ambiente sórdido en lo estético y lo emocional, con vacíos que evidencian lo que le falta a una familia que solo se tiene dinero: reguetón de fondo, pólvora, mucho ruido, mucho aguardiente, droga y un frenesí que no se detiene dan cuenta también de un vértigo vital en el que el silencio, la pausa y la belleza no tienen cabida. Los ambientes llenos de humo y saturación auditiva son metáfora de vidas intoxicadas, sin tiempo para el sosiego.  


Algunas frases

Por qué darle tanta importancia al cadáver si lo que duele es la ausencia (p. 83). 

Todo está justificado aquí. La pólvora, la violencia, las balas, los muertos... todos nuestros males tienen una excusa. Y del pretexto pasamos a la resignación, y de ahí a aceptarlo todo, como si fuera normal (p. 111).

Me molestaba que trataran de solucionarlo todo con un abrazo. Paños de agua tibia. Ningún abrazo ha salvado a nadie de una enfermedad mortal (p. 135). 

La muerte de alguien junta o separa, la soledad une y tal vez también el miedo, aunque creo que la incertidumbre a veces separa (p. 152). 

Cara periodista se inventa una historia para ganarse aplausos. Mariquitas que creen que porque tienen una máquina de escribir son los dueños del mundo, pero se van a tragar sus putas máquinas, sus cámaras y sus mentiras esos malparidos que andan pavoneándose los muy gonorreas (p. 159).

Él siempre creyó que la gente hermosa no sufría de soledad (p. 168).


El cielo a tiros

Editorial Alfaguara

Septiembre de 2018

Bogotá

382 páginas

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